“Hay veces que la historia que conocemos no es tal cual ocurrió en el pasado. En ocasiones, los historiadores, modifican los hechos de nuestra historia para hacerla más bonita o para ocultar hechos atroces que nos marcarían para siempre.
Esta historia que os voy a contar fue borrada de los libros y su estirpe borrada del mundo. Pero como ocurre con cada hecho histórico, siempre hay alguien que escribe los hechos tal y como fueron, sin ocultar la verdad, pero esos historiadores tienen que ocultar sus obras para que su vida no peligre.
Extrañamente en mi familia, hay un libro que pasa de generación en generación y a nosotros, los varones de la familia se nos hace una prueba para ver, si en nuestro tiempo se puede volver a repetir la trágica historia del pasado. A veces me gustaría saber qué fue lo que ocurrió en el pasado...para que mi presente sea así. “
Hace 1098 años/dinastía Goryeo
Palacio Changgyeonggung /Sala de la Luna, palacio de la emperatriz Yon Hye/
Un joven muchacho alto y delgado, pero de complexión bastante fuerte, con cabellos oscuros, recogido en un moño tradicional de la época y la piel tan pálida como la nieve y con unos labios rojizos que resaltaban a causa de su pálida piel, estaba arrodillado, mostrando respeto a la emperatriz de su país.
Eran familia, a decir verdad, era su hermana, pero delante de los eunucos y las damas de la corte tenía que mostrar el respeto necesario para una mujer de su posición. Esperó hasta que todos los que estaban a su alrededor se fueron y sintió que su joven hermana se movía de su sitio y se acercaba a él.
Se sobresaltó al notar como su pequeña y frágil hermana se sentaba a su lado y con rapidez lo abrazaba.
-Y... Yon...Yon Hye…-susurró el joven, mientras que con cuidado tomaba a su querida hermana por los hombros y trataba de alejarla de su cuerpo. - ¿Qué ocurre, porqué estás así? No es normal en ti este comportamiento y menos desde que eres la esposa del emperador...-murmuró el muchacho, observando los ojos grises de su hermana llenos de lágrimas.
La joven muchacha de no más de 20 años de edad, volvió a abrazarse a su querido hermano mayor, mientras lloraba como una niña pequeña. Se acurrucó en el pecho de su gemelo relajándose poco a poco, al notar como su hermano comenzaba a acariciar lentamente su espalda.
-No sé qué ha pasado, Yon Hye, pero mi hermosa hermanita no puede llorar y no contarme que es lo que la tiene así-dijo el joven, dedicándole una hermosa sonrisa a su hermana.
La joven chica, posó sus ojos grises en los negros de su hermano y trató de relajarse poco a poco. Al cabo de un momento recobró la compostura y se acomodó a su lado, respirando profundamente. Con un hábil movimiento, comprobó que los adornos de su cabello color chocolate estaban bien colocados para segundos más tarde secar sus sonrosadas mejillas.
-Jae...j..jaejoong-la voz de la joven muchacha salía entrecortada y llorosa-y.… yo no puedo tener hijos. Hoy me lo ha dicho el medico que padre pagó para que me revisara a espaldas de palacio-dijo la joven mirando a su hermano con los ojos llenos de lágrimas-s.…si yo no le doy al país, un heredero, pronto...acabaré...ac...acabaré…-su voz volvió a romperse a causa del llanto que trataba de contener, pero no podía por culpa del fuerte dolor que sentía en su pecho.
Jaejoong, al escuchar aquellas palabras de su hermana menor, se quedó en shock, sin saber que decir o como reaccionar. Pero, al cabo de unos segundos, le dedicó una bella y hermosa sonrisa a su hermana, tratando de tranquilizarla.
-Yon Hye-ah~ eres joven, no puedes pensar que no vas a poder tener hijos. Los médicos se pueden equivocar. Quizás aún los cielos piensen que no es el momento adecuado...y nadie va a tocarte...nadie-dijo el pelinegro, mientras acariciaba con cariño la mejilla de su hermana.
-Jae...-susurró la joven mientras se mordía su labio algo pálido y colocaba su mano sobre la de su hermano-he hablado con madre...me explicó que..puede ocurrir..q..que en nuestra familia ha pasado algo así antes-dijo la joven muchacha, mientras miraba a su hermano.- me ha explicado que a veces, cada cierto tiempo, en nuestra familia, cuando nacen dos hermanos..como nosotros..al mismo tiempo, pero con distinta apariencia, a....a veces los cielos...hacen que uno de ellos tenga esa posibilidad de dar vida, mientras que el otro la pierde....s..sí..si yo la he perdido...e..eso significa que tú...-murmuró la joven de manera precipitada, tratando de hacerle entender a su hermano gemelo lo que su madre le había contado.
Jaejoong, escuchaba en silencio a su hermana, quedándose realmente perplejo ante sus palabras, riendo bajito ante esas últimas palabras.
-Yon Hye, soy un hombre, se supone que puedo tener hijos con cualquier mujer-dijo el pelinegro, sonriéndole a su hermana como siempre solía hacerle, sin importar ahora la diferencia social y el sexo.
La joven chica negó rápidamente y soltó un suspiro, metiendo su mano bajo sus propias ropas, sacando un pequeño pergamino que tenía escondido entre los pliegues de su falda.
-Léelo...lo entenderás mejor. Me lo ha dado nuestros padres…no es la primera vez que ocurre en nuestra familia. -murmuró la joven tratando de no volver a llorar.
Jae no entendía nada y tomó aquel pergamino, dejándolo de lado para después abrazar a su hermanita, que a pesar de haber nacido casi al mismo tiempo, él siempre la protegería como si fuera muchos años mayor que ella.
-No me importa lo que diga un mugriento pergamino...ahora mismo solo me importa que tú te pongas bien...-susurró bajito acunando a su hermana entre sus brazos.
Así pasó el tiempo y cuando el sol casi se había puesto, Yon Hye se había relajado y volvía a ser la misma niña risueña y soñadora de siempre. Habían pasado la tarde hablando, riendo, tratando de olvidar la dura noticia, que la joven muchacha había recibido.
Pero antes de despedirse uno del otro, antes de que la joven emperatriz se despidiera de su hermano tomó sus manos entre las propias y lo miró fervientemente a los ojos.
-Jae...prométeme que...después de que leas ese pergamino...me ayudes a traer un hijo a este mundo...-su voz sonó muy clara, pero quebradiza al final y nuevamente sus ojos se llenaron de lágrimas.
El joven de cabello azabache miró el pergamino que estaba a su lado y suspiró para después asentir.
-Haré cuanto esté en mi mano-su promesa era firme y segura, porque haría lo que fuera por su pequeña y frágil hermana.
Lo que el joven muchacho no sabía era lo rápido que iba a cambiar su vida, a causa de esa sincera promesa.
Después de que su hermano se retirara de su habitación, la joven emperatriz se sentó en un rincón de la habitación y se abrazó las piernas, mientras apoyaba la cabeza en la pared y miraba distraídamente el titilar de las velas que había sobre el mueble que estaba frente a ella. Sus grises ojos se volvieron opacos, mientras la joven muchacha recordaba todo lo había ocurrido en su vida tan solo hacían 5 meses.
Su vida había cambiado tanto que lo que le parecía realmente extraño era que aun pudiese sonreír como si nada hubiese ocurrido.
Convertirse en la madre de la nación, pero no poder darle un heredero al emperador, a la persona de la cual se estaba enamorando y recibir aquella noticia de la persona que no hacía mucho, había sido el hombre del cual estaba enamorada...era algo muy doloroso y realmente la había desquiciado por completo.