-¿A dónde vas?
-Necesito pensar – y lo abandonó en la soledad de la habitación.
---
Se perdió entre las estrechas y tortuosas calles contiguas al motel. No supo cuánto tiempo estuvo caminando, pero tampoco le importaba. Solo quería huir, estar solo. Necesitaba asimilar la llegada de Yoongi, aceptar la situación, ser capaz de creerle. Pero albergaba demasiado dolor en su interior, no era sencillo pasar por alto semejante sufrimiento sin cicatrizar.
Ni siquiera se dio cuenta de la colisión con unos tipos que caminaban en contra hasta que uno de ellos le agarró de la sudadera, blasfemando quién sabe cuántas veces. Él no escuchaba, el exterior quedaba amortiguado por el eco de sus propios pensamientos, y solo volvió a la realidad cuando sintió un fuerte dolor en la espalda tras impactar contra la verja de un establecimiento cualquiera.
El frío hierro escocía contra su piel, pero no más que las heridas de su corazón, de manera que no le dio apenas importancia. Ni siquiera quiso enfocar la vista para ver quién o quiénes eran los causantes de aquello, simplemente se dejó recibir golpes, retando a su propio cuerpo a reaccionar a los estímulos. Su cara fue blanco de diferentes puñetazos, y su estómago sufrió estragos con los impactos asestados. Las náuseas se acumulaban en su esófago, pero no querían dar el paso al exterior: Los resquicios de la conmoción con Yoongi lo habían encerrado en una burbuja hermética, bloqueando toda respuesta física.
Pasados unos minutos, los impactos desaparecieron y su cuerpo cayó inerte al suelo. Y fue en ese momento, sintiéndose derrotado en varios sentidos, que se preguntó si podría haber muerto a manos de aquellos desconocidos.
Desechó al momento esa idea, sin embargo, y se apoyó contra la pared para incorporarse, continuando ese camino a ninguna parte con el que pretendía encontrar una respuesta respecto a su futuro con Yoongi.
Las calles se hacían más amplias, pasaban coches con frecuencia: había llegado a un barrio más conocido. Pero ni siquiera sabía dónde estaba, de todas formas. Rayas blancas sobre el asfalto indicaban un paso de peatones. Comenzó a cruzar despacio, cojeando cada poco, cuando todo se volvió monocrómico por un instante. Miró a aquel par de intensas luces causantes de su ceguera, y ellas lo miraron a él. Y pensó que quizás era mejor así. Que su cuento ideal con Yoongi tuvo su momento y no resultó, y ahora era tarde para realizarlo de nuevo. Se quedó estático, observando paciente cómo el coche presionaba contra su cadera y lo hizo precipitarse al pavimento. Después, nada.
Las luces se apagaron.
¿Ya estaba? ¿Era esto lo que se sentía? No era tan malo, después de todo. Y, definitivamente, más sereno que aquellas noches en vela pensando en Yoongi.
“¿Estás bien? ¡Hey, chico, despierta!”
---
“Ha sido un impacto limpio. Frenó a tiempo”
¿Qué voces eran esas? Realmente lo estaban molestando. ¿Por qué no podían dejarle tranquilo siquiera en su lecho de muerte?
Y las luces volvieron.
Los colores. Las formas. Todo.