Capítulo 1: Día 19
Me hallaba esperando a mi hermano en la entrada de mi Instituto, situado en algún rincón que no pude observar claramente del todo debido a la oscuridad de la noche. Mi cuerpo ya no me respondía como minutos antes; la noche había caído rápidamente sobre el nuevo pueblo al que me había mudado desde hacía tres semanas. Los focos de luz daban al lugar aquella iluminación tenue que poseían a las solitarias calles.
Suspiré algo hastiado. ¿Acaso pensaba abandonarme allí, en medio de la noche? Y es que el dejar a tu hermano desde el horario de salida hasta bien entrada la noche frente a la Instituto no era precisamente el demostrar a la sociedad que eras el gran Uchiha Itachi, quien todo lo podía.
Estuve a punto de dejar escapar otro suspiro y emprender mi camino de vuelta a la casa, puesto que conocía el extenso camino de regreso pero debido a la insistencia de mi paranoico hermano en que no regresara solo y lo esperara, acataba su orden sin mover un solo pie. Sin embargo, súbitamente mis ojos se clavaron en una llamativa cabellera negra del otro lado de la calle. Supuse que por el horario ya tardío se trataba de Itachi intentando hacer una de sus acostumbradas y fastidiosas bromas, más me equivoqué… o al menos eso creí.
Opté por acercarme a paso veloz a aquella persona que causó en mí algo de curiosidad. Sin esperármelo, un fuerte viento rozó mi nuca cuando comencé a caminar y una corriente eléctrica hizo vibrar todo mi cuerpo. Recordé que aún estábamos en pleno invierno y por ello no le presté atención a la extraña sensación de escalofríos que me estremeció y nuevamente retomé mi caminata hacia el inerte individuo. El escaso movimiento en su cuerpo comenzaba a impacientarme y, por qué no, a alterarme también.
Otra persona en mi lugar hubiese dado media vuelta ante lo inusual de la situación, pero mi curiosidad era tanta que lo siguiente con lo que me encontré no hizo más que aumentar aquel sentimiento.
Esta persona permanecía sentada en el suelo, cercano a unos columpios, al mismo tiempo que jugaba con sus dedos de manera torpe, llorando y cantando tristemente en un tono de voz demasiado dulce para mi gusto. Cualquier persona pensaría, ¿cantar y llorar a la vez? Poco probable. Más si al extraño que observas tiene el parecido de una persona que tú supuestamente conoces pero por algún extraño motivo no logras recordar quién.
Al terminar de aproximarme y quedar a una distancia considerable detrás de los columpios, comprobé que se trataba de un joven de cabellos rubios el que cantaba con aquella voz tan melodiosa, el cual al darse media vuelta luego de advertir que una presencia lo contemplaba, me regaló una gran y tétrica sonrisa.
No me sobresaltó el hecho de ver esa resplandeciente sonrisa en su rostro, lo que había hecho aquello fue el ver que sus ojos tenían un claro y vistoso color carmín destellante en ellos, dándole un aspecto por demás demoniaco. ¿O angelical, tal vez? No sabría decirlo.
Actualmente comprendo que no debí acercarme a él y preguntarle si se sentía bien. Aún me cuesta creer que, luego de ese suceso, ese ser me haya tomado bruscamente del cuello y llevado hacia alguna parte.
Perdí el conocimiento después de eso, naturalmente. A la mañana siguiente me encontraba en mi habitación, recostado en mi cama. Y la cabeza me punzaba de manera dolorosa. Ya era de día.
No logré entenderlo, no entraba en mi cabeza por ninguna parte, por más que lo intentara no llegaba a una conclusión de ese... ¿Habría sido un sueño?
Muy real. Aquello había sido muy real.
Aún me pregunto qué es exactamente… ¿qué es lo que hay entre el día y la noche? ¿Cuál es la diferencia?