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¿Por que Jamas deja de Doler? por Lucca

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Quizás esta vida sea solo una prueba cruel para medirnos y hacernos mas fuerte... o es un castigo de mis vidas pasadas. Pensaba en ello de vez en cuando, teniendo contacto tan cercano con la muerte. Pero mientas se respirase, se seguía viviendo, y mientras viviera, sufriría.

Desde su infancia, se lo habían advertido, seria alguien con responsabilidades demasiado pesadas. Y no le quedaba otro remedio que aceptar las cosas tal y como venían.

Endurecerse no era una opción, era una necesidad.

Esa callejuela oscura no parecía diferente de otras mil que había visitado de noche para cumplir su misión. En la oscuridad, esperó a su presa.

Pocos minutos espero a que un muchacho de aspecto algo sombrío saliera del edificio. Era joven, muy joven, de cabello castaño y ojos esmeraldas.

El muchacho metió las manos en los bolsillos y se encamino calle abajo, canturreando alegremente. Sus pupilas dilatadas y sonrisa estupida mientras observaba los faroles le indicaron que era una presa fácil.

Lo siguió en silencio, a las dos calles se detuvo y se ocultó tras un automóvil. El chico había sacado un pequeño estuche, extrajo de el un par de pastillas rojas, riendo las trago y después del estremecimiento de la reacción inicial, continuo su camino, aun mas alegre.

"Fácil... demasiado fácil", pensaba el asesino entre las sombras, sacando una daga de entre su ropa. Estaba a punto de atacar, cuando el joven viró abruptamente en otro callejón desolado.

Cautelosamente se asomo. Y vio que otras figuras, masculinas, por su complexión, recibían a su objetivo.

-Muy feliz, esta noche, ¿no?

-Trescientos miligramos más contento que ayer -murmuro el chico con voz lenta y una sonrisa pegado a los labios.- Pero aun puedo serlo más...

-¿De verdad? -dijo otras de las figuras.

-Y... -agrego la tercera y ultima.- ¿Deseas conseguir más felicidad?

-Por supuesto -dijo el chico.- Por supuesto...

El asesino, aunque algo lejos pudo notar que esas últimas palabras eran dichas con un tono mas bajo, sensual.

Las figuras dibujadas en la oscuridad se acercaron al joven.

El primero lo tomo del cuello y lo besó. El se dejo hacer, mientras que entre los tres lo despojaban poco a poco de su ropa y lo acorralaban contra la pared.

En la calle, el asesino aun esperaba, cerrando los ojos trato de distraer su mente de la escena que se llevaba a cabo a unos metros de el. Sintió deseos de cubrirse los oídos ante los quejidos y jadeos cada vez más fuertes.

-Buen chico... buen chico... -murmuro satisfecho uno.- Aquí esta tu premio...

Se escucho el sonido de un frasco caer en el suelo. Unos instantes después, tres pares de pasos alejándose por el otro lado del callejón.

Algo aturdido, el asesino se atrevió a mirar. Inconsciente sobre el suelo aun permanecía el joven. No se habían tomado la molestia de desvestirlo por completo, sino solo lo necesario.

Miro alternadamente al chico indefenso en el sucio suelo y a su afilada arma. Noto que esta temblaba junto con su mano.





~*~*~*~



La luz se filtraba entre las persianas. Despertando de repente, el joven se incorporo. Aturdido y somnoliento se encontró con un lugar desconocido... una habitación pequeña de hotel. Ordenada inmaculadamente, como si nunca nadie la hubiese ocupado.

-¿Despierto, ya?

Estaba algo confundido, pero miro a quien le había hecho la pregunta. Era un joven unos cinco o seis años más grandes que el, traía el cabello largo recogido en la nuca. A pesar de traer ropa de cama, noto que estaba en muy buena condición física.

-¿Quien eres tu...?

-¿Así saludas a quien te recoge de la calle a media noche? -replicó.

El joven sonrió amargamente, acentuando sus profundas ojeras.

-No siempre... -hizo una pausa como tratando de recordar lo ocurrido la noche anterior.- No siempre... depende.

-Lo imagine. -murmuró.

-¿Como te llamas?

-Zad... -murmuró lentamente, como si no estuviese seguro de sus palabras.

-Leon Helzer... muchas gracias. -dijo sonriendo.

Zad no contesto.

-¿Que hacías en ese lugar? -pregunto como si lo ignorase. Leon pensó que su tono era demasiado frió.

-Trabajaba. -se había llevado las manos a la cabeza. Sentía que iba a estallarle.

-Oh.

-Creo que mejor me marcho. -aparto las sabanas y trato de incorporarse. Era una de esas resacas de las peores.

-Quédate cuanto desees. Tengo que salir.

-Esta bien... nunca me quedo después de... -se detuvo y desvió la mirada avergonzado.

Zad se encogió de hombros.

-No soy uno de tus clientes.

Se cambió de ropa y salio de la habitación. Le estaba dando su ultima opertunidad de correr. La próxima vez, no seria tan compasivo.




~*~*~*~



Zad salio del ascensor y entrando a la lujosa oficina, saludo a la secretaria.

-Buenos días, el señor Helzer lo atenderá en un minuto.

Esperando, miro a través de la ventana. La oficina estaba situada en el vigésimo piso, y la vista era impresionante.

Recordó su niñez, repleta de entrenamientos, responsabilidades, reglas, honor... El honor que le había impedido matar a alguien inconsciente y en semejante estado.

Si alguno de sus hermanos supiera siquiera que encima de haber dejado con vida un objetivo, lo había llevado a su refugio en turno, lo habrían eliminado a él.

Y no los culpaba, de encontrar a un hermano suyo, incumpliendo su deber de esa forma, actuaría de igual manera.

-El señor Helzer lo recibirá ahora...

La oficina era espaciosa y elegante. Al sentarse y saludar al hombre detrás del escritorio, no pudo evitar compararlo con el joven pálido que había pasado la noche en su habitación. Eran realmente muy parecidos.

Zad se vio obligado a disculparse. No, aun no había cumplido su misión. Pero le aseguro que esa misma noche lo encontraría y cumpliría con el contrato. Por supuesto, no hubo mención alguna de las pastillas ni de los hombres del callejón.

-No le he pedido que venga a reportarme sus avances... en cierta forma entiendo que nunca encuentre a mi hijo solo, teniendo tantos "amiguitos"... Siempre fue la oveja negra de la familia desde la muerte de su madre, incluso antes. En realidad, desearía que mi hijo menor se hiciese cargo de las ocupaciones de mi primogénito... Leon solo se ha encargado de manchar el nombre de la familia desde que se fue de la casa...

El tono despectivo llamo su atención.

-Comprendo... -asintió por compromiso.

Helzer se vio repentinamente nervioso. Saco un sobre un cajón y se lo tendió, cuando Zad lo tomo, continuo.

-Es su paga.

Zad coloco el sobre en el escritorio.

-Solo acepto el pago al concluir el trabajo. Reglas, usted endiente.

-Si, conozco sus reglas y por eso necesito pedirle una disculpa. Yo... he decidido cancelar su contrato -mirando su expresión, se apresuro a continuar- Es usted un profesional y esto es muy irregular, confío en que usted cumpliría con su propósito, conozco a su familia, pero mi esposa actual le tiene demasiada compasión a ese mocoso...

-Si así lo desea. -le dio la razón indiferentemente.

-Por favor acepte este pago por las molestias.

-No puedo, gracias.

¿Aceptar dinero por un trabajo no hecho?. Nunca. Menos de alguien que no dudaba en mandar matar su propio hijo.

El sobre permaneció tercamente sobre el escritorio, como si fuese una prueba de que su honor de asesino aun estaba intacto a pesar de sus acciones. Ahora por lo menos, ya no tenía ninguna razón para sentirse deshonrado por no haber eliminado al joven.

Aun era temprano, se encamino al hotel de tercera donde se hospedaba para empacar. Nunca pasaba más de tres días en el mismo sitio, era su regla.

Al llegar al cuarto se tendió en la cama con la luz de la ventana golpeándole el rostro. Solo necesitaba descansar un poco para recobrar fuerzas morales y físicas.

Cuando alguien se dedica a una profesión como esa, aprende con el tiempo que cosas como la lealtad y amistad son solo mentiras de gente sola, tratando de aparentar que no lo esta.

Gente como Helzer que mandaba matar al mal bicho de su familia, o ambiciosos hombres de negocios, gente harta de su propia esposa, de algún familiar que estorbase, de un amigo mas afortunado...

Pero para Zad, aun después de tantos años y preparación aun le invadía una extraña sensación de tristeza después de cada muerte, y ahí estaba de nuevo esa melancolía... pero esta vez no había matado, simplemente solo se sentía vacío... cansado...

Se levanto pasado el medio día y arreglo su maleta.

Al ir al baño para empacar sus objetos personales encontró para su sorpresa, una figura tendida en el piso.

-Si no acabaran de cancelarme tu contrato, lo haría... de verdad que lo haría... -murmuraba molesto mientras llevaba al muchacho hasta su cama.

Leon murmuró entre sueños algo sobre su madre.


Fin del Primer Capitulo.

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