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Mi destino, tu destino por chrome schiffer

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Notas del fanfic:

Primer cambiaformas que hago, aunque hace mucho que tenía ganas de escribir uno, y la convocatoria me dio el empujoncito(?) xD Espero que les guste <3

Fic que participa en la convocatoria del mes de Febrero de la página AoKise Lovers  ๑x07;wx06;๑

El Alfa de la Manada de lobos del Este de Tokio es todo lo que quienes pertenecen a la misma, esperan de un líder. Es el más fuerte a pesar de los años que sin vergüenza alguna ostenta. Es audaz y muy inteligente, cualidades que complementan perfectamente a la fuerza física, pues no todas las batallas se ganan con fuerza bruta, así la mayoría de las manadas se rijan por ese pensar. El hombre es jovial y siempre está dispuesto a escuchar a los miembros de la manada para buscar soluciones, lo que no debería ser algo del otro mundo ya que la manada es tu familia, así ésta tenga 10 miembros o 100; mas no está demás mencionarlo.  Presenta capacidades fuertes para sobrevivir y proteger, lo que lo hace confiable y sobretodo, respetado.

Éstas y otras más son cualidades que todo Alfa debería poseer, pero el decir esto no quiere decir que todos los Alfas sean de esa manera, es más, puede que haya algunos que sean totalmente lo opuesto, como, por ejemplo: Aomine Daiki, Alfa hijo del líder de la Manada del Este de Tokio.

—¿Dónde está mi hijo? —la pregunta del Alfa Aomine a los presentes en el lugar, provocó un murmullo general que no auguraba nada bueno.

—Se fue, Alfa. Dijo que no le interesaba lo que sea que tuviera que decir porque, estoy aburrido de escuchar al viejo decir la misma mierda de siempre. —contestó su estratega, Imayoshi Shoichi, con una sonrisa algo divertida en su tez.

—Ese muchacho… —se quejó en un murmullo sin ganas, el segundo al mando, Kagami Tora. No era la primera ni sería la última vez que Daiki faltaba y se desligaba de los asuntos de la manada y sinceramente, tanto él como el líder, no sabían ya qué hacer.

—Está bien. —el hombre mayor suspiró, mientras con una de sus grandes manos frotaba el puente de su nariz, pidiéndole a quien fuera que le escuchara, paciencia, una que su hijo parecía estar agotando irremediablemente—. Taiga, infórmale en cuanto lo veas, sobre la misión que vinimos a discutir el día de hoy.

—Por supuesto, Alfa —contestó el mencionado, maldiciendo en su interior a su amigo. Entendía cómo era la vida de Aomine y sabía que ser el nuevo líder de la manada no era algo que quisiera, pero tampoco era algo que simplemente pudiera rechazar; era el hijo del líder y su lugar es tomar el puesto cuando éste dimita. Lo mismo pasaría con él mismo, su padre como segundo al mando también pensaba retirarse y dejarle su lugar, algo para lo que estaba preparado, es más, lo deseaba, pues contrario al idiota que tenía por amigo, él era totalmente feliz en la manada y todavía más desde que encontró a su compañero, a su destino, a su amor.

Y es que, para nadie en la Manada del Este de Tokio era un secreto la actitud cuestionable de quien se supone, sería su próximo líder. Aomine Daiki no era alguien a quien muchos quisieran, para ser más precisos, ni siquiera lo respetaban y eso al moreno le importaba un carajo. La manada reprochaba terriblemente su actitud arrogante, soberbia, egocéntrica y grosera. Cuestionaban continuamente su falta de interés por la manada que sería suya, su falta de respeto ante la jerarquía y su constante actitud libertina y buscapleitos.

Aomine tiene muy poca paciencia, posee un temperamento muy voluble a pesar de parecer una persona muy despreocupada y tranquila, basta cualquier pequeña cosa para que acabara agrediendo físicamente a quien fuera el pobre idiota que se le cruzara.

Tiene ya 25 años y no piensa ni pretende realmente, sentar cabeza. El moreno ama su libertad y le jode muchísimo el tener que ser parte de una manada, si por él fuera, sería un lobo solitario, para hacer lo que le saliera de los huevos, aunque no es cómo si no lo hiciera ya. No quiere ser el siguiente líder de la Manada del Este, porque sencillamente él no tiene madera de líder, no hay nada más que ver su actitud ante la vida, la cual consiste en pasársela entre peleas sin sentido, camas ajenas y vagancia.

Sin embargo, tanto como ama su vida libre de toda responsabilidad, ama todavía más a su familia, aunque no es de los que lo demostraban con palabras, bueno, tampoco de los que lo demostraba con acciones; pero el punto era ese, ama más a su padre y a su madre y sabe que tarde o temprano tiene que dejar su inmadurez y hacerse cargo de la manada. Manada cuyos miembros le temen. No lo respetan, pero le temen y eso para Aomine está de puta madre ¿Quién quiere respeto cuando con su fuerza superior y aura dominante puede conseguir que los demás se caguen en los pantalones sin siquiera mover un dedo? El respeto está excesivamente sobrevalorado.

.

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—¿En serio vas a seguir tirándome mierda sobre tu compañero, hermano? —cuestionó después de darle un muy largo trago a la cerveza en su mano, con tono irritado y el ceño profundamente fruncido.

Ahora mismo, se encontraba en el bar al que iba con regularidad, despotricando una y otra vez contra el idiota que tenía al lado, su por desgracia, mejor amigo, Kagami Taiga.

—No es mierda, imbécil. Cuanto daría para verte cuando encuentres a tu compañero o compañera, te tragarás cada maldita palabra que sueltas sin consideración. —el pelirrojo refutó, pensando que estar recientemente acoplado con un omega precioso, que además, poseía los ojos celestes más hermosos que hubiera visto en su vida, podía estar exasperando demás a su amigo.

Para Kagami no era un secreto que Aomine no creía en el destino y por lo mismo, no quería encontrar a quien ese mismo destino hubiera decidido por su propia cuenta, era el ideal para él. El moreno estaba muy contento con su vida de soltero, sin responsabilidades y con su para nada despreciable, larga lista de conquistas, gracias.

El pelirrojo podía aceptar que sí, de pronto estaba siendo un poco demasiado insistente con el tema de su recién acoplamiento, pero es que estaba feliz. Se sentía en una nube, porque todo lo que las historias decían sobre el tema, era cierto. Ahora que tenía a Tetsuya en su vida, no sabía cómo vivir sin él a su lado, y esperaba que su compañero de copas de esa tarde, no se estrellara contra el pavimento y se mordiera la lengua cuando su destino apareciese ante él.

Bueno, la verdad sí que quería estar en primera fila cuando eso pasara, porque la venganza era una perra.

—Ajá, como sea —desestimó con fastidio las palabras del otro, y pretendiendo ya acabar con la perorata del pelirrojo, cambió de tema—. ¿Para qué era la reunión de la mañana? —No era un tema que le interesara, sin embargo, era mucho mejor que seguir escuchando pendejadas de acoplamientos y demás.

—Tenemos que irnos hacia la Manada del Sur en un par de días, de eso nos habló el Alfa esta mañana. —informó ceñudo, Kagami, antes de beber un trago de su cerveza—. Parece que hay un aquelarre de vampiros que está causando bastantes problemas en su territorio y el Alfa de allí pidió ayuda al nuestro.

—Pues menudos inútiles han de ser para no poder hacerse cargo de esos asquerosos chupasangre— escupió con burla el moreno, mientras veía sin disimulo alguno a la bella rubia que acababa de pasar guiñándole un ojo, coqueta. Pensando en que ya tenía con quien pasarla esa noche.

—Es una manada pequeña, no es tan grande como la de nosotros, Ahomine. Y por el bien del acuerdo entre nosotros, el Alfa decidió que enviaría a algunos de nosotros para ayudar a eliminar la plaga.

—Ajá, iré. Nadie ha dicho que no. Patear algunos de esos culos pálidos no estaría mal, me sirve para liberar estrés —soltó desinteresadamente, e internamente emocionado por ir a usar sus garras y hocico contra algunos chupasangres de los cojones.

—Bien entonces. —Kagami se puso de pie, empinándose de un solo trago el amargo líquido que todavía le quedaba en la botella, estrellándola sobre la barra al terminar—. Me voy porque Kuroko me está esperando y de seguro en la cama. Suerte con la rubia fea. —terminó despidiéndose, aguantándose la carcajada que le provocó la molesta expresión del otro al mencionarle que se iría a casa y no precisamente a dormir. Y todos podían decir misa, pero a pasar de que el sexo no era lo mejor de estar acoplado, sí que era lo segundo. Oh, rayos, sí.

.

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Para Daiki el día de su partida a la Manada del Sur llegó, no sin antes aguantarse la ira de su padre, de su Alfa, por su inasistencia a la reunión. Aomine estaba seguro que su padre estaba ya hasta los cojones de su actitud y si era sincero consigo mismo, no le extrañaba, su padre había tenido ya bastante paciencia. Sin embargo, eso no quería decir que su actitud cambiaria, ah no, eso sí que no, pues así como se la sudaba antes, se la sudaba ahora también.

O bueno, eso hasta que su padre le rompiera los huevos, que podía, y aunque le jodía, si había alguien más fuerte que él en la manada, ese era su padre.

El viaje hasta el lugar fue largo, así que cuando todos los enviados llegaron al lugar, se estiraron como si de felinos se tratara, aunque su línea animal estuviera más cercana a los caninos.

Caminaron hasta la ubicación de la manada, la cual conocían con anterioridad y al llegar, fueron recibidos por un omega rubio bastante impresionante, si es que les preguntaban a los recién llegados. Y si, incluyendo a Kagami y los demás ya acoplados, pues ya tener a su pareja, no les impedía reconocer cuando un hombre es atractivo.

—Mi nombre es Kise Ryouta, miembro de la Manada del Sur. Mi Alfa les da la bienvenida y las gracias por su pronta presencia. —dijo cordial aquel hombre y todos asintieron en agradecimiento y acuerdo. Todos menos Aomine Daiki, pues éste estaba más interesado en bufar mientras pretendía quizá, hacerle hoyos con la mirada a la cabeza del rubio.

Aomine estaba tenso, terriblemente tenso y malhumorado porque apenas llegar sintió el aroma más delicioso que había percibido nunca antes. Además estaba el estremecimiento que recorrió su cuerpo entero, terminando fijado en mayor medida en su polla, al estar de pie al frente del más caliente, sexy y follable rubio que había visto en su jodida vida. Y si para rematar le sumaba que su lobo interno estaba aullando y aruñando su interior por salir, excitado, contento; podida decirse que estaba jodido. Sí, muy jodido, porque aquel espécimen era su compañero, lo sintió, lo supo de alguna maldita manera y eso era perfecto, malditamente perfecto, nótese el sarcasmo.

De camino al lugar donde se reunirían con el Alfa para más información y las medidas que tomarían ya que ellos estaban allí, el peliazul se ocupó en devorar con la mirada el muy redondo y firme culo que oscilaba de un lado al otro mientras el rubio caminaba frente a él, pensando que esto sencillamente no podía ser cierto. Eso no podía estar pasándole a él y estaba que se cagaba en la puta por su suerte de mierda, mejor, estaba que se cagaba en el destino por ser tan hijo de perra.

Él no quería un compañero, no se ataría.

—Tienes que dejar de gruñir e intentar agujerearlo con la mirada, Ahomine. —la voz de Kagami sacó al moreno por un momento de su observación, logrando que desviara la mirada para ver a los irises rojos ajenos.

—No es con los ojos con lo que quiero agujerearlo, si me preguntas. —gruñó con la lujuria saliéndose sin impedimento en cada sílaba pronunciada y por cada poro de su piel, pero con el ceño profundamente fruncido y las manos en puños.

—Pues no sería el primer rubio al que te follas, así que puede que lo consigas, campeón. —burla se escuchó en la voz del pelirrojo, al tiempo que golpeaba con su puño el brazo ajeno. <Aunque por lo menos espera a que terminemos con la misión primero.> Concluyó en su mente.

Más la reacción de su mejor amigo lo desconcertó un poco, pues no solamente no reaccionó a su pulla, sino que su cara de haber chupado un limón no se le quitaba, lo que era bastante cómico pues estar devorándose a alguien con la mirada, exudando tanta lujuria que era casi palpable, y aun así sentir que lo que quería en realidad era desaparecer de golpe al hombre frente a su vista; era muy contradictorio.

—No debí venir, Kagami. Esto va a ser un desastre, un completo desastre.

El pelirrojo no podía decir qué era lo que se le estaba pasando a su mejor amigo por la cabeza mientras éste se alejaba tan rápido del lugar después de soltar tales palabras, como si todos allí tuvieran pulgas, no, como si el rubio aquel, las tuviera.

—No puede ser… joder… —juró Kagami después de un tiempo de reflexión. No quería pensar lo que estaba pensando pero y si… ¿Y si el mal humor de Aomine era porque ese rubio era su pareja, su compañero? No era tan descabellado, no si se ponía a pensar en la reacción tan terriblemente evidente que tuvo el moreno—. Esta misión va a ser interesante, oh, sí.

 

La reunión terminó, quedando en que en esas instancias lo mejor sería atacar ellos y cogerlos por sorpresa, antes de esperar ser atacados y ser los sorprendidos. Por lo mismo, planearon atacar el aquelarre en treinta y seis horas. Al mediodía, hora del día en el que los vampiros serían más vulnerables. Por ahora, Aomine y sus acompañantes, iban a descansar, algo que el peliazul no creía poder hacer, no cuando al regresar después de un largo paseo por el bosque del lugar, lo recibió el olor dulce y picante que el adonis rubio expelía.

—Hey, tú —Kise llamó a aquel que se había ido a la mitad de la reunión y que ya siendo muy tarde en la noche, todavía no llegaba, hasta ahora, claro—. Sígueme. Ya todos están ubicados y es necesario que descansen para estar en óptimas condiciones el día del ataque.

El Alfa frunció su ceño al escucharle, pues ese idiota ni siquiera se había tomado la molestia de mirarlo a la cara, como si le estuviera hablando a un árbol. ¿Acaso no sentía lo que él mismo sentía? ¿Acaso su presencia no le provocaba nada?

—No es “hey, tú”, es Alfa Aomine ¿Qué acaso el líder de esta manada no les ha enseñado a los miembros, su lugar? No es manera de dirigirte a alguien de un rango superior, rubia omega. —su tono y palabras fueron dichas con toda la intención de agredir, su molestia saliéndole por la boca.

Pero era estúpido, bastante estúpido que Aomine sintiera su orgullo herido, pues no podía concebir que el rubio ni siquiera se estremeciera ante su presencia, cuando él mismo sentía que las manos le picaban por tocar el cuerpo ajeno. Cuando sentía a su lobo aullar enojado porque tenía a su pareja enfrente y no hacía nada para reclamarla como debía ser.

—El Alfa Aomine es el líder de la Manada del Este, si mal no tengo entendido —Kise respondió sin inmutarse, aun cuando en su interior estaba sumamente enojado por el modo en que el otro le llamó. Sin embargo, sus ojos brillaban en desafío ante el hombre, magnífico hombre frente a él.

No había manera alguna en que Kise no supiera que ese hombre era su pareja destinada. Lo supo apenas llegaron, lo supo apenas lo vio, su lobo aulló y se removió excitado, haciendo al humano estremecerse. Pero toda la alegría por haber encontrado a su compañero se vio opacada y enterrada en el momento en que vio la clara molestia en el más alto. Molestia que ahora mismo olía en todo el aire, mezclada con excitación.

—¿Te crees muy gracioso? Porque no lo eres —. Soltó bruscamente el moreno mientras se acercaba amenazante al rubio. Sus ojos azules centellando en ira, en enojo por sentirse desafiado por un omega, su omega.

Los hombres lobos son naturalmente posesivos con sus compañeros y si son desafiados por estos, esa posesividad aumenta varias veces y sienten una necesidad incontrolable de reclamar a sus parejas para demostrar su dominancia.

Y Aomine se debatió muy duramente en que no podía estrellar al rubio contra un árbol y cerrarle la boca con la propia para que aprendiera modales y se callara, porque sencillamente él no quería tener nada que ver con aquel hombre, con aquel hermoso y perfecto hombre.

—Solo digo la verdad y si no te gusta o hiere tu orgullo de mierda, no es algo que me interese —espetó Kise, molesto también. Haciéndole frente y no retrocediendo ante la clara supremacía ajena.

Porque bueno, él no era un omega muy dócil, la verdad. En su manada vivían diciéndole que era un omega con complejo de Alfa, porque no tenía la sumisión innata de todo omega en su ser.

Kise Ryouta es un omega divertido, alegre y relajado la mayoría del tiempo, pero también es atrevido, insolente y muy vivaz. Tiene algunos problemas con respecto a la autoridad porque no se siente menos que nadie por ser un omega, y lo deja bien en claro cuando se ve menospreciado. Le molesta muchísimo la gente arrogante y crecida, pues piensa que la mayoría actúan así porque son inseguros y buscan esconder dichas inseguridades en una máscara de vano orgullo.

Entonces, cuando Kise vio a Aomine Daiki y supo que era su pareja destinada, su compañero, no podía creer la suerte que tenía. Aomine era todo lo que hubiera querido en su pareja y más. Era el hombre más atractivo y sexy que había visto, con un cuerpo que aún bajo la ropa le provocaba lamer y adorar. Despedía un aura dominante que contrario a molestarle, como sería lo usual; le atraía terriblemente. Quería sentir esos fuertes brazos a su alrededor, deseaba esos labios sobre los suyos, devorándolo. Quería sentirse suyo y sentirlo suyo también, quería marcarlo y ser marcado por aquel, quería… demasiado.

Pero no tuvo que pasar mucho para darse cuenta que todo aquello que odiaba, su compañero lo tenía en cantidades industriales.

Aun así, Kise no puede evitar sentirse dolido porque sabe por la actitud del moreno que éste no está contento con que él sea su compañero, está herido y enojado. Por lo mismo lo desafía, lo reta y no se rinde ante sus 196 centímetros de estatura, contrastados con sus nada despreciables 182.

Odia en esos momentos los centímetros que le hacen falta, porque es injusto tener que echar su cabeza hacia atrás para poder mirar al-que-no-quiere-tenerlo-como-compañero a la cara. Odia que aquel haya logrado acorralarlo contra un árbol por un descuido suyo, cercándolo con ambos brazos ubicados en los lados de su cabeza. Odia que Aomine esté tan absurdamente cerca, porque su aroma lo está mareando, lo está haciendo casi jadear ante la necesidad de pedirle que lo acepte, algo que, por supuesto no hará, tiene orgullo y no suplicará, aunque su lobo aúlle y de vueltas en su interior enojado, triste.

—Pequeño insolente, sólo cierra la boca y deja de estar soltando basura —ladró, Aomine. Sus cuerpos friccionándose, sin ningún espacio que los separara, pues, aunque Kise y sus brazos fuertes contra el pecho ajeno, lo mantienen alejado, no será por mucho. Sabe que no podrá a la larga, hacerle frente a la fuerza superior que el Alfa tiene, maldita sea.

—¿Por qué no mejor te callas tú? Al parecer a alguien le gusta oírse hablar, ¿No es así? —lo incitó Kise. Negándose a flaquear, negándose a desviar la mirada.

Los hombres lobo podían oler los sutiles cambios en el aroma de otros y Kise estaba embriagado en la clara ira de Aomine, pero también embriagado de su lujuria y deseo por él.

Kise olía todo aquello en el contrario, y sabía que Aomine podía oler lo mismo en él.

—Oh, pero claro que me gusta, pero no tanto como la tuya, bebé —el más alto declaró con voz ronca y seductora en el oído ajeno, después de replantearse en unos cuantos segundos que enojarse no le estaba resultando. Ver el desafío y el reto en los ojos dorados ajenos, le excitó como el infierno, aquel que supuestamente era su compañero, necesitaba aprender modales y él estaría tan, pero tan malditamente dispuesto a enseñárselos, y sobe una superficie plana, si era posible.

Kise se vio por un momento desconcertado ante el cambio de actitud y por ello mismo permitió que un fuerte sonrojo adornara sus mejillas. Por suerte, evitó dejar salir el jadeo que las palabras ajenas provocaron en su interior. ¡Diablos, esa voz era un pecado! ¡El maldito estaba jugando sucio!

—Oh ¿en serio? —Kise casi ronroneó. Dos podían jugar a ese juego. Oh, claro que sí—. Dime, Aomine… ¿Qué se siente tener a tu compañero entre tus brazos? ¿Qué se siente saber que me encontraste?

Aomine dejó salir un gruñido, más animal que humano, porque ese desgraciado había bajado su tono un par de octavas y además se había atrevido a murmurar todo aquello rozándole los labios.

—¿Qué se siente saber que no te quiero? —Kise no sabe de dónde salió esa pregunta, pero supone que salió de su interior herido y no se arrepiente, más sí se sorprende por las siguientes acciones del más alto.

Aomine retiró las manos que estaban en el árbol y aprisionó las caderas ajenas en un movimiento instantáneo. Imponerse sobre el cuerpo en frente y gruñir un <Mientes>  que no salió de su boca, fue instintivo. Atacar la boca ajena también lo fue, además de un error, o eso quisiera decir. Los labios de su rubia pareja destinada eran ambrosia pura, y ahora que lo asaltaba con ansiedad y deseo, deslizando su lengua en el interior de aquella boca en busca de más contacto, más glorioso roce; sabía que ya no podía renunciar a ellos, era imposible.

Kise no sabe a qué está jugando, no sabe por qué tuvo que haber rozado sus labios con los ajenos mientras lo desafiaba, pero supo en el instante en que Aomine lo retuvo y lo besó, que no se arrepentía. Estaba dolido, sí, pero no había una mísera forma en que no pudiera disfrutar de la boca caliente y ruda que le besaba.

El beso fue demandante y hasta brusco. De parte de Aomine con la intención de dominar y borrar el no te quiero dicho por Kise y Kise lo recibió y respondió con agrado, con la misma determinación y hasta feliz, porque su compañero perdió los estribos y el detonante fueron esas tres palabras que en realidad eran todo lo contrario a lo que sentía.

No obstante, el oxígeno se hizo presente y el beso tuvo que terminar después de unos minutos con ambos deseando más. Más besos, más contacto, menos ropa…

Aomine lamió los labios ajenos con suavidad, todo lo contrario a lo rudo que fue en el beso y gruñó, amando como se sentían las manos de Kise en su cabello, que no sabe en qué momento llegaron a parar allí. Cerró los ojos y apoyó su frente en a ajena porque estaba mareado, sentía que toda la sangre había abandonado su cabeza, para instalarse permanentemente en su pene.

—Aominecchi…

—Kise….

Ambos pronunciaron el nombre ajeno y no pudieron más que morderse el labio inferior con desconcierto ¿Cómo había cambiado todo tan drásticamente? Hace solo unos minutos estaban que se mataban con la mirada y ahora, ahora era raro, pero agradable.

—Oh, pero que repugnante escena de bienvenida nos regalan estos perros —soltó con asco una voz que cortó cualquier cosa que ambos estuvieran a punto de decir, logrando que Aomine se diera la vuelta para estar de frente al dueño de aquella silvina voz, posicionándose frente a Kise por instinto, buscando su protección.

Y le fue imposible no blasfemar ante el escenario que en frente se le presentaba. Había estado tan concentrado en Kise y la inminente y satisfactoria conexión que se suscitó entre ambos al tenerlo tan malditamente cerca, que no olfateó a los por lo menos veinte vampiros que tenían en frente. Era un imbécil.

—Kise, ve y avisa a los demás que tenemos compañía —ordenó el más alto, en pose defensora y sin despegar ni un segundo la vista de en frente­—. Yo los entretendré mientras vuelves.

—No, no me voy a ir y dejarte solo —Sin embargo, Kise no tenía la mínima intención de obedecer. No solamente porque no le gustaba que lo mandaran, sino porque no podía dejar a su pareja solo, la pareja que ni al él ni a su lobo se les olvidaba que no los quería, pero aún así…

No había nada más que ver a Aomine para saber que era un Alfa fuerte, poderoso. Pero eran veinte vampiros contra uno solo y por muy hábil que Aomine fuera, no saldría bien librado del encuentro y Kise no quería verlo herido.

—Pelearé contigo, soy fuerte y muy ágil —informó Kise al moreno—. Podremos hacerlo, Aominecchi… Confía en mí.

Aomine no sabía qué hacer. Estaba molesto porque Kise no obedeció su orden, pero más allá de eso estaba preocupado porque con el rubio a su lado no podría concentrarse en la pelea, estaría pendiente de aquel y su bienestar, lo que evidentemente le distraería.

Mas no tuvo otra opción que asentir ante la terca y determinada mirada dorada, la que le dejaba en claro que no se iría a ninguna jodida parte.

—Tú… tienes que aprender a obedecer, bebé —murmuró el moreno, mirando de reojo a Kise con severidad, pero con un brillo de diversión en sus ojos azules.

—¿Y tú me vas a enseñar? —Kise no quería, de verdad que no quería ilusionarse porque el que el peliazul estuviera siendo algo así como amable con él en ese momento, no quería decir que ahora lo quisiera con él, a su lado, como el destino lo había dictado; pero quizá después del enfrentamiento, todo resultara a su favor, quizá.

Aomine no respondió a su pregunta, pero el gruñido y la dilatación de sus irises le dejaron claro que la idea no le había parecido mal y eso tuvo a su lobo casi saltando de alegría en su interior. Algo que le permitiría ya que el humano no estaba en condiciones de ponerse a tontear, y menos cuando el que parecía el líder de ese pequeño ejército de vampiros, avanzó para atacarlo.

—¡Oh, mierda! —Kise bufó sobresaltándose ante el repentino ataque, odiaba que los hijos de puta fueran tan condenadamente rápidos.

Sin embargo, lo que provocó su exabrupto fue el rugido estruendoso que se escuchó, y solo un par de segundos después, el estar en presencia del lobo negro de ojos rojo brillante, más hermoso y enorme que había visto en sus 20 años de vida. No tuvo duda alguna de que ese era Aomine, defendiéndolo, y sus doradas pupilas simplemente no podían apartarse de él. Si Aomine en persona intimidaba y provocaba respeto, en su forma de lobo era simplemente otro nivel.

Aunque claro, no pudo evitar fruncir un poco su ceño porque, bueno, Aomine era mucho más grande que él en su forma de lobo y eso lo hizo sentirse inferior, algo que por ser un omega tendría que ser más que normal, pero para él no lo era, aunque en esos momentos no debía estar pensando en eso, había cosas más urgentes que atender.

Kise se transformó en un lobo amarillo muy pálido, viéndose su pelaje prácticamente blanco a la luz del sol, con los ojos azul mar y evidentemente, más pequeño que el Alfa a su lado.

Se paró al lado del lobo negro dispuesto a no dejarse opacar y luchar con ferocidad.

Pero la pelea resultó ser difícil, sobretodo porque los vampiros lo que no tenían en fuerza, lo tenían en velocidad y precisión al momento de causar daño, y aunque en un principio ambos estaban encargándose de los chupasangre con una agilidad y coordinación que resultaba casi divertida, todo se torció cuando en el momento en el que Aomine estaba apretando con sus fauces la garganta de uno de los atacantes, mientras bufaba por la nariz y sus ojos rojos miraban a dos más que se acercaban desde su flanco izquierdo; se escuchó el aullido lastimero de un lobo.

Kise era fuerte para ser un omega, y era algo de lo que estaba muy orgulloso, no en vano ha trabajado tanto para que dejen de categorizarlo, de minimizarlo. Pero su agilidad y fuerza no sirvió cuando le atacaron tres al mismo tiempo, logrando herirlo en su lomo y costado derecho.

Las afiladas garras de los vampiros y un par de mordidas le habían hecho un daño considerable, sin embargo, no está en su ser el rendirse, por lo que con su hocico tomó a uno de los vampiros que le atacaban y lo mordió desgarrando la carne que a su alcance estaba, dejándolo caer muerto segundos después.

—¡¡Acaben con los perros, acábenlos ya antes de que vengan más!! —la voz de un vampiro resonó en el bosque, pero lo que pudo decir después no fue posible debido al lobo negro que de un zarpazo lo degolló.

Aomine corrió hacia Kise como si su vida dependiera de ello, de hecho, lo hacía. Darse cuenta de que necesitaba a Kise a su lado por el resto de su vida cuando éste había sido herido, pero aun así manteniéndose en sus cuatro patas sin intención de retroceder, lo hizo ver rojo y en menos de un parpadeo, terminó con los vampiros que hirieron al rubio, los últimos que quedaban.

Kise aulló en agradecimiento antes de acercar su hocico al cuello ajeno y propinar una caricia moviendo la cabeza, y Aomine deseó haberse vinculado con él en el instante en el que lo vio y supo que era su compañero; así podrían comunicarse por medio de sus mentes.

Aomine movió su hocico devolviendo la caricia y sacó su lengua para lamer al hermoso lobo blanco que tenía en frente, sintiendo una abrumadora necesidad de poseerlo y hacerlo suyo, formando así por fin, el vínculo que los uniría de por vida hasta la muerte de cualquiera de los dos.

El que Aomine quería reclamarlo no fue difícil de saber para Kise, no cuando el lobo negro estaba más que inquieto y mordía su garganta con necesidad, y sintiendo que su cuerpo mejoraba de a poco -aunque no lo suficientemente rápido, si le preguntaban- comenzó a correr con rumbo hacia la manada, siendo seguido inmediatamente por el lobo negro.

Kise se detuvo frente a la puerta de una de las casas y con solo empujarla logró entrar, pero fue todo lo que pudo hacer, ya que fue derribado por un enorme peso y lo único que sus ojos azules de lobo veían, era a esos ojos escarlata que pretendían consumirlo.

Propinándole una mordida en el hocico, salió de debajo del lobo negro y gruñendo rumbo a su habitación, volvió a su forma humana, a su muy desnuda forma humana.

—Mío —la grave voz de Aomine detrás suyo, le hizo saber al rubio que éste ya había cambiado también y ya no había espera, pero…

—Aominecchi yo… no soy tu-

—Cállate, Kise. Lo eres, eres mío, tu cuerpo es mío, tu amor es mío, todo tú me pertenece —afirmó Aomine pegando su cuerpo al ajeno, tomándolo con posesividad de las caderas, sintiendo por primera vez la textura suave de la piel pálida de su compañero y amando la sensación.

—No… no me calles —Kise respondió y se maldijo por su titubeo. Pero es que no podía dejar que se creara el vínculo sin saber porque Aomine lo había rechazado no más verlo, necesitaba saber—. Me rechazaste, no me querías… t-

—Tenía miedo ¿sí? —lo interrumpió—. Nunca me había sentido así por alguien en toda mi vida. Y sinceramente, estoy absolutamente acojonado —murmuró pegándose todavía más al cuerpo ajeno, si es que eso era posible. Zafiros viendo dorada miel, queriendo hacerle entender sin palabras que lo necesitaba que entendiera. Porque por muy necesitado que estuviera ahora de reclamarlo y formar el vínculo, si Kise decía no, no era honorable obligarlo, y no lo haría.

—Pero…

—Lo único que yo sé es que no puedo sacarte de mi cabeza desde que te vi. Muero por saberte tendido en mi cama para hacerte mío. Quiero conocer tu olor, tu sabor, tu tacto. Quiero conocerlo todo de ti —. susurró Aomine sobre los labios ajenos, mientras recorría con las manos la espalda baja de Kise, terminando por posicionarse en sus nalgas, apretándolas con fuerza y gruñendo ante la sensación de éstas entre sus manos.

Kise casi gimió ante esa confesión, porque lo era ¿verdad? Y pensó que estaba bien para él, que entendía lo que el ojiazul le decía, lo que le quitó un gran peso de encima. Era querido, Aomine sí lo quería, sólo que tenía miedo.

—Eres un idiota —Kise le mordió el labio inferior y por un momento, cuando se vio lanzado en la cama sin mucha delicadeza, tuvo miedo porque pensó que Aomine se había enojado por haberlo llamado idiota. Pero eso quedó fuera de su pensamiento al ver la mirada ajena, mirada que le hizo gemir de anticipación. Aomine le veía con hambre, con deseo y lujuria, pero había en sus ojos también, adoración y anhelo, una buena combinación si le preguntaban.

—Esa boca, bebé —gruñó Aomine, lamiéndole los labios, antes de dirigirse al albino cuello y rozar sus crecidos colmillos, rasgando ligeramente la piel de dicho lugar—. Tan dulce, pero tan impertinente.

Kise no dijo nada y Aomine no añadió nada más. Por unos segundos la respiración que salía de la boca de Kise, Aomine la tomaba como su propio respiro. Cada inspiración que tomaban, venía del otro.

Pero el tiempo de espera simplemente terminó para el Alfa y se dedicó exclusivamente a venerar y dejar su olor impregnado en la piel del hombre bajo suyo, con besos, lamidas, succiones y mordidas aquí y allá. Sus manos recorrían cada tramo de piel y con cada centímetro que avanzaba, sentía ya la adicción a esta.

Kise era perfecto, perfecto para él.

—Aominecchi… deja de jugar… —Kise se sentía en el borde de la locura y la desesperación, pues Aomine había llegado a su ingle y había evitado deliberadamente su pene ya erecto. Lo había pasado por alto y en ese momento estaba ocupado en marcar y acariciar la cara interna de sus muslos.

—Pídelo como debe ser —Exigió el moreno, acercando su rostro a la ingle ajena, para aspirar y llenarse del picante y dulce aroma de Kise, mientras separaba ambas piernas firmes con las manos, dejando a la vista la muy rosada y palpitante entrada al paraíso.

—Métetelo a la boca… ngh… —Kise gimió, antes de soltar un pequeño grito provocado por la mordida en su muslo, en amonestación—. Por favor, por favor, ya chúpamela, por favor…

El ruego y las manos apretando al punto de ser casi doloroso en el cabello azul, surtieron efecto, pues Aomine no perdió tiempo y se comió el pene que ya rezumaba líquido preseminal. Lamió y chupó con hambre, pero con la precisión en el lugar adecuado para hacer al rubio delirar, como si fuera un experto en la materia.

Aomine no despegó sus ojos del cuerpo que se removía y temblaba con satisfacción bajo su toque, logrando que gruñera en su interior porque lo que veía le gustaba. Estaba satisfaciendo a su pareja y eso más que su propia satisfacción, a su lobo le encantó como el infierno.

Una de las morenas manos se ocupaba ahora de subir y bajar por el eje que, con cada caricia, se ponía más húmedo, a la vez que llevaba la boca y tomaba con ella la bolsa de suave piel bajo el pene de Kise, dándole atención y riendo en un momento dado cuando un muy fuerte jalón en su pelo le avisó segundos antes, lo que la boca ajena gritó acompañada de una maldición.

Y Aomine tomó en su boca todo lo que Kise le dio, sin dejar nada.

Kise respiraba con dificultad y soltaba gemidos de satisfacción que Aomine erguido en sus rodillas, admiraba con fascinación. Kise sobre una cama, después de un orgasmo, con su cabello hecho un caos al igual que su respiración, además de tener toda la piel adornada de chupones y marcas hechas por su boca, era lo más jodidamente erótico de la vida.

Y esa visión era solo suya, le pertenecería a Aomine, esa y las muchas que vendrán en adelante; para toda la vida.

—Lubricante ¿Tienes? —Aomine estaba sufriendo terriblemente de un dolor de huevos que ya no estaba dispuesto a soportar, necesitaba con urgencia sentir el agujero de Kise rodearlo y joderlo como se merecía.

Kise aun con los espasmos propios de su orgasmo y con sus piernas como gelatina, se dio la vuelta quedando boca abajo y con uno de sus brazos abrió el cajón de la mesa de noche, rebuscó el tubo que tenía allí para sus noches en soledad. Mas no pudo dar la vuelta de nuevo y entregárselo al más alto porque este se puso tras él, tomando su cintura y de un solo movimiento, levantando su trasero, dejándolo al aire, quitándole luego el lubricante de su mano.

—Aom- ¿Qué?... ¡Oh mi Dios! Rayos… —Kise juró, apresando en puños las sábanas bajo él, con fuerza, porque mierda, Aomine había separado sus nalgas con ambas manos y había empezado a lamerle el ano con la lengua. Y Dios no lo quiera que se detuviera porque eso se sentía de maravilla, tanto que no empezar a gemir fue imposible.

—Oh, bebé, no sabes cómo me tienes —gruñó Aomine, irguiéndose en sus rodillas después de haberse prácticamente follado a Kise con la lengua, a la vez que le daba una cachetada al culo y casi corriéndose ante el jadeo erótico que salió del rubio, además de por el tono rojizo que de inmediato marcó la pálida piel de aquellas nalgas.

—Vamos, vamos… hazlo ya —más que una súplica, era una exigencia. Kise sentía palpitar su entrada y sentía que con tres dedos ya en su interior, era suficiente. Aomine resultó ser muy diferente a cómo pensaba. En su interior creí que el moreno lo tomaría sin tacto alguno, sobretodo porque era demasiado palpable la urgencia que éste tenía por reclamarlo. Pero el esmero y cuidado con que lo preparó, no se lo esperaba y jodidamente le encantó.

Pero ya había tenido suficiente, sus caderas se movían para encontrarse con los largos dedos que le profanaban y sentía que se correría de nuevo antes de que Aomine lo penetrara, algo que no quería hacer si el alto no estaba corriéndose en su interior, marcándolo.

Sin embargo, después de sacar sus dedos de la exquisita estrechez, y aun cuando el pene de Aomine dolía terriblemente, éste estaba ahora deslizando toda su extensión por toda la hendidura en medio del culo pálido de su pareja. Pasando por encima de su agujero y jadeando al ver cómo este parecía respirar ansioso.

—¡Deja de malditamente jugar y jódeme ya, maldita sea!

La paciencia de Kise se esfumó, y después de un gruñido de lo más caliente y sexy de boca de Aomine, que Kise no sabía si fue de enojo por haberle gritado o de excitación; el moreno se enterró hasta la empuñadura y jadeó fuerte al sentir la seda caliente que le comía.

Ambos se quedaron sin respiración por un momento, acostumbrándose al otro, asimilando la unión.

Kise no era virgen y Aomine mucho menos, pero para Kise había pasado un muy buen tiempo desde la última vez que tuvo sexo, por lo que eso y el tamaño de su compañero, le provocaron la quemadura usual en su entrada, pero el deseo y la ansiedad no le permitieron esperar mucho más, así que en el momento en que la estrechez de Kise apretó el pene de Aomine, este tomó ambas caderas con posesión y comenzó a embestir lentamente, aumentando paulatinamente la velocidad sin tregua ni pausa, deseando enterrarse tan profundo y hondo, tan fuerte y rápido como su cuerpo le pedía a gritos.

No tardó más de un par de arremetidas para encontrar la próstata de su compañero y de ahí en adelante todo fue gozo, desenfreno y éxtasis total para ambos.

Kise se retorcía, gemía y suplicaba por más, algo que Aomine no le negó en lo absoluto. Le embistió con fuerza y precisión, sosteniéndolo abajo con una de sus manos, mientras la otra se encargaba de masturbarlo al ritmo de sus embestidas.

—Oh, mierda… mierda… —resopló el más alto sintiendo que su orgasmo estaba cerca. Salió del cuerpo que lo acogía y le dio la vuelta para estar frente a frente, se metió en medio de aquellas piernas y le embistió de nuevo, lento, obteniendo como recompensa un muy fuerte grito con su nombre.

Llevó sus manos a las blancas ajenas que descansaban a los costados del rubio y las enlazó en un fuerte agarre.

—Ahh… Aominecchi ya… voy a… ¡Oh, Dios!

Aomine había aumentado la velocidad de las embestidas sin dejarlo terminar, pues ya sabía qué le diría y él mismo estaba igual. Golpeó una y otra, y otra, y otra vez la próstata del rubio y en cuanto Kise le mordió el cuello y se corrió en medio de ambos, el moreno clavó sus colmillos en la blanquecina piel, al tiempo que dejaba todo su semen en el muy caliente y estrecho interior del que ahora era su pareja.

Sintió de inmediato como el nudo de su pene se anclaba en la próstata de Kise, alargando todavía más para ambos, el inmenso placer y sencillamente se quedó allí, con su respiración hecha un caos y saboreando en su boca la dulzura que del cuello del rubio absorbió.

—Eres mío ahora, bebé, para siempre —declaró Aomine, sintiendo como su pene flácido salió del interior del rubio cuando el nudo cedió— Dilo.

—No… —Kise gimió al sentirse vacío. Sin embargo, el gruñido de Aomine lo instó a complacerlo.

—Tuyo, soy tuyo y tú eres mío, por siempre —declaró con un revuelto de emociones en su vientre y pecho. Estaba oficialmente acoplado con un Alfa de lo más egocéntrico e idiota, pero, podía lidiar perfectamente con ello, sí.

Aomine sonrió complacido y en total acuerdo con el rubio, besándolo en la boca con suavidad, y pensando que quizá podrían tener una segunda ronda, la cual por cierto se vio interrumpida por la entrada estruendosa de Kagami al lugar.

—¿Tú qué mierdas estás haciendo aquí, imbécil? —Kagami se dio cuenta que no podía haber entrado en un peor momento, pero la imagen que tenía frente a él, Aomine y el rubio con marcas de propiedad en el cuello y el olor a sexo que inundaba la habitación, lo puso a sonreír como todo un cretino.

—Así que sí era tu compañero —murmuró, para después caminar hacia la cama, pero siendo detenido al chocar con un muy desnudo Aomine.

—Cállate y fuera de aquí —le gruñó enojado, obstaculizando la vista del cuerpo desnudo de Kise con el propio—. Ni se te ocurra mirarlo, hijo de puta. Fuera, fuera de aquí.

—Relájate, Ahomine. Solo venía a avisar que hay una reunión urgente afuera, hay algunas mierdas allí afuera y creo que tú podrías explicarnos qué pasó —explicó, Kagami, pero sin dejar atrás la sonrisa de gilipollas que se cargaba, lo que logró exasperar muchísimo al moreno.

—Sí, como sea, pero lárgate.

—Si, si... pero, por cierto —Kagami se acercó y le palmeó la espalda con fuerza, antes de susurrarle—: bienvenido al club de lobos jodidamente acoplados. Te lo dije, te tragarías todas tus palabras, idiota.

Aomine gruñó, pero no dijo nada más porque Kagami de verdad estaba feliz por él, lo notaba. Así que lo vio salir y se volteó para ver al hombre cuyos labios tenían la evidencia de haber sido bien besado y cuyo cuerpo gritaba a los cuatro vientos haber sido bien jodido.

—Tengo que salir, tú y yo hablaremos en un momento —Kise asintió más que feliz. No tenía ni la mínima intención de ponerse de pie -aunque tal vez debería ya que él tuvo que ver con lo que pasó- estaba cansado y la vista que tenía del cuerpo de su pareja, totalmente desnudo en toda su gloria, no le disgustaba para nada.

Sin embargo, miró su cuerpo bajo la sábana que momentos después de llegar el pelirrojo, usó para tapar su desnudez. Notó las muchas marcas que tenía en su cuerpo, provocándole una sonrisa de satisfacción, Aomine al parecer era un hombre de hacer marcas y por él eso estaba bien.

—Menos mal que no sentiste la necesidad de orinar en mí —Kise soltó con aparente enojo a un Aomine que terminaba de vestirse.

—¿Acaso eso es una petición? —la respuesta del moreno le provocó una carcajada que echó por tierra todo su aparente enojo e indignación por el mapa que ahora parecía su piel. Lo que no era mucho problema teniendo en cuenta que era un lobo y aquellas marcas se desvanecerían en cuestión de unas cuantas horas. Todas, menos la mordedura de apareamiento, la cual permanecería unos días más, antes de tener que volver a marcarla.

Aunque si le preguntaban a Kise, diría que en unas horas más, tendría de nuevo la mordedura allí en su cuello, lo que no le molestaba, para nada.

—¡Oh por favor, no! Con éstas tengo suficiente —afirmó en medio de una sonrisa que iluminaba hasta los ojos.

—Bien. Kise yo…

—Uh-hu —lo cortó el rubio—. Eres mío y yo soy tuyo ¿Lo recuerdas? Lo demás es simple, todo estará bien.

No era propio de Aomine sentirse inseguro, pero sintió la necesidad de hacerle saber a Kise que lo quería y eso no se lo adjudicaba del todo al destino. En verdad lo quería y agradeció muchísimo que el rubio lo entendiera sin él tener que decirlo, las palabras definitivamente no eran lo suyo.

—Todo mío.

Concluyó el más alto, acercándose para robarle un beso y de paso un largo gemido a su pareja, antes de salir del lugar rumbo a reunirse con los demás, pensando que su concepción ante el destino era tan absurda, porque no había ninguna jodida manera en que no reclamara a su compañero cuando lo encontraba, no lo había y eso estuvo bien para él, malditamente bien.

Iba siendo hora de sentar cabeza, si, quizá.

FIN

  

Notas finales:

Eso fue todo, gracias por leer y llegar hasta aquí nwn <3


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