Primera confesión
Lavi había creado el rumor, de que el día que Kanda se enamorara y se viera en la necesidad de dar el primer paso; cometería seppuku.
Su rumor fue rápidamente aceptado por aquellos que no tenían idea de lo que era un sepukku, y esos que sabían el significado, se quedaban un tiempo planteándose la idea. Obviamente ante toda esta problemática social —o más bien, porque Lavi no tenía pelos en la lengua para plantear su teoría todo el tiempo— Kanda se encontraba ampliamente molesto.
—Yo no haría semejante cosa por una bobada —increpaba mientras le daba un fuerte golpe en la espalda —. Eres un estúpido, ahora todo el mundo habla de lo mismo.
Lavi en todas las ocasiones reía, y creaba unos cuantos centímetros de distancia entre ellos —él amaba su bienestar físico, gracias—. Al poco tiempo, solía botar alguna escusa que hacía validar su estúpido razonamiento.
—Mira, eres japonés y… quieres ser Samurai.
—Yo no quiero ser Samurai. Además ellos no se cortarían el estómago por semejante mierda.
—Y claramente eres pésimo socializando, y todavía peor dando a conocer tus sentimientos.
—¿Qué sentimientos?
Lavi resopló, mofándose. Es que Kanda era el colmo en cuanto a aceptar cosas, era tan malo que Lavi estaba dispuesto a ponerlo a su nivel de desentendido sentimental.
—Todos. Mira, siquiera puedes llamar a Lenalee tu amiga e imagínate en el romance.
—Yo ya salí con alguien, idiota.
—Ella se te declaró y hasta ahora no hablaste con nadie de tu luto.
Tras sus palabras se quedaron en breve silencio. La muerte de la novia de Kanda, había acontecido hace un tiempo relativamente largo, pero era obvio que el japonés no pudo superar tal evento. Lavi botó un suspiro incómodo, maldiciendo su lengua larga y su común poco tacto. Pero como la culpa era un sentimiento que se le resbalaba rápido, prosiguió:
—Así que no darías nunca el primer paso, estoy seguro. Hasta dudo que sepas coquetear con alguien.
—Para esas cosas no se necesita coquetear.
—Entonces debes decirlo y en eso también eres pésimo.
La conversación se había repetido una infinidad de veces en ese único mes, y Lavi por su misma experiencia, tras su último intercambio de palabras, supo que era hora de dar pie a una larga maratón. Sabiendo que ahora unos cuantos centímetros no serían barrera alguna, para la ira de Yuu. En cambio, ni bien dio unos cuantos pasos, Kanda le agarró de la muñeca y no le dejó moverse.
Lavi ya vio en ese momento la muerte, su cuerpo descuartizado y hasta sintió el aroma de la morgue. Su mayor arrepentimiento, era que no acabó de leer todos los libros de la biblioteca de Bookman.
—Estoy cansando de ti y tu estúpida teoría.
—Bueno, ya, de acuerdo, tal vez exageré con el sepukku.
—¿Tal vez?
Lavi vio en ese momento a Kanda, con una expresión que argumentaba que hasta ahí podía ir su disculpa. Él creía firmemente que Kanda era pésimo expresando sentimientos, y que prefería matarse antes que dar a conocer lo que siente. En el peor de los casos, la víctima sería su objeto de deseo.
¿Era una mala imagen? Tal vez, pero Lavi quería sentir cierta empatía con alguien.
Kanda parecía no encontrar ni puta gracia a lo dicho, y su ceño fruncido le gritaba que ya todo iría a los puños. Pero en cambio…
—Sal conmigo.