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Zelo en tres estadios por Pandora09

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Por favor, perdona mis pecados.
Por favor, dame coraje, amor y sabiduría,
así seré capaz de respirar,
así seré capaz de depender de algo y vivir.
Por favor guíame... que me estoy apagando.

B.A.P ~ Pray

 

 

I.- ABRUMADO

 

“… oscuro, oscuro, oscuro…”

- Entonces, ¿dónde está el túnel?

Zelo observó los caracteres plasmados en coreano y español sobre el papel blanco para luego cubrir el cuaderno con su antebrazo y fijar la vista en la mirada frustrada de su profesor. El joven profesor le devolvió la mirada con súplica, esperando que por fin alguien se dignara a responder a su pregunta y así poder dar por finalizada la clase de aquel día, pero solo hubo silencio como respuesta.

- Probablemente no lo comprendan porque el original está en español –volvió a hablar el profesor, escribiendo el verso en español en la pizarra acrílica, ante lo que Zelo se ganó una mirada sorprendida de Yoo YoungJae, su compañero de asiento-, pero fonéticamente se entiende en cualquier idioma.

Bang YongGuk, el prodigio del Departamento de Letras de la universidad, siempre tan carismático y entusiasta, estaba al borde del colapso ante la poca participación del grupo generalmente igual de activo que él.

Apiadándose del moreno, dibujó una serie de oscilaciones sobre las letras occidentales que unían las seis o en un solo espiral y le mostró la hoja a su compañero, explicándole la respuesta y sonriendo satisfecho cuando este, con un suspiro cansado, se puso de pie y caminó hasta la pizarra blanca para replicar sus acciones y provocar que varios “ah” y “¿eso era?” se dejaran escuchar como susurros sorprendidos cuando la respuesta fue comprendida y felicitada por el profesor.

- Espero que la próxima semana no olviden que son listos cuando despierten, comenzaremos con el Barroco.

Y de esa forma se dio por finalizada la clase que comenzaba a parecer eterna.

- ¿Cómo se supone que entendamos lo que un tipo muerto al otro lado del mundo quiso decir?

Zelo soltó una risa baja ante los interminables reclamos de DaeHyun y se encogió de hombros.

- Por algo ganó un Nobel.

DaeHyun siguió despotricando contra el profesor mientras se dirigían a uno de los patios de la universidad donde todo estaba cubierto de pasto para poder tomar sol con tranquilidad y sus amigos lo escuchaban con sonrisas. Al igual que todos sus compañeros, ellos admiraban y casi idolatraban a Bang YongGuk, y, ¿cómo no hacerlo? El tipo era uno de los profesores de planta más jóvenes de la universidad y ostentaba un orgulloso doctorado que nadie comprendía en Filosofía y Lenguas germanas a la tierna edad de veintiséis años, había viajado por el mundo y, por qué no decirlo, su voz ronca y los tatuajes sobre su piel, combinados con ese impresionante conocimiento sobre el mundo, lo hacían ver como una criatura exótica y fascinante.

Zelo buscó un árbol con sombra abundante y se dejó caer de espaldas, ignorando la comezón que sentía a la altura del cuello y bajaba por su pectoral derecho hasta perderse en algún lugar de su pierna. Soltó un bufido cuando se dio cuenta de que DaeHyun y YoungJae habían cambiado de tema y no comprendía de qué hablaban, por lo que simplemente se centró en su tarea de cubrir la piel visible de su rostro y manos con bloqueador solar.

- Está bien que seas más blanco que el común de la gente –escuchó a YoungJae hablar y vio la diversión con que este lo miraba-, pero está nublado.

Con un suspiro pesado, ignoró las palabras de su amigo y se acomodó, demasiado consciente su realidad para ponerle atención.

Luego de observar el cielo durante eternos minutos, una voz grave llamó su nombre por sobre el canto de los pájaros y el mecer de las hojas a causa del viento. DaeHyun y YoungJae saludaron al dueño de aquella voz como si fuera la primera vez que lo veían en el día y Zelo simplemente tomó sus cosas y acudió al llamado, sin decir mucho porque se sentía repentinamente demasiado cansado para simplemente existir.

Afuera del edificio principal del Departamento de Letras se encontraron con una pareja, Kim HimChan y Moon JongUp, un profesor de gramática coreana y su mejor alumno en la carrera de filosofía. A su lado, Zelo siempre se sentía más como una ignorante pulga reseca que como un humano, pero no importaba mucho, porque si podía acercarse a ellos sin fines académicos se debía únicamente a que Bang YongGuk lo aceptaba en su vida como algo más que el hermano menor de su cuñado y un alumno.

Ese era otro de esos momentos en que se entretenía cubriendo su piel de bloqueador solar, sabía que su atractivo no radicaba precisamente en su cerebro, que era un poco más de mostrar algo y jugar con las apariencias que de abrir la boca y fingir no ser un idiota y, por la forma en que las cosas se estaban desarrollando y como el astro Rey le freía las retinas a diario, debía ser más cuidadoso de lo que había sido nunca.

Saludó con una reverencia a los amigos de YongGuk para luego seguirlo hasta el estacionamiento, así era su rutina diaria.

- ¿Te sientes bien? –preguntó el mayor luego de minutos de silencio al interior de su auto y Zelo solo asintió con la cabeza-. Solo quedan dos meses.

Dos meses hasta las vacaciones. Dos meses más de pasarle las respuestas correctas a DaeHyun y YoungJae. Dos meses de escuchar especulaciones. Dos meses de soportar a sus compañeras subiéndose la falda para llamar la atención de YongGuk. Dos meses para seguir fingiendo que esa relación que apenas estaba floreciendo no existía.

Con una sonrisa preciosa, YongGuk soltó la palanca de cambios y dejó caer su mano sobre el muslo del menor, que entrecruzó sus dedos en silencio y cerró los ojos, quedándose dormido de forma casi instantánea.

- ¿Qué tanto puede pasar en dos meses?

 

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- Al menos han aprendido un nuevo verbo –comentó YongGuk con diversión, sin llegar a burlarse realmente de sus alumnos y Zelo no pudo evitar sonreír ante sus palabras y su forma de actuar.

“En campos de zafiro pace estrellas…”

- Pacer, pacer, pacer… ni siquiera suena bonito –masculló DaeHyun por lo bajo mientras terminaba de copiar las palabras en su cuaderno y subrayaba las que desconocía.

- La imagen mental es interesante –respondió Zelo, dibujando un toro deforme sobre la hoja blanca de su cuaderno y cubriendo el resto de pequeños puntos semejantes a estrellas que, por la tinta roja del bolígrafo, más parecían gotas de sangre.

- ¿Cuál es la idea de volver inentendible una frase que podría sonar igual de bonita pero dicha de forma más simple? –preguntó alguien y Zelo fijó la mirada en su profesor, él se había preguntado lo mismo, pero prefería guardar silencio y así mantenerse lejos de los rumores sobre favoritismo que se había desperdigado por el campus durante el principio del año.

- ¿Por qué apelar solo a una emoción?

Entonces YongGuk comenzó su cátedra sobre cómo el Barroco se enfocaba en exacerbar el espíritu humano, atacándolo desde todas las direcciones, con pinturas sobrecargadas de detalles enfocados en un solo punto, piezas musicales llenas de instrumentos que solo podrían sobre estimular a alguien hasta el punto de la euforia.

Si alguien le preguntaba, el Barroco era el peor movimiento artístico a los ojos de Zelo, que debía sobre esforzarse por comprender las extravagancias de las que YongGuk tanto disfrutaba.

La clase acabó con la introducción al soneto de Lope de Vega, con un Zelo al borde del colapso físico. Se sentía ahogado y febril desde varios días antes, pero esa tarde las cosas estaban empeorando. Sabía que su cuerpo siempre había funcionado mal, siempre había sido demasiado sensible y temía por el día en que le explicaran qué era lo que realmente sucedía.

No era tan estúpido como para dejarse morir, pero no pensaba que fuera tan complejo, al menos no lo hizo hasta que comprendió en serio lo que YongGuk había intentado explicar en la clase.

Había demasiadas cosas ocurriendo en su vida en tan poco tiempo, reflexionaba sobre aquello mientras atravesaba la cafetería del campus y sentía miradas y susurros picando en su piel. Casi podía sentir los rasguños de las palabras mordaces susurradas a su espalda, los comentarios malintencionados sobre su relación con el profesor de literatura. Y la piel le ardía como todas esas palabras lo apuñalaran directamente, se sentía sofocado en su propio cuerpo.

Se encontró con YongGuk en el estacionamiento donde este hacía tiempo conversando con HimChan. El sol jugaba delicadamente con sus facciones, provocando que su piel se viera con un bronceado etéreo, provocando que su corazón se acelerara y golpeara con fuerza bestial en su caja torácica. ¿Quién era él para merecer tanta perfección? Y la sonrisa que el mayor le dedicaba ahí, tan despreocupadamente, no hacía más que aumentar la picazón producto de la ansiedad que atacaba su cuerpo. Se sentía ahogar en su propia piel.

Y, cuando fue consciente de todo lo que pasaba, la luz de una ampolleta le quemaba las pupilas y sollozos rompían el aire con desesperación.

Se encontró a sí mismo cubierto por una bata celeste y sábanas blancas. La picazón se había convertido en ardor y, cuando se fue a rascar el cuello, solo encontró gasas cubriendo su piel.

Miró con pánico a su madre, quien lloraba sentada en una silla a su lado.

- No se lo digas a YongGuk.

 

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Leyó el papel que los médicos le habían entregado y luego observó al más joven frente a él. En el pecho de su delantal blanco estaba bordado su nombre y especialidad con azul: Kim JunMyeon, médico oncólogo. Desvió la mirada hacia el papel y escuchó los sollozos de su madre mientras su padre intentaba consolarla.

- El tratamiento… -masculló la mujer entre hipos y gemidos.

JunHong desvió la mirada hacia ella, queriendo pedirle que se calmara y hablara con claridad, pero la mujer solo le devolvió una mirada lastímera que le revolvió el estómago.

- Señora Choi –habló el doctor Kim, sorprendiendo a Zelo con su tranquilidad y paciencia-, el tratamiento en necesario para impedir que la enfermedad avance hasta un punto en que nosotros no podamos ayudarlo.

Zelo había escuchado la conversación en silencio, concentrado en el llanto de su madre y la esperanza camuflada en las palabras tranquilas de su padre. Todos estaban aterrorizados.

La piel le ardía y tomaba todo su autocontrol el no rascarse. Ya ni siquiera podía tocarse a sí mismo.

Vio la boca del oncólogo moverse formando palabras y a sus oído solo llegaba el sonido de sus latidos combinados con el llanto de su madre como una sinfonía caótica de órganos, cellos y violines en una progresión desesperada y sollozante.

- ¿Tiene cura? –preguntó llamando la atención de los presentes al ser las primeras palabras que pronunciaba, ignorando la ópera trágica en su mente y las lágrimas desesperanzas de su madre.

- El cáncer se califica de uno a cuatro, la etapa cuatro es la etapa más avanzada –instintivamente, desvió la mirada desde el doctor Kim a la hoja que le habían entregado al entrar-, en la que hay metástasis.

- ¿Estadio tres? –susurró para sí mismo leyendo la hoja y buscando las palabras del oncólogo.

- El tuyo se encuentra en el nivel tres, lo que significa que hay esperanzas –el oncólogo le sonrió y Zelo encontró cierta seguridad en aquella sonrisa-. Si hubieses hablado antes, probablemente la enfermedad no hubiera avanzado tanto, pero aún tienes posibilidades de vencerla. La respuesta al tratamiento en tu caso es bastante positiva.

Asintió y miró de soslayo a su madre, que no dejaba de llorar.

- Entonces tiene cura.

El oncólogo y los otros médicos asintieron al mismo tiempo, por lo que Zelo no dudó en aceptar realizarse el tratamiento lo más pronto posible.

- Entonces te veo dentro de una semana con el resultado de los exámenes –el médico se despidió luego de darle las indicaciones sobre lo que debía hacer.

Zelo escuchó y asintió tranquilamente, ignorando el bullicio de sus pensamientos y su madre rogándole a Dios por curarlo, mientras él mismo se entregaba ciegamente a los cuidados de los especialistas.

Afuera de la sala de juntas, se separó de sus padres cuando su madre fue al baño acompañada por su padre. Sosteniendo el informe de la junta médica, se sentó junto a un muchacho que leía un periódico y vestía un pijama celeste.

- ¿Cómo le dices a tu madre que el cáncer no te va a matar?

- No lo sé, nunca he tenido de eso –la respuesta del desconocido le sorprendió, había hablado sin pensar ni esperar una respuesta, por lo que le dedicó una mirada curiosa.

- Eso no me dice mucho –el desconocido se encogió de hombros y cerró el diario.

- Mamá, el cáncer no me va a matar.

Por primera vez en casi un mes, rió sinceramente.

- Los médicos le acaban de decir que tiene cura –inconscientemente, su mano derecha viajó hasta su mano izquierda y rascó la llaga en su cara exterior, movimiento que no pasó desapercibido para el desconocido-, pero ella se quedó en eso de que tengo cáncer.

Una persona cubierta con un abrigo de lana, una mascarilla y un gorro de lana gruesa sobre su cabeza, se sentó al otro lado del desconocido.

- ¿Qué haces Hunnie, quién es tu nuevo amigo?

- ¿Cómo le dices a tu madre que el cáncer no te va a matar? –preguntó en lugar de responder a su pregunta.

- ¿Desde cuándo que tienes mamá? –preguntó el otro quitándose la mascarilla y revelando un rostro pálido que un día fue moreno pero se veía más amarillo que bronceado. Zelo vio en su rostro demacrado y lampiño lo que podía ser su futura apariencia.

- Desde nunca, él se lo pregunta –respondió el otro apuntando a Zelo-. Soy Sehun, por cierto.

- Zelo.

- Yo soy JongIn y solo le diría que el cáncer no me va a matar.

Zelo gruñó, un poco por la respuesta redundante y un poco por lo mucho que le costaba ignorar el ardor sobre todo el costado derecho de su cuerpo.

- Ojalá ella me creyera –agregó viendo a su madre acercarse, con lágrimas en las mejillas y sollozos sacudiendo su pequeño cuerpo.

 

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La primera sesión de quimioterapia no había sido tan terrible como Zelo –y todo el mundo- pensó. Pero las náuseas los hacían sentir incómodo dentro de su propio cuerpo. Eso y los cuidados excesivos de su madre.

Llevaba más de un mes saliendo de su casa únicamente para ir al hospital, con mascarilla y cubierto como si se dirigiera al ártico. No recibía visitas porque se sentía demasiado cansado para conversar. Había dejado la universidad y, por razones obvias, no había visto a YongGuk. Nadie más que sus padres y hermano conocían su condición y se sentía bien así. O tan bien como podía sentirse. Los dolores y el ardor habían aumentado. El aroma a desinfectante que cubría su casa lo mareaba y el sabor a medicamentos le impedía saborear las comidas.

Era tarde y comenzaba a hacer frío, por lo que decidió salir descalzo de su habitación y prepararse una infusión, ya que le habían recomendado no tomar mucho café como solía hacer y su madre, siguiendo consejos de terapias caseras, había decido permitirle tomar solo infusiones de hierbas que ayudaran a combatir el cáncer.

Esa tarde, sus padres habían salido, aunque su madre no acostumbrara a dejarlo solo, había ido a su trabajo de finiquitar su renuncia, por lo que JunSeo estaba obligado a quedarse en casa a cuidarlo.

- Lo que está haciendo es infantil.

Ya en la cocina, dispuesto a encender la cocina para hervir agua, escuchó una voz grave que le revolvió el estómago.

- No hables sobre lo que no sabes –respondió JunSeo en voz baja y Zelo adivinó que hablaban de él.

- ¿Qué quieres que haga? Después de todo lo que YongGuk hizo por él, ¿cómo crees que está ahora que Zelo no lo quiere ver ni en pintura? –YongNam sonaba enfadado, más de lo que Zelo lo había escuchado nunca-. ¿Y yo? ¿Qué pasa conmigo y nuestros planes?

La garganta se le cerró y las lágrimas cristalizaron su mirada cuando la orquesta comenzó a sonar en su cabeza, un órgano al son de sus pensamientos verborreicos y un tambor en lugar de su corazón cuando escuchó las razones de JunSeo. Durante el último año, la pareja había concluido sus planes para irse a vivir juntos, planes que se vieron destrozados por Zelo, su enfermedad, los cuidados y los gastos que esta supuso. JunSeo entregó sus ahorros para costear el tratamiento y decidió quedarse a su lado para cuidarlo.

La respiración se le aceleró cuando YongNam siguió con sus reclamos y comprendió que estaba arruinando el futuro de su hermano. Y el pecho comenzó a dolerle cuando vio el horror en que se había convertido su vida, las toallas desinfectantes, las frutas y verduras cocidas, las infusiones y las comidas guardadas en envases herméticos, todos cuidadosamente guardados para que nada le hiciera daño.

Y la ópera barroca acabó en una tragedia cuando sus emociones explotaron y el lugar se volvió un caótico desastre de proporciones nucleares.

 

 

II.- LÓGICO

 

- El siglo de las luces –YongGuk dibujó una línea de tiempo en la pizarra acrílica y explicó los diferentes movimientos artísticos hasta llegar a la Ilustración-. ‘Pienso, luego existo.’ Donde el raciocinio predomina por sobre la emoción.

Zelo observó el movimiento de su boca y el ir y venir de su respiración. Ese día no tenía las respuestas correctas y eso supuso una inmensa frustración para YoungJae y DaeHyun, que intentaban encontrar palabras en su cuaderno impoluto.

No había mucho sobre la lógica que llamara su atención. Era humano, después de todo, y no podía desligarse de su emocionalidad.

Y sabía que YongGuk tampoco.

Inseguro, enamorado y alocado, deseaba fervientemente que YongGuk permaneciera a su lado en el viaje trágico que emprendería.

Lógico y racional, sabía perfectamente qué era lo que debía hacer.

Se despidió de sus amigos al acabar la clase, era la última del día y su vida, si es que no sobrevivía al tratamiento, pero eso nadie lo sabía, así que simplemente sonrió y susurró un hasta pronto que espero hacer realidad.

 

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- El problema con la quimioterapia es que no discrimina –susurró Park ChanYeol, el enfermero que le administraría las drogas, comenzando una cátedra sobre los cuidados que JunHong debería tener mientras estuviera en tratamiento. Su madre anotaba en una libreta rosa cada indicación.

No comer alimentos crudos. Su madre se aseguró de cocer cada alimento, desde la carne (blanca únicamente), hasta cada fruta.

Evitar los colorantes artificiales y el azúcar. Nada de los dulces que tanto amaba ni alimentos procesados, su madre se aseguraría de eso.

Cuidado con los químicos de limpieza. Su madre no le permitiría lavar ningún plato.

Evitar al máximo alguna herida. No podría ni siquiera tomar una máquina de afeitar.

Reducir al máximo la exposición al sol. Como si su madre necesitara una razón más para no dejarlo salir de la casa o lo obligara a  llenarse de bloqueador solar y cargar un quitasol a todas partes.

No acercarse a personas enfermas. Su madre obligaría a cada persona que se le acercara a ponerse una mascarilla y a usar gel desinfectante en caso de que fuera a tocarlo.

Zelo se perdió en algún momento del discurso del amargado enfermero, simplemente observó a su madre, que lentamente se convertía en la versión coreana y morena de Cameron Díaz en My sister’s keeper.

 

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- ¿Cuál es la peor parte?-preguntó sentado incómodamente sobre su cama.

Había convencido al doctor Kim de dejarlo quedarse en la habitación de Sehun, que a pesar de que aún no lo operaban para extirparle el tumor, ya estaba hospitalizado en el área de oncología.

Sehun observó a JongIn a la espera de una respuesta que nunca llegó, por lo que fue el primero en hablar.

- ¿La caída del pelo?

JongIn frunció el ceño y sacudió ligeramente la cabeza.

Después de aquel primer encuentro el día de la junta médica, Zelo se había encontrado varias veces con Sehun y JongIn, quienes se habían conocido en el hospital, como si el cáncer quisiera darles un respiro y les permitiera forjar una amistad en medio de tanta tragedia.

JongIn acababa de terminar su tratamiento, Zelo estaba empezando el suyo y Sehun esperaba a confirmar su diagnóstico.

Los tres muriendo, enfermos. Los tres queriendo vivir, esperanzados.

- ¿Los vómitos? –preguntó Zelo en el mismo tono que Sehun.

Los tres habían conocido a más personas durante el último tiempo, enfermos o familiares de enfermos. Cada uno con una historia distinta, incluso ellos lo eran.

JongIn era la personificación de la esperanza y cómo no, si había superado su enfermedad en un tiempo record.

Sehun era el miedo y la desesperanza hecho hombre, ninguno conocía su diagnóstico –porque aún no había diagnóstico concreto-, pero todos sabían que era malo.

Zelo, en cambio, estaba resignado a su destino. No había fortaleza en su actuar, ni mucha determinación en su lucha, simplemente hacía lo que tenía que hacer porque la vida así lo propuso. Él estaba vivo y debía hacer lo que una persona viva, vivir.

- Solo diré que deben estar felices de ir al baño como personas normales.

No alcanzó a preguntar sobre eso, porque en ese momento apareció ChanYeol para pincharle el brazo y ponerle la vía que utilizarían al día siguiente para inyectarle la droga, lo que provocó que el miedo se apoderara poco a poco de su mente.

Buscando un escape o algo de consuelo, detuvo a JongIn antes de que desapareciera por la puerta cuando le indicaron que el horario de visitas había acabado.

- ¿Cómo es?

JongIn lo miró con algo de lástima y le regaló una sonrisa triste.

- Es como una guerra al interior de uno mismo, las drogas luchan contra el cáncer y tu cuerpo es el campo de batalla que a ninguno le importa destruir –con un suspiro, JongIn se pasó la mano por la cara y luego acarició el gorro que cubría su cabello en crecimiento-. Tú simplemente eres un inútil espectador.

 

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Caminó por los pasillos que lo llevaban afuera del campus, observando a cada estudiante que pasaba por su lado y lo ignoraba completamente. Nadie se fijaba en su rostro demacrado al otro lado de la mascarilla. Nadie conocía el dolor con que su cuerpo cargaba. Nadie era consciente de lo que significaba estar sano.

Y Zelo recién comprendía lo afortunado que había sido. Lo feliz que había sido. Y que todo estaba en el pasado.

Observó a DaeHyun y YoungJae tirados el pasto, tomando el incipiente sol de otoño, completamente ajenos a la realidad que el menor estaba viviendo. No recordaba cuándo fue la última vez que habló con sus amigos, pero le dolía verlos. Con ellos había compartido risas y sueños, hoy solo tenía la infantil esperanza de sobrevivir. Su sueño de libertad había mutado en el deseo de no volver al hospital y las drogas, ya no era viajar por el mundo de la mano de sus mejores amigos.

La clase con YongGuk estaba a punto de comenzar y sabía de qué se trataría, ya era tiempo de ver el Romanticismo y no quería perdérselo.

No siguió al grupo hasta la sala, nadie lo reconoció, ni siquiera su pareja. Y estaba bien, su profesor y el amor de su vida no necesitaba cargar con él. YongGuk siempre había sido un alma libre y alegre que no merecía tenerlo como lastre. YongGuk no se merecía nada de lo que Zelo tenía para entregarle en ese momento, solo miedo e incertidumbre.

Así que se quitó la mascarilla y eliminó todo indicio de enfermedad de su apariencia cuando la clase acabó y el profesor se dirigió a su oficina, donde Zelo lo esperaba con una sonrisa radiante.

- Debemos terminar –soltó sin esperar un saludo siquiera, implacable-. Esto no va a ninguna parte, yo no voy a ninguna parte –contigo, conmigo, con la vida.

Y dio media vuelta, ignorando los llamados a voz de grito del mayor. Ignorando en dolor en el pecho que superaba al ardor de las llagas y las náuseas. Ignorando que estaba permitiéndole al cáncer quitarle lo único que verdaderamente amó alguna vez.

 

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El sonido de piel contra piel retumbó en la cocina cuando su madre abofeteó a JunSeo, aunque el culpable del desastre fuera Zelo. La mujer era incapaz de causarle daño al menor de sus hijos al punto en que no le importaba que el mundo entero colapsara.

JunSeo no dijo nada, no se defendió del ataque histérico de la mujer. Su padre quiso detenerla, pero ella simplemente comenzó a llorar desesperada.

- ¡Es tu hermano y está enfermo! ¿Cómo puedes ser tan egoísta? –gritaba lanzado golpes al aire mientras Zelo observaba el desastre que había dejado.

YongNam tomó a JunSeo de la mano y lo jaló a su lado. El sonido de vidrios quebrándose bajo sus pies fue todo lo que pudo escuchar cuando vio a su cuñado mirarlo con curiosidad y lástima. Lástima.

Zelo no quería lástima, no quería causar pena ni que la gente estuviera a su alrededor por obligación. No quería cortar las alas de JunSeo ni dejarlo huérfano porque sus padre ahora solo tenían un hijo enfermo. Pero el cáncer estaba matando a su familia tanto como lo mataba a él.

Observó nuevamente la cocina, había manchas de su propia sangre cubriendo el piso, junto con restos de frutas y verduras cocidas. Los restos de la cena del día anterior que solo su padre y hermano podían comer. Los suplementos alimenticios con que su madre quería hacerlo subir de peso. El bicarbonato de sodio, el aceite de pepa de uva, las hierbas y el helado de piña.

Su madre lloraba y buscaba acunarlo contra su cuerpo para protegerlo como cuando era pequeño, luego de haber atacado a su hijo mayor. La mujer se veía enferma, más de lo que Zelo estaba. Cansada y desaliñada, hasta más delgada. Ya no era una ama de casa alegre. Tampoco era esposa ni tenía otro hijo. Solo era la madre de un hijo con cáncer, cegada por una enfermedad.

Y Zelo se preguntó quién era él. ¿Era un hijo, un hermano? ¿Era un enfermo? Era ese muchacho que no podía dormir con la puerta cerrada. Que no podía ponerle pestillo a la puerta del baño. Que a veces necesitaba ayuda para bañarse. Que a veces debía juntar su orina para que los paramédicos pudieran medirla y asegurarse de que sus riñones funcionaban con normalidad. Que veía que su piel, la poca antes sana, comenzaba a mancharse. Que se había alejado de sus amigos porque ellos representaban todo lo que había perdido. Que había terminado con el amor de su vida porque no podía condenarlo a la miseria que estaba viviendo su familia.

Y la culpa. JunHong era el culpable de ver a su madre destrozada. De haber decepcionado a sus padres. De cortarle las alas a JunSeo. Del desconcierto de YongNam, que por fin comprendía las razones de que Zelo terminara con su gemelo, y el sufrimiento de un ignorante YongGuk.

Sin vacilar, aceptó el abrazo de su madre y la apretujó contra sí. No podía devolverle la alegría a su familia, no podía aspirar a recuperar a YongGuk. No podía hacer mucho estando enfermo.

- Solo será un tiempo, mamá –dijo refiriéndose al tratamiento y sonrió hacia su hermano-. El cáncer no me va a matar.

 

 

 

III.- DESQUICIADO

 

- Un doctor y un doctor –susurró Sehun con una sonrisa pícara en el rostro.

- Un médico no es un doctor a no ser que tenga un doctorado en algo.

Sehun se encogió de hombros y le lanzó una botella de agua vacía. A Zelo se le revolvía el estómago de solo pensar que en ese último mes había bebido más agua que en toda su vida.

- Igual le dices doctor.

Se encogió de hombros y se dejó caer sobre la cama mientras esperaba que su madre terminara de hacer los trámites de su alta.

En ese momento, JongIn entró con una nueva botella de agua, ante lo que hizo una mueca de asco.

- Debes tomarla –resignado, la recibió. ChanYeol le había permitido marcharse temprano a cambio de comprometerse a beber un litro de agua durante el día, así que debía cumplir con su palabra-. ¿Y cómo está el doctor Bang YongGuk?

Ni Sehun ni JongIn conocía a YongGuk en persona, pero Zelo les había hablado tanto de él que ambos hasta parecían apreciarlo.

- JunSeo dijo que está preparando un viaje a Alemania, está haciendo un estudio sobre escritores del Romanticismo y siempre ha sido un gran fan de Goethe y toda esa mierda del tormento y la pasión –se rió de su propio chiste con pronunció mal el nombre de forma intencional, recordando lo mucho que había molestado a YongGuk que todos lo hicieran.

No podía negar que la noticia lo entristecía, pero tampoco podía hacer mucho para cambiarlo. Durante los últimos meses había reconocido que realmente amaba a YongGuk con cada parte de su existencia, pero que debía dejarlo ir porque no tenía nada para ofrecerle. Nada más que un cuerpo enfermo sin deseos. Nada más que una carga para su espíritu libre.

No podía condenar a YongGuk a esa vida. Apenas soportaba ver a su madre de aquella manera.

- ¿Realmente no piensas detenerlo?

Tragó saliva con fuerza y cerró los ojos. Definitivamente quería detenerlo, pero no podía ser tan egoísta. No cuando solo podía pensar en su recuperación con la infantil esperanza de que el mayor lo esperara.

 

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Kim JunMyeon suspiró y se sacudió el cabello con una mano mientras su mirada estaba fija en la pantalla de su computador.

- ¿Qué ocurre, doctor? –preguntó su madre, nerviosa.

- Aunque no de la forma que esperábamos, tu cuerpo está reaccionando al tratamiento.

- ¿A qué se refiere con “no de la forma que esperábamos”? –la mujer apenas dejó que el médico terminara de hablar para saltar a su cuello.

Aunque habían superado la etapa en que su madre se desvivía por él, seguía siendo una fiera sobreprotectora cuando se trataba de su cachorro menor y su salud.

- Estamos a la mitad del tratamiento –respondió con una paciencia que Zelo envidiaba-, lo esperable sería que las células cancerígenas activas se hubieran reducido a la mitad –una suposición bastante burda, si le preguntaban-. Los marcadores han disminuido, pero no…

- ¿Qué significa eso? –Zelo tomó la mano de su madre y le lanzó una mirada significativa, con la esperanza de que la mujer dejara de comportarse tan ansiosamente.

- ¿Tendré más sesiones?

- Si hay que cambiar el esquema y por cuál, se verá al final del tratamiento, por ahora solo puedo cambiar un poco la dosis de la droga –anotó en una hoja la receta de los medicamentos que Zelo debía tomar aparte de las drogas y rellenó su ficha-. Debes subir un poco más de peso, no podemos permitir que tus defensas bajen.

Zelo le comentó que estaba tomando un suplemento alimenticio que JongIn le había recomendando, ignorando completamente los deseos de su madre por insistir en la idea de que el tratamiento no estaba funcionando.

A la fuerza, cuando su mundo dio un giro de trescientos sesenta grados, se convenció de que haría lo que fuera necesario para recuperarse. Incluso en la primera junta médica no le había importado conocer cuáles eran sus posibilidades de sobrevivir, en su mente siempre fue un cien por ciento. Y si, al final, el doctor Kim le decía que debía alargar el tratamiento, lo haría las veces que fuera necesario.

Con una sonrisa, se despidió del oncólogo y salió seguido por su madre.

- Cariño…

- ¿Has pensado en la cantidad de gente que muere a causa del cáncer? –preguntó sin querer escuchar lo que la mujer tenía para decir, provocando que su rostro repentinamente se bañara en lágrimas.

Él había pensado en eso un montón de veces, hizo sus propios cálculos considerando a todas las personas que había conocido desde que se enteró de su condición. Había escuchado cientos de historias trágicas, así mismo había otras llenas de esperanza y victorias.

- Es mucha, realmente –se encogió de hombros y acomodó la mascarilla sobre su rostro antes de salir a la calle y sentir una briza recorrerle cuello-. Pero hay tantas otras personas que sobrevivieron, ¿por qué yo no podría ser uno de ellos?

La mujer lo observó con un puchero formado con sus labios, casi temblando por el llanto.

- Mamá, yo haré lo que sea necesario para curarme, no tengas dudas de eso.

 

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Fue en la cena que su padre preguntó cómo le había ido en la consulta con el oncólogo y JunHong les tuvo que contar, a él y JunSeo, lo que el médico había dicho y tanto asustó a su madre.

- Si hay que cambiar de terapia se verá cuando acabe esta –se encogió de hombros y le dio un mordisco a su pizza.

Juntó los trozos de tomate a un lado y se comió el resto, dejándolos para el final. A regañadientes, su madre había aceptado cumplir su capricho esa noche, después de que el médico y su nutricionista le dijeran que podía comer pizza siempre y cuando fuera preparada en casa y sin los alimentos que Zelo ya sabía no podía comer.

JunSeo dejó su trozo abandonado sobre el plato y lo miró durante un minuto que se hizo eterno.

- ¿Cómo te sientes con eso?

- ¿Con qué? –preguntó con la boca llena y masticó rápido para poder responder-. No me importa mucho, todavía no me desahucian.

Rápidamente su padre cambió el tópico de la conversación, desviándola hacia JunSeo y su nuevo trabajo, con la intención de que su madre no se pusiera histérica.

JunSeo se había mudado con YongNam el mes anterior, después de que Zelo lo convenciera, aunque prometió volver cada noche a la cena y había cumplido con su palabra.

Zelo amaba a sus padres con su vida, pero su relación nunca fue ni sería como la que tenía con JunSeo, era su hermano mayor, después de todo. JunSeo le había enseñado a nadar, a leer y a andar en bicicleta. Siempre estuvo a su lado, incluso cuando JunHong cometió errores y decepcionó a otras personas. Y le estaría eternamente agradecido por haberle presentado al amor de su vida, aunque al final él mismo lo arruinó.

Por eso y muchas otras cosas, JunSeo era el miembro de su familia que mejor lo conocía, así que no dudó en arrastrarlo a su habitación cuando estuvo tan cansado como para dormirse sobre la mesa.

Luego de que el mayor se asegurara de abrigarlo bien, JunHong se dejó caer sobre el colchón, mirando fijamente los ojos de su hermano.

- ¿Cómo está YongGuk? –preguntó como cada noche. A veces JunSeo se quedaba a dormir con él; otras, lo llamaba o mensajeaba, pero se aseguraba de hablar con él a diario. Y siempre acababan hablando de lo mismo.

- Aún no define la fecha de su viaje, pero está seguro que será luego de acabar el año.

Los dos meses prometidos habían pasado hace tiempo, una eternidad para JunHong, y las cosas, en lugar de mejorar para su relación, habían empeorado. Ya no había relación alguna.

- YongNam ya no sabe qué decirle cuando pregunta por ti –Zelo cerró los ojos y suspiró. Le alegraba saber que el mayor no lo había olvidado, también se odiaba por eso-. Sabe que estás enfermo, así que Nam ha minimizado todo tanto como ha podido.

- Dile que lo siento, nunca pensé que Nam podría ocultarle algo.

- Ni yo –JunSeo se acomodó a su lado y Zelo recargó la cabeza en su pectoral-. Jun, ¿sabes lo que dicen del cáncer?

- Se dicen muchas cosas del cáncer.

JunSeo soltó una risa baja y lo abrazó. En la oscuridad de su habitación y sintiendo el característico aroma a menta de su hermano mayor, volvió a sentirse como un niño pequeño.

- Bueno, no es solo sobre el cáncer, pero creo que aplica a tu caso.

- ¿Qué crees?

- La gente no solo se enferma físicamente, Hongie.

Zelo se removió incómodo, ya sabía para donde iba eso. ChanYeol se lo había dicho cuando le preguntó si necesitaba apoyo psicológico.

- Y tu estado mental puede influir en tu recuperación. Sé que eres mentalmente fuerte, pero hay muchas cosas que estás queriendo ignorar a pesar de que eso te haga daño, por miedo.

- YongGuk no tiene nada que ver –masculló a la defensiva, adivinando los pensamientos de su hermano.

- No solo YongGuk, ¿has hablado con DaeHyun o YoungJae?

A veces, cuando las drogas atacaban con más fuerza su cuerpo, cuando la compañía de Sehun en la habitación no era suficiente, releía los mensajes que sus amigo o su ex le enviaban, sin atreverse a responder ninguno, pero esperando a estos nunca acabaran, que nunca lo olvidaran.

- No, tampoco pienso hacerlo.

 

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JunHong apenas había cumplido los dieciocho años y su madre había convencido a JunSeo de que lo llevara a recorrer el campus de su universidad para que así se fuera familiarizando con lo que viviría el año siguiente, cuando comenzara su carrera.

El lugar era un paraíso perdido entre las raíces de un bosque centenario. El aroma a barro y madera se podía sentir en cada rincón, pasillo y aula del campus. Era el lugar más silvestre que Zelo había visto en la ciudad.

- ¿Dónde está el campus de artes?

JunSeo había recorrido el campus de ciencias y ahora se encontraban en el de humanidades, por lo que rogaba en su interior que sus clases fueran en ese lugar y así pudiera tomar aire entre clases, tirado en el pasto. Incluso había árboles frutales y eso le fascinaba.

- Ya pasamos, es el que está bajo la colina.

Zelo miró fijamente a su hermano, durante unos minutos que parecieron eternos cuando JunSeo desvió la mirada y le golpeó el rostro para despertarlo. Eso no tenía sentido.

- ¿En qué mundo el arte y la ciencia están en el mismo lugar?

JunSeo simplemente se encogió de hombros y se dirigió hasta una oficina.

- Hola, YongGuk –apenas escuchó ese nombre, sintió su rostro calentarse, algo que siempre ocurría cuando el gemelo menor estaba cerca y Zelo comenzaba a sentirse incómodamente tímido-. ¿Qué haces?

El moreno los saludó y los invitó a pasar a la oficina docente más desordenada que Zelo vio alguna vez. Frente a la puerta había una ventana cerrada y, bajo esta, un sillón de cuero roñoso. El escritorio estaba cubierto de hojas con lo que parecían ser trabajos de sus alumnos. Pero lo que a Zelo más fascinó, fueron las paredes completamente cubiertas de libros. Había algunos de hojas blancas y tapas relucientes, mientras que la mayoría se trataba de ejemplares desgastados con hojas amarillentas y polvorientas que parecían caerse a pedazos.

JunHong conocía a Bang YongGuk porque sus hermanos eran pareja y, mientras que el gemelo mayor era la mitad racional y objetiva, el menor era un alma libre y despreocupada. No se había creído que era profesor en una universidad hasta que no vio los diplomas que abalaban sus títulos junto a la venta, casi cubierta por una pila de libros.

- Reviso trabajos –sacudiendo el polvo del sillón y quitando un poco de carpetas, les hizo un espacio para que se sentaran.

JunHong tomó una hoja que escapó de una carpeta roja y leyó lo que parecía ser un ensayo sobre un poema romántico cuyo autor desconoció al leer el nombre: Rima LVI, de Gustavo Adolfo Bécquer.

No conocía mucho sobre el Romanticismo, pero más o menos logró comprender a qué se refería el escrito cuando uno de los párrafo llamó su atención: “En la segunda estrofa se pude apreciar la supremacía de las emociones sobre el intelecto, donde el poder de la inteligencia (el cerebro) duerme en un rincón mientras que es el corazón la máquina que mueve a la vida…”

Cuando alzó la mirada, se encontró con los ojos oscuros de Bang YongGuk anegados de lágrimas.

Tomando una violenta bocanada de aire, JunHong despertó de esa pesadilla que más parecía una anhelada fantasía. La manguera que unía su brazo a la bolsa de suero le impidió cubrirse el rostro cuando las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, no tenía forma de ocultar su dolor.

- ¿Zelo? –la voz baja de Sehun cortó los sollozos que comenzaban a formarse en su pecho y detuvo la desesperación que se estaba apoderando del resto de su cuerpo.

El rubio se cubría el pijama con un abrigo negro e intentaba colgar el suero en el atril sin que la sangre corriera por la manguera. Como pudo y sin lograr secarse las lágrimas, ayudó a su amigo y luego le cubrió la cabeza con la capucha del abrigo. Apenas habían pasado cuatro días desde su operación, así que no podía permitir que su salud se deteriorara.

- ¿Qué estabas soñando? Desde hace rato que lloras.

Negó con la cabeza y consiguió limpiarse el rostro torpemente.

- Con nada –Sehun se acomodó la ropa y arrastró el atril hasta la puerta-. ¿A dónde vas?

- A dar una vuelta.

Zelo observó su andar pausado y torpe. Apenas había salido de pabellón y ya estaba exponiéndose para encontrarse con el médico ese del que tanto hablaba.

- Deberías descansar –Sehun le lanzó una mirada de obviedad que no necesitó explicación-. ¿Realmente vale la pena exponerte de esa manera?

- ¿Cómo crees que es mi diagnóstico?

El cáncer se califica de uno a cuatro, la etapa cuatro es la etapa más avanzada, en la que hay metástasis. Recordó las palabras de JunMyeon en la junta médica. Sehun tenía comprometidos los pulmones y parte del cuello, más allá de todo lo que le habían sacado al extirparle el tumor. Su cáncer ya había llegado a la fase cuatro y su resultado era menos que desalentador.

- Si muero, quiero hacerlo creyendo que fui feliz, aunque fuera por un corto tiempo.

 

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- ¿Crees que me perdonará?

- Nosotros lo hicimos, ¿por qué él no?

DaeHyun y YoungJae se pelearon por asomar sus cabezas por entre los dos asientos de adelante, mientras JunHong se acomodaba la mascarilla y JunSeo apagaba el motor.

- No es lo mismo –respondió su hermano mayor en su lugar y Zelo sintió una corriente fría recorrerle la espalda, desesperanzado-, pero YongGuk entenderá –odiaba la forma en que su hermano jugaba con sus emociones-. JunHong, estás enfermo, eso nadie lo puede negar. Estás asustado, es comprensible. No quieres hacer sufrir a nadie, probablemente es lo que todos haríamos en tu caso. YongGuk te quiere, de eso no hay duda –JunSeo soltó un suspiro y lo miró, por primera vez, con los ojos llorosos-. No todos tienen la fuerza que tú tienes para hacerle frente al cáncer. Y tienes el derecho de patalear, de llorar, de odiar al mundo, de alejarnos; porque nadie que no haya estado en tu lugar comprende lo que sientes. Y no importa si estás cansado, si no quieres seguir, hay un montón de gente que está a tu lado y te sostendrá. Todos estaremos a tu lado sin importar los errores que cometas, siempre y cuando vuelvas a nosotros.

Zelo se limpió las lágrimas mientras escuchaba a sus dos amigos darle la razón a JunSeo desde atrás.

- Lo estás haciendo bien, así que anda y dile todo lo que tengas que decir, si YongGuk te rechaza, mal por él, él se lo pierde.

Con la fortaleza que las palabras de JunSeo le dieron, se secó las lágrimas y se acomodó el gorro y la mascarilla antes de darle un abrazo incómodo y salir del auto.

Afuera estaba frío, pero eso no lo detuvo. Caminó por entre los pasillos del Departamento de Letras hasta llegar a la oficina de YongGuk. HimChan y JongUp salían de ahí, compartiendo miradas serias y en silencio. Zelo los saludó, pero estos no lo reconocieron, por lo que simplemente se inclinaron incómodamente y siguieron su camino.

Frente a la puerta, toda su fortaleza desapareció, no sabía cómo enfrentaría a YongGuk ni se sentía lo suficientemente egoísta como para pedirle quedarse a su lado.

Recordó la primera vez que estuvo ahí, cuando acompañó a JunSeo a hacer un recorrido a petición de su madre. Realmente había deseado especializarse en danza, pero YongGuk le contagió su amor por las letras así que ahí estaba, cambió su carrera por Literatura, aunque la mayor parte del tiempo se sentía como un idiota, había aprendido a amar lo que YongGuk le enseñaba.

Cuando decidió alejarse, como el cobarde que era, se encontró con un par de ojos oscuros mirándolo fijamente.

- ¿Qué haces acá? –así como HimChan y JongUp pasaron por su lado, esperaba que YongGuk no lo reconociera.

- ¿Podemos hablar?

YongGuk asintió y se devolvió al interior, dejando el bolso y el libro que cargaba sobre el escritorio, para sentarse al otro lado e indicarle el asiento frente a él. Como siempre, el escritorio estaba cubierto de ensayos, esta vez se trataba de Der Erlkönig de Goethe.

- Sigues en el Romanticismo –susurró si saber cómo empezar.

- Ya lo terminé y, por cierto, reprobaste. Nadie me dijo si abandonaste la carrera o no.

Zelo simplemente lo miró y se quitó la mascarilla porque comenzaba a ahogarse. Cuando comenzó el curso, calculó que cuando acabaran el Romanticismo, que sería a final de año, ya habrían pasado esos dos meses desde que comenzó el Barroco. Y ahí estaban, dos, tres y cuatro meses después del dolor y la picazón por el cáncer.

¿Qué tanto puede pasar en dos meses?

Muchas, demasiadas cosas que ninguno de los dos pudo imaginar cuando desafió al destino de esa manera.

- Estoy enfermo –susurró con los labios secos y YongGuk solo enarcó una ceja-. Tengo cáncer.

- ¿Realmente pensaste que YongNam no me lo diría?

Antes de ser alumno y profesor, habían sido amigos gracias a sus hermanos y Zelo había aprendido a reconocer las expresiones del mayor mejor que las propias, así que por primera vez veía que realmente le había hecho daño.

- Tenía la esperanza…

- ¿De qué? ¿De que yo simplemente me fuera? ¿Creíste que te daría la espalda y te dejaría morir?

No voy a morir.

- ¿Quisiste ahorrarme el sufrimiento de perderte?

YongGuk no gritaba y Zelo hubiese preferido que lo hiciera. No se veía enojado, estaba herido y eso era más doloroso. No lo estaba juzgando ni rechazando y no entendía qué mierda estaba haciendo porque se veía como todo lo que Zelo había querido evitar.

No me voy a morir.

- ¿Pensaste qué me harías un bien?

- Lo siento.

- ¿Qué sientes?

Zelo no respondió, no sabía qué era lo que lamentaba, si el haberse enamorado de YongGuk, con los seis años y los incontables conocimientos que los separaban o el tener cáncer. Recordó los primero meses, cuando ambos se ponían nerviosos y se sonrojaban al rozar sus manos. Recordó el dilema moral de YongGuk al involucrarse con un alumno seis años menor. Lamentaba el haberlo enredado en su vida, en su alma y su cuerpo; pero no se arrepentía.

- No me voy a morir y tampoco voy a reprobar –aseguró con la voz igual de firme que cuando dijo que vencería al cáncer.

- ¿Y qué vas a hacer?

- Lo que sea necesario –YongGuk tenía razón en cuanto a sus reproches. Zelo no tenía el derecho de decidir si debía estar a su lado o no. No podía evitarle el sufrimiento si ya lo estaba hiriendo. No había nada bueno en su actuar cuando no consideraba al mayor y lo que él deseaba. Incluso menos si él mismo no conseguía ser feliz-. Estoy enfermo y la quimioterapia no está haciendo el efecto que los médicos esperaban. Y te amo, así que esto es lo más romántico que verás, porque no tengo esperanzas, porque estoy rozando la locura, porque estoy al borde de un acantilado rogando porque te quedes a mi lado y me ayudes a perder el miedo –con movimientos torpes, rodeó el escritorio hasta estar frente al mayor, que lo miraba con los ojos rojos, y se arrodilló escondiendo el rostro en su regazo-. Siento haberte apartado, pero estaba tan asustado, aterrado, y todo lo que realmente quiero es que estés a mi lado y me digas que todo va a estar bien. Por favor.

Zelo nunca pensó en buscar culpables por lo que estaba viviendo. Nunca creyó que fuera el karma o un castigo de Dios, por lo que nunca se permitió rezarle a alguien por su mejora. Nunca creyó en alguna fuerza divina capaz de curarlo. Nunca rogó por sí mismo, pero ahí estaba, humillándose por encontrar un perdón que no merecía.

Las lágrimas caían por su rostro suicidas, desesperadas y torrenciales, por el cáncer, por su familia, por YongGuk y el amor que él mismo había mancillado. Porque tuvo tanto miedo, de darse por vencido, de ser un cobarde, de no querer seguir luchando, de decepcionar a la gente que lo amaba. Pero todos permanecieron a su lado, todos estaban luchando con él y por él.

- No puedo evitar que mi madre me cuide tan obsesivamente, no puedo evitar ver a DaeHyun y YoungJae avanzar mientras yo me quedo estancado y no puedo evitar que todos sufran conmigo, no puedo…

Pero solo YongGuk podía darle una razón para hacerlo, si él permanecía a su lado, le daría la fuerza que le faltaba para afrontar la vida.

- Nunca has tenido que hacerlo –YongGuk tomó su rostro por las mejillas y lo obligó a erguirse-. Tú no nos tienes que cuidar, debes preocuparte de ti y de nadie más.

No podía ser egoísta, no podía ignorar al resto solo para mejorarse, él no era tan importante.

- ¿Si me quedo a tu lado, te quedarás tú al mío, incluso si siento que estoy perdiendo?

YongGuk no respondió con palabras, simplemente lo envolvió en un abrazo apretado que lo asfixió hasta sentir que no había nada en su cuerpo, no había dolor ni cáncer, solo el suave adormecimiento se sentirse completo por primera vez en mucho tiempo.


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