Al día siguiente, recibió una llamada de su amigo Jongdae sugiriéndole ir a comer fuera. Baekhyun aceptó, se duchó y arregló para la salida. Buscó su juego de llaves para llevarlo consigo pero, al no encontrarlo, se encogió de hombros, pensando que ya le abriría alguien cuando tocara el timbre. Sin embargo, cuando bajó al salón y vio que no se oía un murmullo, recordó que sus padres no estarían en casa en todo el día. Entonces, y solo entonces, se cruzó por su mente la remota posibilidad de que sus llaves efectivamente no estuvieran en su casa, sino en la de Chanyeol, y una pequeña chispa hizo eco en su estómago. No tenía su número, y eso era un punto en su contra, pero esperaba que este se diera cuenta de ello y fuera a llevárselas. Mientras tanto, llamó a Jongdae rechazando su invitación.
Un sábado y con poco trabajo que hacer, el más alto se pasaba viendo la tele regularmente o buscando series en su ordenador. Al tumbarse despreocupadamente en el sofá para comenzar dicho ritual, sintió algo clavarse en la parte baja de su espalda. Se levantó dando un bote y encontró unas pequeñas llaves sobre el sillón. Al momento se aplaudió a sí mismo por recordar aún el camino a casa del bajito y por tener una excusa para volver a verle. Aunque no dejó de resultarle extraño aquel último pensamiento, pero eso no le impidió prepararse rápidamente para ir a donde estaba Baekhyun.
Cuando sus esperanzas se habían esfumado casi por completo, imaginando que las llaves se habrían perdido y que por consiguiente el castaño no se las traería, el timbre de su casa sonó y Baekhyun dio un respingo. Corrió a la entrada y al observar a través de la mirilla, una sonrisa se dibujó en sus labios viendo a un nervioso Chanyeol rascarse la cabeza.
-Chanyeol? – Preguntó haciéndose el sorprendido al abrir la puerta, pero sin ser capaz de borrar la sonrisa de su cara.
-Hola… de nuevo – Bromeó el mayor metiéndose las manos en los bolsillos, completamente anonadado con el bajito. Esa camisa blanca ceñida junto a los pantalones ajustados negros le estaban hipnotizando, por no hablar del delgado trazo de eyeliner sobre el párpado superior de sus ojos. De repente, olvidó como hablar y las palabras salían sin sentido por su boca – Sólo quería, emm… Ayer te dejaste las llaves, y bueno – Sacó el pequeño objeto y se lo tendió, parpadeando aún atontado – Supongo que las necesitarás, ¿no? – Rió suavemente y Baekhyun las tomó, asintiendo con la cabeza.
-Empezaba a preguntarme dónde estaban – Y las guardó sin apartar sus ojos de él, sintiendo cómo en su interior comenzaba a arraigar una especie de felicidad inexplicable, y pretendía negarse a pensar que Chanyeol fuera la causa, pero falló en el intento: Era evidente que la sonrisa plantada en sus labios la había depositado el castaño con aquel detalle.
El mayor, por su parte, empezó a notar cómo su cuerpo daba rienda suelta a su nerviosismo, y no era un misterio que Baekhyun fuera el responsable. Su mera presencia le estaba formando un cúmulo de emociones que desembocaron donde peor se temía: Necesitaba pasar más tiempo con él ahora que había conseguido la oportunidad de verle de nuevo. Así que, sin meditar demasiado sus palabras, sugirió con voz temblorosa:
-¿Sonaría demasiado imprudente si te dijera que me gustaría invitarte a comer? – Mantuvo encerrado el aire dentro de sus pulmones, incapaz de hacer algún movimiento más. Había dado un paso que no tenía claro si iba a salir bien, pero necesitaba hacerlo, sentía que no debía desaprovechar el momento. Y no lo hizo, porque Baekhyun notó cómo sus mejillas se calentaban repentinamente y desviaba la vista, intentando tranquilizarse porque su yo interior estaba brincando de alegría con aquella proposición, y deseaba más que nada aceptarla.
-No creo que tan imprudente como si te contesto que sí – El corazón de Chanyeol dio un vuelco contemplando la sonrisita que acompañó aquella frase. Pero quiso confirmar sus dudas, por lo que se aseguró dejando una palabra en el aire:
-¿Entonces…? – El menor tiró del picaporte hasta cerrar la puerta por completo, dejando a ambos en la entrada y respondió simplemente.
-Vamos – E hizo un gesto con la mano, dándole a entender que él era quien debía marcarles el camino hasta su coche. Chanyeol sonrió y dirigió a ambos hasta allí. Ninguno de los dos podía sentirse más feliz en ese momento, pero todavía no sabían que aquello no era nada comparado con lo que les esperaba.