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De camisetas de fútbol e inseguridades por Destroy_Rei

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Notas del fanfic:

Otro fanfic :)

A Kibum no le gustó la primera vez que le vio. Bueno, no es como si realmente no le gustara, era guapo, el más guapo de todos ellos, con su contextura esbelta, brazos firmes, sonrisa dulce y ojos grandes. Si, le gustó, aunque fuera un poco, pero detestó su forma de vestir, de relacionarse. Llevaba una camiseta de futbol, tal vez llevara skinny jeans, pero ¡Una camiseta de futbol! Y era tan discreto, realmente, ¿Quién le había invitado a esa fiesta de orgullo? Kibum estaba seguro que ese muchacho alto, o era el amigo de infancia de uno de esos homosexuales, o era un gay atrapado terriblemente en el closet, y no, no le gustaba. Toda su belleza física se caía a pedazos al solo pensar que era el típico hetero que se hacia el simpático pero se sentía superior y “normal”, o era un patético homosexual incapaz de reconocer su condición, como si le avergonzara en algún grado.

 

-       Este es Kibum – dijo Jonghyun, haciendo que apartara los ojos del otro, presentándole a un muchacho delgado, cabello negro y de sonrisa infantil – Ki, este es Taemin, un amigo del colegio

-       ¡Hola! – respondió animadamente el muchacho

 

En Yonsei llevaban un par de meses haciendo esas reuniones. La vida universitaria en Corea no era algo fácil, y si se le sumaba el hecho de ser homosexual, era un maldito infierno. Kibum estaba cansado de ocultarse, de no poder disfrutar de una fiesta libremente sin poder evitar que los ojos de todos se quedaran en su figura cuando bailaba demasiado bien la coreografía de tal o cual canción, cuando su ropa fuera demasiado ceñida y cuando, por qué no, se sentía un poco más atrevido y con ganas de coquetear. Él tenia esa atención gratuita por haber entrado con el cabello fucsia a clases, por sus ojos felinos delineados fieramente y sus labios acorazonados a veces más rosa de lo normal. Todo era el quíntuple de difícil para ellos, especialmente para él, quién había pasado una larga temporada de su adolescencia en estados unidos y había logrado saborear lo que era salir, emborracharse, bailar, ser un joven normal, sin los estúpidos prejuicios de una sociedad “ignorante y retrograda” como él mismo había bautizado a Corea cuando tuvo que volver.

 

Pero dentro de los primeros meses tuvo el agrado de descubrir que no era el único. Otros chicos y chicas de su facultad parecían igual de cansados que él, gente homosexual y otros heterosexuales sin problema en ir a una fiesta libre, y luego de varias platicas de pasillo, decidieron empezar a armar sus propios encuentros, de esta forma podían compartir libremente, saber quienes eran de los suyos y emborracharse, por qué no, si los ánimos daban para eso. Pero las ultimas reuniones no eran solo eso, eran también un instante de relajo, de baile tranquilo, de risas sinceras, era perfecto.

 

Exceptuando cuando aparecían sujetos como ese alto de la camiseta de futbol. Kibum no lo aguantaba.

 

-       Traje a una amigo Jong, ¡Minho! ¡Ven!

 

Los ojos felinos vieron con sorpresa y a la vez molestia, como el alto se acercaba, sonriendo tímido, pareciendo levemente perdido.

 

-       Este es Minho – dijo el de cabello negro – Minho, este es Kibum

-       Un gusto – resopló Kibum fingiendo desinterés

-       El gusto es mío – sonrió con suavidad y amabilidad, completamente ajeno a la apatía del otro.

 

“De cerca era aún más guapo” admitió en su mente con pesar. Minho tenia una belleza masculina y simple, que destacaba en sus hombros anchos, en su cabello castaño medio largo, desordenado, y en sus brazos musculosos. Y seguía luciendo aún más como el típico muchachito popular tan heterosexual. Kibum le dio otra hojeada y luego se apartó hacia la mesa de los cocteles que revolvía entusiasmado un chico de tercero, evitando la curiosidad y el interés con el que el alto le había observado antes de que se volteara.

 

El resto de la noche fue una tortura. Mientras reía de las locuras de Jinki o intentaba entablar una conversación coherente con los chicos de intercambio de Vietnam, lo único que realmente hacía era intentar rehuir a los ojos grandes insistentes, que en la lejanía se sentían cada vez más calientes cuando cruzaban miradas. Veía al chico beber con suavidad, sin quitarle los ojos de encima, sonriendo entre tanto a los desconocidos que pasaban a sentarse a su lado para conocerle, pero que se iban desanimados ante la falta de interés. Kibum parpadeó confundido entre sus pensamientos, un poco perturbado ante la idea de ser lo que realmente interesaba al otro, y luego molesto, consigo mismo por pensar algo así, y con el otro imbécil, por no dejarle en paz.

 

Y no supo en qué momento, entre la sala de baile improvisada, las carcajadas torpes, Tame Impala sonando suave con un lento psicodélico, su cuerpo que bailaba como a la deriva terminó apresado por otro, por grandes manos que le habían cogido cariñosamente por las caderas. Estaba demasiado ebrio para pensar en nada, para quejarse, para apartarse, se recostó suavemente contra el hombro ancho, contra el pecho fuerte vestido en la roja camiseta del Arsenal. Dejó que los brazos le rodearan, tarareó acordes que no sabía contra el cabello desordenado que acariciaba su mejilla cuando el abrazo fue más fuerte e intimo, el otro tenía el mentón apoyado cómodamente en su hombro.

 

Estuvieron meciéndose en movimientos torpes un buen rato, con las notas electrónicas llevándoles en un viaje de alcohol y desinhibición. Kibum sonrió contento contra el calor del otro, como un gato. Cuando la canción empezó a desvanecerse, las manos lo giraron suavemente, y terminó frente a frente con el imbécil-guapo-heterosexual-niño popular, también llamado Minho. Abrió los ojos primero sorprendido, evolucionando rápidamente a molesto, pero antes de que pudiera siquiera formular una palabra, los labios carnosos estaban besándole con una lentitud sensual, imposible de resistir para un chico como él, quién en su estado de leve ebriedad se dejó hacer abriendo los labios con suavidad, saboreando la boca ajena, dejando incluso que las manos subieran a su rostro, acariciaran sus mejillas delgadas y delinearan amorosamente sus pómulos altos.

 

-       Eres hermoso – susurró el otro, con voz ronca, cuando se separaron. Y Minho era el realmente hermoso ahí, con sus pupilas negras dilatas y sus labios anchos brillando en la saliva de Kibum, quién se sonrojó, torpe, y luego volvió a molestarse, mirándole con el seño fruncido pero sin apartar de su rostro esos dedos largos que seguían acariciándole con ternura.

-       Tú no me agradas ni me gustas – dijo con firmeza

-       ¿No?

 

El alto volvió a besarle, haciéndole temblar las rodillas, abrazándolo a su cuerpo hasta quedar completamente pegados, el de ojos felinos aferrándose al cuello largo como si su vida dependiera de ello, olvidándose del resto de quienes estaban ahí decorando el entorno mientras ellos se besaban con desespero, las manos de Minho ahora acariciando su cintura y su espalda.

 

-       No – reafirmó jadeante el más bajo, separándose apenas de la boca del otro para volver a besarle

-       ¿No te gusto nada?

-       Nada…

-       ¿Pero puedo llevarte a mi cuarto? – sus ojos mirándole con una inocencia que jugaba con lo indecorosa de esa proposición

-       Voy por mi chaqueta – asintió torpemente, luego de robarle otro beso.

 

Corrieron por el frío campus cuando eran casi las cuatro de la mañana. Fue extrañamente divertido, correr tomados de la mano gritando como los locos alcohólicos que eran, gritos condensados en el aire helado, los ojos felinos perdidos en el movimiento suave de las hebras castañas desordenándose con el movimiento. Minho besándolo contra los pasamanos oxidados que daban a su piso, pegándolo a su cuerpo, desordenándole el cabello cariñosamente, Kibum sintiéndose el hombre más hermoso del universo bajo los ojos amorosos que le contemplaban con completa adoración.

 

-       Rápido – comandó juguetón, abrazándose del cuerpo esbelto del chico que intentaba marcar correctamente la contraseña hacia su cuarto, poniéndose en puntilla para morder juguetón su oreja izquierda, roja por el frío.

 

No puso atención a nada, “cama” dijo cuando estuvieron adentro, enfrentados contra la puerta ahora cerrada a sus espaldas, mordiéndose el labio mientras veía al moreno asentir en una sonrisa torpe y luego inclinarse por otro delicioso beso, para encaminarlos a ambos a su dormitorio.

 

Era perfecto. Sentía el sudor en su cuerpo mientras el otro lamía lentamente su cuello y se quitaba el jeans con agilidad. Le miró con hambre cuando se separó jadeante para quitarse esa horrible camiseta de futbol y lanzarla al suelo, era exactamente como se sentía bajo sus manos: los abdominales esculpidos, los pezones duros, el vello marcando un camino oscuro bajo su ombligo y el torso musculoso, bajando, subiendo con cada errática respiración. Se irguió sin pensarlo, cogiéndolo por los hombros para volver a atraerlo hacia su cuerpo, dejar sus manos apreciar su cuerpo firme, besar la mandíbula marcada y jadear contra su piel caliente.

 

Le escuchó gemir ronco y sintió como esos dedos largos le desabrochaban el pantalón y luego se enganchaban para quitarle todo, incluida su ropa interior, deslizándola fuera de sus piernas, dejándolo expuesto, subiendo luego para quitarle la camiseta, quedando ambos completamente desnudos bajo la luz cada vez más tenue de los últimos retazos de noche. Kibum sentía que se derretía en las caricias que iba dejando el otro por todas partes, mientras se daba el lujo de besarlo y recorrerlo entero. Se removió incomodo, suspirando luego, cuando las manos empezaban a masajear sus nalgas. Le colocó el condón torpemente, mirándolo con una sonrisa torpe que los labios anchos apenas y podían controlar cada vez que la mano del pelirosado acariciaba suave y cariñosamente su pene.

 

El alto volvió a recostarlo, apoyándose en la palma de sus manos para contemplarlo entero y el otro sentía un tirón en su pene de la excitación que le causaba tener esos ojos grandes apreciarlo de aquella forma. Lo tomó del cuello para volver a llevarlo a su boca y separó las piernas para él, invitándolo a seguir y a ir más allá. Gimió alto, desesperado, cuando los dedos del otro empezaron a prepararlo, a deslizarse en su interior, mientras Minho seguía besándolo, jadeando contra su boca.

 

 

No supo cuantas veces lo hicieron, ni cómo, solo podía sentir el cuerpo moviéndose con agilidad contra el suyo, la presión deliciosa del pene del alto entrando hasta el fondo, el sonido desesperado que hacia la cama con cada embestida, la forma en que el moreno parecía volverse loco aumentando el ritmo, cogiéndole de la cadera para ir más y más rápido, más y más fuerte. Kibum se agarraba del cabello castaño para abrazarlo contra su cuerpo, para no dejarlo ir nunca, estaba ebrio pero era consciente de cada sensación, de cómo quemaba cada emoción en su pecho, y de cómo el alto se marcaba en su alma con cada movimiento.

 

 

 

 

 

Despertó cuando el día gris se teñía en la pequeña ventana del cuarto. No sabía qué hora era, ni donde estaba. Se removió incomodo entre brazos fuerte que le apresaban contra la piel cálida de otro hombre. Pestañeó confundido, acariciando los dedos largos que se apretaban contra su cintura, y miró desorientado las murallas blancas llenas de cuadros con letras que apenas lograba entender, las medallas resplandecientes colgando a un lado, el enorme cuadro de un futbolista occidental en otro. Bajó sus ojos sin entender nada hacia el suelo, y vio la horrible camiseta. Se volteó sorprendido, demasiado rápido, y por la resaca tuvo una desagradable sensación de mareo que apenas y logró controlar. Ahí estaba. Hermoso, con el cabello todo revuelto, los anchos labios levemente separados, respirando suavemente. Las manos grandes se sentían cálidas contra su piel, y aún con la deliciosa sensación Kibum solo quería salir corriendo.

 

Se apartó como si el alto quemara y se levantó de un salto, ¿Qué mierda había hecho? ¡El no era el tipo de chico que se acostaba con el primer imbécil con el que bailaba una noche! Vio con horror cómo los ojos grandes se empezaban a abrir, y cogió rápidamente la horrible camiseta de futbol para colocársela y así el otro no lo viera completamente desnudo y vulnerable como se sentía.

 

Cuando el moreno estuvo lo suficientemente desemperezado se quedaron mirando el uno al otro en un terrible y desagradable silencio incómodo.

 

-       ¡¿Qué mierda se supone que haces en mi cama?! – le espetó Kibum furioso, sonrojado, intentando estirar lo más que podía la camiseta para cubrirse

-       Ehmm… de hecho es mi cama – dijo confundido el alto, luciendo jodidamente hermoso con esa expresión extrañada y el cabello castaño desordenado en todas direcciones

-       ¡¿Entonces qué hacía yo en tu cama?! – volvió a gritarle

-       Kibum, creo que eres lo suficientemente grande para saber qué hacias en mi cama – Levantó una ceja mientras le miraba de arriba abajo, haciendo que el más bajo intentara cubrirse un poco más

-       Eres un estúpido, y no eres mi tipo – Dijo molesto, mirándole con rencor

-       Tengo mis dudas sobre eso – Se encogió de hombros, sonriendo con suavidad

-       Estaba ebrio – justificó el de cabello rosado, sonrojándose

-       Si, lo que sea, ahora quítate la camiseta y vuelve a la cama – ordenó mientras abría las cobijas en una evidente invitación

-       ¿Perdón? ¿De verdad crees que voy a ir a la cama contigo? – se cruzó de brazos, mirándole con superioridad

-       Si, o sea, creo que vas a VOLVER a la cama conmigo – sonrió con suficiencia, recostándose en sus codos – además hace frío, ven – extendió sus brazos, haciendo un puchero 

-       Ah, no puedes hablar en serio – se quejó Kibum, a punto de ceder, porque realmente hacia frío…

-       Ven acá, bebé – sonrió, consiguiendo que el otro volviera a recostarse, con la camiseta aún puesta, mirándole de mala forma

 

Minho lo abrazó con suavidad, besándolo lento y delicioso. El más bajo cerró los ojos disfrutando un poco, y cuando el menor empezó a quitarle la camiseta, se apartó rápido, volteándose para quedar de lado, dándole la espalda al alto.

 

-       Sabes que esa posición es aún peor – canturreó, abrazándolo posesivamente

-       ¡Yah! – le dio un codazo, apartándolo – si vamos a seguir con esto, tengo algunas preguntas para ti

-       No tengo SIDA

-       No iba a preguntarte eso imbécil – se volteó molesto, para luego volver a su posición – No soy el tipo de los que se acuestan con alguien la primera noche, quiero aclarar eso

-       Yo tampoco – lo abrazó hacia su cuerpo, sonriendo feliz - ¿Algo más?

-       ¿Eres gay?

-       ¿No es esto una respuesta suficiente? – rió divertido, haciendo que Kibum sonriera un poco también contra la almohada

-       Lo sé, idiota, pero no luces lo suficientemente gay para mi – dijo con sinceridad, cerrando los ojos cuando los dedos empezaron a dibujar patrones en su estomago con cariño

-       ¿Qué necesito para lucir gay? Es la camiseta ¿no? Lo siento por no lucir como el estereotipo de homosexual que la heteronorma necesita – besó suavemente el hombro huesudo

-       No quise decir eso – se excuso avergonzado, porque en el fondo si quería decir un poco eso, y se sentía como un idiota.

-       Bebé, realmente, soy lo suficientemente gay, ¿no lo notas? – susurró en su oído, cogiéndolo por las caderas para acomodar sin mucha vergüenza su pene medio erecto entre las nalgas del pelirosado

-       Lo sé, lo sé – suspiró, moviéndose suavemente contra el otro, haciéndolo gruñir – Es que, eres algo así como mi primer encuentro homosexual en Corea, ¿entiendes?

-       La verdad no, hermoso, ¿Qué significa eso? ¿Qué los coreanos no saben apreciar a una belleza como tu? Mierda, no puedo creer que sea tu primera experiencia acá… - con una mano acarició una de las nalgas que se movían contra su erección, mientras con la otro lo atrajo por el pecho, pegando la espalda menuda contra su cuerpo.

-       El primero y, bueno, no luces como el típico homosexual, luces más como… el típico chico de closet que no quiere lucir lo suficiente homosexual…

-       ¿Lucir como un homosexual? Kibum, ¿qué es eso? – se alejó un poco, obligando al otro a voltearse. El más bajo se veía hermoso, avergonzado y excitado, se veía indefenso, encogido sobre si mismo, como si apenas quisiera verlo

-       Lo sé, suena tonto, sueno como el peor de los prejuiciosos, pero tu de verad te ves tan heterosexual…

-       ¿Y..?

-       Me da miedo que, parece que me gustas un poco, realmente solo un poco, y yo.. bueno, ya sabes…

-       No, no sé – le tomó suave del mentón para mirarle a los ojos

-       Me da miedo enamorarme de un tonto que no sabe quién es, si realmente le gusto, o quién simplemente va a salir con una chica la otra semana dejándome con el corazón roto, ¿Ok? – se apartó aún más avergonzado, rojo como un tomate.

 

Era un idiota, lo sabia, pero, ¿Qué podía hacer? Ya le había pasado en estados unidos con un coreano, y estaba terriblemente asustado de enamorarse en ese país lleno de imbéciles homofóbicos, prejuiciosos y… maldita sea, él también había sonado como un tonto prejuicioso con él hermoso moreno que tenía ahí intentando tomarlo en otro abrazo. Se dejó guiar contra el pecho fuerte, y se escondió ahí, sintiéndose torpe y estúpido, pero a la vez tan cómodo…

 

-       Cállate Kibum – sonrió, acariciándole el cabello – me gusta el fútbol por eso llevo camisetas de fútbol, pero eso no quita que sea homosexual, ni que este enloquecido por ti, joder, eres hermoso, ¿te has dado cuenta? Y eres un hombre hermoso que me tiene embelesado… si quieres, para nuestra cita voy a ir vestido con una playera rosada de Britney Spears, ¿Eso esta bien?

-       Estúpido – le golpeó el pecho molesto, y luego se quedó en silencio, mirándole con sorpresa - ¿Nuestra cita?

-       Claro, vamos a tener una cita, te voy a llevar a almorzar, o por un café, lo que tu quieras – sonrió con suavidad, acariciándole la mejilla – claro, si eso esta bien contigo…

-       ¡Por su puesto que esta bien conmigo! – exclamó sonrojado, lanzándose sobre el cuerpo alto, haciéndole sonreír, y luego callándole con un beso desordenado.

 

Kibum sonrió contra los labios anchos. Había sido un estúpido, el peor de todos los malditos prejuiciosos que tanto odiaba, pero eso era lección aprendida, decidió contento, mientras seguía besando con hambre al moreno y bajaba sus manos para atender otros asuntos mucho más interesantes.

Notas finales:

¡Espero les haya gustado! Notifiquenme de los errores si los encuentran para ir corrigiendo, estoy muy vaga :'(

Saludos :)


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