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Long time no see por Obsexion

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Notas del capitulo: Subo esta historia con el permiso de su autora, Silkyaoi, Nrylady Nessa... ¿cuántos nombres tiene esta chica? xD Porque ella, al entrar a la Universidad, mucho tiempo para subir no tiene. ¡Besos babosos, amiga!

“Tanto tiempo, Leorio”, dijo alegremente. Leorio sintió los brazos de chico rodeándolo, mientras lo abrazaba fuertemente. Los ojos del rubio reflejaban la más pura de las alegrías y Leorio no pudo evitar besar esos suaves labios. “Leorio, he esperado a que me besaras durante tanto tiempo, estoy tan feliz que estés aquí conmigo...”  Se besaron nuevamente, y mientras sus lenguas juguetonamente se entrelazaban, Kurapica presionó su cuerpo contra el de Leorio, quien no pudo evitar comerse literalmente a besos al rubio. Mientras sus manos acariciaban la piel desnuda del otro, Leorio, ya no pudiendo resistir más, acorraló al kuruta y se deshizo de la molesta polera que evitaba ver al objeto de su adoración., para luego besarlo de nuevo. “Te deseo tanto, Leorio”, susurró desesperadamente el chico. “Por favor, cógeme”.

Los ojos de Leorio se abrieron de par en par. //Un sueño...// se dijo, mientras se frotaba los ojos, tratando de volver a dormirse para continuarlo. “Eso parecía un buen sueño” dijo un hombre sentado frente a él. Leorio trató de centrarse en el rostro del tipo: ojos oscuros, quizás negros, pelo negro azabache. Muy guapo, de hecho. Le hacía acordarse de un chico con el que se había metido en la secundaria.
//¿Cómo era que se llamaba...Sandro? Pero este tipo es definitivamente unos años mayor...//

No, estaba seguro de que no había visto antes a este tipo. Sólo ahora Leorio notó que el hombre miraba fijamente su entrepierna. El bulto era poco más que obvio, y Leorio se sonrojó ligeramente, aunque no era la primera vez  que un pensamiento impropio de Kurapica lo hacía pasar una vergüenza pública. Era extraño como él, un tipo de 20 años, seguro de sí mismo y guapo, y con bastante experiencia anterior, seguía sonrojándose ante el recuerdo de la única persona que él no podría tener. Se alzó un poco, cerró sus piernas y se sentó derecho. El otro tipo sonrió abiertamente y miró por la ventana, como si Leorio ya no fuera el objeto de su plena atención. A través de la ventanilla del tren, Leorio vio los árboles y las casas pasar. El cielo estaba gris, y gruesas gotas de lluvia golpeaban con fuerza las ventanas. Se recostó en su cómodo asiento de tren de primera clase, mientras sus recuerdos lo seguían torturando.

//¿Por qué estoy haciendo esto?//

Un suspiro escapó de sus labios. Miró el boleto de tren que sostenía en su mano. “Yorkshin City”, decía en gruesas letras negras. Estaba regresando, dando un salto hacia el pasado, sin saber qué esperaba encontrar. Había perdido contacto con sus amigos cazadores hacía tanto tiempo, no sabía en qué lugar en el mundo podrían estar, y aún así compró el boleto de tren esta mañana. Una parte de él reclamaba que sólo quería ver la feria callejera y las subastas, pero muy en el fondo sabía que eso era una mentira. Había regresado por los recuerdos. No era la primera vez que empacaba sólo una maleta e iba a la ciudad donde vio a Kurapica por última vez. La imagen de Kurapica persistía en su memoria, y daría lo que fuera necesario por volverle a ver.

Cuando el tren finalmente arribó a su destino, Leorio salió, sólo para descubrir que el clima había empeorado. Un fuerte viento trataba de empujarlo de vuelta al tren, como si no quisiera acogerlo nuevamente. Encontró refugio en la estación, mientras esperaba que las oscuras nubes desaparecieran. Desde la ventana de la estación ferroviaria podía observar la hermosa ciudad. Había caminado por aquí antes, los recuerdos estaban tan cerca que casi podía ver a sus viejos amigos caminando junto a él. Compró un periódico y se sentó en una banquilla del parque. Había un artículo bastante extenso acerca de las futuras subastas, y Leorio revisó si había algún objeto interesante que se vendiera. No era como si pudiese comprar algo, había llevado dinero para las tiendas callejeras, no para comprar piezas de arte o cosas muy exorbitantes.

Cuando finalmente dejó de llover Leorio caminó hacia la ciudad, donde los poseedores y dueños de los puestos limpiaban un poco sus tiendas y ponían sus artículos en vitrina nuevamente. Las calles aún estaban húmedas cuando llegó a la plaza central de la ciudad. El olor a comida encontró su nariz cuando pasó por un puesto de hamburguesas y hot dogs con deliciosa comida. Sintiéndose hambriento, Leorio buscó en su bolsillo algunas monedas y compró una hamburguesa. Sentándose en una banca comió mientras miraba la gruesa fila de gente que circulaba por ahí. Ni siquiera media hora después que la lluvia hubiera cesado las calles pululaban de gente otra vez. Pronto, Leorio tuvo que compartir la banca con un tipo de mala pinta que no cesaba de levantar sus cejas hacia él, y una viejecita gorda ridículamente vestida con un pequeño chihuahua. Apretado entre estas dos personas trató de terminar su hamburguesa lo más rápido que pudo cuando repentinamente frente a él vislumbró una figura familiar. Un joven rubio, vestido de azul.

//¿Podría ser...?//

Algo pequeño reflejó el sol, un zarcillo (más conocido como arete o aro). Leorio se levantó de un salto, salpicando salsa de la hamburguesa sobre su camisa y corbata. “¡Kurapika!” gritó sin pensar. El perro de la señora gorda comenzó a ladrarle como loco, lo que realmente molestó a la señora. El hombre extraño al lado de Leorio ahora intentaba tomar el pedazo restante de la hamburguesa, pero Leorio la soltó justo cuando iba a tomarla de sus propias manos. Leorio comenzó a correr hacia el lugar en el que había creído ver a Kurapika, mientras que el extraño hombre y el chihuahua luchaban por los restos de la hamburguesa, a pesar de los gritos atroces de la vieja señora.

Leorio los perdió de vista. Lo que estaba en su mente ahora era el kuruta. ¿Realmente lo había visto, o sólo era su imaginación jugándole una broma? Su corazón latía como loco en su pecho mientras trataba de pasar  entre la gente lo más rápido que le era posible. “¡Kurapica” gritó nuevamente. La gente sólo lo miraba, muy pocos se corrían hacia el lado para dejarle pasar. No, ya se había ido. Leorio se paró exactamente donde había visto al joven rubio, pero no había ya rastro de él. Demasiada gente. Un suspiro escapó de sus labios.

//No era él en realidad. Me hubiera oído. //

Incuso aunque se repetía una y cien veces más que sólo había sido obra de su imaginación, Leorio seguía caminando por las calles esperando vislumbrar nuevamente a su compañero cazador. Sólo cuando la tarde comenzó a caer sobre la ajetreada ciudad, consideró el rendirse. Un pequeño café difundía suave música jazz sobre la acera, y Leorio miró a través de las grandes ventanas para ver si el lugar podía ofrecerle alguna distracción. El lugar se veía agradable y acogedor, pero no muy estrambótico. Algunos músicos tocaban música en vivo en una atmósfera levemente cargado de humo. Dio un paso adelante y encontró un lugar en el bar. “Un whisky doble on the rocks por favor” ordenó, el dinero listo en su mano. El barman miró ferozmente las grandes manchas secas en la camisa de Leorio, pero sirvió la orden sin decir ni palabra. Leorio tragó saliva, mirando el vaso. Sabía que estaba actuando como un estúpido. Muy raramente bebía alcohol, así que ¿por qué había ordenado esto? Mierda, ni siquiera sabía si le gustaba el whisky. Llevó lentamente el vaso a su boca y tomó un sorbo. El líquido se sentía tibio en su garganta. Sabía que este sentimiento de alivio era una farsa, aunque tomó otro sorbo, y otro, finalmente vertiendo el contenido del vaso por su garganta y volviendo a poner el vaso en el bar con un estruendo.

Pronto ya no se preguntó que hacía allí, las melodías de la banda en vivo lo animaban y ya había ahogado sus penas en alcohol. Muy en el fondo estaba avergonzado de sí mismo, pero por fuera estaba sentado con una sonrisa divertida en el rostro. Sus dedos bailaban sobre el bar al ritmo de las canciones, y miraba a su alrededor como si no tuviera preocupación alguna en el mundo. Luego, de repente sus ojos fueron hacia la ventana, donde una figura pasaba. Un hombre rubio, un poco bajo, vestido con una túnica azul oscura. La borrachera y la somnolencia desparecieron en una fracción de segundo. Quedó boquiabierto mientras veía alejarse la figura, sin duda era él. Corrió hacia afuera, donde la lluvia y el viento lo golpearon bruscamente. Corrió para encontrarse con el chico, quien estaba en compañía de otras personas. Tres hombres, una chica y Senritsu, a él sí lo recordaba. “Kurapica” dijo lo suficientemente alto como para que escucharan.

El rubio volteó a ver a un sucio borracho, con el cabello revuelto y la ropa manchada. Sus ojos se volvieron fríos cuando vio a su viejo amigo. “EEEeew” exclamó la joven chica en señal de asco. “Kurapica, ¿conoces a este hombre?”. Había un leve signo de dolor en su fría expresión cuando el rubio sacudió la cabeza. “Muévete Neon, ya deberíamos haber llegado al hotel”.  El grupo se volteó y siguieron su camino. Leorio se quedó ahí, boquiabierto. Sintió como si su corazón le fuera arrancado del pecho. Había esperado tanto para ver a su viejo amigo nuevamente, preguntándose cómo sería, haciendo fantasías... Esto no se lo esperaba. Se sentó en las húmedas baldosas de la acera, sin importarle nada de lo que pudiera pasar ahora. Kurapica ya no quería saber de él. Todo lo que le quedaba ahora eran recuerdos e incontables fantasías. Y nada de ello tenía sentido.

“¿Leorio?” dijo una gentil voz. Miró hacia arriba. “¿Qué?” preguntó secamente, se volteó y vio a Senritsu, uno de los colegas de Kurapica. “Vete” dijo, echándola borrachamente con las manos. Él suspiró, diciendo “Vine aquí para ayudarte. Por favor levántate”. Leorio miró su rostro, no entendiendo, pero se levantó mientras ella preguntaba, aunque tuvo que apoyarse en el hombro del pequeño para erguirse. Se sintió extremadamente mareado. “Creo q-que bebbí mushho”. Senritsu sonrió amablemente, guiándolo. “Tú tienes... No creo que sea tu estilo el renunciar tan fácilmente. Kurapica solía contarme acerca de tu coraje”. Leorio miró al pequeño hombrecillo hacia abajo, preguntándose si había sido una broma.

Senritsu prendió la luz de su habitación en el hotel. “Pasa” dijo, como si él no estuviera apoyado aún en el pequeño. Leorio se dejó caer pesadamente en una silla, mirando la habitación que, a sus ojos, parecía girar en torno a él. “Sácate la corbata y la camisa”. Leorio cubrió su pecho con las manos. “¡¿Qué?! Acaso tu eres...”. Senritsu se acercó a él y comenzó a soltarle la corbata. “Tu ropa está sucia. ¿Trajiste ropa limpia?”. Leorio trató de enfocarse en su cara. “Creo que perdí mi maleta. La dejé en el bar”. Senritsu suspiró y sacudió su cabeza. “No te preocupes por eso”. Y luego de unos segundos añadió “Tienes que vomitar”.”¿Qué?”. “Tienes que vomitar, o sino te sentirás mal por la mañana. Puedes usar mi baño y dormir en el sofá. Ten, toma estas píldoras antes de ir a dormir y bebe agua. Saldré por un rato, pero quiero verte dormido cuando regrese”. Después de decir esto, salió de la habitación.

Leorio se sostuvo del inodoro, respirando entrecortadamente luego de vomitar. Se levantó y abrió el grifo para mojarse la cara con agua fresca. Se miró en el espejo: su corto cabello castaño estaba sucio y desarreglado. Lucía horriblemente pálido y tenía grandes bolsas azules bajo sus ojos color avellana. La mancha de su camisa se había convertido en una poza café de fealdad que había vomitado a Leorio hacia la existencia. Pero al menos la habitación ya no bailaba tanto como antes. Tomó las píldoras y luego de sacarse la camisa y beber un poco de agua, apagó las luces y se recostó en el sofá. En menos de un minuto ya estaba dormido, y su mente se embotó en un bizarro sueño, donde docenas de Kurapicas alrededor de él le llamaban un sucio borracho. Le acusaban de tener desvergonzadas fantasías con él y al final todos estuvieron de acuerdo en que Leorio debería ser despojado de su hombría. Con un pequeño grito Leorio despertó en la habitación de Senritsu.

 La habitación estaba escasamente iluminada por los faroles de la calle que brillaban a través de las cortinas. En la cama una pequeña figura se movió ligeramente. Leorio esperó unos segundos para asegurarse que no había despertado al hombrecillo, pero éste respiraba lenta y regularmente, definitivamente en un profundo sueño. Luego miró a su alrededor y vio su maleta. El dulce hombre había regresado a recuperarla. Le agradecería en la mañana. Ahora lo único que quería hacer era lavarse los dientes, su boca sabía a mil diablos. Sacó su cepillo dental y el dentífrico y silenciosamente entró al baño. Extrañamente no se sentía tan cansado, ni borracho como antes. Sólo cinco minutos después estaba en camino hacia la habitación de Kurapica, totalmente vestido, usando incluso una corbata. La amable recepcionista nocturna le había indicado la dirección correcta.

Cuando encontró la habitación correcta llamó firmemente. Luego de un minuto más menos, la puerta se abrió. Kurapica lo miró hacia arriba, obviamente sorprendido. “Le-“
Leorio lo empujó nuevamente hacia adentro, cerrando la puerta tras de sí. “Oh, ahora sí sabes quién soy, ¿no?”. Se sentía frustrado, incluso un poco enojado.

“Estaba trabajando” dijo Kurapica, igualmente enojado. “deberías haber visto como lucías. Como un mendigo” escupió cual veneno.

“¿Así que esa es tu excusa para pretender que no me conoces? ¿Ahora juzgas a la gente por cómo luce? ¿Incluso a tu mejor amigo?”

Los ojos de Kurapica se llenaron de fuego. “¿Y quién te dijo que eras mi mejor amigo? Tú solo rondabas alrededor mío, no me importa lo que tú pienses. Ahora lárgate de mi habitación”.

Leorio sacudió su cabeza. “No, tú no te desharás de mí tan fácilmente”.

Kurapica materializó las cadenas de su mano derecha. Tintinearon peligrosamente y se alargaron, listas para ser usadas. “No me tientes, Leorio”.

La manera en que dijo su nombre realmente le dolió, y ese dolor se clavó profundamente en el pecho de Leorio. “No puedes usar tus cadenas contra mí”.

Los ojos del kuruta se volvieron rojo escarlata. El aura de Nen brillaba alrededor de él. “Créeme, sí puedo”.

“Entonces ven y detenme” dijo Leorio, suavemente. Se acercó un paso, y luego otro, hasta que quedó parado delante del enfurecido kuruta. Luego, inclinándose hacia delante besó los labios del joven hombre. Eran fríos y secos, pero suaves. Una dura cachetada en la cara lo hizo retroceder. “No tienes vergüenza” comentó Kurapica, antes que bajara sus cadenas.
Leorio se sobó la adolorida mejilla, pero sin poder esconder la sonrisa que se formó en su cara. Era sólo Kurapica, amenazando su vida, sólo para finalizar con una dolorosa cachetada…no era que no le doliera, pero lo excitaba, mucho más que la calurosa bienvenida que había imaginado. Siempre se habían comportado así, peleando desde el día en que se conocieron. Se acercó Kurapica de nuevo, pero esta vez el kuruta no le dio oportunidad para que lo tocase. Con el dorso de su mano le pegó a Leorio tan fuerte que cayó de espaldas al suelo. “¡AU!” gimió Leorio, tendido en el piso. “¡Estás usando tu habilidad Nen! No es justo”.

El rubio lo miró hacía abajo. “¿Quién dijo que yo peleaba justo? Ahora vete”.

Leorio tragó saliva, sabiendo que si esto se convertía en una verdadera pelea, el pequeño rubio de apariencia frágil, con sólo 17 años en frente de él definitivamente limpiaría el piso con su cadáver luego de que hubieran acabado, pero sacudió su cabeza. “No puedo. Vine hacia acá sólo para encontrarte, ahora que lo hice no puedo volver atrás. Yo…yo quería hablar contigo”.

//Hablar…sí claro ¬¬//

Eso pareció tranquilizar a Kurapica, y el aura de Nen a su alrededor desapareció. “Eres un tonto por venir a buscarme. Ya no soy el mismo de antes”.

Leorio gateó hacia la cama y se sentó en ella. Su mano tocó su mejilla para asegurarse que no estuviera sangrando. “Hablé con Senritsu”. Sus palabras tuvieron el efecto deseado, Kurapica pareció perder un poco de la dureza que había demostrado anteriormente, y se sentó junto a Leorio. Los dos se sentaron allí, mirando al piso, en una pobremente iluminada habitación de hotel. Se sentía extraño estar juntos después de tanto tiempo, pero al miso tiempo sentían que era lo correcto. “Él me dijo que tú pensabas que yo tenía coraje”. Luego de un raro silencio Kurapica sonrió vagamente. “Se necesita coraje para entrar así a mi habitación en medio de la noche”. Leorio dio una carcajada, contento que se hubiera roto la tensión un poco.

“Ha pasado un largo tiempo. Pero nunca dejé de pensar en ti…” confesó Leorio. Kurapica lo miró, incierto. Sus ojos eran azules nuevamente, como dos cielos de verano. “Somos los exactos opuestos, Leorio. Yo no puedo soportar estar cerca de ti más que lo estrictamente necesario”. Leorio miró al suelo, notoriamente herido. Cuando abrió su boca nuevamente para hablar Kurapica se levantó y lo interrumpió. “Tú estás por convertirte en un doctor, y yo…” su voz se estancó en su garganta por un segundo. “Yo soy un asesino. Está en mi sangre y en mi herencia. Yo vivo sólo para tomar venganza de quienes masacraron a mi tribu”.

Leorio se levantó, “No eres sólo eso, Kurapica”. El kuruta esperó, como si esperara que Leorio explicara lo que había dicho. Pero en vez de hablar Leorio lo besó. Al principio asustó a Kurapica, y como siempre quiso apartarse, pero su intento fue tan vago que incluso Leorio podía evitar que escapase. La lengua de Leorio entró, y Kurapica le dio la bienvenida con la suya. Era un tierno momento de alivio, donde todas las máscaras y las mentiras se esfumaron. Cuando dejaron de besarse Kurapica miró fijamente en los ojos de Leorio. Su expresión era tan inmensamente frágil que era casi doloroso ver al invencible kuruta volverse tan suave en los brazos de Leorio. “Leorio….” susurró el chico. Esta vez su voz sonaba muy distinta. El chico rubio estaba hambriento por otro beso, que Leorio generosamente le ofrecía.

Besándose apasionadamente Leorio mantenía a Kurapica acorralado contra la pared, y pronto el rubio comenzó a poner sus piernas alrededor de la cintura de Leorio. Éste lo levantó del suelo, así que pudiera envolver completamente su cuerpo. Un lento ritmo llevó sus cuerpos a la fricción, y pronto el aire se volvió casi demasiado caliente para respirar. Besando el cuello de Kurapica, y dejando que su lengua jugueteara con el zarcillo, Leorio podía claramente oír al chico, que gemía de deseo por más. Aún sosteniéndolo en brazos, Leorio lo llevó a la mesa, donde hizo que el kuruta se sentara. Así podría besarlo y sus manos quedaron libres. Mientras le daba cortos y dulces besos Leorio comenzó a sacarse la corbata, y Kurapica lo ayudó con la camisa. Unos cuantos botones se rasgaron por su entusiasmo, pero obviamente eso daba lo mismo. En cuanto la camisa cayó por los brazos de Leorio, Kurapica dejó que sus manos se deslizaran sobre el torso desnudo de Leorio. Casi dio un grito sofocado de emoción, justo cuando Leorio rompió el ambiente.

“Hey Kurapica, ¿cómo se saca esto?”. Leorio había estado tironeando la túnica azul del kuruta, pero no pudo resolver cómo abrirla. Kurapica lo empujó energéticamente, y un poco asustado, Leorio retrocedió unos pasos. El rubio parecía agitado cuando de un saltito se bajó de la mesa. “Así”. En sólo dos segundos la túnica yacía elegantemente botada en el piso, y Kurapica no traía más que su blanca ropa interior. Él era francamente precioso, y el gran bulto en los pantalones de Leorio era más que obvio. Aunque el hecho que el rubio luciera bastante enojado lo hizo dudar si era inteligente acercarse a él.

Kurapica fue el primero en moverse, y caminó pasando a Leorio hacia la cama. La pasión parecía haberse esfumado de su hermosa cara. “Soy un idiota, rompí totalmente la atmósfera” murmuró Leorio en lástima por sí mismo. Se sentó junto al otro cazador, y un extraño silencio los rodeó.

“Al menos… ¿lo disfrutaste un poco?” intentó Leorio. Miró al bello chico, que aún lucía molesto. “Sí” dijo Kurapica, agitado. “De echo, eso es lo que me molesta. Sí me gustó. Mierda, yo…Tú me hiciste…”

Desde que eso era lo único que Leorio quería escuchar, se acercó bruscamente al chico y apagó su discurso con un beso. Una parte de Kurapica quería seguir con el beso, pero se alejó de todos modos, gateando de espaldas por la cama. “Maldición, no me interrumpas cuando estoy hablando. Necesito pensar en esto primero”. Leorio gateó hacia él, más cerca, y Kurapica retrocedió hasta dar con la pared. Leorio seguía acercándose. “¿Qué es lo que hay que pensar? Estás confundido porque se sintió bien. De hecho tú me deseas, al tipo que siempre pensaste era una forma de vida inferior. Te apuesto que has tenido sueños conmigo, haciéndote todo tipo de cosas”.

Kurapica sacudió la cabeza, pero se rindió ante el hambriento beso de Leorio. “Di que me deseas” ordenó Leorio, manteniendo al rubio contra la cama. Kurapica dio una bocanada. “Te deseo”. Sintiéndose triunfante, Leorio casi se comió a besos al chico bajo él. Hambrientamente lo besó, mientras bajaba cuidadosamente la ropa interior del chico, revelando su erección. Suavemente la tomó en sus manos, mientras miraba la cara del rubio para ver cuánto lo estaba disfrutando. “¿Te gusta?” murmuró en el oído de Kurapica. El chico asintió. Leorio lo besó nuevamente, mientras acariciaba la latente erección de Kurapica.

Éste dejó salir un gemido de desilusión cuando Leorio lo soltó para sacarse sus propios pantalones. Mientras, Kurapica yacía esperando que Leorio se sacara la ropa restante y se acostara junto a su amante. Oh, había tenido muchos anteriormente, pero nuca el que él había deseado realmente, el que ahora, finalmente, se le había entregado. Esta vez no era un sueño. Besó a Kurapica de nuevo, rodando y manteniéndolo contra la cama nuevamente.

“Leorio…”. El chico sonó inseguro y atípicamente sumiso. “Leorio yo nunca…”. No pudo pronunciar las palabras. Aunque Leorio entendió lo que el chico trataba de decir. Ya había sospechado que Kurapica era virgen, desde que no pudo pensar en nadie más que arriesgara el pellejo para acercarse al kuruta. Así que Leorio posó su mano gentilmente en los labios de Kurapica, para acallarlo. “Seré gentil”. Su lengua entró a la boca de Kurapica para tranquilizarlo, y la dócil y sumisa entrega del chico le hizo entender que el chico estaba de acuerdo con lo que estaba por ocurrir.

Juguetonamente la lengua de Leorio se arrastró por la suave piel de Kurapica, hizo un círculo alrededor de su ombligo y finalmente llegó a su destino. Primero dejó que su mano se deslizara suavemente sobre la erección, y luego dejó que su lengua jugara con la punta por un rato. Los gemidos de Kurapica dejaron en claro que lo disfrutaba, y animaban a Leorio para que continuara. Dejó que su boca se deslizara sobre toda la longitud y comenzó a moverse de arriba abajo. Mientras continuaba dándole placer al sensible órgano del chico, alzó su mano hacia el rostro de Kurapica para que éste chupara sus dedos. Cuando estuvieron lo suficientemente húmedos, suavemente empujó los muslos de Kurapica con sus rodillas para abrir sus piernas un poco más. Luego de que el chico accediera, Leorio lentamente introdujo su dedo índice en la estrecha entrada de Kurapica. Mientras que su boca seguía jugando con la punta de la erección de Kurapica, su dedo suavemente iba de adentro hacia fuera para relajar el músculo. Muy poco después dejó que un segundo dedo se deslizara adentro. El kuruta pronto comenzó a hacer ruidos más fuertes, ya que apenas podía contener sus gemidos de placer, especialmente cuando el tercer dedo de Leorio se unió a los otros. Cuando pensó que Kurapica estaba listo, sacó los dedos, escupió en su mano y humedeció su propia latente erección.

Cuando se posicionó y acercó a Kurapica a su cuerpo, lo único que quería era “clavarse” y coger al chico a más no poder, pero en vez de eso se contuvo, y lenta y suavemente entró en el kuruta. El primer momento Kurapica yacía callado, boquiabierto, aceptando al intruso. Pero pronto dio un grito sofocado, cuando la entera longitud de Leorio estuvo dentro de él. Dolía. Incluso a pesar que Leorio lo había hecho realmente lento dolía un poco, pero podía adaptarse bastante rápido y pronto se sentía más placentero que desagradable. Leorio comenzó a moverse dentro de él lentamente. Se sentía celestial, y podía ver que Leorio lo estaba disfrutando tremendamente también, pues el guapo cazador cerraba los ojos de tanto en tanto, gimiendo en éxtasis.

Para hacerlo incluso mejor, la mano de Leorio pronto tomó la erección de Kurapica, comenzando a bombearla simultáneamente con sus embestidas. Tomaron el paso rápidamente, y pronto Leorio comenzó a ir más rápido, como él quería. La estrechez de Kurapica casi lo volvía loco. Kurapica, disfrutando cada centímetro del miembro de Leorio dentro de él se unió al movimiento y se empujó sobre la erección de Leorio. Gritó el nombre de su amante, sin importarle si despertaba a los otros huéspedes del hotel, y más pronto de lo que hubiera querido explotó y se cubrió de semen. Temblando en éxtasis, disfrutó del hormigueo de todo su cuerpo y de la ráfaga en su mente, mientras que Leorio lo cogía tan fuerte que le nublaba la visión.

Luego, finalmente, Leorio hizo su última embestida y terminó dentro del frágil cuerpo de Kurapica. Ahora que había terminado de moverse podía sentir temblar al chico, y cuidadosamente salió del cuerpo del kuruta y se inclinó sobre él. “¿Estás bien, Kurapica?”. Sabía que era una pregunta bastante estúpida, pero esperaba no haberlo herido mucho. Los azules ojos de Kurapica se esforzaron por ver los de Leorio. “Eso fue…fantástico” fue todo lo que el rubio pudo decir. Su débil brazo encontró la fuerza para tocar la cara de Leorio y acercarla para besarle. Leorio tomó a Kurapica en sus brazos mientras que apasionadamente lo besaba. Justo cuando iba a sugerir limpiar un poco la habitación y darse un baño, Kurapica gimió débilmente. Leorio miró la tranquila cara del chico y notó que éste se había quedado dormido. Sonrió, sabiendo que debió haber extenuado al kuruta.

Honestamente, hubiera preferido limpiarse antes de ir a dormir, pero eso probablemente despertaría a Kurapica, así que jaló una sábana sobre sus cuerpos sucios y apagó la luz.

 

 

 

Fin

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