- Soy Naruto.
Ellos me miraron confusos y me pidieron que soltara a su amigo. No lo hice. No lo merecía. Yo era el guardián de este bosque, yo imponía las reglas.
Y aquellos que las desacataban debían asumir las consecuencias.
Los dedos de mi mano derecha se cerraron en un puño. En menos de un instante... Ese hombre ya no tenía mano.
Gritos.
Caras de horror.
Ya había pagado por lo hecho, no tenía nada más que hacer con él. Lo liberé.
Nadie se atrevió a moverse.
Un susurro casi inaudible cruzó el lugar.
- ¿Quién eres?
Puse mi intensa mirada ante esa vocecilla, unos ojos etéreos me sorprendieron.
- Soy Naruto.
- Eso ya lo has dicho, - esta vez habló uno de los mayores, tenía el pelo largo y oscuro recogido en una coleta baja. Dos marcas cruzaban sus mejillas, justo por debajo de sus ojos. - eres un niño... ¿Y tus padres?
- ¿Padres?
Le miré sin entender, qué era eso?
De nuevo en sus miradas se instaló el horror pero esta vez fue diferente, esta vez venía acompañado de la pena.
- No se qué es eso pero no lo necesito.
- ¿¡Cómo puedes decir eso?! - habló Sakura con las mejillas encendidas y lágrimas en los ojos. - Los padres son quién te cuidan y protegen, te dan de comer, te llevan a la escuela y...
Ella dejó de hablar al ver que no la prestaba atención, unos ojos escarlata me habían hipnotizado en la distancia.
Los ha encontrado.
- Teneis que iros.
De nuevo, me habló el mismo mayor de rostro afable.
- No podemos dejarte aqui, tenemos que volver a...
- No era una pregunta. - mi respuesta le dejó parado. Intentó volver a hablar pero una criatura apareció tras de mi...
Tarde.
Los niños lo miraban con pavor, los adultos tenían varias expresiones pero cada una de ellas era fruto de la amenaza.
- Qué demonios es eso... - Susurró el mismo adulto que en un abrir y cerrar de ojos se encontraba bajo la corteza del árbol más cercano. Levantándose y gruñendo por el terrible golpe al que se veía dispuesto a responder.
- Quietos.
Me giré encarando a aquél imponente zorro de nueve colas rojo como la sangre en cuyos ojos habitaba el bosque.
- ¿Q-qué es...? - Esta vez habló la niña de pelo rosa, Sakura.
Error.
Antes de que Kurama atacara, cerré los ojos, creando una barrera de fuego azul alrededor de los niños.
Mi voz retumbó en sus cabezas, les dije que huyeran, corrieran.
No se lo pensaron dos veces esta vez.
Me obedecieron como alma que lleva el Diablo.
Encaré de nuevo al zorro, poniéndome debajo de su hocico que me olfateó con cuidado.
Soltó un ronroneo y me permitió acercarme a una de sus patas, escondiéndome tras de estas.
No se movió, tan solo esperó a que me empapara de su olor.
Una vez me aseguré que ellos estaban a salvo puse un sello en los límites del bosque. Nadie podía traspasarlo sin mi permiso.
Suspiré y me alejé de aquella bestia quién me siguió como un fiel guardián hasta nuestro hogar.