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La sustituta por Sthephannia

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Notas del fanfic:

¡Estámos de vuelta! Les traigo un relato muy especial con un par de vikingas que me han robado mucho el corazón. Les quiero compatir este escrito mientras ajusto y termino las revisiones de una TewiQSHLD #26.

Las he extrañado muchísimo, espero que lo disfruten. 

 

Besitos <3

 Progissea.

 

 

—Y… ¿Cómo te sientes?

 

Levanté la mirada ante su pregunta de respuesta evidente. Mis ojos están empapados de un rosa pastel deprimente, el rastro de lágrimas cae por mis mejillas y  siento un agujero negro en el pecho tan profundo que sólo me dan ganas de desaparecer.

 

— ¿Cómo crees?... —suspiro respondiendo.

 

Mis tristes ojos volvieron al suelo; puedo ver mi cabello caer por mis hombros tan rendidos como yo… las baladas románticas suenan en mis audífonos tan suaves como un susurro rompiéndome lo poco de alma que me queda en pequeños trocitos. La presencia de Freya, mi mejor amiga, no amena en lo más mínimo el incesante sufrimiento que carcome mi corazón, como si el mundo se hubiese vuelto blanco y negro,  una película oscura de terror triste en la que yo soy el primer humano en morir y ser destrozado por el monstruo llamado depresión. Empecé a sollozar recordando la horrible escena del amor de mi vida besando el cuerpo desnudo de una chica que no era yo.

 

—Necesito morir…—sollocé sin mirar los ojos de Freya. Mi alma se lo gritaba.

 

—Oh vamos…—Susurró ella poniendo su mano sobre mi pierna.

 

Morí de dolor; veo el cuerpo de Víctor mil veces revolcándose con esa zorra. No pudo ser peor, éramos novios hace dos años y me engañaba con esa perra mal teñida… les pillé teniendo sexo en la misma cama de él, donde tantas veces nos amamos y nos prometimos amor eterno. Qué puta basura… Mis proyecciones, deseos, autoestima y ganas de vivir se fueron al piso tan rápido como mi corazón, todo pasó rápido… tan doloroso y punzante como una flecha que partió todo de mí en dos.

 

—Aurora…—Me nombra Freya con una expresión de empatía por todo el rostro —Ay no…no —suspira al mismo tiempo que mis ojos le miran—…no llores.

 

Aun puedo reproducir la sonrisa de esa asquerosa cuando los vi, el dolor y la incertidumbre para caer en el caos de oscuridad, me estaba matando, literalmente me carcomía el dolor… no quería comer ni salir de mi cuarto. Deseaba dormir y no volver a despertar jamás.

 

— ¿Sabes qué? Estoy harta, Aury…—Exclama Freya levantándose de golpe de mi cama restregando sus manos sobre los ojos. —No sé qué más hacer.

 

— ¿Qué?... —Suspiro mirándola con mucho esfuerzo, estoy toda hinchada y los ojos me arden.

 

— ¡Mírate! —Dice con enojo. — Ese hijo de puta sigue ahí afuera como si nada con esa zorra ¡¿Y tú?! Ya llevas dos meses sin salir de este cochino cuarto.

 

—Déjame en paz.

 

—No Aury, eres una chica que no merece estar así y no tiene sentido que sigas sufriendo por un imbécil.

 

Freya se mueve a todas partes de mi cuarto levantando los brazos con cada palabra, pero es como si mis oídos estuviesen tan tapados de lágrimas que no puedo escucharla.

 

—Es que yo lo amo…—Susurré sin poder evitar sollozar nuevamente.

 

—Eres una estúpida. —Se queja Freya evitando mirarme, sus ojos se pusieron llorosos. —Aurora no puedes seguir así.

 

— ¿Qué sabes tú? —Digo enojada.

 

— ¡Ay por favor! —Grita— No mereces que ningún idiota te haga sufrir.

 

—Freya… —Digo firme— Sabes cuánto amo a Víctor.

 

—Pero él te engañó con una cualquiera.

 

— ¡Ay, gracias! —Grito molesta— ¡Cómo si yo no estuviera al tanto! No puedo entenderlo…—Mis lágrimas recaen sobre los rastros anteriores.

 

—Aury hay miles de tipos en todas partes, tienes que superarlo.

 

—Eso dices tú porque eres bonita. —Miro a Freya directamente a los ojos.

 

Me mordí la mejilla dejándome llevar por el ardor de mis ojos, presioné los puños… pero más aún, dejé que miles de brazos depresivos envolvieran mi pecho con fuerza. Miré con enfado los ojos pardo de Freya…no puedo dejar de llorar.

 

—Mírame…—susurro— ¡Mírame! ¡Tú no lo entiendes porque siempre has sido bonita!

 

— ¡¿De qué mierda estás hablando, Aury?! —Se enfada Freya.

 

—Sabes perfectamente que Víctor ha sido el único chico que se ha fijado en mí. —Lloro— Eres una estúpida… Yo no soy como tú, no tengo estilo, ni belleza, ni tampoco soy delgada.

 

—No digas esas cosas.

 

—Claro que sí, Freya, no me vengas con mierdas. —Me levanto— Mi cuerpo no es bonito como el tuyo, ni tampoco soy como tú que chasquea los dedos y le llueven hombres. Ah, pero claro mágicamente luego que tuviste como mil novios a los dieciséis te hiciste lesbiana y todas las putas machorras camioneras se volvían locas por ti. También no es que no sea mi culpa no ser tan delgada como todas y que los hombres no se fijen en mí.

 

Los ojos de Freya se volvían molestos, pero no decía nada, yo no le dejaba.

 

—Somos mejores amigas desde que tenemos como siete años y sé perfectamente que no duras más de tres semanas con la misma persona —Me acerco a Freya— he estado enamorada del mismo muchacho desde hace tres años y tú no sabes ni una puta pizca lo que es el amor, él era el único que me quería como soy y por culpa de una zorra más flaca y linda que yo es como todo se fue a la mierda.

 

— ¡Estás justificándolo! ¡Él no te quería o no te hubiese hecho eso! —Freya se toma la cabeza con ambas manos.

 

— ¡Ay gracias, mejor amiga! —La empujo enojada— Freya ándate de mi casa.

 

— ¿Qué? Aury…

 

— ¡Ándate de mi casa! —Grito.

 

— ¡Estás loca, weona loca! —Exclama enojada — Toma tus mierdas de la universidad. —Lanza una carpeta al piso yéndose molesta.

 

— ¡Vete a la mierda! —Le cierro la puerta de mi cuarto con un golpe.

 

Salió peor de lo que imaginaba. Ahora no sólo estaba dolida y echa mierda por dentro, sino que también estaba cubierta de furia y siento como todos los sentimientos más asquerosos se apoderaran de mí.

 

Cerré mi cuarto con llave y me acosté en la cama… mi almohada estaba cubierta con la humedad de mis lágrimas, tenía mocos hasta más no poder y me dolía la cabeza de tanto llorar. Era problemático…me costaba ir a la universidad, no tenía hambre y simplemente hasta el hecho de ordenar el caos de mi habitación o abrir las ventanas me parecía un enorme esfuerzo.  Tampoco tenía muchos ánimos de prestarle un poco de atención a alguien; me presionaba a comer un poco sólo cuando mamá ponía su preocupada mirada sobre mí.

 

Me molesté con Freya de manera irracional… dejé salir toda la mierda que había pensado todas estas semanas,  no de la mejor manera y me sentí arrepentida. Freya me había visitado constantemente e intentó de todas formas poder subir mi inexistente ánimo estos últimos días. Empecé a morderme el labio en la oscuridad de la noche, me sentía tan sola que no quería siquiera pensar en que perdería a Freya por el mal momento que pasamos en la tarde. Me puse los audífonos y comencé a escuchar canciones tristes aumentando mis ganas de llorar.

 

Eran las cuatro y media de la madrugada, aun escuchaba música mirando la oscuridad desde mi cama, no podía pegar los ojos y la cabeza quería estallarme en tantos pedacitos cómo mi corazón actualmente. Pegué un saltito asustado cuando la música se esfumó de mis oídos y comenzó a vibrar repetidamente mi celular con la pantalla de llamada entrante: “Freya <3”. No dudé ni por un segundo aceptar la llamada y en silencio posicioné mi teléfono sobre mi humedecida oreja.

 

—…Freya arcoíris llamando a Aurora boreal —Escucho la voz baja de mi mejor amiga con ese estúpido mensaje de inicio de llamada que tenemos desde hace años.

 

No pude evitar caer en lágrimas otra vez, traté mal a Freya sin razón alguna sólo porque la furia me invadió. Me sentí asquerosa.

 

—Freya…—suspiré haciendo un puchero.

 

—Aury, mierda…—Ella suspira— Quería pedirte disculpas, yo…no podía dormir ¿Sabes? No podría estar tranquila sabiendo que estás así. Sé que no debía enojarme contigo… hice que te sintieras mal.

 

—No seas idiota…—digo llorando— Te traté muy mal y no es tu culpa…no quiero que pienses que soy celosa, yo nunca he pensado mal de ti sólo estaba enojada. Ahora tengo ganas de que estés aquí y me abraces tan fuerte…

 

—No podía dormir, —dice quejándose con ese sonido raro de siempre— así que volví.

 

— ¿Volviste? ¿Cómo? —Me levanto un poquito.

 

—Estoy afuera ¿Me abres? —Se carcajea con suavidad.

 

Freya vive a dos calles de mi casa, somos mejores amigas desde hace tantos años que nuestros padres nos consideran como hermanas no biológicas y ella ha estado en mi casa tanto como yo en la de ella.

 

Me levanté con suavidad sin cortar la llamada, bajé rápidamente los escalones al primer piso con poca coordinación y abrí la puerta mirando a Freya parada como estúpida frente a la reja.

 

— ¿Aun sigues llorando? —Dice guardando su teléfono. —Ya para eh.

 

—Eres una idiota…—suspiro riéndome— Pudiste haberte vestido mejor. —Le miro de pies a cabeza. Freya anda con pijama ¡Con pijama!

 

—Son casi las cinco de la madrugada… tampoco es que me importe mucho.

 

—Pasa.

 

Freya entró y abrazándose a sí misma cerrando su chaqueta se dirigió a mi cuarto. Sentí mucha paz en mi corazón, era una hermosa gota de dulzura en el mar de mierda que sentía dentro de mí.

 

— ¿Ese sonido es tu estómago? —Se voltea Freya mirándome de reojo.

 

—No tengo hambre. —Digo.

 

—Que terca.

 

Entramos a mi cuarto sin encender ninguna luz. Repentinamente la presencia de Freya había absorbido el frío y me sentí cálida.

 

—Este lugar es un asco. —Se queja Freya.

 

—Já.

 

—Huele mal, tú hueles mal, todo huele mal. ¿Qué algo se murió aquí y no sabes abrir las ventanas?

 

—Deja de alegar por todo, tu cuarto no es precisamente exquisito. —Le miro de reojo ¿y ésta que se cree?

 

—Mi cuarto huele a princesa. —Dice Freya con arrogancia mientras abre un poco la ventana.

 

—Princesa del pantano.

 

—Te odio. —Emite entre dientes— ¿Tienes algo para echar al aire? Oh mira…—Agarra mi perfume aplicándolo aleatoriamente por mi cuarto.

 

—Basta…—digo con pesadez al ver que se sobrepasa con el perfume.

 

Di vuelta la almohada y me acosté acobijándome lo más pronto posible; el ambiente está frío y como Freya abrió las ventanas se pasea una ligera brisa.

 

—Dame mi espacio. —Dice Freya pasando sobre mí para meterse a mi cama. —brrr que frío.

 

—Sigo sin creer que anduvieras con pijama en la calle.

 

—Oh claro, si me veían los drogadictos angustiados me iban a juzgar. —Se ríe— ¿Hace cuánto que no cambias las sábanas?

 

— ¿Eso qué mierda te importa? —blanqueo los ojos.

 

Nos quedamos en silencio por un rato, sólo oía el chocar de los dientes de Freya por el frío. Ella tomó mi teléfono y cambió las canciones tristes por una emisora de música suave, cada una nos pusimos un audífono mirándonos frente a frente.

 

—Freya…—suspiro mirándola a los ojos. Su cabello chocolate entrecortado cae chistosamente por sus ojos.

 

—Dime.

 

—Quiero pedirte perdón…—le susurro con la voz temblorosa— No quise tratarte como si fueras una cualquiera.

 

—No tienes que pedirme perdón por eso…—dice frunciendo el ceño— sino por tratarte como si tú fueras una cualquiera. Aury… sé que no te sientes para nada bien, estás destruida y a mí se me parte el corazón verte así y saber que todo esto pasó por un imbécil que no supo valorarte, pero más que eso me duele que creas que esto es tu culpa. Aurora, no puedes llegar y decir que eres fea.

 

—Pero…

 

—No…—Dice acomodando su cabeza en la almohada. —soy tu mejor amiga, y honestamente lo que dijiste esta tarde me destruyó. Eres una chica hermosa —me mira directamente a los ojos—Eres inteligente… tienes muchísimas cualidades y talentos que tipas morirían por ellos.

 

—Lo dices porque eres mi amiga. —suspiro resignada.

 

—Obvio, soy tu amiga y mi deber es que te des cuenta las burradas que dices…y siento que aún no hemos hablado de todo lo que realmente ocurre dentro de ti, estoy preocupada.

 

—Me duele tanto…—sollocé acercándome a ella.

 

—Aish…ven aquí, usa mis senos como almohaditas.

 

Freya se puso boca arriba rodeándome con su brazo, puse mi cabeza en su pecho y el olor de mi mejor amiga me hizo sentir protegida.

 

—Nunca creí que Víctor me haría algo así…—me desahogo— Me sentía tan feliz con él… y me engañó.

 

—Le voy a romper las bolas. —dice Freya con molestia.

 

—Siento que ahora nadie me va a querer.

 

—No digas eso…—Freya aprieta mi cuerpo.

 

—Me siento muy fea. —Le confieso sin vergüenza— Siento que realmente no estoy para nada bonita… además que he engordado mucho más.

 

—No estás gorda,  ni siquiera has comido… —Suspira Freya— Aury siempre has sido de contextura gruesa y tu peso no define que seas linda o no, eres preciosa…me encanta tu cabello y más aún que eso,  tienes un corazón tan bonito que en serio me dan ganas de patear a ese hijo de puta.

 

—No tengo  ganas de nada. A veces me das unos celos muy sanos. —me río ligeramente.

 

— ¿Celos? ¿De qué?

 

—Freya nos conocemos desde niñas…siempre has sido tan guapa… y los chicos más lindos suelen andar detrás de ti.

 

—Aury eso no importa…la gente es muy superficial y más encima ya ni me gustan los hombres.

 

—Eres una imbécil.  —le digo con gracia — De todas formas… cuando me dijiste que eras lesbiana quedé en shock, o sea… no tiene nada de malo, pero no me lo esperaba para nada.

 

—Jajaja…—me abraza Freya— tenía mucho miedo ¿sabes?… pensé que te ibas a alejar de mí o algo así, estaba aterrada.

 

—Claro que no…—Siento los latidos de Freya en mi oído, se siente pacífico y cálido. — De hecho yo creo que me aterré más, pensaba que te conseguirías novia y nuestra amistad se iría a la puta… a todo esto ¿Qué pasó con la tipa que te gustaba?

 

—¿Cuál? —Pregunta Freya con una voz suave y adormilada.

 

— ¿Cómo que cuál? La de la academia de música, Camile. —La recuerdo muy bien. Freya estuvo varias semanas con la manía de esa muchacha.

 

—Ahh…nada, o sea salimos un par de veces, pero al final no es para mí, no me gusta su personalidad.

 

—Pero era linda.

 

—Te estás volviendo superficial. —Suspira con una risita.

 

—No soy superficial. —digo abrazándole la cintura. —Eso dices tú porque prácticamente tu cuerpo es perfecto.

 

—Deja de decir tonterías. —Freya se enoja— ¿Qué es lo que realmente quieres?

 

—Estoy tan confundida…

 

Nos silenciamos, Freya bostezaba y me contagiaba el sueño, estaba cansada y mis ojos aún ardían agotados por tantas lágrimas. Me abracé a Freya con intensidad, los latidos de su pecho eran una tibia canción de cuna, como una cajita musical.

 

—Lo que quieres es que un tipo te dé bien duro sin sentirte acomplejada por tu cuerpo ¿eh? —Dice sin evitar reírse contagiándome su idiotez.

 

—Eres una estúpida jajaja…—Ahogo mi risa en su pecho para no meter ruido.

 

—Jaja…Aury…—Freya me abraza con fuerza— Quiero que me dejes ayudarte a sentirte bien… desde mañana vamos a salir y distraernos. Estaré contigo siempre ¿sí?

 

Me quedé en silencio unos segundos, Freya no era precisamente la de las ideas brillantes… pero no tenía más opción que aceptar lo que sea que se le ocurriera y dejar esta horrible depresión.

 

—Sí…—susurré acurrucándome con ella.

 

No fueron necesarias más palabras, acomodé mi cuerpo con el de Freya, cerré los ojos concentrándome en su calor corporal, el sonido de su respiración y su característico aroma. A penas cerré los ojos me trasladé inmediatamente a una pesadilla que de seguro estaba esperándome ahí desde lo más asqueroso de mi subconsciente; no sé cuánto tiempo pasó, pero estaba aterrada.

 

—Freya…Freya ¿Estás durmiendo? —Le zamarreo después de la horrible pesadilla.

 

— ¿eh? No… ¿Qué pasa?—dice con los ojos cerrados acomodándose sin poner mucha atención.

 

—Tuve una pesadilla. —Susurro.

 

—Ay no…—sorbetea sus babas— Está todo bien ¿sí? No sientas miedo, estoy aquí. —La voz de Freya es adormilada. Me hace reír.

 

Me carcajee por lo bajo y puse el brazo de mi mejor amiga rodeándome el cuerpo. Sentí tristeza…mucha tristeza en el pecho recordando cosas corto punzantes emocionalmente y el cuerpo de Víctor aquellas veces que dormíamos. Hijo de puta mentiroso…

 

—No llores…—Suspira Freya acurrucando su cuerpo a mi forma corporal.

 

—Es que…me duele tanto, Freya. —Cerré los ojos y dos lagrimazos hirviendo cayeron sobre el brazo de mi mejor amiga. — Estoy harta de todo esto…

 

Mi boca emitía ruidos dolorosos, sentía un nudo en la garganta como si un buque depresivo estuviese atado en mi pecho. Freya me abrazó con tantas fuerzas que perdí el poco oxígeno que podía retener; ella me volteó con rapidez y metí mi rostro entre su hombro y su cuello, otra vez quería morir y ahogarme en su aroma, al menos morir un ratito con dulzura.

 

—Me duele tanto…—Sollocé sintiendo su cabello entrando en mis labios humedecidos por la oscuridad interna.

 

—Abrázame. —Dijo Freya peinando mi cabello a un costado permitiéndome respirar mejor.

 

Todo era un horrible invierno… tenía dentro de mí un dolor tan fuerte que pensaba que ni la primavera volvería a existir, o las flores, o el aroma de la tierra después de la lluvia… incluso se apagó la linda sensación del helado de chocolate en los labios de él. Sé que Freya quizás no me entiende, pero me hace mejor compañía que cualquier canción triste que pudiese sonar por mis audífonos, aun así… me sentía atormentada por dentro ¿Qué sería de mí ahora? ¿De mis planes a futuro? Ahora todo suena como un piano triste, como cenizas, como todo y como nada… me siento consumida en la tristeza.

 

—Necesito morir…—decían mis labios de manera tan inaudible que me preguntaba si Freya podía oírlo aun estando sobre su oído.

 

—No…

 

—Tengo ganas de correr, Freya…  me siento tan abandonada por Aretha, no sé qué pensar… no sé si lo odio o lo sigo queriendo tanto que por eso me duele. ¿Y las promesas?

 

Pero Freya no decía nada, sólo forzaba sus manos alrededor de mi cuerpo porque ambas sabíamos que mi alma quería correr tan lejos que se escaparía con tan sólo salirse un milímetro de mi cuerpo.

 

—Odio que me hagas llorar. —Dice Freya enterrándose entre la almohada y mi hombro— Dime…todo lo que sientes…

 

—Dolor, frustración, incertidumbre, miedo… Todo es tan diferente… todo tanto me duele, como si un día hubiese sido una princesa y repentinamente el castillo se me vino encima, todas las cosas que creía ahora están desmoronadas. ¿Recuerdas esa peli de amor que vimos la última vez?

 

— ¿En la que lloramos tanto que tu mamá nos regañó? —Solloza Freya con incertidumbre. Su voz precipitada de siempre ahora es tan temblorosa.

 

—Sí… esa… ¿Desde eso que no llorábamos así?

 

—Creo…—suspira Freya acurrucando su cabeza. —Tengo pelos tuyos en mi boca.

 

—Pues quítatelos…—dije.

 

De repente suspiré fuerte, abracé la espalda de Freya con tantas ganas que sentí como si su corazón se hubiese saludado con el mío, levanté mis ojos adoloridos de tanta tristeza y miré la ventana… la oscuridad y las poquísimas estrellas. Sólo podía suspirar, respirar un aire falso… cerré los ojos, sentí cómo mis pupilas se despedían de todo y comencé a mover los labios cantando aquella balada depresiva que según yo me entendía…apreté a Freya y empecé a imaginar que mi alma salía de mi cuerpo para poder oxigenarse del recuerdo de las estrellas. Comencé a llorar más fuerte, mi pecho chocaba con el de Freya y ella me apretaba como si fuese dulces cadenas atándome a la cordura. Lo sentí fluir por mis venas, no había llorado así en ningún momento… lloraba, lloraba y lloraba sin progreso de saber que lo hacía antes, pero imaginariamente un oscuro baúl lleno de tristeza fluyó desde la punta de mis pies hasta las lágrimas… estaba enrabiada, depresiva, molesta y tenía tantas ganas de gritar como de irme a la mierda y dormir en los brazos de Freya por muchísimo tiempo, ella lo entendía, mi mejor amiga lo sabía y lloraba conmigo empáticamente.

 

—Por una pendeja…tan de mierda…—Susurré de forma inaudible, aunque por dentro fue un grito tan desgarrador que hizo eco en mis oídos.

 

—Fácil. —Dijo Freya apretándome con enojo. —Fácil…Fácil y puta. —Decía con rabia sosteniéndome con más fuerza.

 

Tenía los ojos hinchados, pero estaba agradecida de que fuese madrugada del sábado, con un silencio que sólo podía ser roto por el llanto de Freya y el mío. Quería que acabase el dolor y a la vez no, todo era como una marea de enormes olas de dolor tras dolor y más puto dolor, no quería acostumbrarme a ello. El aroma de Freya amenazaba con ventaja el putrefacto olor a depresión que manifestaba mi cuarto como una horrible infección, las mentiras de Víctor colgaban del techo. Mis sentimientos eran oscuros y fríos brazos que me sostenían con fuerza y en este momento el calor del abrazo de Freya disminuía el dolor cual anestesia inyectada en mi pecho… y yo pensaba ¿Qué sería de mí sin ella?

 

—…Freya arcoíris…llamando a… Aurora boreal…—susurró Freya con lentitud eterna.

 

— ¿Sí? —Pronuncié con una mínima estabilidad, lo dije despacio y suave, pero ella lo oyó.

 

— ¿Estás ahí? —Preguntó moviendo sus dedos en mi espalda como señal de cariño.

 

—Sí…—respondí—, pero… a la vez muy lejos de aquí.

 

— ¿Quieres que te busque? ¿O que te espere? —Dijo riéndose con una sutileza tan extraña que esa carcajada sonaba a dolor.

 

—Tú ya me encontraste. —Suspiré pensando en que al fin estas lágrimas se sentían acompañadas. —Gracias por estar siempre conmigo.

 

—Eres como la hermana que nunca tuve, Aury. —Dice Freya suspirando con dulzura.

 

—Ya tienes una hermana.

 

—Pero no me cae tan bien…—Se ríe.

 

La suavidad de las palabras de Freya abrigó mi alma cubriendo mis labios con una sonrisa, pero no bastaron más de diez segundos de silencio para quebrarme otra vez.

 

—Ay, Freya…—suspiré lloriqueando.

 

—No te preocupes…—dijo— no te preocupes…

 

— ¿Por qué a mí? Yo nunca le hice nada malo…—aprieto mi labio inferior con los dientes— Te lo juro…

 

— ¡Yo lo sé! —Exclama Freya con molestia—También te juro que si veo a esa pendeja o a Víctor les romperé la cara.

 

—Freya…—La nombro deteniéndome específicamente bajo un punto de oscuridad.

 

— ¿Qué ocurre? —Preguntó ella soltando nuestro agarre, se levantó un poquito y me miró directamente a los ojos.

 

— ¿Tú por qué crees que me engañó?  —Le pregunto evitando mirarle, estoy avergonzada, pero esa duda me carcome el alma y si no lo hablo con Freya, me comerá lentamente. —Tú… ¿Crees que ella es más bonita que yo?

 

Lo único que vi con más evidencia fueron las cejas de mi mejor amiga arqueándose al ritmo de la incertidumbre y el dolor repentino. Se mordió el labio en un horrible suspiro y mirando la nada a lo lejos en mi cuarto vi caer de sus hermosos ojos enrojecidos dos lágrimas cargadas de emoción.

 

—No lo sé…—suspira moviendo su cabeza al compás de no entenderlo— No lo sé, Aury… no sé si el weón se calentó con la tipa, si él se sentía aburrido de ti… —me mira levantando los hombros sin parar el llanto— no sé si él la conocía de hace tiempo o no sé qué mierda…Aury, pero yo estoy segura, y te lo juro —me mira a los ojos— que tú eres la chica más bonita que he conocido… en todo sentido… por la mierda. —Se molesta.

 

—No te alteres, por favor. —Le digo sintiendo una de mis lágrimas acariciarme los labios.

 

— ¡Es que lo odio! —Grita jalándose el cabello sin control.

 

— ¡Ya! No…no…—lloro— Ven, por favor abrázame…con toda tu fuerza.

 

Puse mis manos sobre las manos de Freya, peine su cabello chocolate y la miré a los ojos rogándole un control que ninguna de ambas tenía…ella suspiró dejando caer la tensión de sus hombros y me miró con una ligera sonrisa. Es una madrugada de terribles suspiros dolorosos.

 

—Te amo, Aury. —Dijo abrazándome sin consuelo.

 

—Ya…ven. —Me recosté con ella nuevamente, nos tapé y comencé a peinarla.

 

—No vamos a dormir ni una mierda Aury boreal. —dice riéndose.

 

—Nuestra cara estará hinchadísima, Freya arcoíris. —me contagia.

 

Nos apegamos tanto que el calor me agobiaba un poco. Cerré los ojos con los sentimientos a flor de piel, pero calmados…sentí como si Freya y yo hubiésemos navegado por una tormenta, la cual ahora solo eran olas impregnadas de piedad. Dormimos juntas algunas horas.

 

La alarma de mi reloj comenzó a sonar estrepitosamente a la 1pm, desperté con un dolor de cabeza acompañado de una hinchazón en mis parpados digna de una película de terror. Freya no estaba en mi cama y parpadee rápido de la incertidumbre ¿Se había ido? Entonces fue cuando caí en cuenta que mi teléfono no tenía alarmas activadas desde hace meses; cuando desactivé el maldito ruido y dejé el aparato sobre mi mesita vi en ella un papel doblado.

 

— ¿Y ahora qué? —Deje salir de mis labios con una risita.

 

Cuando vi el papel antes de notar lo que decía reconocí instantáneamente la caligrafía de Freya, tan dura y poco sutil como si escribiera un niño revoltoso de cuatro años.

 

Pasaré por ti a las 3:00pm, más te vale que te hayas bañado y perfumado correctamente para cuando esté ahí, vístete como te sientas más hermosa”. Comencé a reírme y me pregunté muchas cosas…creo que después de todo lo que pasamos anoche sería factible salir juntas o lo que quiera que se le ocurra a Freya. Creo que por primera vez en semanas se apareció alguna risa sincera por mi boca.

 

Me levanté poniendo ambos pies descalzos sobre el piso de mi cuarto, tener una razón para salir de mi habitación era un logro exquisito que no había sentido con total satisfacción hace muchísimo tiempo… estiré mi cuerpo como si hasta el sol estuviera de mi lado esta mañana, di pasos tembloroso por la ropa sucia regada en el piso y tomé el pomo de la puerta con seguridad. Las cadenas que me deprimían estaban ligeramente débiles.

 

— ¿Mamá? —Pregunto dirigiendo mi voz al primer piso, pero nadie respondió. Mis padres trabajaban.

 

Me acerqué con lentitud al baño y desnudé mi cuerpo frente al enorme espejo sobre el lavamanos. Me peiné el cabello dejándolo caer por mis hombros, el color almendra de mi pelo se veía más claro por la gran luz del sol que entraba por la ventanilla del baño permitiéndome ver lo poco cuidado que lo mantenía. Acerqué mi rostro al reflejo mirando la horrible hinchazón y las asquerosas ojeras adornándome, también algunos granitos sobre mi frente, pero algo extraño se asomaba por mi rostro más que cualquier desperfecto natural: buen ánimo.

 

Me metí al agua caliente como si así pudiese desechar de mi cuerpo algún rastro de depresión física, me puse tanto shampoo en el cabello que la blanquecina espuma me cubría casi por completo.

 

—uhm…—suspiré recordando las palabras de Freya.

 

Miré mis pies mientras el agua caía por mi cabeza sin cesar, parpadee lentamente  mirando mi abdomen, toqué mis caderas y fruncí el ceño ante mis bultitos de kilos sobrantes sobre mi estómago. Caí otra vez… me atrapó un enorme monstruo abrazándome por la espalda, clavándome toxinas en el pecho… y lloré.

 

— ¿Por qué?... —Me susurré ante el dolor, de la nada.

 

Quise gritar, agarrarme el cuerpo y desgarrarlo ante arrebatos estúpidos y poco racionales. Posé mis manos sobre mis ojos hartos ya de sufrir… me senté desconsolada sobre la cerámica y la lluvia de la ducha me golpeaba con suavidad como palmaditas en el cuerpo. Me mordí el brazo mientras lo apoyaba en mis rodillas flexionadas y cerré los ojos. Pasé minutos largos ahí, quieta. Estrepitosamente paré de llorar, pero mis ojos quedaron pegados en la nada observando inversamente mi cerebro sin pensar en nada y pensándolo todo a la vez.

 

—Freya…—Suspiré volviendo a la realidad.

 

Me levanté con cuidado de no resbalar y seguí bañándome como correspondía. Salí de la ducha caminando de puntillas a mi cuarto, una vez ahí secarme el cuerpo sería el primer paso, el más fácil.

 

La ropa que estaba sucia tirada por todas partes era entraba en la clasificación de pantaloncillos y pijamas, por lo cual tenía limpia la mayoría de mi ropa casual. A pesar que Freya me indicó que me vistiera de manera que “me sintiera linda” no le puse especial empeño a ello, sólo vestí un jeans apretado y un suéter turquesa de lo más simple. Haciendo caso a las exigencias de Freya, me perfumé con la misma esencia que ella se puso a echarle al cuarto como si fuese agua bendita.

 

—Tú y tus ideas…—suspiré con incertidumbre mirando la hora en mi celular. — dos y media…

 

Me quedé sentada sobre el sofá de mi sala disfrutando el aire fresco y la soledad que me amenazaba constantemente con otro ataque de angustia. Los minutos pasaban y las tres de la tarde se hacían presentes sin Freya, tampoco es que mi mejor amiga fuese una tipa muy puntual…de hecho Freya era muy mierda para estas cosas, pero por un segundo esperé que ella realmente llegase a la hora.

 

— ¿Dónde estás? Maldita seas. —Atiné a mirar la hora nuevamente un rato largo después, tres y media.

 

Cuando quedaban sólo diez minutos para las cuatro sentí que algo se estaba poniendo feo dentro de mí. Tomé mi teléfono y marqué el número de Freya, sonó un par de segundos hasta que contestara la llamada.

 

—Aurora boreal llamando a Freya arcoíris. —dije molesta. Nunca hay que perder los modales. — ¿Dónde se supone que estás?

 

— ¡Aquí Freya arcoíris! —Grita mi mejor amiga con la voz terriblemente agitada.

 

— ¿Qué te pasó? —Levanto una ceja.

 

—Aury, Aury…—jadea— Ya voy ¡Perdóname! ¡Ya casi estoy llegando!

 

—Vives a dos calles de mi casa. —recalco.

 

— ¡Ya casi! ¡Espera! —Fue lo último que dijo cortando la llamada.

 

Aun no alcanzaba a guardar el teléfono en mi chaqueta cuando un par de bocinazos sonaron fuera de mi casa. Me levanté impregnada de pereza sin siquiera mirar quien era porque obviamente ya lo sabía. Abrí la puerta con lentitud y ahí estaba… reconocí el auto del hermano mayor de Freya y ella estaba de pie frente a la reja con las manos en la espalda.

 

— ¿Eh? —Noté algo raro en el rostro de Freya, líneas rojizas en el área del pómulo izquierdo. —Está abierto. —Dije mirando la reja que no tenía seguro puesto.

 

Freya estiró una de sus manos por los barrotes y empujó la puerta acercándose a mí, cada paso que daba me hacía ver con más claridad que su rostro portaba en sí marcas antinaturales.

 

—Disculpa el retraso…—Suspira.

 

—No, si ya sé que eres retrasada ¿Qué hiciste? —Miro su rostro fijamente. —¿Dónde estabas?

 

—Nada…¿Estabas llorando? —Levanta sus ojitos ante los míos.

 

La luz de la mañana se regocijaba provocando que el pardo de los ojos de Freya dejase el verde en su iris a máxima expresión. Lo que en su cara había eran rasguños queriendo ocultarse con base y maquillaje, pero era imposible, al menos para mí.

 

—No me mientas…—Suspiré sintiendo parches en una herida falsa. Freya solo desvió sus ojos manteniendo ambas manos en la espalda.

 

—Te traje flores…—susurró sin mirarme.

 

Adelantó uno de sus brazos, sus ojos se empaparon de un suave rosa pastel similar al que yo poseía anteriormente mostrándome de forma acuosa la tristeza impregnada en expresión de lágrimas, su rostro rojizo y sus mejillas rosáceas se formaron rápidamente en una primavera de color similar a las rosas que sus manos temblorosas sostenían frente a mí.

 

—Yo…—suspira— La vi y no pude evitarlo.

 

Tomé con mis manos frías el ramo de rosas sin poder comprenderlo del todo, como si un beat hubiese sonado dentro de mí cambiando el color del mar.

 

—¿Qué hiciste? —Pregunto jalándole la chaqueta para llevarla dentro de mi casa. —¿Quién te rasguño?

 

—Prométeme que no te vas a enojar. —Dice arqueando las cejas.

 

—Freya. —Digo duramente evitando el rodeo.

 

Mi corazón se tornó azul, sentí un escalofrío por mis hombros. Yo ya me había dado cuenta… pero necesitaba que me lo confirmase a los ojos. Su iris verde dentro de mi casa se había vuelto marrón.

 

—La vi, Aury. —Suspira Freya desviando su vista— Y te juro que no pude aguantarlo, la insulté y cuando habíamos terminado de gritar un poco te llamó “puta” y me descontrolé.

 

Miré el techo para tragar la información llena de sentimientos extraños. Sin nombrarla yo ya sabía que se refería a la zorra con la que Víctor me fue infiel.

 

—Entonces me abalancé y comenzamos a pelear…—Freya me mira encogiendo los hombros.

 

—A la mierda…—me comienzo a mover nerviosa por todas partes. —No puedo creerlo ¡¿Es que estás mal de la cabeza?!

 

—¡¿Pero qué querías que hiciera?! —Grita Freya entre enojo e incertidumbre.

 

—¡Freya! Es una pendeja menor de edad. —Le digo cortante— ¡¿Sabes que te pueden demandar por golpear a esa perra?! ¡Tonta weona!

 

—¡¿Y crees que me importa?! —Exclama — La vi, nos peleamos, punto.

 

No podía creerlo, ni siquiera podía asimilar lo que pasaba aun cuando Freya me había jurado que la iba a golpear hace tan sólo unas horas…puta mierda.

 

—¡¿Dónde estabas?! —Le grito levantando mi mano sobre mi cabeza.

 

Freya se dejó caer en el sofá con pereza sobre todo el cuerpo, no hizo nada más que mirar mi mano que aún sostenía el ramo de rosas ignorado por mí, y lo supe. Me relajé instantáneamente, mis hombros dejaron caer el peso de mi cabeza llena de sentimientos alocados e indescriptibles para sólo reencontrarse con uno. Las mejillas de Freya volvieron al infierno avergonzado del rojo y mi barriga se revolvió de ternura.

 

—Me levanté temprano…—dice bajito— No quise dejarte esperando…yo en serio, perdón…

 

—Están hermosas. —Le confieso con una dulce risita. —Es inesperado…—suspiro sentándome a su lado.

 

—Escogí las más bonitas…—sonríe evitando mirarme.

 

Me quedé absorta en los pétalos de las flores; pensé tantas cosas de Freya en ese momento que ni siquiera pude evitar pensar en el precio que debió pagar por ellas.

 

—Eres una idiota jaja…—dije mientras reía. —Ven aquí.

 

La abracé con fuerza besándole el pómulo con sutileza y me mordí el labio evitando llorar, de por sí…lloro mucho.

 

—No quise llegar tarde, de verdad. —dice haciendo una mueca incómoda con su rostro.

 

—No, no, mira…—Suspiro dejando salir sentimientos negros de mí — No importa, esa tipa no importa…yo estoy preocupada de ti, de tu rostro y esos feos rasguños de puta.

 

—¡Ay, sí! —Exclama Freya— Menos mal que la putería no se contagia.

 

—¡Jajaja! ¡Que eres imbécil! Vamos a solucionar esto después. —Volví a abrazarla. No quería dejar de abrazarla.

 

Nos absorbimos el silencio de mi casa en un abrazo mutuo en el cuál nos decíamos todo. Admito que estas semanas he estado tan sumida en la depresión que no había querido ver que Freya siempre estuvo conmigo… la había abrazado tantas veces y ella me había buscado consuelo hasta bajo la almohada, pero nada había servido y místicamente desde ayer y algunas horas que podía sentirme acompañada por su hermosa presencia.

 

—Por cierto…—Dice Freya soltando lentamente nuestro agarre— Estás bellísima.

 

—Cállate. —Me río.

 

—No, en serio… hueles tan rico…—inhala mi aroma.

 

—No quiero que nadie arruine lo que sea que hayas planeado en estas horas. —Le digo levantándome a poner sus rosas en agua.

 

—De hecho no es tan así. —Freya se sonroja— Quiero que te distraigas, que salgamos ya de tu cuarto y al menos respires aire fresco.

 

—¿Por qué las flores? —Le pregunto desde la cocina acariciando los pétalos.

 

Oí un enorme silencio antes de su respuesta. Es un gesto hermoso y no puedo evitar encantarme con esto.

 

—Pensé que sería la mejor forma de iniciar la cita. —Dice con una carcajada de lo más traviesa.

 

—¿Cita? —le pregunto arqueando una ceja.

 

—Verás…Vamos a tener un día, una cita, hermosa. —Balbucea Freya. — ¡hice un plan!

 

—¡Espera! Espera, espera…—Parpadeo acercándome a ella— ¿Qué? —Le entrego un vaso con jugo que le serví.

 

—Eso…—Bebe rápidamente.

 

—¿Qué clase de cita? O sea… ¿qué?

 

Miré de reojo los ojos de Freya mientras bebía el jugo como si no quisiera responderme. De hecho recién caí en cuenta que estaba conduciendo ella el auto de su hermano mayor.

 

—He salido con muchas chicas. —Dice Freya rápidamente moviendo las manos— y…

 

—¡No! —Grito mirándole a los ojos levantándome rápidamente del sofá —¡Freya, no! Sabes que yo te amo, mierda. Respeto tus gustos y ningún problema…pero a mí no metas con tus cosas, yo no ¡Conmigo no!

 

—¡Ay que eres exagerada! —Se queja Freya.

 

—Freya, no…—le digo duramente ¡Yo no soy de ese tipo! —Tú sabes perfectamente como soy, me gustan los chicos —susurro molestándola— así que no.

 

—¡Así no! ¡Freya arcoíris llamando a Aury PARANOICA boreal! ¡¿Me dejas explicar?! —Freya me invita a sentarme otra vez, totalmente enrojecida.

 

Sólo blanquee los ojos. Conozco a Freya y sé que nunca las cosas salen como ella lo piensa. Tenía las intenciones de salir con ella, pero no voy a permitir que haga tonteras.

 

—Te decía…—suspira mi mejor amiga.

 

Freya se congeló, levantó la manito tratando de hablar, pero las palabras no salían de su boca…es más, su rostro se enrojeció más y me sentí boba, incómoda, pena ajena, una cosa rara que me impulsó a querer disculparme por ser tan defensiva y sólo dije:

 

—Tú has salido con muchas chicas y…—comienzo impulsándola.

 

—¡Jamás me ha salido bien! —Exclama como si el tiempo en su cuerpo continuase de lo más natural— Siempre he sentido que todo falla de alguna manera. —Se queja mientras arqueo la ceja de encanto y risa por sus gestos. — Entonces no quiero que pase contigo, quiero que tú tengas una cita linda y desde hace tiempo he planeado una serie de actividades perfectas para que todo sea divertido…no quiero que nadie rompa más tu corazoncito.

 

—¿Por eso trajiste el auto de tu hermano? —Le miro de reojo con dulzura.

 

—Él me lo prestó.

 

—¿A cambio de qué? —Le miro directamente.

 

—Nada. —Dice Freya con naturalidad. Largos segundos de mi silencio le presionaron— Bien…que le hiciera algunos ítems de proyectos de la universidad.

 

—Ni siquiera haces los tuyos. —Me río blanqueando los ojos.

 

—Todo sea por ti. —Suspira.

 

—Bueno…—susurré resignándome a salir, después de todo sé que con Freya nada podría salir mal…al menos tan mal— tampoco es que hayas hecho una listita de cosas perfectas en una cita en un papel bonito.

 

—Claro que no, —dice Freya levantándose— Hice la lista en el papel de un cuaderno cualquiera.

 

—¿Bromeas?

 

—No…¿Has comido algo? —Pregunta Freya mirándome de pies a cabeza.

 

—La verdad es que no, planeaba desayunar ahora o algo. —le digo como idea apresurada, me he olvidado de comer estos días.

 

—Para tu suerte he planeado el posible desayuno así que te invitaré a comer algo rico ¿Vamos? —Dice Freya levantándose con rapidez ordenando su cabello y su ropa, para luego ofrecerme su mano.

 

Miré detenidamente la mano de Freya antes de ejecutar algún movimiento, sólo alcé la ceja ante sus  dedos y en un suspiro indetectable estiré mi mano a la de ella. Instantáneamente un campo imaginario de fuerza protectora me envolvió con rapidez.

 

Salimos de mi casa como un par de niñas emocionadas, yo lo estaba…aunque no se me hacía fácil poder expresarlo. Freya se adelantó abriéndome la puerta del auto y me carcajee de extrañeza; Freya no es una chica especialmente educada, ni mucho menos atenta en esta clase de cosas…es más, se le olvidan las fechas importantes y siempre tiene excusas tontas.

 

—En la cajuela hay un pendrive con música, ponlo. —Dice Freya mientras pasa el cinturón de seguridad por su pecho.

 

—¿Música? Bien…—dije tomando el pequeño aparato de plástico rojo, Freya ama el rojo. —…Freya.

 

—¿Si? —Mi mejor amiga no me mira y ajusta todo antes de partir.

 

—Sé que has tenido muchísimas citas. —Susurro recordando— Pero… ¿Has tenido muchas más de las que me has contado?

 

Freya volteó el rostro hacia mí y abrió sus ojos como si yo le hubiese cuestionado lo más extraño del mundo. Sólo comenzó a reír y asintió con su cabeza.

 

—Varias, pero de alguna manera termino decepcionada. —Responde haciendo muecas inconformes con su rostro.

 

—¿Malas en qué sentido? —Le pregunto. Freya es una chica demasiado llevada a sus ideas. A pesar de que muchas personas han estado interesada en ella…mi mejor amiga se aburre con facilidad cuando simplemente aquellas personas no parecen encajar con el príncipe azul, aunque actualmente sería una especie de princesa, creo.

 

—Creo que la cita más horrible que tuve, y corta…—dice Freya con énfasis— duró unos tres minutos.

 

—¿Por qué? —Exclamo sin evitar reír.

 

—Pon el maldito pendrive. —ordena ella sin dirigirme la mirada.

 

Le hice caso, puse el maldito pendrive e instantáneamente Freya apretó el botón de reproducir. Break Free de Ariana Grande comenzó a sonar en los parlantes, sentí como los vellos de mis brazos se erizaban de placer y miré a Freya como si me hubiese dado un orgasmo en los oídos.

 

—Te amo…—Le dije a Freya.

 

—Lo sé. —Dice lanzándome un beso con el mismo rostro placentero— Tuve una cita con una mina una vez…y dijo textualmente: —levanta un dedo— «¿Puedo cambiar la música? Es que esta cantante no me gusta.»

 

—¡¿Qué?! —Exclamo indignada— ¡¿Y qué hiciste?!

 

—Lo que cualquiera haría —Dice mirándome— retrocedí la calle que había conducido y le dije cordialmente: Lo nuestro no va a funcionar, así que bájese de mi auto, chao.

 

A esto me refería. Comencé a reírme sin escrúpulos; si algo tenía Freya de genial era su capacidad de narrar acontecimientos con tanta gracia y con la personalidad que ella tiene, todo siempre parece ser cómico.

 

Cerré los ojos ante la música, bajé el vidrio de la ventana para sentir el fuerte aire fresco en mi rostro y comencé a mover mis labios al ritmo de la letra de Break Free. Por un momento quise ahogarme en el ruido y desaparecer, sentir como si mi cuerpo se derritiera en las notas musicales. Comencé a llorar de la nada, porque yo de la nada lloraba… pero no me preocupé, ni pensé en nada más que mi propia depresión que aún no se iba.

 

—La palanca de cambios está más allá. —Dije con una risita aguda al sentir que Freya ponía su mano en mi rodilla.

 

—Lo sé. —Contestó con la misma risa. — ¿Qué sientes?

 

Suspiré con una combinación tortuosa de resignación e impulso emocional. “Tengo hambre” Le dije, y Freya me miró de reojo como señal de buen humor. No estaba segura donde me estaba llevando mi mejor amiga y la verdad es que no me preocupaba más allá de lo normal, no sentía ansias… es más, disfrutaba tanto el paisaje, el aire, la música, la compañía de Freya, que no podía siquiera pensar en que me bajaría del auto.

 

—Vamos a ir al centro de Progissea. —Dice Freya.

 

—¿Por qué tan lejos? —Le miro con una sonrisa de incertidumbre.

 

—Porque no quiero ir a ninguna parte donde veamos a gente de mierda que ya conocemos. —Dice Freya con arrogancia— No quiero que nos topemos con nadie, quiero realmente que estés tranquila.

 

Frenamos en un semáforo en rojo y me acomodé de manera que mi cuerpo quedase mirando a Freya directamente. Ella se volteó sin perder la concentración en el camino y levantó las cejas incitándome a decir lo que se suponía que yo quería decir.

 

—¿Pensaste en todo verdad? —Dije sonriendo de costado. Sentí unas mariposas en mi estómago que no habían aparecido en muchísimo tiempo. Por primera vez veía a Freya como si fuese otra persona, pero al mismo tiempo parecía tan cercana a mí.

 

—Digamos que le he dedicado tiempo. —Responde con seriedad, aunque un evidente rubor se asomó por sus mejillas.

 

Nos quedamos en silencio, la música resonaba suavemente y disfrutaba del paisaje mirando por la ventana a nuestros alrededores. Mi estómago gruñó por comida y la fatiga se hizo presente en mi organismo como un molestoso dolor de cabeza.

 

—Vamos a parar aquí primero. —Dice Freya estacionando el automóvil al costado de la avenida Strocci. —Muero de hambre… ¿Qué vamos a comer?

 

Me bajé del carro y comencé a mirar de esquina a esquina todos los establecimientos de comida, había panaderías, restaurantes, un local de sushi y hasta un McDonalds vistoso como de costumbre, pero mis ojos se centraron en la inigualable tienda de donuts.

 

—¡Donuts! Obvio. —Respondo mirando a Freya. Siempre comemos donuts juntas, incluso varias veces nos damos el desafío de comerlas de desayuno hasta la cena. Nunca olvidaré cuando me dio gastritis por combinar tantos sabores diferentes, uh.

 

—Tú si sabes. —Exclamó Freya apuntándome con ambas manos.

 

—¿Te parece si comemos a dentro del auto? —pregunto.

 

La ceja izquierda de Freya se levantó traviesa regalándole a su rostro una exquisita expresión de duda y encanto.

 

—¿En serio? —dice mi mejor amiga con una sonrisa por toda la boca.

 

—Sí…—susurro— Es que no quiero ir a comer ahí, hay mucha gente.

 

Freya asintió con su cabeza y volví a introducirme dentro del auto. La tarde estaba fresca, el sol se posaba majestuoso sobre la ciudad con sus tibios rayos. La avenida estaba demasiado transitada como para poder evitar mirar a la gente mientas caminaba, veía la espalda de los muchachos y de alguna manera se me apretó el pecho, como si volviera a ver a Víctor y al mismo tiempo no querer encontrármelo.

 

—¿Freya?... —suspiré buscándola con mis ojos, pero no la veía.

 

Por un momento mis manos se perdieron agarrando cosas entre las pertenencias de Freya, me sentí ansiosa… como si una pequeña chispa estuviese amenazándome con quemarme por dentro y crear un caos. Mi mano derecha temblaba y sin quererlo posé mis dedos sobre el dorso de mi mano libre, me rasguñe sin consciencia, mis uñas estaban cortas, más que nada carcomidas por mis propios nervios anteriores. Los minutos pasaban y Freya no aparecía, caí en una efímera y ridícula crisis de pánico.

 

—No había tanta gente…—Escucho la dulce voz de Freya asomándose por la ventana del conductor— Por suerte ya… Aury ¿estás bien?

 

Asentí con la cabeza sin poder pronunciar palabra alguna, pero quería llorar. Miré directamente los ojos de Freya ignorando cualquier otro estímulo, me mordí el labio inferior impregnada de vergüenza y ella lo supo.

 

—Necesitas café. —Dijo sonriendo de costado.

 

Levanté los hombros de resignación contagiándome su sonrisita boba. Freya entró en el carro y me pasó un enorme vaso desechable de café calentito y espumoso.

 

—Con endulzante. —Dice Freya mirándome con encanto— Oh… y mira, te decía que al fin volvieron esas donuts que te gustan.

 

Desvié mis ojos a los rasguños rojizos que se apoderaban del rostro de mi mejor amiga, pensé entonces que para Freya debe serle difícil protegerme en este momento y debía poner de mi parte.  Tomé con mi mano libre la caja de donuts que Freya mantenía sobre la palma esperando mi aprobación.

 

Mientras Freya se acomodaba en el asiento le di un pequeño sorbo a mi café quemándome la comisura del labio con él; sabía rico, tal y como a mí me gusta. No sabía qué donuts seleccionar, literalmente las seis que venían en la cajita eran de mis sabores preferidos; frambuesa con chispitas, chocolate, pistacho, manjar, yogurth y de frutos secos.

 

—Elige. —Dice Freya antes de darle un sorbo a su café— Te cederé la victoria.

 

—No se vale. —Digo fingiendo enojo.

 

De alguna manera siempre que compramos donuts hay un sabor que ambas nos queremos pelear y lo solucionamos con “piedra, papel o tijeras”, la que gana saca la primera donut.

 

—Oh vamos…—se queja Freya— Elige el que gustes y yo elegiré la segunda, no es necesario “piedra, papel o tijeras”.

 

—Lo dices porque siempre gano. —me carcajeo.

 

—¡Claro que no! —Exclama Freya mirándome con indignación. Renegó con la cabeza antes de seguir bebiendo café.

 

—Obvio que sí. —Reafirmo mis palabras— Freya siempre haces tijeras… debe ser porque eres lesbiana.

 

Freya se atragantó de la risa con el café y comenzó a reírse expulsando el líquido de su boca. Juro que pude verlo en cámara lenta, de su boca explotando las migas y el líquido por todo el espacio.

 

—¡Mi nariz! —Grita buscando algo con qué secarse— ¡Eres una imbécil, Aury! ¡jajaja! Se me salió el puto café por la nariz.

 

—¡Jajaja! ¡Pero si es cierto! —Le entrego servilletas que tenía la cajita de donuts. —Bien, escogeré frambuesa chispitas así tú te quedas con la de chocolate, para luego yo tener la de manjar.

 

—Pero a ti te gusta más la de chocolate que la de manjar. —Me mira de reojo secándose la ropa con la servilleta.

 

—Sí, pero me gusta más la de frambuesa que la de chocolate y a ti te gusta más la de chocolate que de frambuesa, así cuando yo escoja frambuesa tú te quedarás con las que también te gustan. —Explico.

 

Freya se quedó inmóvil, progresivamente alzó la ceja y me di cuenta que no había entendido nada, quizá lo dije muy rápido… aunque estoy segura que el cerebro de Freya explotó y debería estar saliendo humo de sus orejas.

 

—¿Qué? —Fue lo único que dijo haciendo una horrible mueca de incertidumbre.

 

—Tampoco es tan complicado. —Suspiro tomando café.

 

—Lo único que entiendo es que no estás escogiendo todas tus donuts favoritas. —Dice Freya con molestia.

 

—Trajiste todos mis sabores favoritos. —Digo poniendo ambas manos alrededor del vaso— y te estoy dejando comer los que más te gustan a ti también.

 

Freya abrió los ojos de par en par y comenzó a sonreír.  Tomamos una donut cada una y chocándolas en signo de saludo comenzamos a comerlas.

 

—Mierda, moría de hambre…—Dice Freya con la boca llena de chocolate.

 

Al primer bocado sentí que mi boca se derritió de placer, no había comido algo así en semanas… Freya me había invitado a salir, me había llevado comida y estuvo presionándome semanas atrás, pero yo no cedía. Esto es muy simple, pero un mordiscón a esta donut es un triunfo de ambas.  Cerré los ojos dejándome cautivar por el dulzor… mis labios olvidaron el sabor de las calientes lágrimas y se centraron en la crema de frambuesa que acariciaba mi boca como un tibio reencuentro.

 

—Que rico…—dije bajito con la boca repleta de masa y glaseado.

 

—Ya tenía hambre. —Dice Freya sacando otra donut.

 

Éramos un par de cerdas comiendo donuts como si se estuviesen por extinguir, aunque siempre comíamos las donuts de esa manera. Repentinamente me pregunté por qué las donuts se veían más hermosas que de costumbre, creí que era por el tiempo de no haber comido siquiera una o el hambre que sentía, pero no… Freya realmente había comprado de lo más caro, el café, las donuts, si hasta la cajita que las traía se notaba más especial.

 

—¿Qué pasa? —Pregunta Freya luego de un largo rato de silencio. Me quedé pegada mirándola.

 

—Nada…—suspiro— ¡Oye! —Recuerdo exaltada.

 

—¡¿Qué?! —Exclama Freya imitando mi expresión.

 

—¿Tú no tenías ensayo con tu banda hoy? —Pregunto frunciendo el ceño.

 

—Precisamente. —Dice Freya—Le mandé un WhatsApp al grupo, les dije que tenía algo importante que hacer y que no iba a faltar el próximo ensayo ni nada de eso.

 

—En poco tiempo es el festival de música, tienes que ensayar.

 

—Tú no me mandas. —Dice dificultosamente con la puta boca llena de comida.

 

Freya es guitarrista y segunda voz es una banda de mierda creada por unos amigos en común que tenemos, aunque claro ella los conoce más que yo. Freya ama la música, recuerdo que de niñas siempre solía tocar instrumentos y cantar muy mal, pero con los años ha mejorado y ahora lo hace por hobbie, pasión y una especie de… ¿atributo estético? Ella dice que ser de una banda le hace ver más popular, yo por otra parte le veo igual de pendeja como cuando nos hacían tocar en el colegio “los pollitos dicen” en la flauta dulce.

 

—Tengo una sorpresa para ti, Aury. —Dice Freya moviendo las cejas de manera chistosa.

 

—¿Qué? —Pregunto riendo.

 

—El otro día acompañé a mi cuñada y su hermana a comprar telas para un desfile de su universidad a un lugar distinto de dónde vamos tú y yo. —Freya pone en marcha el auto y comienza a conducir con cuidado.

 

—¿La que estudia diseño de vestuario? —Digo más como afirmación que duda.

 

—Sí, Kathy. Te juro Aury que te hubieras muerto de la emoción de ver tantas telas hermosas, carísimas. —Recalca mi mejor amiga— Mira en el asiento trasero, se me había olvidado pasártelo ayer.

 

Seguí las instrucciones de Freya y cuando voltee vi una enorme bolsa envolviendo algo, esta cosa ocupaba casi los dos asientos de atrás. Agarré con fuerza el misterioso objeto, y desenvolviéndolo noté que eran metros de felpa color turquesa, aquella misma tela que estuvimos buscando hace meses con Freya, el tono exacto, la textura exacta.

 

­—¡Aretha santísima! —Exclamo tocando la tela con ambas manos. —¡Es perfecta!

 

—¡Lo sé! —Dice Freya— Te juro que cuando la vi me dije “a Aury le encantará”, entonces la compré para que hagas tus peluches y esas mierdas aburridas.

 

Estudio pedagogía en humanismos, amo enseñar y estar con niños, pero por otra parte una de las cosas que más me gusta es hacer manualidades y peluches… es un poco raro lo sé, pero amo inventar criaturas de felpa o vestidos para las muñecas; gasto bastante dinero comprando telas, hilos y accesorios, pero simplemente lo amo.  Recuerdo que de niñas Freya terminó por regalarme progresivamente todas las muñecas y Barbies que sus padres le obsequiaban porque se las pedía regularmente como modelos de los vestiditos que hacía.

 

—Sigo pensando que deberías vender algunas de las cosas que haces. —Dice Freya mirando los espejos del auto mientras conduce. —Haces peluches lindos, seguro la gente pagaría por ellos.

 

Apoyé mi cabeza contra el asiento y cerré los ojos, instantáneamente mi mente se transportó a una noche lejana que ahora parecía nada más como si hubiera ocurrido ayer; muchos peluches que tenía en mi cuarto y ciertos objetos que hice para Víctor sufrieron un cruel final, comencé a lanzarlos y romperlos en un arrebato de ira, celos y dolor.

 

—los hago por amor. —Suspiro bajito— no para ganar dinero.

 

—Bueno…si no me obsequiaras casi todo lo que haces, yo los compraría. —Dice Freya sonriéndome de costado.

 

—Eres una boba. ¿Ahora dónde vamos?

 

—Es una sorpresa. —Responde Freya riendo.

 

No tiene caso, no voy a presionarle porque Freya no puede guardarme secretos… recuerdo una vez que se enojó conmigo porque ella misma me dijo que me estaba organizando una fiesta sorpresa.

 

Empezamos a cantar con fuerza y conversar de cosas sin sentido, de otras personas, de la universidad. Freya siempre ha tenido una hermosa capacidad de hacerme sentir que todo estará bien sin importar lo feo que se vea… no estoy segura si es porque ella es muy relajada o no le toma el verdadero peso a las cosas, también es que yo soy bastante paranoica y me preocupo por todo.

 

—¿Qué otra cita ha salido mal? —Pregunté repentinamente saliéndome del tema de conversación.

 

—¿A qué viene eso? —Cuestiona Freya sin mirarme.

 

—No lo sé… me divierten tus anécdotas y el hecho de que nunca te he visto mucho tiempo con la misma chica.

 

Freya me miró de reojo como: “¿Me estás llamando puta?”. Y yo le negué con la cabeza con un: “No me refiero a eso”.

 

—Bueno una vez… jaja —Dice Freya sin evitar reírse— Invité a una chica a salir, amiga de un amigo, y la invité a comer donuts.

 

—¿Y? —Pregunto atenta a la siguiente idiotez que dirá.

 

—Dijo textualmente: «Ay no, tienen muchas calorías.» —Emite Freya con una voz burlesca. —Y te juro que puse cara de “Pues te haría bien para que te engorde el buen gusto, esquelética”. Entonces me comporté súper mala onda hasta que se aburrió.

 

—Freya no puedes ser tan grosera. —Le regaño riéndome, eso le quita validez a mis palabras— Si eres así ninguna chica te va a dar bola.

 

—Es que hay mujeres súper idiotas, Aury. —Se queja— y si la tipa no me cae bien, no voy a estar con ella.

 

—Tiene sentido lo que tú dices. —Le doy la razón— Pero es que exageras jajaja. Para serte honesta me cuesta mucho imaginar una chica que soporte tus tonteras.

 

—En el mundo hay alguien para cada quien. Sino mira al hijo puta de Víctor teniéndote a ti.

 

Me quedé callada, por muy bajo que me cayera las palabras de Freya ella tenía la razón. Se molestó, sus ojos estaban pegados en el camino y giraba el volante del auto con demasiada presión sobre sus puños… me silencié, pero no dejé de mirar su cabello castaño al viento y sus ojos metidos en quizás que cosas.

 

—Disculpa…—suspiró luego de unos minutos sin cambiar su expresión desagradada.

 

—Para nada —Digo acomodándome — No has dicho ninguna mentira. —Sonrío.

 

Ya casi estábamos llegando al centro de la ciudad. Freya y yo vivimos en las periferias así que veces muy específicas venimos aquí.

 

—Conociéndote…—susurro— Dudo que me hayas traído al cine.

 

—El cine es para gente sin creatividad —Dice Freya estacionando el auto en un enorme parking al costado del parque central de Progissea.

 

Freya bajó del auto y me abrió la puerta, no me acostumbro aun a esta Freya tan señorita. El aire del parque me acarició las mejillas, estiré mi cuerpo como si absorbiera el inigualable aroma a césped recién cortado.

 

—Estabas tan deprimida que ni siquiera te enteraste. —Dice Freya tomándome del brazo para comenzar a caminar.

 

—¿De qué? —pregunto seriamente.

 

Freya comenzó a carcajearse por dentro, seguimos a pasos lentos por el caminito de gravilla fina del parque, miraba a los niños y el estanque con patitos. Me sentí muy lejos de casa, pero como si de alguna manera me hubiese alejado de mi yo deprimida; todo parecía extremista, empezando por el suave agarre de Freya que me sostenía como un superhéroe afirmando a su amor secreto.

 

—El museo de arte contemporáneo inauguró hace poco una nueva exhibición. —Dice Freya mirándome directamente sin detener el paso.

 

Desde siempre me ha gustado ir al museo, ver las piezas arqueológicas, los cuadros, los esqueletos de animales y las esculturas. No podría explicar el placer satisfactorio de leer las leyendas y aprender algo nuevo cada dos pasos. Al principio a Freya le aburría acompañarme a estos lugares, pero dejó de sentirlo así cuando notó que yo la acompañaba de igual manera a sus conciertos underground que también me parecían aburridos.

 

—¿Exposición de qué? —Pregunto emocionada. Es seguro que ya vamos al museo, literalmente ya estamos caminando hacia él.

 

—¿Estás preparada? —Pregunta mi mejor amiga sonriendo con ansias— Leí en la página oficial que el museo de arte de Progissea hizo un acuerdo con el museo central de L’Eternita y Watercolor Kingdom para traer a Jeremy Von LeQueer y su última exhibición.

 

—¡Jeremy Von LeQueer! —Grito— ¡¿Pero que no andaba en Sans Soucci?!

 

—¡No! —Exclama Freya emocionada— Tu queridísimo artista favorito tiene exposición este mes.

 

—Mierda…—suspiro congelada. ¡Es que ese LeQueer es fantástico! Su perspectiva de la fotografía, su habilidad con el surrealismo y la esencia de todo es tan ¡Orgásmico! —Espera… si el museo tiene a J.V LeQueer… no debe ser gratis.

 

—Ni en tus mejores sueños. —Dice Freya. —Por eso…

 

Freya metió la mano en el bolsillo de su jean sacando su billetera con cuidado. Me miró a los ojos y sin despegarlos de mí sacó dos entradas de uno de los compartimientos.

 

—Mentira…—Digo con el corazón latiendo a mil por hora.

 

Pero sí, Freya tenía dos entradas al museo que ahora exhibía las obras de mi artista favorito. No sabía cómo reaccionar.

 

—Freya esto es carísimo…—digo sin creerlo aún— ¿De dónde lo sacaste? —Alzo una ceja.

 

—¿Qué te importa? Qué grosera, Aury. —Freya hace un puchero— Cuando estás en una cita no andas preguntando por el dinero del otro, qué poca clase.

 

—¡Jajá! Déjale eso a las tipas que no te conocen, porque yo tengo derecho a preguntarte hasta qué ropa interior traes. —le devuelvo el puchero.

 

—¿La azul? —Responde bajito.

 

Freya renegó con su cabeza fingiendo indignación, a los segundos no contuvo la risita tierna y me dejó de mirar alegando que era una idiota, y sí soy una idiota. Estaba feliz, realmente muy feliz… esto era sorpresivo, pero a la vez no lo era… es que Freya siempre ha sido una idiota linda. Di dos pasos apresurados y tomé con fuerza la mano de mi mejor amiga mientras no despegaba los ojos de la entrada que tenía entre mis dedos.

 

—Esto es hermoso…—Decía toda emocionada cada cinco segundos.

 

Mientras nos acercábamos al museo podía sentir en mis pies unas chispitas de colores que me incitaban a correr por todo el parque para llegar rápidamente a nuestro destino. Me sentía como una niña pequeña con un hermoso regalo entre los dedos. Miré de reojo a Freya que caminaba segura sonriendo con un ligero rubor en las mejillas…un rubor que de seguro mis mejillas expresaban millones de veces más intenso… entonces pensé ¿Freya ya había comprado las entradas desde hace días? Me había ocultado todo esto, porque según ella lo había planeado.

 

Llegamos a la entrada del museo y subí las escaleras con mucha velocidad. ¡Estoy tan emocionada Que podría gritar! Cuando pasamos las entradas le pedí al señor que me entregase la mitad de la entrada ya rota y Freya comenzó a reír.

 

—Tú siempre guardas estas mierdas. —Se carcajea Freya mirándome con desprecio.

 

—Claro que no.

 

—Claro que sí, siempre guardas pedazos de entradas, plásticos de pulseras de conciertos, globos en eventos. Una vez te robaste un clip en la oficina donde fuiste abrir tu primera cuenta de ahorro, bastarda desgraciada.

 

Golpe bajo.

 

—¡Está bien! —Lo admito— Pero tú guardaste la tapa de la primera cerveza que tomaste, la pulsera con mi información del hospital cuando me operaron el apéndice y el parche curita con sangre que te pusieron el brazo cuando nos caímos en bici a los diez.

 

—¡Era un parche de las chicas superpoderosas! —Exclama Freya empujándome— ¿Cómo no lo iba a guardar?

 

—Eres una cerda.

 

—Tú eres una cerda.

 

—Por cierto…¿Guardaste la caja de donuts de hoy? —Pregunto mirándola con determinación. Hemos guardado las cajas de donuts desde hace años. Somos idiotas.

 

—Por supuesto que sí. —dice Freya.

 

Paramos la boba discusión con Freya a penas dimos unos pasos más dentro del museo, la iluminación era completamente distinta a lo habitual. La gente que estaba con nosotras lucía igual de impresionada con todo y para mi suerte no era mucha.

 

—Wow…—dijo Freya mirando el techo.

 

—Sí, wow…—suspiré con ella.

 

Era sólo la entrada, pero mi estómago ya recibía órdenes de mi cerebro haciéndome sentir mariposas emocionadas. Tomé suavemente la mano de Freya y ella entrelazó los dedos con los míos mirando el techo y las luces mientras caminábamos. Nos detuvimos en el primer pasillo observando un enorme mapamundi hecho con alfileres pintados, o eso creí que era. Me daba ganas de tocar todo lo que veía, aunque la mayoría de las obras de este artista se pueden tocar. También me preguntaba si no eran réplica…no, no podrían serlo, no lo sé.

 

Jeremy Von LeQueer es un artista nacido en la ciudad de Afthadéia… aquella ciudad es la más cercana a las investigaciones astrológicas y en sí tiene un aura o una espiritualidad cósmica que los artistas de ahí saben expresar de manera mágica. La exposición del museo se dividía en diferentes zonas y con Freya comenzamos por los cuadros y fotografía.

 

—Esto se ve mucho mejor que en internet. —Dijo Freya mirando todo con muchísima impresión.

 

No sabría cómo explicarlo, pero cada paso que daba me hacía sentir en las nubes, fuera del planeta…ver las cosas como de otra manera, tan simples, mágicas y bellas. Todo era una prolija combinación entre el cielo y la tierra, o el mar y el espacio… un astronauta y una bailarina de ballet, o dentro de mí ahora, la depresión de Víctor con los detalle de Freya. Podía sentir incluso que respiraba estrellas.

 

Las paredes eran negras con puntitos de colores tan inexistentes como si estuvieran a años luz de mí, la luz combinaba un suave violeta y un imponente celeste, estaba extasiada. Comencé a mirar las fotografías una y otra vez, a cada parpadeo todo parecía tener un significado diferente. La gente a mi alrededor había desaparecido, incluso Freya.

 

—Qué fascinante…—suspiré mirando una especie de maqueta galáctica.

 

Me fui caminando tan emocionada mirándolo todo que no me di cuenta cuando me alejé de Freya al punto que no la veía a mis alrededores. Pensé quedarme quieta por si se había atrasado en el recorrido y me puse a mirar un cuadro flotante, el interior se movía o al menos eso parecía cuando veía otro punto de éste mismo. Me quedé quieta, sonreí y me dio uno de esos lapsos en que te pones espiritual y piensas en el sentido de la vida y esas mierdas. Recordé a Víctor, a mí amándolo con todo mi ser, todo lo que sentía y lo lindo que parecía… nuestra relación era una obra de arte que fue trizada por una niña que la tocó cuando no se debía tocar y Víctor lo permitió. Por un momento sentí que el museo era como mi depresión, llena de cosas extrañas, hermosas y hasta un poco dudoso…pero que si caminaba un poquito quizá encontraría algo mejor, o bueno… qué importa.

 

—Fre…—Iba a llamar a mi mejor amiga para seguir, pero ella ya estaba ahí.

 

Me voltee y quedé medio congelada ante la escena que se presentaba ante mis ojos, que no era precisamente una obra de J.V LeQueer. Sonreí de costado levantando las cejas y la miré, Freya se encontraba embobada ante una de las pinturas que mostraba una especie de dos almas de fuego besándose o algo así. Reí por dentro ¿Freya atónita en un museo? ¿MI Freya? Eso sí que era una obra de arte.

 

Como está estrictamente prohibido fotografiar cualquier objeto de exposición en este museo, puse mis dedos en forma de cámara fotográfica imaginaria frente a mis ojos para mirar a Freya y tener un hermoso recuerdo de esto.

 

—Chick…—susurre onomatopéyicamente.

 

Entonces pensé: “Señor LeQueer, usted acaba de hacer arte en la mente de mi mejor amiga”. Freya estuvo largos minutos mirando el cuadro, y yo estuve ahí cada uno de esos segundos disfrutando su expresión facial. Creí que no podía ser más divertido hasta que Freya levantó su puño llevándolo con encanto al medio de su pecho y pude sentir dentro del mío un exquisito abrazo sin quererlo.

 

—Gracias…—susurré de forma tan inaudible que podría asegurar que mis labios lo pronunciaron sin sonido alguno.

 

Freya se volteó al instante mirándome como si siempre hubiese sabido que permanecí observándola. Mis mejillas se enrojecieron tontas y ella comenzó a reír.

 

—¿No crees que son cuadros raros? —Dice Freya acercándose a mí— No tienen sentido.

 

Estaba mintiendo, por supuesto que ella había encontrado sentido precisamente al que estaba mirando, en sus ojos estrellados lo decía todo.

 

—Puede ser…—respondí floja haciendo caso omiso.

 

Antes acostumbraba a mirar todo mientras Freya se quedaba observando su celular o hacía otras cosas esperando a que yo terminase con paciencia, y eso era lindo, pero ahora por primera vez Freya estaba a mi lado comentando y observando con mucho encanto cada pieza del museo… podría pensar que lo hacía ya que pagó las entradas que de seguro salieron carísimas, pero los ojitos de Freya brillaban como si se pudiesen reflejar en cada cosa que mirara. Empecé a encontrar más hermoso lo que decía Freya y como lo miraba que las obras de Jeremy Von LeQueer en sí.

 

Le dimos dos vueltas a cada zona de exposición, nos obsequiamos el tiempo de detenernos en cada uno de los objetos en exhibición y encontrarles un sentido a ellos, aunque la mayoría eran graciosos por la ocurrencia de Freya de verle la idiotez a todo.  

 

—Tengo hambrecita…—Dice Freya palmeándose el estómago.

 

—Tú siempre tienes hambre, Freya. —Le digo blanqueando los ojos. —No sé cómo le haces para no engordar.

 

—Tampoco es como si engordar me preocupase, de hecho me gustaría —Dice poniendo cara de pensativa— Mira estas clavículas —se baja el cuello de la camiseta— Horrible.

 

—Tienes un cuerpo bonito, a mí me gusta. —Le digo mientras bajamos las escaleras a la salida del museo.

 

—Uy… estás diciendo que mi cuerpo de MUJER te gusta. —Dice levantando las cejas en énfasis burlón.

 

—Quita tus homosexualidades de mi vista por favor.

 

—¿Me estás discriminando por ser lesbiana? —Exclama Freya poniendo su mano en el pecho con indignación.

 

—Te estoy discriminando por ser imbécil, que es diferente. —me río.

 

—Eres una amargada, Aurora Boreal.

 

—Y tú una excelente mejor amiga, Freya Arcoíris. —La miro directamente lanzándole un besito.

 

—¡No se vale decir eso! —Grita empujándome.

 

—¿Quieres un helado? Yo te invito. —Digo acercando la distancia entre las dos.

 

—¡Sí! —Grita Freya como aullido de victoria. —Le diste al clavo, una cita no es una cita sin un helado.

 

—¿Y cómo le hace la gente que es intolerante a la lactosa o simplemente no le gusta el helado? —Pregunto con seriedad.

 

—Se jode. —Responde con seriedad.

 

Me sentí toda mimada por Freya, los paseos, la comida y los gestos que ha tenido conmigo me hacen querer devolverle todo como si eso fuese posible. Comenzamos a caminar por la avenida frente al parque buscando una heladería lo suficientemente buena para que disfrutásemos un par de helados ricos.

 

—Quiero uno enorme. —Dice Freya mirando el muestrario de sabores.

 

—Quiero dos helados dobles, por favor. —Me dirijo al muchacho que nos atiende.

 

—¿Qué sabor? —Pregunta el tipo mirando a Freya.

 

—Chocolate con almendras y chocolate belga. —Responde mi mejor amiga.

 

—Ahh…—interrumpo al chico que estaba dispuesto a servir— Pon primero el chocolate belga, y luego el que trae almendras ¿Si? Por favor.

 

—Claro. —contesta con una sonrisa siguiendo mis instrucciones.

 

Freya me miró directamente inclinando su rostro como cachorrito sin entender nada y le dije mis razones. El chocolate belga es el único sabor de helado con el cual Freya se come el cono, si es otro lo bota y no sé cómo en todos estos años nunca se ha dado cuenta, ahora que lo pienso.

 

—No puedo creer que pongas atención a esas cosas. —Dice Freya lamiendo su helado con un hermoso rubor en las mejillas.

 

Cuando era pequeña creía que las chispitas rojas decorativas no sabían tan bien como las demás, así que Freya se encargaba de quitarlas una a una de todos los dulces que comíamos… A veces es lindo recordar detalles dulces de su parte.

 

—Yo quiero de mora y vainilla. —Le digo al muchacho,  ambos con una cómplice sonrisa por lo que acaba de ocurrir.

 

Pagué y cruzamos la avenida hasta el parque nuevamente. El sabor del helado se derretía en mi boca con dulzura. Por un momento retrocedí un buen par de años atrás, como cuando salíamos a pasear con Freya y conversábamos sobre nuestro futuro, sobre los amigos, sobre qué pasaría años después, y cómo nos proponíamos seguir siendo amigas para siempre. Tomé el brazo de Freya guiándome con sus pasos por el parque, tan lentos y sin prisa.

 

—¿Qué vamos a comer después? —Pregunta Freya saboreando su helado. Tiene la mala costumbre de siempre hablar mientras come.

 

—Ya estás comiendo y piensas en qué comeremos después jajaja. —Eres tan única.

 

—Me preocupo de tu alimentación, Aurora. —Dice hablando como mi mamá lo hace. No pude evitar reír.

 

—¿Qué es eso? —Pregunto mirando a lo lejos una enorme fila de tiendas en medio del parque.

 

Freya miró conmigo a lo lejos y ambas lo notamos.

 

—Ay no…—suspiró ella.

 

—¡Sí que lindo! —Exclamé yo ante el mismo evento.

 

—Un mercado artesanal. —Dijimos al unísono.

 

—¿Podemos ir? —Pregunto tomando fuertemente a Freya.

 

—Ya, okey…pero no te quedes mirando ni tocándolo todo. —Responde haciéndome un puchero.

 

—Yo nunca hago eso.

 

—Siempre lo haces.

 

Freya suele quejarse de mi gusto por las cosas artesanales y hechas a mano, pero jamás le veo quejarse cuando le arreglo la ropa o le regalo cositas hechas por mí, es una idiota. Llegamos al inicio de las tiendas y empezamos a mirar todos los objetos de cada puesto. Creo que a esto se refiere Freya cuando me dice que debería vender mis peluches o eso… aunque me sería demasiado doloroso alejarme de algo que hice con tanto amor.

 

—Qué lindo eso…—suspiro apuntando.

 

—Sí, sí, lindo, lindo. —responde Freya con un rostro jocoso y burlón.

 

—Amargada. —le digo ignorándole.

 

—Campesina.

 

Compré algunos adornos y cositas que me llamaron la atención, me encanta esto. Me puse a pensar si podría hacer algo especial para Freya, pero ella es tan complicada para estas cosas y no quisiera obsequiarle algo que no le gustara. Seguimos recorriendo el mercado y yo estaba más pendiente de mis pensamientos que los objetos en venta. A veces Freya me inspira… ella es una loca sin miedo a los cambios y cuando una idea se le mete en la cabeza es casi imposible que se retracte; Freya ha vestido docenas de estilos diferentes y parece que sus ideologías cambian tan rápido como las manecillas de un reloj. No me sorprendería que el día de mañana dijera que le vuelven a gustar los hombres.

 

—Freya. —La llamo mirando una tiendita que tiene accesorios corporales.

 

—Dime.

 

—¿Quieres usar una pulsera de la amistad conmigo? —Le pregunto emocionada.

 

—Ya tenemos como veinte pulseras de la amistad. —Dice levantando los hombros sin comprender mis palabras— tobilleras de la amistad, aretes de la amistad, colgantes de la amistad, diademas de la amistad, bolígrafos de la amistad, si hasta mi perro es amigo del tuyo y ambos tienen collares de la amistad.

 

—¿Quieres otra puta pulsera de la amistad? —Pregunto mirándola con seriedad.

 

—Obvio que sí, Aury. —Dice riendo.

 

Compré dos accesorios más. Freya en su intento de obtener la razón absoluta, subió ambas mangas de su chaqueta dejándome ver la enorme cantidad de pulseras, brazaletes y cintas que traía en sus brazos.

 

—Se supone que debes usar una distinta todos los días, Freya. —Digo indignada mientras amarro la nueva a su muñeca izquierda.

 

—Me dio flojera cambiarlas y me las puse todas porque ayer no me avisaste cual ibas a usar hoy.

 

—Tenemos un calendario —digo con indignación.

 

—Tenemos más de cuarenta pulseras, los meses sólo llegan a treinta y un días, tenemos que arreglar eso, sobre todo si seguimos comprando. Además tú estás usando la roja, la verde, la turquesa, la de madera, la que conseguimos en el parque acuático y la del frasco con mi nombre en un grano de arroz.

 

Freya tomó la pulsera que compré y lentamente la amarró en mi muñeca derecha. Se quedó mirando mis manos y frunció el ceño.

 

—Aury…—suspiró sin mirarme.

 

—¿Sí?

 

—¿Has estado rasguñándote las manos? —Pregunta poniendo sus dedos sobre mi piel ligeramente herida.

 

—Los nervios…—respondo avergonzada— ya sabes…

 

—No te comas las uñas. —Dice mirándome a los ojos— Tienes astillas y eso te hace dañarte, necesitas un manicura de emergencia.

 

—Ni siquiera me di cuenta cuando me las comía. —Honestamente lo digo… hay muchas cosas que no quiero recordar ni guardar en mi cabeza desde la infidelidad de Víctor.

 

—No te preocupes, haremos algo por tus uñas y…oh mierda…—Suspira Freya mirando por el costado de mi cabeza a lo lejos.

 

Me voltee rápido, pero no vi nada raro entre tanta gente… me extrañé.

 

—¿Qué pasa? —Le pregunto a Freya, pero ella no estaba tan cerca de mí.

 

—Tenemos que irnos. —Dice alejándose como que no quiere la cosa.

 

Me voltee otra vez buscando lo que a Freya le corta los nervios y lo vi, creo… a lo lejos noté un rostro familiar, ¿Era la última chica que le gustaba a Freya? Camile, la chica de la academia de música con otras chicas más, quizás amigas. Entonces algo no me cuadró y empecé a sentir cosquilleos en la cabeza de incertidumbre… Freya y Camile tuvieron un tiempo de conexión muy dulce, incluso creí que terminarían siendo novias en cualquier momento; entonces cuando Freya me dijo que su personalidad no le gustaba no me la creí tanto, pero ahora ¿Escapar de ella? Freya me debes explicaciones.

 

—Aury, vámonos. —Suspiró Freya tomándome de la mano queriendo caminar rápido.

 

Por un momento me quise quedar a ver qué pasaba, pero no era tan hija de puta como para hacerle eso a mi mejor amiga así que me voltee una vez más antes de acelerar el paso… Camile me vio y frunció el ceño. Llegamos al auto fingiendo que nada ocurría, Freya pagó el estacionamiento y comenzó a conducir sin mirarme.

 

—Me debes serias explicaciones, Freya. —Digo riéndome intentado cambiarle el rostro de perro muerto.

 

—Creo que sí, sólo que ahora no…—Responde con una risa nerviosa.

 

Le dio el último bocado al cono de helado y siguió el camino lentamente por la avenida. Freya parecía desconcertada y distraída, no pude siquiera pensar si tenía planeado llevarnos a otro lugar en específico, entonces le sugerí que comiésemos algo cerca de nuestras casas… de por sí soy más hogareña.

 

—Tienes que arreglarme las uñas, ya lo dijiste. —Le recuerdo a Freya tratando de romper la tensión de su cuerpo.

 

—Por supuesto, si quieres puedo comprarte algunos esmaltes que quieras. —responde sonriéndome de costado.

 

—Nou…—suspiro— Me gusta el morado que tienes tú, creo que se adhiere súper rico a las uñas.

 

—Ese se lo robé a mi hermana ¿Quieres que lo pase a buscar?

 

—No… ¿Podemos hacerlo en tu casa?  —Pregunto más como aviso, prácticamente la casa de Freya es mi segundo hogar.                                                                                                                      

 

—¿Te quieres quedar a dormir? —Me ofrece Freya con una sonrisa de costado.

 

—Perfecto. Podemos pedir una pizza para después.

 

No voy a volver a mi casa sin saber qué ocurrió entre Freya y Camile, claro que no. Además tampoco tengo muchas ganas de volver a mi asqueroso cuarto repleto de depresión, aunque… mientras estábamos en el museo entendí que la depresión sólo se originaba dentro de mí y no en los objetos o las cosas que me rodeaban.

 

Hoy ha sido un día divertido con Freya, aun saboreo la mora y la vainilla sobre mi cabeza, la sensación de las pinturas del museo y los ojos de Freya admirándolo todo.  Por un momento pensé que Freya sería el chico perfecto… mientras ella manejaba con sus ojitos metidos en el camino fue que me pregunté cómo sería ella de ser un hombre: Por una parte mañoso, un poco grosero y quizás algo torpe; por otro lado sería caballeroso si se lo propone y extraño, porque Freya para ser lesbiana no parece muy linda con otras chicas, es más… nunca parece estar satisfecha con nada ni nadie.

 

—Es extraño…—susurré en voz alta sin quererlo.

 

Recién se estaba ocultando el sol, la noche despertaba lentamente por el cielo y la carretera estaba despejada milagrosamente; a comparación de la tarde. Teníamos la música en decibeles bajos, de hecho estábamos tan calladas que seguramente ambas podíamos escuchar nuestros propios pensamientos con mucha claridad.

 

—¿Qué es extraño? —Respondió Freya luego de largos segundos.

 

—Lo complicada que eres, —digo riéndome ligeramente— y a la vez tan tierna.

 

—¿Tierna? No soy tierna. —Dice molesta.

 

—Es extraño porque entiendo el hecho que no tengas novia, con lo complicada…pero eres tan linda que tampoco lo entiendo.

 

Freya pegó los ojos al camino y no volteó ni una pizca a mirarme, sentí como si mi comentario la hubiese molestado… pero ella me lo diría de ser así.

 

—Soy más terca que bonita. —Dice con seriedad.

 

—Estoy segura de eso.

 

—No… —Me retracta Freya de manera burda.

 

Disminuyó la velocidad del auto, vi como sus ojos se volvieron acuosos y dejó car una brillante lágrima por su mejilla. Me preocupé.

 

—¿Qué ocurre? —Le pregunto a Freya acercándome lo que puedo.

 

—Nada, yo… sólo sigo molesta con Víctor y sé que no debería hablar de esto porque no es la idea, yo… yo…

 

Freya me está mintiendo. Lo veo en sus ojos perdidos, no es como anoche… anoche si llorábamos por Víctor, ahora hay otra cosa que Freya no me está contando. Lo estaba suponiendo y mi interior se llenó de molestia e incertidumbre.

 

—No te preocupes por eso. —Dije con firmeza poniendo mi mano sobre la de Freya— Creo que Víctor no merece que lloremos más por su idiotez.

 

Freya me miró sorprendida, una lágrima cayó por mi cara también, pero mis ojos estaban visualizando la nada a lo lejos, con determinación, ira y molestia.

 

—No vale la pena. —Dije.

 

Ahora me arrepentía de haberme ido del parque, esto tiene que ver con Camile estoy segura. Pasé la manga de mi ropa por el rostro de Freya y le di fuerzas que me estaba costando sentir.

 

—Vámonos a casa…—susurré sonriendo. —Nuestra cita aún no termina.

 

Freya renegó con su cabeza y siguió conduciendo normal. Yo no estaba tranquila… entonces me di cuenta que he sido egoísta… Freya ha estado para mí todas estas semanas, pero yo no lo he estado para ella. ¿Qué pasó con ella en la universidad? ¿Con su banda? ¿Con Camile? Y me sentí terrible.

 

Observé los ojos de mi mejor amiga varias veces por el camino y ella no me miraba, si hasta parecía que quería ignorarme, pero yo no quería quitar mis ojos del brillo de los suyos. Me sentí lejana a Freya, como si no conociera algo tan esencial de ella y se me estuviese escapando de las manos, entonces me asusté. 

 

—Freya…— Le llamé para verificar su estado anímico.

 

—¿Qué pasa? —Preguntó volteando a mirarme con una sonrisilla.

 

—Gracias por todo lo que haces por mí. —Dije con suavidad, pero lleno de firmeza y dulzura.

 

—No seas boba, eres mi mejor amiga, casi hermanas. —Se rió. —Entre las dos nos cuidamos.

 

—No, en serio…—Repito para que caiga en cuenta del peso de mi agradecimiento— Sé que estos días no ha sido fácil conmigo, he estado irritable, molesta, deprimida… pero tú siempre has estado para mí y te juro que eres un apoyo fundamental en mi vida.

 

Freya se volteó a mirarme cuando el auto paró en un semáforo en rojo, podría describir ese movimiento como robótico de su cabeza girando hacia mí. Levantó una ceja y frunció el ceño.

 

—Disculpa… ¿Qué? —Pregunta con incertidumbre— Es que repentinamente empezó a salir azúcar por tu boca y quedé sorda.

 

—Te odio. —Suspiro de resignación. Freya odia que hable así.

 

Desde que la conozco que Freya jamás toma en serio esta clase de cosas tan lindas que podrían salir de mi corazón. Yo sé que Freya es una sensible y prefiere cortar el tema antes de expresar también sus propios sentimientos. Ella y su estúpida azúcar.

 

—Y yo a ti. —Responde carcajeándose. —¡Ay qué mierda! —Exclama mirando sus pies.

 

—¿Qué pasó? —Pregunto exaltada.

 

Freya agachó su cuerpo estirando sus manos hasta los pedales alegando que algo se había metido en su pie, comenzamos a tambalearnos en el auto ya que Freya no estaba poniendo especial atención al manubrio.

 

—Hay un pedazo de donut en el pedal. —Dice sacando la masa molida con las manos.

 

—¿Por qué no te la comiste? —Alego alzando una ceja.

 

—Porque tiene esas cositas metidas, odio las cositas metidas. —Frutos. Hace un puchero botando el desperdicio de donut por la ventana limpiándose la mano en la chaqueta.

 

Mientras Freya seguía el camino de vuelta a casa llamé a mi madre avisándole que me quedaría a dormir en casa de mi mejor amiga. La carretera estaba despejada extrañamente para ser un sábado por la noche. Iba observando las estrellas y las luces de los postes, entonces cuando todo se volvió más oscuro en la entrada a la ruta 25 directo a las periferias fue que puse especial atención a las muñecas de Freya que se sujetaban firmemente al volante; tenía muchas pulseras y cintas.

 

—Sé que te toca ahora a ti quedarte con la caja de las donuts de hoy, —Digo— pero… ¿Te molesta si me la quedo yo?

 

—Uhm…—murmura Freya arrugando su rostro— No, no me molesta. —Susurra.

 

—Es un día súper especial. —Le doy razones— Me gustaría conservarla.

 

—Para mí también es especial. —Dice Freya haciéndome un puchero— Pero como te quiero tanto, te permitiré que te la quedes.

 

—Eres la mejor. —Le suelto en una risita dulce.

 

La primera vez que compramos donuts con Freya teníamos diez años, nuestros padres nos habían dado dinero y paseando por ahí vimos que la tienda se estaba inaugurando. A ninguna de las dos por separado nos alcanzaba la caja más barata de cuatro donuts así que juntamos cinco mil entre las dos y nos compramos la caja, fue cuando nos enamoramos de esas masas con relleno y crema. La caja era pequeña, de color turquesa y letras de colores, Freya pensó que mis accesorios para hacer colgantes estarían perfectos para guardarlos ahí y dijo que la próxima vez que comprásemos una caja de donuts ella se quedaría con la caja, y luego yo y así. Hasta el día de hoy seguramente tenemos tantas cajas cada una como para hacer una casa pequeña.

 

—Fred dijo que podía pasar a dejarle el auto mañana a su casa. —Dice Freya una vez llegamos al condominio donde ambas vivimos. —Entonces lo voy a dejar aquí por esta noche.

 

—Te abriré el portón. —Atino bajándome del auto ya estando fuera de su casa.

 

Freya me pasó las llaves y abrí el portón de la reja, su madre se asomó por la ventana saludándonos. Mi mejor amiga estacionó el auto en el patio y repentinamente sentí algo empujándome desde las piernas mientras cerraba la reja.

 

—¡¿Quién es un lindo muchacho?! —Exclamo volteándome rápidamente para acariciar a Pirata, el perro de Freya.

 

Pirata era nada más un cachorro cuando se lo obsequiaron a Freya para su cumpleaños número once, ella estaba tan feliz que salió corriendo a mi casa con él en brazos para mostrármelo. Su mascota es un Bull Terrier blanco con una mancha negra en el ojo, entonces cuando lo vi lo primero que le dije a Freya fue: “Parece un pirata”. Así que oficialmente puedo decir que yo le puse nombre a su perro.

 

—¡Sí! Tú eres un lindo muchacho. —le hago caricias a Pirata en la barriga.

 

—Eso dices tú porque Pirata no te mordisquea los audífonos. —Dice Freya mirando a su perro con cara de indignación.

 

—No le creas Pirata, ella es una amargada ¿Verdad? —¡Me encanta acariciar a los perros!

 

—Oye Aury…—Susurra Freya acercándose a mí— Si mamá pregunta…—se apunta el rostro. —No le vayas a decir.

 

Entramos en su casa, sentí un rico aroma en mi nariz que nunca me haría olvidar la costumbre que tiene la madre de Freya en ocupar productos de limpieza con aroma a lavanda.

 

—¡Mamá! —Grita Freya entrando conmigo en la cocina.

 

—Ya te vi, no tienes porqué gritar. —Dice su madre carcajeándose— Hola Aurora ¿Cómo estás?

 

—Bien, muchas gracias. —Le respondo besándole la mejilla.

 

—Mamá, Aury se quedará a dormir hoy.

 

—Bueno…—dice ella aun ordenando cosas en el refrigerador—  Freya ¿Qué te pasó en la cara?

 

Instantáneamente nos miramos con Freya en signo de buscar una excusa. Mi mejor amiga me ponía muecas sin darse cuenta que su madre la miraba con la expresión de ya saber que estábamos buscando alguna mentira.

 

—Le seré honesta. —Digo mirando los ojos pardos de la madre de Freya— De seguro Freya le contó que mi ex novio me fue infiel —Trago las amargas palabras— sin quererlo Freya tuvo una discusión con la…

 

—Cof Perra cof…—Freya finge que tose.

 

—Muchacha, muchacha…—intento mantener la cordura— con la cual Víctor estuvo. Como usted, tía, podrá entender yo soy su mejor amiga y tuvo un altercado con ella que terminó en pelea, le pido disculpas y le prometo que Freya y yo no nos meteremos en problemas por esa situación.

 

Después que una vez de niñas nos metimos a jugar con Freya a una casa abandonada del condominio destruimos algunas cosas y fingimos que nosotras no habíamos sido luego que algunos vecinos fueron a reclamarnos, nuestros padres nos hicieron prometer que no volveríamos a mentir con nada que hiciéramos. No es que a veces no ocultemos cosas… pero bueno.

 

—Ya veo…—Dice la madre de Freya tomando el rostro de su hija— Niñitas, no es correcto que se peleen como unas salvajes. Por otra parte —susurra más bajito — si vuelve a pasar espero que el hermoso rostro de mi hija no salga mal. —Me guiña el ojo.

 

—Se lo prometo. Yo la cuidaré—digo respondiendo el guiño.

 

—Freya, mañana tengo turno en el hospital. Yo me voy a bañar y me voy acostar —dice con firmeza—, te compré arroz y carne para que cocines algo mañana.

 

—¿Por qué no me dejas dinero? —Alega Freya.

 

—Porque la última vez que te dejé dinero lo gastaste en cuerdas de guitarra. —Responde de forma burlona— Aun así te voy a dejar plata…—Busca en su monedero— en caso de cualquier cosa.

 

Freya tomó el dinero e instantáneamente su madre se lo quitó y me lo pasó a mí.

 

—Dije que te dejaría dinero, no que ibas a tenerlo tú. Aurora ¿Por favor? —Su madre me sonríe.

 

—No se preocupe tía, —digo mirando a Freya— Yo me encargo que su hija no vuelva a derretir los utensilios por dejarlos dentro del horno.

 

—¡Ay eso pasó hace años! —Se queja Freya yéndose con molestia. — Vamos a pedir una pizza y vamos a estar en mi cuarto ¡Así que buenas noches señora!

 

—Buenas noches, niñas. —Se despide.

 

—Buenas noches. —Le digo siguiendo a Freya al segundo piso.

 

—No puedo creer que te deje mi dinero a ti. —Dice Freya molesta en voz baja.

 

—Querrás decir su dinero —Refunfuño—, Mierda no bajamos las cosas que compramos y se quedaron afuera.

 

—Ve por ellas. —Dice Freya pasándome las llaves del auto.

 

Me pasee por toda la sala principal de la casa de Freya y al salir al patio me quedé acariciando a Pirata por largos segundos. Tuve que sacar la caja de donuts, las cosas artesanales que compré y la felpa turquesa que Freya me obsequió desde el interior del auto. La bolsa con la tela ya me hacía mucho bulto entre las manos entonces volví de manera dificultosa cargando todo.

 

Estaba subiendo las escaleras con suavidad mientras veía la luz proveniente del segundo piso. Entonces oí a Freya y su hermana menor adolescente dentro del cuarto. Subí con lentitud extrema.

 

—¿Qué estabas haciendo en mi cuarto? —Escucho la voz molesta de mi mejor amiga.

 

—Ya te dije que nada, solo entré y ya. —Responde Fran, la hermana menor de Freya.

 

—Por favor… ¡Sale de mi cuarto! Te dije que no volvieras a entrar sin permiso. —Freya la empuja fuera.

 

—No vuelvas a empujarme. —Dice su hermana con violencia— Si no me empiezas a respetar le diré a mi mamá que trajiste a una tipa para revolcarte con ella ese día.

 

¿Una tipa? ¿Camile? Me quedé de pie en la escalera antes de hacer mi presencia más notoria. Oh Aretha santísima… ¿Freya estuvo con Camile en su cuarto?

 

—Cállate pendeja de mierda, si no sales ahora de mi cuarto le diré a mamá que le robas los cigarros y estas empezando a fumar así que vete.

 

—¡Argh te odio, Freya! —Exclama Fran toda enojada de vuelta a su habitación.

 

—¡Argh ti idii, Friyi! —Se burla Freya levantando los brazos con molestia. —¿Y tú por qué tardaste tanto? —Me mira directamente haciéndome sonrojar —Ah verdad…—suspira—…Pirata y la acariciadora de perros. Ven, Aury.

 

Freya cerró de golpe la puerta de su cuarto y puso el pestillo asegurando el cerrojo. Se quedó unos segundos con la mirada pegada en la madera, por otra parte yo dejé nuestras cosas sobre el pequeño sofá morado que tiene en un costado. Hace muchas semanas que no venía al cuarto de Freya… pero ella tenía razón, su habitación olía a princesa… justamente el aroma del perfume que ambas usábamos de niñas que tiene una etiqueta de princesa en la parte frontal de la botellita.

 

—Qué molestia…—susurró Freya para sí misma, pero pude oírlo perfectamente.

 

Me quedé de pie inmóvil en medio de su habitación sobre la calientita alfombra. Comencé a mirar por todas partes como si estuviera buscando algo nuevo…pero no lo había; fotos de nosotras, las cajas de donuts, aquel panel con cosas escritas y colgadas de ambas, todo seguía aquí tan dulce y cuidado como siempre, cosa que contrarrestaba exageradamente con el desorden de su ropa por muchas partes y los cajones mal cerrados.

 

—Se siente muy cálido aquí…—dije en un suspiro que me abrazó el alma.

 

—Sí, es que venimos de la calle por eso hace calor. —Dijo Freya sentándose perezosamente sobre su cama, tomando su guitarra acústica pasando sus manos por las cuerdas.

 

Pero yo no me refería a esa clase de calidez y sonreí porque Freya no suele leer entrelíneas mis palabras. Estaba cansada de caminar, el  paseo por el museo fue realmente largo y los pies me duelen. Me senté al costado de Freya mientras ella jugueteaba con las cuerdas de su guitarra. Miré atentamente los dedos de mi mejor amiga, tenía las uñas ligeramente largas, brillosas y bellas… entonces miré las mías carcomidas por mi depresión, los  rasguños en el dorso de mis manos…

 

¿Lo que había dicho Fran era verdad? No es que yo esté especialmente entrometida en la vida más personal de Freya, pero si ella trajo a una chica a su cuarto…ella me lo habría contado, como las veces que yo le contaba de Víctor o ella de las chicas que a ella le llamaban la atención y los chicos que a mí. Entonces me preocupé ¿Alguien podría haber estado con mi Freya? ¿y por qué no me ha contado nada?

 

—No te preocupes por eso…—dice Freya mirando mis manos— Vamos a arreglarte las uñas.

 

Freya dejó la guitarra a un lado, se levantó con lentitud a la repisa de sus objetos de aseo personal y comenzó a buscar cosas. La miré de pies a cabeza, hemos estado tanto tiempo juntas que siempre me impresiona ver cuánto ha crecido y no me he dado cuenta… de seguro porque mientras se hacía alta yo lo hacía también.

 

—Primero necesito limarlas un poco…—Dijo pensativa mientras buscaba una lima, supongo.

 

Trajo un quitaesmalte, lima, brillo, cortaúñas y el esmalte morado. Prendí su computador y busqué en youtube una lista de reproducción con música indie. El fondo de pantalla de su monitor era una fotografía de ambas en una playa de Sans Soucci, una de las tantas que nos sacamos el verano pasado. Me puse a pensar en el cuarto de Víctor, era un lugar simple, podría decir que las cosas más coloridas eran las que yo le obsequiaba, a comparación de Freya ella tiene muchísimas cosas mías además de objetos que le he regalado. El cajón con mi ropa es el tercero de su mueble y también tengo aquí un cepillo de dientes… los mismos objetos propios de Freya que yo tengo en mi cuarto.

 

—Aury, ven. —Dijo Freya palmeando con dulzura su cama invitándome a sentarme.

 

Me quité el suéter por el calor encerrado en su cuarto, Freya me miraba atentamente, seguido de eso se acomodó en la cama quitándose las zapatillas y los calcetines, sentándose con las piernas cruzadas para poner las cosas frente a ella.

 

—¿No me huelen los pies o sí? —Pregunta oliendo sus zapatillas como un sabueso.

 

—Jaja…no, para nada. —Le digo quitándome también mi calzado, de por sí la alfombra del cuarto de Freya es perfecta para andar descalza.

 

—Rápido Aury…—Me apura moviendo las manos.

 

Me acerqué a su cama y me senté con las piernas cruzadas mirándonos frente a frente, estiré ambas manos a las suyas. Freya acomodó sus mechones castaños detrás de su oreja y comenzó a limpiarme las uñas una por una. Estábamos en silencio, los labios de mi mejor amiga se movían flojos al compás de la letra musical que sonaba suavemente por el cuarto, sus ojitos pardos nuevamente tenían el verde predominante pegados en mis manos.

 

—¿Tienes hambre? —Pregunta sin mirarme.

 

—Ahh…—Por un momento me sentí avergonzada, bastante mimada por parte de Freya y el hecho que esté tocándome las manos sólo hace que sea más evidente. —La verdad es que no.

 

—Yo tampoco. Tienes las uñas un poco cortas, así que las limaré sólo para evitar esas cositas que te rasguñan.

 

Asentí con mi cabeza sin estar segura de que ella lo hubiese notado, pues Freya no despegaba sus ojos  de mis manos y cada movimiento era sutil. Suspiré y cerré los ojos con fuerza por largos segundos sintiendo en mis pulmones muchísima paz. Los dedos de Freya estaban tibios, se paseaban por mis manos con delicadeza, como si mi piel se fuese a quebrar en algún movimiento brusco y eso me creaba cosquillitas.

 

Ahora que lo pienso, jamás le he dicho a Freya que mi lugar favorito en el mundo es su cuarto. No lo sé… más que los parques, el museo, o incluso mi propia habitación, el cuarto de Freya es definitivamente mi lugar favorito por una sola diferencia decisiva y es que a pesar que ambas tenemos casi las mismas cosas en nuestras casas, cuando estoy en el cuarto de mi mejor amiga siempre está ella conmigo, es mi refugio.

 

—Olvidé traer el agua con hielo. —Dice Freya quejándose.

 

—No importa, no hay prisas… ¿o sí?  —Abro un ojo mirándola— Puedo esperar que el esmalte seque con el tiempo natural.

 

—Para nada, es más…te pondré una capa de brillo, dos de esmalte y otra de brillo, y más te vale que te dure.

 

—Ese esmalte me encanta porque tiene olor. —Digo tomando el frasco de pintura con mi mano libre.

 

—Pensaba obsequiarte muchos de esa marca para tu cumpleaños. —Dice Freya levantando sus cejas con encanto.

 

—Falta demasiado para mi cumpleaños jaja. —como siete meses.

 

—Cierto, te los compraré apenas pueda así no esperamos tanto.

 

Un aspecto de Freya que siempre me ha llamado la atención es… bueno, no quiero decir que Freya es una tacaña, pero mi mejor amiga realmente es una tacaña de mierda desde que tengo memoria. Freya es de esas personas que cuando muchos amigos juntan dinero para comida o alcohol, es la que menos dinero aporta y más come; mágicamente conmigo jamás de los jamases en la existencia de la existencia ella ha sido así, siempre está haciéndome regalos o comprándome comida. Honestamente no quiero ni pensar cuánto le habrán salido las entradas al museo hoy, además de las donuts, la gasolina del auto de Fred, todo en sí.

 

Abrió la pequeña botellita de vidrio que contenía el trasparente esmalte y comenzó a aplicarlo de manera uniforme sobre mis uñas. Freya hablaba o balbuceaba, quizá cantaba mientras lo hacía y yo no le ponía atención alguna. Empecé a pensar en el día que conocí a Freya… y los días que siguieron a ese, tantos que demoraría varios minutos en contarlos todos, si pareciera incluso que aún estoy viéndola como si fuese esa pequeña niña revoltosa. Me sentí nostálgica.

 

—Tus uñas se verán hermosas. —Suspira Freya con dulzura.

 

Cuando Freya se enamore de una chica… ¿Será tan linda con ella como lo es conmigo? Porque si es así, seguramente ella tendría serios problemas de celos, Freya y yo somos demasiado unidas como para que el cabello de otra chica corte nuestra relación… ¿Qué pasará conmigo cuando Freya se enamore? ¿Se acabarán las donuts? ¿Se irá de mi lado como Víctor lo hizo con otra? Sé que Freya no es así, pero de sólo pensarlo se me revuelve el estómago y los brazos oscuros que caían de mi cuarto depresivo comienzan a carcomerme. Me mordí el labio y supe que debía dejar de pensar esa clase de cosas…pero no podía evitarlo, no quería que Freya se fuese nunca de mi vida, es mi  mejor amiga, cómo mi hermana…

 

—La primera capa de pintura ya casi…—Dijo Freya soplando mis dedos para secar.

 

—¿Qué pasó con ella?... —susurré tan despacio desde el fondo de mi alma. Sentí mis ojos derramando tristeza.

 

Freya se quedó quieta, no volvió a soplar y apretó ligeramente el dedo que me sostenía secando la pintura; pude ver en sus ojos la incomodidad.

 

—¿Quién? —Preguntó soplando nuevamente.

 

—Camile. —Dije con firmeza, pero Freya ignoró su nombre como si no existiera. —Es la tipa de la que Fran hablaba ¿Verdad?

 

—Pendeja de mierda. —Se quejó Freya levantándose con prisa de la cama.

 

—Hey…

 

—¡Argh! —Exclama poniéndose ambas manos en el cabello.

 

—Freya ¿Qué pasó? —Pregunto preocupada.

 

—¡¿Por qué no puedo simplemente dejarlo y ya?! —Está haciendo pucheros y dando saltitos de niña mimada.

 

—Ven aquí…—le llamo para que vuelva a sentarse— Soy tu mejor amiga, puedes confiar en mí.

 

Freya inhalo y exhaló con muchísima fuerza, le tomó varios segundos  volver a sentarse conmigo y acomodarse. Tomó el esmalte y siguió pintándome las uñas; frunció el ceño con molestia y no dijo nada… pero mis ojos estaban totalmente interesados en los de ella que no pudo evitar mirarme luego de segundos de silencio torturador.

 

—Es…que realmente me avergüenza un poco. —Confiesa Freya con las mejillas enormemente sonrojadas.

 

—Sólo dilo con tus palabras. —Digo en una carcajada— Yo entenderé.

 

Freya sonrió de costado, suspiró muchísimo antes de comenzar a decir algo, es más… tomó varios minutos, pero le dejé pensar lo suficiente sus palabras o al menos eso creí que hacía.

 

—Te contaré si prometes no hacer preguntas. —Dijo con seriedad sin quitar atención al pincel con esmalte y mis uñas.

 

—Lo prometo si prometes contarme todo de manera que no queden dudas.

 

—Ya sabes… estuve saliendo con Camile varias semanas. Si te soy honesta estuve bien enganchada de ella al punto que no sé… me encantaba salir y pasear juntas, tocar la guitarra con ella y todo.

 

—Estuviste hablándome mucho de Camile. —Le digo en voz baja— de hecho creo que ha sido la mina con la cuál más te he visto tener química.

 

—Sí…—suspira— me gustaba mucho, o sea ella físicamente es súper linda, se parece un poco a ti sobretodo en el cabello.

 

—Freya, Camile es rubia.

 

—Aury, yo sé que eres castaña claro, lo que digo es como en la ondulación. —Me mira indignada— La cosa es que bueno…yo también le gustaba o le gusto y me odia, ya no sé.

 

—¿Qué pasó entre ustedes? —Pregunto con más curiosidad. —Espera… ¿Esto tiene que ver con “las citas malas”? —Alzo una ceja.

 

—Jaja…tú y tu perspicacia…—Freya me sonríe— Camile estuvo invitándome a salir hace como un mes. Yo… después de la infidelidad de Víctor estaba asquerosamente preocupada por ti y no tenía más en la cabeza que acompañarte. Camile dijo que me haría bien despejarme un poco, realmente ella tenía muchas ganas de salir conmigo.

 

—¿y? —Pregunto con un nudo en la garganta.

 

Mi cuerpo vibró… sentí un feo sentimiento que me recorrió la sangre, como si ésta se me helara repentinamente haciéndome sentir extraña y culpable. Los ojos pardos de Freya se perdieron en mis manos evitando mirarme. Apreté la palma de su mano con mis dedos.

 

—Salimos…—Susurró Freya— Hace algunas semanas, juntas. Fuimos a un concierto, paseamos en el parque… ella me tomaba la mano y se sentía bien. —dice volviendo sus ojitos acuosos, estoy inmóvil. — Comimos muchas cosas ricas, le compré un helado, cantamos juntas, Aury. Estábamos rehusadas a separarnos sabes y mi casa estaba vacía…

 

Tragué saliva bastante duro por mi garganta. Freya hablaba conmigo de Camile, realmente ellas dos estuvieron pegotes un tiempo, a veces sentía celos… un poco de amenaza por parte de Camile de que me separase de mi mejor amiga. Mientras Freya me contaba esto no podía evitar imaginarle con Camile y me extrañaba de lo balbuceante y débil que parecía todo ahora mismo.

 

—Eso suena a una cita perfecta. —Dije bajito, salió seco de mi pecho.

 

—No…yo… —Freya parpadea rápidamente con una expresión de incertidumbre.— La traje a mi cuarto, Aury. Comenzamos a besarnos, me abrazó, yo la abracé…y nos besamos.

 

—¿y? —Pregunto con más expectación. Entiendo que Freya no quiere decir del todo qué ocurre, pero la curiosidad me está matando.

 

—Y eso…nada más. —Freya levanta la vista a mis ojos mordiéndose el labio con culpabilidad por todo el rostro.

 

—¿Cómo que “eso nada más”? —Pregunto no entendiendo ni mierdas.

 

—¡Es lo que te estoy diciendo! —Exclama Freya con molestia— Nada más.

 

—O sea que tú y ella…—Muevo mis manos haciendo un par de tijeras rozándose con mis dedos.

 

—No, Aury. —Pronuncia mordaz— Tuvimos una cita excelente, escuchamos música, bailamos, comimos docenas de cosas que me gustan y cuando estaba anocheciendo la traje a mi cuarto… comenzamos a besarnos y yo… y yo…—Freya se levanta de la cama con la cara enormemente roja paseándose sin rumbo— No pude.

 

¿No pudo? ¿Lo escuché bien? sí… dijo que no pudo y sé que se refiere a tener relaciones sexuales, creo. Okey okey…esto no es tan grave hasta cierto punto, Freya no es ninguna fácil, pero ¡¿Qué?! Freya no es el problema sino la otra zorra.

 

—Freya ¿Qué hiciste con Camile? —Pregunto con dureza llamándole con mis manos a sentarse nuevamente frente a mí— ¿Y ella qué te hizo?

 

Esa maldita perra le hizo algo a Freya ¡Con cualquiera menos con mi Freya! Aún no estaba segura de nada, pero de sólo pensar que algo más allá pasó hace que quiera romperle la cara ahora mismo.

 

—Cuéntame, ahora. —Me siento enojada.

 

—Camile estaba muy ehm…

 

—Caliente, lo sé. —Digo con firmeza.

 

Alcé una ceja con molestia, Freya debió contarme esto hace mucho tiempo y que yo haya estado toda llorona y sin ánimos de vivir no es excusa ¡Soy su mejor amiga!

 

—Aish…bien. —Se queja Freya quitándose la chaqueta lanzándola al piso antes de sentarse otra vez en la cama— Repentinamente nos acercamos… puso su boca en la mía y nos besamos muchísimo, o sea con lengua y todo…sentí que mi corazón comenzó a palpitar muy fuerte, Aury, me abrazó y sin dejar de besarnos nos pusimos en el sofá. Camile estaba muy excitada… lo podía sentir en su voz y sus manos, estaba pidiendo implícitamente que yo respondiera…

 

—¿Ella te tocó? —Pregunto sintiendo mis mejillas rojas. No es natural para mí esta clase de cosas y mucho menos imaginar a Freya tocándose con una chica, siento escalofríos en mi espalda.

 

—Un poco, es que o sea no sé cómo explicarlo…—Freya está de seguro más roja que yo— Al principio se sentía rico…pero yo…—Freya me mira a los ojos sin decir nada.

 

Freya suele congelarse de la nada cuando dice cosas que le resultan inusuales, siempre ha sido así, como si su mente se bloqueara o algo. Recuerdo que en las obras escolares solía soplarle los diálogos porque se olvidaba y su mente quedaba en blanco mirando al público.

 

—¿Qué sentiste? —Pregunto tomándole la mano en señal de cobijo.

 

—Incomodidad…—susurró dejando caer un par de lagrimazos por su rostro. Uno cayó directo en el dorso de mi mano— me sentí muy mal, las manos de Camile estaban tibias y me tocaban con delicadeza la cintura, pero me sentía muy incómoda, Aury. No sabía que hacer… entonces ella me besó más abajo, empezó a lamerme el cuello… y me dijo: «Sé mi novia».

 

Mis músculos faciales se torcieron expresando la sorpresa por todo mi rostro. Ésta no era la primera vez que alguien le pedía noviazgo a Freya, obvio… pero ya era sorpresiva la situación partiendo por el hecho de que Freya se rehusara a tener una relación con una chica que tanto le gustaba.

 

—¿Qué hiciste? —Fue lo único que salió de mis labios.

 

—La empujé…—susurra bajito.

 

—¿Qué? ¿La empujaste? —Exclamo abriendo los ojos de par en par.

 

—¡M-me aterré! —Se excusa Freya levantando los hombros con escepticismo— La empujé, Aury. Le dije que se fuera y que no quería, no sé.

 

—Mierda…—suspiro sin poder creerlo— Espera… ¿Ella que dijo? ¿Qué te hizo? —Me levanto de la cama apuntando con el mal presentimiento a flor.

 

—Obvio, se molestó horrible y se sintió rechazada de la peor forma creo, se fue…—Freya evita mirarme— Días después todas me miraban horrible… se encargó de decirle a sus amigas que yo me había abalanzado sobre ella como si fuese una especie de pervertido asqueroso, o no sé luego me trató muy mal frente a todas.

 

—Le voy a cortar las tetas a esa perra.

 

Me siento completamente enfurecida, o sea ¡No me importa por qué pasó! Sé que cualquiera se hubiera sentido terrible si alguien te hace algo así, pero Freya no fue grosera y bueno ¡¿Y qué?! Es MI Freya y nadie tiene derecho a dañarla.

 

—Estoy muy molesta contigo, Freya Arcoíris. —Digo paseándome por su cuarto sin poder calmar mis ganas de romperle la cara a Camile.

 

—Aury Boreal, lo sé yo…

 

—¡No! Soy tu mejor amiga ¿Por qué no me lo contaste? —Me siento dolida o sea… esto es indignante — Pude haber ido a romperle la cara a patadas por víbora y mentirosa, pero te quedaste callada.

 

—¿Qué querías que hiciera? —Freya mira a todas partes. Hace eso cuando quiere llorar o su mamá la regaña— Estabas toda deprimida ahí y no estaba preocupada de esto, además no iba a cargarte más con mis asuntos…

 

—¿Cargarme? ¿Acaso crees que tus problemas me son una carga? —Tengo ganas de golpear a Freya tanto como de abrazarla— Somos amigas… por la mierda, dividimos nuestros problemas entre ambas para multiplicar las soluciones. Me siento totalmente ofendida.

 

—Entiéndeme…—suspira Freya renegando con su cabeza— Me daba vergüenza, no era el momento, no me importa lo que haya ocurrido con Camile.

 

—Eres una estúpida. —Suspiro cruzándome de brazos paseándome por la alfombra— ¿Qué te da vergüenza no haber demostrado tu lesbianismo sexual con alguien que no querías? Hiciste lo correcto, Freya… a todo esto —mi cabeza hace cortocircuito— ¿Por qué te arrepentiste de acostarte con ella?

 

Freya giró sus verdosos ojos hacía mí, movió su mandíbula sin darme señal alguna de respuesta, ni siquiera esas expresiones típicas de ella que conozco tan bien que las palabras son innecesarias. Quise calmar mis rabias interiores, más que el silencio de Freya eran las mentiras de Camile y lo cruel que fue lo que me mantenía con ganas de golpear la pared sin querer pensar algo en concreto, ni darme vueltas, ni nada. Entonces miré el piso con la cabeza repleta de información que lentamente procesaba mi cerebro y lo vi… la chaqueta de Freya seguía tirada en el piso, de su bolsillo interior cercano al pecho se asomaba levemente un papel blanquecino con bordes de color arcoíris que me resultó familiar, era una hoja de cuaderno doblada.

 

—Me mentiste…—suspiré a mis adentros.

 

No podía creerlo, mi interior se revolvió en millones de mariposas que rápidamente se congelaron sin poder volar más. Entonces miré a Freya y sin quererlo volví a llorar, era incertidumbre pura.

 

—Me mentiste. —Dije más fuerte esta vez.

 

—¿De qué hablas? —Pregunta Freya mirándome sin comprender lo que yo decía.

 

—Ésta tarde temprano… dijiste que habías hecho una lista de tu cita perfecta en una hoja de cuaderno cualquiera.

 

A penas pronuncié aquella frase Freya se tocó el pecho para notar que su chaqueta seguía en el piso y el papel se asomaba. El rubor de su rostro se transformó en un estruendoso pálido.

 

—Aún lo recuerdas—Suspiró Freya tomando rápidamente el papel arrugándolo en su puño.

 

Como si hubiera sido ayer. Teníamos trece años, estábamos comprando nuestros útiles escolares en el centro de la ciudad cuando de repente Freya vio un cuaderno que tenía los bordes de múltiples colores, el mismo que estaba agotado en todas las putas tiendas. Ella se sentía tan frustrada de no tenerlo que cuando iniciamos el año escolar tomé uno de mis cuadernos y además de decorar la portada pinté los bordes de las primeras setenta hojas con crayones imitando el que ella quería.

 

Freya desvió su vista y se sentó en el rincón de su cama como si estuviese protegiéndose de mí, sus ojos estaban perdidos; podía ver en la poca luz del cuarto los marrones acuosos de mi mejor amiga que combinaban perfectos con mis ojos que estaban hipnotizados por la hoja apretada entre sus dedos. Las hojas de ese cuaderno pintado por mí se acabaron hace años… y si estoy en lo correcto, lo que está ahí escrito tiene ocho años de antigüedad.

 

—Déjame ver eso. —Digo acercándome a Freya con autoridad.

 

—No. —Respondió apretando más su puño en posición defensiva.

 

—¡Que me dejes verlo! —Grito lanzándome sobre ella a buscar el papel.

 

—¡Que no! ¡Aury no! —Exclamó Freya envolviéndose para evitar mi ataque. —¡Ay las uñas!

 

Comenzamos a forcejear, ella me empujaba con las piernas y yo le enterraba los dedos en las costillas de manera que soltara la presión en los dedos y quitarle el papel. Freya ponía resistencia, pero yo no iba aflojar, nos revolcamos, nos dábamos manotazos ¡Quiero ese papel!

 

—¡Suéltame! —Exclama Freya en un ataque de risa.

 

—Si no dejas de pelear me veré obligada a reventar tu cerebro con mis poderes mentales…—Digo agarrándole el cuello sin dañarle.

 

—Jamás…jajaja si quieres matarme tendrás que pasar sobre mi cadáver, espera eso…jajaja ¡Me haces cosquillas! —Freya se ríe jalándome el pelo.

 

Entonces casi nos caemos de su cama, Freya me apartó y me agarró de manera que no pudiese moverme adecuadamente, metió su mano en mi axila para hacerme cosquillas. Me dio un ataque de risa insoportable, empecé a patearla y Freya sólo se reía.

 

—Eres jajaja…una maldita desgraciada…jaja —No podía contenerlo, sus dedos se movían y se metían en mi cuello y mis costillas.

 

—Tú empezaste, boba. —Dijo posicionándose sobre mi cuerpo para seguir torturándome.

 

Sentí que si Freya seguía haciéndome cosquillas me iba a orinar. Sin darme cuenta la pelea había perdido el objetivo de conseguir el papel y seguimos dándonos manotazos de la nada hasta que Freya se puso sobre mí a crearme cosquillas con poca piedad. Intentaba no ser tan ruidosa con mi risa y eso me daba más carcajadas, pero todo se detuvo estrepitosamente cuando sentí humedad en mi mejilla y los dedos de Freya sin movimiento alguno.

 

—¿Eh?... —suspiré girando mis ojos arriba.

 

Freya se había quedado inmóvil, una lágrima cayó a mi rostro desde sus ojos brillantes. Qué manera de llorar y reír hoy. No dije nada, sólo nos miramos fijamente, las mejillas de Freya estaban rosaditas y yo me volví inestable por dentro, por un momento pensé que alguno de mis golpes se había salido de fuerza, pero no.

 

—Freya ¿Qué p…

 

—No vuelvas a decir que eres fea. —susurra bajito.

 

Abrí los ojitos ante ese comentario tan repentino y Freya frunció el ceño. Nos quedamos inmóviles, se resbaló otra lágrima de sus ojos a mi rostro y sólo sonreí de costado. Me acomodé para sentarnos frente a frente, pasé mis manos por las mejillas de mi mejor amiga y le di un beso en la cara.

 

—¿Qué ocurre? —Le pregunto en voz baja sin dejar de mirar sus ojitos enrojecidos.

 

Freya adelantó su brazo a mi costado, puso su mano bajo mi muslo derecho y sacó el papel de cuaderno por el cual estábamos forcejeando. Alcé una ceja ante sus movimientos lentos, mi corazón se volvía miel con cada segundo y no podía dejar de apreciar cómo Freya desdoblaba el papel y lo estiraba en su pierna… leyó lo que ahí había escrito y se mordió el labio, por mi parte yo estaba llena de curiosidad, pero no le presioné ni tenía intenciones de querer leerlo por la fuerza. Freya dobló el papel nuevamente y lo dejo caer al piso por la orilla de su cama, se quedó en silencio mirando mis manos y sus propias muñecas llenas de pulseras y cintas.

 

—Camile me gustaba mucho porque de alguna manera se parece un poco a ti. —Susurra Freya entrelazando tímidamente su dedo índice con el mío.— Solía reírme mucho cuando estaba con ella, disfrutábamos la misma música, ella es detallista y parece esa clase de chicas que siempre te echan una mano cuando lo necesitas… incluso a veces se viste como tú lo haces.

 

Se me congeló el corazón, cada palabra que Freya decía me llenaba el pecho de un sentimiento indescriptible, podría catalogarlo entre tristeza, dolor e incertidumbre, pero realmente no entendía lo que Freya estaba diciendo…sino que mi pecho interpretaba lo que sus ojos desparramaban por mis oídos.

 

—Tú más que nadie merece saber todo de mí, Aurora. —Dijo Freya levantando su vista a mis ojos perdidos en sus palabras — Camile me gustaba porque te buscaba a ti en ella, y la rechacé porque es imposible encontrarte en otra persona.

 

Respiré hondo sólo porque estuve varios segundos sin hacerlo, no estaba pensando bien… Freya me confundía, aunque por otra parte sentía hormigueos en mi barriga.

 

—Yo…Aury…—Freya se aleja un poco de mí y corta el contacto físico entre nuestros dedos— Tengo un problema no sé… yo no puedo estar con chicos y tampoco con chicas porque tiene que ser alguien mejor que tú y no hay nadie mejor que tú, o sea yo… siempre comparo a toda la gente contigo y… y… cuando las chicas me besan no puedo evitar recordar que no se siente igual a…

 

—Espera, espera…—La interrumpo tomándole las manos. Freya se está alterando— Tranquila, yo…—estoy toda roja, Freya acaba de…¿Qué? — ¿Se siente igual a qué?

 

—Ah…—Freya me mira directamente—esa vez…que nos besamos… ¿Te acuerdas?

 

Giré la cabeza asimilando lo que Freya decía ¿Besarnos? Yo no recuerdo alguna vez haber besado a Freya, es más… en todos nuestros años de amistad nunca hemos hecho algo extraño, bueno para empezar siempre hacemos cosas extrañas. No estoy pensando bien, esto es repentino.

 

—Fue en la fiesta de Tommy, tu primo… cuando teníamos doce. —Me recuerda Freya mirando la pared.

 

—Cierto. —Digo sorprendida. Freya tiene razón, pero eso fue hace tantos años ¡Sólo éramos un par de niñas! —Era la primera fiesta de cumpleaños de Tommy, todos sus amigos se creían grandes y querían jugar a la botellita.

 

—Sí —se ríe Freya— Yo te obligué a jugar conmigo, y para mi mala suerte cuando giré la botella te apuntó a ti. Dijeron que no contaba entre niñas o entre niños, pero tu primo nos obligó o sino dejaríamos de jugar.

 

—No puedo creerlo…—suspiré nostálgica, pasó hace tanto tiempo— De hecho fue terrible porque lo hiciste con demasiada fuerza y me enterraste la nariz en la mejilla.

 

—Fue horrible, yo no quería que mi primer beso fuese contigo…estaba molesta, pero acerqué mis labios a ti…—se ríe Freya mirando sus manos nerviosas— y sentí como si… no sé, fue muy bobo.

 

—Freya eso no fue un beso. —Digo riéndome— La mitad de tu boca tocó la mitad de la mía y duró como un segundo.

 

—Pero yo sigo recordándolo como si hubiera sido eterno—Confiesa Freya en voz baja.

 

—Porque tú si…

 

—Estoy enamorada de ti, Aury. —Dice Freya rápidamente.

 

El mundo se partió en mil pedazos. Freya se mordía el labio luego de decir aquello y yo no estoy segura de lo que estaba ocurriendo en mi cabeza, es más podía sentir como si un terremoto la azotara y un millón de cosas estuvieran regadas frente a mis ojos. La piel se me tensó, los vellos de mi cuerpo se levantaron y no pude siquiera sentir que a mis pulmones les estaba faltando el oxígeno… no supe qué hacer, no sabía cómo reaccionar… no estábamos hablando de mí, sino de Freya… de Freya, mi Freya y el mar de sensaciones que estaban recorriéndonos a las dos. Tenía muchas preguntas y ninguna respuesta. Me levanté lentamente, no me di cuenta cuando había caminado hasta la mitad de su cuarto moviendo las manos y la boca sin poder emitir alguna señal de vida inteligente. Los ojos de Freya se pusieron acuosos, su piel se volvió pálida y ambas pensamos que yo saldría corriendo. Entonces todo empezó a encajar más aun de lo que según yo había encajado… si lo que dice Freya es cierto… era imposible que yo notase lo que acaba de decir si siempre ha sido tan linda conmigo…  ¡¿Freya enamorada de mí?!

 

—¡¡Eres una enferma!! —Grito con rabia empujando a Freya.

 

—Perdóname, yo… en serio, Aury…—Freya instantáneamente se bloqueó.

 

—¿Cómo permitiste que te hiciera esto tanto tiempo? —Digo llorando, molesta.

 

—¿Qué? —Pregunta Freya reponiendo su estabilidad física.

 

—¿Desde cuándo que tú…estás enamorada de mí? —La quiero golpear.

 

—Desde siempre…creo. —dice Freya parpadeando con incertidumbre.

 

Freya nunca me ha faltado el respeto… jamás ha hecho algo esperando algo así de mí, es más siempre ha sido mi mejor amiga y la amo tanto de esa manera que me llena de furia su retraso mental.

 

—No puedes…. —suspiro poniendo ambas de mis manos sobre mi cabeza sin poder comprenderlo del todo— Freya estás enferma… —No pude evitar lloriquear nuevamente.

 

—Aurora, me odias… ¿Verdad? —Pregunta Freya con la cara de llena de horror.

 

—Claro que no, idiota. —Digo mirándola con escepticismo— No puedo creer que hayas pasado todos estos años sin decírmelo, soy tu mejor amiga, ¡tienes que contármelo todo!… es que simplemente no puedes decir que estás enamorada de mí luego de que me buscases citas con muchachos o me dieras consejos para conquistar a Víctor o…—Me quedé congelada pensando la clase de sentimientos que Freya podría haber tenido— ¡Eso es autodestructivo! ¿Qué acaso no piensas en ti misma y lo que yo podría sentir de saber que sientes eso que sientes?

 

—¿Eh?

 

Me estoy volviendo paranoica. Es que no puedo creerlo, no es así de fácil… no puedo asimilar que clase de cosas le hice a Freya sin quererlo.

 

—Aury eres mi mejor amiga desde que te conozco —Freya se pone de pie sin entender que ocurre tampoco— Te amo tonta, y no es que yo pase como babosa todo el día detrás de ti, o que te mire con otros ojos, yo… te amo Aury, nada cambiaría lo que siento por ti y es el mismo amor que sientes tú por mí, sólo que yo no puedo entender por qué eres tan hermosa que no puedo simplemente enamorarme de alguien…porque siempre pienso en ti primero.

 

—¿Quién más sabe esto? —Pregunto hipnotizada en la nada.

 

—Sólo yo… y tú ahora… Aurora te juro por Aretha que no sé cómo pasó, eres mi mejor amiga y siempre te he querido así, sólo que no puedo seguir fingiéndome a mí misma que me va a gustar otra que no seas tú.

 

Vi el caos sincero en los ojos de Freya, mi estómago se revolvió de dulzura… estaba aturdida emocionalmente, ambas lo estábamos. Freya decía la verdad y yo le creía, nada había cambiado porque Freya siempre ha sido linda conmigo, y supongo que… ay no sé, todo es demasiado repentino.

 

—¿Por eso eres lesbiana?... —Pregunto suavemente volviendo a sentarme en su cama.

 

—No sé. —Dijo Freya con molestia dejándose caer en su cama.

 

—¿Qué pasó después del beso que nos dimos de niñas? —Pregunto con calma. Quiero saberlo.

 

Freya se carcajeó mirándome con dulzura. A pesar de todo… siempre me he sentido tan cómoda con Freya que esta situación no cambiaría ni una pizca nuestra amistad. Lo que ella siente por mí parece repentino…pero de alguna manera se sentía así, digo, Freya me hace sentir amada mucho más allá de algo que puede representarse con un beso.

 

—Empezamos a crecer… —dice Freya mirando el techo de su cuarto— me gustaron algunos chicos y cuando los besaba al tiempo no me sentía del todo cómoda, entonces pensé que realmente era homosexual o algo, no te lo conté porque siempre has sido jodidamente conservadora, Aury, pero bueno era obvio que te lo diría de todas formas y después me interesé en algunas chicas… y pasó exactamente lo mismo, entonces sólo tuve que asumir que sólo me gustas tú.

 

Me sonrojé extremadamente… la inseguridad de Freya se complementa de manera drástica con mi poco entendimiento, la situación se volvió tan armoniosa como chispas de colores sobre la donut de frambuesa. Entonces nos quedamos en silencio, tenía tantas cosas que pensar… pero el sentimiento parecía tan familiar que la ansiedad se calmó, aun así la electricidad sorpresiva me recorría la sangre. Miré a Freya, me puse aún más roja de pensar por primera vez con seguridad ¿Yo le gusto a Freya cómo mujer? Mi estómago se volvió mariposas tímidas, entonces ella piensa que soy linda… no linda… sino realmente linda.

 

—No estas mintiendo ¿Verdad? —Suspiré hipnotizada sin mover mis ojos de los suyos.

 

—Sí, es la verdad. —Respondió en el mismo tono de mi voz.

 

Entonces sonreí sin quererlo, enloquecí. Empecé a mirar los recuerdos que tengo con Freya, millones de ellos reproduciéndose en mi cabeza, uno tras otro golpeándome con luminiscencia, como una lluvia de plumas blancas. No podía creerlo, era tan raro. Si era una noche de confesiones personales, podría ser sincera conmigo misma de admitir que Freya es la base de mis malos amores no correspondidos, porque sé que sin importar lo malo que ocurra ella estará ahí diciéndome que prácticamente soy la mujer más hermosa del universo.

 

Me sentí ligeramente intimidada, Freya es una chica hermosa, tiene un montón de estilo y una personalidad única… entonces si lo miro desde ese ángulo, que ella esté enamorada de mí es… inexplicable.

 

—¿Me odias? —Pregunta Freya volviendo sus ojos a los míos. —Yo quiero que esto no…

 

—Bésame otra vez.  —La interrumpo.

 

—¿Qué? —Freya levanta su tronco de la cama sentándose frente a mí.

 

—Eso —digo con firmeza acomodando mi cabello detrás de mis orejas. — Bésame otra vez.

 

—Aury no voy a besarte. —Dice Freya haciendo muecas de asco ¿asco?

 

—¿Por qué no? —Pregunto indignada.

 

—Aury tú no eres… “Así” —Freya hace comillas con sus dedos— Y no voy a besarte solo porque ahora sabes que me gustas. Somos amigas.

 

—Y el hecho de que seamos amigas no va a cambiar porque me des un beso, no seas estúpida. —¡Me hace enfadar! — Adelante.

 

El rostro de Freya se distorsionó a vergüenza e incertidumbre en su estado más puro. Yo por otra parte me moría de un no sé qué por dentro, pero bueno… a mi Freya le perdono todo. Miré atentamente los ojos de mi mejor amiga e inhale aire manteniendo la calma mientras parecía acercarse sin mucha confianza. Yo me puse a pensar porqué nunca antes la había besado en los labios, bueno sí eso sería raro… para empezar no me gustan ni me han gustado nunca las mujeres, aunque por otra parte Freya no es cualquier mujer. Si mi corazón fuese una donut, Freya sería todo lo que lo adorna y lo hace más dulce, yo simplemente… daría mi vida por ella.

 

—¿Estás segura de esto? —susurra Freya a una corta distancia de mí.

 

—Cállate. —suspiré.

 

La comisura de su labio se apegó a mi boca. Nunca antes había sentido el aroma de Freya revoloteando con tanto autoritarismo sobre mi nariz; no estaba preparada en lo absoluto para ninguna sensación, es más… mi corazón vibró y me recorrió un lento y torturador escalofrío por toda la espalda. No hice absolutamente nada más que cerrar los ojos con tanta fuerza como Freya lo había hecho antes de rozarme. Acerqué mis labios mínimamente y su boca estaba por completo apegada a la mía, era un beso realmente estúpido…impregnado de timidez e inseguridad. Por un momento volví a la cordura, el cabello de Freya me hacía cosquillitas en la nariz y sentí la calidez de su beso tibio, entonces me puse a pensar qué era lo que Freya había captado en nuestro primer beso porque hasta ahora no sentía nada fuera de lo normal… era un beso con Freya, o sea… ella es tan parte de mí que no es como que me sienta incómoda, todo lo contrario es una sensación muy propia de ella, como esas veces que Freya se queda en mi cuarto acompañándome cuando las cosas no marchan bien, o me regala esos abrazos que parecen eternos. Mi corazón ahora no se siente diferente… porque desde el primer momento en que vi a Freya me hizo sentir amada. Ella es el ángel de la guarda del que todos hablan. Lloré en ese momento porque mis labios tocaban los suyos con total voluntad…y se sentía hermoso en mi pecho sin pensar en lo raro que era, porque era extraño sin duda. Los sentimientos de Freya eran su mano dándome la oportunidad de tomarla por siempre ¿Y qué importaba lo demás ahora? Yo quería que eso nunca se acabase.

 

—No te alejes…—Suspiré al sentir que los labios de Freya se despegaban de los míos. Instantáneamente volví a besarla.

 

Ahí fue cuando me sentí un poco más extraña, pero no pude evitarlo… es que Freya es tan ¡Freya! Ella mordió mi labio inferior y sin quererlo sentí mi estómago lleno de hormigueos. Las manos de Freya se acercaron a mis mejillas y no pude hacer nada más que disfrutar el tibio sabor de sus labios amorosos. No nos movíamos tanto como para sentir que nos devorábamos la boca, para nada… sólo fue un largo y dulce tacto. Nos separamos lentamente, pude ver en los pardos de Freya como el amor chorreaba por sus ojos.

 

—¿Sentiste algo? —Pregunto con mis mejillas ardiendo en vergüenza.

 

Pero Freya no dijo nada, al menos con su voz. Se quedó inmóvil, pude ver sus cejas arqueándose de placer emocional y sentí que al fin pude agradecerle lo que hace por mí sin que salga con sus bromas del azúcar. La piel de sus brazos lucía erizada, y por primera vez no hice nada para quitarle ese congelamiento espontáneo.

 

—Es… más hermoso de lo que recordaba. —dijo en voz bajita con los ojitos brillosos impregnados de una felicidad liquida. — ¿Por qué lo hiciste?

 

—Porque puedo. —Respondí evitando mirarla, sin poder esconder mi boba sonrisa.

 

Sabía que Freya estaba tan llena de sentimientos nuevos y propios como yo. Desvié mi vista al piso y miré el papel de cuaderno que mi mejor amiga dejó caer. Comencé a recordarnos de niña y todo el tiempo que hemos crecido juntas tanto a nivel físico como emocional. Otra vez me volví ligeramente superficial, el cuerpo de Freya siempre ha sido esbelto y bello, creo que lo he visto casi todo añadiendo que mi mejor amiga no tiene mucho pudor a la hora de cambiarse ropa frente a mí, por otra parte yo soy más acomplejada… desde la adolescencia no he encontrado la armonía entre mi robustez y mi autoestima.

 

—Freya…—le llamo mirándole con firmeza. Subió sus ojitos a mí con timidez— Mírame.

 

Mi mejor amiga acomodó su postura corporal y fijó sus ojos aún más en los míos como si quisiera analizarlos. No faltó más de algunos segundos para que su seriedad se esfumara y una sonrisa bobita se asomase por sus labios.

 

—Eres tan linda…—suspiró Freya con los ojitos llenos de unas incontenibles ganas de llorar.

 

Ella tomó mi mano y cubrió mis dedos entre los suyos… mi corazón explotó de un sentimiento indescriptible, algo que sólo podría escribirse con el tinte marrón indeciso de los iris de Freya. El silencio entre las dos resonaba como cuando los dedos de ella pasan lentamente sobre las cuerdas, yo le sonreí. Cerré los ojos con tanta fuerza que no veía nada, estiré mis manos sin guías hasta el cabello que sentí en la yema de mis dedos, el rostro de rasgos finos de la chica que estaba frente a mí… entonces sin permiso alguno deslicé mis dedos temblorosos detrás de su nuca, enredando su suave cabello entre mis manos, sentí el calor, sentí a Freya levantando su cuello tomando mis brazos, accediendo a mis caricias.

 

—Te amo…—susurró Freya—Te amo muchísimo, Aury.

 

—Acércate más. —Respondí con la incontrolable sensación de querer tocarla.

 

Seguía con mis ojos cerrados. Freya acortó la distancia entre ambas al punto que sus rodillas tocaron las mías, separé mis piernas y me senté sobre sus muslos abrazándole la cabeza con mucho cariño. Me sentí invadida por un deseo de no querer separarme nunca de Freya. Puse mis labios en su frente… y tuve tantos impulsos de pensar en todo como en no hacerlo, todo parecía repentino y extrañamente familiar al mismo tiempo que me estaba enloqueciendo por dentro. Pasee lentamente mis labios por su piel, me detuve besando sin prisa alguna su ceja izquierda.

 

—Me haces cosquillitas. —Dijo Freya ahogando su risa en mi cuello.

 

Tímidamente Freya posiciono sus manos sobre mis muslos deslizándolos tranquilamente hasta mis caderas, se escribió el calor de su tacto en mi piel.

 

—Freya ¿Alguna vez te has masturbado pensando en mí? —Pregunto sin evitar reírme por la incomodidad.

 

—Eres una estúpida jajaja. —Respondió empujándome con violencia dejándome acostada boca arriba por la fuerza.

 

—Jajaja Lo has hecho ¿sí o no? —Digo sin evitar retorcerme de risa con mis piernas abrazándole las caderas.

 

—No voy a responder eso, eres una sucia. —Dice moviendo el rostro con indignación.

 

Sólo seguí riéndome ante sus mejillas rojas y su estúpido rostro repleto de decepción. Sentí vergüenza, obvio, pero entre ella y yo eso no suele existir. Freya me miró largos segundos con enojo, miró a lo lejos renegando con su cabeza y luego asintió de forma involuntaria cerrando fuertemente los ojos.

 

—Júralo. —Digo mordiéndome el dorso de la mano evitando reír.

 

—Te odio. —Dijo Freya entrecerrando sus ojos ante la furia.

 

No lo demostraba por fuera, pero mi interior hervía de vergüenza. Freya suspiró con un sonido mezclado de ternura y molestia, se dejó caer hacia atrás acostándose en la cama de manera totalmente opuesta a mí. La calidez en el cuarto de Freya me era insoportable, me quedé pegada mirando el techo con alto interés en la nada misma… estaba pensativa… Camile se me pasó por la mente y reproduje nuevamente la película imaginaria de ella besando a mi mejor amiga…

 

Levanté ligeramente mi cabeza sólo para volver a mirar a Freya, sus brazos reposaban al costado de su cabeza y escuchaba sus pequeños suspiritos; volví a sentarme para observarle mejor y noté que su ropa estaba desordenada dejándole el estómago expuesto. Algo que nunca entendí de mi mejor amiga fue su extraño valor al perforarse el ombligo sin miedo, yo estaría jodida de solo imaginar que un piercing me atraviesa el estómago… pero ahí me quedé mirando la pieza metálica que colgaba de su piel mientras el aire de su respiración le inflaba el pecho por segundos.

 

—¿En qué piensas? —Pregunto atenta a su respuesta.

 

—En ti. —Dijo— Honestamente me pregunto en qué estará pensando tu cabeza.

 

—En ti.

 

—Todo se siente tan cómodo, es extraño además me besaste…—Freya se ríe bajito— Sé que yo no te gusto como mujer y aun así  parece estar bien.

 

—¿Qué te hace pensar que no me gustas cómo mujer? —Pregunto alzando una ceja.

 

—Sabes a lo que me refiero…—Freya desvía sus ojos a mí.

 

—¿Te refieres a que tengo que sentir deseos de tener sexo contigo para que me gustes?

 

—No, o sea sí. Se supone que ese es el punto. —Mi mejor amiga levanta su tronco apoyándose con los codos— Creo…

 

—No tengo deseos de tener sexo contigo. —Digo haciendo una mueca por lo dicho anteriormente— pero de todas formas pienso que eres hermosa y atractiva.

 

—¿Atractiva para ti? ¿o para otras personas? —Pregunta frunciendo el ceño con la cara rosácea.

 

No puedo negar por ningún motivo que Freya es terriblemente bonita, su forma de ser y su actitud ante todo hace que siempre me imagine que ella sería el chico perfecto, pero no voy a mentirme,  también creo que es una chica perfecta y no perfecta porque realmente lo sea…sino que es tan para mí y a la vez tan mía… mi mejor amiga y esa cosa que siempre está conmigo.

 

—Para mí, imbécil. —Respondo con el “TDAH” en toda la frente.

 

—Yo realmente no entiendo cuando dices que eres fea y realmente me enoja, porque eres jodidamente atractiva y hermosa para mí. Tampoco es que yo tenga ganas de tener sexo contigo si es que me entiendes. —Dice apuntándome con molestia— De verdad pienso que eres linda y no tengo que sentir deseos de meter mi boca en zonas específicas para demostrarlo.

 

—¿Por qué estás enojada? —Pregunto en una carcajada ante su cambio de humor drástico.

 

—Porque eres una estúpida, no necesitas ser flaca ni superficial para ser mejor de lo que eres. Y te he visto un par de veces desnuda así que cállate.

 

—Tú siempre me has visto desnuda... —Susurro mordiéndome un pedacito de piel del labio.

 

Un calor abrumador me invadió el pecho y miré a Freya atentamente, cada rincón de su cuerpo visible mientras ella me miraba con enojo. Miré su colección de cintas y pulseras en sus muñecas, entonces miré también las mías… me levanté sin prisa a su escritorio dándole la espalda, tomé una de las tijeras del portalápices y pasando sin pudor uno de sus filos por debajo de mis pulseras: las corté.

 

—¿Qué haces con eso? —Preguntó Freya mientras me acercaba a ella con determinación.

 

Tomé su muñeca con firmeza y rápidamente corté todas las cintas y pulseras de ambos brazos de un solo tijeretazo.

 

—No… no ¡Noo! —Grita mirando horrorizada— Mil pulseras… ¿Por qué?

 

Me senté en la cama sin poder decir nada; veía caer los mechones almendras por mis hombros y recordé en un segundo efímero todas esas veces que Freya me apoyó sin juzgarme por nada ¿Por qué yo iba a juzgarle por estar enamorada de mí si de alguna manera…yo también lo estoy de ella? ¿Qué acaso esto que siento en el pecho no es amor? Y su forma de ser conmigo, las cosas que dice y cómo me hace sentir… ¿No es amor del verdadero?

 

—Aury ¿Por qué lloras? —Pregunta Freya arrodillándose entre mis piernas tomando mis manos.

 

Entonces entendí que me había pasado lo mismo que a Freya y también tiene derecho a estar enojada conmigo por no decirle que estaba enamorada de ella. La miré a los ojos sin contener mi llanto, sus ojos no se veían marrones esta vez, tampoco verdes…ni pardos, sino como los de aquella persona que siempre está ahí cuando lloro.

 

—Quiero pedirte algo…—susurré con la poca voz que tenía.

 

—Sí dime, Aury. —Dice Freya apretando mis manos. Puedo ver la voluntad del universo entero en sus ojos.

 

—Duerme todas las noches de mi vida conmigo… por favor.

 

Freya se congeló y su boca tiritó ligeramente ante mi lloriqueo contagioso; se quedó en silencio mirando mi rostro con incertidumbre y rubor en los pómulos.

 

—Disculpa…¿Qué? —Preguntó con suavidad—es que de repente salió azúcar de tu boca y quedé sorda.

 

—Ay te odi…

 

Antes de que comenzara a reírme de su retraso mental… Freya se apoyó en la cama por mis costados y estiró su rostro a mí. Juntó sus labios con los míos y nos quedamos así de idiotas; le di mínimamente mi boca para sentir el calor de su suave piel. Ahora parecía el mismo beso de antes, la misma sensación exquisita que abrigaba mi cuerpo como un adorable cobijo; rodee su cuello con mis brazos e intensifiqué el contacto entre ambas… podía respirar el aroma y el oxígeno de Freya, el sabor de Freya, el amor de Freya… entreabrí la boca deseando seguir más allá y no fue nada más que ello para que la hermosa chica junto a mí introdujera lentamente su lengua.

 

—uhhmm raro…—Suspiré entre sus labios.

 

Estiré una de mis manos hacia abajo quitando el cobertor de su cama, Freya me abrazó cada muslo y me alzó repentinamente haciéndome sonrojar… no nos despegamos, me dejo caer lentamente sobre la cama de manera que pudiese abrazarla con mis piernas. Esto sí que era jodidamente repentino, seguía besando a Freya con exagerada intensidad…

 

—Aury…—susurró mi nombre tomándome del cuello con tanta delicadeza.

 

Sentía hormigueos en todo mi cuerpo. El cabello de Freya enredándose en mis manos… lo caliente de sus labios, todo sabía tan rico y diferente… como mil veces el amor de Freya sobre mí. Abracé sus caderas con mis piernas, lentamente ella descendía, el pecho de Freya se apegó al mío y por primera vez sentí un electricidad sobre mi espalda, antes sólo había sentido sus senos sobre los míos así de rico cuando nos abrazamos demasiado fuerte en chiste.

 

Separé mis labios ligeramente de Freya e inhalé todo el aire que perdí tragándome su aroma por completo, mi boca estaba repleta del sabor a ella. Tomé el rostro de Freya con mis manos y comencé a pasear mis labios por toda su cara. Podía oír risitas tan bellas de su voz que sólo aumentaban mis ganas de besarla. Freya mordió mi mentón con dulzura… me besó en la garganta y llenó la piel de mi cuello con caricias. Estaba muriendo de amor en mi pecho… posicioné mis manos en la cintura de Freya Arcoíris… por primera vez sentí intensos deseos de tocar su piel y adentré mis manos por su espalda hasta sentir el inicio de su ropa interior.

 

—Momento…—Dijo Freya levantándose con un poco.

 

Agarró los extremos de su camiseta y la jaló hacia arriba para quitársela; pude ser consciente de todos los milisegundos que mi cuerpo reacciono mirando el estómago y el pecho semidesnudo de Freya. Volvió a besarme con fuerza…pero no quería tocarle por miedo a que mis manos se derritieran.

 

—Abrázame. —Suspiró sin quitar sus labios de los míos. Agarró mis manos pasándolas por su espalda.

 

El cuerpo de Freya estaba caliente, rápidamente mis manos tibias absorbieron su hermoso calor. Freya mordía mi cuello y por mucho que quisiera contenerme…los suspiritos salían de mi sin poder controlarlo muy bien, miraba el techo de su cuarto y a la vez no lo miraba… todos mis sentidos estaban pegados en las sensaciones que Freya provocaba dentro de mí. Introdujo una de sus manos por mi estómago y morí de vergüenza.

 

—Espera…—Susurré completamente roja.

 

Freya detuvo su tacto en mi abdomen y en mi cuello. Levantó su cabeza a la altura de la mía y me miró con ternura y una sonrisita boba. Me cautivé… sentí un poco de presión en mi pecho, pero nada más torturador que dejar de besarla, entonces me quité la camiseta como ella y la dejé caer por el costado de la cama.

 

—¿Qué haces? —Pregunto.

 

—Mirarte…—suspiró Freya con sus ojos pegados en mi pecho.

 

Me sentí avergonzada…no como si Freya nunca me hubiese visto en ropa interior, es sólo que ahora no sólo estaba mirándome, sino que desparramaba sus pensamientos con sólo observar mi piel.

 

—¿Quieres tocar? —Pregunto tomando su mano.

 

—No, no…espera…—Dijo rápidamente con las mejillas totalmente rojas.

 

Pero no me detuve, sujeté la mano derecha de Freya y lentamente la posicioné sobre mi seno izquierdo, abracé su mano con la mía. Freya enrojeció y dejo salir un suspiro que seguramente sólo yo noté entre ambas; apreté su mano contra mi pecho y pude oír su pecho llenándose de chispitas.

 

—Estás tibia. —Dijo acercando su boca a la mía.

 

—Ven.

 

Volvimos a besarnos, rodee su cuello con mis brazos y Freya se dedicó a morderme los labios como un hermoso desquite. Estaba derritiéndome, no estaba pensando…no calculaba ni sacaba conclusiones de nada, era yo  y ella tan sumidas en la otra… era como la sensación de ambas recorriendo el museo.

 

—¿Sabes cómo se siente? —Dije de manera dificultosa mientras Freya tocaba mi pecho mordiéndome el cuello.

 

—Uhm sí…—gimoteó— como el cuadro de las almas de fuego que se besan.

 

Con Freya solíamos pensar lo mismo en algunas situaciones…pero esta vez morí de amor ante su respuesta, tanto así que la abracé con mis brazos y piernas mientras ella me devoraba la piel, Freya es tan hermosa.

 

—¿Te molesta si?... —Preguntó introduciendo tan solo el inicio de su dedo medio por debajo de mi sostén.

 

—No. —Respondí mordiéndole las mejillas sin control.

 

Arquee un poco la espalda y los dedos de Freya se introdujeron ahí para desatar las uniones metálicas de mi ropa interior, yo hice exactamente lo mismo en la suya. No paramos de besarnos, era intenso… como si estuviéramos cobrándonos los besos que nunca nos dimos, o aquellos que sólo nos dábamos con los ojos. Estaba un poco avergonzada, pero la cercanía que tengo con Freya inhibe cualquier sensación de pensamiento acomplejado.

 

—Acuéstate conmigo. —Dije rápidamente con el labio inferior atrapado en sus dientes.

 

—Ya estoy encima de ti, como chispitas de colores sobre el glaseado de frambuesa. —respondió entre risas.

 

—Boba.

 

Deslicé mis manos por su cuerpo hasta llegar a mi pantalón y comencé a desabrocharlo todo… las caderas de Freya se levantaron para que hiciese lo mismo en el de ella, todo sería enormemente más fácil si paráramos unos segundos para ello separando los labios, pero es imposible querer eso. Comencé a bajarnos los pantalones hasta que recordé algo estrepitoso.

 

—¡Espera! —Jadee mirándola a los ojos a una corta distancia.

 

—¿Qué pasa? —Pregunta alzando las cejas.

 

—Sabes que no he estado bien las últimas semanas y creo que no me he preocupado mucho porque los vellitos de mis piernas están empezando a crecer y…

 

—Mañana, mañana, mañana hacemos otro día de chicas y te depilo. Me importa una mierda…—Dijo rápidamente sin poner atención realmente volviendo a besarme.

 

Nos quitamos los jeans y fueron a quedar con las otras prendas… al suelo al costado de la cama. Nos tapé con el cobertor hasta la cintura… de seguro tenía el cuello todo enrojecido por las marcas de la boca de Freya. Se acostó sobre mí besándome los labios, podía sentir la suavidad de sus pechos sobre los míos, me daba cosita en el estómago su piercing sobre mi piel…pero más aún, ligeramente separaba mis piernas permitiendo que la pelvis de Freya se acomodase entre mis extremidades inferiores.

 

—Estoy derretida por ti…—Suspiró entre sus besos.

 

—Freya…—susurré abrazándole exasperada. —¿Es necesario que te diga te amo?

 

—¿Cuándo no es necesario decir “te amo”? —Dijo riéndose besando mis labios con el inicio de su lengua.

 

Mis muslos abrazaban los muslos de Freya… mis pies acariciaban sus pantorrillas, no había parte de mí que no quisiera tocarla. De repente Freya recorrió de mis labios por el mentón, mi cuello y mis clavículas; yo estaba absorta pegada mirando el techo, como si estuviera flotando en el mar y me dejase llevar por las olas cargadas de caricias.  Sentí toda mi piel erizarse con cada beso que ella me regalaba, mi visión se volvía borrosa de tanto amor… no era lujuria ni nada que pudiese manchar de negro el color del amor de Freya, ella para mí es intocable en ese sentido.

 

—¿Crees que haya algún problema con que nos quitemos todo? —Pregunto sin quitar mi vista del techo.

 

—¿A qué te refieres? —Dijo Freya apoyándose por mis costados… ver su pecho desnudo y su cabello despeinado me regaló mariposas en los ojos.

 

El rostro de Freya lucía mordisqueado por besitos,  sus mejillas estaban rojas y su cabello estaba más desparramado por su frente que de costumbre… entonces pensé que seguramente yo me veía exactamente igual a ella. Puse mis manos sobre su delineada cintura… las deslicé hasta sus caderas y bajé minuciosamente su ropa interior por sus muslos; Freya se arrodilló en la cama… sentí cosquillas de ver sus mínimos vellos púbicos y su vagina, aun así la situación no podía ser más cómoda…como todo lo que hacíamos ella y yo sin importarnos nada. Me quité la ropa interior y la jalé suavemente para abrazarnos desnudas nuevamente bajo el cobertor.

 

—¿Crees que se sienta rico? —Pregunto mirando a Freya a los ojos.

 

—Supongo que sí. —Respondió recostándose a mi costado muy cerca de mí.

 

—Esto es raro…—suspiro sintiendo vergüenza en mis mejillas. —¿Qué viene ahora?

 

—Nada en un libreto. —Dijo Freya besándome suavemente otra vez.

 

Volví a rodearla con mis brazos, besarle la boca por el hecho de que ella es mía y me estoy aprovechando de ese derecho. Freya comenzó a morderme el cuello otra vez, poco a poco entre manoseos se posicionó nuevamente sobre mí, sólo que ahora sus besos descendían con más amor… nuestras piernas estaban inquietas, su boca llegó a mis pechos y volví a sentirme hundida en su mar de amor.

 

—Tienes los pezones erectos. —  dijo en voz bajita con una risa de niña estúpida.

 

—¿Y qué esperabas? Nos hemos besado mucho…—Respondí molesta ante su comentario obvio.

 

—No lo suficiente. —Susurró.

 

Freya abrió mínimamente sus labios atrapando mi pezón derecho con mucha ternura, sentí una electricidad recorriéndome la espalda y un placer extraño por mis piernas.

 

—Ahh…—Gemí sin poder evitarlo.

 

Mi mejor amiga tomó mi seno libre con una mano y comenzó a moverlo, estaba extasiada… repentinamente entrelacé mi pierna entre las de Freya y cuando la levanté por inercia, sentí en el inicio de mi muslo la humedad evidente de la vagina de Freya; esto me estaba gustando mucho más que un poco. Su lengua acarició mis pezones por largos segundos, su cabello estaba desparramado por todo mi pecho.

 

—Esto se siente tan rico…—gimió Freya mordiendo y chupando mis pechos.

 

—Siempre me pareció aberrante…—susurro— nunca tomé tus homosexualidades.

 

—Contaría como lesbiana si me sintiese atraída por otras mujeres…—confesó— pero es que realmente sólo me gustas tú. Es como si dijera que soy amante de la caja de donuts verde, sabiendo que de todas las que vienen en esa caja sólo me gusta una, que es la de chocolate.

 

—Creo que por lo que acabas de decir te mereces una paja. —Digo con ironía.

 

—Idiota.

 

Tomé a Freya de los hombros y la jale suavemente a mi costado, siempre me ha gustado acostarme con ella mirándonos frente a frente… hemos pasado madrugadas enteras conversando así. La observé por al menos un minuto sin decir absolutamente nada, me sentí tan enamorada… incluso aquellos rasguños de la pelea que tuvo me hicieron verle como una idiota enamorada.

 

—Yo…no quiero que pienses que…hago esto por despecho o algo así…—Dije avergonzada con un toque de susto.

 

—Lo disfrutaría aunque lo hicieras por despecho —respondió Freya acercando su boca a mi cuello.

 

—Perdóname por decir que no sabías nada de amor. —Le pido sintiéndome culpable por mi berrinche de ayer.

 

—Deja de pensar, no importa nada de eso…—suspiró regalándome besitos cortos.

 

Levanté el rostro por ganas de sentir su boca jugueteando en mi piel, me abracé a su espalda con tanta cercanía que no estaba segura si Freya podía respirar. Por un momento mi cuerpo cayó sobre los besos de mi mejor amiga…podía sentir mi corazón latiendo a mil, mis brazos queriendo abrazarla con fuerza. Comencé a arañarle la espalda suavemente mientras besaba mis pechos y mis pezones, estaba enloquecida completamente por dentro… es más, mis piernas estaban demasiado inquietas, Freya levantó una de sus piernas presionando las mías e introduje mi pierna al borde de su vagina sintiendo toda su zona genital exageradamente húmeda.

 

—Estás toda mojada…—jadee vergonzosamente intentando controlarme entre sus mordiscos.

 

—Es que…se siente tan rico. —Respondió Freya.

 

Podía sentir las caderas de Freya meneándose adelante y atrás levemente mientras nos besábamos, era irresistible… el ligero sudor en su piel y su exquisito aroma golpeándome los sentidos. Nos besábamos demasiado, todo mi pecho y mi boca estaban empapadas de su saliva…entonces empecé a sentir palpitaciones en mi entrepierna, era esa exquisita sensación cuando el orgasmo casi se hace presente…

 

—Siento como si fuese a correrme. —Suspiro parpadeando sin dejar de mirar el techo.

 

—Jaja…—se carcajeó Freya levantando los ojos hacia mí— Me pasa igual…estoy muriendo de amor solo por besarnos… déjame chupártela.

 

—No…no, no espera —¡¿QUÉ?! Mis mejillas arden en vergüenza.

 

—Sí…

 

Agarré fuertemente a Freya por el cuerpo, pero hizo resistencia a manotazos y no… mientras peleábamos estaba descendiendo por mí el cobertor.

 

—Si no quieres mirar no importa. —Dijo poniendo firmemente el cobertor sobre mi estómago cubriéndose ella por completa.

 

No iba a permitirle a Freya hacer eso ¡o sea no! Era demasiado, caí en caos. Cerré fuertemente las piernas... no quería sentir a Freya ahí y a la vez ella… argh. Mi mejor amiga paseó sus manos por mis muslos, yo no podía dejar de ver el techo y mirar a todas partes tratando de hacerme la tonta. Freya enterró su rostro en mi vientre y bajó lentamente a besos, apreté el cobertor de puros nervios, no podía creer que ella estuviese haciendo eso.

 

—Relájate…—Escuché entre mis piernas, pero eso sólo hizo que me tensara más.

 

Freya descendió a besos hasta llegar a mi vagina, lo único que podía ver era el bulto de su cabeza bajo el cobertor y de forma invisible sentir su boca tan cerca de mi cima que pensé que la patearía…pero Freya fue sutil… puso su boca donde iniciaba mi vagina, sacó lentamente la lengua y toqueteó mínimamente mi clítoris… experimente una vibración melodramática por todo mi cuerpo.

 

—Ahh…—me retorcí tan sólo con ese tacto.

 

Automáticamente Freya comenzó a besarme aun cuando tenía las piernas exageradamente presionadas… la sensación era demasiado exquisita, no parecía nada de lo que había experimentado antes, el hecho que sea Freya quien tiene su lengua en aquella zona tan personal rompe demasiados esquemas placenteros…

 

Sin mucha fuerza de resistencia solté la tensión en mis piernas, la lengua de Freya se resbalaba y la sensación era cada vez más intensa, me rendí. Freya separó mis piernas al mismo tiempo que yo aflojaba, las recostó sobre sus hombros e introdujo su boca sobre mi vagina lamiendo sin pudor.

 

—Ahh… Freya… —Era demasiado, demasiado placer.

 

Solté el agarre de mis manos al cobertor y descendí éste hasta que pudiese ver la frente de mi mejor amiga y permitirle respirar… Freya mantenía sus manos agarrando mis muslos, entonces simplemente tomé sus manos y me dejé caer ante sus caricias entrelazando mis dedos con los suyos de pura lujuria amorosa.

 

—Mierda que es esta sensación…—Jadee levantando mi vista al techo, no podía controlarlo.

 

—Estás muy mojada. —Dijo Freya besando mis piernas rápidamente volviendo a mi vagina.

 

Comencé a gemir despacito… no quería sentir tanto ruido salir de mí aunque pudiese gritar de lo rico que se sentía entre mis piernas, apretaba exageradamente las manos de Freya disfrutando sus lamidas cariñosas. No supe en qué momento mis caderas ya habían iniciado el vaivén en su lengua…

 

—Tienes un sabor exquisito. —confesó Freya obsequiándome un lenguazo desde mi entrada misma hasta mi clítoris. Moría de amor por ella.

 

—Vas hacer que tenga un orgasmo…—Lo dejé salir sintiendo un intenso calor por todo mi cuerpo.

 

Freya tomó dificultosamente mis manos y quitó el cobertor detrás de su cabeza, podía ver y sentir perfectamente el cabello de Freya acariciándome el vientre. Agarró mis dedos con los suyos y los llevó sobre su cabello, no pude evitarlo…simplemente enredé su cabello en mis manos y la presioné hacia mí al mismo tiempo que movía mis caderas ante su lengua, era exquisito… estaba demasiado sensible.

 

—Córrete en mi boca. —Dijo con firmeza deslizando sus manos a mi cintura acariciándome el abdomen.

 

No es que fuese mi elección… era prisionera de su boca entre mis labios vaginales. Sin quererlo apretaba su cabeza entre mis muslos y le presionaba jalándole el cabello sin mucho cariño, estaba desesperada por la sensación resbalosa de sus besos, mordiscos y más besos.

 

—Freya…—Gemí tomando todo su cabello con ambas manos.

 

Repentinamente una de sus manos se alejó de mi cuerpo y Freya empezó a gemir al mismo ritmo que yo mientras me lamía; supuse que se estaba masturbando. Paseó su lengua por mi entrada, chupeteó mis labios menores y mi clítoris docenas de veces hasta que no pude resistirlo más, le tomé el cabello con una mano y me llevé el brazo a la boca para poder ahogar el ruido de mi intenso orgasmo mientras arqueaba la espalda y presionaba a Freya con las piernas. Mi respiración estaba agitadísima…podía sentir mi pecho inflarse y botar el aire rápidamente mientras mis ojos seguían pegados en Freya, ella gemía inhibiendo el ruido de su voz en mi vagina, solo unos segundos más sosteniendo mi cintura y  su orgasmo se hizo presente dejándose caer rendida con el rostro en mi estómago.

 

—Me excité demasiado besándote…—dijo exhausta levantando su cabeza.

 

—Eso se sintió demasiado rico. —Confesé reponiendo el oxígeno en mi cuerpo.

 

—Díselo a mi boca…  ¿Has probado tus propios fluidos alguna vez? Son tan uh…—Gateó subiendo a mi boca para regalarme un beso en los labios.

 

Nos besamos largo tiempo más mientras descansábamos, Freya sobre mí y yo besuqueándola con todas mis fuerzas. Después de un rato me sentí extrañada.

 

—¿Ocurre algo? —Pregunta Freya apoyándose sobre la cama.

 

—Freya…—susurro ligeramente avergonzada— ¿Te parece si tú y yo?...

 

Mi mejor amiga asintió con su cabeza y mi corazón comenzó a palpitar fuertemente…me inmovilicé, Freya supo lo que quería…por suerte porque no iba a decírselo. Mi compañera se acomodó, quitó el cobertor hacia atrás y me miró el cuerpo.

 

—Amh…—suspiró.

 

—¿Qué? —Pregunté rojísima.

 

—Acomódate…Aury …

 

Esto era lo vergonzoso, me puse ligeramente de costado separando las piernas…Freya tomó cariñosamente mi pierna derecha y se acomodó de manera que nuestras vaginas se rozaran perfectamente, en otras palabras estábamos en tijeras.

 

—¿Crees que esto sea raro? —Pregunto sintiendo como Freya me besa la pierna antes de pasarla al costado de su cadera.

 

—Mientras más lo pienses más raro será. —dijo sonrojándose.

 

Me quedé quieta tomando fuertemente la almohada entre mis dedos… Freya comenzó a mover su pelvis contra mí sin quitar sus ojos de los míos. La sensación era en pocas palabras: Exquisita. Las estocadas que Freya le regalaba a mi cuerpo me hacían vibrar de un placer que no había sentido antes… ni siquiera con Víctor ni nadie más… era la primera vez que estaba tan cómoda, que hablaba, que gemía y me sentía entregada así… Freya era mágica. Gemimos muchísimo, teníamos fluidos por toda la zona pélvica y el placer no terminaba porque para empezar no venia del roce, sino de nuestra relación en sí.

 

Orgasmos: varios. Toda la noche estuve con ella besándonos hasta que simplemente nos dormimos del agotamiento físico. Nos masturbamos mutuamente y nos exploramos…aunque aún quedaba mucho por descubrirnos y eso era algo que yo amo de Freya, esa dulce forma que tiene de siempre sorprenderme aunque la conozca tanto. Dormimos horas y horas…

 

El solcito recién entraba por las cortinas del cuarto de Freya, no sé exactamente qué hora sería…pero fue un despertar muchísimo más dulce que lo habitual. Abrí los ojos lentamente con toda la flojera encima, sentí en mi espalda y piernas el cuerpo de Freya encajado conmigo a la perfección junto a sus extremidades abrazándome, caí en cuenta de todo lo que había ocurrido hace tan sólo unas horas y sonreí como una estúpida…

 

—Freya…—susurré para  comprobar si estaba despierta.

 

Miraba la el cuarto desde su cama sin moverme, sentí la respiración de mi mejor amiga indicándome que aún seguía dormida. No quería pensar en absolutamente nada… por ahora todo esto quedaría entre ella y yo, sin duda alguna me volvería adicta a besarla y hacerle amor… tampoco quería siquiera pensar en nada que no fuese nuestra noche especial y ella, sólo Freya… Freya, Freya y Freya en mi cabeza nada más.

 

—Te amo. —Dije acurrucándome entre sus brazos.

 

Me quedé en silencio largos segundos, miré la ropa que estaba amontonada a un costado en el piso y recordé el papel, entonces ya la curiosidad se apoderó de mí. Lentamente estiré mi mano con el cuidado de no despertar a Freya. Con mucha paciencia tantee el piso hasta que encontré el papel y lo acerqué de forma que pudiese verlo… lo desdoblé sin meter ruido y estiré mi rostro al borde de la cama para ver el contenido. En la hoja arrugada y vieja ponía una serie de cosas adorables además de un dibujo de ambas comiendo donuts:

 

1) Salir con Aury.

2) Comer muchas donuts.

3) Escuchar música.

4) Llevar a Aury a un lugar que le guste mucho.

5) Comer helado.

6) Reírnos.

7) Comprarle cosas.

8) Decirle que me gusta.

 

Repentinamente comenzó a vibrar y sonar mi teléfono sobre su velador, el cuerpo de Freya y el mío saltaron del susto.

 

—Qué mierda…—suspira Freya con demasiada flojera.

 

—Víctor. —susurré reconociendo inmediatamente el tono de llamada.

 

Ante eso Freya levantó su cuerpo rápidamente bostezando, me estiré rápidamente para contestar la llamada, pero Freya me agarró de la mano en señal de tranquilidad.

 

—Espera…—Dijo Freya con pereza frotándose los ojos mientras el maldito aparato seguía sonando.

 

Mi mejor amiga estiró su brazo a mi teléfono y vi con la claridad de la mañana que su espalda tenía ligeros arañazos con trocitos de manchas moradas… me miré las manos y precisamente las uñas que Freya alcanzó a pintarme tenían el esmalte destrozado, sonreí de dulzura e idiotez.

 

—¿Aurora? —Escuché la voz de Víctor en el altavoz.

 

—NO. –Emitió Freya con mucha seriedad.

 

—¿Quién es? ¿Freya? —Pregunta Víctor. Mi corazón comenzó a latir de incertidumbre mientras abrazaba la cintura de mi mejor amiga.

 

—Ella misma, maldito bastardo.

 

—Necesito hablar con Aurora así que dame con ella.

 

Me quise estirar a decir algo, pero Freya puso su mano en mi boca empujándome con enojo.

 

—Sabes… Aury no está ahora y tampoco lo estará y mucho menos para ti, hijo de perra.  —Dice Freya frunciendo el ceño.

 

—No quiero hablar contigo así que dile a Aurora que estoy fuera de su casa, necesito hablar con ella. —La voz de Víctor suena molesta. Comencé a reírme.

 

De seguro estaría muerta de ansias si no fuese por Freya. Apretaba su piel delicadamente, yo ya no quería seguir sufriendo con nada… la protección de Freya es hermosa.

 

—Ya te dije que no vas hablar con ella y no quiero que vuelvas a llamarla.

 

—No es decisión tuya, perra manipuladora.

 

—Escúchame bien pedazo de mierda si te vuelves a acercar a mi mejor amiga voy a reventarte las pelotas de una sola patada. —Exclama Freya con enojo.

 

—¿Por qué no dejas de meterte y admites que siempre estuviste celosa? —Víctor te odio.

 

—¿Celosa de qué? ¿De qué fueses un maldito bastardo con ella? No vuelvas a llamar ni aparecerte por aquí. De seguro tienes la verga impregnada en leche que te andas cogiendo a las pendejas, pedófilo hijo de puta.

 

—¿Con esa boca le hablas a tu madre? —Se ríe con ironía.

 

—No, con ésta boca se la chupo a mi mejor amiga así que no vuelvas a llamarla.

 

—Lesbiana remplazante —¡Lo odio! Maldita Freya que no me deja hablar.

 

—Vete a la mierda Víctor. —Se ríe Freya— Lo que hiciste no tiene perdón… y llámame cómo tú quieras, me da lo mismo: Remplazante, suplente… sustituta. —Y cortó la llamada.

 

 

Notas finales:

Besos. Sthephi <3


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