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31. Do Young (06) por dayanstyle

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Notas del fanfic:

aqui de nuevo nenesssss..... se que estan picadas por el anterior fic porque aun tienen sus dudas, pero tranquissssss... aun faltan libros por leer... les recuerdo que apenas es la tercera parte de la saga y que faltan 60 libros mas.... 

esto es para rato hehe...

Notas del capitulo:

a leer

—Mira. —Ji Sung se hundió en el taburete detrás del mostrador sosteniendo el teléfono en su oído mientras deseaba que estar hablando con alguien diferente—. Yo no puedo simplemente cerrar la tienda, porque me hayas visitado por capricho y quieras salir. Tengo un negocio que atender.

—Es una tienda de flores, Ji Sung. Seamos, serios. Dime que las flores están muy solicitadas, —demandó Kei en un tono condescendiente, su impaciencia era evidente—. Nadie ha muerto por aquí que yo haya oído hablar, así que estate seguro de cerrar para el almuerzo.

Ji Sung había oído este argumento una y otra vez. No podía imaginar por qué Kei actuaba de la manera que lo hacía. El hombre tenía sus maneras arrogantes, pero Ji Sung había pensado que él era amable cuando empezaron a salir por primera vez. ¿Ahora?

Ji Sung se encogió por la forma en que Kei habló con él. —¿Por qué no te tomas mi negocio en serio, Kei?

—Son flores, por el amor de Dios. Cierra con llave y nos vemos en Jungkook. —El tono de Kei sonó una pizca jocoso—. Tú sabes lo que quieres.

Ji Sung suspiró mientras cortaba el ramo de rosas frente a él.

—Supongo. —Como un estúpido cedió, como siempre lo hacía—. Dame diez minutos.

 

—¡Nos vemos allí! —El tono de Kei sonaba contento con fuerza cuando colgó el teléfono.

Ji Sung dejó su podadora, deseando que Kei parara con su burla. Dolía que su amante siempre tuviera una crítica  que decir sobre él. Ji Sung trató, realmente lo hacía, pero nunca nada parecía suficiente a los ojos de Kei. Se deslizó del taburete, pasándose la mano por su pierna mala. Estaba dando guerra hoy, haciéndole doloroso el caminar.

Ji Sung hizo una mueca mientras cojeaba desde detrás del mostrador y colocaba las rosas en el refrigerador. Cerró la tienda, caminando por la calle al Bar and Grill de Jungkook. Ji Sung se estremecía con cada paso que daba. Su mano se frotaba el muslo cuando pasaba por el Deli y siguió adelante. Tal vez debería haber sido más firme sobre quedarse en la tienda, porque su pierna estaba protestando dolorosamente con cada paso que daba.

Ji Sung se hizo a un lado cuando unas pocas personas salían de la taberna, esperando en la otra orilla del edificio de ladrillo mientras él esperaba a que ellos despejaran la puerta. El sudor corría por la sien de Ji Sung cuando el dolor irradiaba desde su pierna a la cadera y la espalda baja. Ji Sung abrió la puerta, cojeando en el interior cuando miró a su alrededor.

Kei estaba en la cabina de la esquina, mirando tan impaciente como siempre.

Ji Sung nunca se  sentía  cómodo saliendo a  lugares públicos.  Kei lo sabía, pero insistió en que salieran, y entonces él siempre elegía un asiento lo más alejado de la puerta.

Ji Sung miró a su alrededor mientras caminaba penosamente hacia la parte posterior. Sus labios se estrecharon cuando se agachó y se deslizó en la cabina, un dolor agudo se disparó por la pierna hasta el tobillo. Ji Sung hizo una mueca y se ajustó a sí mismo.

—¿Creí que habías dicho diez minutos? —Preguntó Kei con impaciencia, su tono cortante—. ¿Y por qué insistes en llevar esas malditas botas? ¿Sabes qué ridículo pareces con ellas?     Si  vas a usar esas horribles botas de goma, ¿podían no ser de flores de color rosa? —continuó Kei quejándose  mientras  recogía   su menú.

Ji Sung hizo todo lo posible para sintonizar con Kei. Él tenía la intención de cambiarse dentro de su furgoneta, pero con la pierna con tanto dolor  no  habría  valido  la  pena  el  sufrimiento  sólo  para  que  Kei no estuviera avergonzado. Ahora Ji Sung estaría triste escuchando la queja del hombre respecto del tiempo que estaban juntos.

Él deseaba en extremo levantar la pierna y descansarla en el asiento de enfrente de él, pero sabía que Kei le lanzaría un ataque si lo hiciera. Ji Sung se retorció en su asiento, haciendo todo lo posible para aliviar el dolor que le hacía sentir que se iba a desmayar.

—¿Vas a parar? —Los ojos de Kei se levantaron del menú mientras miraba con desaprobación a Ji Sung—. Te ves como un niño pequeño que tiene que ir al baño. Siéntate ya.

—Pero me duele la pierna. —Ji Sung no tenía intención de quejarse, pero se sentía como si cuchillos apuñalaran a su pierna desde el tobillo hasta la cadera. Se debería haber quedado en casa hoy. Cuando despertó esta mañana y sentía un dolor agudo apuñalarle detrás de la rodilla, sabía que iba a ser un mal día. Pero por ser el propietario responsable de un negocio como él era, tenía que abrir.

Había pedidos que cumplir, y él no era uno que evadía su responsabilidad.  Probablemente  lo  habría  hecho  durante  el  día  si Kei no le hubiera llamado para venir a almorzar.

La camarera se acercó a su mesa, tomando sus pedidos de bebidas. Ji Sung ordenó a un zumo de arándano, mientras que Kei pedía un whisky.

—¿No es un poco temprano para beber? —Ji Sung se arrepintió de sus palabras tan pronto como salieron de sus labios. Kei se le quedó mirando cuando su lengua se enrolló en el interior de su labio inferior. Sonrió con fuerza a Ji Sung.

—Cuando necesite el consejo de mi madre, la llamaré. —Ji Sung suspiró pesadamente. No  era  que  no  le  gustara  la  crítica  de  Kei, pero con una pierna inútil, él no era una gran promesa a los ojos de la mayoría de los hombres.

Había llegado a quedarse tan solo, tan desesperado, que  él había dado la bienvenida a los  avances de Kei.

Era  increíble  lo  que  algunas  personas  soportaban  sólo  para tener compañía. La soledad te absorbía, y Ji Sung había estado solo durante dos años completos después de su lesión. Todo lo que quería era que alguien lo amara.  Anhelaba  una  relación  íntima.  Sólo  que  no  era  lo  que  Kei le estaba dando. Sin embargo, era mejor que nada. —Lo siento.

—Sólo recuerdo que te estoy haciendo un favor. No es que no pueda salir y conseguir a cualquier hombre que yo quiera. —Kei olisqueó mientras recogía su menú de nuevo.

Ji Sung apretó los dientes, cuando cogió el menú de su soporte y lo leyó a medias. Debería decirle a Kei que se fuera a la mierda él mismo. Que sería lo más inteligente que hiciera, pero entonces, ¿dónde estaría? Volviendo a mi soledad.

Ji Sung miró a su alrededor en la taberna para ver las parejas sosteniéndose las manos o hablando en voz baja entre sí. Sentía una opresión en el pecho.

Ansiaba eso más que nada. La intimidad compartida de dos personas era algo que se estaba muriendo por experimentar.

Ji Sung intentó una conversación educada, con la esperanza de que las plumas de Kei se desencresparan. —Yo estaba pensando en ampliar mi negocio. El alcalde está utilizando una gran cantidad de fondos para expandir la ciudad, y pensé que podría ser una buena idea conseguir dar un salto en la expansión.

Kei bajó su menú desplegable y pasó la mano a través de él, frunció los labios antes de pasar la lengua  por  la  parte  inferior.  Él estudió a Ji Sung, con atención, durante un momento antes de que se aclarara la garganta.

—Esa es la idea más estúpida que he escuchado. Tu negocio no es suficientemente próspero para que puedas hacer tal inversión. —Se pasó la mano por la parte delantera de la camisa y sonrió a Ji Sung, pero la sonrisa no alcanzó sus ojos. No, los ojos de Kei eran fríos y calculadores.

—Podrías invertir ese dinero en ese negocio de las minas en su lugar.

—Ji Sung gimió interiormente. Habían tenido esta conversación en más de una ocasión. Kei quería que Ji Sung invirtiera en una idea piramidal sin sentido que ni siquiera entendía. No había manera de que despilfarrara sus duramente-ganados ahorros. Ji Sung podía ser solitario, pero estaba lejos de ser tonto la mayoría de las veces—. Todavía no entiendo lo que estas tratando de hacer.

 

Kei rodó sus ojos dramáticamente a medida que daba un suspiro demasiado falso.

 

Se inclinó sobre la mesa, dándole a la mano de Ji Sung un ligero golpe antes de alejarse. —Sólo confía en que sé lo que estoy haciendo. Recuperarás tu inversión multiplicada por diez.

Ji Sung se sintió aliviado cuando la camarera volvió para tomar sus pedidos y llevar sus bebidas. Kei parecía irritado como el infierno con la interrupción,  pero  nunca  lo  expresaría  en  público.  En  su  lugar,  dio una   sonrisa   falsa    y    procedió    a    pedir.    Ji Sung    sonrió amablemente a la camarera, que le devolvió la sonrisa. Ji Sung interpretó su sonrisa como de pena antes de que ella metiera su libreta en su delantal y se alejara caminando.

—Ahora, ¿dónde estábamos? —Preguntó Kei mientras cogía su whisky y tomaba un sorbo—. Ah, sí, la inversión, —afirmó como si no le estuviera pidiendo a Ji Sung que entregara todos sus  ahorros. El hombre tenía pelotas. Ji Sung le concedió eso.

—Disculpa. Tengo que usar el baño. —Ji Sung luchó por conseguir salir de la cabina, con la pierna protestando por el movimiento. Se frotó el muslo antes de cojear por la taberna y abrir la puerta del baño de hombres. Ji Sung apoyó la espalda contra la pared, sintiéndose perdido y  sin esperanza.

Las lágrimas le picaban los ojos mientras miraba su reflejo en el espejo. Él se sentía atrapado y desesperado, con ganas de  romper con Kei y no querer quedarse solo todo al mismo tiempo. Se inclinó por la cintura, pasando ambas manos por las piernas, tratando de darse un masaje para alejar el dolor.

—No  puedo seguir  haciendo  esto, —dijo  en voz  alta—. Sólo    me utiliza.

La parte triste era, que Ji Sung lo sabía y aún seguía viendo a Kei. Ellos ni siquiera habían tenido relaciones íntimas. Kei lo trataba más como a un perro con correa que como un amante. Ji Sung sólo se refería a él como a su amante, ya que le hacia sentirse menos solo. Dios, eso era tan patético. El hombre apenas tocaba la mano de Ji Sung, sin embargo, soportaba  las  chorradas  de Kei una y otra vez.

 

La puerta se abrió cuando un hombre grande, corpulento, entró dentro. —Whoa, no te vi ahí. —Se detuvo en seco y sonrió a Ji Sung—. No deberías estar tan cerca de la puerta. Eres responsable de que pasara por encima de ti.

—Lo siento. —Ji Sung se deslizó por la pared cuando sus dedos dejaron su pierna.

Él  era  muy  consciente  de  ello  y  no  quería  llamar  la   atención de  su  lesión.  Era  un  adulto  totalmente  funcional  y  no  quería ser tratado de otra manera.

El hombre miró la pierna de Ji Sung durante un momento antes de que levantara los ojos y se encontrara con los suyos. Estaban llenos de piedad y esa otra mirada qu decía mucho.

La mirada de gracias a Dios que no soy yo. Ji Sung empujó su cuerpo contra la pared al tiempo que cogía la manija de la puerta. Esto era exactamente por qué rara vez se aventuraba a salir de su tienda. Odiaba esa mirada.

Ji Sung se detuvo ante la puerta cuando vio a Kei, sonriendo y hablando  con   otro  hombre.  Él   no   era   del   tipo   celoso  y  no   tenía el hábito de saltar a conclusiones, pero cuando Kei puso su mano sobre la baja espalda del otro hombre y se inclinó con una sonrisa demasiado amable, Ji Sung ya había visto suficiente.

Él no iba a ser la  cita  penosa  de  nadie.  Se  podía  quedar  solo, pero al menos no se sentiría como menos  que  un  hombre.  La  idea de estar solo de nuevo lo absorbía, pero él prefería lidiar con eso a ser el  tonto de Kei por un segundo más.

Ji Sung caminaba despacio, haciendo todo lo posible para no mostrar su pronunciada cojera. Era duro. Su pierna palpitaba mientras se abría camino a través de la taberna.

Kei  lo   vio   venir   y   puso   cierta   distancia   entre   su  cuerpo y el del otro hombre. Demasiado tarde yo vi tu lastimoso culo ya.

—Ji Sung. —Kei dijo su nombre con cariño, cuando Ji Sung se acercó a los hombres. Ese fue su primer indicio de que algo no iba bien—. Este es Hyo Seok, un querido amigo mío.—Ji Sung captó la mirada sorprendida luego enojada que Hyo Seok le dio a Kei. Él se dirigió a Ji Sung y sonrió—. Es un placer conocerte.

Ji Sung le dio la mano tendida, viendo cómo Hyo Seok le evaluaba. Sus ojos vagaron hasta la pierna de Ji Sung. Una mirada rápida de rechazo capturó su rostro antes de que sus ojos se fijaran en los de Ji Sung, y  volvió a sacar una sonrisa falsa de sus labios.

—Él va a unirse a nosotros para el almuerzo. —Kei apuntó con la mano al asiento, y Hyo Seok se movió ahí.

—No, no me importa. —Como si a Kei le preocupara lo suficiente como para preguntarle si a él lo hacía—. No importa, de hecho, es perfecto ya que tengo que volver a la tienda. —Ji Sung les dio la sonrisa más  grande y falsa que pudo reunir.

Dos podrían jugar a eso.

—Pero... tú no has comido todavía. —Los ojos de Kei se estrecharon mientras se inclinaba más cerca—. Esto podría ser un almuerzo rentable. Seguro que no me dejarías colgado así, —le susurró agitado.

En otras palabras, que  iba  a  pagar  la  factura  si  Ji Sung  salía. Esa no era su preocupación. Estaba tan cansado del fingido interés y  las sonrisas falsas. Si Kei le daba una más, Ji Sung podría darle una bofetada en su rostro. —Tomaré lo mío para irme. —Se giró alrededor y se fue cojeando a la barra.

Ji Sung  no  era  la  libreta  de  ahorros  de  nadie. Había trabajado muy duro para sólo desperdiciarlo todo. Un pulso de dolor se disparó por su pierna, que estuvo a punto de hacer caer a Ji Sung, pero se las arregló para mantenerse   en   posición   vertical   mientras    continuó    a    la    barra. En   los   últimos   tres   meses,    Kei    había    logrado    gastar cuatro mil dólares del dinero duramente ganado por Ji Sung. Tendría que haberlo visto entonces, pero él estaba tan ocupado engañándose a sí  mismo al pensar que realmente le importaba a Kei. Si sólo hubiera perdido las gafas color de rosa en ese entonces.

Hizo el tonto con Kei antes de que se diera cuenta de lo que realmente era.

Ya no más.

Una mano pesada se posó en su hombro, Kei girándole a su alrededor.

—No  me   dejarás   plantado   así,  —escupió  con furia  Kei—. Ahora, deja de actuar como un niño mimado y vuelve allí.

—¿Por qué? Por lo que yo puedo ver tú y tu amante, tratan de sacar cada centavo de mí—Ji Sung sabía que él dijo la verdad cuando los ojos de Kei  se ensancharon ligeramente  y luego  rápidamente se   compusieron.

¡Lo sabía!

—Yo no sé de dónde has sacado esas ideas ridículas. Hyo Seok es un amigo, eso es todo. —La mirada de desprecio que Kei dio a Ji Sung lo heló.

—Yo no voy a volver allí, Kei. —Las manos de Ji Sung en puños a su lado—. ¿Crees que soy tan  tonto?  Ni  siquiera  hemos  dormido juntos,   y   has   conseguido   obtener    cuatro    mil  dólares    de    mí. Tú no me engañas una vez más, vergüenza debería darte.

—¿Así que esto es acerca del sexo? ¿Estás dispuesto a tirar lo que tenemos porque no hemos dormido juntos? —Kei equivocó su vocación. Él sería un éxito de taquilla con su puesta en escena si alguna vez decidía iniciarse en la carrera de la actuación—. Yo nunca te tuve por un hombre superficial, Ji Sung.

 

Ji Sung, en realidad, miró boquiabierto a Kei, cuando se quedó en el centro de la taberna. ¿Hablaba en serio? —No, tú me tomaste por un hombre solitario y desesperado en busca de compañía. Preferiría usar mi mano.

 

Ji Sung podía ver el pulso en el lado de la cara de Kei palpitando cuando se volvió en una sombra profunda de rojo. —Eso es grosero. Ahora ¿vas a volver a llevar tu culo de nuevo allí y terminar con este comportamiento infantil?

Por primera vez, Ji Sung vio la codicia en los ojos de Kei. ¿Cómo pudo haber echado de menos algo así? —No. —Se giró de nuevo alrededor, listo para salir del  infierno  de  Kei  y  sus  chanchullos cuando perdió el equilibrio y cayó al suelo, duro.

—Oh, ¿estás  bien?  —Exclamó  Kei  y  se  arrodilló  a  su  lado. Se inclinó, extendiendo la mano para ayudar a Ji Sung a subir cuando su voz susurró tan baja que sólo Ji Sung podía oírlo—. ¿Crees que puedes avergonzarme y luego sólo largarte?

—¡Me empujaste! —Ji Sung acusó  cuando  él  se  puso  en  pie.  Él vio algo en los ojos de Kei que hizo que se filtrara agua helada en su columna vertebral. Este hombre no iba a darse por vencido tan fácilmente. Podía verlo todo en la cara de Kei. Ji Sung se estremeció cuando los dedos excavaron brutalmente en la parte superior de los brazos cuando Kei le ayudó a levantarse.

—Me haces daño, —gimió Ji Sung.

—Entonces, lleva tu escuálido culo de nuevo allí, a la mesa, y sé agradable. —Kei sonreía a todas las personas que les habían rodeado— Él está bien , —anunció cuando Ji Sung literalmente fue arrastrado a volver a la mesa.

—Mi pierna, no puedo andar tan rápido. —El dolor disparó a su cadera, alrededor de su cintura y radió arriba por su espalda. Era cada vez peor, y no había nada que Ji Sung pudiera hacer al respecto.

—Te dije una vez antes, que tu dolor estaba todo en tu cabeza. — Kei  prácticamente  lo  empujó  en  la  cabina  y  luego  se  sentó  al  lado de Hyo Seok.

—¿Está todo bien? —Preguntó Hyo Seok un poco demasiado fuerte. Ji Sung podía ver que sus ojos estaban evaluando. Se dio cuenta de que estos dos formaban un equipo, aparte de intimidar y estafar a víctimas indefensas. Ji Sung no tenía la estatura, el peso o la capacidad para luchar contra estos dos fuera.

Su corazón tronó detrás de sus costillas cuando se dio cuenta de que aún podría perder sus ahorros duramente-ganados a manos de estos dos estafadores. ¿Cómo había caído presa de ellos?

Ji Sung sabía cómo. Había sido un blanco fácil. Kei vio la vulnerabilidad en él de inmediato y la había usado en su contra.

—No  vas  a   conseguir   mi   dinero.   —Sólo   tenía   ocho   mil en el banco, no estaba mal para alguien de veinticuatro años, pero era suyo. Él lo   había ganado. No estos hijos de puta.

 

Hyo Seok se echó a reír cuando puso una mano sobre su esternón. —Vamos a ver.

 

Ji Sung miró a su alrededor, tratando desesperadamente de encontrar una salida a esta situación desesperante.

—Yo no te aconsejaría eso, —advirtió Kei en un tono malévolo—. No querrás  tenernos como enemigos. Yo sé dónde trabajas y duermes.

Ji Sung tragó saliva mientras miraba de uno a otro preguntándose cómo iba a escapar. —¿Por qué? ¿Por qué me haces esto a mí?

Ambos    compartieron  una   risa  cuando Kei lo  miró, el desprecio goteando de sus palabras. —¿Por qué no? Personas como tu hacen que sea fácil para gente como nosotros.

—¿Quieres decir para los estafadores?

Kei miró a Hyo Seok, con una sonrisa de suficiencia tirando de sus delgados labios.

—Llámalo como quieras. Vas a salir de este bar y llevarnos a tu banco. Y créeme cuando te digo que estarás muerto  por  la  mañana si abres la boca y dices algo alguien.

Ji Sung rápidamente asintió con la cabeza, dejando que los dos supieran que él entendía.

La camarera le trajo su comida, y luego tomó el pedido de Hyo Seok. Él se estrujó su cerebro todo el tiempo tratando de encontrar una manera de salir de este lío. Kei y su compañero eran mucho mayores que él, no musculosos, pero con su pierna inútil, no tenía ninguna posibilidad.

Terminaron  de  comer,  Ji Sung  sacando  su   billetera   y pagando con tarjeta de crédito. Una vez más miró a su alrededor, pero nadie estaba poniendo atención en él. Cuando la camarera volvió con su tarjeta, Ji Sung firmó el recibo cuando Kei y Hyo Seok, básicamente, lo arrastraron a través de la taberna.

Ji Sung apoyó la espalda en el edificio una vez que se despejó la puerta. Su pierna le estaba matando. Le palpitaba tan violentamente que pensó  que  iba   a   desmayarse.   Ji Sung   se   inclinó   para   masajearla sólo para que Kei y Hyo Seok lo agarraran por los brazos y con fuerza lo llevaron por la calle.

Para alguien que los mirara, parecía que los dos sólo estaban ayudando a Ji Sung. Él no era uno de los que piensan con rapidez o con claridad en una situación estresante. Su mente no se centraría cuando intentaba una y otra vez pensar en una manera de salir de esta terrible situación.

 

—Vas a entrar allí y actuar con normalidad, —gruñó Kei en su oído,  cuando   señaló   el   banco—.   Diles   que   deseas   cerrar   tu cuenta de ahorros.

—¿No parecerá sospechoso? —Ji Sung se dio a sí mismo una patada en el culo. Había dejado volar su oportunidad, posiblemente, de conseguir ayuda.

 

—Será mejor que lo hagas creíble, y te vamos a estar observando. Así que no trates de escribir una nota de ayuda o dar alguna señal al cajero. —Hyo Seok reforzó su posición en el brazo de Ji Sung, sus dedos se clavaban profundamente en la tensa carne de Ji Sung. Él gimió. Deseó ser más fuerte, más capaz de manejarse por sí mismo, y tener la capacidad para patear sus tristes culos. Lo que él no daría por ver a estos dos hundirse.

Entraron en el banco, liberándole los dos, ya que él tomó asiento cerca de la ventanilla. Ji Sung quería salir corriendo, pero sabía que era imposible. No con su pierna  y  no  con  los  dos  estafadores  sentados cerca.  Terminó  la   transacción   y   agradeció   a   la   mujer   cuando ella le entregó un sobre grande.

Él perdió la cabeza en el último segundo con pensamientos de pérdida de su dinero duramente ganado. Ji Sung se alejó de los dos estafadores y rápidamente se dirigió hacia la salida. No había forma de que los dos matones  lograran  poner  sus  manos  codiciosas  en  sus  ahorros. El   dolor   le   amenazó   con   derribarlo,   pero   Ji Sung   no    iba    a perder, por lo que había trabajado tan duro. Pasó más allá de la salida cuando Kei y Hyo Seok lo atraparon justo en la puerta. Ji Sung estaba a punto de gritar para pedir ayuda cuando alguien lo golpeó.

Ji Sung se estrelló contra el suelo por segunda  vez  en  ese  día. Él aulló cuando su pierna estalló de dolor. Ji Sung sostenía el  sobre  en su pecho mientras rodaba hacia atrás y adelante en la agonía.

—Mierda, amigo, lo siento. Déjeme ayudarlo  a  levantarse.  — Ji Sung  estaba  a  punto  de  abrir  la  boca  y  pedir  ayuda  cuando el extraño se acercó más. El tipo rápidamente le susurró al oído de Ji Sung—, grita por un hospital, maldita sea.

—Necesito una  ambulancia,  —gritó  Ji Sung  cuando  Kei  y  Hyo Seok se le acercaron.

—Nosotros podemos ayudarle. Somos amigos, —dijo Kei mientras se acercaba un paso.

—Eso es gracioso. Lo he conocido toda mi vida, y nunca te he visto antes, —respondió el extraño.

—Oh   sí,   entonces   ¿cuál   es   su   nombre?   —Exigió  Kei.

Ji Sung volvió a aullar, y el desconocido se inclinó más cerca.

—Ji Sung, —susurró rápidamente—. Todo irá bien, joyita. —El extraño acarició su brazo—. Voy a llamar a una para ti. —El extraño sacó su teléfono móvil y llamó al hospital.

Kei y Hyo Seok miraron furiosos. Una pequeña multitud se  había reunido, por lo que no había nada que pudieran hacer en este momento.

Cuando llegó la ambulancia y la pareja trató de entrar por detrás, Ji Sung negó con la cabeza y señaló a su salvador. —Quiero que Ted me ayude.

La pareja de estafadores se quejaron cuando las puertas se cerraron en sus caras.

Ji Sung y el extraño se miraban el uno al otro, cuando le evaluaban la pierna de Ji Sung y hacía preguntas. Ji Sung podía sentir el calor de su cara cuando el extraño oía sus respuestas.

—Por  cierto,  soy  Jae Min,  no   Ted.  —El   extraño   se  inclinó    y le guiñó un ojo. Ji Sung asintió con la cabeza y se recostó atrás, preguntándose qué iban a hacer los estafadores. Podrían destrozar  su tienda, mientras Ji Sung se encontraba en el hospital. No era tan estúpido como para dar a Kei la llave, pero la puerta en la parte trasera de la tienda era endeble  como el infierno.

Jae Min se quedó todo el tiempo que estuvo en la sala de emergencias. Una vez que finalmente se quedaron solos en una de  las habitaciones, Ji Sung comenzó a hacerle preguntas. —¿Cómo sabías lo que estaban haciendo?

—Amigo, yo estaba sentado en la cabina justo detrás de ustedes en Jungkook. Aquellos dos sorbían susurrando. —Rió entre dientes.

 

—¿Y qué  te  hizo  querer  participar?  —Ji Sung  había  oído que había gente en el mundo que ayudaban  a  los  idiotas  como  él,  pero nunca en un millón de años pensaba que iba a toparse con uno.

Jae Min resopló mientras cruzaba los brazos sobre el pecho. "No me gustaba la manera en que esos dos imbéciles estaban tratándote. Sólo porque eres pequeño no te convierte en un objetivo.

—Sí lo hace. —Ji Sung aprendió por las malas. Él nunca confiaría en una sonrisa o dulces palabras de nuevo. ¿Por qué Jae Min lo ayudaba? Él no tenía ni idea. El hombre era tan flaco como él, y sólo era dos o tres centímetros más alto que él. Tal vez el tipo tenía un complejo de Napoleón a la hora de rescatar a los twink y poner al hombre grande en su lugar. Lo que quiera que fuera, Ji Sung estaba más allá de agradecer.

Trató de que Jae Min saliera de la habitación cuando el médico entró a examinar su pierna, pero el chico no quería oír hablar de ello. Ji Sung podría haber exigido que Jae Min saliera, pero después de salvar su culo, Ji Sung no quería parecer desagradecido.

Ji Sung reconoció al doctor. Era uno de los cirujanos que habían colaborado en la operación de su pierna. —Dr. Cha.

—Hey, Ji Sung. ¿Qué está pasando? —Preguntó cuando empujó un taburete hasta la cama y miró por encima del historial de Ji Sung—. Aquí dice que tenías un fuerte dolor en la pierna.

—Algo así. —No podía decirle al médico lo que realmente  sucedió, y no quería mentirle tampoco.

—Es mi culpa. Me tropecé con él accidentalmente fuera del banco y lo derribé. —Jae Min saltó y una vez más lo rescató.

Ji Sung envió una sonrisa de agradecimiento al hombre cuando el   Dr. Cha asintió con la cabeza.

—Eso será. Vamos a echar un vistazo. —El doctor levantó la bata de Ji Sung, hacia arriba, exponiendo su vergüenza. Ji Sung miró a Jae Min, esperando ver repugnancia en el rostro del hombre, pero Jae Min se limitó a sonreír. No había piedad en los ojos o esa mirada familiar que decía que se alegraba de que no fuera él. Jae Min tenía una sonrisa genuina, cuando se sentó hacia atrás y vio al médico trabajar.

—Me gustaría sacar unas cuantas imágenes, pero creo que el dolor fue por el impacto. Y debería aliviarse. Voy a pedir algo para el dolor.

—Gracias. —Ji Sung movió rápidamente la bata hacia abajo a medida que el médico se quitaba los guantes y los tiraba a la basura.

—Aguanta ahí. —El médico le acarició la pierna buena y salió de la habitación.

—Eso fue fácil. —Jae Min se levantó de la silla de plástico y se sentó en el taburete—. Esto  es bastante genial. ¿Podemos jugar a los  médicos?

—Sonrió de oreja a oreja.

—No lo creo. —Ji Sung agarró la sábana y se la puso sobre su parte baja, pensando que sólo se encontró con otro chiflado—. Yo ni siquiera te conozco.

 

—Bueno, eso es justo. —Jae Min atrapó su mano—. Soy Na Jae Min. Ahora ¿podemos jugar a los médicos?

Las cejas de Ji Sung se juntaron mientras miraba con la boca abierta al hombre. —¿Te escapaste  del manicomio?

—No. Pero sé cuándo un hombre es caliente y gay. Y tú eres caliente y gay, ¿por qué luchar contra ello?

—¿Qué te hace pensar que soy gay? —Ji Sung sabía que era cierto. Tenía esa mirada suave que hacía que la gente automáticamente lo llamara gay. Había sido una maldición en la escuela secundaria y la otra cosa era una su discapacidad. Los chicos lo miraban con ojos lujuriosos, hasta que lo veían cojear, y luego corrían tan rápido como podían en la dirección opuesta.

—Porque tú seguro que eres coqueto. —Jae Min bateó sus pestañas cuando se burló de Ji Sung. No podía evitar reírse de las payasadas de Jae Min. Él era divertido y lindo.

 

Los dos se volvieron cuando la puerta de su habitación se abrió, y Kei y Hyo Seok entraron.

 

 continuara...

 

Notas finales:

dejen rw


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