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Cómo recuperar un amor por FireBlueFlames

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Notas del fanfic:

Hola hermosas criaturas del mal :D

Ya me había perdido un poquitín luego de terminar No Tocar, lo sé :T Pero he vuelto, con una historia más de otro anime más xD Estoy privada ahorita con Bungou Stray Dogs, es hermoso :') No sé, este fic realmente me encantó desde que comencé a escribirlo, y he pensado tantas cosas sobre él y asdfghjklñ, amo mi historia, y espero que también ls guste a ustedes <3

Aprovechamos el día de San Valentín para dejar algo bonito xD Y mis mejores deseos, para aquell@s con pareja y para l@s que  como yo estamos solitos <3

Dejando de lado las depresiones, hablemos de que este fic salió enterito de una sola canción (casi ni me pasa eh), pero que no les diré todavía, la estoy guardando para un moment especial en la historia ^^

En fin, espero que les guste :3

Notas del capitulo:

Como siempre voy a poner bonitas canciones que me acompañaron a escribir este fic, y empezamos con: The Daylight de Andrew Belle. También quiero agradecera mi preciosa Portgas por ayudarme con la revisión de los capítulos y apoyarme con esta idea desde que le mostré el primer capítulo xD! Te quiero corazón <3

Y los personajes de Bungou Stray Dogs no me perteneces y sólo escribo esto para vaciar mi imaginación de todas las locuras que pienso xD

Vamos a leer :3

Ni siquiera pude mirar sus ojos por última vez, o al menos decirle que lo amaba. La última imagen que tengo de él es su cuerpo tirado en aquel oscuro lugar, un hilillo de sangre bajando por su rostro desde la herida en su sien izquierda…

Si no me hubiera conocido, si nunca se hubiera cruzado en mi camino, él habría llevado una vida normal, donde fuera como el resto de los adolescentes, tan sonriente y despreocupado como debería.

Dio una calada al cigarrillo entre sus dedos mientras, desde la cama, veía las finas cortinas ser perezosamente ondeadas con la brisa de la mañana. El mar era calmo y el canto de las gaviotas borraba el silencio que le rodeaba. Un día tranquilo y hermoso, el sol asomaba entre las nubes y el aire pesado de la playa llenaba sus pulmones, mezclándose con el olor del tabaco. Era casi como esos despertares hacía tres años, cuando, ocasionalmente unos ojos dorados se abrían perezosos unos diez minutos después de que él despertara, dándole el tiempo suficiente para mirar ese rostro aniñado dormir sin ninguna preocupación.

Golpeó ligeramente el cigarrillo para que pequeños trocitos ardientes cayeran en el cenicero y se levantó, tomando su camisa y comenzando a abotonarla mientras caminaba a través de la habitación. El tabaco se acabó y arrojo la colilla al cesto de la basura antes de dar una rápida sacudida a sus desordenados cabellos castaños y suspirar. Parecía que su rebelde melena nunca volvería a lucir bien mientras no fuera moldeada por esas manos.

Su celular comenzó a sonar y se apresuró a contestar. Apenas dijo un par de monosílabos antes de colgar, ir por su abrigo, tomar las llaves del lugar y dar una última ojeada a ese paraíso de soledad, igual que hacía cada mañana antes de partir al trabajo.

Subió al elegante auto negro que le esperaba fuera del edificio en que vivía y se colocó los audífonos mientras avanzaba entre las calles, escuchando una y otra vez esa canción que tanto le gustaba, que le recordaba mil cosas durante el paso de los días, cada una más dolorosa que la anterior. Pero qué le hacía, si eso era lo único que le ayudaba a encontrar la fuerza cada mañana para salir de la cama, volver a su empleo de toda la vida y no reabrir las heridas en sus antebrazos. Los árboles pasaban velozmente a su lado, el cielo parecía despejarse cada vez más y él movía los labios siguiendo esa letra que adoraba, sonriendo mientras reconocía el dolor en su pecho. Pero aquella era su melodía, sus memorias, algo que nunca le podrían quitar mientras mantuviera su parte del acuerdo.

Bajo del auto en cuanto se detuvieron frente a esa elegante casa de tres plantas, pulcramente decorada en el más puro tono de blanco. Era imponente y hermosa, siempre y cuando no se viviera nunca de la manera en que hacían aquellos que veían más allá de sus puertas.

Cruzó rápidamente la sala de estar hasta la entrada del espacioso despacho de su jefe, quien le recibió con una sonrisa, como era su costumbre, y le invitó a sentarse. Dazai ignoró a la rubia niña que estaba sentada junto a uno de los guardias de Mori. Aquel hombre, con esa sonrisa amable y ese peinado ridículo, le resultaba desquiciante. Desearía poder arrancarle la cabeza después de torturarlo como tantas veces había hecho antes con sus anteriores víctimas, pero no podía hacerlo. Después de todo ¿de qué habrían valido lo sacrificios si terminaba mandando al carajo sus precauciones por un arranque de ira?

Se limitó a sonreír y a ocupar la silla frente al escritorio de su jefe, vistiendo una máscara de perfecta calma y recargando su mejilla en su diestra, como si el sólo estar ahí un par de segundos fuera ya demasiado aburrido.

—Hoy es un lindo día. Perfecto para ir a dar un paseo, ¿no crees? —preguntó Mori, mientras se recargaba en el respaldo de la silla.

—Realmente lo es, hace tanto que no me tomo un tiempo libre que casi olvido cómo es que se sienten los rayos del sol —bromeó Dazai, al tiempoq ue dirigía una mirada afilada a su jefe, quien seguía manteniendo una expresión calma y alegre.

—En ese caso, te tengo buenas noticias —anunció el pelinegro mientras hacía una señal al demonio de niña que estaba sentada en el sofá junto a la entrada del lugar.

La pequeña se acercó y puso frente al castaño un sobre blanco, luego volvió a su lugar. Dazai miró al hombre, quien le indicó que podía abrirlo, y así lo hizo. Dentro encontró tres cosas, dos folletos turísticos, uno sobre una isla un tanto lejana, otro sobre un crucero que hacía una parada en ese mismo lugar y, por último, un boleto para abordar ese barco a la mañana del día siguiente. El castaño miró a su superior sin decir nada, sin siquiera poner alguna expresión de su rostro, simplemente esperando órdenes.

—Considéralo unas vacaciones. Has trabajado mucho y te mereces un descanso. Sólo hay una pequeña cosa que quiero que hagas en ese viaje.

El menor enarcó una ceja, sabiendo que aquello era demasiado bueno para venir del líder de la mafia más poderosa del país. De nuevo, el hombre hizo una señal y el guardia llevó hasta él un portafolio grande forrado de piel negra. Lo depositó en el escritorio y se alejó, Mori tamborileo con los dedos sobre aquel objeto y le miro como si estuviera entregando un regalo a un niño pequeño.

—Es algo muy simple, sólo debes entregar esto a un grupo en esa isla como pago por un cargamento de armas que nos han enviado hoy en la madrugada. Es un trabajo rápido y no hay nada más qué hacer, el resto del viaje es para ti. Será mejor que vayas a hacer tus maletas y puedes tomarte el resto del día libre.

El castaño asintió y se levantó de su lugar para después tomar el portafolio y dirigirse a la puerta. Cuando estaba por salir de la habitación la voz de Mori le detuvo en seco y permaneció sosteniendo la perrilla dorada, sólo escuchando.

—Una cosa más. No lo abras hasta que estés frente a ellos.

—Entendido —contestó Dazai secamente, y por fin abandonó aquel sofocante lugar.

Salió de la casa, el viento matutino del exterior recibiéndolo agitando sus cabellos, y respiró el olor del mar, ese que no se parecía demasiado al de la ciudad que dejó atrás, pues en aquel lejano lugar todo parecía ser más dulce, más vivo, más natural. Los días eran lentos y soleados, las estrellas más brillantes y la luna más bonita mientras se reflejaba en ese cabello plateado. Ordeno al mismo chofer que le llevó con su jefe dejar en su departamento aquel portafolio junto con el sobre que Elise le había entregado, mientras él daba un paseo por la ciudad. Si ese sería su primer día libre en mucho tiempo, era mejor disfrutarlo todo lo que pudiera, o por lo menos intentarlo, pues sabía que no volvería a sentir la alegría que podía dar un simple paseo por la costa mientras no escuchara el sonido de otras pisadas a su lado.

Se dirigió al centro de la ciudad en busca de un lugar para desayunar. Caminó por las calles rodeadas por árboles, miró a las personas vivir sus vidas y, de vez en cuando, dirigía una furtiva y añorante mirada al cielo, dejando que los rayos del sol acariciaran su rostro. No debían estar tan lejos si podían mirar el mismo cielo ¿no?

Aquel hombre todavía miraba el horizonte cuando comenzaba a anochecer, recordando cuánto le encantaba a él ese tono de azul oscuro en el que las primeras estrellas comenzaban a aparecer antes de que el cielo se volviera negro. Y a veces se permitía ser egoísta, sólo por unos segundos, pensando en lo mucho que le gustaría que ese pequeño no volviera a encontrar nunca a nadie a quien dirigirle esas sonrisas acompañadas del sonrojo de sus mejillas cuando le decía un cumplido. Ojalá que nadie le viera dormir tan tranquilamente mientras aferraba la sábana que lo cubría. Esperaba que nadie escuchara de esa aguda voz un te amo. Pero luego se obligaba a ser un sujeto razonable y recordaba que lo que él más deseaba, era que la felicidad volviera a ocupar esos ojos dorados, que pudiera seguir su vida como si nunca nada hubiera sucedido, como si sus caminos no se hubieran cruzado y el infortunio no les hubiera separado. Todo lo que pedía era que esa sonrisa nunca fuera borrada de nuevo. Y aunque quería volver a escuchar ser llamado por esa voz, esperaba que aquel chico no recordara jamás las cinco letras que formaban el nombre de alguien a quien una vez amó.

Entró en un pequeño café de ventanales grandes y aspecto clásico. Tomó una mesa al fondo del local y una linda chica de cabello negro le entregó la carta, dándole la bienvenida. Sonrió a la dama y se dedicó a mirar el menú, eligiendo huevos revueltos, tostadas y café bien cargado, pues no le apetecía arruinar la mañana todavía perdiéndose en el sabor del alcohol. Recorrió el lugar con la mirada y luego observo la calle. Fuera, la gente caminaba despreocupada, ajena a toda la felicidad que probablemente tenían en sus vidas sin saberlo, y que seguramente añorarían si la supieran perdida, justo como él hacía ahora.

La mesera se apresuró con el pedido y dejó el plato de comida frente a él. Tenía buen aspecto, sin embargo, sólo jugueteo con la comida unos minutos, percibiendo que el poco apetito que había sentido terminaba de esfumarse de nuevo. Miró a un repartidor pasar en bicicleta y detenerse al otro lado de la calle para entregar un paquete. A su mente llegó el recuerdo de un chico delgado, de piel blanca y cabello plateado y desordenado, ese mismo que sin querer chocó contra su espalda mientras, distraído, miraba su lista de entregas.

En cuanto Dazai se giró, vio las mejillas del pequeño encenderse en el más puro tono de rojo y disculparse una y otra vez por ser tan torpe. El castaño le restó importancia con un gesto de la mano, y no pudo despegar la mirada de la forma en que el chico reía nerviosamente y jugueteaba con sus dedos. Le gustó inmediatamente, era simplemente adorable, demasiado natural y auténtico. Pensó en seguir caminando, volver a casa luego de otro día de trabajo y fumar y beber hasta el anochecer, pero no quería dejar ir esos ojos que le miraban de reojo durante algunos segundos, antes de clavarse de nuevo en el suelo. Así que mandó al carajo sus planes y tomó la mano de ese chico como si de un conocido se tratara, y comenzó a caminar sin rumbo alguno.

¡E-espera un segundo! tartamudeaba el menor mientras hacía un vano intento por resistirse. ¿A dónde me llevas?

Me apetece ir a dar un paseo, y quisiera tener compañía respondió Dazai, como si fuera algo obvio, y una gran sonrisa ocupaba su rostro.

Pero tengo que terminar de trabajar.

Dazai se detuvo un momento como si no acabara de comprender lo que el menor decía, pero volvió a sonreír en un instante.

Entonces te acompañaré. Pasearemos por la ciudad y puedo ayudarte si lo necesitas.

El peligris se quedó plantado en su lugar mirando a aquel extraño tipo como si tuviera dos cabezas, y sólo salió de su ensimismamiento cuando el castaño se giró a mirarle.

Por cierto, soy Dazai la sonrisa que curvaba sus labios quitaba el sueño.

Atsushi, Nakajima Atsushi contestó el chico, como si ni siquiera pudiera recordar cuál era su nombre y estuviera pensando si decía lo correcto.

No es que fuera algo común que un desconocido se acercara a decirle que lo acompañaría en lo que restaba de su día de trabajo, pero, por algún motivo aquello parecía fluir con normalidad, como si se conocieran de toda la vida y sólo fueran viejos amigos que se reencuentran.

Caminaron por las calles hasta que el sol comenzó a ponerse y el cielo se tiñó poco a poco de lila. Dazai preguntaba sobre la vida del menor y éste le contestaba lo mejor que podía, siempre admirando discretamente lo guapo que era aquel chico. No debía pasar de los veinte años, era alto y su cabello castaño oscuro era largo y ligeramente rizado. Vestía elegantemente y parecía ser una persona muy confiada y tranquila, pues en todo su trayecto nunca perdió esa sonrisa despreocupada que parecía ser su sello personal. Estar con un desconocido nunca se había sentido tan bien.

A su vez, el mayor también parecía muy interesado en escuchar todo lo que ese simpático niño decía. Al parecer le gustaba mucho comer chazuke, los gatos, era huérfano y tenía dieciséis años. Sin embargo, y aunque Atsushi no lo dijera, en él parecía haber inseguridad y un poco de miedo, como si el mundo fuera demasiado grande para su pequeña persona. El motivo de que fuera así era algo que quería descubrir, las cosas superficiales no bastaban, él quería todo lo que ese pequeño de ojos dorados era, lo que decía y lo que no.

A veces deseaba que ese día hubiera sido el único día que compartieran, que no se hubiera extendido hasta lograr que Atsushi se volviera lo más importante para él, lo único por lo que valía la pena luchar en su mundo.

Se dio cuenta de que de nuevo se había quedado demasiado sumido en sus recuerdos, y miró a su alrededor con desazón, viendo la cafetería tranquila, oyendo el sonido de los cubiertos y utensilios al ser usados, el sol de la mañana entrando por los vitrales, la vida siguiendo incluso cuando él detenía un poco el tiempo para sí mismo, sólo con el fin de pensar que seguía en esos días en que todo transcurría entre sonrisas y promesas de un futuro mejor, incluso cuando él sabía que no había nacido para ello.

Bebió el café que había comenzado a enfriarse, comió sin saborear ni un sólo bocado, y dejó el dinero sobre la mesa antes de salir de nuevo a la ciudad. El viento seguía soplando y añoró las calles del lugar donde había conocido a Atsushi, ese caminito de tierra bordeado por álamos plateados, el puente rojo del parque donde al chico le gustaba escuchar el relajante sonido del agua corriendo, aquel paraje lejano donde tantas veces se detuvieron a mirar las estrellas. Eran pequeños rinconcitos del mundo donde había podido esconderse para ser libre de su vida de masacres, sólo para intentar perdonar sus pecados entre la risa de una persona demasiado inocente para un mundo tan cruel. El menor había pasado por muchas cosas, demasiado desprecio y soledad y, sin embargo, continuaba intentando ser feliz, superando uno a uno esos traumas que le hacían tan inseguro. Si bien no podía dejar todo atrás, al menos se esforzaba por ver en la vida algo mejor, incluso si ésta no le devolvía todo lo que debería.

Lo extrañaba. A pesar de los años todavía le añoraba.

Decidió volver a su departamento y tomó un taxi, colocándose de nuevo los audífonos para escuchar esa pequeña melodía llena de memorias. Era una canción corta de apenas un par de minutos, y aun así seguía bien grabada en él, repasándose constantemente. Esa letra simple, fácil de aprender y recordar, justo como eran sus ojos y su voz. Tal vez por eso le gustaba tanto, porque le recordaba a él; tan sencillo, pero tan hermoso.

Por fin llegó a su “hogar” y pagó al conductor antes de bajar del auto y entrar al edificio. Subió las escaleras con pesadez, las manos en los bolsillos del abrigo, mirando cada uno de los peldaños de madera color caoba, bellamente pulidos. Ese edificio era un lugar muy elegante y costoso, algo que podía pagar sin problema alguno, y luego entró en el departamento, modestamente decorado. La verdad era que gustaba de cosas caras, pero aquel rincón de mundo era su única manera de evocar todo lo que había sido antes, el escenario que se había esforzado en montar para mantener una fachada frente a Atsushi, todo con el fin de que nunca descubriera que él no era el oficinista que había dicho ser.

Se quitó el abrigo, lo dejó en una silla del comedor y se dirigió a su habitación, tirándose sobre la cama para mirar el cielo de ese cuarto mientras respiraba el aroma de las flores que estaban en un jarrón a su lado, cada día diferentes.

Un nudo se formó en su garganta al pensar cuántas mentiras salieron de su boca para proteger a aquel chico, y aun así ninguna de ellas fue suficiente para meter bajo la alfombra su vida de asesino.

Al día siguiente de conocer a Atsushi, compró un pequeño departamento en un edificio del centro de la ciudad, a unas calles de su verdadero hogar, una elegante casa de dos plantas que había sido un regalo que Mori le había dado al cumplir sus diecinueve años. Después, se esforzó por decorarlo de una manera discreta pero elegante, justo lo que una persona con un empleo normal podría costear. Seguido de eso, fue a la oficina de correo y dejó un paquete, justo a tiempo para que pudiera salir en la ronda de entregas de ese día, pidiendo que lo enviaran a la misma dirección de su nuevo hogar, y volvió para esperar. Unas dos horas después, el timbre de la puerta sonó, y al abrir se, encontró de nuevo con unos ojos dorados llenos de incredulidad. Sabía que ese edificio se encontraba dentro de la ruta de Atsushi, por eso había decidido instalarse ahí, aunque fuera a ocuparlo muy poco.

Dazai exclamó el chico con estupefacción, ganándose una risilla por parte del castaño.

Vaya, qué coincidencia.

Tomó el paquete, que no era más que un par de pañuelos azul petróleo que había comprado unos días antes y que aún no sacaba de su empaque, e invitó al chico a pasar. De nuevo, conversaron por un tiempo, obtuvo un poco más de información sobre el peligris, y se lamentó para sus adentros al tener que dejarle ir para que continuara con su trabajo. Cuando Atsushi tomaba sus cosas para marcharse, una pregunta cruzó por su mente y se giró para cuestionar a su anfitrión.

¿No tendrías que estar en el trabajo, Dazai?

El castaño se sorprendió ante la pregunta, pero como era su costumbre, mantuvo una sonrisa en sus labios y rio de manera despreocupada.

Hoy es mi día de descanso.

Eso es bueno contestó el menor, mientras se dirigía a la puerta.

Por cierto, esta noche quiero salir a cenar, pero estoy aburrido de los lugares de siempre y no quiero ir solo. ¿Puedo invitarte como pago por hacerte subir esas mortales escaleras? dijo Dazai, mientras sacaba los pañuelos del paquete.

El rostro del peligris se volvió un tomate maduro en ese momento y balbuceó cosas ininteligibles antes de asentir con la cabeza, sintiendo que podía morir de la vergüenza.

Entonces te veo fuera de tu trabajo a las ocho habló el mayor mientras acomodaba uno de los pañuelos azules en el bolsillo de la camisa del chico.

Ehh ¿Dazai?

Sólo es para que no te olvides de que hoy tenemos una cita. Y será fácil reconocerte si lo llevas bromeó él, pues no había manera de que pudiera olvidar ese rostro.

Aquello era una pequeña mentira, sólo quería que pensara en él, que su recuerdo no le dejara todo el día, de la misma forma en que él no podía olvidar su mirada dorada y el sonrojo en su rostro.

Esa noche, recorrieron un festival que había en la ciudad. La cena constó de varios platillos que compraron aquí y allá, y Atsushi nunca se deshizo del pañuelo azul. De hecho, y era algo que Dazai nunca sabría; ese día, el peligris había acariciado esa suave tela una y otra vez, aspirando de ella el olor de la loción que el castaño usaba, que por cierto había rociado sobre ésta sin que el menor se diera cuenta, y mientras luchaba con su nerviosismo antes de aceptar salir con él.

Notas finales:

*Cries in autora*

Lo siento, siempre me emociona empezar una historia nueva :') Y de verdad este primer capítulo me rompió un poco el cora (y el segundo es peor :'v *SPOILER*) Okay hablemos de las actualizaciones, creo que será todos los martes, procuraré que en la mañana (hora de México jeje) para no dejarles esperando hasta que vuelva de la uni.

Bueno, espero de verdad que les haya gustado mucho :3 Como siempre sus hermosos reviews para la causa son bienvenidos y adorados <3

Mil besos, espero que tengan un lindo día :3 Nos leemos luego <3


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