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El Verano Grita Nuestros Nombres por Omega Mahatma

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Notas del fanfic:

Me gustaría dedicar este escrito a Yume, ya que me animé a hacerlo gracias al entusiasmo que ella expresaba por nuevas historias en el DIK. 
Así como también quisiera agradecer a Mafe y Gina Oxas, personas que me ayudaron a pulir este escrito el cual finalmente puedo dejar a disposición suya para que lean. 

Y, bueno, espero puedan disfrutar de esta cosilla que escribí con amor~  

Notas del capitulo:

 

Un solo chico existía en la Tierra que era capaz de quitar el aliento a Takanori Matsumoto, y su nombre era Tanabe Yutaka; aquel hermoso joven de sonrisa resplandeciente del cual podría decirse que estaba locamente enamorado. Solía mirarle al terminar las clases, solía mirarle subir a su auto y partir a algún lugar lejano en el que un alma tan vibrante y única podría ser completamente libre como merece serlo.

Para Takanori, ese muchacho era poesía convertida en hombre. Tenía toques tan melancólicos, tan audaces, que le resultaba tan lleno de vida y sin duda le contagiaba. De cierta manera se volvió fan de todo lo que el muchacho era y hacía; era fan de la existencia de tan agradable ser.

Los días podrían pasar y pasar, pero el grado de fascinación que tenía Takanori por Yutaka no menguaba, tal vez incluso aumentaba. Siempre deseaba huir tras él y dirigirle la palabra para descubrir qué tan increíble podría resultar cuando se le conocía con más detenimiento y cercanía. Ese día incluso podría llegar pronto, pero para la personalidad de Takanori era difícil, ya que a veces era algo tímido e inseguro.

 

La mañana lucía tremendamente bella, el sol brillaba de forma agradable, el viento soplaba de forma apacible y para ser sinceros, el día prometía mucho, puesto que el ciclo escolar concluiría y daría paso a la llegada de las vacaciones de verano y con ellas posiblemente una temporada de tranquilidad entre la atareada vida de Takanori y sus demás compañeros universitarios.

Taka se abría paso entre la multitud que llenaba los pasillos del instituto para dirigirse adonde su casillero y de él extraer sus pertenencias para el que sería su último día de clases.

—¡Taka, espera un momento! —exclamó una voz bastante conocida para Takanori, pues provenía de uno de sus viejos amigos, y ese era Takashima Kouyou, un chico alto con rasgos que a muchos harían pensar que se trataba de una chica en lugar de un varón.

—¿Qué sucede, Kou? —buscó con la mirada a su amigo para después encontrarlo caminando apresuradamente hacia él.

—Oye, ¿quieres venir conmigo y unos amigos a la playa hoy? —dijo con una amplia y sincera sonrisa adornando su rostro.

—¿Eh...? Me resulta un poco raro, perdón. Es que, hace tiempo que tú yo no salimos ni nada por el estilo.

—Sabía que te parecería raro. Ah eso, bueno es que, por las diferencias de clases me resulta difícil invitarte a pasar el rato. Pero, venga, quise hacerlo esta vez —al decir aquello, Kouyou parecía realmente entusiasmado. Aunque era cierto que quería pasar tiempo con su viejo amigo, no era justamente solo por eso que le había invitado a la playa, pues en ello había interferido una tercera persona, la cual era Tanabe Yutaka.

—Ya veo —Takanori dudó un poco, pues las salidas no eran algo común en él. Pero sonaba divertido y era el inicio de vacaciones así que no le vendría mal una escapada—. Vale, iré, pero antes dime quiénes irán además de ti.

—Pues, no muchos, realmente. Yuu Shiroyama, Akira Suzuki y Tanabe Yutaka —respondió con un tono entusiasmado.

—Está bien —Takanori estaba a punto de finalizar cuando volvió a meditar lo último dicho por su amigo y fue ahí que reaccionó—. Espera, espera ¿dijiste Tanabe Yutaka?

—Sí, eso mismo.

—¿Lo conoces, Kou? ¿Eres su amigo? —su tono estaba lleno de asombro y desesperación.

—Sí, lo conozco. De hecho estamos en la misma clase —a Kouyou le resultó bastante cómica la reacción de su amigo ante lo que le contaba, pero dejo pasar las cosas y no le tomó mucha importancia.

—Tengo que irme, te veré en la tarde al terminar las clases —Takanori comenzó a caminar de forma rápida y nerviosa en dirección opuesta a la de su amigo.

—Nos veremos en la fuente de sodas cercana al laboratorio de química —gritó Takashima.

—Seguro. Llegaré a tiempo —respondió fuerte Takanori.

 

Tras aquella plática estuvo totalmente inquieto y esperanzado por la llegada del timbre de salida. Le causaba gran emoción el saber que saldría a la playa y estaría cerca de Yutaka; sería toda una aventura pasar un día con el chico que le robaba suspiros y le ponía el mundo patas arriba.

 

Las horas pasaban considerablemente lentas para Takanori, quien no dejaba de mirar su celular en busca de la hora. Contaba los minutos para estar cerca de Yutaka que parecía olvidar que habrían más personas con las cuales podría entablar buenas charlas e incluso comenzar una bonita amistad. Así eran las cosas cuando se trataba ese muchacho, le hacía olvidar casi por completo a los demás. Y no sabía si eso era bueno o era malo.

Por fin estaba cerca el momento que tuvo presente en su cabeza durante toda la mañana. Le daba un montón de vueltas al asunto y trató de hacer notas mentales sobre cómo comportarse frente a Yutaka; temas sobre los cuales podría entablar una conversación con él. Haría que fuera un grandioso día y trataría de no babear cada tres minutos por lo apuesto que le parecía aquel joven, e incluso decidió no hacer tan notoria su atracción para no ahuyentarlo y no generar burla por parte de los demás jóvenes, aunque le resultaría ciertamente complicado.

El timbre sonó y con aquello, la emoción de Takanori explotó en una sonrisa que pudiera ser la más grande que el chico habría esbozado alguna vez.

Dirigió sus pasos fuera del aula en cuanto el docente terminó de desearles unas placenteras vacaciones y aconsejarles tornarlas productivas y enriquecedoras. Esos eran tal vez los pasos más curiosos que hubiera dado el chico; eran una mezcla entre desesperación, exaltación, timidez y felicidad. Incluso más rápido de lo que él y todos imaginarían, ya estaba llegando al destino donde Kouyou lo citó para juntos partir hacia el estacionamiento del instituto y después tomar rumbo a la playa.

—Taka, ¿estás listo? —preguntó Kouyou hablando de forma animada. A su lado se encontraban otros tres chicos que ya había visto antes dentro del instituto, pero entre ellos estaba Tanabe Yutaka, dedicando una mirada hacia el frente llena de seguridad que incluso podría parecer intimidante.

—Sí, lo estoy —respondió en un tono que sonaba a inseguridad y nerviosismo.

—Pues andando —fue Yutaka quien dijo eso último y con ello provocó una sonrisa nerviosa en los labios de Takanori, la cual logró ver y correspondió amablemente.

Los cinco jóvenes se dirigían a las afueras del lugar para subir al auto de Yutaka. Por dentro, Takanori llevaba una fiesta, pues en poco tiempo estaría en aquel auto, y tal cosa sonaba de ensueño.

—¡Arriba, muchachos! —exclamó Yutaka e hizo una seña para que todos subieran al auto.

—Es un auto precioso —opinó Takanori—. Daría lo que fuera por conducir una belleza como ésta.

—Me lo dicen bastante y no puedo negar que mi chica se merece todos esos cumplidos —acarició la parte delantera del automóvil a la par que pronunciaba esto y reía un poco.

Los presentes subían al automóvil, y Takanori no podía sentir más envidia de aquel chico llamado Akira Suzuki, pues él había tomado el asiento del copiloto y debido a eso estaría de lado de Yutaka durante todo el trayecto; él, por otra parte se había posicionado del lado del tal Yuu Shiroyama, que a decir verdad, también era bastante guapo y notable, pero no se le comparaba con Yutaka, o por lo menos no para él.

Iniciaron así el camino hacia la playa, con el sol aún brillando, el viento volando con fuerza el cabello de todos los pasajeros de aquel bonito carro. La música proporcionando un buen ambiente que provocaba que el transcurso fuera incluso más agradable.

Yutaka se robaba por momentos la total atención de Takanori; ambos se miraban por el espejo retrovisor y cantaban las mismas canciones al unísono. Tal vez en algún momento pudo hasta parecer coqueteo y tal vez realmente lo fuera. Quizá en esos momentos Yutaka le gustaba aún más, pues lucía atractivo y más relajado que de costumbre, pero especialmente era debido a que estaba cerca y le prestaba atención. Se sentía como si solo se tratara de ellos dos y nadie más dentro del auto.

—¡Estamos llegando! —Yuu había hablado tan entusiasmado que contagió a los demás.

—¡Bendita playa, bendito mar! —gritó Akira y dibujó una enorme sonrisa en su rostro.

Todos estaban completamente alegres de haber llegado a aquel lugar tan lleno de paz. Era aún mejor debido a que la playa a la que decidieron ir era la menos procurada en comparación con la otra que era igualmente cercana al lugar en el que llevaban sus estudios, y justo por esa razón, era la favorita de Yutaka.

Al bajar del automóvil, Takanori se encontró frente al mar y no pudo ocultar el asombro ante tan maravillosa vista que la naturaleza le regalaba a sus ojos y demás sentidos. ¿Cómo es que nunca antes había intentado acudir a semejante paraíso? Ahora se daba cuenta de cuánto había dejado pasar a lo largo de los años, por haber pensaba que lo que se decía de la playa y sus componentes sonaba un tanto exagerado y no tan atrapante.

—Linda vista, ¿no? —Yutaka había interrumpido con sus palabras el momento de trance en que estaba Takanori y se colocó justo al lado de éste.

—Totalmente. Jamás tuve esa fascinación ni sueño sobre conocer el mar, pero debo reconocer que estoy hechizado ahora que me encuentro frente a él.

—Suele suceder. A veces somos muy escépticos y restamos belleza a las cosas, hasta que las tenemos cerca y podemos experimentar con ellas. Pero ¿sabes qué? Eso es un tanto mejor. Le suma mayor encanto —los ojos del chico no se apartaban del mar y del cielo. Tenía un aura de tranquilidad inimaginable. Su forma de ser tenía cualidades que parecían no ir las unas con las otras; a veces reflejaba una actitud de un hombre maduro y a veces la de tan solo un niño soñador y sediento de aventura.

—Podría acostumbrarme a la vista. El sol parece más acogedor aquí; es como si calentara más, pero a la vez es mucho más agradable que en otro lugar en donde haya estado antes.

—¿Puedo preguntarte algo? —era Yutaka con un tono de voz suave.

—Claro —Takanori esbozó un sonrisa y se la dedicó a Yutaka.

—¿Por qué me espías? —miró a los ojos de Takanori con algo de seriedad.

—Yo... no hago eso —Takanori cambió su voz a un tono nervioso. Era realmente bochornoso para él, porque efectivamente, desde hace ya un tiempo solía espiar a Yutaka mientras se encontraban dentro del instituto, pero pensó que estaba haciendo todo en perfecta forma y no sería descubierto. Ahora sabía que Yutaka era más observador de lo que parecía.

—Bueno, yo no creo que sea coincidencia que tú te aparezcas por debajo de las gradas del campo del instituto cuando voy a recostarme y pasar un rato… Oh, y sin mencionar que te he visto varias veces caminar simultáneamente conmigo dentro de la biblioteca.

—Pues deberías comenzar a creer en las coincidencias, o en que yo también tengo horarios y pasatiempos que concuerdan un poco con los tuyos.

—Sí, seguro es eso —guiñó un ojo y sonrío para la mirada ajena.

—Lo es —rio bajo.

—Yo le pedí a Kouyou que te invitara…

—¿Ah? ¿En serio? ¿Por qué? —un suave sonrojo iluminó el rostro de Takanori y por ello intento evitar la mirada del otro. Aquello era como un sueño, y no estaba seguro de que todo eso le estuviera sucediendo, pero sin lugar a dudas era demasiado grato e inesperado.

—Sabía que tú y Kou son amigos y dado a que te veía merodear mucho por donde yo, creí que era una buena oportunidad para conocer al misterioso chico de cabello teñido de rubio cenizo y estatura baja que parece seguirme a todos lados —esas palabras tomaron por sorpresa los oídos ajenos—. Fue por eso.

—Me causa curiosidad la razón de tu ánimo por conocerme —lo lanzado por Takanori fue interrumpido por una tercera voz que les llamaba a lo lejos para que se integraran de nuevo al reducido grupo de amigos y tras esto dejaron el tema colgado en el aire.

La charla con Yutaka hizo que Takanori excluyera de sus pensamientos la convivencia con su amigo y sus otros compañeros. Al final siempre resultaba así. Era casi imposible no perderse en los ojos de Yutaka, en su presencia, sus movimientos, el aura que emanaba; todo lo que era le hacía entrar en una clase de sueño lúcido, una especie de viaje en el que aunque no existiera mucha cercanía entre ellos, le hacía sentir como si su alma estuviera tocando la del otro. Y todo eso era divino en sobre manera, le provocaba un bienestar que antes no conocía.

El día marchaba de maravilla para todos; se estaban divirtiendo, se sentían plenos. Y es que la playa tiene aire de juventud cuando le miras y sientes con detenimiento. La vida en la playa era algo que había cautivado a Takanori desde ahora y le dejaría regusto para siempre, porque era la misma esencia que poseía Yutaka y debido a eso era que combinaban tan bien. Eran como uno mismo.

Como si de un cuento se tratase, podría resultarle a cualquiera el creer que Takanori y Yutaka desde esa ocasión descubrieron que todo tenía un tinte más bello cuando estaban juntos. Pues fue en aquel día que Yutaka notó que si la playa y cada uno de sus elementos rozaban lo sublime, al lado de ese chico de complexión delgada y rostro de ángel se convertían enteramente en ello. De igual manera, Takanori descubrió el amor que tenía hacia el verano y la playa; todo eso gracias a que Yutaka sugirió invitarle, porque tal vez por cuenta propia él nunca se hubiera atrevido a acercarse a ese tipo de experiencia, y ahora estaba siendo maravillado por la perfecta mezcla de un joven y aquello que decía no era para él.

Entre risas, música y charlas amenas, la tarde transcurrió hasta convertirse en noche y regalar para los jóvenes un cielo estrellado y una luna llena que parecía tranquilizar el alma a cualquiera que mirara hacia ella. Pronto se encontraban tirados en la arena con la vista fija en la inmensidad, cada uno con diferente sentir y pensar. En algún momento la brisa los arrulló de tal manera que todos cayeron en los brazos de Morfeo.

El viento despertó a Yutaka del sueño en que estaba y le obligó a caminar sin rumbo pero sin alejarse demasiado de sus amigos. La noche no arrebató únicamente el sueño a él, pues Takanori también se despertó casi enseguida del otro chico e intentó seguirle los pasos, hasta que vio al otro detenerse y tomar asiento frente al mar.

—¿No puedes dormir? —preguntó Takanori a Yutaka y se agachó junto a él.

—Me desperté con el viento, es eso —la voz de Yutaka era profunda.

—El mar no deja de gustarme, luce increíble de día y de noche —para cuando pronunció aquello había tomado lugar junto a Yutaka en la arena.

—Así es el mar y creo que he notado algo mejor en todo esto el día de hoy.

—¿Qué podría mejorar todo esto? —Takanori miró a Yutaka y éste lo hizo también.

—Me di cuenta de que el sol brilla mejor cuando te ilumina a ti —hubo una corta pausa y un suspiro de su parte—. Que el mar es aún más bello si estoy a tu lado, la música tiene otro tono si la acompaña tu voz, la luna se transforma cuando la miras y el viento crea arte cuando sopla tus cabellos. Estoy amando todo eso…, todo eso que sucede si estás aquí.

—¿Estás bromeando? —los ojos de Takanori estaban siendo amenazados con derramar lágrimas pronto. No se hubiera imaginado que Yutaka alguna vez se expresaría de tal forma refiriéndose a él. Esas palabras lograron recordarle a cuando él mismo pensaba en Yutaka, y en esos momentos era curioso que el chico usara aquellas expresiones.

—¿Por qué bromearía? Sé que te parecerá extraño, pero no eres realmente el único que le sigue los pasos a alguien más. A mí me pareces interesante; cuando te sientas en la biblioteca con aquellos audífonos tuyos que parecen más grandes que tu cabeza e inconscientemente comienzas a tararear después de un rato. Me es interesante saber que tienes mis gustos musicales, unos cuantos en literatura y que, aún con esto, seas diferente en gran parte a mí.

—¿Me has estado vigilando? –eso sin duda le causó un sentimiento extraño a Takanori.

—Bueno, no es como si tú no lo hicieras —Yutaka rio por lo bajo pero luego retomó las palabras—. Me llamaste la atención varias veces antes y fue una sorpresa para mí que tú comenzaras a procurar los lugares que yo, así que quise conocerte.

—Tú también llamas mi atención. Y tienes razón, te comencé a seguir recientemente. Despiertas interés en mí. Es decir, siempre vas caminando como si nadie en el mundo pudiera derribarte, todos te miran, te ves genial y haces que todo luzca tan intrépido y atrevido si tiene que ver contigo.

—Taka, ven —llamó Yutaka e hizo que el otro joven se acercara a la par con él—. Quiero probar qué tanto me puedes maravillar. Si tan solo eso es posible.

—¿Eh…? —estaban muy cerca y no se despegaban la vista. Aquella escena no podía anunciar algo más que la llegada de un beso, que si bien no sería el primero para ninguno, no quitaba lo especial que podría llegar a ser.

El mayor acarició el mentón de Takanori y lentamente se acercó a los labios ajenos. De aquella forma, con el viento soplando fuerte y frío, el agua del mar danzando y la luna adornando el lienzo que era el cielo; los dos se entregaron a una de las más significantes muestras de aprecio. Un beso que fluía con parsimonia y denotaba ganas de ser eterno en un tiempo que resultaba insuficiente para dos enamorados.

Las manos de Takanori viajaban por la nuca y cabellos castaños de Yutaka; las de Yutaka sostenían el rostro del otro chico. Los ojos de ambos permanecían cerrados y sus movimientos tomaban un ritmo agraciado y lento. Parecía que se contaban mil historias el uno al otro durante aquel dulce beso que era como un tercer idioma, una conexión que no querían romper nunca.

Takanori podía jurar que nunca nadie le había besado de tal forma, que le ocasionara sentir un gozo tremendo como el que experimentaba con el tacto de los labios de Yutaka. Era perfecto y atesoraría en su mente la situación, al igual que el ajeno, pues tampoco había recibido un beso tan completo como el que Takanori le regalaba en ese momento.

Una atmosfera preciosa abrigaba la acción de esos dos, pero de no ser por la carga de sentimientos contenida en algo que podría parecer tan simple para algunas personas, toda característica en el ambiente se habría perdido y convertiría la velada en algo tan hueco. Podría ser por eso que tras conocerse, tanto Takanori como Yutaka cambiaron su forma de ver las cosas que componían el paisaje, porque ahora eran influenciadas por sentimientos más profundos, y es que, ¿qué no resulta más atrapante cuando lleva consigo un sentimiento tan puro como el que es el amor?

El beso más sincero de ambos a lo largo de sus vidas, el único que causó fuerte impacto en los jóvenes estaba llegando a su fin, y tras detener el roce solo atinaron a dirigirse una mirada llena de amor, tomar sus manos y posteriormente volver la vista al apacible y precioso mar.

Juntos esperarían en silencio el amanecer y sus manos marcarían la unión en lo que restaba de tiempo para su llegada. Después de todo aquello, ni el destino ni nadie más sabría qué sería de los dos, solo de ellos pendía el trayecto que tomarían y éste aún les resultaba incierto. De tal manera, con sus compañeros cautivados por el sueño y a distancia, ellos escribieron una pequeña historia de amor con un final que aún no estaba marcado.

Qué importa si nada era para siempre, si no podían ser jóvenes eternamente, si los sentimientos y la belleza se marchitaran. Ambos se quedarían con la memoria de sus almas en la noche estrellada, misma en la que partieron del mundo y aterrizaron en los labios del otro. Incluso si mañana se olvidaban mutuamente, incluso si todo aquello acababa, los recuerdos serían gratos y los llevarían con ellos lo que les quedaba de vida. Porque ahora sabían que cuando volvieran a ese lugar podrían hallarse en él, e incluso más importante era, que el verano gritaría sus nombres a pesar de que juntos no estuvieran.


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