El día estaba nublado y hacía un poco de viento gélido, señal que el invierno se acercaba. Aún era demasiado temprano para que cualquier niño normal estuviera despierto en vacaciones navideñas, aproximadamente eran las 8 de la mañana aunque Adler desconocía esa información ya que su reloj de pulsera no funcionaba desde hacía más de 3 semanas.
Ya le había insistido a su madre sobre que le diera dinero para nuevas baterías aunque ella sólo le respondía con evasivas.
El pequeño vestía una chaqueta de piel marrón que le quedaba grande puesto que dicha prenda le perteneció a uno de los tantos novios que su madre se conseguía para hacer que los gastos de la casa fueran menores; una playera gris con un estampado de una mano que estaba haciendo aparentemente una señal obscena aunque esta censurada con la palabra “Prohibiton”, unos pantalones vaqueros azules muy gastados y unas zapatillas de deportes que en algún momento del pasado fueron blancos, aunque ahora parecían más bien de un color gris por la suciedad.
Era un chico demasiado delgado y pálido con grandes ojeras negras que le deban un aspecto a chico drogadicto, aunque él nunca había probado una sustancia más fuerte a los cigarrillos o el alcohol.
Caminaba sin rumbo fijo, o por lo menos eso aparentaba ya que era la 3ra vez que pasaba justo enfrente de una farmacia de genéricos. Se veía tranquilo aunque sus intenciones eran las peores.
Entró en la farmacia y cogió dos botellas de bebida rehidratante, un pastelito de chocolate así como un paquete con jeringas de 5 ml y posteriormente se dirigió a la caja.
-¿Cuánto sería por esto?-Preguntó fingiendo ser un niño inocente.
El farmacéutico checó los códigos en el escáner.
-$15.75
-¡Esto es un timo! Aquí tiene, guarde el cambio.-Exclamó mientras le entregaba un puñado de lo que parecía a primera vista un fajo de billetes de 1 dólar.
Salió lo más rápido que pudo de la farmacia puesto que en realidad, de todo ese grupo de dinero, sólo había un total de 2 dólares mientras que lo demás eran simples cupones caducados o billetes falsos del Monopoly. Al mojarlos en agua caliente, Adler descubrió que cierto tipo de papel, como el de los dólares, se pegaban unos con los otros permitiéndole estafar con facilidad a cualquier idiota con el que se encontrara. El pobre farmacéutico debería estar unos 6 minutos intentando separar los billetes, dándole a Adler el tiempo suficiente para poder escapar.
-¡Eres el mejor! Soy el mejor, perras.-Se felicitó a si mismo con mucho orgullo a pesar que ya había estafado a más de un incauto en toda su vida, tras eso le dio un gran trago a su bebida.
Varias cuadras después llegó a su vecindario el cual estaba prácticamente habitado por pura gente mayor a 50 años, siendo el único niño a varias manzanas de distancia. Una simpática y amable viejecita barría las hojas secas de la entrada de su hogar con bastante dificultad.
-¡¿Pero que hace Sra. Smith?!-Interrogó Adler con preocupación mientras corría hacia la pobre viejecita.- Ya sabe que no debe estar barriendo con el frío que hace. Permítame terminar de barrer por usted.
-Eres un santo Adler. Empecé a barrer por que no esperaba que estuvieras despierto a esta hora. Es demasiado temprano para que un niño de 10 años esté despierto.-
-Tengo 12 años Sra. Smith, los acabo de cumplir hoy.
-¡No seas bobo Adler! Del 10 sigue el 11… ¿Cómo vas a tener 12 años si ayer tenías…?-se quedó meditando sobre la información que acababa de recibir.- ¿Hoy cumpliste tus 12 años?-Adler asintió.-Discúlpame mucho querido, es la edad la que me hace decir tonterías.-Abrazó al joven cumpleañero.- Te prepararé un chocolate caliente mientras terminas de barrer. ¿Vale?
-Gracias Sra. Smith… se lo agradeceré mucho.-Respondió amablemente.
Tras 20 minutos, la entrada de la casa de la Sra. Smith estaba completamente limpia, el trabajo duro había provocado que Adler entrara en calor, obligándole a quitarse la chaqueta marrón. Entro en la modesta casa de la señora y se dirigió directamente a la cocina.
-Justo a tiempo querido, el chocolate ya está listo.- Al instante le entregó una taza con el humeante líquido.
-Muchas gracias.- Bebió con tanta velocidad el líquido que hasta era increíble; redujo la cantidad de chocolate hasta menos de la mitad. Soltó intencionalmente un pequeño eructo y terminó de beber el poco chocolate que le quedaba.
Al instante sintió un golpe en su cabeza, posiblemente hecho con un periódico aunque no muy fuerte.
-¡No seas mal educado!-Exclamó un molestia la Sra. Smith
-Lo siento pero si no lo hacía no podría haber seguido bebiendo.-Dijo con cierto tono de mofa, ya que le parecía gracioso que siempre que eructara la Sra. Smith le reprimiera de la misma forma, al mismo tiempo que se servía más chocolate caliente.
-No me gusta que seas así chico… con esas playeras de delincuente y con esos malos modales terminarás en la cárcel como mi sobrino Patrick.-
-Lo sé, lo sé señora Smith, su sobrino Patrick que está en prisión por robarse unas llantas de automóvil…-Al unísono, Adler y la señora Smith pronunciaron la misma frase.
-“Y comenzó vistiendo playeras con groserías y eructando en la mesa… ¡que chiquillos más mal educados!”-Adler soltó una risita cínica mientras que la señora Smith intentó nalguearlo con el periódico.
-¡Te digo que no seas grosero y ¿Qué es lo primero que haces?!
-Lo siento, en verdad. Ya no lo haré más.
-Más te vale hijo, que si no te tendré que pegar.
-Está bien. Traje un pastelillo pequeño, por mi cumpleaños y me gustaría compartirlo con usted.-Dijo mientras sacaba el susodicho biscocho de la bolsa de en la que se encontraba así como evasiva para cambiar de tema.
-Pero querido, ese pastel es muy pequeño. Es para una persona por lo menos. Esa vaga y descuida mujer que tienes por madre, ¿Qué acaso se olvidó que era tu cumpleaños? Yo tengo excusa porque estoy vieja y casi senil pero ¿Cuál es la excusa de ella?
-Estoy seguro que lo recordará, sólo que me desperté muy temprano y ella debe seguir durmiendo, eso es todo. Lo compre con mi dinero, para los dos.
-No querido, gracias… tú eres el cumpleañero. Cómelo tú sin preocuparte… después de todo yo debo cuidar mi azúcar.-Se excusó mientras sacaba unas velitas de colores.-Toma, colócalas mientras busco un encendedor.
-No se preocupe, aquí tengo uno.
-No estrás fumando de nuevo ¿Verdad?
Mintiendo y fingiendo indignación, exclamó un Adler al instante mientras encendía el par de velas
-¡Claro que no! Lo tomé de casa para evitar que mi mamá lo hiciera.-
-Fingiré que te creo, vamos pide un deseo.
Cerró los ojos pero por más que pensó en un deseo, no se le ocurrió nada,
-¿No puedo apagar las velas y pedir mi deseo después? Es que no se me ocurre nada que pedir.
-Supongo que mientras no pase de hoy estará bien.
Volvió a cerrar los ojos y sopló, apagando el fuego de las velas. Sin que la Sra. Smith se diera cuenta, Adler guardó en el refrigerador una pequeña porción de pastel.
Adler ayudó a la Sra. Smith en otras trivialidades como lavar los platos, arreglar la señal del televisor, fregar los pisos, abrirle las botellas de medicamento e incluso le ayudó a sostener la lana mientras la viejecita tejía.
Eran caso las 3 de la tarde y cuando estaba a punto de irse fue detenido por la Sra. Smith, después de todo no debía irse sin su paga diaria de $15 dólares.
-Aquí tienes hijo, muchas gracias por tu ayuda.
-¿Sra. Smith? Aquí hay 22 dólares, no 15.-Exclamó extrañado.
-Feliz cumpleaños Adler. Me gustaría darte más…
-Entiendo. Gracias, la veré después.- Se despidió con un caluroso abrazo, después de todo, veía en la Sra. Smith la abuela que nunca tuvo el gusto de conocer.