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Cobarde por Pandora09

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La noche se sentía gélida en sus huesos, como carcomiéndole la carne con los cristales de hielo, como cada noche desde hacia un largo tiempo. Pero el frío estaba afuera, al otro lado de ese cristal empañado, porque adentro todo era calor y sonrisas, el hogar de años de sufrimiento y anoranza. Una semana antes no haría imaginado su lúgubre casa siendo tan cálida.

Desde los cinco años, Choi JunHong había vivido un infierno siendo él un espectador inútil en primera fila. Desde los diecisiete, la historia se había repetido, pero más violenta y trágica.

Ahora, teniendo el menor veintiún años, ambos intentaban cerrar una puerta de un pasado tormentoso.

- ¿Estás seguro de esto? –preguntó Zelo, lanzando una mirada furtiva a las maletas que aún estaban junto a la puerta, a la espera de un arrepentimiento y la vuelta al camino de la desolación. La comisura herida de su boca tembló y los moretones se vieron más oscuros sobre su piel pálida.

Ahí en la sala todo era penumbras, la Luna no iluminaba mucho y las nubes ocultaban completamente el fulgor de las estrellas,  mientras que las escasas velas que habían encendido producto del apagón se consumían con furtiva rapidez. Pronto, sus rostros morirían en la oscuridad y no quedaría más que el tacto para sentirse y saberse acompañados.

YongGuk, con manos temblorosas y los nervios erizándole la piel, se atrevió a desaparecer la distancia que separaba sus cuerpos en aquel sillón blanco. Zelo se petrificó bajo ese abrazo y, durante unos segundos, lo miró con pánico.

Se preguntó si había forma de borrar el pasado, si el menor realmente podría perdonarlo, porque las señales siempre estuvieron ahí, frente a sus ojos sin que él fuera capaz de reconocerlas.

La pareja creció siendo amigos en una pequeña villa de Mokpo, donde pasaron los mejores años de su vida y, al mismo tiempo, el principio de los más tormentosos en la vida del menor.

YongGuk, siendo el menor de tres hermanos, creció en una familia rota, al igual que Zelo. Su madre, una mujer fuerte y luchadora, decidió que ella nunca dependería de un hombre y que su ausencia no la derrotaría, así que sacó adelante a tres hijos sin que a estos nada les faltara. YongGuk creció en una familia rota, pero repleta de amor.

JunHong, por su parte, también creció en una familia rota, fragmentada y destrozada. Su padre se había marchado luego de su nacimiento, argumentando que él nunca había querido tener que criar a dos mocosos hijos de una prostituta. No, la madre de Zelo nunca se vendió a sí misma, al menos no de la forma en que la palabra prostitución hacía mención. Todo el amor que Zelo alguna vez experimentó fue el que le dio JunSeo, su hermano mayor, pero este desapareció cuando cumplió ocho y Zelo cinco años, dejándolo con los difusos retazos de lo que pudo significar ser importante para alguien.

¿Qué pasó con su hermano mayor? Tal vez Zelo nunca lo sabría.

YongGuk, que era su vecino en esa época, con once años era demasiado inocente para darse cuenta de lo que vivía el menor. Con el tiempo comprendería el significado de la palabra dependencia. Entendería que la madre de Zelo había sido demasiado débil para liberarse del calvario al que la condenó su segundo matrimonio. Y también se culparía por no haber sido capaz de leer las señales.

La señora Choi había ocultado con maestría los moretones sobre su rostro y la agonía de sus gestos. Zelo había sido demasiado torpe para su propio bien y siempre había tenido una excusa para el dolor que sentía.

YongGuk nunca se perdonaría el haber pasado casi ocho años siendo un testigo silencioso de lo que el menor soportaba, por eso no fue capaz de detenerlo cuando JunSeo volvió y decidió alejarlo de su madre y padrastro. Porque la señora Choi vivía un infierno, pero era tan dependiente de él que ni siquiera su inocente hijo estaba a salvo.

Y YongGuk debió saberlo, cuando vio a JunHong alejarse, con lágrimas en los ojos, de su hogar. Debió saber que una madre dependiente es perfectamente capaz de criar a un hijo igual de dependiente. Para eso necesitaría más tiempo y otro infierno, otro más crudo y doloroso.

- Un hijo del rigor -dijo JunSeo para describirlo cuando apareció. Recordó su sonrisa, tan jodidamente idéntica a la que Zelo le había mostrado tan pocas veces, tan radiante, sin embargo, a diferencia del menor.

Zelo se mordió el labio inferior y un delgado hiló de sangre escapó de la herida recién abierta hasta perderse en su barbilla. Bajo el efecto de las velas y la poca luz que entraba desde el exterior, su piel se veía tétricamente pálida y la sangre, negra como un pozo de dolor sin fondo. Mirar a Zelo era como ver una película muda y en blanco y negro, tan sombría y silenciosa, con tantos secretos por descubrir. Secretos que él no pudo comprender hasta que la verdad lo golpeó en el rostro y le destrozó el corazón.

Fue cuando cumplió los veintitrés años que decidió salir de Mokpo e ir a buscar suerte a la capital, sin saber que esa suerte se disfrazaría de un desgarbado adolescente de sonrisa quebrada y mirada desconsolada.

Si hubiera sabido que en su camino de vagabundo se toparía nuevamente con Zelo, habría emprendido mucho antes esa travesía.

Pero no lo hizo y, cuando se encontraron, ya era demasiado tarde para salvarlo. O así lo creyó.

Zelo siempre había estado roto, creció en una familia rota con un padrastro que siempre quiso quebrarlo un poco más. Había grietas en su piel, surcos de lágrimas que resquebrajaban sus lozanas mejillas, moretones indelebles en sus brazos, muslos y sobre sus costillas. Y aquellas manchas en su cuello definitivamente eran el rastro de alguien queriendo quitarle el oxígeno y la vida.

- Lo amo –había dicho soñador, dependiente- y él me ama a míingenuo.

YongGuk había visto las señales pero, nuevamente, no fue capaz de leerlas. Tal vez si los celos no hubiesen estado mermando su racionalidad habría comprendido que el brillo en los ojos del menor se debía a las lágrimas de dolor y no al maravilloso romance que no estaba viviendo, que le estaba rogando rescatarlo.

Tal vez si no hubiese buscado novia para sacarse de la mente lo que nunca arrancaría de su corazón, Zelo habría tenido la fuerza que no tuvo su madre hasta que la muerte la rescató de su infierno personal.

Había tantos tal vez rondando su mente. Tantas cosas que pudo hacer y nunca hizo. Tantos gritos desesperados que Zelo ocultó en la almohada, tantas huellas que el maquillaje cubría a la perfección. Tanta, tanta mierda que Zelo soportó a solas mientras él se consumía a ciegas en su dolor imaginario.

Pero ahí, en la oscuridad de su casa, cuando sus almas habían desnudado lo que habían callado durante tantos años, no había maquillaje sobre su piel ni sobre sus sentimientos. Tal vez ni siquiera había dependencia y solo estaba ese cariño que llevaba años creciendo en el interior de sus pechos.

Porque Zelo estaba tan roto y se había sentido tan cobarde que YongGuk nunca lo comprendió, porque las señales se volvieron más confusas con el tiempo, más desesperadas e ilegibles.

- No soy mi madre había dicho la primera vez que lo cacheteó, porque al día siguiente él llegó con un ramo de rosas y una disculpa en la mirada.

Pero fueron tan ingenuos, Zelo creyendo que esa luna de miel duraría eternamente y YongGuk ahogando los celos en otro cuerpo.

Porque Zelo se había visto tan feliz y ¿quién era él para acabar con aquella felicidad?

Y estaba tan enojado, no podía creer que, después de todo lo que vivió con su madre, Zelo aún creyera ciegamente en la bondad ajena. Porque, cuando permitió el primer golpe, abrió una puerta que nunca podría cerrar hasta morir, de la misma forma en que hizo su madre.

- ¿Alguna vez me podrás perdonar? –solo quedaba una vela encendida, la que estaba sobre la mesa de centro frente a ellos. YongGuk habló y vio a Zelo desviar la mirada hacia las maletas, junto a ellas había una caja de cartón con un cepillo de cabello, un cepillo de dientes y unas cuantas prendas femeninas.

- No hay nada que perdonar, hyung.

Pero YongGuk no lo creía así, no cuando él mismo había contribuido a hacer ese infierno más insoportable.

Porque JunSeo había decidido hacer su vida aparte, creyendo que Zelo ya podía manejarse por sí mismo. Y YongGuk no podía comprender que él creyó lo mismo, porque ninguno se detuvo a curar sus heridas, zurcir los cortes que nunca sanaron ni a calmar el ardor de los moretones que nunca se borraron porque estaban grabados a fuego en su alma. Ninguno pensó en cuántos secretos podía guardar una sonrisa.

Porque YongGuk siempre vio las señales, pero nunca supo interpretar esos gritos de auxilio que tenían el nombre de Choi JunHong como remitente y el de Bang YongGuk como destinatario.

Y durante casi dos años desde que se reencontraron en la capital, YongGuk lucho en el bando equivocado de una guerra inexistente. Y tarde comprendió que sus actos hacían tanto daño como los golpes físicos.

¿Cómo podía saber que JiEun era un error en su vida? Era tan obvio que fue incapaz de comprenderlo.

Movido por los celos y la soledad, había decidido que ella sería una buena compañera para su alma solitaria. Y no, no tiene nada que ver con que Zelo esté viviendo con ese animal, se decía, iluso, cuando se imaginaba al menor envuelto en brazos ajenos y él solo tenía silencio cuando llegaba a su casa.

JiEun había sido una buena idea, buena compañía y buena persona, tanto que rápidamente comenzó a formar parte de su vida. Compañera de trabajo y de cama; buena cocinera e inteligente. Un cepillo de dientes y un cepillo de pelo por si las noches se hacían demasiado largas y el sol los encontraba bajo las mismas sábanas. Un fin de semana completo viendo películas y haciendo el amor hasta volverse semanas completas, meses y un ‘¿por qué no te mudas conmigo?, si prácticamente vivimos juntos cuando Zelo le comentó que estaba compartiendo departamento con su pareja porque así se dividían los gastos y podía costearse la renta y los estudios.

Para él las cosas no comenzaron con un Zelo silencioso de sonrisa triste viendo a JiEun colgarse de su codo y besarlo como si estuviera marcando territorio. Tampoco con esas excusas de hyung, estoy cansado, ¿qué te parece otro día?

Las señales estaban ahí y YongGuk nunca comprendió que Zelo anhelaba tener una verdadera historia de amor mientras esa bestia que tenía de novio se esforzaba por aislarlo y destruir todas sus redes de apoyo.

¿Dónde demonios estaba JunSeo? Se preguntó después, pero ¿dónde había estado él? ¿Dónde estuvo cuando Zelo derramó la primera lágrima, la primera gota de sangre? ¿Dónde estuvo cuando Zelo maquilló el primer moretón en su cara? ¿Dónde mierda estuvo cuando el miedo a más humillaciones lo paralizó, impidiéndole salir a la calle? ¿Dónde estuvo cuando el terror se convirtió en una constante en la vida Zelo?

Mientras JunHong dormía en rincones fríos y soportaba vejaciones a manos de quien amaba, YongGuk estaba ocultándose de la noche entre cálidos brazos femeninos, creyendo ser el del corazón roto. Porque sí, Zelo rompió su corazón cuando decidió que otro merecía su amor.

El corazón de YongGuk estaba roto, pero Zelo entero estaba destrozado.

Y si esa ceja rota con que lo vio y por la que JiEun después se burló de su cobardía no fue suficiente, el llanto silencioso con que respondió su llamada la noche de su cumpleaños sí le dijo algo.

¿Quién cumple años llorando si apenas cumple diecinueve? Por supuesto que YongGuk no, porque él celebró la llegada de sus veinticinco con una cena romántica y una noche de pasión, mientras Zelo pagaba con lágrimas de sangre el haberle comprado un regalo que nunca llegó a su destino.

- ¿Tienes miedo? –preguntó cuando tomó la mano del menor y esta tembló entre sus dedos.

Zelo negó con la cabeza y se recargó en su costado. La noche comenzaba a enfriarse ambos necesitaban el calor que el cuerpo ajeno suponía, un calor que habían anhelado siempre y que siempre les rehuyó.

- Se siente bien, estar aquí.

YongGuk lo dudaba, la calefacción no funcionaba debido al apagón y los pocos alimentos que quedaban en la nevera debían estar derritiéndose.

- Ni siquiera puedo ofrecerte un café.

Luego de besarle castamente la mejilla, Zelo le sonrió y volvió a recargarse en él.

- ¿Me creerías si te digo que las he tenido peores?

Sí, no había duda de eso. Incluso en ese momento, si lo abrazaba, no necesitaba hacer mucho esfuerzo para sentir sus costillas.

- Estás más delgado había dicho con obviedad-, demasiado –agregó cuando Zelo intentó refutarlo y culpar a la danza. Porque una cosa era bajar de peso debido al ejercicio y YongGuk no pudo negar que hubo un tiempo en que Zelo se vio exquisitamente esbelto, otra muy distinta era llegar a verse casi esquelético.

No hubo forma en que Zelo ocultara el hundimiento en el área de sus mejillas o los huesos de la clavícula que se le asomaban cuando las camisetas demasiado anchas de deslizaban por sus finos hombros. Ocultar todo eso bajo kilos y kilos de prendas demasiado grandes para él había sido imposible. Y la palidez, mierda, Zelo fue siempre pálido, pero no de ese pálido amarillento y cadavérico que comenzaba a mostrar su piel lastimada. No de ese amarillo vomitivo moteado de rojo, morado, gris y verde. No, Zelo no era de ese amarillo en que se había teñido. La piel del menor debía ser de un lozano rosa pálido, en su mente, precioso. Pero, esas alturas, JunHong era tan dependiente emocional, social y económicamente de ese animal que ya nada más importaba, ni siquiera él mismo.

Zelo pensaba que, siendo digno hijo de su madre, nunca nadie podría amarlo. Porque estaba roto, destrozado, despedazado por una mano que juró amarlo más allá de la misma existencia humana. Por una persona que juró ser la única capaz de ver algo de belleza en él, si es que la había.

Zelo no tenía amigos a quien acudir porque YongGuk, que era el único en quien realmente confiaba, estaba demasiado ocupado soportando su despecho. Porque todas las personas se van, hyung, y no merezco que nadie me ame fue la excusa cuando le preguntó por qué seguía queriéndolo, sin saber que ese amor no era más cariño que la dependencia crónica que corría por sus venas.

Zelo no podía trabajar porque cuando lo hizo se dio cuenta de que no lo necesitaba y solo lograré que la gente me mire, hyung, ¿por qué voy a querer que alguien me mire con deseo si ya tengo pareja? ¿Y si no los puedo detener, hyung? El mundo es demasiado peligroso para alguien inútil que no se sabe defender como yo.

El miedo estaba tan enraizado en el menor que su vida se detuvo a causa de él.

Y la culpa, ambos cargaban con tanta que no se podían librar de ella.

YongGuk por el abandono y Zelo por… ¿de qué tuvo él la culpa? ¿De ser tan ingenuo? ¿De ser tan soñador? ¿De ser hijo de su madre? ¿De querer provocar a todos los hombres que lo miraban?

Se preguntó si algún día podía eliminar la culpa de la consciencia de Zelo.

Zelo se preguntaba si podía eliminar la culpa de la consciencia de YongGuk.

Porque hubo tantas señales que YongGuk nunca pudo leer, que vio y cuyo significado siempre ignoró.

Es solo la lluvia, hyung pero YongGuk sabía que aquella ligera llovizna no podía estar inundando el rostro de Zelo, que la hinchazón y el rojo de sus ojos provenían de otra parte, de una mano amorosa que había jurado protegerlo, mas nunca lo protegió de sí misma.

Fueron casi seis años lo que vivieron alejados, pero YongGuk habría jurado que en esos dos que pasaron antes de llegar a ese momento de liberación pesaban más que todas sus vidas.

A veces se preguntaba qué tan distintas habrían sido las cosas si hubiese sido más valiente, si hubiese luchado por mantener a JunHong a su lado cuando, traumatizado por la muerte de su madre, JunSeo decidió alejarlo. Se preguntaba si las cosas hubiesen sido más fáciles para Zelo si él no hubiese reaparecido en su vida. Habría jurado que los golpes aumentaron cuando se reencontraron y ese ‘él es Bang YongGuk, mi mejor amigo derribó los últimos barrotes que mantenían presa a la bestia.

Y la culpa siempre fue de Zelo, o de eso se convenció el menor y quiso convencer a YongGuk.

Zelo no se merecía aquel infierno, pero el fantasma de su madre seguía penándole desde el más allá porque ¿crees que alguien te amará? ¿Crees que alguien ama las cosas sucias y rotas como túAsí que Zelo se aferraba a esas migajas de amor que recibía en la luna de miel, cuando la bestia se saciaba y se daba cuenta de que estaba perdiendo a la presa.

- ¡Fuimos a Jeju, hyung! ¿Puedes creerlo? Fue maravilloso -entonces la bestia comenzaba a ganar terreno y Zelo, siempre tan ingenuo y soñador, volvía a caer en sus redes. Él prometió que es la última vez. Pero ninguna última vez lo fue realmente.

El rojo es el color de las putas fue la justificación cuando se tiñó el cabello de color cereza para volver a su castaño natural a la semana siguiente.

Nadie tiene que ver mi cuerpo flacucho y desgarbado argumentó cubierto de capas y capas de ropa en medio de un sofocante verano.

No puedo gastar el dinero de la semana en tontas idas al cine dijo cuando canceló por tercera vez una de sus salidas.

Mi celular se rompió, por eso no puedes llamarme su voz rota sonó por el auricular.

Y las señales estaban ahí, tan cerca que podía tocarlas, tan obvias que se volvieron invisibles.

YongGuk no era un erudito en psicología, apenas comprendía su mente y no esperaba comprender la de JunHong, pero ¡mierda! Zelo había estado pidiendo auxilio a gritos y él no escuchó su llamado. YongGuk estaba tan ocupado teniendo un corazón roto que no veía que JunHong lo estaba completamente.

Y JiEun, YongGuk habría jurado que la amaba, pero la besaba preguntándose qué se sentiría besar a Zelo. Hacía el amor con ella envidiando al que poseía el cuerpo de Zelo. Se imaginaba acariciando las cicatrices del menor y borrándolas con su cariño.

YongGuk no sabía de psicología y no comprendía las señales que eran tan obvias, pero había algo que sabía y eso era que nadie que no quiera ser salvado, puede ser salvado.

Tal vez hasta lo disfruta pensó cruelmente una vez, cuando Zelo se negó a explicarle el segundo moretón, imaginándose que había más ocultos bajo la ropa.

JunHong se lo está buscando pensó cuando él lo vio abrazar a Zelo y este se aferró con fuerza a su pecho.

- Es lo que merezco, hyung le dijo el menor por teléfono en la primera llamada de auxilio y cuando todas las alarmas de YongGuk se encendieron.

- Realmente no merezco que me amen, ¿verdad? gimió luego de correr a su casa en busca de refugio y JiEun, semidesnuda, salió a buscarlo a la sala.

Para ese entonces YongGuk aún no podía dimensionar el verdadero infierno al que Zelo, por su propia cuenta, se había condenado. Porque la culpa que sembró la bestia en su mente YongGuk no la podía comprender.

Y la culpa que carcomía a YongGuk no lo dejaba vivir.

Las cosas con JiEun comenzaron a tambalear  aquella noche porque solo es tu amigo, yo soy tu novia y debo ser más importantefueron sus gritos cuando volvió, de madrugada, luego de haber atravesado Seúl buscando a un lloroso JunHong.

Pero JunHong nunca fue solo un amigo, siempre fue algo más, algo que habitó en el pecho de YongGuk y le dolía en el alma. Amarlo era un dolor con el que YongGuk se obligó a aprender a vivir.

El amor nos separará.

La canción de Joy Division fue el himno y mantra de YongGuk durante esos meses.  Tal vez Ian Curtis tenía razón y el amor, la monotonía y los fracasos podían unir tanto como separar.

- Es amor lo que nos separa.

El amor de él por JunHong y el de JunHong por otro. YongGuk, en algún momento, pensó que Zelo era feliz y eso fue suficiente para él.

Pero el amor no debe doler. El amor no debe dejar manchas de vergüenza sobre la piel de quien lo siente. El amor no debe sacrificar la integridad de nadie. ¿Cómo podía enseñárselo a JunHong? ¿Cómo podía convencerse a sí mismo de que amar no era resignarse a estar con una persona solo porque el verdadero dueño de su corazón prefirió estar con otro?

JiEun era una buena amiga, amante y compañera, pero YongGuk siempre supo que no la amaba.

Zelo siempre supo que en el mundo exterior no había nada para él, así que dejó que la bestia poseyera su cuerpo y mutilara su alma.

- Aquí –pasando hambre y frío-, me siento bien.

YongGuk no podía creerle, así que ya había planeado todo lo que haría cuando la tormenta menguara. JunHong acabaría el colegio, tal vez podría hasta trabajar. Recuperaría el contacto con JunSeo. Acabaría la terapia psicológica que había interrumpido de forma involuntaria.

Zelo creería en su propia fortaleza y esta vez no habría nadie para demostrarle lo contrario, como la primera vez que quiso ser libre.

Sin haber declarado su amor y aún conviviendo con JiEun, Zelo había escapado a vivir con él luego de la segunda paliza que acabó con él en el hospital y una demanda de violencia doméstica que pronto fue anulada por él mismo, porque hyung, estás exagerando.

JiEun siempre había despreciado a Zelo y nunca se molestó en ocultarlo, burlándose cuando YongGuk no podía escucharla; provocando peleas que crispaban los nervios del menor que se descompensaba cada vez que las contemplaba.

YongGuk recordaba perfectamente los gritos histéricos de JiEun mientras Zelo se acurrucaba sobre sí mismo, queriendo escapar del mundo. Entonces, él tomaba a JiEun del brazo y la arrastraba a su habitación, donde ella despotricaba contra Zelo y ni siquiera es capaz de salir y hacer la compra, ¿por qué debo mantener a un inútil como él?.

El miedo a estar solo, a dejar de sentirse para estarlo realmente, embargaba su pecho cada vez que contemplaba la idea de acabar aquella enfermiza relación, porque YongGuk no sabía que él era igual de dependiente que Zelo.

Y se quedaría solo, comprendió un par de días después, cuando la bestia endulzó el oído del menor y JiEun envenenó su alma.

- ¿Prefieres volver con él?

- Sus golpes son más soportables.

Y malentendió las señales porque creyó que Zelo amaba a la bestia y se sacrificaba por ese amor. No entendió que lo que más lo lastimaba era verlo con JiEun.

Para entonces, todas sus relaciones parecían ser catastróficas. JiEun y sus intolerantes gritos. La bestia y su sádico amor. Nadie era libre.

¿Cuánto debía costarles la libertad? ¿Cuánto deberían pagar por ser libres? ¿Cuánta sangre Zelo debía derramar para ser feliz?

La tercera visita al hospital fue la peor. YongGuk siempre la recordaría como el punto de quiebre y el inicio del último arco de la obra que, sabiamente, decidió llamar La Bella y la Bestia.

Un ojo morado, tres costillas rotas, un golpe en la cabeza y casi tres semanas en coma. La liberación, por obra divina, de ser un número más en las estadísticas anuales.

YongGuk nunca estuvo tan aterrado como aquellos días. La idea de perder definitivamente a Zelo nunca había sido tan real.

Mientras Zelo se debatía entre la vida y la muerte en una cama estéril de hospital, YongGuk se volvía creyente y rogaba a Dios por algo de piedad y sabiduría para afrontar la vida.

- Guíame, Señor, y no permitas que él se apague.

Aunque tal vez, solo tal vez, Zelo realmente necesitaba descansar.

Cuando despertó, en conjunto, decidieron que las cosas debían cambiar. Así que Zelo comenzó la terapia con una psicóloga recomendada por el neurocirujano que lo había operado, mientras que la bestia tomaba distancia, por supuesto que lo haría con una denuncia de cuasi homicidio a cuestas. YongGuk decidió terminar con JiEun y liberarse del miedo a estar solo.

- Yo creé a ese monstruo, hyung. Yo lo alimenté. Yo conviví con él y lo fortalecí... Nadie debe sufrir las consecuencias de mis errores.

Zelo se sintió responsable de la seguridad de aquella chica que cayó, ingenuamente, en las redes de la bestia, meses más tarde.

- Yo puedo soportar los golpes sin romperme, ella no.

Pero Zelo ya estaba roto, fragmentado y desgarrado. Y el miedo lo volvía manipulable porque si no eres mío, no serás de nadie y la chica solo había sido un pretexto para que Zelo volviera a él, la carne de cañón dispuesta al sacrificio.

Inútil, YongGuk contempló el forcejeo, el tira y afloja con que Zelo se las arregló para sobrevivir antes de que la bestia acabara con la poca cordura que conservaba.

Aquella noche, con tristeza, recordó a la señora Choi.

YongGuk siempre se sintió débil y cobarde ante todo lo que JunHong debía soportar. JunHong siempre se sintió cobarde y patético por ser incapaz de defenderse. Ninguno comprendía que la fortaleza no estaba en los puños y en las manos que propinaban golpes o en los gritos histéricos de quien desea apoderarse de otra persona. Ninguno comprendía que el solo mantenerse con vida era un acto de coraje, que habían sobrevivido a la soledad, al miedo y al dolor y que seguían vivos.

Vivir es tan duro pensó cuando vio a JunHong luchando por conseguir algo de aire, mientras la bestia lo asfixiaba.

-¿Por qué me haces esto? ¿Por qué quieres irte con otro si yo te amo? incluso ahí, cuando los golpes más dolían y las cosas estaban más claras que nunca, él intentaba jugar con la mente ingenua de Zelo.

No comprendía qué pasaba por la mente de ese tipo, qué lo llevó a ser así de violento, no sabía si estaba en sus genes o si solo era una manera enferma de amar, pero no se detuvo a comprenderlo, porque tampoco entendía qué pasaba por la mente de Zelo y provocaba que lágrimas de compasión bañaran su rostro cuando luchaba por vivir, por seguir existiendo a pesar de la crueldad que había tenido que soportar toda su vida.

Con más fuerza de la necesaria, lo empujó intentando alejarlo de Zelo, que tomaba bocanadas de aire con la boca abierta y las manos sobre su cuello. Tenía el rostro cubierto de sangre y YongGuk agradecía en silencio el haber llegado a tiempo, tan a tiempo como lo que ver a Zelo aún respirando significaba. No lo suficiente para ahorrarle el pánico y el dolor que estaba sintiendo.

No lo suficiente para evitar que, preso del terror, JunHong empuñara el cuchillo que le había hecho un corte profundo en el brazo y lloraba su propia sangre.

Así que, cubierto de sangre, lágrimas y tierra, JunHong se liberó de la fuente de todo su sufrimiento.

Porque él no era su madre y la señora Choi murió para ser libre. JunHong mató con el mismo objetivo.

La última vela se había consumido casi una hora antes, pero ellos seguían abrazados, ahora en la oscuridad. YongGuk no podía sacarse de la cabeza el rostro de Zelo cubierto de sangre, aunque los cortes que apenas estaban sanando no hacían mucho por ayudarlo a olvidar. En sus oídos retumbaría eternamente el rugido de agonía que emitió cuando se dio cuenta de que sí, está muerto por fin.

La frase defensa personal, los registros del hospital y el testimonio de la chica abalando las situaciones de violencia a las que JunHong se vio sometido, le concedieron la libertad luego de que el juez evaluara la situación que, a ojos de YongGuk, era obvia.

- Es el fin dijo Zelo cuando fue libre, con lágrimas empañando su mirada y dudas carcomiendo su mente, porque no podía ser tan bonito y real al mismo tiempo.

Pero era el fin. El fin de los engaños, el fin de los golpes, de las lágrimas silenciosas, del maquillaje y ropa ocultando heridas, las sonrisas falsas, las excusas y la soledad. Era el fin del calvario. Era el inicio de la libertad.

- No fui un número más, hyung –y había tanta esperanza en esa simple oración que YongGuk sentía que en cualquier momento rompería a llorar de felicidad y angustia.

Felicidad por estar ahí, abrazados luego de haber atravesado un infierno de vida. Angustiado porque ninguno podía adivinar lo que el futuro les traería, ninguno podía confiar en su destino porque ambos venían de una familia rota y temían construir una igual.

A YongGuk le aterraba ser un cobarde y no poder afrontar la responsabilidad de reparar a alguien tan roto como JunHong.

JunHong aún temía ser el digno hijo de su madre.

- ¿Estás asustado?

- Estoy muerto de miedo.

Con sus rostros ocultos en la oscuridad, YongGuk soltó una ronca carcajada después de escuchar la leve esperanza en la voz del menor, porque ambos estaban aterrados, no sabían lo que les deparaba el futuro y la incertidumbre los estaba carcomiendo desde adentro. Pero aterrados y todo, ambos estaban dispuestos a dejar el pasado y emprender una nueva aventura, lejos del dolor, de la vergüenza, la soledad y el miedo, por sobre todo el miedo.

Esa noche de tétrica tormenta dejaron de ser unos cobardes para comenzar a ser felices.

Notas finales:

El amor, cuando duele, no es amor.


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