Son aproximadamente las 9:00 a.m. y el sol anuncia su presencia con pequeñas luces que penetran en lo profundo de la habitación de YoonGi. Su cuerpo semidesnudo yace envuelto entre las sábanas de aquella amplia cama. Su plácido sueño es arrebatado cuando uno de los rayos provenientes de fuera da directo a sus ojos.
Decide entonces girarse en dirección al centro de la cama, estando consciente de que no se encuentra solo. Observa por varios minutos a la persona con la que comparte el colchón. Su cabello sigue alborotado y luce un poco húmedo, seguramente por el sudor. A diferencia de YoonGi, él tiene la piel uno o dos tonos más abajo que la suya. Sus ojos son pequeños y sin doble párpado los cuales desaparecen cuando sonríe o ríe. Tiempo atrás aquél muchacho se había dedicado a entrenar y aunque había dejado el gimnasio hace ya un tiempo, sus músculos se marcan medianamente. Se encuentra con la cabeza reposando de lado en la almohada, los brazos ligeramente estirados hacia arriba y su respiración es lenta y tranquila. Al igual que YoonGi, sólo está cubierto por una delgada sábana de la mitad del tronco hacia abajo.
Sus manos eran pequeñas pero YoonGi ama sostenerlas en cualquier oportunidad que se le presente; ama escuchar su risa causada por chistes sin sentido y le resulta adorable cuando entre risas, se le escapan sonidos de delfín. Ama la forma en la que se sonroja después de hacer algo lindo o gracioso. Ama la forma en la que sonríe y frota sus manitas sudadas para disipar los nervios. Ama la voz gruesa con la que pronuncia las palabras cuando utiliza el acento de su ciudad natal y lo tierna que es su voz con el acento de Seúl. Cuando YoonGi se encuentra en el estudio produciendo y componiendo música hasta altas horas de la noche, cansado de todo y todos, harto de no terminar a tiempo, el sólo verlo entrar con bocadillos en una mano y saludando con la otra, acompañado de un enorme sonrisa, lo hace apaciguar sus pensamientos.
Disfruta cada momento a su lado, incluso los ruidos raros que hace al masticar pollo o sorber el ramen. Aunque YoonGi no es precisamente alguien de muchas palabras, cuando está con Jimin se siente como un muñeco de cuerda descompuesto porque no para de hablar con él y de molestarlo un poco. El camino de regreso a casa era lo que más le emociona a ambos porque envueltos por la obscuridad, sienten que su existencia es la única en el planeta y que brillan más que el mismo sol. YoonGi toma alguna de las pequeñas manos de su Mochi y la guarda en el bolsillo de la chamarra; algunas ocasiones intercambian bufandas y habían comprado unos gorritos en una oferta de 2x1 que lucían como si fueran ropa de pareja. El de YoonGi era liso sin ningún adorno extra y el de Jimin tenía un esponjoso y blanco pompón en la parte superior, ambos gorros del mismo color.
El tiempo que pasan juntos en el apartamento del rapero es lo que YoonGi más valora; ama estar sentado en el sofá con él, envueltos con una suave manta mientras ven las películas de Tarantino que tanto ama, aunque a Jimin no le resulten tan entretenidas, termina viéndolas con él. Beben café y chocolate caliente y piden comida a domicilio. Una vez terminada la película, comienzan a platicar sobre sus vidas; lo mucho que han cambiado las cosas, lo mucho que extrañan sus respectivos lugares de origen. Todo lo que han pasado juntos hasta el momento. YoonGi sabe que es hora de dormir cuando los ojitos de su Mochi empiezan a lucir pesados y este se le acurruca entre los brazos como un pequeño gato. YoonGi ama verlo dormir, comer, respirar.
Hay muchas cosas que YoonGi ama de su pequeño “Mochi”.
Hay momentos en los que YoonGi se pregunta por qué tardaron tanto en cruzar sus caminos. Jimin no lo sabe, casi nadie lo sabe pero, YoonGi vive con un pequeño miedo; el miedo de que algún día termine toda esa felicidad, de que algún día deje de existir el amor entre ambos o en uno sólo.
YoonGi esboza una sonrisa cuando Jimin se mueve un poco para rascar su nariz como si fuera un gatito. YoonGi se incorpora y se sienta en la cama, dejando caer su espalda en la cabecera de la misma. Arquea la cabeza hacia atrás, cierra los ojos y deja los brazos laxos, entonces tiene un último pensamiento;
“Tal vez sea mi única oportunidad para ser feliz y qué mejor que sea contigo. Te amo como no tienes idea (o tal vez sí). Te amo demasiado y si esta es mi última y única oportunidad para ser feliz, la aprovecharé al máximo porque es a tu lado.”
YoonGi vuelve la mirada al cuerpo de a lado empieza a remolinear entre las sábanas y entonces Jimin despierta. Busca a YoonGi con la mirada aún dormitada, cuando sus miradas se encuentran, Jimin sonríe lo más amplio que el sueño le permite.
“Tal vez las cosas lleguen a cambiar cuando menos lo esperemos.”
Jimin vuelve a cerrar los ojos y se revolotea el cabello.
“Tal vez sea mi única oportunidad para amarte en esta vida.”
YoonGi lo mira y sonríe corto. Ama el tono castaño de su cabello.
“Y mientras la misma oportunidad se presenta, te amaré completa y sinceramente.”
Jimin decide estirarse, extiende los brazos hacia enfrente como un minino, apretando fuerte sus pequeños ojos. Deja caer su cuerpo en el colchón de nuevo. YoonGi extiende su mano y frota su cabellera, desordenando aún más sus cabellos. Jimin sonríe y lo mira a los ojos nuevamente. YoonGi lo mira fijamente y deja el cabello de Jimin para dirigirse a su mejilla y la acaricia. YoonGi sostiene su barbilla y nuevamente recuerda cada detalle y cada gesto que ama de su mochi. Sonríe amplio y pronuncia un dulce:
“Buenos días, Mochi.”