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Inolvidable por Natividad

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Notas del fanfic:

Ya es el tercer año que participo en el DIK, ¡yey!

Espero les guste lo que escribí.

Recomiendo leer escuchando esta canción: https://www.youtube.com/watch?v=FTMlqQ_ir6M

Pueden leer este mismo fic en: https://www.wattpad.com/375588209-inolvidable

Observo mis arrugadas manos. En ellas destacan las verdosas venas, las cuales fluyen abundantes como trazos en un mapa.

Aparento ser más anciano de lo que realmente soy. Sospecho que esta imagen se debe en gran parte a los muchos pesares que en mi se han acumulado con el pasar del tiempo, pero no puedo quejarme. Después  de todo, lo vivido no es más que el fruto de mis elecciones.

Además, debido a tanto trago amargo es que aún a mi edad las pequeñas
alegrías me saben tan dulces.

Por ejemplo, en estos momentos observo como Akira y Takanori incitan a Kouyou de ser partícipe en sus locuras.

Aunque admito que Kouyou no es ningún santo, yendo ya por su tercera copa de vino en lo que va de la noche. Su timidez se desvanece y cae en las garras de Takanori y Akira, quienes lo arrastran a la pista y los tres comienzan a bailar y canturrear frenéticos, al ritmo de la música y de la juventud que aún se encuentra presente en sus vidas.

Y yo aquí junto a los mayores observo, y siento nostalgia, pues verlos me recuerda a nosotros y eso desencadena tantas y tales emociones en este viejo cuerpo que se esfuerza en seguir funcionando...

Porque también alguna vez nosotros dos fuimos jóvenes alocados como lo son ellos, y en noches de hace ya varias décadas viví junto a ti, mi muy preciado Yutaka, experiencias similares.

Fue en este mismo lugar, en el baile del vecindario programado para cada noche de sabado durante el verano. Mención especial a la familia Harada, que durante generaciones tiene la gentileza de dejarnos hacer uso de su gran terreno trasero para estas memorables reuniones, a las que jóvenes y adultos, incluyendo niños y ancianos, concurrimos. Pues era y sigue siendo agradable para estas familias vecinas el reunirse y disfrutar de una cena al aire libre al son de la música por turnos dispuesta.

En esas noches de nuestra juventud, en mano las bebidas alcohólicas que disfrutábamos en sus primeras veces (de forma legal) bailábamos entre nosotros junto a las demás parejas deseando que la música nunca se detuviese.

Yo ebrio como una cuba, tú intentando aparentar estar sobrio cuando nada estaba más lejos de la realidad. Tomados por los hombros, inclusive de las manos,  nuestros pasos torpes al ritmo de la canción del momento junto a exagerados giros ocasionales de nuestros cuerpos que hacían avergonzar a nuestros mayores mientras que los presentes más jóvenes solo reían y nos dedicaban cómplices y picaras miradas.

El tiempo ha pasado, pero nada puede borrar de mi memoria el recuerdo de la indescriptible sensación que embargaba mi cuerpo de pies a cabeza cuando radiante me sonreías.

Aún hoy siento como si mis rodillas se tornasen de gelatina ante el
recuerdo de tu gran sonrisa, aquel hoyuelo solitario que en tus mejillas
enrojecidas por el alcohol se marcaba, y tus ojos entrecerrados luciendo el brillo similar al de los niños que cometen travesuras.

En ese entonces yo no era aún consciente de que con aquel breve gesto ya
me tenías a tus pies.

Las canciones se sucedían una tras otra, sin descanso alguno. Alternándose las en su mayoría enérgicas con unas pocas lentas. Las personas nos observaban, y como mencione, había quienes nos regañaban con la mirada y los que solo reían, pero nadie se tomaba la situación en serio. Después de todo, lo que hacíamos eran solo
gracias de un par de borrachos.

Solo nos deteniamos cuando el evento llegaba a su fin.

 

 

Desde que tengo memoria, siempre estuvimos en compañía del otro. Al ser vecinos desde siempre, desde muy pequeños surgió entre nosotros una amistad.

Tú al ser un par de años menor que yo, eras por mi visto y tratado como un lindo hermano menor. Me gustaba mucho consentirte, y te protegía de quien quisiese molestarte. Yo sabía que así me ganaba tu admiración y eso debo admitir que me encantaba. Menos mal y gracias a la estricta educación que te inculcaron tus padres no terminaste por volverte un debilucho caprichoso.

Fuimos siempre opuestos, pero como los polos, esto solo nos atraía. Por lo tanto, nuestra amistad se fortaleció con el paso de los años. A veces, esta relación rozando límites insospechados por nuestros mayores…

Yo nunca olvidare el hecho de que mutuamente, en nuestra infantil inocencia, tomamos nuestros respectivos primer beso. Cosa que durante nuestra adolescencia nunca mencionamos, reprimiendo el recuerdo de algo que en su momento, al crecer, los prejuicios con los que nos educaron nos hicieron creer que estaba mal.

Aun así, eso no nos impidió el todos los días prolongar considerablemente (no sin cierta culpa) nuestros abrazos a modo de saludo y despedida. O el hecho de que a escondidas de los demás, solíamos entrelazar nuestras manos en busca de darnos ánimos cuando el otro desanimado se encontraba.

 

 

Rápidamente transcurrieron los años. Tenía yo ahora veintitrés años y tú apenas habías cumplido la mayoría de edad.

La teníamos fácil, porque aun con años de estudios universitarios por delante, gracias a los contactos de nuestros padres teníamos trabajo asegurado. Por lo tanto debido a nuestra juventud, lo único que rondaba en nuestras cabezas (o al menos eso aparentábamos) era solo en relación a las chicas.

-¿Crees Naomi-chan y sus amigas vayan también hoy?

-Es seguro, Mima-san me lo confirmo. Estarán presentes a las once, como la última vez.

-¿Mima-chan? ¿También ella? Esta noche si la invitare a bailar.

-¿En serio?- Preguntaste entrecerrando los ojos- Pensé que preferías a Rei-san.

-Así era, pero a Mima-chan le crecieron aún más los senos y ya superan por mucho a los de Rei-chan.

-Tú realmente nunca cambias-Dijiste junto a un resoplido de hastío.

-¿Y qué me dices de ti? Tienes a muchas chicas tras de ti, y a ninguna eliges. Que desperdicio.

-Las mujeres no son objetos, Yuu. A mí no me gustaría que me traten como algo de usar y tirar, por lo cual yo no se lo aplico a ellas.

-Oh, el famoso “no hagas a otros lo que no te gusta que te hagan”

-Exacto. Y como no me gusta ninguna en particular prefiero no generarles falsas expectativas.

-Podría apostar a que terminarás saliendo con Naomi-chan. Ya sabes, tus padres y los de ella son amigos, y a los tuyos le agrada esa chica.

-Tú y tus predicciones-Reíste brevemente-Aunque nunca se sabe, si bien es cierto que padre y madre últimamente no hacen otra cosa que hablarme sobre todas las cualidades de Naomi-san.

-Dalo por hecho, ella será la elegida.

Más temprano que tarde me arrepentiría de bromear sobre eso.

Porque ese mismo sabado por la noche, durante aquellas reuniones de verano, bailaste con Naomi-san, y a la semana esto se repitió, y a la  siguiente y así sucesivamente…

Y entonces un día me  confirmaste el que ella y tú estaban saliendo y “era tan obvio” fue lo que pensé más nada dije. Supuse que mi molestia al respecto solo se debía a la amargura que me provocaba el hecho de que ya contases con una relación seria mientras yo me mantenía como el picaflor del dúo. Pues me negaba a creer que se tratase de algo mucho más profundo que eso.

El malestar no se desvaneció, al contrario, no hizo más que aumentar. Porque debido a tu reciente noviazgo ya no pasabas tanto tiempo conmigo como antes y para cuando me di cuenta yo miraba a Naomi con desprecio.

Aun así, aprendí a callar mis reproches y a simular que la alegría de la feliz pareja era también la mía.

Pero apenas podía disimular mi satisfacción al saber que como tu amigo, en los cada vez más breves momentos que pasábamos juntos yo te hacía  más feliz de lo que ella jamás lo haría. Y no son invenciones mías, Naomi fui quien en voz alta hizo la observación junto a una sonrisa apenada pero sincera.

Y es que ella era una buena chica. Una hermosa, amable, honesta y amorosa chica. Y aun hoy que la veo aquí presente, anciana, pero conservando todas las cualidades ya mencionadas, me pregunto cómo fue posible que nunca fueras capaz de amarla como ella de todo corazón te amo a ti.

De regreso al pasado, también recuerdo a la perfección el momento en que me mencionaste que ya habían consensuado el matrimonio.

Sé que es imposible, pero en aquel entonces creí oír como algo en mi interior se hacía trizas.

Al parecer, los padres de ambos habían llegado a la conclusión de que era buen momento para realizar la unión, pues tú ya habías conseguido establecerte económicamente y “¡No!” fue lo que pensé, “Ni ahora ni nunca” pero era otra época, y si nuestros mayores sugerían algo, era más bien una orden.

-Como hace años predijiste, Naomi resulto ser la elegida-Y sonreíste con un leve deje de resignación.

-¿Pero estas feliz, no?

-Oh, sí, sí, después de todo, la quiero, pero quería esperar un tiempo más y aclarar todas mis dudas.

-¿Dudas?

-Solo réstale importancia-

Me contaste que el siguiente lunes, en tu hogar se celebraría una cena en honor a su compromiso.

 

 

Los días transcurrieron y para la fecha señalada mi malestar general había mutado en una fuerte gripe que me dejo postrado en cama. Lo sentí entonces como una muy buena suerte, pues aquella fue la excusa perfecta para no concurrir a aquella celebración a la cual por ser cercano al novio fui invitado.

Y era todo tan molesto porque estaba fastidiado y ya no sabía yo si la causa era la gripe, tu reciente compromiso o cualquier otra cosa. Solo era consciente del malestar en mi interior y lo mucho que este me jodía.

Ya bien entrada la noche cuando tenía yo la certeza de que el evento aún no había finalizado, llamaste a la puerta de mi departamento de soltero.

-¿Qué haces aquí a estas horas?-Dije dejando en evidencia mi mal humor al ver a quien menos me convenía pero que a su vez, y aunque lo negase, más deseaba ver.

-Vine a visitar al enfermo-Sonreíste y te adentraste al lugar sin siquiera pedir permiso para luego colocar una bolsa sobre la superficie más cercana.-Te traje algunos medicamentos y postres ligeros. Como cuando éramos pequeños. Tú enfermabas y yo le pedía a mi madre que me ayudase a prepararte algo e iba a tu casa y te cuidaba por las tardes. ¿Recuerdas?

-Sí, recuerdo-

-Y nuestros padres lo tomaban como un juego, pero yo realmente me preocupaba. Tal vez demasiado, ¿Sabes?

-¿Por qué vienes en estos momentos? Deberías estar disfrutando junto a tu pareja de uno de los momentos más importantes de sus vidas.

- Obviamente, porque tú eres en verdad aún más importante para mí.

Tus palabras, y la sonrisa que junto a ellas me dedicaste, pusieron mi mundo a girar. El que pensases así de mí, el que te tomaras el trabajo de venir hasta donde me encontraba, el que te arriesgaras a decepcionar a tu futura esposa y suegros por mí…Realmente me hacías feliz, y nunca terminaría de agradecerte. Aun así, algo en mi interior ansiaba más, mucho más.

Sin decir palabra alguna me dirigí a mi habitación. Aun me encontraba lo suficientemente débil como para no poder permanecer mucho tiempo en pie, por lo que volví a recostarme en mi cama en la cual tu tomaste asiento colocándote lo más cerca posible de mí.

Colocaste tu mano izquierda en mi frente, midiendo superficialmente la temperatura.

-Lo siento, olvide traer un termómetro-Dijiste apenado.

Pero yo nada dije pues en esos momentos sentía como mi propia piel entraba en contacto con la argolla dorada que se encontraba en tu dedo anular.

Creo que fue por la forma en la que en esos momentos te mire, que rápidamente retiraste de mi tu mano e hiciste el leve ademan de querer esconderla de mi vista.

-Realmente es un anillo muy hermoso-Comente. Y no mentía.

-Cierto supongo. El precio lo vale.

A tus palabras lo procedió un silencio el cual se sintió de lo más incómodo. Porque en tantos años de amistad el ambiente entre ambos nunca se había sentido así de tenso.

Para peor, tu bastardo, me miraste a los ojos y sin titubear…

-Quiero que seas el padrino.

-¿Qué?

-El padrino de bodas. Sé que eso solo es algo típico de las bodas al estilo occidental, pero al menos creo que podríamos intentarlo. No como algo oficial, pero si como algo entre tú, yo y Naomi la cual estuvo de acuerdo con la idea. Ah, lo olvidaba, ella te manda saludos y sus deseos de que pronto te recuperes.

Realmente sentí deseos de estrangularte por idiota. Pero antes de que me pudiese negar te colocaste sobre mí, con mis piernas entre las tuyas y tus brazos uno a cada lado de mis hombros.

Tu expresión facial fría y ausente realmente me preocupo, más aun cuando dijiste lo siguiente.

-No pienso dejarte salida. Serás el padrino de mi boda, y cuando lleguen los niños serás el padrino de los mismos y todo esto porque eres mi mejor amigo, y por lo tanto es que siempre querré tenerte cerca y ¡Carajo con dios, Yuu! Me voy a casar, y no quiero, Yuu, realmente no quiero…

Decías mientras me rodeabas con tus brazos, recostándote sobre mí y ocultando tu rostro entre mi cuello y hombro.

Me sentí pequeño bajo tu cuerpo y el peso de las penas que lo embargaban. Y solo pude abrazarte en silencio, pues no sabía cuáles eran las palabras que podrían ayudarte en un momento así, ni como decirte que yo sufría por razones similares.

Luego tu rostro se encontró a escasos centímetros del mío y me miraste a los ojos con lo que ahora puedo afirmar era una mezcla entre anhelo y temor. Lo siguiente que recuerdo ¡Y vaya si recuerdo! fueron tus labios sobre los míos, y ni siquiera tuve momento de expresar mi sorpresa cuando ya te estaba correspondiendo. Porque me besabas firme pero a su vez tiernamente y me trasmitías tanto en algo tan banal como lo había sido hasta entonces para mí el acto de besar a alguien.

Pero esto era especial, porque tú lo eras para mí y yo para ti y supe que todas las sensaciones experimentadas y reprimidas durante estos años, desde el ya entonces lejano primer beso que compartimos, culminaban en esto y en mí queriendo gritar que te quiero, ¡Te quiero tanto!  Y esas eran tus palabras vueltas susurros que me dedicaste al tomarnos un mínimo segundo para recobrar el aliento.

Suficiente tiempo para como finalmente oír la alarma que en mi cabeza hace rato sonaba. Un “Esto está mal, muy mal” tan estrepitoso que se me hizo imposible de ignorar.

Y Entonces te aparte con fuerza, y grite palabras de las más horribles hasta que finalmente te marchaste. En lo que resto de la noche no pude conciliar el sueño.

 

 

Luego de lo anterior corte contacto contigo durante unos cuantos meses. Necesitaba tiempo para pensar y saber qué hacer con todo esto que nos ocurría.

Cuando volvimos a vernos fue para presentarte a ti y a Naomi-san a Rei, la chica con la cual ahora mantenía una relación estable.

-¡Vaya!-Exclamó Naomi-san-Pensé que Shiroyama-san se tardaría más en sentar cabeza, ¿Verdad que si?

-De hecho, ahora que me establecí laboralmente, no hay mejor momento para sentar cabeza.

Pero tú a esto nada respondiste, solo te limitaste a fulminarme con la mirada.

Yo no sabía cómo evitar que esa relación de amistad con tantos años de duración se fuera por el desagüe.

 

 

 

Pocos días después te apareciste sin previo aviso por la noche en la puerta de mi departamento. Te deje pasar al interior sintiéndome de lo más nervioso, pues desde lo ocurrido hasta entonces, yo había evitado a toda costa quedarme a solas contigo.

Al cerrar la puerta lo primero que hiciste fue preguntarme si Rei se encontraba presente, a lo que respondí de forma negativa.

No paso entonces un segundo cuando me estrechaste con tanta fuerza que en verdad llego a dolerme. Pero peor fue cuando me besaste bruscamente, y sin delicadeza alguna colaste tus manos bajo mi ropa.

En estos momentos yo ya me encontraba forcejeando con la intención de liberarme de tu agarre.

Al morderme y arañarme con rudeza, como si intencionalmente quisieses marcar mi cuerpo, sentí pánico. Más aun cuando a la fuerza intentaste desvestirme.

Eras como un animal…Nada más alejada de la dulce persona que habías sido siempre con cualquiera, en especial conmigo, cuando tiempo atrás en una noche como esa me besabas y me dedicabas palabras de sincero afecto.

Sentí entonces ganas de llorar ante la imagen frente mí, ante el recuerdo de lo que habías sido y en lo que mutaste. El temor que me invadió, se debía no solo a mi seguridad por ti vulnerada, sino que más aun por el hecho de pensar en cómo todo lo que en ti yo apreciaba en un momento se había desvaneció.

Finalmente deje de forcejear y con suavidad te abrace al mismo tiempo que mis lágrimas comenzaron a derramarse.

-Por favor. -Fue lo que al oído te susurre.-Por favor, mírame, estoy aquí para ti. Por favor vuelve en ti. Vuelve a ser la persona de la cual me enamore.

Entonces abriste muy grandes los ojos y pude ver como estos en menos de un segundo se llenaban de lágrimas similares a las mías. Relajaste tu agarre en mí y escondiste tu rostro en mi hombro.

-Lo siento. Lo siento tanto- Susurraste tú también con quebrada voz.

-No importa. Solo réstale importancia.

-Yuu, yo te amo.-Dijiste esta vez firme y mirándome a los ojos-Te amo, te amo demasiado, y lo que acabo de hacer no tiene perdón, aun así, mis sentimientos por ti no van a cambiar.

Yo no supe que responderte, más aun cuando debí disimular cierta alegría que debido a tus palabras hizo su aparición en mi interior.

-¿Qué es entonces lo que debo hacer? Fue lo que ante mi silencio preguntaste.

La lucha interminable que se desarrollaba en mi mente, en donde mis sentidos de la responsabilidad y moral intentaban abatir a mis egoístas deseos…Todo lo cual no me daba un solo segundo de descanso, ante tus palabras hizo desconexión, permitiéndome decirte, no sin cierta timidez pero a su vez con una sonrisa, las siguientes palabras.

-Lo que debes hacer, al menos por esta noche, es tan solo amarme. Amarme como si se tratase de la última noche de nuestras vidas.

Te sorprendiste, pero no tardaste demasiado en reaccionar.

-Entonces- Dijiste colocando tu rostro a escasos centímetros del mío- Hare de esta noche algo para ti imposible de olvidar.

-No aquí.-Dije antes de que consiguieras besarme-En mi habitación. Y por favor…-Y murmure con pesar-Quítate el anillo-Pedido que seguiste al pie de la letra.

El resto de la noche puede, aunque no debería, resumirse en tu nombre inundando la habitación a través de entre miles de mis suspiros, gemidos y hasta algunos gritos. El toque de tus manos el cual me hundía en un placer jamás experimentado y tu amorosa mirada sobre mí, la cual ponía de cabeza mi mundo.

Yo bajo ti te aferraba fuertemente contra mi pecho y al contacto de nuestras pieles desnudas debido a las embestidas, en aquellos momentos afirmaba en voz alta que era todo tuyo y tu igual de mío. Entonces me sonreías como solo tú lo hacías y me confirmabas lo anteriormente dicho al asentir e ir más rápido, más profundo.

Nuestro acto hasta entonces por nosotros inimaginable culminó en unos segundos en el que jurábamos nuestros dedos rozaron el cielo.

Luego de lo anterior me limite a abrazarte y evitar mirar sobre la mesita de noche, en donde la dorada argolla resplandecía ante la luz de la lámpara.

-Cancelare el compromiso-Dijiste a la vez que con dulzura me abrazabas acercándome aún más a ti.

-No te lo voy a permitir.

-Sé que no es tan fácil como solo decirlo. Pero no quiero que esto entre ambos sea algo de una sola noche. Yuu, te quiero hace más tiempo del que puedas imaginar. En verdad, lo que más deseo en estos momentos es pasar lo que me reste de vida a tu lado.

-No nos lo podemos permitir. Las personas que ante los demás somos; La relación que a sus ojos mantenemos…No podemos derrumbar en un instante la imagen que ellos tienen de nosotros, pues los destruiríamos a ellos también.

-¿Afirmas que es mejor continuar una mentira por el resto de nuestras vidas? Es como elegir el camino fácil. Bueno, si en una situación así lo hubiera.

-¿Entonces que sugieres?-Pregunte ya impacientándome.

-Nada. La decisión es tuya. Yo estaré de acuerdo siempre y cuando mientras permanezcas a mi lado.-Dijiste y besaste mi frente.

Nos aventuramos por el camino de las mentiras, en el cual mantener las apariencias era nuestra mayor preocupación. Con nuestros actos deshonramos a nuestras familias, a nuestras mujeres y luego inclusive a los que serían nuestros hijos, y ninguno de estos ni siquiera lo supieron.

Era doloroso en muchos sentidos, pero para nosotros lo hubiese sido aún más el no permitirnos amarnos. Reprimir sentimientos tan profundos como los que compartíamos hubiese sido con el paso del tiempo nuestra sentencia de muerte.

 

 

Transcurrieron los meses y tuvieron la suerte de que la boda pudiese celebrarse un 11 de noviembre.

Se realizó en un santuario sintoísta, pues entonces y a diferencia de los presentes días la mayoría de las bodas en Japón eran al estilo tradicional.

La novia vestía un hermoso e impecable shiramuko mientras que su cabeza era adornada con un tsunokakushi. Tú vestías un montsuki el cual en tu familia había pasado de generación en generación. Toda una reliquia, pero en perfecto estado.

Lo único bueno que recuerdo de aquel día es que la ceremonia se dio con rapidez.  Cumplieron con el ritual de purificación, se leyeron sus votos de compromiso, intercambiaron el juzu y los anillos, y por ultimo pero no por eso menos importante, realizaron el san san kudo.

Yo realmente no quería estar presente, pero sentía que debía estar junto a ti. Pues como se suele decir en las bodas occidentales: “…en las buenas y en las malas”

Luego fue el momento de las fotos familiares. Ni tú ni yo nos encontrábamos de buen humor, pero bien supimos disimularlo durante todo el evento. Inclusive fuimos capaces de sonreír en el momento en que nos tomaron una foto apartados del resto.

Han pasado muchos años desde entonces, pero aún conservo aquella fotografía, y la resguardo entre mis vestimentas, sobre la zona donde se encuentra mi corazón. Más que nada, y a pesar de toda la amargura e impotencia que experimente aquel día, en esa imagen puedo apreciar tu mirada sobre mí, y lo llena de amor que esta se encontraba.

Amor que en tus ojos se reflejó hasta el último momento de tu vida.

 

Luego de la boda tú y la que ahora era tu esposa se mudaron a su nueva casa, la cual se encontraba relativamente lejos de donde yo ahora vivía. En ocasiones se volvía realmente imposible el encontrarnos a solas.

¿Era acaso que los dioses nos castigaban por la aberración que cometíamos? Fue lo que alguna vez te pregunté. Tu solo respondiste que podría ser, pero que también cabía la posibilidad de que estuviesen probando estos sentimientos.

-Tonto-Dije- ¿Qué acaso los dioses no tiene mejores cosas que hacer que prestar atención a un par de hombres que se aman con locura?

 

 

Con el paso de unos poco años fuiste capaz de junto a Naomi procrear. Cuando te pregunte al respecto me confirmaste que efectivamente si, aquel niño era de tu propia sangre. Yo no dije nada, pues conocía bien de las ansias de aquella mujer por ser madre. Además, cuando conmigo lo consultaste, fui yo el que te dijo que lo mejor sería cumplir con su deseo. Ambos se lo debíamos.

Solo te pedí una cosa, que nada ni nadie, incluido yo, te impidiese amar con locura a aquel niño, tu hijo. Yo que lo vi crecer y ahora en estos momentos soy testigo de cómo ríe ante las tonterías de sus propios hijos, puedo afirmar sin rastro de duda alguna  que nunca le falto amor ni de tu parte ni de su madre. Lo criaron bien, y eso no solo alivia (Solo un poco) mis remordimientos, sino que sinceramente me siento feliz por él, porque yo también conozco la dicha que es ser por ti amado.

 

 

Rei en su momento también quedó embarazada, con una pequeña diferencia: No fue de mí.

Y lo puedo asegurar, pues luego de ser tomado por ti nunca más fui capaz de hacer lo mismo con ella. Fue mi indiferencia la que la llevo a buscar amor en brazos de otros hombres y cuando me confesó de sus amoríos y del niño que en su vientre se gestaba yo no pude reprocharle.

¿Cómo hacerlo cuando yo cometía el mismo pecado? Ella al menos tuvo la entereza de decírmelo a la cara, entre lágrimas, pero sin rogar mi perdón ni alegar arrepentimiento. Esa era la fuerza de su determinación; de su orgullo, y ella estaba dispuesta a pagar las consecuencias de sus actos.

La envidie un poco por ello, pero más que nada creció en mi cierto apreció y respeto por ella, como si de una hermana menor se tratase.

Y aunque nunca le confesé de nuestros actos ilícitos, en aquel momento, de los más cercanos que compartimos, tras un largo abrazo le dije que ese bebé sería mi hijo. Nadie sabría nunca de la verdad de su origen. Ni siquiera a ti te lo comente.

A Rei le pedí matrimonio, pues era lo correcto. Esa fui mi forma de protegerla a ella, y a la cual sería mi bebé.

Al tomar por primera vez entre mis brazos a mi pequeña, debí empeñarme en evitar derramar un par de lágrimas de tristeza, debido a que la pobre vino al mundo envuelta en mentiras, las cuales probablemente  la acompañaran hasta el día de su muerte. Pero  también sentí una gran alegría, pues aún si no compartíamos lazos de sangre, eso no me impidió amarla como a mi propia hija.

 

 

 

Al mudarme con quien aún sigue siendo mi esposa, optamos por una casa en un vecindario cercano al tuyo y al ser nosotros matrimonios amigos nuestros hijos prácticamente crecieron juntos. Creo además que fue la forma en que criamos a nuestros  respectivos hijos lo que hizo que al crecer estos se atrajeran entre sí y finalmente se unieran para traer al mundo a personas tan maravillosas como lo son nuestros queridos nietos, Akira, Kouyou y Takanori, los cuales alegran mis días, más ahora que tú no te encuentras a mi lado.

Fue muy difícil el verte partir y aún luego de muchos meses no lo he superado por completo. Tu recuerdo siempre está en mi memoria y añoro volver a vivir los momentos que juntos compartimos. Pero sé bien que es imposible.

Aún así, todos aquí te tenemos presente en nuestros corazones.

-¿Te ocurre algo abuelo Shiroyama?-Me pregunta Takanori el cual en no sé que momento se acercó hasta estar ahora frente mío. Es bajito, pero aun así se toma el trabajo de inclinarse hasta quedar a la altura de mi rostro, pues él sabe lo difícil que puede ser para alguien de mi edad el tener que levantarse de su asiento.

Ante mi silencio vuelve a repetir su pregunta. Yo me limito a negar con la cabeza y comentarle lo siguiente.

-¿Sabes? De mis tres nietos tú eres el que más se asemeja en apariencia a tu otro abuelo.

-¿Al abuelo Tanabe?-Y en su mirada se refleja cierta nostalgia-Sí, madre y padre me lo han mencionado también, inclusive mis hermanos lo hicieron luego de observar fotografías de él en su juventud. Es halagador que me comparen con alguien tan buen mozo.

-La diferencia es que en actitud, comparado con él tú eres toda una niña.

-Oh, vamos-Sonríe mientras palmea ligeramente uno de mis hombros- Sé que abuelito Tanabe y usted fueron desde pequeños muy amigos, y comprendo que lo extraña demasiado, tal vez incluso más de lo que cualquiera de los aquí presentes lo hace. Si necesitas hablar de eso o cualquier otro tema que te aflija solo llámame y vendré a escucharte. Y sé que madre, padre, abuelas o inclusive cualquiera de mis hermanos harían lo mismo por usted.

-Como sea, tus hermanos te esperan en la pista. Intenta con Akira evitar que Kouyou siga bebiendo, pues sino mañana no podrá levantarse de tan fuerte resaca que le dará.

-De acuerdo.

-Ah, Takanori. Aún tengo algo por decirte.

-¿Qué es?

-Muchas gracias. Solo eso.-Al oír mis palabras su mirada se ilumina y me devuelve la sonrisa.-Ahora vete que te esperan. Aprovecha y disfruta tu juventud.

 

 

Yutaka, antes de fallecer me dijiste que yo debía vivir con plenitud lo que me restaba de vida. Yo en su momento pensé que aquello se me haría imposible. Pero con el tiempo descubrí que aunque difícil, aquello se encontraba al alcance de mi mano, pues el hecho de contar con una familia tan maravillosa me facilita mucho las cosas.

Gracias a ellos es que hoy puedo sonreír de corazón aun si tú a mi lado ya no te encuentras.

Debo de agradecerte por todo lo que supiste darme, gracias a lo cual, hoy a mis tantos años puedo asegurar que tan cierto como que este corazón sigue latiendo, es el hecho de que para mí tú eres y seguirás siendo inolvidable.

Notas finales:

Si les gusto dejen su sensual comentario. Bueno, solo si quieren (?)


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