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Sabor a Manzana por taka_shima

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Notas del fanfic:

 

Mi aporte para el DIK <3

Cuando lei como terminaban aquellos chicos en prostitutos en esa época me pareció triste y miserable de que sin pena eran vendidos por sus padres. De ahí mi idea.

Que sea de su agrado~*

Notas del capitulo:

¡Importante!

Deje un pequeño glosario para entender algunos términos que aparecen en el fic.

~*~Glosario~*~

Kagema: es un término histórico japonés para un prostituto joven masculino

Casa de té: Es una casa de prostíbulo.

Kabuki: es una forma de teatro japonés tradicional que se caracteriza por su drama estilizado y el uso de maquillajes elaborados en los actores.

Kiseru: Pipa donde se consumía tabaco como también opio

Shamisen: instrumento de cuerdas

Onnagata: Se les dice a los transformistas.

Shinnō-sama: Shinnō es una forma de referirse a los príncipes

GazettE: Use esto como nombre de la dichosa casa de placeres.

~*~

 

~Sabor a Manzana~

 

Los días que pasaba en ese asqueroso lugar sentía que se ahogaba más, las ganas de agarrar una daga y quitarse la vida se le hacía más tentadora pero no se le tenía permitido, no era dueño de su propia vida. Ni sus recuerdos de la escasa niñez que tuvo con su dulce madre antes de terminar en esos lados lo alentaban. Le quedaba unos años más para estar en aquel lugar lleno de avaricia, adicción, perversión y lujuria descontrolada una vez dentro de cuatro paredes; sobre un suave futon y un fino tatami.

Quería morir o huir.

Solo había algo que se lo impedía y era cierta persona que lo hacía ser algo valioso de cuidar, un tesoro y no tratado como un objeto para saciar la fogosidad de la carne, dar entretenimiento a la clientela de samuráis y nobles que reinaban aquella famosa casa de té llamada GazettE ubicada en Kioto. Eso, le hacía un poco dulce la vida pero solo por unos cuantos momentos.

Miraba por aquella pequeña ventana hacia el exterior como la gente pasaba por esos lados, a otros que corrían tratando de ganarse la vida para poder sobrevivir, también, aquel cielo nublado que acrecentaba que la época de lluvia estaba por llegar antes de que la nieve se hiciera presente y ver que los arboles no quedaba rastros de la flor de cerezo.

Suspiro, amaba la lluvia, era como si limpiara su impureza que adquiría a diario.

En un par de horas se hizo presente cada gota que golpeaba el suelo y solo en ese momento se permitió sonreír con sinceridad al perderse en sus recuerdos, al menos en ellos y en sus sueños era libre. Aquel clima cuando era más niño antes de que su inocencia fuera arrebatada de la manera más cruel que podía cuando acompañaba con el permiso de su señor a los Kagemas y reconocidos actores de Kabuki en busca de algunos materiales, abastecimiento y telas para nuevos kimonos para las chicas que vendían su cuerpo para poder sobrevivir. Ahí en la calle principal lo vio casi de su misma edad al lado de otro hombre mayor que vestía atuendos muy finos, con una katana y con más de una docena de guerreros como protectores. Solo una sonrisa de ambos pequeños fue un saludo sincero, más aun recibir por parte de aquel niño noble, que corrió en su dirección para entregarle un caramelo de manzana al alejarse de la gran guardia que lo escoltaba. El contacto solo fue de segundos al ser agarrado por los kagemas por tener poco tiempo en estar fuera de la casa de té, no se les tenia permitido salir a no ser que se hayan ganado aquel privilegio y mucho menos por la puerta principal de GazettE a no ser que se sea libre de deudas pero ahí estaba, siendo llevado casi corriendo por aquellos jóvenes hombres y algunos ya más maduros que lo instruían como un futuro Kagema, que gracia a su querido padre que no tuvo pena de venderlo a sus seis años a  aquella casa para pagar sus deudas de juego; por un contrato casi de 10 años. Solo después de una horrible noche donde fue entregado a un cerdo asqueroso, volvió a ver a ese niño que le entrego otro caramelo de manzana a escondidas mientras algunos nobles que lo acompañaban y protegían se divertían con las obras de teatro, disfrutando del té y placenteras compañías; ignorando que uno de los herederos se escabullía del resto de su gran escolta tratando de hacerlo sonreír, pero, aquel niño descendiente de la nobleza, no tenía idea en ese momento de su pesar.

Salió de sus pensamientos ante el llamado de Uruha, dueño del lugar que enriquecía a precio de las vidas que terminaban a parar en aquel lugar. Suspiro aliviado. A pesar de los años de llevar en ese oficio no tenía que ir a encerrarse a los aposentos del segundo o tercer piso para brindar placer.

Agacho la cabeza al ver que una jovencita que estaba a unos metros siendo exhibida como todos los que estaban por desgracia, ser llevada por un viejo samurái y perderse en las escaleras buscando su privacidad para saciarse y quien sabe de aberraciones sometería aquella chica. Últimamente se estaban haciendo común ciertos juguetes y los latigazos. Lo segundo era horrible. En más de una ocasión tenía que curar las heridas de algunas chicas o pedir ayuda de algún médico de la ciudad o más bien rogar a Uruha cuando veía que sus inversiones no estaban actas para el oficio y para el significaba menos dinero en sus bolsillos.

Cerró los ojos para no llorar, de no correr con el riego de estropear su perfecto maquillaje y lo castigaran por ello. Ordeno su Kimono azul como el zafiro con detalles negros de plumas en los bordes, la parte de arriba caía con sensualidad por sus hombros resaltando su blanca piel y su cabello negro pulcramente ordenado con adornos con flores, un poco más y era parecido a un onnagata pero gracias a su aprendizaje, talento en varios instrumentos, preciosa voz que lo aparto de la gran cantidad de clientela común y solo los más adinerados podían acceder a su placentero servicio. Uruha al darse cuenta de ello lo explota cada día y noche, pero, aquella ocasión en particular solo estaba para brindar agradable música con cada tonada de las cuerdas con el Shamisen, en apoyo a los actores que interpretaban un gran drama de amor entre un subordinado y una princesa.

Esa noche le fue dado el privilegio de vender su cuerpo a voluntad.

Apretó los labios con ira contenida y sus ojos amenazaban una vez más en correr su maquillaje. Desde su lugar oculto entre las sombras junto a otros que tocaban instrumentos podía ver aquel asqueroso hombre que varios lo conocían como Akira Suzuki, acompañado por subordinados que estaban siendo atendidos como si la realeza se trataran por las muchachas. Ese degenerado fue quien arrebato su inocencia al pagar una fortuna mucho antes de entrar a la edad apropiada y eso no estaba permitido pero, como aquel hombre tenía el dinero para hacer lo que quería. Pago por él al momento de cada visita que hacía por la casa al verlo sonriendo cuando acompañaba a las chicas que preparaban arreglos florales, practicaban la caligrafía, otras se preparaban para las ceremonias del té, algunas la cena para todos o jugaba con los actores de kabuki quienes practicaban con el maquillaje que usarían en las próximas actuaciones. Era una ternura de niño, gracias a eso se había ganado el afecto de aquella mujeres que lo protegían los mas que podían de ese mundo pero solo que esa cena de esa noche jamás la disfruto, no antes de ser abrazado por las chicas que lloraban, suplicaban por él, que si era necesario trabajaría el doble, de que era aún un niño y que en su ingenuidad no sabía que estaba por pasarle. Sintió el miedo al ver aquella vez que Uruha abofeteo a cada mujer que lloraba por él, obligándolas a perfumarlo, vestirlo con kimonos de seda, arreglar su cabello y dejarlo en los mejores aposentos sin saber qué hacer. Estaba muy asustado. Ningún Kagema o actor estuvo ahí al estar participando en las obras de teatro. Pensó que alguna de las chicas lo acompañaría pero se equivocó al ver entrar aquel hombre que saboreaba sus labios, muy hambriento por probar su inocencia e intento huir al momento de que le rasgo su vestimenta pero por más que pataleo, grito el nombre de las chicas que lo cuidaban, sobre todo lloro de dolor sobre el futon. Nadie, nadie se acercó en su ayuda. Los gritos de animalito herido, gemidos de un desalmado más la música teatral hicieron eco en aquella antigua casa y las chicas solo pudieron abrazarse así mismas en sus aposentos, entrujando sus kimonos con sus manos, otras tapándose los oídos. Sabían que era un mundo horrible, aunque lo estaban preparando para actuar y para la prostitución si así quería para más ingresos, Uruha ante la fortuna que Akira ofreció no lo pensó e ignoro todo lo que sucedía mientras contaba cada moneda de oro. Después de eso, nada, una vez solo apenas se podía mover por algún o que otro golpe en su pequeño cuerpo y fue rodeado por las muchachas que lo acunaron con un amor infinito que lo hizo llorar por el resto de la noche. Sabía hasta el día de hoy que ellas no tuvieron la culpa, no podían ir en contra de su señor que era Uruha, que si él tomaba alguna decisión nadie debía cuestionarlo ni contradecirlo, aun así, ellas intentaron interceder por él, algo que era un insulto, una deshonra que una mujer ordenara y algunas veces se pagaba con la vida. Más si eran personas de su oficio.

Mareado por los recuerdos, una de las anheladas obras que presentaban esa noche los actores Kabuki había finalizado, así como su tarea enmendada en tocar el Shimasen para salir lo más sigiloso tras el escenario en dirección a sus aposentos y ser protegido tras la celosías, además, dejando comunicado a las muchachas que en caso de que preguntaran por “Ruki” dijeran que estaba ocupado con algún cliente. Era la única forma de sacarse de encima a varios que no respetaría su preciado privilegio de no entregar su cuerpo por esa noche.

Fue cuestión de minutos que busco su Kiseru con su adictivo tabaco que había olvidado sobre una pequeña banca en el jardín trasero de la casa, bajo el árbol de cerezo que ahora por el inicio de los fríos estaba sin flor y casi no se escuchaban los cantos de las cigarras. Ni de broma consumiría opio, para hacerse un adicto y hundirse más en esa mierda de mundo, no es que el tabaco no lo fuera pero era algo que podía dejar si quisiera. Antes de ir a encerrarse a sus aposentos se ocultó tras el árbol bajo un ligero manto de lluvia empapando su hermoso kimono. Miro las estrellas dejando que aquel adictivo humo escapara con suavidad entre sus labios y por un momento dejo de escuchar el sonido que provocaba el espectáculo del interior o los gemidos prevenir de los aposentos de los niveles superiores. Solo cerró los ojos, sin percatarse que en todo momento era observado desde que dejo de tocar para los actores. Fue cosa de al abrir los ojos trato de disimular muy mal el susto al dar un saltito en su lugar, al notar recién aquella presencia a su lado que con gracia le ofrecía un dulce de manzana, ganándose aquella risa de niño travieso que lo hacía sonreír de verdad para después recibirle el dulce con cariño entre sus manos.

No debería encariñarse pero era inevitable, aquel noble el cual se autodenomino Kai le hacía sentir una calidez en su estómago, como mariposas danzando más aún que lo besaba con pasión cubierta con ternura y sentirse a la vez miserable de que una persona como el recibiera ese clase de trato. No evito enrollar sus manos alrededor del cuello de aquel hombre, acariciar sus cabellos sedosos que por ahora lo sentía más largo que la última vez que estuvo con él.

Se supone que esa noche no estaría con nadie pero él siempre seria la excepción.

Dejo que Kai abriera la parte inferior su kimono para acariciar sus muslos con la yema de los dedos en una sutil rose, dejarle a disposición más porción de su cuello para que le repartirá cortos besos mimosos hasta llegar a la clavícula y permanecer ahí, deteniendo los roses, volver abrazarse y ser cobijados por la lluvia que se estaba intensificando mientras Kai susurraba “Mi Ruki” con tanta ternura. Entre susurros coquetos, como si compartieran un secreto que nadie debe saber, con una que otra caricia se separaron, tomando direcciones diferentes al refugiarse en la casa. Uno se dirigió a la cocina en busca de sake y algunos dulces dango; dulces favoritos de Kai quien tomo su Kiseru para esperarlo en sus aposentos.

Esa noche les pertenecía.

Fue cosa que Ruki llegara a sus aposentos encontrándose a Kai recostado sobre el futon, apoyando su codo derecho sobre la superficie blanda, su cabeza reposando sobre su mano derecha y con su mano libre sostenía su kiseru, consumiendo de su tabaco y solo con una yukata blanca dejando entre ver su firme y marcado cuerpo del cual estaba fascinado. Dejo con elegancia propia de su educación en atender a la clientela, la bandeja de madera con tres botellitas del mejor sake y dulces un tanto cerca del futon donde estaba recostado Kai, quien no le quitaba la mirada de encima más al ir a quitarse aquel kimono azul empapado por la lluvia para colocarse prendas más ligeras de forma rápida. Aunque siempre era visto con lascivia por los clientes con Kai le hacía sentir una ligera vergüenza y timidez.

Su corazón se aceleró como un pajarito que aleteaba asustado cuando unos brazos rodearon su cuerpo un tanto frio provocado por la lluvia. Soltó un risita  con los ojos cerrados antes los besos de Kai sobre su cuello y nuca que le provocaba un poco de cosquillas a la vez que se dejó guiar hasta el futon, terminando ambos sentados sobre la suave superficie pero no duro mucho aquella posición  ante la iniciativa de Kai de recostar su cuerpo un poco más pequeño que el suyo, observarlo detenidamente, con la yema de los dedos recorrer su rostro para perderse en la calidez y suavidad de la piel. El rose de sus cuerpos era tan íntimo.

Aquella noche solo fue y será siempre de Kai, aunque su cuerpo sea mancillado por los demás clientes hasta la saciedad siempre su corazón pertenecerá aquel noble del cual no ha sabido del todo de donde proviene, no es por interés sino por curiosidad que ha tenido que mantener al margen para no profundizar y que sus sentimientos crezcan más de lo que ya son. Tampoco es que Kai no haya querido comentarle pero fue cosa del mismo Ruki el no saber, aunque el joven Kagema en más de una ocasión ha escuchado que Kai es parte de la realeza pero no ha querido confirmarlo.

A la mañana siguiente despertó solo, aun sentía el aroma de Kai impregnado el en futon y en su propio cuerpo. Se acurruco un tanto angustiado, una persona como el, de su oficio, no debería desarrollar sentimientos para no salir lastimado pero era inevitable. Suspirando como si la vida se le fuera en ello se incorporó, percatándose de una nota con un mensaje por parte de Kai sobre que volvería nuevamente por la noche y que se había encargado de que nadie lo molestara mientras él estuviera a su lado, lo que le hizo sonreír feliz hasta las lágrimas mientras abrazaba aquel trozo de papel, no por el hecho de que no lo tocaran sino que volvería, siempre lo hacía aunque a veces tardaba y el irremediablemente el esperaría, siempre lo haría.

Se acurruco nuevamente en el futon y fue cosa de unos momentos de paz hasta que Uruha hizo su desagradable presencia, aunque, fue cosa de mencionarle de que esa semana no tendría que estar con ningún cliente para después largarse y dejarlo solo nuevamente. Se percató de que Uruha estaba de buen humor, no quería saber la cantidad que pagaba Kai por apartarlo de las manos asquerosas pero sentía un tanto de remordimiento que su amado noble hiciera eso por él. En esos momentos era cuando no quería ser libre y huir lejos de todos lo que lo conocían para empezar de nuevo pero aun así, su espíritu ansiaba libertad.

Aunque fue apartado de la clientela, aún estaba encerrado en GazettE, aquella jaula que proporcionaba diversión y placer que cada día aumentaba su reputación y ganándose el odio de los otros señores, dueños de otras casas de té. Señores que sin tomar en cuenta que su fortuna se hacía a base de las vidas que por desdicha caían en sus manos por no pago de deudas, de niñas o niños que nacían de las mujeres de su oficio terminando en el mismo destino o simplemente huérfanos a causas de las guerras o abandono que terminaban en esos lados y solo querían sobrevivir.

Solo durante el día, en sus aposentos podía escuchar a lo lejos algunos gemidos provenir de otros aposentos a pesar de que el lugar era una gran casa de cuatro pisos. Soltó un suspiro dedicándose a mirar por la ventana olvidando donde estaba y lo que escuchaba. Sumido en sus pensamientos al ver a la gente caminar como cada día, a niños con sus madres provocándole un vago recuerdo de la suya, atrayendo a su vez sentimientos de nostalgia y con un poco de resentimiento hacia ella porque permitió que cayera en esos lados, de tener la vida que llevaba ahora pero el verdadero culpable fue su padre, un maldito adicto a los juegos y a otros vicios. Lo que le alegraba es que su madre había pasado a mejor vida y no estaba sufriendo con aquel hombre, padeciendo más miseria y dolor. En el fondo era una buena mujer y la amaba, ya que el poco tiempo que estuvo a su lado solo recibió mucho amor.

El frio de apoco se incrementaba con el atardecer, podía escuchar un poco la marcha de sin fin de pasos por la tierra, de seguro era la partida de los soldados para otra guerra que iban con su señor por la conquista de otra provincia del país o defender la obtenida. Aunque sería traición y la gran locura atacar Kioto donde se encontraba el palacio del emperador o podría ser que se acercaba el cumpleaños de él hijo mayor y venían los señores feudales a celebrar.

No por ser un Kagema debían ser ignorante, sabia muchas cosas.

Se arregló con un elegante kimono negro con bordes dorados notando como la ciudad estaba recobrando vida entre las luces de distintas casa. Escuchaba a gente reír y obviamente donde estaba ya se escucha más gente en los pisos inferiores, también algunas chicas tocando instrumentos para hacer el ambiente muy ameno. Se acercó a la cocina, mirando con disimulo la entrada en caso de ver a Kai pero este aun no hacia su aparición. Aunque estaba acostumbrado, por más que trataba de estar atento a que su amado noble entrara, siempre aparecía de la nada dándole un buen susto y ofrecerle un dulce de manzana. Soltó un suspiro un tanto feliz mientras se dirigía a la cocina en ayudar a las chicas, preparando algo de comer para la clientela, que gracias a lo que pago Kai no debía estar con nadie más por esa semana pero eso no le quitaba sus deberes de limpiar y ayudar dentro de lo que podía.

Le relajaba cocinar y le gustaba. Mientras preparaba las bandejas con sake y comida para las chicas igual sentía un remordimiento, porque ellas no podían tener la suerte de el al igual que algunos actores de Kabuki que tras bambalinas conseguían más ingresos con placenteros servicios. Tenían que sobrevivir de alguna manera y más si Uruha exigía. El dominaba sus vidas. Recordó que en más de una ocasión fue tomado por algún cliente osado que por pago antes con Uruha, el señor de la casa para poseerlo tras bambalinas con salvajismo después de participar en más de una ocasión en las obras de teatro, cuando apenas había pasado días de aquella noche que fue prácticamente violado por el bastardo de Akira. Al ser tan joven en esa casa, un niño prácticamente que ya estaba ejerciendo el oficio muchos ansiosos a veces peleaban por ser el primero del día o la noche. El tener un niño chillando agónico a piernas abiertas siendo follado, se calentaban; con el sacaron el peor lado, fueron degenerados. Tuvo que aguantar a todo tipo de hombres viejos, gordos, delgados, sucios, otros eran muy corpulentos y esos pagaban noche completa que más de una ocasión fue golpeado y sin mencionar la forma bestial de tratarlo en el lecho carnal, dejándolo roto como si fuera una títere que se desecha a la basura. No es que ahora fuera distinto, su vida era así y debía agachar la cabeza sin reclamar, aunque varias veces terminaba siendo golpeado por Uruha cuando su lado rebelde salía flote y lo confrontaba de manera inconsciente, dándose cuenta a los segundos que Uruha cobraba tal falta de obediencia. Con quien fuera que osara llevarle la contra.

Se abrazó a sí mismo, había llegado a la cocina relajado y termino sumergido en sus recuerdos. Temblando, arrugando su kimono con sus manos, al borde del llanto, agradecía estar solo en ese momento o eso creía para que nadie lo viera tan vulnerable, aunque, entre todos los que estaban bajo el mando de Uruha sufrían lo mismo y se entendían mutuamente. Era más bien que ningún cliente lo viera y se quejara con Uruha para tener más problemas, se supone que ellos quieren sentirse en el paraíso y las lágrimas no estaban permitido.

Respirando agitado sintió un cálido pecho frente a él, siendo abrazado con tanto amor, como si fuera una barrera contra el mundo para que nadie lo tocara. Al levantar la mirada aguada ante las lágrimas contenidas, vio el rostro de Kai que le trataba de mostrar una sonrisa soltándolo un poco de aquel abrazo para acariciarle el rostro con ternura y darle un corto beso en los labios. En ese momento le vino el momento que vio a Kai cuando niño por primera vez en la casa y ofrecerle aquel dulce, cuando las primeras veces que Kai pago por el pero jamás le puso un dedo encima solo después de varios meses recién se atrevió a darle un beso que pecaba de inocente. No se contuvo más, embobado por aquella sonrisa y mareado por sus recuerdos, rompió en llanto, aferrándose desesperado aquel noble que amaba tanto que solo susurraba palabras llenas de afecto.

No supo en que momento terminaron en sus aposentos, ni menos como llegaron a él. Al abrir los ojos se percató que aún era de noche; solo las luces provenir de la calle iluminaban un poco y el ruido de los pisos inferiores indicaban que aún se prestaba servicios. Ahí estaba sobre el suave futon, siendo abrazado por Kai quien no dejaba de mirarlo. Le dedico suaves palabras y explicación de cómo llego a sus aposentos gracias a que su amado quien lo tomo prácticamente en brazos al desvanecerse. Solos, cubiertos por la oscuridad y la suave luz. El ruido de los pisos inferiores no era nada con el sonido del latir de sus corazones.

La ternura abrió paso a la pasión, la ropa se perdió en el piso de esas cuatro paredes, siendo cosa del momento que ambos jadeaban desnudos sobre el futon, entregándose nuevamente durante la noche, las manos recorrían el cuerpo contrario con aprensión, siendo iluminados sus cuerpos sudorosos por la luz de la luna. No había necesidad de palabras, ahí desnudos, el joven kagema rodeaba el cuerpo de su amado con sus brazos y piernas al estar sobre el regazo de su amado señor mientras suaves temblores recorrían su cuerpo. No supo como descifrar aquella profunda mirada de su amado y más cuando pego su frente con la de él, pero, al escuchar un “Te amo” no evito aguar su mirada para besarlo, respondiéndole con un “Yo más”, se entregó nuevamente a su amado noble, más feliz sabiendo que a pesar de ser un Kagema, sus sentimientos eran correspondidos.

Esta vez al despertar en la mañana no se encontraba solo, era rodeado por los brazos de Kai que aun dormía. Se acurruco aquel cuerpo desnudo y no evito sonreír un tanto embobado mientras le acariciaba el rostro, hasta despertarlo ante tanto mimo. Un beso fue su buen día, el ser tomado nuevamente con pasión fue su desayuno, almuerzo y cena, prácticamente no salieron de sus aposentos durante todo el día. Ahí agotados sobre el futon, quedo un tanto desconcertado cuando Kai le pidió disculpas por no poder sacarlo aun de ese mundo pero era vigilado y que si hacia algo precipitado podría desencadenar un caos. Aun así lo haría de todas formas.

El joven Kagema no entendió a que se refería su amado, es más, estaba más preocupado de que le fuera a suceder algo que estar feliz por una libertad prometida. En ese momento le gustaría saber quién se atrevería a detener a su amado Kai mientras lo observaba vestir nuevamente prendas elegantes, para despedirse con un beso y que volvería en dos horas para dormir con él. Fuera en el buen sentido o no, que pasara la noche a su lado era lo mejor.

Aprovechando aquel tiempo libre, ordeno aquel caos en sus aposentos al estar todo el día encerrado siendo consumido por la pasión, no evito sonreír que por un momento le hizo olvidar el donde estaba y lo que era.

Las horas sin Kai pasaron muy lentas, la casa se llenaba de clientes nuevamente pero esta vez se refugió en sus aposentos. Fumando su tabaco un tanto ansioso pero al escuchar los instrumentos más los aplausos, quizás el inicio de una obra de teatro lo relajo un poco, hasta el punto de dormirse en espera hasta la mañana siguiente para despertar perplejo porque al final Kai no llego. Sintiéndose muy vulnerable, más aun después de dejar a flote sus sentimientos con él.

Angustiado más por el hecho de que pasaban los días y Kai no daba señales, en vez de saber que la semana se acababa al ver a Uruha frotándose las manos muy ansiosas por lanzarlo de nuevo a la clientela. Aquella penúltima noche, tuvo que cantar. Ahí como carne exhibida para los lobos, sobre el escenario a oscuras, solo un tenue luz sobre el, vestido con un kimono azul con flores rojas que resaltaba su piel pero esta vez su aspecto eras más varonil que lo habitual en como Uruha se lo exigía para atraer.

Canto.

Después de cantar, corriendo fue a sus aposentos o eso intento cuando Akira lo acorralo en el pasillo. Al que menos quería ver y más si estaba un tanto ebrio. Trato de sacarse a ese bastardo de encima con la excusa que un cliente lo esperaba en sus aposentos pero este insistía en tratar de tocarlo provocándole un pánico al joven Kagema, más al sentir unos brazos rodeándole por detrás pero al ver el rostro pálido de Akira y recuperar la compostura refiriéndose ante la orden cortante de Kai en que se alejara, si, era Kai que llego de la nada para ordenar como si fuera el dueño del lugar. Akira se fue casi corriendo como un perro con la cola metida entre las patas. No antes de hacer una leve inclinación llena de respeto y referirse a Kai como “Shinnō-sama”.

Ruki ante esa forma de referirse a su amado lo único que lo invadió fue el mutismo e incluso la angustia que había adquirido los días que Kai estuvo lejos se había esfumado, ya que, había escuchado que Kai pertenecía a la realeza y nunca quiso confirmarlo no solo por el hecho de profundizar los sentimientos, sino que también era por no saber la vida que llevaba su amado cuando no estaba con él en esa casa donde podían estar juntos.

Sin creerlo, más al estar a solas con Kai en sus aposentos cuando este lo arrastro a paso apresurado. Ahí, un tanto atónito sin querer le hizo una reverencia a su amado provocando un poco la molestia en Kai, quien se acercó levantándole el rostro con su mano derecha para después acariciarle la mejilla “Los demás se inclinaran pero tú no” No sabía si reír por la sorpresa o enojarse porque había desaparecido y dejarlo en espera como idiota pero lo único que hizo fue abrir y cerrar la boca como pez fuera del agua.

No entendía, se supone que la realeza no salía de su palacio y menos andar por aquellos lugares donde el vicio y la lujuria esta en descontrol, es más, si los herederos quieren de aquella diversión o placeres, eso llegaba a sus palacios a menos que un rebelde de la familia fuera en busca de las suyas. Ruki asintió para sí mismo, Kai caía en ese parte de rebeldía. Su amado siempre le fue extraño, siempre hacia de la suyas y nada lo detenía o eso creía.

Parte de eso quedo confirmado al ver la actitud de Akira en el pasillo.

Una risa lo saco de sus pensamientos, era la de Kai quien no evitaba de mirarlo con diversión ante el mutismo de su joven kagema pero después la seriedad tenso un poco la atmosfera de ambos. Era momento de hablar, no solo el hecho de su ausencia de esos días por causa del cumpleaños del hijo mayor del emperador, en este caso hermano de Kai sino que estaba negociando su libertad pero Uruha no iba a ceder ante su pequeña fortuna que proporcionaba Ruki en GazettE, además se sumaba que el emperador estaba siguiendo sus paso y si sabía de la existencia de Ruki, por el bien y honor de la dinastía era capaz de hacerlo desaparecer y eso Kai jamás lo permitiría.

Solo había un problema y era Uruha que no se las estaba poniendo fácil. Era de cuidar, él era un negociante y podía hacer llegar información a los oídos del emperador de las andanzas de uno de sus herederos. Lamentablemente ante el crecimiento de los negocios de Uruha se había hecho de influencias, no grandes pero si Kai quería aplastarlo podía hacerlo pero este de hacer eso caerían todos y en ese “todos” Ruki, estaba incluido.

El kagema solo pudo suspirar y reír tratando a su amado como un bobo sin remedio, pero en el fondo se sentía feliz que Kai arriesgara tanto, es más se estaba un tanto complicando con su familia por él y eso le provocaba preocupación; no quería que su existencia complicara la de su amado príncipe. Solo se acercó a Kai para recostarse sobre el futon y repartirse mimos por un corto tiempo.

Nuevamente Kai tuvo que partir, no pudo compartir la noche con Ruki pero dejo en claro a Uruha que nadie tocara a su Kagema, nadie. Solo con dinero se lo dejo claro pero también con una advertencia. Dos semanas más, nadie podría ponerle el dedo encima a Ruki.

A pesar que ante la pequeña fortuna que Kai pagaba por apartar a Ruki de los nobles y samuráis que pagaban por placeres, Uruha se estaba hartando de la situación porque más nobles quería calmar la fogosidad con el joven kagema y eso le estaba perjudicando el negocio ante el disgusto de sus clientes, pero, su atención la empezó a dirigir ante un pequeño huérfano que llego a esos lugares, al que llamaban Aoi. Sonrió para sí mismo, si Akira pago un fortuna al tener a Ruki de niño con Aoi era otro un candidato para acceder a más dinero.

La ambición de Uruha no tenía límites.

No obstante, Ruki no era ignorante con lo que lo rodeaba. Es cierto que Kai pago dos semanas más solo que tenía el presentimiento que algo estaba tramando su príncipe y más el ver la molestia de Uruha, pero, más lo tenía en alerta al ver a Aoi que había caído por esos lados y tan solo era un pequeño.

Por un instante se vio reflejado en Aoi cuando era más niño al caer en manos de Uruha por culpa de las deudas de su padre. Trataba de no dejar a Aoi solo e incluso las otras muchachas también estaban al pendiente pero aunque todos se unieran Uruha podía pasar sobre todos y hacer lo que quisiera como señor de GazettE. Era preocupante, además el joven kagema le había cogido mucho cariño a Aoi, lo veía como un hermanito más cuando lo acompañaba a todos lados en la casa y compartía con todos o la gran mayoría cuando estaban libres. Es cierto que tenía tiempo libre por el pago de Kai para que nadie lo molestara, así, aprovechaba de no quitarle un ojo de encima a Aoi, no quería que aquel niño pasara lo que el paso.

Quería pedir ayuda a Kai con respecto aquel niño, que a pesar de ser muy pequeño era muy gruñón más con aquella sencilla yukata azul y el cabello negro largo un tanto desordenado dándole un aspecto de animalito salvaje, pero aun así, no quería abusar de su amado. Sabía que el destino de Aoi estaba por ser sentenciado como todos en GazettE pero quería intentarlo, quería apartar a ese niño de ese mundo pero sabía que Kai no vendría al menos hasta acabar las semanas por estar al pendiente de las guerras que se esparcían por el país. Debía controlar a los señores feudales junto al resto de la familia imperial. También estaba al tanto de los rumores de que otros dueños de casas especializadas en Kagemas le estaban con recelo ante el crecimiento de Uruha, no se sorprendería si tramaran algo al respecto; con dinero en medio para ellos todos es válido y no dudarían en actuar para hundir a la competencia.

Como si hubiera previsto el futuro, aquella noche no la olvidaría, donde todo cambiaria. A mitad de la noche hubo una revuelta en la ciudad, la gente gritaba, corría en distintas direcciones, veía fuego desde su ventana. Había vandalismos, samuráis que dedicaron su vida a vagabundear y delinquir, no obstante era de aprovechar para los dueños de las otras casas, esa oportunidad de hacer de la suyas. En el fondo era algo tramado de antemano. Ruki lo noto, al ver todo desde sus aposentos y apresurado despertó a Aoi quien dormía en el futon al lado del suyo. El niño se asustó al escuchar gritos provenir de los pisos inferiores.

El miedo y el caos se apoderaron de la gente.

Apresurado el joven kagema dejo al pequeño niño en sus aposentos para bajar junto a más chicas y actores que estaban asustados al presenciar que aquellos vándalos entraban y asesinaban al que se le cruzaba, aunque Uruha como todo señor sabia proteger sus ganancias junto a sus guardianes quienes a punta de espadas peleaban…la mayor razón era la de no morir.

Ruki asustado ante lo que presenciaba pensó en Kai y no quería morir sin verlo.

Retrocedió unos cuantos pasos pero el pánico lo invadió al sentir que alguien lo aprisionaba con unos brazos, una mano tapaba su boca para no gritar y ser arrastrado a la cocina solo que al darse cuenta que se trataba de Kai quien estaba con unos tipos vestidos de negro, con espada en mano, que no daban buena pinta de buenas personas pero aun así abrazo a su amado quien solo atino a darle un corto beso en los labios para luego cogerlo de la mano y tratar de sacarlo de aquella casa, que empezaba lentamente a ser consumida por el fuego pero Ruki se detuvo al recordar al pequeño Aoi quien lo esperaba en sus aposentos, lo que se zafo del agarre de su amado príncipe quien no evito seguirle el paso hasta llegar el pasillo donde solo cruzaban palabras, más bien Kai sin pena ni culpa que todo lo que pasaba está siendo planeado por él junto a los otros dueños de las casa de té, que era la única forma de salir de aquel mundo además de que por culpa de Uruha por más que le advirtió, le hizo llegar a los oídos del emperador su romance con su joven kagema y era cuestión de tiempo que el emperador tomara cartas en el asunto.

Ruki sin creer lo que escuchaba un tanto asustado, aun así le pidió a Kai que lo esperara en un callejón ubicado tras la casa donde nadie transitaba mientras iba en busca de Aoi, no podía dejarlo atrás. Así los amantes se separaron mientras el joven kagema iba por el pequeño, Kai y sus hombres se hacían cargo de los sujetos que se cruzaban en su camino. No obstante ambos enamorados no se percataron que en todo momento Uruha tenía su mirada puesta en ellos.

Las escaleras crujían, algunos soportes de madera de apoco iban cediendo. Era cuestión de minutos o segundos que aquella casa se derrumbara. Apresurado un tanto sofocado por el humo llego a sus aposentos y no encontraba a Aoi por ningún lado pero al intentar salir se encontró a Uruha en el umbral con espada en mano, con la mirada rabiosa y rostro levemente ensangrentado como sus prendas. A simple vista parecía un demonio personificado en humano. Ruki no sabía qué hacer, la casa se quemaba, no encontraba a Aoi, Kai lo esperaba pero ahí estaba paralizado ante la imponente figura de Uruha.

El forcejeo no se hizo esperar, más bien Ruki sujetaba las manos de Uruha que intentaba agredirlo con aquella filosa espada que aduras penas logro quitársela arrojándola lejos, cayendo ambos en el tatami. El kagema intento levantar para huir pero Uruha lo detuvo para forcejear en el suelo quedando el señor de aquella casa en llamas sobre él, usando ambas manos para estrangularlo, gritándole y maldiciendo que por culpa de su romance con Kai que para desgracia de sus negocios era un heredero del emperador.

Su amorío le arruino sus negocios, su fortuna.

Si ya el humo lo estaba sofocando, Uruha le arrebataba el aire lentamente. Tanteando un tanto desesperado a su alrededor para usarlo al menos de defensa, nada, no había nada. Con lentitud dejaba de forcejear, desesperado por intentar respirar bajo la mirada endemoniada de Uruha, la inconciencia lo llamaba…creía que su hora había llegado pero el quejido de Uruha lo hizo regresar a la realidad, más al ver el cuerpo del señor de GazettE caer inconsciente a su lado. Una gran boconada de aire y tosiendo desesperado, noto que Aoi sujetaba tembloroso entre sus manos un candelabro con el que golpeo a Uruha en la cabeza.

Agitado se incorporó, abrazo a Aoi y lo cargo, saliendo de sus aposentos escuchando llantos de algunas chicas que estaba aún en la casa con otros kagemas y algunos hombres, ya más mayores. Los llamo para que todo huyeran juntos pero a pesar de la vida que le toco convenció a los más jóvenes de arrastrar el cuerpo de Uruha fuera de la casa, dejándolo tirado en el jardín.

Sea como haya sido Uruha ellos no serían como él.

Corrieron hacia el callejón tras la casa encontrándose a un Kai hecho un manojo de nervios por la tardanza de su amante, que no salía nunca de aquella casa o lo que quedaba de ellas al derrumbarse lentamente por causa del fuego. El joven kagema dejo al pequeño Aoi de pie en el suelo para así abrazar a su amado Kai, amado noble, amado príncipe.

Todos corrieron apresurados.

La guardia imperial más los oficiales en la ciudad estaban recobrando el orden y a su vez con ayuda de la gente apagan el fuego en más de alguna posada del lugar, lugares de aguas termales, como otras infraestructuras del lugar aunque la gran casa de diversión conocida como GazettE solo era unos palos quemados y cenizas.

Corrían sin detenerse.

Ruki un tanto cansado con Aoi en brazos fue ayudado por sus compañeros y compañeras que decidieron huir con él. Todos querían ser libres y proteger a Aoi que representaba la inocencia que algunas tuvieron. Lo que no contaba que Ruki al llegar a fueras de la ciudad cerca de unos senderos que llevaban a un bosque, era que tenía que despedirse de su amado. Kai no podía seguir, si lo seguía corría el riesgo que su padre buscara a su joven kagema y lo eliminara.

No quería pero ese era el precio de su libertad.

Viendo la indecisión y angustia de amado kagema, se quitó la capucha que lo cubría para esta vez cubrieran el cuerpo de Ruki, quien contenía aduras penas las lágrimas pero tenían que huir. Dolorosa era la despedida. Kai a pesar de todo lo que sentía dentro de su corazón, de que lo consumía, era feliz el saber que Ruki era libre…lo supo desde esa vez de cuando se vieron de pequeños que tenía que ayudarlo se cual sea el precio. Antes de partir le entrego una bolsa de cuero con el suficiente dinero para que todos vivieran cómodamente por el resto de su vida o para invertirlo en un negocio donde ninguno tuviera que ser usado como objeto de placer.

Todos incluyendo a Ruki no podían creer la cantidad, pero más aun no había palabras para expresar una eterna gratitud y su amor.

Ante un prolongado abrazo y beso los amantes se separaron. No antes de escuchar por parte de Ruki que huirían a Tokio, que ahí lo esperaría el tiempo que fuera necesario, siempre lo haría como cuando estaba encerrado en GazettE, siempre lo esperaría. Kai antes de que Ruki se alejara le entrego un caramelo de manzana, como los que siempre le entregaba cuando iba a verlo.

Ruki estrecho aquel dulce como si la vida se le fuera en ello, era su valioso recuerdo. Alejándose lentamente entre los senderos del bosque desapareció junto a Aoi y los demás que querían una nueva vida.

Kai permaneció un buen tiempo mirando por donde desapareció Ruki junto a los demás. Recordó una obra que en un momento interpretaron los actores de Kabuki en GazettE sobre un subordinado y una princesa. Que irónico, su vida era algo parecido, en este caso él era el príncipe y Ruki era un kagema que de apoco gano su corazón con ternura, amabilidad, travesura y aura de niño rebelde que siempre lo rodeaba.

Era el destino del otro el de conocerse.

Suspiro cansado, miro el cielo estrellado sin importar lo que sucedía a su espalda en la ciudad que de apoco dejaba de arder por lo que había planeado junto a los dueños de té, que fue sencillo, ellos se venden por dinero y más si estaba buscando la oportunidad de derrocar a Uruha quien perjudicaba sus negocios. No se arrepentía en lo que hizo, aun así se sentía fatal por dejar ir a Ruki pero era algo que se prometió a si mismo de darle la libertad a su amado.

Solo esa noche se permitió derramar una lágrima. Nunca lo hacía por su carácter que no lo dejaba nunca caer ante nada pero esta vez era especial.

Aun así la promesa de Ruki de que lo esperaría en Tokio lo hizo recuperar la compostura y esta vez, se hizo otra promesa de que volvería a encontrarse con su amante aunque tardara lo que tardara. A paso lento retomo el camino al palacio, ahí en el camino pensaría que decirle a su padre para que no persiguiera a Ruki. Lo de la ciudad estaba listo, todo quedara en secreto que él estuvo tras todo e incluso si lo delataban los aplastaría a quien sea que quiera perjudicar a Ruki de forma directa como indirecta.

Tenía el poder y no dudaría en usarlo.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado.

Bye~


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