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Siamés por KeikoMoon

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Notas del capitulo:

Hola a todos, lamento tanto la demora. Han pasado cosas en estos meses que dejé de actualizar. Cosas personales graves y por ello se me había quitado el ánimo para seguir. Pero parece que todo va para mejor, así que me vwrán más seguido por aquí.

Muchas gracias a todos por su paciencia, espero disfruten este capítulo. Volveré a intentar actualizar más seguido como antes.

Sin más que decir, disfruten el capítulo <3

Ruidos de animales. Fue lo primero que escuchó Lynn cuando empezó a despertar, gracias a que unos rayos de luz pegaron directamente a sus párpados. Tenía mucho frío, el suelo helado de la jaula no había dejado que durmiera cómodamente. Se despertó varias veces en la noche, por los constantes sonidos de las bestias y los temblores de su cuerpo por las bajas temperaturas. Sin embargo, su cabeza estaba caliente. Toda la noche había utilizado ese gorro que el niñato había olvidado. Al menos, eso lo había protegido un poco.

Odiaba esos castigos, Ethan siempre tenía algo con qué hacerlos sufrir si no hacían las cosas como él quería o cuando lo quería. Eso le causaba rabia, más aún porque ellos siendo tan jóvenes no podían defenderse. Pero, llevando tanto tiempo en ese lugar era ya una costumbre aunque no le gustara. Tenía que terminar aceptando las cosas, sino se volvería loco. Siempre intentando ver el lado positivo a pesar de todo.

Se levantó de su lugar. La jaula era lo suficientemente alta como para no golpearse con el techo de ésta. Miró alrededor, aún era temprano pues no se miraba mucho movimiento. En eso, sintió a su estómago rugir. Tenía mucha hambre, la noche anterior se le prohibió la cena. Esperaba que al menos le dieran el desayuno.

Pero debía esperar ahí, esperar hasta que alguien le abriera la jaula.

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Para ese entonces, Aiden ya estaba en las calles del pueblo. Había lustrado los zapatos de dos personas en lo que llevaba la mañana, una de ellas fue generosa y le dio un billete en lugar de monedas. Eso lo hizo feliz y además, le dio motivación para seguir ofreciendo sus servicios. Silbaba mientras caminaba y decía cosas como. “¡Dejaré sus zapatos relucientes por las monedas que desee darme!”, “¡Claros como el agua cristalina!”, “¡Brillosos como un diamante!”.

Siempre había sido un chico con entusiasmo en hacer las cosas, por muy pequeñas que fueran. Así era como Ben le había inculcado que debían hacerse las acciones. Quizá por cómo se anunciaba él mismo era que tenía más éxito que otros niños que lustraban zapatos.

-          Buenos días, jovencito. ¿Podrías limpiar mis zapatos por favor? – lo llamó una voz que por alguna razón creía conocida.

Cuando el azabache se dio la vuelta para atender a su cliente, palideció por un momento. Ese rostro, esa sonrisa. Reconocería ese acento extranjero en cualquier sitio, más aún porque era quién había traído los ánimos a ese circo. El mismísimo maestro de ceremonias del Circo Siamés estaba frente suyo, lo cual le sorprendía bastante.

-          ¡Claro, señor! Déjeme poner el banco para usted. – intentó no parecer sorprendido.

Aunque sabía que era imposible que lo reconociera, pues fue solo alguien más del público, sentía como si de alguna forma ese hombre se enteraría de que entró sin permiso a su negocio. Paranoias suyas.

Así que solamente siguió haciendo su trabajo; Acomodó el banco y el señor se sentó, abrió su maletín y sacó la cera junto con la tela. Y con ello, aplicó un poco a las botas del mayor para luego pasar la tela por encima, asegurándose de untar todo bien.

-          Hoy es un día frío, ¿no lo crees, muchacho?

Aiden no estaba acostumbrado a tener pláticas con sus clientes, pero tampoco era alguien maleducado así que decidió seguir la corriente.

-          Sí, es verdad. Pero con un buen abrigo no se siente demasiado. – respondió sin quitar la mirada de los zapatos. No quería que sucediera lo mismo que ayer.

-          Es cierto, por eso me puse el mejor que tengo. – mientras decía eso, se acomodó dicha prenda. – Pero tú no pareces estar muy abrigado, jovencito.

Levantó un poco la mirada para ver al maestro de ceremonias. De verdad se le hacía extraño que intentara hablar con él, un simple chico que le estaba limpiando los zapatos. Más aún, que se preocupara de si estaba protegido contra el frío o no.

-          Olvidé llevarme uno cuando salí de casa. – confesó, reanudando lo que estaba haciendo.

El azabache no parecía darse cuenta de nada. Quizá era porque estaba enfocado. Pero no notaba que el mayor le sonreía de una forma muy extraña cuando él no estaba viendo, o que movía sus manos de forma ansiosa. Como si estuviera impaciente de algo.

-          Luego de esto, deberías ir a tu casa por él.

-          Ah...no puedo. Debo seguir trabajando. Perderé clientes y no podré ayudar a Ben. – no se daba cuenta de que estaba hablando de más.

Ethan sabía muy bien cómo sacar información haciendo solo preguntas casuales. Más aún si la gente estaba distraída haciendo otra cosa, así era más fácil que dijeran muchas cosas por estar concentrados en su trabajo. También por eso, podía mirar cada detalle de las personas, miradas raras. Las cuales, si Aiden estuviera al tanto de estas, saldría corriendo.

-          No creo que pierdas muchos si tu hogar está cerca. – mencionó el hombre, mientras miraba los rizos del cabello de Aiden.

-          Vivo lejos, seguro Ben dejaría de reparar los zapatos si llego tan pronto a casa.

Lo único que necesitaba saber. Por ello, ya no habló más hasta que el azabache terminó de lustrar sus zapatos. Habían quedado relucientes, tal como lo anunciaba el chico.

-          Buen trabajo, niño. – del bolsillo derecho de su abrigo, sacó un par de billetes.

Los ojos del menor resplandecieron al ver eso. Además de que una gran sonrisa se le formó. Estaba muy agradecido de que le estuviera yendo tan bien en el día, seguramente eso alegraría a Ben. Y apenas era de mañana, así que eso lo motivaba aún más.

-          ¡Muchas gracias! –hizo ademán de querer tomar los billetes, pero el hombre retiró la mano.

-          Te los daré, amable muchacho. Pero solo si me dices tu nombre, siempre es u gusto conocer gente que se empeña tanto en lo que hace. – le dedicó una de esas sonrisas alegres tan características de su rol en el circo.

-          Aiden, mi nombre es Aiden. – estaba algo apenado por ese elogio.

-          Muy bien Aiden. – fue cuando le entregó el dinero. – Mi nombre es Ethan, pero no se lo digas a nadie. Solo soy el maestro de ceremonias para los demás, ¿bien?

Asintió como respuesta varias veces, ahora sabía la identidad secreta del maestro de ceremonias. Un hombre elegante que era muy amable.

Y así, guardó el dinero en el bolsillo de su pantalón y se despidió con la mano mientras veía que el hombre se alejaba cada vez más. Cuando se perdió entre el gentío, fue cuando empezó a guardar sus cosas mientras volvía a silbar.

...

¿Cuándo fue que empezó esa afición suya? Desde que recuerda, siempre había algo que le obsesionaba. Algo que lo llenaba, que adoraba.

Ver alegría.

Personas, jóvenes, niños, siendo felices en sus pequeños mundos. Euforia era la que llenaba su ser cuando veía la felicidad. Le encantaba, temblaba, se ponía ansioso. Era un sentimiento extraño, que a lo largo de los años había aprendido a mantener muy dentro de sí, al menos cuando desconocidos posaban sus ojos en él.

Realmente, eso no sería algo extraño. Si no fuera porque había algo que le gustaba más que eso. La felicidad lo llenaba de deseo, de ansias. ¿Pero ansiad de qué?

Cuando borró la estúpida sonrisa de su hermana pequeña con un puñetazo, supo que eso era lo que calmaba su deseo. Al principio sintió culpa. Pero verla llorar, sufrir luego de haberla visto tan feliz, era tan satisfactorio que lo demás no importaba. Disfrutaba tanto ver gente alegre, como disfrutaba tanto de quitarles la felicidad. Necesitaba ambas para poder sentirse bien.

Pero...

Esa satisfacción no la sentía desde hace tiempo ya. No podía hacer sufrir a todos sus clientes por más felices que se vieran. Y, podía hacerles daño a sus empleados. Pero era muy distinto ya. Sabía que cuando los castigaba y les pedía sonreír y obedecerlos, no era felicidad sincera. Todo era fingido. Era inteligente y estaba consciente de que le tenían miedo. Si disfrutaban o estaban alegres no era cuando estaba presente y eso lo hacía molestar. Odiaba que le tuvieran miedo, porque nada se sentía igual.

Por ello, esa mañana buscaba algo. Alguien.

Borraría esa hermosa sonrisa del chico de cabellos rizados, que no se comparaba a la de otros niños que rondaban por ahí. Seguramente era muy feliz junto con ese tal Ben.

Anhelaba verlo desesperado buscando a su niño, solo pensarlo le daba escalofríos de la emoción.

Pobre chico, el sólo se había metido a la boca del lobo. Y no permitirá que lo saquen de ahí.

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Lynn estaba agradecido de que Ethan le hubiera dicho a uno de los trabajadores que lo sacara de su jaula en su ausencia. Ahora se encontraba desayunando junto a Phil y Lorette. El castaño no se había quitado el gorro del chico al que dejó pasar la noche anterior. Conocía a varios de ahí, si lo dejaba en cualquier lado terminarían robándoselo.

-          Me gusta más cuando tienes tu cabello descubierto. – dijo Phil, para luego darle una buena mordida a su pan.

-          Se te van a pegar los piojos ~ - la pelirroja exclamó con un tono burlón.

-          Bobos, se lo estoy guardando. Es tan torpe que seguramente no se ha dado cuenta de que lo olvidó. – rodó los ojos. – Además, hace frío así que está bien.

El pijama de los tres chicos era de tela delgada, así que sentían más el frío a pesar de que estaban en un sitio cerrado. Pero no temblaban demasiado porque pasar frío era algo de todos los días.

-          ¿De verdad crees que vaya a volver? – el chico arqueó una ceja.

-          Si aprecia esta cosa, lo hará. – respondió el castaño. – No pienso dejarle entrar otra vez.

-          ¿Dejaste entrar alguien? – una voz que era casi un susurro se oyó de repente.

-          ¡Annie! Te he dicho que no llegues de la nada.

Una niña de aproximadamente unos 9 años se hizo presente. Era muy pequeña en estatura. Por lo que su acto era “La niña más pequeña del mundo”. Traía puesto un vestido que le quedaba grande y sus rizos largos y castaños estaban todos alborotados.

-          Lory... ¿vas a peinarme cuando acabes? – hizo caso omiso al comentario de Lynn, sentándose a lado de la muchacha a la vez que le agarraba el brazo con firmeza.

-          Sí, pero solo si prometes no decir nada de lo que acabas de oír. ¿Bien?

La pequeña asintió varias veces, solo concentrándose en la chica. A ella no le agradaban mucho los hombres y por ende siempre los ignoraba o hablaba muy poco con ellos. A menos que se tratara de Ethan, por supuesto.

-          Rara. – Phil habló, pero Annie no dijo nada.

-          Idiota. – respondió Lynn, riendo.

Cuando terminaron de desayunar, fueron a ayudar a acomodar algunas cosas. Mientras Lorette atendía a Annie. Tenían que esperar un rato antes de ensayar, no querían vomitar a medio acto.

Mientras el castaño le daba alimento a los animales más inofensivos, pudo escuchar la voz de Ethan no muy lejos de ahí. Se escuchaba, ¿feliz?

Eso extrañó al muchacho, puesto que casi siempre estaba enojado. No sabía si estar contento o preocupado por el cambio repentino de humor de ese tipo. Con él nunca se sabía que era bueno y qué era malo.

-          Buenos días Lynn. – exclamó cuando empezó a recorrer las jaulas de los animales. - ¿Dormiste bien?

“Soñé que te ahorcaba, bastardo.” pensó al oír como intentaba hacerse el gracioso con él. Pero, como siempre tenía que fingir. Para evitar salir dañado o que dañara a alguien más.

-          Sí, dormí bien señor. – habló casi entre dientes, sin si quiera mirarlo.

Al mayor le divertía ver como Lynn tenía que tragarse su coraje y hablarle de forma educada. No por algo era uno de sus favoritos. Le divertía ver cómo se rebelaba, para después ser sumiso otra vez. Como si fuera un tigre feroz, que de un momento a otro se transformaba en un gatito asustado.

-          Me alegro. – se paseó alrededor del muchacho, como si estuviera jugueteando. – Esta noche será extraordinaria, querido tigre ~

El oírlo hablar emocionado de algo que pasaría esa noche, hizo que un escalofrío recorriera su espina dorsal. Ese entusiasmo en él no era algo normal. Había temporadas en las que estaba así de “inspirado” y nunca era una buena señal. Solo se quedó en silencio, terminando de dejar los peces en los platos de las focas marinas.

-          No puedo decirte todo porque es un secreto, pero considera que te tengo confianza para decirte que será maravilloso. – una gran sonrisa se formó en el rostro de Ethan, de oreja a oreja.

-          Bien... – respondió con la mirada baja, solo porque tenía que hacerlo.

-          Ese gorro te queda bien, tigre.

Luego de decir eso, se fue sin más. Dejando al joven muy nervioso. Pensaría todo el día en qué es lo que pasaría. Estaba casi seguro de que esa era la intención de ese hombre, dejarlo con los nervios de punta. Solo esperaba poder mantenerse calmado en el ensayo, no quería caerse.

Y rogaba, porque ninguna cosa horrible sucediera ese día.

Notas finales:

Y eso fue todo lectores, espero les haya gustado. Por favor, sus reviews me motivan a seguir con mi trabajo. Agradezco que se hayan tomado el tiempo de leer mi obra y espero seguir mejorando.

Hasta pronto, queridísimos lectores.

<3


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