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PROPUESTA IRRESISTIBLE por Nova22

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Notas del fanfic:

Esto iba a ser un OS, pero me quedo muy largo. También iba a ser un AkaaTsuki pero…bueno termino así y me gustó XD

 

 

 

PD: Mención de MPreg

Notas del capitulo:

Los personajes no me pertenecen, pertenecen a Furudate. 

Capítulo 1

Aquel gran salón de fiesta presentaba un aspecto magnífico, paredes adornadas en su parte superior con pabellones blancos, dorados y escarlata que caían como cascada en cada esquina contrastando con marfil de las paredes. Los grandes ventanales que daban una vista maravillosa al jardín, la luz de los candelabros que iluminaba el recinto con una claridad de medio día, los numerosos espejos en las paredes que multiplicaban los objetos en todas direcciones y los acordes de la orquesta contribuían a la magnificencia del evento.

Lujo, elegancia y buen gusto. La concurrencia, compuesta por grandes empresarios vestidos con trajes de etiqueta y mujeres cubiertas de diamantes y adornadas con lo más suntuoso y elegante que crea la caprichosa moda, charlaban, reían y bailaban.

Dentro de ese ambiente de júbilo Tsukishima resopló antes de beber un sorbo de su copa de champagne y, con muy poco interés, dio un vistazo al gran salón, que se encontraba en su apogeo. Cualquiera quedaría asombrado con tan exquisita vista, digna de un cuento de hadas. Pero para él solo era un sitio pomposo donde arrogantes personas adineradas se reunían a presumir de su estatus y buscaban crear relaciones para aumentar su ya enorme fortuna.

"Aburrido" pensó mientras su mirada seguía recorriendo el gran salón que parecía no tener fin. Y entonces lo vio, al otro lado del salón, Igual que él, el hombre observaba la multitud de personas.

Vestido con un elegante smoking negro, un elegante nudo de mariposa, cabello negro peinado hacia atrás dejando que solo un par de mechones cayeran en su perfecto y masculino rostro, y brillantes ojos avellana. Destacaba de entre la multitud. Gritaba peligro.

Aún desde la distancia, Tsukishima pudo sentir su mirada y como un cazador que al fin había encontrado su tan ansiada presa el hombre sonrió. El rubio se quedó petrificado, se sintió como un vulnerable conejito en las garras de un depredador y su corazón latió furiosamente con algo parecido al miedo y euforia.

"¡Qué tontería!" Pensó. Él era solo un extraño, no tenía por qué afectarle en absoluto. Pero su mirada no se despegaba de él, sus ojos se paseaban de arriba a abajo de su cuerpo haciéndole temblar.

En un gesto de desafío, Tsukishima elevó la copa y con una mirada burlona la movió en señal de brindis. El extraño sonrió devolviéndole el gesto y le dio una reverencia de cortesía que casi le hace sonreír.

– ¡Oh! Parece que pescó el anzuelo ¿Te estás divirtiendo? – la voz de Oikawa detrás de él lo sorprendió, no esperaba que estuviera cerca; la última vez que lo vio estaba rodeado de mujeres – Viene hacia aquí – señaló con la cabeza – se amable con él. Vamos a estar haciendo negocios pronto – susurró antes de besar su cuello.

Tsukishima se removió incómodo, ya había pasado un año desde que estaban juntos y aún no se acostumbraba a su contacto. Volvió la vista hacia la el salón y se sintió inquieto y nervioso con la cada vez más corta cercanía del pelinegro.

– ¿Bailamos? – preguntó con tono de terciopelo y acero a la vez, su mirada había perdido ese peligroso e inquietante brillo.

– No bailo – respondió Tsukishima con forzada cortesía.

– ¿No quieres bailar conmigo? – insistió el pelinegro.

Tsukishima abrió la boca para responder, pero fue abruptamente interrumpido por una voz detrás de él – Por supuesto que quiere – intervino Oikawa rodeando su cintura con un brazo – Es excelente haciéndolo.

– ¿Lo es? – Su sonriente y oscurecida mirada se posó sobre la suya y volvió a la normalidad cuando se posó sobre Oikawa – Entonces ¿Puedo?

– Adelante – respondió Oikawa. El rubio lo miro con molestia, odiaba que otros decidieran por él.

Tsukishima dejó que el pelinegro colocara la mano sobre su hombro y mientras caminaban hacia la pista de baile sintió como este la deslizaba lentamente hacia su cintura irradiando calor a todo su cuerpo.

– Sonríe un poco – dijo él mientras lo giraba lentamente – Parece que vas a la guillotina.

– Yo no…bailo – Tsukishima se quedó sin aliento al encontrarse con esa gatuna y perturbadora sonrisa, sus ojos habían recuperado ese extraordinario aire salvaje.

El mayor tomó su mano derecha deslizando la otra por la espalda y Tsukishima posicionó su mano izquierda sobre su hombro – Estoy seguro de que eres muy bueno haciéndolo.

Tsukishima enrojeció ligeramente, podía percibir claramente el doble sentido en sus palabras. Comenzaron a deslizarse por la pista de baile al ritmo de la música y el pelinegro no dejó de mirarle ni un solo instante, devorándole con la mirada, como si le desnudara frente a todos.

Nunca se había sentido tan vulnerable en toda su vida, quería apartarse.

– Dime cuál es tu nombre – dijo él mirándolo directamente a los ojos.

Una mirada y todo su cuerpo reaccionaban al instante, no comprendía que ocurría con su él.  Se sentía derretirse en el sentido más literal de la palabra ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo una persona podía tener tal poder sobre otra?

– Si viniste a esta fiesta, entonces deberías saberlo – apuntó Tsukishima tratando de conservar la calma – Además ¿No le parece una descortesía preguntar mi nombre sin presentarse primero?

El mayor le dio una amplia sonrisa – Por supuesto que se quién eres, solo quería iniciar una conversación ¿Debería felicitarte? Es tu aniversario después de todo. – dijo apretando su ligeramente su abrazo – Mi nombre es Kuroo Tetsuro.

– Un gusto – respondió cortésmente.

La sensación de estar entre sus brazos le provoco un extraño e incontrolable torbellino de emociones que decidió atribuir a la novedad de conocer a un hombre con el cual no se sentía incómodo, pero si expuesto.   

– Y ¿Cómo es estar casado con alguien como Oikawa?

– ¡Fantástico! – exclamó con claro sarcasmo.

Esa fiesta, su primer “Aniversario”, no era más que un pretexto para reunir a hombres poderosos con los cuales entablar amistad y realizar futuros negocios. Y Tsukishima era solamente un adorno, cuyo único fin, y de acuerdo a palabras de Oikawa y sus padre, era sonreír y verse bien. Ese matrimonio, su matrimonio, no era más que una farsa; un negocio desesperado que su padre se vio “obligado” a efectuar con el único fin de salvar a su empresa de la ruina. Era solo un objeto más adornando ese enorme salón.

La suave risa de Kuroo lo sacó de sus pensamientos – Yo sé lo que quieres.

– Lo dudo – respondió con desdén.

Súbitamente Kuroo se acercó mucho más de lo que estaba permitido haciendo que Tsukishima diera un respingo al sentir su boca tan cerca de su cuello – Estas aburrido, buscas emociones. Quieres salir de este lugar…

Estaba sin palabras, podía sentir el aliento de Kuroo chocar contra su piel, un placentero escalofrió le recorrió la columna vertebral y cuando el pelinegro depositó un discreto beso sobre su cuello, se sintió mareado, como si fuera de gelatina. Se sintió vivo. De pronto su mente fue inundada de imágenes de ellos dos besándose, tocándose….despertando sus deseos más primitivos.

Lanzando un grito ahogado Tsukishima se soltó de sus brazos y se percató de que estaban en la esquina más apartada del salón – Esto es una falta de respeto, no vuelva a acercarse a mí – masculló entre dientes antes de marcharse rápidamente hacia el balcón.

Sus mejillas ardían al recordar las tan vergonzosas imágenes que su tacto había evocado ¿Qué estaba pasando con él? Kuroo era solo un extraño, no tenía por qué afectarle de esa forma. Tenía que calmarse, recuperar la compostura antes de que alguien lo viera en tan vergonzoso estado.

El exterior era más oscuro, la brisa de otoño era fría y la música y las risas del salón se mezclaban con el aire libre. Era el lugar más tranquilo que podría encontrar para calmarse. Ahí podría olvidarse del mal rato que había pasado.

De pronto sintió que alguien le tomaba del codo y lo jalaba abruptamente.  

– ¿Que cree que está haciendo? – exclamó Tsukishima con aire amenazador.

Kuroo le dio una amplia y casi sugerente sonrisa, reclamó sus labios con una ardiente urgencia, envolviéndolo entre sus brazos.

– ¡Basta! – protestó Tsukishima, pero no hizo más que invitarlo a profundizar el beso.

La deliciosa sensación de sus labios, el roce cálido y salvaje de su lengua, el sabor de su boca y el olor de su perfume suscitaban emociones sobre él que nunca antes había experimentado. Tsukishima trató de resistirse a aquella fuerza que lo hipnotizaba y al creciente deseo de rendirse, pero, como a un animal indefenso, sus besos lo atrapaban y doblegaban.

Entonces, dieron rienda suelta a toda la atracción y el feroz deseo que había nacido de una sola mirada, Tsukishima acarició su nuca y enredó sus dedos en su negro cabello. Kuroo metió una pierna entre las suyas, apretándose más contra él, pero también sujetándole mientras sus manos quedaban libres para acariciarle.

Tsukishima dejó escapar un gemido y apretó más el agarre de su cabello, mientras Kuroo delineaba por sobre la tela la curvatura de su trasero y sus pezones con la otra. Estaba perdido en el placer de su beso, lo poco que quedaba de su raciocinio se esforzaba por suprimir el imperioso deseo de sentir su piel sobre la suya.

– Esto te gusta ¿Verdad? – Masculló Kuroo con voz ronca mientras recorría con la boca su barbilla y todo el largo de su cuello – Podríamos ser descubiertos en cualquier momento, es excitante. Te hace sentir vivo. – Susurró sobre su oído – Esto es lo que quieres. Puedo darte lo que quieres, solo tienes que pedirlo...

– No...Suéltame– murmuró Tsukishima sus palabras eran una estimulante melodía que le hacía temblar en necesidad.

La perspectiva de ser descubiertos, de saber que alguien podría voltear y verlos, hacia palpitar furiosamente su corazón, aumentaban su lívido ¿Que estaba pasando con él? Desconocía las reacciones de su propio cuerpo ¿Por qué algo que debería escandalizado le resultaba tan excitante? ¿Por qué no podía parar de frotarse contra la pierna de Kuroo?

– Si no quieres esto apártame, si no me deseas rechazarme – Kuroo lo quemó con la mirada – No puedes, no quieres – afirmó Kuroo introduciendo una mano bajo el borde de su pantalón acariciando su húmeda entrepierna – Ya te lo dije ¿No? Esto es lo que has estado buscando. Permíteme ser quien te lo de...Ábrete para mí.

Tsukishima enrojeció, le tomó de la solapa de la chaqueta y, dejándose llevar por el deseo que Kuroo despertaba en él, tiró de él para darle un beso. – No dejes marcas – dijo volviendo a besarle. El pelinegro dejó escapar un masculino gemido de regocijo en respuesta.

Los dedos de Kuroo se enterraron en su cabello, tirando de el con fuerza y dejando al descubierto la blanca piel de su cuello – Voy a cogerte justo aquí. Voy a hacer que grites tan fuerte que todos en el salón podrán escucharte, vas a tener todas esas miradas sobre ti gimiendo de la forma más vergonzosa posible y a mí empujando dentro de ti hasta saciarme...¿Quieres eso? – Murmuró mordiendo su cuello – ¿Lo quieres?

Oleadas de escalofríos recorrieron si cuerpo, la imagen de él siendo visto por todos esos hombres y mujeres mientras Kuroo lo embestía era horrorosa y aun así, sonaba maravillosa a sus oídos. Quería esto, lo quería más que cualquier otra cosa, esto era lo que había estado buscando, el pelinegro tenía razón.

 Sus instintos más primitivos se habían desbordado al igual que un rio salvaje. No conocía a Kuroo, no debería estar haciendo esto con él. Era bajo e inapropiado, estaba mal y, sin embargo se sentía maravillosamente bien.  Pero no era suficiente, las manos que se paseaban debajo de su camisa, la fricción de su entrepierna contra la suya, esos besos salvajes que le robaban el aliento y esos excitantes gruñidos no eran suficientes para saciar el hambre que repentinamente había nacido en él. Necesitaba ser penetrado, no podía pensar en otra cosa más que el Kuroo internándose en su cuerpo y en él mismo recibiendo cada centímetro de su longitud.

Los dedos del rubio bajaron lentamente de su cuello al pecho, pararon en la entrepierna del pelinegro y con un ligero apretón murmuró – Por favor…quiero…

– ¿Qué? – Susurró Kuroo con voz ronca – Quieres que te embista, quieres que me corra dentro de tu cuerpo, quieres que te haga gritar… – Tsukishima asintió con ojos cristalinos – dilo – ordenó – pídeme que te la meta…

Nunca había rogado en su vida, su orgullo jamás se lo había permitido, pero ahora parecía como si no importara. Atrapado como estaba en el deseo, su mente había perdido el contacto con la realidad – Por…Por favor…penétrame – dijo gimiendo entrecortadamente expresando su furioso y desesperado deseo – Por favor…

– Bien, muy bien – la suave risa de Kuroo sobre su oído le hizo estremecerse. Quitó manos de su pecho, desabrochó sus pantalones y con tortuosa lentitud le bajó se los bajó junto con la ropa interior. – He querido hacer esto desde que te vi – Tsukishima contuvo la respiración, arqueó la espalda echando la cabeza hacia tras y dibujo una sonrisa en su rostro cuando Kuroo llevó sus manos hacia sus glúteos, separándolos y comenzó a acariciar su húmeda y palpitante entrada.

En ese momento le sonó el Móvil y el rubio murmuro una maldición cuando Kuroo retiro su mano y contestó.

– Si – Kuroo chasqueó la lengua, molesto – Entiendo, distráelo.

La mirada de Kuroo se oscureció misteriosa y sensualmente – ¿Q...Que? – preguntó jadeante, el rubio.

– ¡Oh! Nada – respondió Kuroo inclinándose y atrapando uno de sus pezones con la boca, el rubio cerró los ojos y se mordió el labio inferior al tiempo que él jugaba con sus pezones. Mordiendo y tirando suavemente con los dientes. – Es solo que...– murmuró trazando un camino de besos hasta su cuello y cuando llego hasta su oído dijo – Oikawa te está buscando…

Tsukishima abrió los ojos abruptamente y empujo a Kuroo – Tenemos que parar...– murmuró subiéndose los pantalones. Que Oikawa esté buscándolo no era bueno, hacerlo esperar no era bueno.

– Tranquilo, un amigo mío va a distraerlo – los dedos de Kuroo se enredaron en su cabello atrayéndolo hacia el mientras sus labios lo besan con agresividad – Tenemos tiempo – susurró sobre sus labios. La voluntad de Tsukishima volvió a quebrantarse, abrió los ojos percatándose de que el mayor lo miraba con una malicia que le hizo estremecerse y aumentar más el calor de su excitación.  

Trató de separarse de él, pero su cuerpo se negaba a abandonarlo y cuando creyó que estaba perdido Kuroo se separó no sin antes atrapar su labio inferior entre sus dientes y darle un suave tirón. – N-no...– gimió en protesta.

Kuroo le regaló una amplia sonrisa, tomó su mano, bajo la cabeza y le besó el dorso con gran sensualidad. La presión de su boca en su mano fue muy placentera, le encendió la piel y deseó irracional mente que rozara de la misma forma cada rincón de su cuerpo.

Hizo un esfuerzo para apartar la mano, pero Kuroo lo detuvo y depositó una tarjeta en su palma. – Me estoy hospedando en este hotel – dijo con voz de terciopelo – Terminemos esto en mi habitación.

Tsukishima elevó la barbilla de forma altanera – ¿No está siendo un poco arrogante? ¿Qué le hace pensar que voy a ir?

– Deseas esto tanto como yo, puedo verlo en tus ojos.– dijo con una sonrisa de medio lado. – Me deseas y después de esta noche no vas a poder olvidarme jamás. – Tsukishima soltó un bufido.

– Eres muy arrogante – espetó Tsukishima mientras trataba de poner en orden su ropa.

– Vas a ir – afirmó el pelinegro con seguridad.

Con pasos lentos y la mirada fija en sus ojos, Tsukishima caminó hacia Kuroo, enredo sus brazos alrededor de su cuello y lentamente se acercó a sus labios – No voy a ir. – susurró besándole.

Kuroo sonrió, bruscamente lo tomó de la cintura y lo apretó contra su pecho. Tsukishima ahogó un gemido de sorpresa cuando él mordió su cuello y suprimió un gemido cuando mordió el lóbulo de su oreja – Voy a estar aquí un tiempo. Tienes la tarjeta, puedes venir cuando quieras.

Toda esa seguridad y arrogancia era molesta y divertida a la vez, y no pudo evitar sentir un cosquilleo en su vientre. – No voy a ir – repitió realizando la misma acción que el pelinegro, quien gruñó apretando más el agarre de su cintura.

– Lo harás – entonces, Kuroo unió sus labios con un roce tan delicado como un aleteo de mariposa al tiempo que liberaba el agarre de su cintura. – Voy a estar esperando por ti.

Incapaz de moverse, Tsukishima le observó marcharse. Aspiró el aroma de su perfume impregnado en su ropa y en el aire y se mordió el labio inferior, nunca antes se había sentido tan físicamente atraído a alguien. Que un completo extraño tomara si de fácil el control de su cuerpo y sacará a relucir una faceta de él que ni siquiera sabía que tenía, era humillante. Pero de alguna forma le hizo sentir bien.

– Que estupidez – murmuró al aire. – No voy a ir – volvió a murmurar, sin embargo guardó la tarjeta dentro de su chaqueta. Quien sabe, quizá podría cambiar de opinión.

El resto de la velada transcurrió, entre copas de vino y champagne, aburridas charlas de negocios, felicitaciones y un sinfín de sonrisas forzadas de parte del rubio. Siempre era agotador tener que pretender que eran una pareja feliz, soportar las miradas lascivas de viejos empresarios y las miradas molestas de mujeres celosas. Siempre era lo mismo, pero esta vez se sentía diferente.

Había algo o mejor dicho alguien que hacia la fiesta un poco más interesante. Kuroo. Su mirada no se apartó de el en toda la velada, con una intensidad que le quemaba la espalda y le traspasaba hasta la piel. El pelinegro siguió cada uno de sus movimientos, levantaba su copa y le regalaba sonrisas sugerentes cada vez que sus miradas se encontraban.

Tsukishima también se dio el tiempo de observarlo, era diferente al hombre que le había hecho rogar minutos atrás; se comportaba amable y educado, y parecía llevarse muy bien con todos.

"Interesante" pensó sonriendo de medio lado y elevando su copa para devolverle el saludo.

– Se más discreto, Kei – Sin inmutarse Tsukishima se giró hacia la conocida voz detrás de él.

– No sé a qué te refieres, hermano – murmuró bebiendo un sorbo de su Vino.

Akiteru frunció el ceño y tiró de él hasta un sitio apartado – Estoy seguro de que lo sabes. Ese hombre...No puedes tener un amante ahora.

El menor resopló – ¿Amante? Acabo de conocerlo ¿Cómo podría...

– Los vi bailando juntos, los vi escurrirse hacia el balcón y los vi haciendo... – el mayor gruño in capaz de continuar y el menor bebió otro sorbo de su vino para ocultar su sorpresa – Deberías estar agradecido de que Oikawa está demasiado perdido en sí mismo como para prestarte atención. Kei, no puedes tener un amante.

– Si él los tiene ¿Por qué yo no? – preguntó en tono casi altanero.

– Es diferente…

– ¿Por qué? – le interrumpió – ¿Por qué me compró? ¿Por qué tiene a nuestra empresa en sus manos? ¿Por qué podría hundirnos si quisiera?

El mayor suavizó su expresión – Solo espera un poco, hasta que las cosas mejoren...hasta que le des un hijo – Akiteru era ingenuo, las cosas no iban a mejorar no importaba cuanto tiempo pasara y definitivamente no iba a traer al mundo al hijo de ese hombre. Jamás – Por lo pronto – murmuró mirando en dirección a Kuroo – Nada de amantes, ni nada que pueda arruinar su relación.

¿Relación? Lo que ellos tenían era cualquier cosa menos una relación, quizá podría llamarlo una agoniosa tortura. Casi sentía pena por aquellas personas que deseaban estar en su lugar, pobres ilusos. No sabían nada, nadie sabía cómo era vivir con Oikawa Tooru, solo Tsukishima lo sabía. Solo él sabía cómo era en realidad.

– ¿A caso ese hombre no piensa quitarte la mirada de encima? Es tan inapropiado – exclamó Akiteru –Voy a llevarte de vuelta a tu casa – dijo – Voy a hablar con Oikawa, espera aquí.

A grandes sacadas, Akiteru cruzó el salón hasta donde se encontraba Oikawa y mientras ellos charlaban, Tsukishima recorrió con la mirada el salón sin detenerse en algún punto en específico. El baile comenzaba a decaer, debía ser cerca de la media noche, muy pocas parejas bailaban en la pista y la mayoría de los hombres, todos ellos mayores, fumaban y bebían cerca de la barra. Siempre era lo mismo, cada fiesta terminaba igual, ver la misma imagen todo el tiempo era aburrido y cansado.

– ¿Y bien? ¿Te dio permiso? – dijo Tsukishima cuando Akiteru volvió.

Ignorando el tono sarcástico en sus palabras Akiteru respondió – Si, ahora vámonos antes de que ese hombre venga hacia acá – dijo observando con desconfianza a Kuroo

Akiteru trató de tomarle del codo, pero Kei se apartó. – Puedo caminar solo – masculló.

Tsukishima forzó una sonrisa mientras salían del salón y bajaban las escaleras, y esperó hasta estar sentado en la limusina para soltar un bufido de frustración. Estaba cansado de fingir, sentía que la cara se le iba a resquebrajar de tanto sonreír.

– Nuestra madre jamás habría aprobado esa clase de comportamiento, ella no nos educó para...

– Nuestra madre jamás habría permitido esto – murmuró molesto. Si su madre estuviera viva, habría convencido a su padre de parar esta locura, pero ella ya no estaba más.

Akiteru guardó silencio, parecía perdido en sus propios pensamientos como si estuviera librando una gran batalla interna.

Ignorándolo, el menor se reclinó en el asiento y observó a través de la ventana mientras el auto se abría paso por las calles hasta la zona más acaudalada de la ciudad.

Se detuvieron frente a una mansión que poseía una gran reja, la cual se abrió dándoles acceso a la carretera interior y aparcaron el auto en el estacionamiento que se encontraba a unos cuantos metros de las escaleras que daban acceso a la puerta principal.

El estómago se le revolvió. Odiaba el ambiente sombrío de esa casa, odiaba el hecho de que todos sus residentes parecían robots obedientes.

– Hasta pronto, hermano – dijo cuándo la puerta se abrió.

– Lo siento, Kei – le dijo Akiteru – No quería que esto ocurriera, pero papá está enfermo y el perderlo todo habría significado la muerte para él. Tienes que entender que...

– Lo sé, este es mi deber ¿Cierto? – dijo sin mirarle – Tranquilo, no voy a hacer nada que lo arruine. Voy a ser lo que todos quieren que sea.  

No le dio tiempo a Akiteru de responder, con un movimiento rápido Kei salió del auto y con un movimiento de mano se despidió de su hermano. Fuera de la mansión, el mayordomo lo esperaba para abrir la puerta, los pocos sirvientes que aún estaban despiertos lo recibieron con un saludo y una cortes reverencia.

"Siempre lo mismo" pensó después de cerrar la puerta de su habitación, había sido así por años.

Toda su vida obedeciendo órdenes, siempre tratándose ser perfecto para complacer a su familia olvidándose de sí mismo y de lo que quería. Siempre preocupándose, por el que dirán, siempre siguiendo las reglas impuestas por su familia y la sociedad a la que pertenecía, nunca había hecho algo inapropiado...Hasta ahora.

Habían pasado horas desde su encuentro con Kuroo, pero aun así sentía el tacto de sus manos sobre su piel, todavía podía oler su perfume en su ropa y sentir el calor y la presión de su cuerpo contra el suyo. Ambos, su cuerpo y su mente se negaban a olvidar ese contacto, se había sorprendido pensando en ese vergonzoso encuentro durante toda la fiesta y su cuerpo se estremecía cada vez que sentía su mirada sobre él.

Lo que Kuroo, un completo extraño había evocado en su cuerpo, le aterró y le lleno de una extraña emoción.

Era una verdadera lástima que no pudiera volver a verlo.

*****

– Se va – murmuró Yaku quien se encontraba al lado suyo – Ahora ya puedes prestar atención a la conversación.

Kuroo murmuró un sonido afirmativo mientras seguía al rubio con la mirada si poder evitar fijarse en el suave contoneo de sus caderas y el sus largas y torneadas piernas que avanzaban con paso firme. Un escalofrío recorrió su espina dorsal al recordar lo cerca que estuvo de tomarlo por completo.

– De todas las personas en esta fiesta – volvió a hablar el menor – Tenías que elegir lo a él. En serio Kuroo, a veces puedes ser muy imprudente.

– Es una belleza – murmuró dirigiéndose al menor.

Yaku rodó los ojos – Si y también está casado con la persona con la que probablemente vamos a estar haciendo negocios pronto – apuntó el menor.

Kuroo sonrió – Eso lo hace aún más divertido ¿No crees?

– Es una locura, pero sé muy bien que no vas a detenerte aunque te lo pida – le dijo resignado

No, definitivamente no iba a detenerse. Necesitaba tenerlo, basto solo un beso para que la curiosidad que había sentido al principio se convirtiera en deseo puro. No iba a parar ahora, no hasta tomarlo – Él quiere jugar tanto como yo, Yaku.

– Estoy realmente sorprendido – Agregó Yaku – No pensé que Tsukishima Kei fuera esa clase de persona. Parecía tan serio y correcto.  

– Él es mucho más de lo que crees, la forma en la que su cuerpo reaccionaba cuando...

– Basta – le interrumpió Yaku – No voy a formar parte de esto, no voy a ser tu cómplice. Si alguien pregunta yo no sé absolutamente nada...si vas a hablar de esto con alguien que sea con Bokuto...

Kuroo reprimió una sonrisa, Yaku seguía siendo tan correcto como siempre – Bien – respondió en tono burlón.

– Solo procura que no los descubran, vinimos aquí a hacer negocios no a jugar – dijo con vos cansada – Y no te enamores de él, recuerda que es casado.

¿Enamorarse? Qué tontería. Esto era solo un juego, quería divertirse un poco con Tsukishima, saciar toda la pasión y el deseo que este había provocado en él, y sabía que él también buscaba lo mismo. El rubio necesitaba esa clase de emoción, lo supo desde el momento en el que sus miradas se cruzaron.

– No voy a enamorarme de Tsukishima, pero no puedes culparlo si es él quien termina enamorándose de mí.

Yaku soltó una carcajada – Ten cuidado con lo que dices, a veces las cosas no terminan como esperas.

Tenía razón, a veces podían resultar mejor de lo que esperaba. Tsukishima, con esa expresión aburrida y ceño fruncido, había resultado mucho mejor de lo esperaba. La forma en la que su rostro se transformó a uno lleno de placer, la melodía de sus gemidos, el olor de su piel y como su cuerpo reaccionaba a sus besos y caricias causaron nuevas sensaciones en su cuerpo. Fue interesante, pero no estaba del todo satisfecho con su corto encuentro, necesitaba más de él.

*****

Salió del cuarto de baño con una toalla alrededor de la cintura, el cabello húmedo y gotas de agua resbalándole por el rostro y pecho.

Todo su cuerpo se tensó al percatarse de la figura del hombre sentado sobre la cama.

– ¿Tratas de lavarte el olor a sexo del cuerpo? Kei – preguntó Oikawa sosteniendo su camisa entre sus manos – ¿En verdad creíste que no lo notaría? Su perfume está en tu ropa y probablemente también estaba en tu cuerpo. – canturreó el mayor mientras se levantaba. Tsukishima reprimió el impulso de retroceder cuando Oikawa caminó hacia él y le tomó fuertemente de la barbilla – Te dije que fueras amable con él, no que te le ofrecieras. Zorra.

– ¿Cuál es la diferencia? – dijo en tono burlón.

– ¿Necesitas que te adiestre otra vez? – dijo en tono amenazante para después arrojarlo bruscamente a la cama – ¿Cuándo fue la última vez que fuiste "Amable" conmigo? – dijo con tono ronco, lamiéndose los labios mientras observaba su cuerpo desnudo.

Sin dejarse intimidar el rubio le miró desafiante – ¿Qué? ¿Tu amante te canceló? Debes estar molesto por eso.

Oikawa sonrió – Es nuestro aniversario es normal que quiera celebrar contigo – dijo en tono burlón mientras Tsukishima observaba impotente como se colocaba sobre él, le arrancaba la toalla y examinaba su cuerpo – Aunque parece que tú ya te adelantaste – sintió sus manos pasearse por su cuello, bajar hasta apretar sus pezones y apretar cada vez más fuerte hasta que un grito de dolor escapó de su garganta.

Tragándose otro alarido de dolor Tsukishima lo miro a los ojos – No me acosté con él.

– Mientes – gruñó inclinándose sobre él, aspirando profundamente sobre su cuello – Dejo marcas en tu piel. Aquí… – señalo el lugar entre el cuello y el hombro y le mordió profundamente – Aquí también y aquí… – señaló cada marca que creía ver y mordió con poca delicadeza cada una de ellas causando que Tsukishima se removiera a causa del dolor.

– No lo hice – repitió, el mayor se retiró unos centímetros y sus miradas chocaron.

– Dime – le susurró mientras aprisionaba sus muñecas sobre su cabeza – ¿Fue bueno? ¿Qué partes de tu cuerpo tocó? ¿Fue amable contigo? ¿Cómo te jodió? Dime como lo hizo, muéstrame como gemiste para él. – exigió mientras apretaba más y más sus muñecas. – ¡Responde! – se escuchó el sonido metálico de su cinturón desabrocharse y del zíper del pantalón llego a oídos del rubio. Sus piernas se vieron separadas y su cuerpo tembló cuando introdujo uno de sus dedos en su interior. – Mírame y responde – dijo introduciendo su dedo dentro de él.

– ¿Cómo podía hacerlo? No lo hice – masculló Tsukishima mordiéndose el interior de la mejilla al sentir su dedo salir bruscamente de él.

Sintió la presión de su miembro en su entrada y cerró los ojos, no por que estuviera asustado, ya estaba acostumbrado, era más bien porque odiaba ver su rostro complacido cada vez que le infringía alguna clase de dolor.

Tsukishima jadeó de dolor y sorpresa al sentir le abrirse paso dentro de él, dolía, dolía mucho. No estaba lo suficientemente preparado, sintió que un dolor desgarrador le atravesó y no pudo evitar un gemido de dolor cuando Oikawa se enterró sin consideración alguna de una solo estocada. – ¡Vaya! Así que no mentías – susurró jadeante en su oído – Que aburrido ¿Sabes? Él no es tu tipo. Estuve hablando con él, es un hombre aburrido que solo piensa en el trabajo. – Oikawa se movió dentro de él sonriendo con frialdad y mordió su boca buscando que gritara de dolor, pero sin conseguirlo – Lo que tú necesitas es a alguien que te domine, alguien capaz de borrar esa sonrisa cínica de tu rostro. Alguien como yo.

No pudo evitar que una pequeña e imperceptible sonrisa surcara sus labios ¿Correcto y amable? El hombre que conoció horas atrás no era para nada correcto y amable.

—Dime que pare —su ojos profundos y marrones se clavaron en su rostro regalándole una sonrisa mezquina— Dime que pare y lo haré.

El rubio soltó un bufido de dolor, preferiría morir antes que rogarle, a pesar de todo lo que le había hecho conservaba su orgullo. Sabía que no iba a detenerse, a él le gustaba esto, podía verlo en la sonrisa que surcaba su rostro. Esto no hacía más que empezar, para Oikawa esto no era más que un juego previo, todavía faltaba lo peor.

“Siempre lo mismo” pensó al escucharle hurgar dentro de un cajón y no pudo evitar preguntarse qué clase de juguetes usaría con él en esta ocasión.

“Siempre lo mismo” Volvió a pensar al escuchar el sonido metálico de cadenas. Podría ser siempre lo mismo, pero jamás podría acostumbrarse a eso….

 

Notas finales:

>3< Gracias por leer!! >3<


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