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Siamés por KeikoMoon

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Notas del fanfic:

¡Bienvenidos!

La historia se ambienta en 1900 o cerca de ahí. ¡Estoy muy emocionada por compartir esta historia con el internet! ¡Espero les guste!

Notas del capitulo:

¡Primer capítulo!

Probablemente es un poco largo porque debo explicar varias cosas. En fin, espero que lo disfruten tanto como yo disfruto escribirlo n-n

El día estaba nublado y casi era ya atardecer. La plaza central de la ciudad tenía gente a su alrededor. Puestos de vegetales y comida era lo que se podía encontrar ahí; panaderías, sastrerías, lustradores. En medio de esa plaza, yacía una fuente no muy grande. Tampoco era que tuviera el agua muy limpia, pero era suficiente para que los niños pequeños con ilusión, lanzaran monedas dentro de ella esperando que sus deseos se cumplieran.

Se podía encontrar con gente de todo tipo, pero mayormente personas de clase baja. Y uno que otro sirviente de familias adineradas, solo haciendo las compras del día. 

Pero había algo que llamaba la atención. Un hombre bastante peculiar, vestido como arlequín y con la cara pintada, destacando los colores blanco y negro. Solo estaba frente a la fuente, entregando panfletos y sonriendo mucho. Incluso podría verse algo exagerado, pero realmente no importaba.

-¡Acérquese! ¡No vaya a faltar al gran espectáculo! ¡Lo esperamos allá! En el Circo Siamés.-exclamaba acaloradamente, saludando a uso niños de vez en cuando, que se emocionaban con su presencia.

Y, a un chico que estaba lustrando los zapatos de un hombre que tenía bigote para presumir y regalar, le llamó la atención lo que ese señor pintado estaba diciendo. Tanto que dejó de hacer su trabajo para poner atención.

-¡Hey tú! ¡No te pago para que te distraigas!-exclamó el hombre, molesto y acomodándose el sombrero.

El chico pegó un saltito cuando le llamaron la atención y asintió, continuando limpiando el zapato. Pero tratando de concentrarse en esa voz en particular. Oh, sí que estaba emocionado. Anteriormente, cuando un circo venía a esa ciudad, tenía que desistir de ir. Pero, estaba seguro de que esta vez iría. No solo estaba trabajando, le había ido bien esa semana y con suerte su tutor le daría parte de su sueldo para ir.

Aiden dejó brillosos esos zapatos. Esperaba recibir buena paga, entre más brillosos más dinero. Así que se hizo a un lado para dejar que el hombre se levantara. Este lo miró un momento para luego sacar de su bolsillo unas cuantas monedas y dárselas en la mano.

-Muchacho, si te hubieras concentrado más eso sería un billete.-sentenció, acomodándose parte del elegante traje que tenía y acto seguido, caminó hacia su Ford T y la puerta le fue abierta por su chofer. El muchacho vio como el auto se alejaba. No estaba contento.

-Pff…le dejé los zapatos como agua clara. Malagradecido.-exclamó para sí mismo. Algo decepcionado y guardando las monedas en el bolsillo trasero de su pantalón.

Luego de guardar su equipo de trabajo y amarrarse bien el banco a la espalda con las cuerdas que traía, se dispuso a ir con el anunciante que seguía captando la atención de todos en la fuente central. Era extraño y algo increíble verlo vestido con ese traje extravagante. Siempre había pensado que todos en ese sitio usaban ropa aburrida y ver algo diferente, hacía que su día se alegrara al menos un poco.

-Disculpa, ¿me puede dar uno de esos papeles?-preguntó, tratando de ser amable y sonreírle.

El hombre, que quizá solo estaba vestido así para hacer propaganda y probablemente ni hacía actos en el circo, le dio el panfleto. Aiden observó con curiosidad. Tenía suerte de saber leer y hacer operaciones básicas. Le llamaba la atención el logo con el que era representado el circo. Un gato siamés. Y, no era de sorpresa porque así se llamaba el circo. Siguió leyendo, aunque con algo de dificultad, ya que no era como si pusiera mucho en práctica eso. Lo que más le interesaba era el precio. Al leerlo, no se lo podía creer. ¿Por qué tan barato? No entendía, pero eso le alegraba.

“Sí, más posibilidades de ir” pensó para sí mismo y después se despidió del arlequín, caminando hacia el puesto de su tutor. El señor, ya algo mayor, arreglaba zapatos de la gente como profesión y le iba particularmente bien. Al menos no muy seguido les faltaba el pan en la mesa.

Cuando Aiden cumplió los 9 años, Ben consideró que era buena edad para mandarlo a trabajar. Sabía que el muchacho podía cuidarse solo, ya que él lo había encontrado en la calle cuando era más chico. Y sí que le dio pelea cuando trató de llevarlo a su casa para ayudarlo.

El tintineo de una campanita acompañó el crujido de la puerta de madera cuando el chico entró por esta. Miró alrededor, Ben no estaba ahí. Suponía que quizá se fue a la otra habitación, donde tenían los zapatos que debían ser recogidos. Se desamarró el banco que iba cargando en su espalda y puso su pequeño maletín encima de este. Luego colgó su gorrita en el perchero y se acomodó unos rizos de su cabello oscuro para luego ir al cuartito que estaba detrás del mostrador, sosteniendo el panfleto.

-¡Señor Ben! ¡Señor Ben!-exclamó emocionado.

Un hombre mayor estaba guardando uno zapatos en una caja y al ver a Aiden, sonrió un poco, dejando lo que estaba haciendo y acercándose a él. Podían verse algunas canas en su cabello castaño, tenía barba no muy larga y usaba unos lentes.

-Aiden, ¿cómo te fue hoy, muchacho?-su voz a veces podía sonar acogedora.

-Oh, no como esperaba. Pero al menos tengo algo.-dijo feliz y sacó de su bolsillo una bolsita con monedas, entregándosela.- Un señor no quiso darme un billete porque miré a otro lado un poco…-se cruzó de brazos. Pensaba que así podría iniciar la conversación, para meter el tema del circo y que lo dejara ir.

-Aiden, a esas personas les gusta que sus empleados estén concentrados.-explicó el hombre.- Que no te sorprenda…-guardó la bolsita de dinero en su bolsillo.

El azabache rodó los ojos al escuchar eso. Era algo fastidioso tener que hacer las cosas como ellos querían, pero no había opción. Ellos les ayudaban a no pasar hambre y era lo menos que podía hacer.

De repente, vio como Ben iba a volver a su trabajo así que decidió aprovechar antes de que se ocupara más y no pudiera hablar con él.

-Um…señor. Quería pedirle algo.-bajó la mirada, le daba algo de pena.

-¿Qué sucede?-se giró para ver al muchacho.

-Verá, es que hay un circo aquí…-se acercó a él y le mostró el panfleto.- Están cobrando muy poco y quería saber si podría darme dinero para ir.-dijo esperanzado.

El mayor suspiró, viendo a otro lado. No le gustaba ver esos ojos y negarle lo que quería, le partía el alma. Más porque sabía que ya llevaba tiempo queriendo ir a un circo.

-Aiden, no puedo…tenemos que pagar impuestos este mes. Y cada centavo es importante. Ya sabes lo abusivos que son y lo menos que quiero es que nos quiten el negocio.-dijo tratando de ser suave con él.

La sonrisa se le fue del rostro del menor cuando lo escuchó decir eso y apretó los puños. A veces le cansaba estar tan limitado, le cansaba que les cobraran tanto dinero, le cansaba tener que trabajar tanto y no poder disfrutar del fruto de su esfuerzo.

-¡Siempre dice eso!-exclamó, molesto.- Cada vez que le pido algo para mí, siempre dices que no...¡No es justo!-bajó la mirada.- ¿No me merezco algo por trabajar tan duro?

Y Ben cuando escuchó todo eso, frunció el ceño y se acercó a él.

-Muchacho, cuida lo que dices. Lo que ganas lo tienes en ropa, comida y hogar. Incluso te he traído algunos libros. No puedes exigirme lujos. Y no cambiaré de opinión. O es ir a ese espectáculo o es mantener este negocio. ¿Qué eliges?-se cruzó de brazos.

Aiden se encogió de hombros, al darse cuenta de todo eso supo lo tonto y malagradecido que se escuchó. Era cierto, no le faltaba nada y de repente le hablaba así.

-L-lo siento…no quería sonar así.-siguió mirando el suelo, como si fuera un perrito regañado.- Es solo que…desde siempre he querido ir.-susurró.

El hombre suspiró y fue a abrazar al chico, podía entenderlo. Pero también quería que viera las cosas como eran para que siguiera apreciándolas.

-Ya, ya. Prometo sacar una botella de mermelada y ahorrar para la próxima vez que un circo venga. ¿Sí?-le acarició un poco el cabello, tratando de reconfortarlo.- ¿Te gusta la idea? Una monedita por día no nos hará daño.-le sonrió.

Él solo asintió con la cabeza, dejándose abrazar por él y separándose poco después. No le gustaba la idea de tener que esperar, pero era mejor que nada.

-Gracias…-se separó del abrazo, sonriendo un poco también.- Bueno, me voy a hacer la cena. Debe tener hambre y yo también la tengo.-se dirigió a las escaleras que estaban en ese cuartito. Pues en el segundo piso era su hogar.

-¡Espera!-exclamó Ben, haciendo que el azabache se detuviera.- ¿Sabes? Hoy puedes salir si lo deseas.-sugirió, para tratar de subirle el ánimo. Sabía que a Aiden le gustaba vagar por la ciudad en la noche o solo ir por le vegetación a las afueras de la ciudad.

Casi parecía que sus ojos emanaban brillo ante esa propuesta. Asintió varias veces con la cabeza, frenético.

-¡Sí, sí!-exclamó contento.- ¡Me apuraré en hacer la cena!-acto seguido, subió corriendo las escaleras, escuchando la risita alegre de Ben mientras se alejaba.

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La sopa de papas le había quedado perfecta, según Ben. Aunque a veces creía que él le elogiaba todo lo que hacía, no importaba si estuviera podrido o si fuera de la mejor calidad. Bajó las escaleras y tomó su gorrito del perchero, poniéndoselo.

-No te metas en problemas.-advirtió Ben, quien estaba en el mostrador. Ya acomodando todo para cerrar.

-Está bien, está bien.-se puso la chaqueta y luego fue a abrazarlo.- Nos veremos más al rato, espero puedas dormir.-le sonrió, antes de soltarse y salir por la puerta, haciendo sonar esa campanita de nuevo.

Y una vez fuera, aspiró el aire del lugar. La noche era fría, le gustaba sentir la brisa nocturna en su cara. Quizá porque antes de estar con Ben, estaba muy acostumbrado a ese ambiente. Sin más, empezó a correr entre risitas. No sabía por qué en especial se sentía feliz cuando salía por las noches. Pocas veces Ben le permitía salir, pero eso de verdad le subía el ánimo.

Pudo escuchar música de los bares, incluso había algunos músicos nocturnos en la plaza central. Adoraba escuchar, pero por desgracia no podía apoyarlos con dinero así que solo siguió caminando. Mirando de vez en cuando al cielo para ver las estrellas. Y metió las manos en sus bolsillos del pantalón, sintiendo que en el derecho aún tenía el panfleto del circo. Suspiró, trataba de pensar que no iba a valer la pena. “De seguro son puros estafadores, eso deben ser…” dijo para sí mismo, intentando hacer que no se mirara interesante el tener el privilegio de ir.

Sin embargo, leyó casi a lo último. “¡A las afueras de la ciudad, los estaremos esperando!”, decía en letras grandes. Y fue ahí cuando se dio cuenta de que no estaba muy lejos de ahí.

-¿Acaso están en el bosque?-se preguntó en voz alta, ya que a las afueras de la ciudad había muchos árboles y vegetación.- Y al alzar la mirada, se dio cuenta de que había luces no muy lejos de ahí. Eso llamó mucho a su curiosidad.- ¿Qué estás pensando? No tiene sentido ir, no tienes boleto…

Pero, aun así quería ver más de cerca. Quizá podría ver a cualquiera de los que trabajara ahí, con sus trajes extravagantes y colores divertidos. Y decidiendo no pensarlo más, se encaminó al sitio, caminando rápidamente.

Cuanto más se acercaba, podía escuchar murmullos de personas y el sonido de una canción. Sonaba un poco distorsionada, pero la melodía era bonita. Al mirar alrededor, pudo ver gente. Sobre todo niños, que tenían la misma sonrisa de ilusión que él, a pesar de que tenía ya 14 años. Mirando más de cerca pudo ver la gran carpa roja que se alzaba frente a él. Había puestos de golosinas, palomitas y algodón de azúcar. Y también creía escuchar sonidos de animales no muy lejos de ahí.

Realmente se sentía en otro lugar. Los sonidos lo inundaban, era como estar en otro mundo. Se preguntaba cómo sería estar dentro. O cómo sería tener uno de esos trajes divertidos puesto encima. Tenía mucha curiosidad de todo. Quería saber qué talentos estaban dentro. ¡También quería ver al hombre más fuerte del mundo!

Y ya que no podía ver dentro, decidió recorrer el sitio. Detrás de la gran carpa roja, había otra más pequeña. Y notó que afuera de ésta había gente con la cara pintada, payasos, incluso había un hombre que estaba jugando con fuego, o al menos así lo veía él. Mientras más observaba, se fue acercando inconsciente a esa carpa, hasta que estaba detrás de ella, donde podía ver mejor a todas esas personas que parecían de otro mundo.

Pero se dio cuenta de que estaba demasiado cerca. Eso no estaba permitido y se podía meter en problemas. Y lo menos que quería era traerle molestias a Ben. Sin embargo, al irse alejando notó una rasgadura en la carpa. Dejándose llevar por el impulso, se asomó un poco. No pasaba nada, solo se fijaría un poco y luego se iría.

Miró alrededor, viendo trajes, cajas decoradas, espadas y algunos trajes y pelucas desparramados por el sitio. Sonrió feliz de ver todo eso.

-Esto es asombroso…-susurró para sí mismo.

-…¿Quién anda ahí?-se escuchó dentro de la carpa roja.

Aiden se paralizó. No quería que lo descubrieran espiando. Sabía que no estaba bien y que se metería en problemas si lo descubrían. Su mente decía que debía salir corriendo, pero en parte tenía miedo de que los que estaban afuera, lo escucharan.

Pero luego de meditarlo en un segundo, ya era tarde. Una cabeza se asomó por la rasgadura de la carpa y pudo sentir la mirada de él sobre la suya. Hubo silencio por un momento.

-¿Qué es lo que quieres aquí?-cuestionó.

Sin embargo, al verlo bien pudo percatarse de que al menos no era un adulto. Y saber que parecía un chico de su edad, lo hizo sentir más tranquilo. Pero eso no lo sacaría del problema.

Notas finales:

Y aquí termina xD

Trataré de actualizar cuanto más pueda, para ello voy a tener varios capítulos listos antes de subirlos.

¡Nos vemos!


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