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A tu lado por Sora1827

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No recuerdo cuantos días han pasado, pero la rutina es la misma. Nos levantamos, pero ya no me miras, solo tienes esa expresión de tristeza. Aunque siempre te pregunto qué es lo que te sucede, no me respondes, desayunas sin prestarme la más mínima atención y luego simplemente te vas a trabajar. Llegas a altas horas de las noches, casi siempre tomado. Trato de hablar contigo pero me ignoras nuevamente. Solo cuando duermes, es que parece que me escuchas.


-¿Dime que es lo que te pasa? – le suplico, mientras acaricio sus suaves cabellos.


-Por favor quédate conmigo.- susurra con desesperación. – No te vayas.


-No lo hare, sabes porque.- me recuesto a su lado y lo abrazo. – Porque te amo.- respondo mientras le doy un beso en la frente.


Cierro los ojos con la esperanza de que mañana volveremos a aquellos tiempos donde sonreímos y nos amábamos. Pero al salir los primeros rayos del sol me doy cuenta que no es así. Tú ya no estás en la cama. Te has ido. Te espero, como todos los días pero noto que algo cambia. Esta vez no llegas solo, traes a esa mujer. Esa mujer que desde hacía varios meses había querido algo contigo.


Veo que ambos están pasado de copas, y noto que la guías a nuestra habitación. Trato de retener mis lágrimas, pero es obvio lo que harán. Me quedo en la sala, mientras trato de mantener mis sollozos al mínimo. A los 10 minutos escucho murmullos, y a los pocos segundos veo a la mujer salir muy molesta.


No sé qué habrá pasado, pero me niego a subir a la habitación. Me quedo dormido sobre el sofá, no sé cuánto tiempo ha pasado pero me levanto al escucharte llorar. Si esperar me levanto, voy hacia ti, ignoro como se encuentra nuestra habitación, me acerco a ti, y como cada noche te acaricio mientras tú me suplicas que no me vaya.


Así pasa más tiempo, pero sigo viendo que tu aquella sonrisa de la que me enamore, no ha vuelto. Por favor dime que te sucede. Pero sé que no me escucharas. Entonces escucho la puerta abrirse, me sorprendo porque nunca llegas tan temprano, apenas son las 5, pero veo que otra vez vienes acompañado. Esa persona mira en mi dirección y se sorprende. Yo solo me alejo pero lo único que logro escuchar es que se apellida Strange.


Curiosamente ese hombre vuelve a venir día tras día, casi nunca estoy cuando llega.


-¿Por qué sigues aquí? – me mira con curiosidad.


-¿De qué hablas? – Frunzo mi ceño molesto.


-Acaso no lo sabes.- me dice con genuina sorpresa.


-¿Saber qué?


Las palabras de ese hombre me petrificaron. Me negué a creer lo que me decía, pero con cada palabra, fui entendiendo y comprendiendo muchas cosas. En ese momento solté las lágrimas más amargas.


-Lo lamento.- me dijo con profundo pesar.


-No lo hagas, pero al menos puedes hacerme un favor.


El hombre asiente, un tanto inseguro pero no duda en cumplir mi petición.


*-*-*-*-*-*-*-*-*


Steve veía a su nuevo vecino un tanto nervioso. Stephen Strange era su nombre, tenía algunas semanas de conocerlo, pero por alguna razón su vecino lo visitaba diariamente.


-Sé que sonara algo raro, pero tu esposo está aquí.


Sus palabras me enojaron, como se atrevía a mencionar a mi difunto esposo.


-¡Espera! – Habla con cierto temor y desesperación. – Sé que suena a locura pero no lo es. Dice que se conocieron en la preparatoria, pero que no se llevaban bien, pero que eso cambio cuando unos bravucones quisieron golpearlo.


Aquello me sorprendió, porque nadie a parte de nosotros dos sabía eso.


-El…


-Sí, ha estado aquí siempre. Me ha dicho que está preocupado por ti.


-Tony yo…- no sé qué decir por lo que simplemente empiezo a llorar.


-Escucha lo que hare, es algo que tenemos prohibido. Así que confía y cierra los ojos.


Cerré mis ojos, y entonces sentí una suave caricia, aquellas manos las reconocería donde sea, quise abrir los ojos, pero por miedo no lo hice.


-Steve, creo que es hora de que me dejes ir. Debes buscar tu felicidad.


-Pero mi felicidad eras tú.- respondo. – Solo quiero estar a tu lado nuevamente.


-Algún día lo estaremos, pero por ahora debes vivir tu vida. Sin mí.


-No te vayas… - mi voz suena desesperada, porque no quiero que alejarme de él.


-Incluso si no puedes verme... –su voz es dulce y cálida como la recuerdo. – Incluso si estamos muy separados...


Siento uno labios sobre los míos, el beso es corto, pero estaba cargado de miles de sentimientos.


-Siempre estaré cuidándote... – Fue lo último que me dijo, antes de sentir un beso en la frente.


Abrí los ojos y por un momento lo vi, estaba igual que la última vez que nos vimos, me sonreía como siempre, aunque pude notar lágrimas en sus mejillas. Lo único que pude hacer fue despedirlo con una sonrisa, y con la promesa de que el me esperaría allá.


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