Podía casi saborear el calor que emanaba ese cuerpo, era denso en su lengua. Cada inhalación era más y más profunda, insuficiente. En sus labios, rojos e hinchados, la huella de besos recientes y de los que le estaban implícitamente prometidos. Le escocía la cara. Su sudor seco dejaba una incómoda sensación pero no podía importarle menos. Aceptaría torturas con gusto por solo un segundo más de esa mirada, de esa intimidad que compartían.
- No durará mucho- le dijo una voz profunda que parecía provenir de todos lados.
El esfuerzo de mantener sus ojos abiertos ocupaba su mente con la necesidad de no abandonar esta realidad.
- Aún no, no puedo dejarlo. Por favor...
Lágrimas. Recordaba la última vez que lo lloró. Siempre por él y siempre ante la posibilidad de perderlo para siempre.
- No lo estás perdiendo- le dijo casi maternalmente la voz- te estoy mostrando lo que puedes tener.
Desde el momento que entró en esta especie de trance, su lado racional había quedado relegado, empujado deliberadamente hacia lo más profundo.
El sentimiento que lo había llenado, cortándole el aire fue el de poder sentir su vínculo con su T'hy'la. Ese algo inexplicable que todo vulcano esta diseñado para buscar, necesitar al punto de hacer peligrar su propia existencia.
Incluso con T'Pring en los momentos cuando la fiebre irrefrenable del Pon Farr lo nublaba, su deseo no había provocado tal reacción en su mente ni en su cuerpo. Casi podía ver ese hilo invisible uniéndolo a este otro y maravillosos ser.
"Dos personas unidas en una misma conciencia". Una frase con la que su madre había tratado de explicarle el proceso cuando niño, incomprendida hasta ahora que la luz y calor de esta otra existencia lo invadía por completo.
- Tú no lo entiendes- Spock le dijo desesperado a la voz- no puedes comprender lo que soy y aún así dejarme experimentar esto. Cuando lo pierda, cuando no pueda tenerlo en mi realidad, moriré.
La voz parecía divertida con su predicamento. -Ese miedo, tan humano en ti, Spock, parece que no te deja comprenderme.
Con esas palabras, el sueño se desvaneció.
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- Maldita sea, Spock! Hasta que te dignaste a regresar al mundo de los vivos!- una irritable mancha azulada se movía frente a sus sensibilizados ojos.- Puede ser que una misión no termine contigo o Jim desparramados inconscientes en una de mis camillas...?!
- JIM! QUE SUCEDIÓ CON--! - un gesto con la mano frenó su irracionalidad.
- Él se encuentra en perfecto estado de salud, a pesar de sus esfuerzos habituales. Por un momento pensé: Es mi día de suerte pero no... Al parecer Jim no es el único con complejo de superhéroe. Un planeta pido, solo uno que no tenga alienígenas que inducen el coma o...!
El doctor no parecía estar hablando con nadie en particular y como el argumento seguía, Spock decidió que ya era suficiente. Tenía que reconocérselo, llegar a ese estado de irritación en 0.2 segundos, en cualquiera seria nuevo récord. En el doctor podría decirse que era normal.
Estaba más que acostumbrado a estos exabruptos del Dr. McCoy pero usualmente iban dirigidos a su capitán.
Jim.
Aún fuera del trance, el control sobre su mente parecía imposible. La desesperación que lo invadió hace lo que parecían meros instantes persistía. Ahora, sin su T'hy'la, aunque lo fuera en un escenario imaginario, su mente se sentía desbalanceada, rota. Solo un médico vulcano podía ayudarlo. Lo racional sería desaparecer todo rastro de Jim de si.
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Físicamente estaba tan sano como siempre y eso enfermaba a McCoy ya que no pudo retenerlo por más tiempo.
Luego de un cambio de ropa se dirigió al puente para el cambio de rumbo a Vulcano.
Inconscientemente utilizó el camino contrario al que usualmente recorría con Jim. Tenía miedo de verlo y el miedo solo podía significar una cosa: tenía menos tiempo del que pensaba. Dentro de pocos días sus sentidos exaltados y su cuerpo lo traicionarían, provocándole la muerte. Una muerte violenta y humillante.
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La silla del capitán estaba ocupada. Jim todavía no se había percatado de su presencia. Tenía una mirada melancólica y lejana.
Lo ponía nervioso ver a su capitán, no lo había hecho desde la exploración planetaria. Mejor dicho, desde su sueño. No sabía si su cuerpo respondería racionalmente frente a él.
- Capitán, debo solicitar un ajuste de rumbo. Nuestro destino debe ser cambiado hacia Vulcano...
- Spock - Kirk parecía no haber escuchado nada de lo que dijo, solo lo miraba como si esperara que sucediera algo.
Spock de repente no recordaba como respirar, lo único que podía hacer era recordar cómo se oía su nombre ahogado por los besos, enredado en sus piernas, tan cerca uno del otro que podía dibujar mapas estelares enteros con sus pecas. Incluso el Sol no pudo resistirse a tocarlo, cómo podría él.
- Jim... - casi una exhalación.
- Di-Disculpe señor pero eso será imposible. Nos dirigimos a la Tierra. Acabamos de recibir ordenes del Comando Estelar... - le informó una vocecita juvenil con un fuerte acento ruso. Casi podía ver el semblante de Chejov aún cuando no giró a verlo.
- La distancia es superior a mi tiempo.
El perfecto rostro frente a él se inclinó hacia la derecha. La expresión del capitán cambió radicalmente al instante de expectación a miedo. O al menos eso creía, nunca había visto esa expresión dirigida hacia él. Dos firmes manos rodearon sus bíceps, anclándolo en el lugar. Alguien lo llamaba detrás aunque no lograba comprender que decía. Estaba tan cerca. Kirk se puso de pie y usó todo su cuerpo para sostener su peso. El calor lo adormecía mientras se inclinaba hacia delante. Estaba tan cerca. Todo transcurría en cámara lenta, como si mirara la escena desde algún lugar lejano. Una mano rozó el hombro del capitán y eso bastó para desatar una ira incontrolable dentro de si. MÍO, SOLO MÍO. Lo próximo que vio es su puño acertando una y otra y otra vez al dueño de esa mano. La satisfacción de sentir como la carne cede y se rompe bajo sus atenciones. Un líquido rojo y espeso deslizándose por su palma. MÁS. Alaridos desesperados. MÁS. El disparo de un Fazer. Dolor. Oscuridad. Jim.
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Había algo sobre el ala médica que lo perturbaba. Incluso desde niño. Los vulcanos tienden a ser resistentes a gran cantidad de males que circulan este universo. Pero al ser un híbrido mitad humano, su fortaleza era mucho menor. Usualmente se debatía entre la decisión pragmática de eliminar sus malestares y su obstinación al no querer mostrar debilidad frente a sus pares. En este caso no existía debate. Moriría, a pesar de todos sus esfuerzos. El miedo a perder a su compañero había disparado una respuesta primitiva en su organismo, moriría de la peor manera que puede un vulcano.
La mancha iracunda volvió, acompañada del ser luminoso, bendecido por las estrellas. Ambas miraban una pantalla preocupados. En esta ocasión no habían gritos. Quiso levantarse pero correas lo ataban firmemente a la camilla. Quiso hablar pero su voz sonaba frágil como si hubiera gritado con todas sus fuerzas.
- Ya es tarde, no hay retorno de esta situación... Jim...
- Aquí estoy, Spock. - Jim rozó sus dedos.
- Que se supone que significa eso? Tú sabes lo que te sucede, verdad? Spock maldita sea habla! Hace unas horas casi matas a uno de los guardias! Y ahora tus lecturas NO TIENEN EL MENOR SENTIDO! ESTÁS MURIENDO SPOCK! DENTRO DE UNAS HORAS... HABLA O JURO QUE LLENARÉ TU ENDEMONIADA SANGRE VERDE CON TODOS LOS MEDICAMENTOS A MI ALCANCE!
- Ya basta, Huesos. Spock dime, por qué querías ir a Vulcano? - Kirk se acercó hasta que todo lo que podía ver era su rostro.
- Tienes que encerrarme en mis habitaciones y activar el bloqueo de seguridad. Volverá a suceder. Pero terminará pronto.
El capitán y el Dr. McCoy se veían agobiados, sin saber que hacer.
- Maldición. El duende tiene razón en algo, no puedo mantenerlo aquí. Sería un riesgo de seguridad. Él, más los guardias... simplemente no es posible. Supongo que estará más cómodo hasta que lleguemos a Vulcano. ESOS IDIOTAS TAMPOCO QUIEREN DECIRME QUE SUCEDE. SOY UN MÉDICO NO UN ADIVINO. Spock necesito que me digas como tratarte!
Las súplicas del doctor se desvanecían. El suave roce en sus de dedos lo acompañó hasta un profundo sueño.