Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

歹徒 (Dǎitú) - HunHan por Caterina711

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

歹徒 (Dǎitú): Canalla 

- ¡Hola!

Advierto que tengo ideas y pensamiento muy confusos, por lo que quizás algunos hechos descritos en la historia les parezcan enmarañozos o difíciles de entender. Incluso, hasta redundantes. Y por último, mi única justificación es que es la primera vez que escribo una historia de este tipo (fic)... Bueno, eso.

 

 

 

Notas del capitulo:

¡Hey! este es el cap. 00. Presten mucha atención a los acontecimientos del relato, son importantes para posteriormente comprender a los protas :V

¡Lean bonito! uvu Cya below 

El niño de ojos brillantes y cafés, espera a su madre, quien lleva quince minutos retrasada. Se sienta en la pequeña escalinata sujetando las manillas de su mochila con ambas manos apretadas. Su profesora  lo mira con algo de lástima. Pues no es primera vez que dejan esperando tanto al niño.


 La mujer suspiró y se dirigió al teléfono para recordarle a la madre del pequeño que llevaba quince minutos atrasada, ya no quedaban más niños. Luhan estaba solo, no estaba triste. Sus ojos brillaban mientras miraba fijamente la reja en espera de su madre.


─Luhan. Cariño, no debes dejar que la niñas peinen tu cabello así.─ dijo la profesora sacando pequeños pinches y elásticos cuidadosamente de su sedoso cabello castaño. Luhan hizo un puchero y una mueca de desagrado, se encogió de hombros y siguió esperando concentradamente a su madre.


─Vamos cariño, esperemos a tu madre adentro. Comienza a correr viento frío a esta hora…─. Dijo rendida la mujer. ─ ¡Han…bebé…hijo!─. Gritó la joven Liang. Traía un bonito vestido de oficina largo hasta las rodillas de color lavanda y ceñido a su esbelta figura, ésta agitaba la el bolso mientras corría a la entrada del establecimiento.         ─ ¡Mamá!─ Corrió el pequeño con una gran sonrisa en dirección a su madre. ─ ¡Adiós profesora Li!─ Se despidió el pequeño, atrás su madre hizo una inclinación de noventa grados y ambas manos juntas, disculpándose nuevamente con la señorita Li. La mujer le quitó importancia y sonrió con gentileza.


Liang tomó al pequeño en sus brazos. Su casa se encontraba a dos cuadras del jardín, y Luhan era liviano y pequeño. El niño en ese entonces tenía cinco años. Su abuela ya no podía ir a buscarlo a su jardín, y su madre tenía una larga jornada. Por lo que el pobre pequeño pasaba prácticamente todo el día en el jardín de infantes. Desde las siete y media de la mañana, hasta las seis y media de la tarde, casi siete, o fácilmente le daban las siete y algo esperando a su mamá. No le disgustaba aquello, puesto que su abuela había hablado con él días atrás. Luhan tendría que despegarse un poco más de su abuela y su madre, las circunstancias lo habrían hecho madurar a temprana, muy temprana edad. Él no quería molestar a nadie. Menos a su madre que lo amaba mucho. El pequeño niño se conformaba siempre con escuchar a su madre decirle y demostrarle que lo amaba. Y su abuela le había dicho que una manera de demostrar amor, era el cómo su madre se partía el lomo tratando de mantener una casa y un hijo sola. Por lo que Luhan amó más aun a su mamá. Sin embargo no entendía por qué siempre escuchaba a las demás madres mirar feo a su mamá, o decir cosas que no eran ciertas, como “ella no se preocupa de su hijo”, “ella es una cualquiera, ¿dónde está el padre del pobre niño?...”, “Siempre olvida a su hijo en el jardín. Quizás de qué partes vendrá…”. Siempre escuchó esa clase de comentarios; le molestaban de sobremanera, y no podía demostrarlo, no quería preocupar a nadie en su casa. Ni a su abuela, que estaba en cama convaleciente, ni a su madre que llegaba cansadísima del trabajo.


La felicidad en ese entonces para Luhan, era el despertar y ver a su madre. Tenía la tez blanca, su cabello negro brillante y largo, sus pestañas eran largas, numerosas y finas. Sus labios eran bonitos y rojizos como una cereza, su nariz era pequeña y agraciada. Tenía una cara muy bonita, era como una linda muñeca china de porcelana. A Luhan le gustaba hacerla sonreír, porque sus ojos formaban medias lunas muy bonitas y su sonrisa la hacía ver aún más joven. A pesar de sus cortos veintiocho años, su mamá tenía ojeras marcadas bajo sus ojos, y eso no le gustaba a Luhan, éste sabía que esas ojeras aparecían cuando ella estaba agotada. Todo esto lo podía apreciar cada mañana, ya que dormía todas las noches con ella, y al despertar primero, ponía sus pequeñas manos sobre el rostro de su madre y lo acariciaba, pasaba las puntas sus dedos suavemente por las pestañas tupidas de su madre, y por el perfil delicado de su nariz. Y así su madre siempre despertaba con una hermosa sonrisa para él. A causa de esa bella acción Luhan podía soportar el día completo con extraños y el griterío de los demás niños.


También soportaba a las niñas que siempre jugaban a peinarlo, o simplemente obligarlo a jugar con ellas. Por otro lado, los niños lo excluían por esa misma razón. Luhan siempre quiso arrancar de las niñas para ir con los demás chicos a chutear la pelota. Pero siempre era apartado. Las niñas por lo menos jugaban con él y no lo dejaban estar solo durante los recesos. Aunque a veces tenía ganas de mandar a todos a volar, se resistía de ello para no hacer problemas innecesarios; su madre no tendría tiempo para citaciones en el jardín, gracias a su inconsecuente conducta.


Los años pasaron lentos luego de la muerta de su abuela. Vivían solos con su madre. Luhan ya cumpliría los siete años, estaba asistiendo a una excelente escuela. Su mamá ya no iba por él a la escuela. Dado que era una prestigiosa escuela privada en Beijing, Luhan no rechistó cuando su madre le informó del trasporte escolar. Tenía que soportar a lo menos una hora del bullicio que los demás niños hacían dentro del furgón escolar. Era de contextura pequeña,  y una personalidad muy organizada, por lo que siempre iba en un rincón del transporte con su bolso entre sus brazos y en silencio. Los niños lo hostigaban por ser sumamente taciturno, y minucioso. Aparte de tener buenas calificaciones y a varias niñas tras él. La envidia de los varones no tardó en aparecer al segundo año que cursaba Luhan en dichosa escuela. Se habían enterado de que Luhan no era hijo de un millonario, tampoco tenía padre, ni una situación económica al nivel de la mayoría de los alumnos que asistían allí. Él solo estaba en esa escuela, porque su mamá quería una educación de buena calidad, y que lo formaran para después optar por una de las mejores universidades en un futuro lejano. Asimismo, el hecho de que Luhan no tuviese padre, provocó los acosos y  preguntas despectivas acerca de su situación. No obstante todo el atosigamiento, él era más inteligente, no respondería ante aquellas preguntas e insinuaciones que no eran verdad.


Su madre había trabajado duro, le estaba yendo bien en la agencia de abogados, ahora la veía un poco más, había cosas que ella podía hacer en casa, o simplemente días que hacía todo su trabajo en casa.


 No le contaba de sus tontos compañeros de escuela. Solo le mostraba sus buenas calificaciones y una sonrisa. Su madre le besaba las mejillas y la nariz, luego lo abrazaba y lo llevaba de la mano hasta el pequeño estudio de la casa, el cual en su antigüedad había pertenecido al abuelo. Era ahí donde se lo pasaba en sus tardes. Luhan estudiando o leyendo, y su madre revisaba y redactaba documentos para sus casos. Esa era la felicidad de Luhan a los siete años.


Un día como cualquier otro, su madre le había anunciado que tendrían visitas, por lo que debía llegar tan impecable como siempre. Besó su frente y lo dejó en el transporte escolar. Luhan estaba realmente curioso, pocas veces tenían visitas, y cuando las había, eran sus tías-abuelas. Ellas siempre criticaban a su madre y lo pasaban por desapercibido como si no existiera. Sin embargo, podría asegurar que las visitas, en esta ocasión, no serían las ancianas amargadas, puesto que en la sonrisa y brillo de los ojos de su madre, había algo auténtico e irreconocible. Era algo parecido al brillo que tenía cuando le decía que lo amaba, o cuando él le decía lo mismo a ella. De cierta manera le agradaba mucho esa nueva sonrisa, sentía la calidez que emanaba de su madre, y lo hacía sentir feliz.


El camino de regreso a casa, era el mismo. Dentro del bus, las niñas hostigándolo y los niños haciendo comentarios ofensivos a su persona. Como siempre iba con su expresión impávida. Al bajar del furgón escolar, vio a su madre parada al lado de la entrada de la antigua casa, sonriendo ampliamente, como le gustaba a él. Le sonrió igualmente y se apresuró para saludar a su mamá.


─Cariño…Hoy te presentaré unas personas muy importantes. Y te daremos un importante anuncio. Espero que lo tomes bien…Hannie, bebé. Antes de todo, quiero que sepas, que tú eres y serás lo más importante para mí, y a quien amaré con toda mi alma. Siempre. Nunca lo pongas en duda, bebé bello.─ Finalizó su madre, levantó el flequillo de Luhan con delicadeza y besó la tierna piel de su frente. Luhan quedó atónito y asintió quedamente. Definitivamente no era una visita de las tías.


Un hombre alto y bien parecido, estaba con las manos metidas en ambos bolsillos mirando por el gran ventanal de la estancia, que daba al clásico jardín oriental de la antiquísima casa, mientras una niña pequeña estaba a su lado mirando alrededor con mucha curiosidad. Luhan vio a los extraños, e inmediatamente retrocedió y se escondió tras las piernas de su madre. La niña cruzó miradas con Luhan, sonrió efusivamente. Llevaba una cola de caballo alta y un lindo vestido. Corrió hacia Luhan con visible entusiasmo. Luhan ahora apoyó su mejilla pegada a la pierna de su madre. Subió la mirada para ver al hombre alto. Era definitivamente mucho más alto que su madre. Éste sonreía con genuina gentileza y agrado ante la situación. Ese gesto calmó a Luhan. Luego miró hacia su madre, quien lo invitaba a congeniar con la pequeña. La niña castaña de coleta, se presentó como… ¿su hermana menor?... ¿sería que era su familia perdida?...No. era su nueva familia. Y afortunadamente, le llenaba el sentimiento tener una nueva familia. Aparte, de ver a su madre totalmente encantada con la situación. Levantó su mentón y saludó con actitud y convicción a la pequeña Jieqiong, como había dicho que se llamaba ahora su nueva hermana menor. La niña lo rodeó cariñosamente en un pequeño abrazo, pues él era a lo menos diez centímetros más alto que la niñita. Correspondió inconscientemente a la muestra inocente de afecto. Observó cómo su madre ahora entrelazaba las manos con el hombre alto. Éste se presentó como el señor Zhou Qiong. Luhan asintió y correspondió al apretón de manos. No lo llamaría “padre”, pero sería lo más cercano a ello que tendría de ese momento en adelante.


La tarde pasó rápido, puesto que había estado entretenido con la pequeña Jieqiong de cinco años. Era inquieta, aunque no le incomodaba como otros niños lo habrían hecho. Miraba cada cierto tiempo a su madre que estaba con su cabeza apoyada cariñosamente en el hombro del señor Zhou. Tenían sus manos entrelazadas aun, y se miraban con un intenso destellar en los ojos. Su madre sonreía y se veía contenta. Luhan estaba muy feliz, y hasta agradecido por la aparición de estas personas en la vida de su madre y la suya.


 La pequeña Jieqiong, comenzó a hablar calurosamente de su madre. Decía que su madre pasaba de viajes, y ella debía quedarse largos periodos con su padre, pero le gustaba eso, ya que siempre disfrutaba más de la compañía de su padre; él era amable y gracioso, y su mamá era estricta y poco demostrativa. Por lo que en pocas palabras, Luhan dedujo, con su temprana madurez, que se trataban de padres separados, que ya no se querían, y el padre se había quedado al cuidado de la pequeña. Sin embargo, ésta aclaró que siempre iría a ver a su madre una vez que ésta volviera de sus viajes. Luhan le sonrió y palmeó su cabeza suavemente. Sonrieron y siguieron jugando con unos pocos autos y bloques. Luhan no tenía muchos juguetes, ya que prefería libros, partituras y lo que tenga que ver con música, sobre los juguetes.


Antes de despedirse, se reunieron los cuatro para aclarar, que desde el próximo mes vivirían juntos en una nueva casa, en un lugar diferente.


Lo que el pequeño no se esperaba, era que no solo era un cambio de casa, sino que para llegar dicha casa, había que tomar un vuelo. Luhan sufría de acrofobia, por lo que dependía de calmantes para niños, antes de subir a un avión. Esto lo habrían comprobado una vez que perdieron el vuelo por los ataques de pánico de Luhan a los seis años, para viajar a Shanghái con su madre.


Seúl; así se llamaba la nueva cuidad. Ahora Luhan y Jieqiong, de ocho y seis años, habían aprendido un poco del idioma. Luhan tenía una gran capacidad cognitiva, al igual que Jieqiong, y los idiomas no se les hicieron problema, a través de libros y clases particulares, además de la ayuda de sus padres.


 Los hermanos vestían el mismo diseño de uniforme, y sus “padres” los irían a dejar todas las mañanas en un elegante auto que compartían Zhou Qiong y Lu Liang.


 



 


Con la pubertad y la excesiva libertad que tenía en ausencia de su madre, Luhan había comenzado a probar cosas nuevas por iniciativa propia. Si bien, era muy conocido en su instituto por el simple hecho de ser “él”, es decir, guapo y de una belleza un tanto andrógina, aunque no una personalidad menos masculina, en pocas palabras, era atractivo para ambos bandos.


 Tenía un talento innato con los instrumentos musicales, la música en general y las matemáticas. A pesar de que su ego fuese constantemente alimentado por los elogios y propuestas de los demás. Él solo quería tranquilidad. Y esa tranquilidad que tanto anhelaba llegó como una  avalancha de oportunidades. Su madre había comenzado a trabajar mucho, la veía poco, y rara vez podía entablar una conversación sobre cómo iban los estudios de Luhan. Por lo que, la soledad y tranquilidad de ese momento, lo llevó a lidiar con eso de manera descarrilada. Ya no recibía cartas de “amor”, tímidas confesiones tras los casilleros. Ahora tenía dieciséis y recibía constantes insinuaciones procaces, que las tomaba con cierta indiferencia. Si tenía algo que hacer declinaría, pero como en efecto nunca tenía que llegar a una hora determinada a su casa, pues nadie lo exigía, se dedicaría a pasar el rato en la cama de alguna chica alzada. Luego vinieron los affaires con varones, y así se corrió la voz. Aunque Luhan actuara con desinterés ante los comentarios de los demás compañeros de instituto, estaba enfermo de los nervios, sus pensamientos estaban distorsionados, no quería preocupar a su madre, que aunque pocas veces le dedicaba tiempo, él seguía amándola como cuando era pequeño. Sin embargo la cordura de Luhan se disparó por completo cuando comenzó a correr un video de él teniendo sexo en el baño del instituto con una chica menor que él, la chica tendría quince años entonces, pero era una pequeña zorra, y Luhan no tenía qué perder, la chica era guapa y muy osada, por lo que, como siempre, accedió a pasar el rato con ella.  


Jieqiong se habría enterado del nuevo chisme sobre su hermano, pero había hecho oídos sordos, ya que era eso, solo un chisme. Sin embargo, no pudo creer cuando un grupo de chicos estaba amontonado tratando de ver la pantalla del teléfono celular de otro chico. Éstos reían con gracia y hacían observaciones de la íntima acción, evidentemente el de la imagen, era Luhan empotrando una chica dentro de los cubículos de los baños. Jieqiong no pudo seguir mirando, puso ambas manos en su cabeza, no sabía qué hacer. Partió  en busca de su hermano inmediatamente, ¿cómo se lo habría tomado el pobre chico?, Jieqiong debía darse prisa.


 Luhan no estaba en su salón. Preguntó a sus “amigos”, y ellos no tenían idea. Luhan no soportaría que esto llegase a oídos de su madre, y Jieqiong lo sabía. Sabía el infinito afecto y estima que Luhan sentía hacia su madre.


Cuando se dio cuenta había rasguñado sus brazos y le costaba respirar. Sus lágrimas entorpecían su vista. Se sentía desesperado y solo. Porque, mierda. No quería decepcionar a su madre, la que había trabajado tan duro para mantenerlo y educarlo de la mejor manera posible, era como apuñalar la confianza de su madre. No podía hacerle eso, ahora qué otras cosas hablarían de ella. No lo soportaba. Sin darse cuenta se había desvanecido en la pared de su costado. Había estado merodeando por el ala desocupada de aquel instituto. Arrastrándose por las paredes y sollozando. No quería escuchar a nadie, se sentía avergonzado y no quería pasar por más humillaciones, ya había aguantado bastantes comentarios maliciosos en el pasado, y ya no quería soportarlos más.


Cuando despertó estaba en la enfermería de la institución. La enfermera lo miraba preocupada. Miró al otro lado, y estaba Jieqiong sentada, luego vio el reloj de enfrente, eran las seis de la tarde, las clases ya habrían terminado una hora atrás. Jieqiong se había quedado dormida. Vio sus brazos vendados, sintió el ardor del roce de las gasas topando con su piel herida. Le dio la espalda a la enfermera y hundió la cabeza en la plana y sencilla almohada blanca, y sollozó, lo hizo tan fuerte que despertó a Jieqiong de un salto, ésta se levantó directo a abrazarlo. La enfermera salió de la habitación, dándoles su espacio. Luhan lloró…lloró y gritó, no sabía qué le sucedía y porqué se sentía tan vacío, extrañaba a su mamá. Quería contarle todo y dejar a su madre cuidar de él otra vez, así como cuando era pequeño y observaba a su madre dormir. Jieqiong acariciaba su espalda y su cabello, no sabía cómo tranquilizar a Luhan.


 


Después de ese episodio, había sido todo distinto, después de esto, vendría el nuevo embarazo de Liang, el psiquiatra de Luhan, y las cuantiosas pastillas.


 Después de todo, su madre nunca se enteró del morboso video que protagonizó su hijo. Ese video fue un secreto a voces entre los alumnos. Pero nunca se divulgó o filtró en internet. Milagrosamente, y para su poca suerte.


De todas maneras, Liang nunca iba a tener idea de cuan dañado estaba Luhan.


 


 


 



 


─Cambia esa cara, hijo…─ Decía su madre con un expresión de fingida súplica. El niño hizo caso omiso, y miró por la ventana del automóvil. ─Es tu primer día en la nueva escuela, ¿no es genial?─. Sehun miró a su madre desde el asiento trasero por el espejo retrovisor. Su expresión era austera, sus cejas enmarcaban una afilada mirada de ojos oscuros y pestañas alargadas, que daban la impresión de rasgar aún más sus ojos. Su piel pálida contrastaba con su cabello negro. Su uniforme estaba impecable, al igual que su peinado y sus zapatos. ─Sí, madre. Y respecto a lo otro; es la única cara que tengo, no exijas lo imposible…─ Dijo sarcástico con una leve sonrisa en su boca, su madre rio y asintió con la cabeza.


Al bajar del auto, vio la entrada de su nueva escuela; no era una escuela de elite, pero poseía una infraestructura decente y pulcra. Miró los cientos de estudiantes que llegaban, eso le asteó al instante; frunció sus marcadas cejas. ─Bien, madre. Déjame aquí. No quiero que te vean, ya tengo catorce años…─. Dictó el pelinegro. Su madre rodó los ojos y besó su frente velozmente. Sehun se limpió frenéticamente y se apuró hasta la entrada. Cruzó esta y tomó su itinerario, lo desdobló y ubicó rápidamente su respectivo salón, se sentó en primera fila. No le importaba si lo tildaban de engreído, él solo quería conseguir las máximas calificaciones y escuchar todos los detalles de la clase.


Sehun se había acostumbrado a su nueva rutina. Había decidido comenzar a tomar el autobús, para ir y devolverse del instituto. Se demoraba menos de veinte minutos en transporte público, no le quitaba mucho tiempo, y no quería depender de su madre todo el tiempo, ella también debía llegar a tiempo a su trabajo.


Los días pasaban y Sehun estaba concentrado en sus estudios. Llegaba a su casa y estudiaba hasta poco antes de la cena, poco veía a su padre, pues llegaba tarde del trabajo. Tampoco veía mucho a su madre, porque utilizaba todo su tiempo libre a estudiar o ejercitar. Le gustaba salir a trotar una hora luego de estudiar. Cada vez estaba ganando estatura y sutil musculatura juvenil. No era en exceso vanidoso, pero siempre creyó que si tenía un cuerpo sano, tendría una mente sana.


 Un día, luego de trotar un largo tramo, llegó sigilosamente a su casa, estaba agotado y apenas levantaba sus pies. Escuchó gritos y losa impactar con el piso. Se asustó y corrió a abrir la puerta de su casa. ─ ¡Te sigues viendo con ella!, ¡Lo sabía!...cómo tan estúpida…nunca la dejaste, ¿verdad?... ¡solo estás conmigo por Sehun! ¡Tú desafortunado descuido!, ¡porque eso es lo que es, ¿o me equivoco?! ¡Eso es lo que me dijiste cuando te comprometiste conmigo! ¡Eres un maldito desgraciado!...─. Finalizó de golpe, al notar a Sehun presenciando la escena. Carraspeó, para llamar la atención de sus padres. Sehun había escuchado todo… merecía una explicación. Le desconcertaba ver a su padre tan rendido ante las acusaciones de su madre. ¿Serían verdad acaso?... Su madre se disculpó y salió casi corriendo de la sala de estar. Sehun ahora dirigió su densa mirada hacia su padre, quien levantó la mirada e hizo un gesto con la mano para que se sentase en el sillón de enfrente. Así lo hizo.


─Tu madre y yo…nosotros éramos, excelentes amigos…desde que ambos teníamos diez años. Nunca vi a tu madre como algo más…yo tuve una novia…─Prosiguió con implacable serenidad. ─estaba enamorado de ella…pero un día me enteré de que me había engañado. En ese entonces tenía veintitrés años, era joven y totalmente inmaduro. Después de esa traición, sentí mi orgullo lastimado…quería que ella sintiese lo que yo…y fue cuando…─. Paró pensativamente. ─Ya. Lo capto. ─. Dijo Sehun con su rostro hostil ante la confesión de su padre. Éste habría usado a su mejor amiga para provocarle celos a su amada ex novia, pero al muy canalla, le habría salido el tiro por la culata, y éste era Sehun. ─Como habrás deducido, luego de que tu madre quedase embarazada, nuestras familias se opusieron a una relación tan informal con un hijo de por medio. Mi padre siempre me había enseñado a hacer lo correcto, y yo iba a afrontar mis malas decisiones. Pero, hijo, tienes que saber que yo realmente te quiero mucho. Eres mi hijo, y también quiero mucho a tu madre. Pero hay veces que “en primer lugar, siempre debes hacer lo correcto”.─ Dijo mirando fijamente a Sehun. Éste quedó pasmado, había quedado en completo shock. Sus padres nunca se amaron, estaban por un simple compromiso que tenía nombre y apellido: Oh Sehun. ─Si me disculpas…─Dijo apenas el pobre chico aturdido aun. Subió las escaleras lentamente, tratando de asimilar todo lo que había escuchado. Sin embargo no sintió tristeza, pero si comenzó a surgir un pequeño rencor hacia sus padres, desde el fondo de su pecho. En el momento ese sentimiento creciente le fue imperceptible.


Habían pasado semanas desde que el chico se había enterado de su verdadera procedencia. No había hablado con su madre del tema, se sentía traicionado incluso por ella. Sehun era consecuencia de un acto irresponsable por ambos padres. Él no era así, no hubiese pasado por ello. No entendía cómo una persona enamorada se convertía en una totalmente irracional.


Su madre había hablado con él, y pedido perdón por cómo se había referido a él en la discusión. Realmente se sentía apenada y arrepentida, ella amaba a su hijo. Sehun no dijo nada ante eso; no aceptó sus disculpas. Tampoco las rechazó…fue cómo dejar que las palabras literalmente se las llevara el viento, él solo se paró y se fue a estudiar. Desde ese momento habría decidido ganarse las cosas por sí mismo. No quería pedirles nada demás a sus padres, no quería que llegara el día que tuviese que agradecerles. No. Sehun se ganaría becas, intercambios y lograría todo con su propio esfuerzo e inteligencia.


Un día saliendo del instituto, Sehun se topó con su padre en la entrada. Lo saludó secamente, y lo siguió hasta el auto. El muchacho se preguntaba por qué su padre lo habría esperado a la salida. No iban a su casa, el camino le parecía familiar. Sin embargo no acostumbraba a transitar por esos sitios. Era un parque. Su padre aparcó en el estacionamiento. Se deshicieron del cinturón de seguridad y bajaron. Sehun miró a su padre en completa inacción. Éste hizo un gesto para que lo siguiera, caminaron hasta un área cubierta de césped, había muchos banquillos. A lo lejos se veía una mujer en el banquillo que estaba justo debajo de un árbol de tronco grueso y hojas grandes. A medida que avanzaba, percibía que los pasos de su padre desaceleraban. Detrás de la mujer, salió saltando un niño pequeño. Sehun se sorprendió, comenzó a crear supuestas ideas acerca de la situación. La mujer sonrió a su padre…Sehun no sabía qué hacer, ¿debería darse la vuelta e irse a casa?, ¿o debería comprobar sus especulaciones?...paró unos segundos mientras presenciaba la escena. Su padre sonreía con un brillo insólito en sus ojos. ¿Cuándo había sonreído así a su madre? Nunca. Luego observó la sonrisa y mirada de la mujer…era como una conexión entre miradas. Se sintió incómodo, y desvió su atención al niño que juagaba animadamente sentado sobre el pasto. Tenía un muñeco de acción en cada mano, y balbuceaba diálogos ininteligibles entre los juguetes. Lo observó detenidamente. No se parecían para nada, tampoco se parecía a su padre. Miró de reojo a la mujer que ahora lo miraba un poco sorprendida. El niño sin dudas era hijo de ella, se parecían, su piel no era pálida, era un poco tostada, al igual que el pequeño niño de pelo oscuro. Su padre alternó miradas, entre la mujer y Sehun. ─Sehun. Ella es Hyemin.─ Sehun dirigió su mirada hacia la mujer. No dijo nada, la mujer estiró su mano, para estrecharla, y temerosa de ser rechazada. Sehun observó la mano tendida de la mujer con visible severidad en el rostro. La aceptó por mera cortesía, aunque mantenía su mandíbula apretada. Estuvieron unos minutos conversando como si nada fuera anormal, de la vida del trabajo y cosas por el estilo. ¿Se estaban burlando de él?... podía parecerle una escena cómica, dado que era obvio quien era “Hyemin”. Sehun era un crío de catorce años, pero no era ingenuo, para nada. ─hijo…ella es…la esposa de mi hermano... tu tía…─. No supo cómo interpretar el tono de voz de su padre; sonaba lastimoso…


Sehun abrió los ojos como plato. Ahora las piezas comenzaron a encajar…Hyemin había sido la novia de su padre, las miradas intensas y el tono de voz lastimero de su padre al presentarle a su “tía”…y su tío…Sehun nunca había visto u oído de su “tío”… Sehun rio con ironía… ─ ¿tengo un tío?...─. Volvió a reír. ─bien. Ahora tengo tía y un… ¿es hermano?, ¿o un primo?.... ¿quién es el niño?─. Exigió saber Sehun, su expresión se había vuelto irritada, y las circunstancias lo estaban sacando de quicio. ─Sehun, no hables así. ─ El chico bufó exasperado, la mujer se veía un poco avergonzada, mientras miraba a su hijo; el pequeño que jugaba sobre el césped. ─Él es Jongin. Es tu primo. Mi…mi hermano falleció hace cuatro años. No teníamos mucha relación.─ Ya. Sehun había pronosticado todo el relato. ─Bien, entonces corrígeme si estoy equivocado. Ella es tu “amada ex novia”. La traición tan terrible fue la de tu hermano y ella. En tu arrebato de despecho embarazaste a mi madre, quien siempre estuvo enamorada de ti, te aprovechaste de eso. Cuando te diste cuenta de lo que habías hecho, era demasiado tarde. Ella no quería lastimar a tu hermano, aparte de que tú la habías cagado con un crío en camino. Otro punto a favor para que ella se quedase con tu hermano, por último decidieron tomar el camino fácil e hicieron lo correcto…ahora dime, padre, ¿es una historia muy descabellada la que acabo de inferir?...─ Preguntó retóricamente el chico, que estaba exacerbado hasta la médula. Hyemin mantenía la mirada baja, y lágrimas caían por sus mejillas. Su padre lo miraba severamente con los labios apretados en una línea. Hubo un prolongado silencio.


 El silencio otorga.


─Bien…ahora que lo sé todo. Necesito volver a casa, mañana tengo examen y quiero sacar nota máxima. ¿Me llevas tú o me voy por mi cuenta?─. El señor Oh estaba estupefacto. Aun no asimilaba todo lo que había deducido Sehun, sabía que era un muchacho extraordinariamente listo y perspicaz. Pero la frialdad y cólera que había utilizado para referirse a la delicada situación lo había desconcertado, no esperaba que comprendiera del todo, pero esperaba que no se sintiera excluido de la verdad y por lo menos apreciase aquello; que supiera todo, y mostrara un poco de empatía. Pero no, Sehun no era así. No iba a entender nunca a su padre y a su madre. Creyó que quizás…algún día, lograría enamorarse; así como sus padres…Pero eso había sido una tonta ilusión. Sus padres nunca se habían enamorado, o nunca había sido un amor recíproco por lo menos. Estaban juntos por responsabilidad. Esa “responsabilidad” era él. Había sido una metida de pata de su padre, que lo había sometido a hacer lo correcto.


 



 


Los años pasaron, Sehun logró acceder a la universidad nacional, con una beca completa. Entró fácilmente en uno de los primeros puestos de la carrera de Abogacía. Aún vivía en casa de sus padres. Ya no era un chico de catorce años, la relación con sus padres había vuelto a la normalidad superficialmente, puesto que Sehun aun sentía el rencor en su pecho. Sehun nunca pasaba en casa, solo llegaba a dormir.


El padre de Sehun ganaba bien. No demasiado, pero le iba bien. No obstante, Sehun seguía con sus méritos vigentes: no le pediría nada a sus padres. Comenzó a trabajar de medio tiempo como mesero en una cafetería de barrio alto. El sueldo que recibía le alcanzaba justo para sus materiales de universidad y cosas personales. Sus padres desaprobaron este hecho, dado que no era necesario que Sehun trabajara y estudiara.


 Siempre le fue bien en la universidad, no necesitaba largas horas de estudio, era una especie de genio proactivo. Tenía altas aspiraciones y muchas metas por cumplir. No iba a flaquear por trabajar medio tiempo e ir a la universidad al mismo tiempo.


Con el tiempo comenzó a vivir totalmente solo. Sus padres se habrían trasladado de empleo a Norteamérica. La casa había quedado a su libre disposición. Sin embargo, la vendió y con eso compró un apartamento que le propinara lo necesario para una vida de estudiante universitario, además, un auto simple que le facilitara su transporte diario.


 



 


Tenía veintiséis años, había llegado de cursar la mención de su carrera de intercambio en Shanghái. Había estado fuera un año académico. Retomó su estancia en Seúl para hacer unos cuantos posgrados. Entre todo eso, se había topado sorpresivamente con Jongin camino a la universidad. Reconocía a Jongin, pues después de su primer encuentro en aquel parque, la existencia de Jongin no era un enigma. Sehun lo había visto en otras ocasiones de “reunión” familiar, pues Hyemin y él estaban solos. Y el señor Oh siempre les tendía una mano, a escondidas de su madre, y aunque sea increíble, Sehun habría mostrado cierta empatía y comprensión. No por su padre, ni por su “tía”, sino por Jongin. Él era una víctima al igual que él. Con el tiempo Sehun comenzó a frecuentar a Jongin, quien vivía con su madre en un departamento simple, en un barrio normal, ni muy bueno, ni muy malo. Le regalaba cosas necesarias o simplemente lo iba a ver, ya que su madre trabajaba prácticamente todo el día.


 A medida que pasaban sus años de universidad, no le quedaba tiempo para contactarse con Jongin. Sus padres se habían ido, y no tenía a quien preguntar sobre su primo. Eso pasó hasta que Jongin tenía quince años. Ahora Jongin se veía como todo un hombre, tenían casi la misma estatura, y según calculaba Sehun, el joven tendría dieciocho años, casi diecinueve.


Jongin estaba en una academia de danza. No le interesaba poseer más estudios, sino hacer lo que le gustaba. Trabajaba de noche en un bar, y la paga le alcanzaba para mantenerse y pagar mensualmente la renta de un apartamento. Luego de ese fugaz encuentro. Jongin y Sehun no perdieron contacto, aunque no se la pasaban pegados al teléfono. De vez en cuando se saludaban o mandaban mensajes. Claro, la iniciativa nunca era de Sehun.


Tras la exitosa graduación de Sehun, quien habría salido con honores y reconocimiento de varios profesores. Recibió una maravillosa oferta de empleo en las mejores agencias de abogados en Asia. Sin embargo, el requisito era irse a China, Shanghái nuevamente. En Seúl no había nada que lo retuviese.


Había dejado dos corazones/compromisos rotos en el pasado, pero no le daba mayor importancia, ni menos, presentaban ser impedimento para el desarrollo de su vida laboral internacional.


Antes de mudarse definitivamente a China, decidió que podría dejar su viejo apartamento a Jongin, al igual que su sencillo auto. Jongin recibió esto muy agradecido, ya no tendría que pagar renta, y podría sustentar el pequeño auto con poco dinero. Se despidieron con un abrazo no muy convencido por parte de Sehun, quien no estaba acostumbrado a las muestras de afecto. Sus padres nunca lo habían mimado tanto en ese aspecto, y el acto fraternal de Jongin lo tomó desprevenido.


 


 

Notas finales:

El ambiente familiar es primordial en la formación de personalidades para adultos-jóvenes. Siempre habrán cosas que la familia pasará por desapercibidas, y así fue para la mala fortuna de los protagonistas.


Pronto actualizaré con el cap. 1 

Bye bye ñ.ñ

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).