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La calzada de los vivos por YumeRyusaki

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Notas del fanfic:

Traducción

Autor: Chibico Futagoza

Título: Pyramid of fortune

Publicación: Octubre, 2014

Notas autora: Aunque ha sido tarde mi imaginación no quería calmarse hasta no escribir sobre las pirámides.

Mensaje autora para mexicanos: Aunque ahora recibí ayuda, antes había escrito de su país basado en lo que veo por la televisión e Internet y así escribí sin conocer de la misma manera que escribo de Kai y Uruha a quienes tampoco conozco, pero cuando vi el documental de gazette pensé que México era un lugar increíble y por eso me decidí a escribir esto... probablemente les guste, o quizás no, pero quiero que sepan que al escribir sobre su país lo hice con absoluto respeto.

Notas del capitulo:

El título original Chibico lo cambió luego de que le explicara sobre las pirámides y la calzada de los muertos, "vivos" es una ironía muy acertada pues hay que serlo para tener el valor de hacer cosas en el auto y antes de un concierto. 

La calzada de los vivos
Chibico Futagoza
Traducción: Yume Ryusaki


 

—¡No puedo creer que casi me dejas!

—Cálmate, era un simple juego. Si te hubiese dicho directamente a ti que me acompañaras, habría sido sospechoso.

—Pero, Yutaka, fue aún más sospechoso jugar con la intención de perder, de hecho, estoy casi seguro que se dieron cuenta que quería ir contigo.

—Oh, claro, como si fueras un gran fanático de las pirámides.

—No es que no me interesen. Sin embargo, ¿pensaste en lo que habría pasado si no hubiese perdido en ese estúpido juego?

— Incluso si uno de ellos hubiese perdido, no habría querido venir, pero de haber sido el caso, probablemente hubiese tenido compasión del que perdió y en este momento estaría aburriéndome a muerte con ustedes en el hotel.

—¿Aburrido?

—Bueno —Kai se relamió los labios y prosiguió—, resulta que tengo algunos planes para las próximas tres horas.

—¿Tus planes tienen que ver con arrastrarme al auto?

La sonrisa en los labios de Kai, curvándose con deliciosa malicia, le sirvió como respuesta.

Estaban sentados juntos en la parte trasera de la van, Kai había insistido en que Uruha estuviese del lado de la ventanilla. El asiento frente a ellos y los cuatro de adelante estaban vacíos, los tres miembros del staff que les acompañaban estaban fascinados con las peculiaridades de la segunda ciudad más grande del mundo, la media hora de viaje la llevaban haciendo preguntas en un mal inglés al conductor que les había facilitado el hotel y reían felices que no hubiese un atasco con el tráfico. No había de qué preocuparse en absoluto por lo que no sucedía alrededor, era imposible tener más suerte, las condiciones eran perfectas…

Miró su entorno una vez más, solo para asegurarse que todos estaban en lo suyo y nadie los veía. Uruha también estaba entretenido, sonreía mirando por la ventana y ensanchó la sonrisa aún más cuando sintió una mano caliente deslizándose en su muslo. Kai abrió la boca sorprendido de que Uruha le retirara la mano y él hiciera lo propio, sonrió también. Oh, sí, sabía muy bien lo que iba a suceder a partir de ese momento y él sería el mentiroso más grande si decía que no le gustaba la idea. Uruha suplicando era alucinante, pero el lado rebelde, ese con el que tomaba la iniciativa, casi le gustaba más…

El auto saltó por un bache y ambos agradecieron mentalmente las irregularidades de las carreteras mexicanas: la mano de Uruha se deslizó a la parte interna del muslo de Kai, estratégicamente a escasos milímetros de cierto lugar vital.

Kai, ¿trajo su videocámara de mano? —Cuatro asientos adelante uno de los miembros del staff se levantó.

—Eso creo —Uruha eligió ese momento para apretar el pene dormido bajo el pantalón de Kai y se relamió los labios al sentir toda la longitud por sobre la tela.

—¿Puede comprobar? Usar la grande es bastante pesado.

Por la expresión de su cara, Uruha pensó que Kai tenía ganas de levantarse, tomar de la cabeza al hombre y arrojarle por la ventana, sin embargo, Kai se limitó a sonreír con dulzura, como siempre, y se estiró para buscar en su bolso que estaba en el asiento contrario al de ellos.

Uruha giró la cabeza a la ventana, pretendiendo que admiraba el paisaje gris y monótono de la bulliciosa ciudad mientras su mano seguía moviéndose en la entrepierna de Kai, que segundo a segundo iba apretando los dientes, tratando en vano de concentrarse en la búsqueda de la cámara.

—No me diga que la volvió a perder —el hombre soltó un suspiro y se puso de pie para ayudarle a buscar, afortunadamente, Kai reaccionó con la velocidad de un caballero dorado y sacó en ese momento la mano de la bolsa mostrando la cámara.

—Aquí está —sonaba irritado—, no la olvidé.

—Bien, lo siento —confundido y avergonzado, rápidamente regresó a su asiento.

Kai también se acomodó y achicó los ojos mirando a Uruha, daba la impresión que quería romperle la cámara en la cabeza, pero Uruha como el buen vecino traidor que era, sonrió con inocencia y, probando aún más su suerte, bajó lentamente la cremallera del pantalón.

Una vez que Kai regresó la cámara a su lugar, se subió el cierre y se acomodó en el asiento. Uruha chasqueó la lengua y presumiendo la agilidad de sus dedos, trató de abrir la hebilla del cinturón.

—Si lo haces, te romperé el brazo. —Apenas resistió el no morderse los labios, la dura mirada de Kai sobre él era demasiado para resistir.

—Oh, Yutaka, tú puedes romperme lo que quieras —Uruha susurró inclinándose hacia el baterista, su aliento, caliente como él, golpeando el cuello de Kai—. Pero ahora déjame jugar, ambos sabemos que te gusta.

Kai cerró los ojos al momento que Uruha le mordió el lóbulo de la oreja y, casi al instante, el cinturón también cedió. Se estaba convirtiendo en un profesional en cosas así, orgulloso de su hazaña, bajó de nuevo la cremallera. El silencio de Kai ante la acción fue la aceptación al juego y Uruha sonrió ante su victoria. Sabía que Kai tenía un plan similar para con él pero, por una vez, quería ser él quien llevara la batuta del juego y era dulce tener su venganza por fin, había esperado una oportunidad por mucho tiempo.

Kai carraspeó e irguió completamente la espalda, miraba con singular entusiasmo por la ventana, Uruha sonrió al ver que había algo más de Kai que se erguía saludablemente respondiendo a sus caricias. Kai entrecerraba los ojos, sus pestañas revoloteaban alegremente y entreabría los labios evidenciando su respiración entrecortada. Se inclinó hacia Kai y consciente que nadie les veía, le besó el cuello y luego recorrió con su lengua la piel detrás de la oreja, aunque era una parte muy pequeña, el lóbulo en el que por años su querido baterista había llevado el piercing, era especialmente sensible, secreto que nadie conocía excepto él.

Kai exhaló con fuerza, su pene ya estaba duro y palpitante, cuando estaba considerando jugarse su suerte de cien años y empujar a Uruha para que terminara con su boca lo que había empezado, su suerte hizo «game over». La camioneta empezó a disminuir la velocidad y los pasajeros aclamando felices, uno a uno fueron levantándose de sus asientos. Frustrado, como pocas veces en la vida, comprobó que habían llegado a la famosa Teotihuacán. La punta de la pirámide se alcanzaba a ver desde donde habían estacionado. Le habían dicho que el trayecto era de tres horas, era imposible que el tiempo volara tan rápido.

—¿Ya llegamos? —Uruha preguntó en inusual voz alta, estaba tan o más sorprendido que él. No parecía muy feliz de alejarse de la entrepierna de Kai.

—Sí —respondieron todos los del staff al mismo tiempo—, como no había tráfico nos hicimos apenas cuarenta minutos. ¡Es grandioso!

—Sí, maravilloso —celebró de mala gana y se levantó para toma su bolso.

Kai se veía, por decir lo poco, infeliz. Al momento en que se subió el cierre y abrochó el cinturón maldijo en voz baja. Uruha se sintió culpable, ahora Kai tenía que pasear por las pirámides, entre una multitud de turistas extranjeros y nativos, con una dolorosa erección, él mismo estaba decepcionado. Quería que le regresaran media hora más para terminar el trabajo. No estaba del todo satisfecho con lo poco que había visto y sabiendo lo frustrado que Kai debía sentirse, lo estaba aún menos…

Después de quince minutos Kai se veía más relajado e incluso se puso a hablar y tomó parte en la grabación del video para el documental, para no levantar sospechas, Uruha se unió y fingiendo que no pasaba ni pasó nada, se relajó también y empezó a disfrutar de las maravillas prehispánicas.

Caminaron la calzada, subieron y bajaron la pirámide, grabaron y tomaron fotos… El lugar era alucinante. Mientras Kai respiraba con dificultad después del recorrido y comentaba con el staff lo magno de las pirámides, Uruha dio una vuelta sobre su propio eje sintiendo que su existencia en la tierra era demasiado pequeña. Estaba asombrado de que un lugar así existiera, místico e impresionante.

—Fue hecho por los aliens —y aunque los presentes rieron por su comentario, al momento de levantar la mirada y admirar de nuevo las pirámides, aceptaron que ese montículo de piedras no era del todo de este mundo.

El tour terminó, era hora de volver al hotel. Todos tomaron el mismo asiento, Uruha consideró que Kai iba a optar por unirse a la plática del staff, sin embargo, se fue hasta la parte de atrás justo como en la mañana, pero sospechaba que Kai había escogido el lugar ya no con las mismas intenciones. En silencio él también caminó a los asientos traseros y tal como había pensado, la seriedad de Kai había regresado. Había puesto su bolso en el asiento libre a su lado, dándole a entender que no toleraría más juegos, al menos no uno que no se terminara apropiadamente. Uruha suspiró y trató de concentrarse en la consola de juegos, aunque no había podido dejar de observar al baterista y había terminado riendo por las mismas cosas que Kai al mirar por la ventana. En ese momento la van se detuvo y Uruha alcanzó a ver a un joven hacer malabares  con antorchas, lanzándolas al aire y atrapándolas consecutivamente. Había visto ese tipo de actos en la televisión y era impresionante la forma en que manejaban el fuego. Para terminar su acto, el chico lanzó una llamarada enorme con la boca. La forma en que algunos mexicanos se ganaban la vida era perturbadoramente ingeniosa, aceptó. Asombrado, buscó en su bolso pero abandonó la idea cuando recordó que había gastado todo el dinero local en souvenirs para Reita y el resto del staff. Esponjo las mejillas frustrado…

—Ten —Kai le dio una moneda grande y dorada, tenía un águila de un lado y una figura redonda con cuadrados a los lados, según le había explicado el intérprete cuando les repartieron dinero mexicano, la figura de esa moneda era la cara de un dios prehispánico, el dios del Sol.

—Gracias —Kai ya había regresado su atención a la ventana y no le escuchó. Uruha también volvió su atención a la ventana apurado porque la camioneta empezaba a moverse otra vez. Abrió la ventanilla y agitó la mano para llamar la atención del muchacho y luego, esperando que le hubiese visto, arrojó la moneda de la misma manera que había visto a otro conductor hacer.

Sonrió y sacó el pecho orgulloso de haber ayudado a alguien. No recordaba el valor de la moneda pero ya que era grande esperaba que valiera lo suficiente.

Era apenas medio día cuando llegaron al hotel. Siendo honesto, Uruha estaba confundido y ansioso, no sabía si Kai planeaba vengarse de él en ese momento o más tarde. Quizás no haría nada, después de todo tenían que prepararse para el concierto y los juegos no estaban permitidos.

Subieron al piso de sus habitaciones, peligrosamente una frente a la otra. Justo cuando abría la puerta, Kai habló:

—¿Qué hacemos? ¿Nos unimos a los chicos o damos nosotros un paseo?

—Bueno, intentemos primero con ellos, deja les hablo —su corazón latía rápido, tenía el presentimiento de que Kai se las iba a cobrar caras aunque, para empezar, no había sido su culpa que no hubiese tráfico.

Después de un rato, Reita respondió el teléfono. A juzgar por su voz risueña, estaba divirtiéndose.

—Hey, Shima, no me digas que se perdieron en las pirámides y me llamas para pedir ayuda.

—Qué simpático, Akira. No, ya regresamos y tenemos tiempo libre, ¿dónde están? —En respuesta solo tuvo la estruendosa carcajada de Aoi perforándole el tímpano debido a un comentario sarcástico de Ruki y con eso la llamada se cortó.

—¡Al diablo con esos idiotas! —Uruha miró el teléfono en su mano como si el pedazo de plástico fuera el culpable. Ya quería tener a Reita enfrente pidiendo disculpas como perrito regañado, a Aoi ni siquiera le iba a mirar por imbécil y Ruki… a él, como la cabecilla instigadora de ese grupo, le iba a comprar mucha comida y se iba a reír de él cuando subiera de peso.

—Entonces tenemos que ocupar nuestro tiempo en otra cosa. Pero primero tomaré una ducha, después de escalar todas esas pirámides terminé todo sudado y sucio —Kai habló y en ningún momento dejó de mirarle, parecía que le estaba dando un mensaje oculto con lo de tomar una ducha.

Uruha tragó saliva antes de contestar, la garganta se le había secado repentinamente.

—Sí, es buena idea tomar un buen baño. —Antes de que Kai pudiera responder, dio media vuelta y desapareció detrás de la puerta de su habitación.

Sí, definitivamente necesitaba una ducha con agua fría. No había manera de que se equivocara, no cuando Kai tenía la capacidad de decirle sus más sucios deseos con solo una mirada. Una oscura y descaradamente honesta mirada.

Se sentó en la cama para reflexionar sobre lo absurdo de su comportamiento. Antes de esa mañana le habría encantado hablar sobre los planes para ese o el día siguiente, sin embargo, ahora no importaba. Acababa de darle a Kai bandera verde para jugar todo lo que quisiera y había sido lo suficientemente tonto como para declararse culpable sin acusación previa.

Pensaría sobre eso más tarde, por ahora, la ducha no sonaba mal. Kai en parte tenía razón, estaba todo sudado, subir a las pirámides había exigido más esfuerzo del que había supuesto. Se levantó y empezó a quitarse la ropa… la regadera era extraña pero ya se había acostumbrado a usarla, abrió la llave y se metió bajo el chorro de agua templada. Le habría gustado un baño completo, con bañera y regadera después, pero estaba en medio de una gira mundial y no tenía tiempo para tales lujos.

Sintiéndose renovado, cerró la llave y se secó con una toalla el cabello y otra la envolvió alrededor de la cintura y salió a la habitación. Estaba buscando su ropa cuando de pronto en su cerebro algo hizo “clic” y se enderezó alarmado al darse cuenta de que había algo extraño. Estaba oscuro. No había tardado tanto en el baño como para que ya fuera de noche, sin embargo, la habitación estaba casi en penumbras. Las ventanas estabas cerradas con las pesadas cortinas oscuras.

—Mierda —se calló la larga lista de maldiciones que tenía en mente y mirando la puerta de la entrada, retrocedió y corrió de vuelta al baño—. Mierda. —Ni siquiera tenía sentido hacerlo, era consciente de que no servía de nada esconderse.

Con las manos temblorosas apretó la perilla y la giró… la puerta estaba abierta. Sin pensar lo malo que eso podía significar, cerró la puerta de golpe. Pegó la frente a la madera e inhaló y exhaló un par de veces para calmar sus nervios. El único ruido que se escuchaba era su respiración pesada, afuera estaba silencioso.

No, algo iba mal. Tanta calma era sospechosa. Lo comprobó al instante en que sintió el aliento cálido de alguien en la nuca, justo en la parte donde a Kai tanto le gustaba morderle durante el orgasmo.

—Eres tan predecible.

La voz del baterista le provocó el más dulce escalofrío.

La mano fría de Kai le recorrió con enloquecedora pasividad la garganta y luego, deslizándose hacia la nuca, le sujetó del cabello mojado y tiró de él. Uruha cerró los ojos y respiró entrecortadamente, las manos expertas del baterista le volvían loco con el toque más simple. No obstante, Kai no hizo más y la falta de acción era aún más enloquecedora, le llenaba de expectación.

—Yutaka…

—Cállate. —Le jaló del cabello con más fuerza causando que Uruha emitiera un gruñido ahogado. Las comisuras de sus labios estaban alargadas en una sonrisa satisfecha, demostrando lo mucho que le gustaba lo que estaba sucediendo.

Kai volvió a quedarse quieto, pero la ingle de Uruha sufrió una pequeña sacudida. El clima era fresco, pero él se sentía como si estuviera cerca de una fogata, a punto de quemarse, como en un desierto con el sol en lo alto. Era por la expectación que Kai provocaba en él… No, era por lo que Kai representaba para él.

No tenían tiempo suficiente para juguetear debido al horario de la gira y generalmente tenían  poco tiempo libre incluso en Japón, pero ahora, estar en un país con una cultura y costumbres tan diferentes, casi exóticas para su gusto, les llenaba de excitación y era un pecado no disfrutar de ella hasta el último segundo.

El agarre en el cabello se suavizó y gradualmente obtuvo su libertad, casi de inmediato, Uruha sintió los dedos fríos de Kai deslizándose a lo largo de su columna vertebral, no se arqueó por el miedo a moverse. Estaba demasiado ansioso por ser tocado más y sabiendo lo maldito que Kai podía llegar a ser, iba a dejarle a la mitad como él lo había hecho en la camioneta horas atrás.

Kai delineó la piel alrededor de la toalla enrollada en la cintura, pero no se la quitó. Presionó sus labios, suaves y carnosos en el hombro desnudo y, sin previo aviso, Kai le mordió, Uruha abrió la boca y gimió al borde de la desesperación. Quería gritar un impaciente «fóllame» o al menos suplicar un «tócame más», pero como si Kai leyera la mente, le abrazó con efusión, enrollando sus manos alrededor del vientre y se apretó contra su espalda.

Por el gruñido placentero que Kai emitió, parecía que él era el más feliz con el contacto de sus cuerpos. Uruha no se movió, estaba perfectamente a gusto estando inerte en brazos de Kai y lo estuvo aún más al echar la cabeza hacia atrás y descansar la cabeza en su hombro, emborrachándose en la febril sensación de su piel desnuda contra el cuerpo fornido del baterista. Ambos cerraron los ojos, haciendo una pausa que bien podía ser eterna, ninguno de los dos quería que el juego acabara demasiado rápido. Siempre era mejor comer el postre al final, se disfrutaba más.

Tentativamente, Kai acarició con la punta de sus dedos el bajo vientre de Uruha y ocupó sus labios para recorrer el cuello expuesto del guitarrista y lamió donde antes había mordido. El calor se intensificó y las piernas de Uruha flaquearon, se enderezó rápidamente para sujetarse de la puerta aunque Kai aún le abrazaba y no parecía con ganas de soltarle. Un gemido se congeló en su garganta al momento  que Kai empezó a chuparle el lóbulo de la oreja, el sonido húmedo y el aliento caliente estaban sofocándole, con Kai no podía ser de otra manera, si no perdía la respiración, no servía.

Sin poder resistirlo más, frotó sus nalgas en el pene duro y fibroso que se escondía bajo el pantalón de Kai, salivó de solo imaginarlo tenerlo perforando sus entrañas, entrando y saliendo y provocándole la más deliciosa sensación…

Kai estaba a punto de perder la razón, podía saberlo con solo escuchar su respiración pesada. En el límite de la cordura, Kai le hizo girar y si Uruha no se golpeó la cabeza contra la puerta fue porque entre su impaciencia, Kai alcanzó a interponer una mano y luego lo atrajo para finalmente besarle con avidez. Profundo y sin dulzura, como una fiera que devoraba.

—Me voy a volver loco —Uruha susurró con los labios hinchados y enrojecidos. Kai sonrió y se arrojó nuevamente sobre él como la ola de un tsunami, con la obvia intención de dejar sus emociones un desastre; un breve descanso para bajar la marea y luego una nueva ola aún más potente que derribó hasta la última defensa. Una auténtica locura, la más dulce…

Kai lo agarró por las caderas y enterró los dedos hasta estar seguro que iba a dejar marca, mordió el hombro nuevamente al tiempo que empezó a frotar su erección con la de Uruha.

—Yutaka —gimió largamente agarrándose de los anchos hombros, dejando rasguños que le sacaron a Kai profundos gruñidos y sin dejar de mover las caderas.

—Vamos a la cama. —La oferta era tentadora pero él ya no podía esperar un segundo más, afortunadamente Kai siempre supo cómo llevarse su decepción—. Voy a follarte hasta romperte.

—¡Sí! —susurró con voz vibrante—. Ahora, ¡vamos! —rogó contra los labios del baterista entre besos. Si comparaba su nivel de excitación con alcohol, en ese momento ya habría muerto por un coma etílico. Necesitaba que Kai le follara ya, no importaba dónde, si era en el baño, contra la pared o el suelo.

Kai tampoco estaba en su mejor condición, con dificultad para separarse de los labios del guitarrista, cerró los ojos y apoyó su frente contra la de Uruha, respirando profundamente.

—Ve, ahora… Solo, ¡Dios! Dame un minuto…

Uruha sonrió al verle tan desesperado, justo así lo necesitaba. Le dio un rápido beso y salió a tropezones, apenas había llegado a un lado de la cama cuando, no sin sorpresa, Kai le empujó abajo. Apenas pudo acomodarse en el borde y abrió las piernas, la toalla se había caído en el camino. Ante la nada sutil invitación de Uruha, Kai se relamió los labios. Le encantaba que Uruha fuera así, precioso y desvergonzado, sin cohibiciones ni morbo, solo el más puro y sincero deseo de un amante ansioso.

—Desnúdate también. —Lentamente, como si hubiese pasado horas practicando para ese momento, Kai se quitó la camisa y la arrojó al suelo. Uruha suspiró y señaló con la mirada el pantalón deportivo, aunque este no lograba ocultar la erección dura como una piedra de Kai, pero era tela que también sobraba. El pene de Uruha estaba igual de duro y presionaba firmemente contra su estómago—. ¡Oye!

Kai nunca se caracterizó por ser un tipo agradable y obediente aunque su cara dijera todo lo contrario e incluso en el sexo, Kai hacía su santa voluntad. Se dejó los pantalones y subió una pierna a la cama y presionó en el vientre, Uruha se quejó por el peso pero la mano de Kai estaba muy cerca de su pene, prometía… Se arqueó para hacer contacto, sin embargo, recordó, Kai estaba siendo Kai, y estaba diciéndole que su presencia ahí era para hacerle pagar por lo ocurrido en la mañana. Gruñó frustrado al verle tomar distancia otra vez.

Con esa sonrisa satisfecha que sacaba de quicio, Kai se inclinó sobre el pecho jadeante del guitarrista y envolvió con sus labios los pequeños pezones rosados. Era su fetiche personal ver los botoncitos endureciéndose por una caricia suya y enrojeciéndose por las succiones, pero lo que más le gustaba era que Uruha se retorcía lloriqueando y, vida, qué excitante era ver los ojos de Uruha llenos de lágrimas suplicándole que le follara duro. Pero incluso si quería enseñarle una lección, ya no podía resistir más por ese día.

—¿Qué quieres que haga ahora?

—¿Francamente? —Sus ojos se fueron directamente a la tienda de acampar que se formaba en los pantalones de Kai, se estaba muriendo por meter ese pene grueso y venudo a la boca. Después de tanto tiempo había desarrollado una obsesión por hacerlo, amaba tener el glande golpeando la perilla de su garganta, amaba su sabor almizclado, sabor a hombre; y lo amaba, especialmente, porque eso volvía loco a Kai. Lo sentía derretirse cuando enrollaba su lengua alrededor de su pene y cuando succionaba sus testículos como si fuera el más delicioso dulce.

Ah. Salivó al ver sus manos ir al pantalón. Sin embargo, Kai no se los quitó, sacó de su bolsillo un frasco de lubricante.

»Los pantalones, Yutaka, por favor…

Precioso. En un segundo los pantalones estaban en el suelo y Kai en medio de las piernas de Uruha, besándole. Y pese a lo bueno que Kai era besando, la desatención a su pene se estaba volviendo doloroso. Suspiró profundamente, su voz y cuerpo entero vibrando de anticipación por el lubricante recorriendo su pene y testículos hasta mojar su ano. Los dedos de Kai palpando los arrugados pliegues y tirando las barreras de su esfínter le hicieron gemir hasta que su garganta dolió.

Mientras Kai se preocupaba por estirarle, Uruha alzó los brazos y los enrolló bajo las axilas de Kai como si estuviera practicando una llave de lucha libre, solo de esa manera se aseguraba que Kai no le dejaría a medias y de paso frotaba su erección con la ajena.

—Me vas a matar…

—Pero te encanta. —Lamió el sudor que corrían por la barbilla de Kai y le mordió en el lóbulo del piercing, su pene tembló al escuchar el sonido gutural que Kai emitió.

Cuando Kai simplemente no pudo esperar más, se golpeó el hombro y Uruha de inmediato subió una pierna encima dejándose totalmente expuesto y abierto.

Bendita flexibilidad, bendito yoga.

Sacudiéndose de anticipación, sus ojos se encontraron como siempre hacían y Uruha, perdido en la locura de su excitación y por la adoración de Kai al mirarle, apretó los dientes y por más que intentó resistir, se corrió al instante en que Kai embistió con brutalidad dentro de él.

 

¿Estás bien? Te desmayaste —Estaba de pie junto a la ventana, las persianas estaban abiertas. Kai lucía en la espalda enormes verdugones hecho por uñas. Uruha se levantó para buscar ropa limpia. En sus adoloridas caderas la marca de los dedos de Kai parecían tatuajes…

—Las camas mexicanas son bastante resistentes, ¿no? —Sonriendo, Kai se alejó de la ventana y le besó en la mejilla—. Espero que jugar contigo no signifique un inconveniente para el concierto.

—Yo pensaba solo meterte un susto, tú me invitaste a jugar cuando corriste a encerrarte el baño como un criminal.

—No he dicho que me arrepienta… Aunque ahora necesito otra ducha. —Recogió la toalla que había tirado antes y se dirigió al baño, en la puerta, asomando solo la cabeza, invitó—: Las duchas mexicanas también son muy amplias, ¿sabías?

El alma de investigador de Kai le encaminó a comprobarlo.

 

Notas finales:

Chibico es rusa y me permitió la traducción cuando supo que yo era mexicana y qué era el DIK. Estoy infinitamente agradecida con ella, y, debo añadir, que un extranjero piense que México es increíble me llena el corazón de un nacionalismo tonto. Espero que les haya gustado, me esforcé muchísimo en traducir esto...


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