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Los Espejos Rotos de la Memoria por Lonny

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Notas del fanfic:

Hola a tod s!

Pues aquí les traigo mi primer Mystrade largo, una idea que hace tiempo tuve y que poco a poco voy dándole cuerpo. No sé si estará bien, o mal. Si gustara o no. Igualmente agradeceré cualquier crítica constructiva, reviews y todo lo que queráis. De antemano, muchas gracias d84;

Nada de Sherlock y sus sucedáneos me pertenece, sino al gran Sir Arthur Conan Doyle y a la BBC. No saco ningun beneficio, sino simple diversión y bla bla bla XDDDD

 

LOS ESPEJOS ROTOS DE LA MEMORIA

"Aquellos maravillosos años"

Universidad de St. Andrews (Escocia), 1986

Apenas podía respirar, intentando hallar el mínimo resquicio de aire en aquella habitación, tan oscura como pequeña. Las leves sombras, que se dibujaban a lo largo y ancho de aquellas paredes a causa de la poca luz que atravesaba la persiana, parecían danzar al igual que su cuerpo, preso del más absoluto de los placeres carnales. Podía decir sin rubor alguno que nunca antes había hecho algo como eso, pero empezaba a arrepentirse. ¿Cómo había podido negarse a tamaño dominio de los sentidos? Quizás no era tan inteligente como había creído.

Esa tarde no había sido así planeada por Mycroft Holmes. A sus casi 19 años, empezaba a acomodarse en la siempre complicada vida universitaria, más si el perfil del estudiante en cuestión era tan excelente como el de él. Lamentablemente su nivel intelectual no podía compararse al social y, aunque francamente no le importaba, siempre observaba con atención el comportamiento de los que le rodeaban. Así mismo lo estaba haciendo horas antes, aguantando entre sus manos un libro sobre el neoliberalismo mientras las risas y el alboroto de un jueves cercano al verano, lo rodeaban sin poder participar en ellas. Los allí congregados no dejaban de ser compañeros de clase, miembros de clubs y hermandades, estudiantes de último año y jóvenes que vivían muy cerca de la ciudad y les gustaba participar del ambiente. A todos y cada uno de ellos los conocía, pero ellos a él no. Era parte del juego de su vida, pasar desapercibido ante el mundo, no ser importante para nadie.

- Hola… - dijo de repente una voz rasposa, demasiado cerca de su oído, cosa que le incomodó, aunque en ningún momento lo mostrara – Estás muy solito aquí, pelirrojo… ¿te hago compañía? – Mycroft cerró el libro con ambas manos, provocando un ruido tan fuerte como seco, al tiempo que focalizaba sus ojos azules en el sujeto que tenía ahora delante. Lo cierto era que no tenía mucho que decir respecto a él. Con sólo una mirada podía deducir que ese tipo tenía problemas graves de autoestima, que vivía con al menos dos gatos pardos y que estaban a punto de echarle de su piso de alquiler.

- ¿Cómo te llamas? – pidió gentilmente el pelirrojo, apoyando su mejilla en la palma de su mano, dibujando una expresión que pretendía ser de entendimiento y simpatía.

- Jeff… Jeff Peters… - dijo medio balbuceando, casi como si de repente se diera cuenta de la situación en la que estaba.

- Jeff, voy a darte un consejo: en vez de estar perdiendo aquí el tiempo gastándote las cuatro monedas que te quedan, ¿por qué no empleas ese esfuerzo en conseguir un trabajo a medio tiempo? Seguro que así podrás seguir pagando el alquiler – Jeff tragó duro, palideciendo de repente ante todo lo que le estaba diciendo. Y ya no era que le estuviera acertando o no su penosa situación, sino el tono que había usado.

- ¿Cómo…?

- ¿Qué cómo he sabido que tienes problemas económicos? – acabó la frase por él, enderezándose en su asiento mientras colocaba mejor su chaleco de punto – La verdad es que ha sido muy fácil… - pero no pudo continuar con su diatriba, pues un segundo joven acabó sentado a su lado, mirándolo con ojos acuosos, pero con una intensidad que le recorrió el cuerpo como un rayo.

- Perdona… - dijo el nuevo joven, moviendo la mano donde llevaba la cerveza ya casi vacía – Sigue con lo que estabas hablando. Parecía interesante… - Mycroft frunció el ceño. No le gustaba la dirección que estaba tomando eso, así que respiró hondo y volvió a agarrar tanto su libro como la mochila que había dejado a sus pies al levantarse para irse.

- Siento que el espectáculo se haya acabado. Es tarde y mañana tengo cosas que hacer – si había algo que tenía muy claro Mycroft era que no sería el objeto de diversión de una panda de borrachos, por lo que se colgó una de las asas de la mochila en su hombro y se alejó.

- ¡Hey! – gritó alguien a su espalda, aunque lo ignoró - ¡Oye! – y lo agarraron del brazo, dándole la vuelta de una manera tan brusca que casi se desestabiliza - ¿Por qué te vas, cara linda? Apenas llegué y ya me quieres abandonar – era el chico de los ojos intensos, sonriendo, mirándole fijamente y… ¿le había dicho 'cara linda'? – Me llamo Greg – y estiró su mano para estrecharla – Jeff es mi amigo y tienes razón con eso de su dinero. Es un auténtico desastre – el pelirrojo dibujó una leve sonrisa al ver la mano y se la dio, apretándola levemente.

- Yo soy Mycroft. Encantado – Greg alzó sus cejas, demostrándole una vez al pelirrojo la enésima reacción a su nombre.

- ¿Por qué no te quedas y te invito a una cerveza? Puede ser una compensación ante las nulas capacidades sociales de mi pobre amigo – tenía gracia que le dijera justamente eso a él, alguien con las mismas carencias.

- No bebo alcohol

- Pues un refresco – contestó inmediatamente sin dejar de agarrarlo.

- No es mi bebida preferida – Greg sonrió de lado.

- La mía tampoco, pero algo debemos beber mientras charlamos, ¿no? – Mycroft alzó una ceja.

- Ahora quieres hablar conmigo

- Siempre he querido hablar contigo – aquella respuesta le pilló de improvisto, alterándole su siempre pausado tesón. Carraspeó y miró hacia Jeff, que no les quitaba la vista de encima.

- Bueno, quizás un rato – su cuerpo se relajó bajo el agarre, dando un pequeño paso hacia Greg, quién tiró de su mano hasta casi chocar ambos cuerpos. De repente Mycroft fue consciente de la calidez que emanaba ese chico, provocando que sintiera, por primera vez, curiosidad en otro ser humano. Jeff los admiró aun sentado, casi abrazado a las dos botellas vacías que había dejado Greg encima de la mesa, enderezando su cuerpo en el momento en que volvieron a la mesa.

- ¿Y qué estudias? – dijo Greg tomando asiento y levantando una mano para llamar la atención del camarero. El pelirrojo se removió en su silla, dejando caer la mochila al suelo.

- Ciencias políticas – el moreno alzó las cejas, abriendo ligeramente los ojos.

- Chico ambicioso, ¿no crees Jeff? – el aludido asintió, casi incapaz de mirar a Mycroft, seguramente aún turbado por lo que le había dicho minutos antes. ¿Cómo había sabido que no tenía dinero? ¿Era su ropa, alguna mancha, estaba rota? ¡Si se había mirado más de dos veces al espejo para cerciorarse que todo estaba en sitio! – No te había visto nunca por aquí, en los bares – el joven se medio encogió de hombros.

- No suelo frecuentarlos mucho, pero esta semana la biblioteca está demasiado llena – comentó Myc, haciendo un claro esfuerzo por no soltar alguna de sus frases más brillantes contra la invasión de su territorio.

- Entonces lo celebro – admitió Greg, cambiando de postura, pero sin dejar de mirarlo – Al fin y al cabo te ha traído aquí, cara linda – y le guiñó un ojo, provocando que el cuerpo del pelirrojo se estremeciera de pies a cabeza, especialmente en la recientemente descubierta zona más sensible de su cuerpo. ¿Cómo era posible que su cuerpo reaccionara tan impertinentemente ante gestos tan básicos? El camarero apareció, clavando su mirada en la libreta que portaba, mientras pasaba varias ojos con cara de absoluto aburrimiento – Tráiganos dos cervezas con tequila y… - el moreno miró a Myc, en espera de que dijera algo, pues ya no sabía si prefería agua, refresco, zumo… ¿Qué bebían los intelectuales?

- Que sean tres… - dijo de golpe, casi sin pensar y aún turbado por cómo sus pantalones empezaban a apretarle – Tres cervezas con tequila… - y miró a Greg fijamente, formando una sonrisa ladeada llena de picardía, que no tardó de imitar el moreno. Le gustaba el cáliz que estaba tomando aquello.

Lo cierto era que no era la primera vez que veía a Mycroft, o al menos que se daba cuenta de su presencia. Tampoco era que lo hubiera estado persiguiendo, pero un chico como él, tan alto y con ese pelo no podía pasar desapercibido aunque lo quisiera. Para bien o para mal. En su caso era para bien, pues había sentido cierta atracción instantánea hasta el punto de querer cruzarse en su camino y hacer lo que siempre le gustaba hacer: experimentar y pasarlo bien. Y es que Greg Lestrade estaba a punto de acabar su último año en la universidad, con todo lo que suponía aquello. Para él se acabarían las fiestas, las borracheras hasta altas horas de la madrugada y la libertad absoluta de movimiento, pues se iba a convertir en policía. Ese siempre había sido su sueño, aquél por el que había luchado aun su comportamiento díscolo. ¿O es que acaso debía negarse a la diversión? Jamás había cometido un delito, aunque no podía asegurar que no hubiera estado rozando la legalidad, sobretodo en su adolescencia. Sea como fuere todo aquello iba a quedar atrás en dos meses, los que quedaban justamente para entrar en la academia, por lo que quería zanjar esa etapa a lo grande. ¿Y qué había más grande que tirarse a ese chico pelirrojo esa misma noche?

- Pensé que no bebías… - susurró Greg, ampliando su sonrisa seductora y haciendo más profundo el deseo de Mycroft.

- Y no lo hago. Simplemente quiero probar qué tal sabe – el pelirrojo desvió su mirada, sintiendo cómo los colores subían por su cuello e intentando, casi en vano, recuperar el control de sí mismo.

- ¿Te gusta experimentar, Mycroft? – el joven volvió a mirarlo, carraspeando antes de apoyar su mentón encima de sus manos cruzadas.

- ¿Tú qué crees? – en esos momentos, Jeff se sentía que había pasado a ser invisible. ¡Qué sorpresa! Siempre acababa así. ¿Tan difícil era que alguien conversara con él más de dos palabras?

- Que aún no lo has decidido, o quizás necesitas un empujón – el pelirrojo alzó una ceja, curioso por esa nueva actitud deductiva de Greg, aunque la verdad es que no parecía muy desarrollada.

- Pensemos que tienes razón… ¿qué harías al respecto? – Mycroft juró que había visto los ojos del moreno brillar ante sus palabras, como si aquél desafío fuera lo que estaba esperando escuchar. No supo por qué, pero no se arrepintió en absoluto de haberlo retado. Todo lo contrario. Quería incitarlo más. El camarero llegó con las tres cervezas con tequila y un trozo de limón encima. Jeff sonrió al camarero y se hizo con la primera, deseoso de beber y olvidarse un poco de su vida.

- Por lo pronto brindar – Greg acercó una cerveza al pelirrojo, mientras agarraba la restante para él - ¿Algún deseo por cumplir? – Mycroft agarró la cerveza pensativo, cuestionándose si había tomado la decisión correcta ante su nula tolerancia al alcohol. Tampoco es que pudiera hacer nada al respecto. Así que simplemente quitó el limón y le dio un buen trago, apretando sus ojos ante el mal sabor que tenía eso. ¿Cómo la gente podía beber semejante bazofia? – Tómatelo con calma, cara linda… - dijo bromeando al ver su expresión de absoluto fastidio – O te acabará sentando mal – el pelirrojo dejó la botella encima de la mesa estrepitosamente, asustando a un Jeff ya más en trance que pendiente de lo que hacían esos dos.

- Deja de llamarme 'cara linda' – musitó, aun agarrando la botella – Es incómodo – Greg acabó de beber e imitó el estruendo, volviendo a asustar a Jeff, cada vez más lejos mentalmente de aquél lugar.

- ¿Y cómo debo llamarte?

- Mycroft – sentenció.

- Demasiado formal. ¿Qué tal Myc? – el moreno se acomodó en el respaldo de su silla sin apartar sus ojos del chico. Podía imaginar que aquello le enfadaba mucho.

- Myc es ridículo. Nadie me llama así – y nadie lo hacía. Sus padres habían insistido mucho en que hiciera respetar su nombre completo, pues ahí erradicaba la esencia de su figura como hombre. Los diminutivos ridiculizaban al mejor de los caballeros.

- Yo puedo ser el primero – Greg volvió a beber otro generoso trago, algo que imitó el pelirrojo de manera inconsciente, empezando a sentir los efectos del alcohol en su cuerpo. Había sido muy mala idea. Nunca había aguantado más que un par de copas de vino.

- ¿Quieres ser el primero, Greg? – aquello le hizo bastante gracia, pues en su mente brumosa todo aquello tenía un doble sentido delicioso. El moreno amplió su sonrisa, dejando a un lado la cerveza a medias.

- No me lo digas dos veces, Myc –el pelirrojo rodó los ojos, dejando salir un profundo suspiro. Aquello empezaba a tener tintes de folleto amoroso barato para solteros. Pero, ¿no era eso lo que estaban haciendo desde que empezaron a hablar? Bebió de nuevo otro trago, y otro y otro hasta darse cuenta que había acabado con toda la botella. Tenía varias opciones. Una, pedir otra y seguir ese camino tortuoso que lo llevaría a cometer la primera locura de su vida universitaria. Dos, acabar con todo e irse a casa en taxi para dormir la borrachera. Tres, ir al baño y mojarse un poco la cara y el cuello, intentando así despejarse un poco para continuar la velada, pero sin pedir nada. Los ojos de Mycroft, algo dispersos como su mente, se quedaron clavados en Greg y en la manera que tenía de beber ese líquido ambarino. Era sensual. Era erótico, quizás lo más erótico que había visto o apreciado nunca. Sentía cómo si su cuerpo hubiera despertado de un largo letargo, como si antes hubiera estado casi muerto y esa sola visión lo hubiera devuelto a la vida, a los sentidos, a apreciar esas pequeñas cosas que sólo asociaba con el resto de seres humanos. Cerró los ojos y suspiró, sintiéndose algo mareado. Debía ir al baño, mojarse un poco la cara e irse. Su estado era lamentable y su yo más crítico no dejaba de gritarle lo decepcionado que estaba por su actitud inmadura. Beber alcohol… ¿Acaso había algo más burdo que emborracharse como si de un pirata se tratara?

- Voy al baño – dijo al fin, apoyándose en la mesa con ambas manos para darse impulso mientras luchaba por no caer de bruces al suelo. Definitivamente lo de beber había sido una pésima idea, más cuando no dejó de chocarse con cuanto bicho viviente se encontró por el camino hasta llegar a la puerta del servicio.

En cuanto vio el espejo se acercó a él casi a tientas, parpadeando muy rápido hasta apoyarse en el mármol mojado y pegajoso. En circunstancias normales, aquello le habría parecido asqueroso, pero en esos momentos no tenía más pensamiento que en pensar alguna forma de que la habitación dejara de dar vueltas y el suelo se moviera. ¿De verdad el tequila había hecho esos estragos en su cuerpo? ¡Era más débil de lo que creía!

Entonces escuchó la puerta abrirse tras él, pero no levantó el rostro, más ocupado en abrir el grifo y mojarse varias veces el rostro con agua fría que en preocuparse por nadie. Craso error, o no, según lo mirara.

- Tardabas mucho y me preocupe – dijo la voz de Greg a su espalda, obligándole a mirarlo a través del espejo, aún con la cara mojada.

- Estoy bien, sólo un poco de calor… se me pasará – escuchó los pasos acercarse a él, pero no hizo nada. También notó cómo el brazo musculoso de Greg rodeaba su cintura para atraerlo contra su cuerpo, ese el cual notaba tan receptivo a la altura de su entrepierna - ¿Qué…? – pero no pudo seguir. Su aliento se quebró en el momento en que sintió esos suaves labios recorrer su nuca húmeda hasta el borde de su camisa, en cómo su lengua lamía cada gota que iba resbalando tímidamente.

- Sabes tan bien como había imaginado… - notó un jadeo sobre su piel, provocando que todo su cuerpo se erizara, mientras seguía con la mirada clavada en el reflejo del espejo. En él podía ver qué estaba haciendo Greg, su expresión de absoluto deseo y las miradas que le lanzaba sin pudor. Sabía lo que quería de él, pero en su mente sólo podía pensar en si le dolería la primera vez.

- Greg… estamos… esto es…

- Un baño público, sí – formó una sonrisa a medida que una de sus manos iba bajando por su abdomen hasta posarse encima de su entrepierna – Podrían entrar y… pillarnos – aquello sobresaltó a Mycroft, quién vislumbró su futuro prometedor manchado por un escándalo sexual durante la universidad. Aquello era inadmisible, intolerable, y aun así, no se movía. Su cuerpo no se movía - ¿Te excita? – Mycroft abrió los ojos horrorizado - ¿Te excita pensar que… puedan verte… - y Greg empezó a masajear el bulto más que prominente de los pantalones del pelirrojo- así? – lamió su oreja hasta la punta, poniéndose de puntillas a causa de la diferencia de altura- ¿El chico formal… sometido por un simple miembro del equipo de futbol de la universidad? – Mycroft cerró los ojos jadeante, imaginando la situación. De nuevo otro error, pues aquello sólo empeoró su situación – Sí, lo imaginaba – Greg sonrió más que complacido, pues tenía a ese chico justo donde lo quería. Por eso se separó completamente de él, dejándolo apoyado en el baño mientras el agua fría seguía corriendo. El pelirrojo suspiró al dejar de sentir el cuerpo del mayor sobre su espalda, aunque aquello estaba lejos de ser un alivio. Cerró el agua y se dio la vuelta, buscando a Greg con la mirada para encontrárselo apoyado en la pared ajena con los brazos cruzados, esperando una simple reacción de Mycroft.

- No debiste…

- Yo creo que si – y volvió a acercarse sin romper la postura, fijándose en lo sonrojado que estaba, sus labios entreabiertos y algo jadeante. Era una tentación demasiado grande como para dejarla escapar, por lo que volvió a lanzarse contra él, pero esta vez hacia sus labios, devorándolo con pasión hasta acabar por chocar contra el mármol. Mycroft jadeó dentro del beso, apoyándose en los hombros del mayor para no caerse, pues sus piernas volvían a fallarle. Se sentía tan idiota…

Y la puerta empezó a abrirse, con ese gruñido típico de las bisagras antiguas que les dio el tiempo necesario para apartarse lo suficiente para meterse en uno de los cubículos adyacentes. Mycroft apenas daba crédito de lo que le estaba pasando, por lo que posó una mano temblorosa encima de su frente perlada de sudor. Debía salir de ahí cuanto antes, pues sabía… sabía que volvería a caer sin remedio… Pero Greg no estaba por la labor de dejar escapar a su presa.

- No hagas ruido – sonrió y lo atrajo por la nuca para besarlo, apoyándolo contra la pared mientras colocaba una de sus piernas entre las del menor. Mycroft gimió ante el roce tan brusco, apretando los ojos y posando sus manos sobre el pecho de Greg para apartarlo, pero apenas y tenía fuerzas – Deja de querer apartarme, Myc – levantó el mentón del chico con su dedo y lo observó- ¿Acaso no te gusto? - ¿Qué decirle? Obviamente que le gustaba, pero no le apasionaba tener su primera vez en el mohoso cuarto de baño de un bar.

- No… no es eso… es que… - se mordió el labio, tirando de la camiseta de él algo nervioso. ¿Por qué estaba tan desubicado? Entre el alcohol y el estar tan cachondo no le permitía pensar con claridad – Estamos en un bar… - Greg lo miró sin entender mucho de qué estaba hablando. Sí, estaban en un bar. ¿Y? Muchos clientes habían saciado sus instintos más bajos entre esas paredes. Él el primero.

- Creo que necesitas relajarte un poco, y yo sé cómo – Mycroft carraspeó, intentando encontrar las palabras adecuadas para hacerse entender, pero cuando creyó hallarlas, se difuminaron en el momento en que la boca de Greg atrapó su hombría.

Tuvo que morderse la mano antes de dejar escapar un profundo grito de placer. Placer inesperado. ¡Maldito Greg y su…! El enfado fue disipándose a medida que el mayor jugaba con su lengua a lo largo y ancho de su miembro. ¿Había imagen más perfecta y, a la par, excitante? De rodillas, ante él, un deportista al que acababa de conocer se la estaba mamando con ganas, dedicándole las miradas más lascivas que había visto nunca. No duraría mucho a ese ritmo. Escuchó la puerta abrirse y cerrarse de nuevo, incapaz de saber si eran los de antes o nuevos. ¿Acaso se podía prestar atención a algo más que en Greg y su boca experta?

Y de repente, paró. Dedicándole una sonrisa triunfante mientras se relamía los labios. ¿Por qué se levantaba? ¿Por qué lo dejaba a medias? Supuso que su cara de circunstancias fue más que obvia para el moreno, quién lo volvió a besar, sin importarle que esa boca había estado en contacto con su parte más íntima.

- No pongas esa cara de decepción – y se separó, sin borrar su sonrisa – Esto es sólo el principio – y como si de una escena porno se tratara, se deshizo de su pantalón con gran facilidad, mostrando su pene en todo su esplendor. Myc supuso que tendría que hacerle lo mismo, pues era como un gesto de buena voluntad, aunque no sabía ni por dónde empezar. Greg pareció entender los miedos y las dudas de su inesperado amante, por lo que lo atrajo por la cintura para apoyar ambas frentes, mirándose fijamente – Tu sólo disfruta… y aprende – y entonces unió ambas erecciones en su agarre, empezando su mutua masturbación con su mano. Mycroft se abrazó a los hombros de Greg, moviendo su pelvis contra aquella mano casi callosa que le estaba otorgando el mayor de los placeres. Nunca había sentido la necesidad de tener relaciones sexuales, o al menos, había conseguido controlar sus hormonas el suficiente tiempo como para que no afectaran a las áreas que él consideraba importantes o destacables. Hasta ese momento, para Mycroft sus estudios, su formación era primordial y se colocaba sobre cualquier otra cosa, fuera familia o amigos. De ahí que su capacidad de socializar fuera mínima o nula, lo que afectaba a sus posibilidades de ligar con alguien. Pero esta vez había sido Greg quien se lo había ligado.

- Ahh… Greg… voy… voy a… - y no pudo acabar la frase, pues el orgasmo le sobrevino de repente, provocando que se abrazara a su cuello como medio de no caerse. El moreno escondió su rostro en el cuello del pelirrojo, mordiendo y chupando la piel blanquecina sin dejar de estimularse, tardando un rato más en llegar al éxtasis.

El silencio inundó el cubículo. Mycroft, rojo como un tomate, mantenía su mirada clavada en sus pies mientras se colocaba bien el pantalón. Sus primeras mamada y paja en un baño. ¡Qué romántico! Suspiró y logró levantar el rostro, observando cómo Greg se vestía y tiraba su pelo hacia atrás. Suponía que ese era todo. Bueno, al menos lo había disfrutado.

- ¿Entonces? – dijo de repente el moreno. Mycroft levantó el rostro, frunciendo el ceño.

- ¿Entonces qué? – Greg atrajo al pelirrojo por la cintura, bajando por su espalda hasta manosear una de sus nalgas.

- Mi residencia está a dos calles – el joven tragó saliva, mirándolo a los ojos. No, aquello no era todo, a fin de cuentas.


Estaba a punto de sucumbir por tercera vez aquella noche, y no descartaba que no fuera la última. Aunque su cuerpo empezaba a sufrir las consecuencias de la pasión desbordante de Greg, una voz interior rogaba para que aquello no se acabara.

Mycroft Holmes se sentía perdido, fuera de lugar en aquella inmensa cama que casi ocupaba toda la habitación. A su espalda, el moreno seguía montándolo rudamente, tal y como había descubierto que le gustaba. Había descubierto muchas cosas esa interminable noche que estaba a punto de llegar a su fin, pues las sombras que se habían estado dibujando a lo largo de la noche empezaban a cambiar, dando paso a los primeros rayos de sol de la mañana. Abrió más sus piernas, hundiendo la frente en la mullida almohada, llena de su propio sudor y saliva. Quería sentirlo más, muy dentro de él aun cuando ya no estuviera. Porque sabía cómo iba a acabar aquello, y no quería.

Greg salió de él de repente, creándole un vacío que no creyó que fuera tan profundo. En seguida giró su rostro y lo miró suplicante. Ansiaba su orgasmo, ansiaba sentir su semen resbalar de nuevo por sus níveos muslos mientras intentaba recuperar el aliento. ¿Cuándo se había convertido en alguien tan dependiente? No lo sabía, pero lo que sí sabía era que sería muy difícil volver a ser él mismo cuando Greg ya no estuviera.

Lo abrazó por el cuello, enterrando su rostro en su pecho mientras lo sentía de nuevo dentro, embistiéndole con rabia, esa fuerza desmedida que le había demostrado desde la primera vez que lo había penetrado y que, equivocadamente, había pensado que sería la única. A veces le gustaba no tener la razón.

- Myc… Myc… - en pocas horas lo había convencido de poder llamarlo como quisiera. ¿Qué importaban ahora los nombres, cuando tenía a ese dios del sexo entre sus piernas? Sonrió para sí mismo, iniciando otro de los tantos besos que habían intercambiado, volviéndose cada vez más fiero y virulento al igual que las embestidas. No aguantaría mucho más… estaba en su límite… ese era el fin…

Los dos hombres se quedaron quietos, jadeantes y con los ojos cerrados. Ninguno se movió, mucho menos Mycroft, quién creía que un simple cambio de posición resultaría fatal. Greg, en cambio, no tardó en apoyarse en el colchón para separarse y salir de él con cansancio, dejándose caer a un lado dándole la espalda. No dijo nada, aunque tampoco hacía falta que dijera mucho. El pelirrojo se quedó mirando al techo, apretando los puños mientras aun sentía cómo el líquido de su amante se deslizaba entre sus piernas.

- Ha estado muy bien… - dijo con voz cansada Greg, aun sin darse la vuelta - Un buen final de curso, ¿no te parece? – aquellas simples palabras encogieron el pecho del chico, quién colocó una de sus manos en su estómago.

- Supongo… - no separó sus ojos del techo, como si ahí pudiera encontrar las respuestas a lo que su sola mente no podía entender. ¿Qué le estaba pasando? Greg acabó por girarse, acariciando su cintura.

- ¿Supones? ¿Tan mal lo he hecho? – se rio ante su comentario, apoyándose en su hombro mientras se acurrucaba – Durmamos un poco, ¿te parece? – Mycroft se mordió el labio, incapaz de seguir con aquello. No, no podía dejarse llevar por esa clase de sentimientos. ¿Dónde quedarían sus planes de futuro, sus ambiciones? Ese tal Greg había abierto una puerta que debía haberse mantenido cerrada. Si había permanecido alejado de las personas, de relacionarse con ellas, era por algo: lo distraían, eran un incordio y un lastre en su ascenso a su verdadera meta. Y, aunque una parte de él deseaba quedarse acurrucado con ese chico tan increíble que había visto algo lindo en él, la parte dominante exigía una compensación por aquello. Así que se giró hacia Greg y le dio un último beso, esta vez tranquilo, dulce y cariñoso, mientras rozaba su mejilla con la punta de los dedos. Su deportista ya dormía cuando se separó de él, recogiendo sus prendas de ropa esparcidas la noche anterior por el suelo. Ese era el camino. Esa era la senda que debía seguir si quería convertirse en el hombre influyente que todos habían acordado que sería. De ahí que hubiera ido a St Andrews, cuna de grandes políticos y personas de gran influencia en la sociedad británica. No podía echarlo todo a perder por un polvo. Miró una última vez a Greg dormido, abrazado al recuerdo que había sido su cuerpo al lado del de él y salió de la habitación, sin volver a mirar atrás ni una sola vez.


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