Estaba en silencio mirando la aldea destruida, o al menos lo que quedaba de esta, ya que había sido arrasada en su mayor parte por aquel incendio causado por las tribus rebeldes del norte, el lugar desierto tenía aquella apariencia de haber sido quemado hacía ya mas de un año, los copos caían silenciosos y cubrían los restos de las casas, algo de césped se lograba ver de entre la capa blanca de nieve, no quedaba nada de lo que había sido aquella prospera aldea, nada, todo había sido consumido por el fuego.
Marius no podía creerlo, entonces era por esa razón que la aldea había perdido comunicación con Roma, los soldados estaban atónitos, ¿como había sido aquello posible sin que nadie se enterara?, miraron a su capitán esperando recibir alguna orden o una señal, pero este no hacía nada, empezó a caminar con torpeza, las rodillas le temblaban, su corazón latía con agitación, a cada paso que daba, los pies lo llevaron frente a un establecimiento, poco afectado, grande, una casa de huéspedes, por fuera se veía bien, decidió entrar sin hacer caso de sus hombres y subió a paso lento las escaleras, buscando la habitación de aquel pelirrojo, de aquel chico que tanto había cuidado, que tanto había procurado, y del cual se había separado por un berrinche un capricho, por celos vanos.
Aun recordaba aquel rostro pequeño, cuando llegó como mensajero al lugar, los pétalos blancos de las flores flotaban por aquel campo, llevados por la suave brisa, aquella delicada y dulce figura vestida de blanco volteaba con lentitud mientras sus cabellos eran movidos por aquel viento gentil, desprendían un tono oro rojizo que jamás había visto, aquellos ojos grisáceos azules se clavaron con el de forma intensa pero a la vez gentil, mientras una sonrisa se dibujaba en aquellos rosados labios, fue la primera vez que vio al pequeño Leika, un niño de apenas 7 años que retozaba entre las flores con ese aire infantil, el chico era de una de las tribus del norte, sometida ante el poderío del gran Imperio Romano, y cada año un mensajero la visitaba para revisar como iban los negocios, el tenía 14 años en aquel momento, su corazón era joven, despistado y soñador, por eso quizás fue que en aquel momento que vio al chiquillo sintió como si algo quemara con fuerza dentro de su ser. desde aquel momento supo que su vida no sería igual, y que su alma estaba atada a aquel delicado ser.
No tardó en enterarse que el chico de ojos azulados era hijo del dueño de una posada, y solo para poder pasar un poco más de tiempo con el, pidió una habitación en el lugar, durante la semana que estuvo no perdió los pasos del chico y le seguía en silencio a cualquier lugar a donde iba, y aquel pequeño parecía corresponder dentro de su forma infantil de ver las cosas, y así cada año que pasaba se hospedaba en aquel lugar, solo para poder pasar un tiempo con Leika, por que él se había convertido en su mundo y en su fascinación.
Tendría unos 19 años cuando el pelirrojo apenas cumplía los 12, pero del mañana jamás se estaba seguro,y tampoco deseaba que los ojos grises miraran a alguien mas, así que un día de invierno entre las flores blancas le pidió matrimonio, aun que quizás ese fue su peor error, ya que Leika aun era joven e inconsciente de sus actos y no sabía ni conocía las perversiones de la vida, e ignoraba que una sonrisa bien intencionada podía despertar celos y rencor en un amante apasionado, aquel día de invierno fue el mas feliz, mas sin embargo el que desencadeno todo lo demás.