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M I N H Y U N [Minron] por _PotatoGurl

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Aron había llegado a aquella casa un día de diciembre. Tiene el recuerdo de tal día clavado en su cabeza con la sensación de mil clavos; el cielo encapotado de gris y las gotas de lluvia a punto de caer sobre la ciudad descolorida que él apreciaba. Tal imagen era sin duda algo que meses después iba a invadirle y perturbarle. Era ridículo, todo y cada uno de los objetos adornando la gran casona, desde el jarrón de mármol italiano hasta las cortinas enormes y trémulas tapando las ventanas—abiertas y antiguas— de la habitación.

Era escalofriante. Aquel día Aron vivió la turbadora sensación de sentirse trasportado tres siglos atrás en la historia. Y el hecho, de que justo él estuviera huyendo de casa fue una detonante para que no pudiera escapar de allí la primera vez que vio el inicio de la perdición en la que caería en un futuro.

Si bien era un lugar exageradamente amplio, apenas vivían allí cuatro personas, y un par de gatos; peludos un poco gordos, blancos, y en efecto, también sugestivos, tal como las personas que vivían y rondaban por aquella pequeña y olvidada ciudad de cielos grises. Había un hombre corpulento y de edad, el cual salía temprano por la mañana y regresaba ya demasiada entrada la noche, Aron supuso que era doctor. Había también una mujer, que vestía trajes exuberantes y salía de casa cada tarde con una canasta repleta de flores. Frente a la ventana, sentada en un gran sillón rojo se erguía una anciana tan decrepita que incluso llegó él a preguntarse acerque de los signos vitales de la vieja mujer.

Había también un chico. Un chico que se apoyaba sobre las puertas, siempre acompañado de un cuaderno y dibujaba. Aron durante ese tiempo había notado que el delgado muchacho podría pasar tardes completas con el lápiz sobre el cuaderno trazando líneas en cualquier dirección. En ocasiones Minhyun—el cual era el nombre del chiquillo— le seguía en silencio, con pasos queditos y apenas pestañeando.

Tenía los ojos pequeños, rasgados y oscuros. Todo aquello iba en contraste a su piel blanca y pulcra y su cabello color chocolate opaco. Le faltaba un poco de luz, de asomarse al sol y vivir, Aron supuso que no tenía más de dieciséis años, sin embargo, era extremadamente alto. Tenía rasgos poco llamativos que a Aron le fascinaron, junto a su personalidad torpe e introvertida.

No hablaba mucho, solo murmuraba respuestas cortas cuando él le preguntaba. Callaba incluso más de lo que Aron creía sanamente correcto. Y solo se mantenía allí observándole tranquilo, con sus ojos oscuros brillando.

Aron se había sentido ofendido, desesperado y una sensación eufórica también le había invadido cuando cumplió el primer mes trabajando allí. A veces solo quería detenerse y mandarle al carajo. Decirle lo mucho que había dejado atrás para enseñarle a tocar algunos instrumentos y profundizar lo que Minhyun sabía de inglés, pero luego recordaba que había huido, que su vida la había dejado abandonada cuando se le presentó la oportunidad y callaba.

—Eres demasiado silencioso—comentó Aron un día. — ¿lo sabes?

— Lo sé—dijo Minhyun, mirando a Aron sin despegar sus ojos de los del otro, luego mordió su labio y suspiró. —Mamá perdió la voz años atrás, la abuela… creo que no escucha. Papá apenas está en casa ¿con quién quiere que hable, Aron?

…l era horrible. El estómago de Aron se retorcido de manera que sintió que podría ir al baño y vomitar lo que había comido semanas anteriores si fuera posible. Sintió ganas de abrazar a Minhyun y decirles que le contara historias de su vida. Sintió ganas de escuchar la voz de Minhyun por cien años y que esta no parara nunca.

—No tengo mucho que decir—concluyó, volviendo a posar sus manos sobre el gran piano que adornaba una habitación.

—Estás literal, encerrado en un castillo—bromeó. —Como una princesa, o algo así.

Minhyun río, no alcanzó a ser una carcajada pero sus ojos estaban también sonriendo para Aron y él se sintió mareado, otra vez cuando se dio cuenta del vuelco que se había producido en su estómago.

—No—dijo, sin perder el rastro de la sonrisa. —Soy mejor que eso.

Minhyun podía ser un día soleado y llegar al extremo de parecer una tormentosa noche.

Era fascinante y le sorprendía cada vez más con sus ingeniosas respuestas. Parecía un chico demasiado letrado y conocedor de mundo, sin embargo, allí estaba encerrado en la gran casona antigua, acompañado solo de libros, películas e instrumentos que aún no sabía tocar. Muchas veces él le pilló tarareando despacio, bailando torpe y dormido con su cuaderno de dibujos sobre la cara. Lucía adorable, o eso fue lo primero que pasó por la cabeza del mayor.

Aron intentó mil veces imaginarse la niñez taciturna que—seguramente—vivió Minhyun. Había un niño pequeño delgado y pálido, escondido detrás de las cortinas escuchando como el mundo y el tiempo volaban, viendo las imágenes rápidas y grises otoñales pasar frente a sus ojos. Lo imaginó temblando por las noches, llorando por el frío que se colaba en la ventana de su habitación, rogando por los brazos cálidos de alguien que le acurrucara.

Había imaginado a Minhyun, sucio y con el cabello desgreñado con el gato anciano y blanco sobre sus piernas. Le visualizó con sus cabeza metida entre un libro intentando leer si quiera una solitaria línea.

Su corazón se encogió, y luego latió desenfrenado. Su estómago volvió a volcarse.

¿Cuánto tiempo Minhyun le había necesitado?

—Cuando cumplí seis fue la primera vez que perdí un diente. Lloré casi una semana—dijo Minhyun, cuando sus dedos se habían cansado de tocar melodías en el piano. —Papá intentó explicarme en vano que era normal, yo… era demasiado solitario.

— ¿No conociste a otros niños antes?

Minhyun negó. —Conocí a MinKi cuando tenía ocho. Vive a unos veinte minutos de aquí. …l tiene demasiadas hermanas. Y ellas corrían de un lugar a otro intentando decorar mi pelo. Volví a llorar ese día aterrado de ver tantas chicas juntas.
Aron sonrió, dejándose llevar por la voz de Minhyun que no paraba de sonar por todas partes.

Se sentía como la música, como un millón de gotas mojando y cayendo sobre su cuerpo.

Había instantes en el día en el cual ambos se buscaban, y se quedaban allí, sentados uno al lado del otro como si de sus vidas no tuvieran nada más que hacer.

Aron callaba y Minhyun recostaba la cabeza sobre su regazo y le contaba pequeñas historias de su vida. A veces, generalmente, cantaba canciones antiguas. Y Aron se mantenía enredando sus dedos entre el pelo color chocolate y desgreñado. En ocasiones—las favoritas de Aron— Minhyun hablaba acerca de las ganas que tenía de salir y conocer un poco del mundo. Le había dicho las ganas que tenía de subir a un tren un día lluvioso y regalar melodías de su guitara a la gente de su alrededor.

Minhyun era luz, y era oscuridad. El chico de cabello castaño era un sinfín de contradicciones preciosas que Aron rogaba por descubrir.

Habíase encontrado ambos para conocer la sensación que se instalaba en sus estómagos cada vez que estaban juntos así.


El día, tal y como había llegado hace más de un año atrás estaba lluvioso, con las grandes nubes negras decorando el cielo.

Aron se sintió perdido, y un escalofrío le recorrió completo cuando salió de aquella casa con ambas maletas en mano. Lejos de todo pronóstico, la soledad ya no parecía presente, y un montón de niños pequeños pasó corriendo a su lado.
La noche anterior, había llegado a la casa un gran auto familiar y Minhyun había corrido escaleras abajo gritando los nombre de los chicos que alguna vez dijo que conocía.
Era todo un montón de alegría y colores, entonces Aron no pudo más que sonreír.

Había tres chicos, conversando y riendo. Los ojos de Aron en ese momento no se despegaron de la cara de Minhyun. …l estaba allí, con una sonrisa enorme y brillante. Sus ojos formaban una fina línea simpática al igual que sus mejillas levantadas en una sonrisa verdadera.

Aron se sintió morir, con la sensación de una tonelada apoderándose y cayendo libre sobre su estómago.

…l estaba observándole de lejos, sin la capacidad ni el valor suficiente para darle un último abrazo. Aron llevó la vista a sus pies, mordiendo fuerte sus labios. ¿Iba a ser así después de todo?

Minhyun ya no era el chico tímido y de voz susurrante que le miraba con los ojos sorprendidos y la cabeza perdida entre alguno de sus pensamientos. Había algo cambiado en él. Tal vez ocurrió cuando el de cabello castaño reposaba debajo de los arboles con la cara al sol, o cuando su delgado cuerpo se escurría a través de las cortinas que decoraban la gran casa en la cual vivía.

Quizás todo había cambiado entre ambos luego del roce que sus labios compartieron en la habitación de Minhyun, vaya Aron a saberlo. O tal vez fueron los besos que le sucedieron a estos. Luego de momentos así la cabeza de Aron volaba y se mantenía lejos sin poder razonar, Minhyun reía, avergonzado, y jugaba con sus dedos finos y largos. Entonces a Aron el simple sonido de la risa de Minhyun le parecía precioso, le parecía el amor capaz de entrar por sus oídos.
Aron había volado y había dejado que el amor de Minhyun le mostrara el significado de la felicidad.

Se había sentido como el viento, poseedor de una fuerza inhumana. Había naufragado por aguas dulces y al final había descubierto que era bueno.

Había sido demasiado bueno para ambos, porque siempre, siempre él iba a acabar sufriendo, todo iba a irse a la mierda porque al fin y al cabo no importaba lo muy bueno que fuera.

Era como si un hijo de puta dijera que la felicidad no fue hecha para Aron Kwak.

Había maldecido el momento en el cual el padre de Minhyun le había pedido que se fuera, que dejara atrás a Minhyun y que se olvidara del muchacho del cual se había enamorado. Y había maldecid aún más cuando su propio padre le había pedido el regresar a casa, después de años, él, Aron, no podía decirle que no a aquel hombre.

“—Tú eres un adulto, Aron. No puedo creerlo. Confíe en ti, Minhyun no sabe lo que hace. Déjalo.

—No voy a hacerlo. ”


Había alguien ganado.

Los ojos de Minhyun buscaron a los de Aron, desesperados. Y corrió con un nudo atravesándole.

—Te quiero.

Los brazos de Minhyun estaban aferrados a su cuerpo, y le susurraba con la voz entre hilos lo mucho que le quería, le susurraba una melodía triste, cantaba la canción de Minhyun y decía bajito que le llevara consigo.

Había llorado, y había gritado insultos que a Aron le parecieron jodidamente divertidos. Sus manos juntas, aferrándose le hacían al mayor querer quedarse.

—Me gustas—Aron dijo egoístamente, sujetando fuerte la cara de Minhyun entre sus manos. —Me gustas mucho.

— También me gustas.

Aron suspiró, sintiendo como el aire abandonaba todo su cuerpo y se escapaba su alma. — Y debo irme.

Y no se lo creía. No podía dejar a Minhyun allí, olvidado como uno de los cuadros que adornaban la lúgubre casona entremedio del bosque y de la ciudad perdida entre recuerdos. No podía dejar lo que ambos tenían allí, olvidado entre la lluvia que le mojaba.

— Y para siempre.

— Vendré a buscarte, Minhyun.

Y la verdad, escondida entre el cruce de miradas que compartieron ambos, solo ellos iban a saber la eterna promesa de perseguirse siempre, hasta que volvieran a encontrarse en años futuros. Minhyun con ese otro te quiero atorado en la garganta y Aron con las ganas de no dejarle jamás.

Y no importaba cuanta gente pasara por sus vidas, había personas que quedaban marcadas en el corazón.
Notas finales:

Soy la reina de los finales caca c: 


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