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Encuentro inevitable por KuroGina

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Notas del fanfic:

Los personajes pertenecen a Ps Company.

Bueno y aqui esta, la primera one shot que escribo.

Lo primero que te preguntaras es ¿Quién eres?, No te preocupes, pronto lo sabrás.

Algo que debo mencionar es que me gusta mucho el color blanco, ese hermoso color que demuestra pureza, tal vez pensaras que no es un color, pero creeme que lo es y uno muy hermoso. A lo largo de mi existencia, he conocido a varias personas que brillan con ese color, pero muy pocas que fácilmente puedo contar con los dedos de una de mis manos, tienen unas historia tan particular como las que les voy a contar.

 



Conocí a Takanori Matsumoto un 07 de Noviembre de 1988. Él era un niño de apenas seis años. La primera impresión que me dió fue "Pureza ruda".

Yo estaba en una esquina de la habitación, Takanori se mantenía aferrado del brazo de su madre mientras esta lloraba desconsolada, su padre tenía la mirada perdida mientras apretaba su mandíbula con fuerza, en señal de fortaleza. La gente que estaba a mi alrededor se acercaba a la madre de Takanori mientras les daba el pésame, la mujer solo agradeció entre lágrimas mientras su pequeño hijo los observaba con sus rasgados ojos marrones.

Eso siempre me ha llamado la atención de los humanos. Se lamentan de algo tan natural como la muerte y sufren como si fuera el peor acto de la vida. Pero no, la muerte es un acto realmente hermoso y no es para halagarme a mi misma pero realmente es un acto maravilloso.

Takanori solo observaba a la gente sufrir, algunos en silencio y otros soltando alaridos de dolor, como en el caso de su madre. Él era pequeño y aún no le encontraba la razón por la que lloraban tanto ante el cuerpo dormido de su abuela.

Por eso los humanos resaltan con un gran color blanco durante su niñez, es la edad de la inocencia.

Takanori soltó a su madre un momento para acercarse a una silla de madera que estaba cerca de la puerta de la habitación, suspiró y de un salto se sentó en la silla. Sus pequeños pies colgaban de esta mientras el pequeño tarareaba una canción que conocía.

Sonreí, y pasé por un lado suyo. Tendría que hacer mi trabajo, de hecho, ya me había tardado.

Llegué al lugar donde estaba la abuela de Takanori, me acerque a lo que había sido una gran persona y la tomé en mis brazos, era ligera, de un tono color beige. Observé por última vez a ese pequeño niño, creí por un momento que sus ojos marrones me miraban pero, era imposible.

En ese momento, Takanori por fin conoció lo que era la muerte.

—————————————————r13;—————————

El segundo encuentro con Takanori fue diez años después.

Fue un 10 de Enero, el invierno se dejaba notar con los pequeños copos que caían de las oscuras nubes. Caminaba por una calle solitaria, hasta que un grito llamó mi atención, encontrándome con un Takanori ya mayor, un poco más alto y con el cabello mal teñido de un rubio.

—¡Maldición!—gritó mientras pateaba la puerta de lo que suponía era su casa.

Había cambiado mucho, tenía unos piercings en la oreja derecha y su cuerpo ya no era el de un niño, aún así seguía desprendiendo ese color blanco y puro de él.

Tenía unos minutos de sobra, estaba cometiendo un gran error pero mi curiosidad fue más fuerte. Me acerqué con pasos tranquilos hacía donde se encontraba, mantenía los puños con fuerza mientras grandes lágrimas caían por sus mejillas y después se perdían por su cuello, sus cejas estaban ceñidas hasta crearle unas arrugas en su blanca piel. Estaba enfadado.

—¡Lárgate! ¡Has dejado de ser mi hijo!—un grito desde el interior de la casa hizo gruñir al chico.

Había sido su padre, lo había corrido de la casa a la corta edad de 16 años.

—¡No ocupo que me lo digas dos veces, maldito viejete!—contestó entre balbuceos y gritos. Suspiró, se limpió los restos de las lágrimas y se aferró a la pequeña chamarra que traía encima.

Pasó a un lado mío con pasos fuertes y decididos, mientras su espalda temblaba por el dolor que le había causado el rechazo de sus padres.
El color blanco que desprendía Takanori se perdió entre la nieve mientras caminaba por la calle.

Sonreí.

Lo claro tiende a brillar más en la oscuridad.

Después de haber cometido el primer error al acercarme a un humano vivo más de lo permitido, me di cuenta. Takanori era de esas personas que me recordaban la importancia de la vida.

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El tercer encuentro con Takanori fueron 5 años después de que lo vi llorando en la nieve.

Iba por las calles de Tokyo caminando con tranquilidad, observando a mi alrededor como los vivos disfrutaban el sentir el aire en la cara, el reír, el vivir...

—No puedo creerlo, ¡Hemos triunfado!—una voz, conocida pero ahora un poco más gruesa llamó mi atención. Entre la multitud estaba Takanori riendo y exclamando cosas a sus amigos que iban detrás de él. Mis cuencas vacías lo observaban con curiosidad.

—Venga Ruki, tenemos que festejar nuestro éxito.

—Y también a nuestro nuevo baterista Aoi, ¿Verdad Kai?– Takanori se giró sonriendo al quien suponía era Kai, el chico asintió como respuesta.

Takanori no había cambiado mucho, había crecido tan solo unos pocos centímetros desde nuestro último encuentro. Seguía teniendo el cabello teñido pero ahora de un color negro y con algunos mechones de un intenso color rojo.

Sus amigos eran un poco más altos que él, tenían también el cabello teñido y piercings por su rostro. El que había llamado como Kai era el más serio, tenía el cabello teñido de negro y era delgado, sólo tenía un piercing en su oreja izquierda. Aoi, era casi del mismo tamaño de Kai, tenía el cabello teñido de un color negro muy intenso y un piercing en su labio. Uruha era el más alto de todos, tenía unos rasgos femeninos y su cabello teñido de un color rubio cenizo. Finalmente Reita, era un rubio un poco más alto que Takanori o Ruki, como le decían sus amigos, tenía un pedazo de tela cubriendo su nariz.

—¡Oh, ustedes son GazettE! ¿Podrían darme un autógrafo?—una chica de Secundaria gritó llamando la atención de Takanori y sus amigos, rieron al acercarse a la chica.

—Claro que sí, ¿A qué nombre?—preguntó Takanori mientras tomaba el marcador y la hoja que le tendía la chiquilla entusiasmada.

— A Nagisa por favor, soy una gran fan.

Enseguida de que Takanori y los demás chicos le hubieran firmado la hoja, la chica se fue dando saltos de alegría por haber obtenido un poco de sus ídolos.

—Venga, que ya somos famosos.

—Cálmate Reita, no se te vaya a subir la fama a la cabeza.

—Más bien al que ya se le subió la fama es a Aoi.

Los chicos estallaron en carcajadas mientras seguían su camino a un bar. Aoi les sacó el dedo de en medio para responderles, cosa que les causó más gracia a los demás.

Takanori había cumplido su sueño, había formado una banda de Rock y finalmente eran reconocidos. Le había al menos costado cinco años para llegar a eso, pero había valido la pena.

Al ver la sonrisa y la mirada intensa de Takanori me percaté de algo... No tardaría en encontrar el amor.

—————————————————————r13;——————

El cuarto encuentro fue algo inesperado. Había sido en verano, unos tres años después del último encuentro.

Me encontraba en un parque, en la oscuridad de la noche, esperando a un anciano que estaba sentado en la banca de en frente. Tardaría una hora máximo.

Unas risas llamarón mi atención, haciendo que moviera la vista del anciano hacía esa pareja que reía.

En la orilla de la gran laguna donde se reflejaban las estrellas y algunos que otros patos. Dos chicos, reían a carcajadas. Uno bajito, con una camiseta de tirantes, un jean ajustado color negro con una cadena en un lado, botas negras y con cabello lleno de rastas, el otro era más alto y más musculoso, cabello corto y café, una camiseta negra y unos jeans simples era lo que conformaba su look.

—Eso fue lo que me dijo Uruha, ¡Te lo juro Ruki!

En ese momento, supe de quienes se trataban. El hermoso color blanco de Takanori seguía brillando, incluso era más intenso ahora.

Takanori soltó otra carcajada al escuchar replicar a su pareja, porque eso eran, pareja.

—Te creo Kai, no me sorprende, digo... Es Uruha del quien hablamos.

Los dos se miraron con una gran sonrisa en sus respectivos rostros.
Ruki suspiró y se recargó en el barandal que impedía la entrada al lago mientras se veía reflejarse en el agua.

—¿Qué piensas Taka?—Kai preguntó con voz suave, mientras se acercaba por detrás de Takanori, sorprendiendolo un poco, para finalmente pasar sus brazos por el abdomen del más pequeño.

—No lo sé, bueno, hemos crecido demasiado como banda. Incluso ya hemos dado un concierto en Alemania—Ruki paró mientras levantaba la mirada hacia el cielo estrellado.—Tengo miedo de cagarla Kai.

Kai soltó una pequeña carcajada que hizo que Takanori frunciera el ceño molesto.

—Taka, no debes de preocuparte de cosas sin sentido. Estás viviendo tu sueño y eres feliz, eso es lo que importa.

—Pero...

—Nada de peros Takanori Matsumoto, porque eres feliz, ¿no?

Ruki se calló por unos segundos, meditando su respuesta. Tenía una gran banda, los mejores fans del mundo y por fin alguien que lo quería.

—Sí, soy feliz. Pero aún así, tengo un poco de miedo por el futuro.

—Yo tambien lo tengo—admitió Kai, mientras giraba el cuerpo de Ruki para que quedara en frente suyo.—Pero no estamos solos, nos tenemos el uno al otro.

Esas palabras fueron suficientes para que Takanori soltara un suspiro, sonriera y finalmente se pusiera de puntillas para darle un pequeño beso en los delgados labios de Kai, que éste aceptó gustoso.

—Te amo, Tanabe.

—Y yo te amo, Takanori.

Sonrieron, se tomaron de las manos y siguieron caminando por el pequeño sendero del parque que llevaba a la salida de este.

Ese día, me di cuenta de que Takanori brillaba con más fuerza que nunca, gracias al amor. Y que también no tardaría en tener un encuentro conmigo... Un encuentro inevitable.

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El quinto encuentro llegó unos años más tarde.

Luego de haber pasado tanto tiempo la banda de Takanori, the GazettE, era ya muy famosa y reconocida en todo el mundo.
Esa noche, se presentaron en el gran Tokyo Dome, el estadio más grande de todo Japón y uno de los más grandes del mundo.

Estaba en las calles de Tokyo aquella noche, hacía un frío invernal gracias a la fecha. Estaba la mayoría de los negocios ya cerrados, exceptuando uno que otro restaurante y varios bares que estaban por el lugar.

—¡Sigo teniendo ganas de llorar! ¡No puedo creerlo!

Una voz resaltó entre el silencio y después le siguieron varias carcajadas. Takanori y sus compañeros de banda, caminaban con tranquilidad aún con sus maquillaje y peinados extravagantes, lo más seguro es que venían del gran concierto e iban a festejar un poco.

—Es que no fue un concierto cualquiera... Fue nuestro sueño.—comentó Ruki mientras sonreía, los demás chicos asintieron dándole la razón.

Se veían cansados, pero sobretodo felices y orgullosos por lo que habían logrado.

Takanori caminaba agarrado de la mano de Yutaka un poco más atrás que los demás chicos. El color blanco que él desprendía inundaba mi vista.

Decidí seguirlos por un momento más, cometiendo otro gran error. ¿Cuántos errores había cometido ya por la curiosidad que me causaba Matsumoto?

Takanori tosió con fuerza mientras se tapaba la boca con el brazo que tenía libre, Yutaka lo miró preocupado.
—¿Te sientes bien?

—Oh, sí... Creo que me voy a resfriar.

—Sigues sin comer bien, ¿verdad?—preguntó con voz cansada Yutaka mientras salía vapor por su boca gracias a las bajas temperaturas.

—Sabes que no tengo tiempo para comer bien, tengo que escribir letras y diseñar goods, no quiero que me des tu maldito sermón de nuevo—contestó Takanori con un ligero tono de molestia, apartando la mano que tenía entrelazada con Yutaka y guardandola en una de las bolsas de su saco.

—¡No es un maldito sermón! ¡Te comportas como si fueras un niño de diez años Takanori! ¡No eres inmortal, tienes que cuidarte por un carajo!

Los gritos llamaron la atención de los chicos que iban a dos metros delante de ellos, haciendo que acelerarán el paso para dejar a la pareja discutir sus problemas.

Observe a Takanori apretar su puño con fuerza, como aquella vez que lo habían sacado de su casa. Era una pequeña manía que tenía, cuando estaba enojado, triste o decepcionado.

Quería acercarme y decirle: Todo esta bien, solo estás tenso y cansado del trabajo, pide perdón y listo. Pero no, no podía hacerlo, estaba prohibido.

—Oh mira...—sus ojos marrones se empezaron a llenar de pequeñas lágrimas que se negaba sacar.—Ahora si te preocupas por mi, ¿Pero hace una semana qué? ¡Rechazaste mi invitación para irte a tomar un café con una zorra!

Yutaka abrió los ojos sorprendido mientra fruncía el ceño con fuerza.

—¿Una zorra? Esa "zorra" como tú la llamas, era la nueva encargada de vestuario del próximo álbum, llevamos cuatro malditos años juntos y tú no puedes dejar tus inseguridades y tus estúpidos ataques de celos—Yutaka suspiró cansado.—Sabes que...ya me cansé.

Yutaka paró en seco mientras metía sus manos a los bolsos de la gran chamarra que traía puesta. Takanori lo observaba boquiabierto mientras algunas lágrimas corrían por sus mejillas.

Matsumoto no se sentía bien, se veía pálido y asustado. Temblaba, ¿Porque siempre tiemblan?

Aquella noche, seguí mi camino dejando a Takanori sólo en la oscura calle, mientras lloraba y maldecía por el error que había cometido. Yutaka lo había dejado.

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El sexto encuentro fue el último, recuerdo que había sido una noche calurosa de verano.

Me encontraba caminando por la ciudad luego de haber tomado la alma de una anciana que el cáncer le había acabado la vida. Takanori iba justo en la acera de enfrente, se veía cansado y iba a pasos lentos mientras observaba su celular con amargura.
Ya había pasado al menos seis meses desde su pelea con Yukata y cómo podría observar, no habían arreglado aún las cosas.

Takanori fue hasta el último de sus minutos una persona orgullosa y valiente.

Iba detrás de Takanori, observando cómo suspiraba con cansancio mientras seguía en su celular, a veces maldecía por lo bajo y detenía su andar solo para observar a su alrededor, luego finalmente seguía su camino.
Tan solo cinco minutos, cinco minutos fueron suficientes para que tres chicos atraparan a Takanori en la esquina. La calle estaba solitaria y sólo algunos coches pasaban de vez en cuando.

Takanori no tenía escapatoria.

—Mira, que tenemos aquí...

—Con permiso, necesito pasar—comentó Takanori tratando de ignorarlos y seguir su camino. Durante su vida se había encontrado a infinidades de "matones" y sabía cómo tratarlos.

O eso creía...

—Oh...Vamos a divertirnos un poco—mencionó uno de ellos, el que parecía el jefe, sacando una pequeña navaja de su bolsillo izquierdo.
Takanori observó el metal brillar en la oscuridad, haciendo que retrocediera un poco.

—¡Dame tu celular!

—¡¿Qué?! Están idiotas, yo no les daré nada, gracias a parásitos como ustedes el mundo esta jodido—gritó Takanori con coraje, aferrando su celular a uno de sus costados, uno de los matones que era un poco más gordo solo rio ante el comentario.

—Solo danos el celular, y no te haremos nuestra puta.

Takanori soltó una carcajada seca que hizo eco en la calle, el jefe de los matones chasqueó la lengua enfadado.
—¡Vayanse a la mierda!—gritó y escupió finalmente en sus caras, sorprendiendo a los tres.

Si tan sólo hubiera cooperado, si tan sólo Takanori hubiera sido menos orgulloso, no hubiera acabado con Kai, no hubiera...

Un disparo, gritos de algunas personas que pasaban, un cuerpo tirado en la acera mientras tres hombres escapaban con un celular y un bolso.

Todo pasó tan rápido, un tiro en el pecho de Takanori y yo ya me encontraba a su lado. Seguía irradiando ese color blanco que siempre me gustó.

Respiraba con dificultad, la bala le había dado en uno de sus pulmones, se aferraba lo que podía a la vida, sus pensamientos durante esos segundos sólo eran: Perdón Yukata, perdón.

Solté un suspiro y su mirada se fijó en mí, podría verme. Sonrió, me acerqué con suavidad dejando un pequeño beso en su frente que empezaba a perder calor.

El beso de la muerte.

Su último pensamiento fue:
Yutaka, te amo.
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Takanori fue ligero y brillante, su alma brillaba como ninguna, tanto como cuando estaba con vida.

Después de aquello, no volví a saber de sus compañeros de banda.

Ando por todos lados, soy un ser errante, de vez en cuando pasó por lo que fue anteriormente la casa de los padres de Takanori, también en aquel lago donde se declararon su amor Yutaka y él.

Unos años más, me encontré a Yutaka, estaba muy cambiado y había envejecido. Justamente ese día había decidido visitar la tumba de Takanori y ahí estaba él, con un pequeño ramo de rosas blancas en su mano derecha y en la mano izquierda sostenía la correa de un pequeño perro Chihuahua. Me acerqué con curiosidad, parando justo al lado de Tanabe.

—No sabes cuanto me arrepiento Taka, no debí haberte gritado esa noche, pero me preocupaba ¿sabes?—Yutaka inhaló con fuerza mientras se agachaba un poco para poner las flores.—Ha pasado un tiempo y no me he olvidado de ti, estoy casado Taka, pero no hay día que no recuerde tu voz gruesa cuando me gritabas porque había olvidado darle de comer a Koron o cuando desacomodaba alguna de tus prendas ordenadas de tu gran closet. Extraño tu voz, extraño tus chistes pervertidos sin sentido, extraño tus ideas locas, te extraño a ti Taka... A ti y sólo a ti. Quiero agradecerte por los grandes momentos que vivimos juntos, tanto como banda y como pareja, fueron los mejores años de mi vida—un ladrido había interrumpido el discurso de Tanabe, sacandole una pequeña sonrisa.—Koron vino a verte también, y no sabes como te extraña el maldito. Realmente espero poder reunirnos pronto y volver a besar esos suaves labios que tenías, espero ver tu sonrisa, espero ver tus ojos, espero verte... Te amo Ruki...

 


Dos años después, tuve un encuentro con Tanabe Yutaka. Su último pensamiento fue: Ruki, ya voy a verte.

Notas finales:

Bueno...

Eso es todo, creo que queda claro quien es el narrador y si no es así pues...

El narrador es la muerte.

 

Ahora sí, sientanse libres de dar sus sinceras opiniones, mentarme la madre o decir que es un asco(???). Todo sera aceptado.

 

 

Gracias por leer.


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