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Los gatos no escriben poesía por YumeRyusaki

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Notas del fanfic:

Cuando Juan Gabriel murió se hizo una especie de desafío de drabbles con sus canciones, escogí Abrázame muy fuerte, pero se convirtió en un shot por lo que no funcionó. Para subirlo al DIK lo extendí y quise darle un final menos abierto.

¿Qué más? Uh, bueno, traté de imitar la forma de expresarse de los chicos. Sobre todo de Aoi, según he visto, cuando se atora en un tema o no tiene algo que añadir simplemente comenta un “ya veo” y hace muchas pausas, ha sido un poco difícil OTL.

Sin más, pase a leer...

Notas del capitulo:

Más dulce que agrio, Isa, espero que te guste <33

Los gatos no escriben poesía
Yume Ryusaki



    El hombre se quedó de pie en el umbral, en silencio y sin levantar la cabeza, inmóvil como un maniquí.  Kai le palmeó el hombro para regresarle a tierra y recordarle que había tocado el timbre a la media noche, en medio de una tormenta, si no buscaba refugio, entonces debía ser algo más importante. El guitarrista apenas reaccionó, se notaba vacilante, con los hombros encorvados como si cargara el peso del mundo en ellos. Probablemente ni Atlas se vio tan cansado como él aparentaba en ese momento.

—Yuu, ¿pasa algo?

—Mis cigarrillos —susurró con voz temblorosa. De su cabello negro escurría agua, tenía la ropa empapada pegada a la piel, las manos estaban blancas y la yema de los dedos arrugados por tanto tiempo que debió estar bajo la lluvia, sin embargo, no parecía que fuera eso lo único que pasaba con él. La conmoción de  Aoi podía deberse a que estaba a punto de quebrarse o era todo culpa del frío; con lástima Kai tuvo que aceptar para sí mismo que la primera opción era indiscutible. Observó el perfil del guitarrista considerando sus opciones y esperando que continuara hablando. El agua que escurría del cabello se le metió en los ojos por lo que se sacudió con fuerza, la suficiente como para salpicar hasta la cara del baterista. El cardigán oscuro que le llegaba hasta las rodillas estaba también empapado, bajo los pies del guitarrista se había formado un pequeño charco, Kai se tomó un segundo para lamentarse lo que eso significaba para su pulcra alfombra e inmediatamente lo jaló del brazo hasta la sala, porque si esperaba de pie a que el guitarrista hablara, le saldrían canas. Cuando Kai dudó en invitarlo a sentarse, Aoi habló—: Mis cigarrillos están empapados —sacó de su bolsillo un paquete de cigarros de su marca favorita, estaban blandos como el cereal que se deja por mucho tiempo en la leche—. Quiero fumar.

Aoi torció la boca como si fuera una gran pérdida la que había sufrido, cuando Kai salió de su estupor, dio un paso adelante.

—Lo arreglaremos después. Acompáñame… —le tomó de la mano y lo guío al cuarto de baño, Aoi caminó detrás de él como si no tuviera voluntad. Kai no perdió detalle de sus expresiones que, a su parecer, la condición emocional del guitarrista no estaba nada bien. En todo ese tiempo Aoi no se había atrevido a levantar la mirada y, estaba seguro, no se debía a que sus pestañas estuvieran húmedas por la lluvia; no, más bien es que eran sus ojos los que se mostraban muertos y helados como el viento que golpeaba con inclemencia la ventana, sus preciosos ojos oscuros reflejaban las hemorragias provocadas por esas heridas internas e invisibles y que no se atrevía a mostrarle, aunque estas eran demasiado obvias—. Estás todo empapado, toma una ducha con agua tibia.

Mientras Kai trasteaba buscando lo necesario, Aoi permaneció de pie nuevamente en el umbral, la cajetilla de cigarros la mantenía en un puño cerca de su pecho y miraba sin ver lo que Kai hacía.

—Dame un cigarrillo.

Kai se giró. No, Aoi no estaba bien… Se acercó y cubrió con su palma el puño del guitarrista, con gentileza empezó a enderezar los dedos rígidos, uno por uno, hasta que logró quitarle el paquete.

»Yutaka, por favor, dame un cigarro —volvió a pedir. Kai sabía que por su carácter, sobre todo en momentos así, Aoi no era de los que entendía con razones, aun así lo intentó una vez más:

—Toma una ducha, cuando salgas, podrás fumar.

La voz que solía usar para calmar a sus sobrinos cuando lloraban, funcionó en Aoi también, Kai agradeció mentalmente la buena disposición del guitarrista para ser ayudado, después de todo, no había otro motivo por el cual acudiría a él pasada la media noche y con un tifón afuera. Kai salió cuando Aoi empezó a desnudarse sin importarle que él pudiera mirarle, en otro tiempo habría estado un poco cohibido.

Regresó al poco para dejarle un cambio de ropa, dudó entre prestarle o no un bóxer, sin embargo, recordó, debido a las giras no era la primera vez que compartían ropa interior y al final sería Aoi quien decidiría si los usaba o no. Cuando se marchaba escuchó un largo suspiro del guitarrista. Con ganas de imitar la acción, se talló los ojos y se apresuró a la cocina, esperaría a Aoi con una taza de café, con la opción de elegir una cerveza, y el cigarro prometido.

—Mi encendedor no funciona —el espacio libre del sofá a su lado se hundió con el peso del guitarrista.

Kai abrió los ojos y miró el reloj de pared, había pasado quince minutos y no lo había notado, al parecer había dormitado mientras esperaba a que Aoi saliera del baño. Se levantó para buscar un zippo y servir el café.

—Aquí tienes.

Tomó asiento y esperó pacientemente a que el veneno de la nicotina hiciera su efecto y calmara el deseo irreprimible de fumar del guitarrista. Parecía que iba a tomar tiempo, no solo para que Aoi terminara de fumar, sino para tratar el asunto de la visita tan tarde. Mentalmente se despidió de la idea de dormir.

—¿Y qué hacías? —preguntó mirando en cámara lenta el residuo de ceniza caer en la alfombra. Después de un largo silencio en que el filtro terminó por consumirse y Kai reparaba nuevamente en la mancha de humedad que Aoi había dejado en su recorrido por la casa, le escuchó, por fin, responder.

—¿Cómo que qué hacía?

—Yuu.

—Dame otro.

Kai deslizó la cajetilla pero Aoi no sacó un nuevo cigarro, por lo que Kai se atrevió a repetir:

—¿Qué hacías a esta hora en la calle?

—Caminaba.

—¿En medio de un tifón? —Aoi no respondió, se quedó mirando al frente, sin parpadear—. Si enfermas Ruki se pondrá furioso y el líder también.

La voz de Kai era amable, sin indicio alguno del enojo que mencionaba, Aoi estiró la comisura de sus labios en un pobre intento de sonreír.

—Estoy en un buen lío —murmuró, su sonrisa esfumándose y dejando atrás la pesadumbre que colgaba de los hombros y no lo dejaba respirar. Quería hablar, por una vez quería soltarlo todo, porque además esa era la única manera de sentirse ligero, sin embargo, tampoco quería soltar tanta e innecesaria información ante Yutaka y quedar expuesto—. Quizás estoy pasando por una crisis de mediana edad —explicó a manera de excusa. Mezcla de tristeza e ironía empezó a reírse esperando escuchar la risa de Kai acompañándole, entonces podría levantarse, disculparse por la inoportuna visita y fingir que todo estaba bien otra vez, pero Kai no se rio con él, le miraba con seriedad y algo más que no supo descifrar pero era incómodo de ver. Cerró los ojos y continuó—: Y apatía por el cambio de clima, el invierno me pone melancólico, supongo… No importa.

—¿Crisis y apatía? ¿Lo dice Aoi, “el hombre más inteligente y atractivo de GazettE; la super estrella de Japón”? —citó las propias palabras del guitarrista.

—Supongo que mi desempeño actual en la banda y mi cara sin maquillaje no te da ha dado ninguna pista de la realidad sobre esas fruslerías —sonrió con sarcasmo.

—¿Tú has visto a Uruha y Ruki sin una tonelada de maquillaje? O, bueno, mírame —se auto señaló con el pulgar—: ¿esta cara arrugada y con sueño te parece muy atractiva?

Por primera vez desde que había llegado, Aoi se atrevió a mirarle directamente a la cara y fue Kai quien, a merced del escrutinio ajeno y del prolongado silencio, se sintió incómodo. Inesperadamente, Aoi soltó una risa corta y otra vez se inclinó, dejando caer su cabeza entre las manos.

—No, no eres nada atractivo —dijo, su risa sin alegría quedó aleteando en el aire y siendo aplastada después de otro largo silencio y algunos suspiros que más parecían sollozos.

Kai quiso acercarse y darle un abrazo fuerte como antaño o al menos palmear la espalda de Aoi, que se notaba que lo necesitaba con urgencia. Sin embargo, se quedó en su lugar porque lo sintió como algo inapropiado y porque, con seguridad, Aoi huiría.

—Por cierto, Yuu, nunca fuiste y nunca serás prescindible. La banda sin ti se hunde.

—No estoy muy seguro de eso —respondió en voz baja—, Takashima puede arreglárselas fácilmente sin mí.

—No he conocido a nadie tan pesimista y autocrítico como tú. Sé un poco más amable contigo, por favor, eres tan necesario como lo es Uruha.

—¿Siendo realistas y diciendo solo la verdad?

—Sí. —Aoi asintió, no parecía muy convencido pero la expresión de Yutaka no le dejaba espacio a replica. Más tarde, se dijo, pensaría sobre qué tan importante era en la banda, aunque quería creer que si el líder decía que lo era, entonces quizás, solo quizás, era verdad—. Entonces —Kai quiso beber el café pero se desanimó al notarlo frío—, ¿viniste a mi casa solo por un cigarro?

Aoi removió lo suficiente las manos de su cara como para ver en la mesa de centro la taza de café, el cenicero y el encendedor. Él había ido a la casa de Kai con la idea de fumar y no sabía la razón detrás de eso; ahora que lo pensaba se sentía ridículo, porque si la verdadera razón hubiese sido fumar se habría parado en un combini a comprar cigarros y un encendedor, pero no hubo un solo segundo en que esa idea cruzó por su cabeza. Había pensado que quería dejar de sentir esa pesadez que le atormentaba, que no le dejaba respirar, así que sin pensarlo y sin rumbo, sus pies le habían llevado a la puerta de la casa de Kai… Él quería ver “la cara arrugada y con sueño” de un amigo que bien pudo ser Reita con quien se llevaba bien o Kazuki quien no dudaría en abrirle las puerta de su casa, pero él había ido específicamente con Yutaka; en esa fría noche de insomnio fue con Yutaka y se sentía un poco más tranquilo, un poco más en paz.

—Sí… Bueno, no sé —suspiró. No quería saber en realidad pero su lengua no era obediente con su cerebro—. ¿Qué pasaría si yo… yo quería verte?

Nada, no pasaba nada, pero daba miedo.

—¿Te das cuenta de lo que estás diciendo o no piensas en eso?

Aoi suspiró tratando de calmar sus emociones, luego giró para ver a Kai y su cara de sueño. En su mejilla aún estaban marcadas los pliegues de la funda de la almohada, sus ojos estaban un poco rojos y debajo de estos se marcaban grandes ojeras, había tratado de alisarse el cabello con las manos pero en la coronilla estaba todo enmarañado, se parecía mucho a un niño que quiere lucir presentable para Santa Claus. Dudaba que fueran varias personas las que conocieran tal imagen desaliñada del baterista, nunca se había caracterizado por su elegancia como Uruha o Ruki, pero en tales fachas, le recordaba mucho a la imagen de un hombre de casa, normal y hasta hogareño, pero sobretodo “normal”, y era casi reconfortante para su corazón mirarle así. Aoi se talló los ojos, había observado tanto a Kai como el baterista lo había hecho con él. Asintió… Ahora lo sabía a ciencia cierta.

—Vine solo por los cigarrillos —pronunció, su respiración se había hecho suave y su voz salió un poco más ronca que de costumbre.

—No juegues conmigo, Yuu.

En la oscuridad que se extendió al bajar los párpados, Aoi pudo imaginar con nitidez la mirada del baterista advirtiéndole algo. No quería tratar con ninguna advertencia y mucho menos con el rechazo. Al abrir los ojos, no miró nada más que sus manos frías. Sin que ninguno de los dos se atreviera a hablar nuevamente y con solo el sonido de la lluvia golpeando en los cristales, encendió otro cigarro para encontrar valor en la nicotina. Con el humo flotando sobre su cabeza enfrentó la mirada oscura de su anfitrión.

—Yutaka, yo…

Su cabeza dejó de funcionar un instante o quizás fue desde antes, cuando repentinamente sus pasos le llevaron a esa casa, probablemente desde entonces ya había dejado de entender qué hacer, qué se permitía y qué no. Como el software de su equipo del que tanto se enorgullecía porque nunca le había fallado y un día dejó de funcionar. Quizás había cogido un virus de un sitio infectado, quizás la mirada del baterista era la culpable de todo. Eran los ojos de Kai la razón por la que el disco duro de su cabeza dejaba de funcionar e irrevocablemente era tarde para instalar un antivirus. Y ni siquiera estaba seguro de que existiese uno, por eso no se daba cuenta —o no quería darse cuenta— que estaba acercándose más y más a Yutaka y su cara con sueño, sin dejar de mirarle a los ojos que brillaban advirtiéndole.

—Tu cigarrillo arde por nada.

—Igual que mi vida —bajó los ojos a los labios agrietados de Kai y luego, inhalando el cargado aire de nicotina e incomodidad, regresó a Kai su preciado espacio personal y enterró la humeante cabeza en el cenicero.

—Yuu —No quería escucharlo, no quería enfrentar un rechazo, no estaba en su mejor condición emocional como para soportarlo—. Yuu —el susurro de su nombre y la respiración pesada demasiado cerca le obligaron a levantar la cabeza.

Kai poco a poco acortó la distancia, quizás como él, esperando una reacción, optó por cerrar los ojos, invitándole, y tembló cuando los labios secos del baterista tocaron los suyos con timidez. Se enfrentaron en un beso incierto, frágil, explorando con extrema precaución, como si el otro poseyera colmillos afilados que en cualquier momento fuera a desgarrarles. Tampoco había porque precipitarse. Aoi reunió todo su valor y succionó el labio inferior de Kai y sintió la comisura de esos delgados labios curvarse, delineó de esquina a esquina hasta que accidentalmente tocó los dientes del baterista. Se detuvieron un segundo y Aoi finalmente abrió la boca, lo que permitió a Kai empujar su lengua dentro con fogosa ansiedad y entonces el beso empezó a perder su timidez, ardía en el pecho y arrancaba vida a sus pulmones, provocaba que  su corazón colisionara dolorosamente con sus costillas, como si Kai de verdad tuviera colmillos y succionara sus órganos con ellos. Kai enredó su mano en los cabellos húmedos de la nuca y lo atrajo más y si Aoi hubiese tenido la oportunidad, se habría reído ante la idea de que el inocente Kai lo estaba devorando por completo, pero sus neuronas estaban enajenadas incluso para informarle que su espalda había chocado con el sofá. Cuando por fin su cerebro entendió la situación, Kai estaba encima, entre sus piernas y empujando profundamente en su boca sin darle un instante de clemencia. Se avergonzó de los gruñidos complacidos que ambos emitían, cuando la mano que aún seguía en su nuca bajó a su espalda y seguía sin detenerse, Aoi se aferró a la playera baterista con una mano y con la otra le golpeó sin fuerza el pecho.

—Espera… —En cámara lenta Aoi notó como el velo de su pasión se esfumaba de los ojos de Kai.

—No va a funcionar, ¿cierto?

—No… Sí… No lo sé, bien. —Kai se incorporó y terminó sentándose en el extremo del sofá. Mientras tanto Aoi cerró las piernas y con una mano se cubrió la boca y apretó la mandíbula. ¿Qué es lo que iba a pasar si Kai no se detenía? Maldita sea—. ¿Puedo usar…?

Yutaka echó la cabeza hacia atrás, recargándose en el lomo del sofá, lamió sus labios húmedos con rapidez y apenas evitó sonreír al degustar el sabor amargo de los cigarrillos de Aoi.

—¿Qué?

—¿Me prestas otra vez tu baño?

Aoi pasó saliva justo como tendía a hacer cuando está nervioso y no sabía qué decir. Kai le observó de reojo y maldijo la ineptitud de Aoi para poner sobre la mesa sus verdaderos sentimientos. Exhaló no queriendo hacer demasiado ruido y se mordió la lengua para contener todas las frases innecesarias que se arremolinaban en su cabeza.

—Sí —respondió finalmente. Aoi asintió agradecido, se puso de pie y con paso apresurado se dirigió a la puerta, no lo vio, pero Kai se cubrió los párpados con una mano para no verlo huir humillado con una erección bajo los pantalones; sus pantalones.

Para empezar él no había buscado estar en semejante situación, por el contrario, incluso le había dado la oportunidad a Aoi de reconsiderar sus acciones. Ahora, escuchando la puerta del baño cerrarse, se preguntaba dónde iba él mismo a salvar su propia dignidad.

¡Dios!

Trató de poner la mente en blanco respirando hondo una y otra vez, tal como Uruha le había recomendado, y así calmar sus sentidos y el deseo de su cuerpo pero no funcionó. Tentativamente se acercó a  la mesa, sus dedos sudados quedaron marcados en la superficie de vidrio, tomó la cajetilla de cigarros con el fin de calmar su sistema nervioso con la nicotina de la misma manera que Aoi. Mantuvo el cilindro en sus labios y tras tratar de hacer funcionar el encendedor, se desesperó y mordió. El sabor amargo del tabaco se sintió asqueroso en su boca seca… ¿por qué no había sido así cuando besaba a Aoi? ¿Por qué, para empezar, Aoi había tocado a su puerta?

El ruido de la tormenta se había intensificado, se volvió al ventanal y comprobó que el sonido se debía al granizo golpeteando en el vidrio templado. Si después de lo que había pasado Aoi decidía marcharse, él podía asegurar que en su camino a casa o pescaba una pulmonía o bien Aoi moría por culpa del granizo del tamaño de canicas golpeando su cráneo. Sacudió la cabeza sacándose las desagradables imágenes mentales de una muerte por lapidación y buscó el control para reajustar la calefacción.

Revolvió sus cabellos, seguidamente enterró el rostro en las manos, no resistía más la espera. Cuando consideraba irse a dormir y dejar que Aoi hiciera lo que quisiera, escuchó el “clic” de la puerta y unos pasos acercándose.

—¿Y mis cigarros? —Kai los tomó del sofá y los devolvió a la mesa. El ritmo de su corazón aumentó cuando Aoi tomó asiento en el mismo lugar donde había estado antes.

—¿Quieres…? —Esperó unos segundos para asegurarse que la respiración no le traicionara, si se escuchaba demasiado agitado, pondría a Aoi igual de nervioso, pero Aoi no prestaba atención a su presencia ahí—; ¿quieres que te pida un taxi?

Aoi fingió una sonrisa y levantó los hombros.

—Sería, no sé, supongo que sería bueno, sí.

Kai se levantó y se encaminó a la puerta. Recordaba que su teléfono móvil lo había dejado debajo de la almohada, solo era cuestión de ir a recogerlo y marcar un número y en diez minutos, quizás quince debido al clima, un taxi estaría afuera esperando por el guitarrista, sin embargo, eso no arreglaría lo que habían empezado en ese sofá y menos aún, la razón por la que Aoi estaba ahí. Mandarle de regreso a casa seria como mandarle a una guerra con fusil en mano pero sin munición, tan solo le daría una encantadora y falsa seguridad. Si Aoi iba a la guerra entonces él, como buen amigo, como amante, incluso como un simple compañero de trabajo, le acompañaría, no le abandonaría, no ahora, no nunca.

—También, si tú quieres, puedes quedarte —regresó sobre sus pasos y se paró enfrente de Aoi. El guitarrista apenas levantó la cabeza, lo suficiente como para distinguir las variadas emociones que cruzaban por su rostro incapaz de controlarlas.

—¿Puedo?

—Solo si quieres y yo espero que quieras.

—Ya veo… —Kai desvió la mirada al ver las lágrimas arremolinándose en los ojos del guitarrista. Esperó un momento a que Aoi fuera capaz de desprenderse de su inseguridad y llorar todo lo que le hacía falta o, en su defecto, limpiara todo rastro de lágrimas que le avergonzara mostrar.

—¿Entonces…?

—Mañana el líder estará furioso, ¿verdad? —Aoi habló mucho después, cuando se aseguró que su voz no le saldría quebrada, incluso dejó entrever una sonrisa.

—Dalo por hecho.

—Lo siento, Yutaka, de verdad lo siento —Kai asintió y le tendió una mano para ayudarle a levantarse. Aoi no la tomó hasta no pedir con excesiva formalidad—: Por favor, déjame quedarme hoy.

—Está bien. Ven, te prepararé una habitación.

 

 

—Hey, Akira —El bajista abrió la puerta del auto y con un pie dentro y otro afuera, esperó pacientemente lo que fuera que Aoi quisiera decirle—, ¿podrías ayudarme? Necesito, uh, bueno…

—¿Quieres que te lleve? —recordaba haber visto que Aoi había llegado con Kai a la compañía por lo que no tenía su auto ahí y, por la ropa prestada que llevaba, adivinaba que no tenía ni su billetera ni su teléfono para pedir ayuda a algún amigo fuera de la banda. Tenían la facilidad de pedir prestado uno de los autos de la empresa pero Aoi era muy reacio a pedir favores y el retraimiento de ahora lo demostraba.

—Sí, por favor.

—Sube.

—¿Ha pasado algo que quieras contarme? —Pese a lo que se dijera, Akira era un conductor responsable y una vez que estaba detrás del volante, difícilmente quitaba la vista del frente. Sabiéndolo, Aoi se tomó su tiempo para responder.

—No, no hay nada.

—Ya veo, bien. —Fue hasta que topó un semáforo en rojo que Reita giró a ver a su copiloto para preguntar—: No estarás teniendo problemas con la banda otra vez, ¿cierto?

—¿Qué pasa si es así?

—Pasaría que tendríamos una plática muy seria tú y yo.

—¡Qué miedo! —Reita exhaló aliviado al ver que Aoi sonreía y su rostro, siempre tan transparente, no evidenciaba nada sobre una posible depresión, aunque no por eso descartable. Echó una última mirada al guitarrista y arrancó cuando tuvo luz verde—. Solo estoy cansado. Ayer dormí poco y estuve un buen rato bajo la lluvia.

—¿En serio? Ten cuidado, si enfermas…

—Si enfermo Ruki y el líder estarán furiosos, Yutaka lo dijo ayer —enfurruñado por escuchar lo mismo una y otra vez, giró la cabeza a la ventanilla. La lluvia era escasa y fría, le daban ganas de salir y empaparse hasta los huesos y solo después de eso, reflexionar lo que pasaba con él y lo que había pasado, o casi pasado, con Kai—. ¿Por qué te detienes?

—Si tienes problemas con Uruha, entonces habla con él —suspiró, tenía muchas ideas en la cabeza y no sabía cómo ordenarlas para que Aoi pudiera entenderle. Rogando por ser claro en su mensaje, habló—: él es un poco frío, a veces incluso grosero, pero si eres honesto él te escuchará y te prestará ayuda. Si la cosa es con Ruki, bueno, tú sabes cómo es él. Siempre dice “deberíamos hacer esto” y busca nuestra aprobación aunque al final parece que lo haremos aunque no estemos de acuerdo, pero incluso él es una buena persona y entenderá si le explicas.

—Lo sé —aceptó con una sonrisa melancólica. Uruha era un gran guitarrista, siempre estaba innovando y haciéndose mejor cada día, no podía sino admirarlo y Ruki era brillante, simplemente un genio—. Lo sé.

—Si el problema es Kai, lo cual no me extrañaría porque él es peor que los otros dos juntos, entonces no te preocupes, podrá ser un tirano y un cabeza de chorlito, pero el líder no es una persona desconsiderada. Por último, si el problema soy yo, lo siento, no sé lo que hice pero cualquier cosa que haya sido, por favor, discúlpame. Dime y trataré de arreglarlo.

—No has hecho nada, tonto.

Akira junto sus palmas a la altura de su cara y agradeció no ser él quien le daba dolores de cabeza a Aoi, y estaba aún más agradecido de verle sonreír tranquilo.

—¿Sabes? Si tú dejases la banda, Ruki y Kai seguramente encontraran un guitarrista de soporte, incluso Uruha podría hacerse cargo solo, la banda seguiría, nosotros cuatro seguiríamos y eventualmente las fans se acostumbrarían —Aoi tragó grueso al escuchar las duras palabras del bajista, dolían, ¡vaya que dolían!—; pero un día, más pronto que tarde, al girar el rostro a tu lugar y no te encontremos, cuando veamos el vacío que tú dejaste, yo probablemente llore y Ruki también llorará, incluso Uruha, Kai no sé porque él es un imbécil, pero tu ausencia nos ahogará y ya no haremos más música, probablemente.

—¿Leíste todo esto en uno de esos libros raros que tanto te gustan? —preguntó tratando de sonar divertido mientras se limpiaba las lágrimas con la mayor discreción, incluso cuando Reita no se veía avergonzado por mostrar las propias.

—No, me lo dijo Kai. —Levantó las cejas asombrado—. Algo así dijo, excepto lo que él es un imbécil, se trataba más de una reflexión personal, pero lo dijo en voz alta y creí que era justo decírtelo porque es algo que yo también pienso.

—Ya veo —susurró. Ciertamente Kai era un imbécil, las cosas que no se había atrevido decirle en persona se las había dicho a Reita para que le consolara en su lugar—. Gracias —«a los dos»—, gracias. Yo, bueno, no sé qué pasa conmigo, pero no pienso dejar la banda. Aún me divierto con ustedes.

—Oh, es un alivio saberlo. Si querías irte pensaba impedirlo a base de esto —abrió la guantera y señaló los tesoros que ahí guardaba—, pero ya que te quedas, los guardaré para mí.

—Oye, no. Si eran para mí, son míos.

Akira estrujó la camisa a la altura del corazón y descompuso la cara como si le doliera profundamente, acto seguido, sacó dos pudines y le ofreció uno a Aoi. El guitarrista exhaló, sintiendo su alma limpiarse al sentir el mangar derritiéndose en su boca.

—He estado pensando —Reita miró dentro del plástico esperando que se rellenara por arte de magia, al no pasar, suspiró y echó la basura en una bolsa de plástico que guardaba para tales inconvenientes—, existe la posibilidad de que tu apatía se deba a… uh, cómo decirlo, asuntos del tipo romántico —Aoi resopló. No creyó haber dado esa impresión en ningún momento y si, acaso, tenía un problema de amor, ese era con el último pedazo de dulce y suave tentación que se le cayó de la boca al escuchar a Reita, miró el pudin en su pantalón con enorme pena y con la misma, tiró el plástico en la bolsa que Reita le dejó al lado.

—No es eso —se excusó, limpiándose con una toalla húmeda que Reita le alcanzó de su bolso.

—No digo que lo sea, pero si lo es, ve a por todo. Yo te estaré apoyando siempre y sea cual sea la respuesta que tengas, te compraré un pudín para festejar o animarte, pero rogaré con todo para que seas aceptado.

—¿Cómo es que llegaste a esa conclusión?

Reita se alzó de hombros. No lo sabía a ciencia cierta, quizás todo era resultado de un sueño extraño, como tantos que tenía. Quizás de noche podía soñar que era un traficante de armas descubierto por un detective que era su madre y le dejaba escapar y de día soñar que Aoi se veía, solo un poco, más sosegado cuando se encontraban con los ojos de Kai y que este respiraba aliviado o se preocupaba dependiendo el humor del guitarrista. Tal vez solo había imaginado que lo que Aoi necesitaba era una mano ruda que le metiera en razón cuando las cabras se le fueran al monte y a la vez una mano paciente y amable que le mimara la vida; tal vez había errado al suponer que esa persona era Kai y por supuesto más equivocado estaba al pensar que solo Aoi podía sensibilizar los demonios del baterista, tal vez…

—No lo sé —mintió— pero, vamos, si es el caso, no hay nada ni nadie que una superestrella como tú no pueda conquistar.

Yuu asintió. Era vergonzoso aceptar que incluso despierto, la sonrisa entrañable de cierta persona estaba grabada en su retina…  Cohibido con la situación, regresó su atención a la ventanilla cuando Reita arrancó de nuevo el auto, no hubo más charla e, incluso cuando Reita estacionó frente al edificio del guitarrista, la sincera sonrisa de Aoi fue la única despedida.

 

—¿Qué haces aquí? —Kai levantó una ceja por la descortés bienvenida, se acomodó el cabello detrás de la oreja pensando en rehacer de nuevo la coleta—. Perdón, me sorprendiste, entra.

—¿Tienes invitados? —preguntó por cortesía aunque él mismo sabía la respuesta, podía escuchar claramente la algarabía dentro de la casa.

—Me invitaron a beber pero como no quise ir pensaron que pasaba algo y vinieron todos aquí. Pasa, seguro les agrada saludarte.

—¿Quiénes son?

—Es Kazuki y, bueno, parte del staff —susurró, maldiciendo para sí mismo al comprender la renuencia de Kai a entrar—: supongo que incluso fuera de la empresa sigues imponiendo. Pensarán que el líder los regañará por ponerse ebrios en días de trabajo.

—Sí —sonrió amargado—, pero realmente no me importa lo que hagan en su tiempo libre mientras trabajen diligentemente.

—Eso es algo que solo diría el responsable líder.

Kai volvió a reír y Aoi le acompañó sin tener nada elocuente que añadir. Era incómodo… malditamente incómodo.

—Será mejor que me vaya.

Un paso, dos…

—Yutaka —volteó pero no regresó—, ¿a qué viniste? ¿Querías… quieres decirme algo?

—Ah, eso. Es verdad —se acercó y le tendió la bolsa de supermercado que colgaba de su mano—. Pensé que… bueno, no sé… Es vergonzoso, se me olvidó a que venía —rio mientras restregaba su brazo izquierdo con su palma diestra. Aoi miró dentro de la bolsa, había cerveza, un paquete de cigarros y comida recién hecha.

Era obvio que él no necesitaba tal cosa pero era un poco conmovedor que, por los últimos eventos, Kai se tomara el tiempo para visitarle y le llevara tales insignificantes obsequios como cortesía.  Armándose de valor, levantó la mirada para agradecerle, para entonces Kai ya no estaba ahí.

—¿El hombre que estaba aquí era Kai? —Aoi asintió—. ¿Por qué no entró? Me habría gustado saludarle.

—Lo siento —le tendió la bolsa, quería explicarle pero su garganta inoportunamente cerrada le impedía hablar. Kazuki sonrió al ver el dilema del guitarrista, era bastante obvio.

—Le diré a los muchachos que tuvo un asunto qué atender y salió por un rato. Recogeremos todo y nos marcharemos, no se preocupe.

—Gracias.

Kazuki le despidió agitando una mano. Habían pasado mucho tiempo desde su última reunión y tenían que separarse ya. Al menos había comprobado que su querido senpai estaba bien. Resopló al verle perderse en el camino al piso subterráneo, ya podría hablar con él otro día. Se regresó al interior de la casa a poner orden, aunque muy probablemente Aoi no iba a regresar esa noche a casa.

 

Juntó valor y tocó la ventanilla del auto del baterista, tardó más de lo normal en bajar el cristal y aún más para abrir la puerta. De nuevo frente a frente, las palabras se negaron a salir y solo el estornudo de Aoi rompió la enigmática batalla de oscuras irises.

—Solo a ti se te ocurre salir tan desabrigado con este clima tan frío. —Era, probablemente, el regaño más dulce que había tenido desde que dejara Mie para cumplir su sueño.

—Solo te falta limpiarme los mocos como una mamá.

—Si quieres que lo haga, lo haré, pero después de darte un par de nalgadas para que te comportes.

—No, gracias. —Aoi frunció la nariz. Viniendo de Kai esas nalgadas no podían considerarse decentes y mucho menos maternales—. ¿Está bien si vamos a beber algo por ahí?

—Me gustaría pero…

Kai suspiró y apretó el volante con ambas manos, evidentemente la incomodidad para él no había desaparecido y con eso, todo el valor y la disposición de Aoi se volatizó en el aire. Era justo esa la razón por la que prefería no proponer ni pedir nada, así se evitaba la decepción de obtener una negativa.

»Ya no somos niños, ¿cierto? —Kai añadió y Aoi no pudo estar más de acuerdo, especialmente a él la juventud se le iba a pasos más grandes—. Diablos, qué difícil.

—¿Qué cosa?

—No es algo que debamos hablar en el estacionamiento, ¿sabes?

—Ya veo. —Aoi retrocedió por instinto al ver a Kai suspirar frustrado. Realmente odiaba esa situación, tal vez él la había propiciado, pero estaba cansado y no tenía ni las ganas ni la entereza emocional para luchar contra su propia frustración como para soportar, de paso, la de Kai—. Lo siento.

Frotó sus brazos para calentar su cuerpo, aunque lo cierto era que por más prendas que usara el frío no iba a desaparecer, el frío venía de adentro, de sentirse inútil y el autor de la frustración del baterista. No había buscado que las cosas terminaran así.

—Eres tan tonto, en serio, Yuu, tan tonto que me perturba.

Miró a los ojos al baterista y se sorprendió de no encontrar más que una sofocante dulzura.

—Lo siento por ser tonto también.

—Ven.

Al permanecer inmóvil en su lugar, Kai bajó del auto y tiró de él, para su sorpresa, Aoi no puso ninguna resistencia, parecía un niño pequeño, friolento y con deseos de ser querido… No, parecía lo que era, un hombre adulto en pedazos que necesitaba con urgencia un abrazo pero que era incapaz de pedirlo.

—Sé que es frustrante para ti que te despierte a media noche, que arruine tu alfombra o que te siga cuando te vas, para mí también lo es pero no puedo evitarlo —Aoi soltó un suspiro ruidoso que se entendía más como un sollozo, Kai apretó el abrazo, casi con intenciones de sacarle el aire junto con los pulmones—. Lamento ponerte en esta situación, de verdad lo hago.  

—Para mí no es ningún problema.

—Para mí sí… ¿Sabes? Si yo estuviera en tu lugar no lo soportaría.

—No lo creo, tú eres una gran persona o no habría tantas personas preocupadas por ti. Eres lo suficientemente amable como para escuchar sin quejarte los problemas de los demás, incluso de alguien que no conoces.

—Tú haces lo mismo, justo ahora es lo que haces.

—No, yo no presto mi tiempo a alguien que no me interesa. Yo no tengo un corazón tan amable como tú… Probablemente eso es lo que más me gusta de ti.

Aoi respingó y quiso separarse. Resultaba vergonzoso recibir una confesión así mientras estaba siendo consolado como un bebé quejumbroso, encima había empapado la camisa de Kai de lágrimas y...

—Yutaka.

—¿Qué?

—¿Podrías soltarme?

—Sí. —Pero no lo hizo, en su lugar descansó su cabeza en la curvatura de su hombro como si ahora fuera Kai quien necesitara consuelo.

—¿Qué pasa?

—Estoy un poco avergonzado —confesó al devolverle la libertad, Aoi no tomó distancia de inmediato, estaba un poco curioso de ver a Kai con la cara roja—. De acuerdo, un poco no, estoy muy, muy avergonzado.

Aunque no había mucha diferencia del rostro normal de Yutaka, verle apurado e incapaz de sostenerle la mirada le comprobó sus palabras y le aliviaba el alma a niveles insospechados.

—Te ves como un idiota.

—No me veo, me siento como uno —Kai aceptó y acto seguido señaló su camiseta—: mi camisa está llena de mocos.

—¡Mentira! —Aunque no era capaz de atreverse a jurarlo y en respuesta, Kai se rio de su cara abochornada, sus ojos rojos y nariz moqueante, volteó para no mirarle más aunque también era imposible para él ocultar su diversión.

 

—Probablemente —Reita dijo totalmente cautivado— deba conseguirle novio a Shima y Takanori también.

—No necesito tu inútil ayuda, gracias —Ruki cruzó la pierna y continuó escribiendo en su teléfono sin prestar atención a nada ni nadie más.

—Opino lo mismo que Takanori —añadió Uruha mientras se acercaba a ver lo que Aoi le había regalado a Reita. Hizo una mueca de asco al ver que se trataba de pudines y toda clase de golosinas. En la mañana, apenas le había visto, Kai le había dado lo suficiente como para abastecer una dulcería completa—. No entiendo cómo pueden gustarte tanto estas cosas.

—Son muy buenos… ¡Hey!

—Ni tanto.

Después de haberse comido el pedazo de flan que Reita se llevaba a la boca, Uruha se retiró tan calmado como había llegado.

—Grosero —Uruha le enseñó el dedo medio y, feliz por dejar a Reita rabiando solo, se concentró en su práctica del día. El bajista rumió un par de cosas y luego giró su atención a Aoi—. Si un día te cansas del líder puedo ayudarte a conseguir a alguien mejor.

—Akira.

La melosa voz de Kai a su espalda le sacó un chillido del susto.

—El líder es tan genial, ¿no, Aoi?

Ruki y Uruha levantaron la mirada de sus tareas, era bueno para la salud ver a su miedoso compañero halagando a Kai de dientes para afuera, a este fingirse molesto, de brazos cruzados esperando explicaciones y a Aoi riendo como un mocoso, atragantándose con su propia saliva y haciendo corto circuito los tímpanos de todos.

—Kai, deja de mirarme feo… ¡Yutaka!

Sí, refrescante para el alma.

 

Notas finales:

Es mi primer fic para el DIK y el primer kaoi también, ¡denme mi premio! Quería subirlo el 22, pero hoy es el día internacional del gato, así que me picaron las manos por subir mi kaoi. 
Al principio en lugar de Kazuki había un señor del staff, pero en esos días Aoi tuiteó que se reunio con el ex tornillo, así que Kazuki ocupó el lugar. Ya sé que a nadie le importa eso, en fin, lean los fics del DIK, son amorcito...

Gracias, totales. 


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