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Una promesa congelada por Miky15E

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Notas del capitulo:

Hola, disculpen el día de atraso. Estaré actualizando los sábados porque los viernes estoy apurada. xD 

 

¡Disfruten!

—¿Yuuri? —preguntó una voz delicada, dulce e incluso tierna.


Yuuri no sabía quién era ese sujeto por más que intentaba alcanzarlo estirando sus dos manos hacia él, pues esa persona parecía irse más y más lejos. Ese hombre seguía hablando y su nombre sonaba tan armónico, como si le llamase con mucho amor y deseo. Entonces, ¿por qué no podía agarrarlo? ¿Por qué no podía sostenerlo? ¿Por qué se marchaba de su lado?


—Yuuri, es nuestro destino —susurró.


—¿Quién eres? ¿Por qué apareces delante de mí? —cuestionó con urgencia. Volvió a extender su brazo derecho y la imagen frente a él empezó a desvanecerse —. ¿Por qué me dejas?


—En esta vida o en la otra, siempre te buscaré y te amaré con la misma intensidad. No lo olvides, porque tú y yo somos almas gemelas. Ni el tiempo ni el espacio lograrán destruir nuestro amor, porque nuestro amor es eterno. —Fue lo último que Yuuri escuchó de los labios de ese desconocido.


El reloj negro redondo a su costado izquierdo vibró en la pequeña repisa y lo despertó a una mañana ruidosa. El pelinegro abrió los ojos lentamente y se percató a los pocos segundos que estaba llorando, ignorando la alarma y el golpeteo en la puerta de su habitación.


—¡Oye, ya es hora! Llegarás tarde —anunció Phichit, un beta y su mejor amigo —. ¿Estás bien? Entraré. —Sin esperar una respuesta, giró el pomo de la puerta e ingresó a la recámara. Se acercó con paso lento hacia Yuuri, quien continuaba en un trance mirando a la nada, absorto en sus pensamientos —. ¿Soñaste con tu acosador?


Hacía un mes que Yuuri inició ese episodio de su vida. Las primeras noches, el hombre de sus sueños sólo lo observaba y le sonreía de una manera celestial. No incomodaba al pelinegro, pero le aterraba la idea de que en realidad sí lo estuviera viendo de lejos mientras él dormía.


Después de dos semanas, el sueño se convirtió en una horrible pesadilla. A su alrededor había sangre en la pared, varios cuerpos con heridas provocadas por una especie de espada y el mismo hombre le imploraba que huyera, que corriera lejos de ese sitio y le decía que lo amaba. El corazón de Yuuri se oprimía a causa del dolor cada vez que contemplaba la mirada agonizante de él y escapaba a través de un sendero con pasto verde y rosas a punto de florecer.   


Ahora, ese extraño le murmuraba sin cansancio las palabras que pertenecían a una promesa; una promesa que no recordaba, pero la persona de sus sueños sí. Yuuri no sabía si lo conocía, porque ni siquiera tenía la oportunidad de admirar sus facciones. Cuando quería perseguirlo para exigir una explicación, se esfumaba.


Le tuvo que narrar su historia a Phichit y lo hizo un día que se levantó exaltado, atemorizado y desorientado. Esa madrugada había sido la peor. Soñó con su acosador, como Phichit lo nombró, y entre sus delirios, se visualizó en una cama repleta de pétalos azules, desnudo y jadeando.


Yuuri concluyó tres aspectos de ese personaje: primero, él tenía piel aperlada, suave y delicada. Segundo, él tenía una voz muy aguda, tierna y encantadora. Tercero, no debía encontrarse con él en la realidad.


—¡Bien! —Aplaudió dos veces y sonrió de oreja a oreja —. Es momento de que tú disfrutes y no te preocupes por tu acosador. No existe y es un sueño, nada normal, pero es un sueño.


—Sí —afirmó. Talló sus mejillas con las yemas de sus dedos y se bajó de la cama. Un nuevo día lo esperaba y eso es lo único que necesitaba pensar.


—Preparé malteadas y piqué frutas en trocitos —dijo contento. Sacó su celular del bolsito delantero de su pantalón gris deportivo y apuntó el obturador en dirección a su amigo —. ¡Saluda al público de Instagram!


Era fácil de entender a ese chico de piel canela y era fácil conversar porque siempre tenía un tema. No importaba cuán difícil había sido la tarde, ellos sólo regresaban al apartamento que compartían, intercambiaban unas frases y reían felices. Si Yuuri pudiera elegir a alguien en el fin del mundo, no habría duda de quién sería.



—Jefe, dejé los papeles en su escritorio. —La secretaria oprimió el botón del elevador sujetando unas carpetas negras —. ¿Se le ofrece algo más?


—Sí, un tutor para mi estúpido hijo. —Tomó en sus manos las carpetas y le sonrió como un ángel —. Gracias, Ana.


Las puertas del ascensor se abrieron de par en par, y para su sorpresa, ahí estaba su compañero de casi toda la vida: Christophe Giacometti, el irresistible alfa suizo del cuarto piso.


-¡Viktor! —exclamó. Se lanzó encima del recién susodicho, lo besuqueó en la frente y los cachetes, y finalmente lo liberó de esos contactos empalagosos —. Oh, cariño, ¿ya te vas a casa?


—La directora me llamó para decirme que mi inmaduro hijo está en su oficina y acabas de hacer que mi salida se vaya hasta el onceavo piso —murmuró. Exhaló profundo y no tuvo más remedio que darse por vencido, se iría por las escaleras de emergencia.


—¿El pequeño Yurio? —Se burló carcajeando. Viktor afirmó con la cabeza y dio la media vuelta.


—Jefe, ¡su gabardina! —Ana lo siguió y Chris no se quedó atrás, también los acompañó.


—Ana, encárgate de enviar las invitaciones de la reunión a las familias y, por favor, no vistas ese suéter; luce pasado de moda —. Aceptó la prenda y se dispuso a bajar por las escaleras —. Chris, ni te atrevas — amenazó.


Viktor Nikiforov, mejor conocido como: el dios griego. Aunque, no eran los apodos que lo hacían famoso en la zona, era su trabajo y sus estupendas nalgas. A donde sea que iba, Viktor robaba el aliento de las jovencitas y, sí, él era consciente de los suspiros que arrancaba, pero tenía un problema mayor que lo superaba.


Ese problema lo enfurecía en las mañanas, en las tardes y en las noches. ¡Dioses! Si ser padre era su castigo por poseer tremendo cuerpo escultural, estaba pagando con intereses extras. Su hijo, Yurio Nikiforov, le sacaba las canas que su melena platinada ocultaba a la perfección.


No obstante, aparte de lo cansado que era criar a Yurio, manejaba una empresa internacional especializada en el comercio de vinos y licores; exportaba e importaba dentro y fuera del país. No podía quejarse de las ganancias que le proporcionaba su negocio. Él tan sólo era un hombre de treinta años, soltero, guapo, elegante, hermoso, cariñoso, confiable, que se bañaba con oro. Por si fuera poco, era un alfa.


Cualquier mujer moriría por casarse con Viktor, pero Viktor no moría por casarse con ellas. No es debido a que no le gustaran, de hecho, amaba la belleza y sencillez de algunas damas, pero nada más. Él no aspiraba a un matrimonio ni a un romance y tampoco cerraba la posibilidad de tontear por ahí, únicamente no se lo permitía.


—Así que… —musitó, atrayendo la atención del rubio sentado en la silla contigua —, ¿agrediste a una chica?


—Cállate, viejo —bufó. Subió sus piernas al asiento y se acomodó.


—Ésta es la tercera ocasión, señor Nikiforov. Su hijo demuestra comportamientos violentos —declaró la directora —. ¿Acaso no conviven padre e hijo en casa? ¿Están cruzando por asuntos familiares que deba saber?


—No, nosotros somos una familia de dos integrantes. —Viktor miró a la mujer y expulsó una bocanada de aire. Quizás se apresuró al inscribir a su hijo en una preparatoria —. Yurio y yo hemos enfrentado una serie de desafíos. Pensé que era momento de que él disfrutara su adolescencia y me equivoqué al presionarlo.


—Yurio, sal unos minutos —ordenó la señora —. Necesito hablar con tu padre.


—Hagan lo que quieran —gruñó. Se puso de pie y casi corrió, azotando la puerta a su paso.


—Señor Nikiforov, ¿usted es un alfa?


—Por supuesto que lo soy —. Arrugó el entrecejo confundido por el repentino interrogatorio.


—Según su informe, la madre de Yurio era alfa, pero no especifica detalles —expuso en un tono que desconcertó a Viktor —. ¿Por qué no quiere decirme la verdad, señor Nikiforov? Yo puedo ayudarlo si usted es sincero conmigo. 

Notas finales:

La historia también se encuentra en Wattpad, por si gustan leerla a través de esa plataforma. Me encuentran bajo el seudónimo de: Miky15Echelon. 


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