Érase una vez en una tierra lejana, un joven príncipe que vivía en un hermoso castillo. Eren Jaeger tenía todo lo que alguien pudiera desear. Desde riquezas de todo tipo hasta esa encantadora apariencia que cautivaba a más de una. Sin embargo, no todo podía ser perfecto y gracias a su padre estaría por aprender una dura lección. Algo que, por desgracia, cambiaría su vida por completo.
Una noche de frío invierno, una pobre anciana llegó al castillo y le ofreció una sola rosa a cambio de un poco de pan para no morir de hambre. Eren estaba por aceptar la propuesta, puesto que amaba las rosas, mas no esperó que su padre se apareciera hecho una fiera al ver a aquella vieja hablando con él.
Repugnado por su aspecto andrajoso y maloliente, el Rey Grisha mandó retirar inmediatamente a la susodicha. El príncipe Eren, sin embargo, estaba en desacuerdo con esta decisión y junto a su madre, la Reina Carla, se encontraban espectando a un costado esa triste escena sin poder hacer nada ante la orden de su padre.
La anciana le advirtió que no se dejara engañar por las apariencias porque la verdadera belleza estaba en el interior. A lo cual, el Rey Grisha solo enfureció más y tomó a la viejecita por los hombros, dispuesto a sacarla él mismo del castillo.
Ella había visto que en el corazón del Rey no había amor y logró divisar al príncipe Eren junto a su madre. Luego de darles una triste mirada, cerró los ojos y una luz brillante la rodeó por completo. Todos quedaron impresionados a ver que de la anciana harapienta no había rastro y en su lugar se encontraba una atractiva mujer con las mejores vestimentas que alguna vez vieron.
La mujer se presentó como Annie, una astuta hechicera que disfrutaba ver sufrir a todas aquellas personas superficiales con las que se topaba, en especial si eran nobles.
El Rey y todos los espectadores de tal escena se encontraban estupefactos luego de aquella maravillosa trasformación. Intentó pedirle disculpas a la mujer y ofreció su castillo entero como disculpa, mas esta solo le lanzó una severa mirada a Grisha e impuso su castigo.
De inmediato, una nube negra envolvió al príncipe Eren, a su madre y a todos los sirvientes del castillo. Al disiparse, el Rey se encontró con una terrorífica escena. Su hermoso hijo se había convertido en una titánica bestia de orejas puntiagudas y cuerpo colosal, mientras que su amada esposa estaba tirada en el suelo con la cara pálida y lanzando alaridos de dolor.
El Rey Grisha, en ese momento se percató de algo más. Una gran mancha roja se encontraba en su pecho y cayó al piso inmediatamente. La hechicera admiró la escena y se acercó al Rey para retirar la espina del cuerpo de su víctima.
La rosa que ella le ofreció a Eren cambio de pan era en realidad una rosa encantada que duraría hasta los 21 años del príncipe. Con la única condición de que este encontrara el amor verdadero y correspondido, de lo contrario se quedaría con la maldición por el resto de su vida y estaría condenado a morir en la más triste de las soledades, pagando por los errores de su padre.
Luego de escuchar aquella terrible sentencia, el Rey Grisha suplicó a su hijo por su perdón e inmediatamente falleció. La Reina Carla, no soportó lo sucedido y después de darle una triste mirada a su transformado hijo, cogió un vidrio roto que encontró y se apuñaló.
Annie se acercó a la acongojada bestia y colocó la rosa encantada y un espejo mágico a su costado, para luego desaparecer en un instante y dejar a Eren sumido en un mar de lágrimas y gritos de dolor.
Así pasó el tiempo y el príncipe Eren se aisló por completo del mundo, para evitar desagradables comentarios o miradas llenas de asco hacia él. Había perdido ya por completo la esperanza de encontrar el amor verdadero y que este le correspondiera. Después de todo ¿Quién podría algún día amar a una bestia?...