Todo era hermoso por aquellos días de invierno abrasador, sonrisas y narices rojas se veian mientras la nieve caía alegrando a los pequeños niños que hacían bolas de nieve, muñecos con sus tipícos sombreros, sus pipas y zanahoria de nariz. Si, todo era bello por aquellos días donde la pasión podía arder todo lo necesario, pues el frío venía justo a la ocasión.
Los jadeos llenaban el lugar, los susurros de "te amo" aceleraban el corazón, las miradas desbordantes de deseo decían más que cualquier otra palabra en aquel entonces. Las caricias quemaban la piel helada que las manos recorrían, todo era simplemente perfecto.
-Karen... Te amo-susurro al oído de su amada, recibiendo la misma respuesta acompañada de un dulce gemido que múrio en sus labios. Ambos unidos en el dulce arte de amarse como los dos jóvenes pasionales que eran en ese entonces.
-Ruychiro... Gracias por haber llegado a mi vida...-acaricio la mejilla de aquel muchacho desbordante de vida. Sintiendose llena de aquel hombre, aquel que se llevaba, sin que ella lo pidiera, parte de su vida...
~3 semanas después~
- R-Ruychiro... Tengo algo que decirte-
-¿Qué sucede mi bella flor? ¿Sucede algo?-preocupado pregunto viendo esa expresión seria, pocas veces vistas en ese angelical rostro.
-Yo... Vamos a... Estoy... E-estoy embarazada de tí...- dijo mostrando los papeles junto con los resultados que daban positivo.
-¿Qué...? ¿Me estás jugando una broma verdad?-
-Jámas jugaria con algo así, tú bien me conoces...-dijo seria- Reyden, se que estás allí-volteo viendo a su pequeña de 7 años, sonriendole
dulcemente.
-Karen... ¿Qué haremos?-pregunto Ruychiro, por primera vez estaba asustado de verdad, un bebé, jámas penso tener ese tipo de responsabilidad. Para él ya era demasiado que aceptára a la hija de su pareja, lo hizo solo porque la queria mucho, además la mocosa era demasiado independiente, fría y tajante con su persona eso facilitaba bastante las cosas (o al menos eso pensaba).
-¿Pues que más? Nos haremos cargo, tendré al bebé y tú mi preciosa princesa serás una fuerte hermana mayor-sonrió agachandose a la altura de la pequeña que sonrió asintiendo feliz, abrazandola. Pero no todo será por siempre sonrisas y felicidad, lo que en esa prueba nadie había notado, en la última hoja de los exámenes había una en especial que detallaba que no sólo dentro de su cuerpo crecía vida, sino también, un cáncer terminal...
Y así transcurrieron 8 meses de embarazo en donde el bebé creció sin complicaciones, pero cierto día, después de un examen médico. Fue donde se revelo la terrible enfermedad. Una sonrisa se fórmo en el rostro de la mujer, sus lagrimas amargas mojaban su rostro, miro al doctor y solo dijo:
-Me alegra que mi bebé no este enfermo-era una voz quebrada, pero a la vez de felicidad total, un ser humano que se caía a pedazos por saber que su vida ya tenía un limíte definitivo. Lo único por lo que Karen rogaba, era porque esa enfermedad no la matára antes de poder conocer a su pequeño retoño.
-... Pero señora ¿Escucho que le dije que no podría hacer la Quimioterapia?-estaba espectante el joven doctor, sintiendo una leve incomodidad al no recibir la reacción que comunmente se ve en alguién con ese mal en su cuerpo. Bajo la mirada y nóto a esa pequeña de quizás unos 8 o 9 años, con sus manitas hechas puños, un semblante demasiado serio y frío para un niño, mientras retenía las lagrimas pues lo que el joven no sabía, es que esa pequeña si sabía de que estaba enferma su mamá, lamentablemente era demasiado inteligente y sabía de que se trataba.
-Lo sé doctor, lo sé... Pero, estoy feliz de que mi hijo no éste afectado...-se acerco al doctor hasta llegar a la altura de su oído y le susurro:
- "Cómo no me he preocupado por nacer, no me preocupo de morir"- dijo solo aquello y se fue de allí, sonriendole a su triste
pequeña, borrando todo rastro de dolor con esa sonrisa que todo lo curaba, sintiendo las dulces pataditas que su bebé le daba, olvidando la enfermedad, sintiendose más viva que nunca, agradecida de que la vida le hubiera dado tan hermosos regalos.
Pero no siempre se puede estar para ver a los peques nacer, crecer y dar sus primeros pasos en el mundo, lo que ésta joven mujer deberá afrontar será demasiado fuerte. Que su pareja la dejára, el nacimiento de su hijo, el abandóno y la despedida de sus pequeños.
Reyden que tendrá que aprender a la fuerza a moldear su carácter a tal punto que éste mismo repela a las personas, la obsesión de cuidar del único ser humano en el que confiaria siempre sin dudar, el tener que crecer bajo una realidad negra pero que con color le relatará a su pequeño hermanito lo bello de vivir, lo hermoso de la vida y que cada esfuerzo tiene su premio. Quizás no todo será feliz, quizás no siempre habrá color en el mundo de estos dos huérfanos, quizás a uno de ellos les toque jugar la peor carta, sufrir, revivir el dolor de una herida que ya estaba cicatrizando y desperdirse de aquello con lo que el ser humano promedio sueña desde el momento en el que empieza a razonar... El amor.