Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

"Beata María" por Pasitea

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

La canción utilizada es de la animación El Jorobado de Notre Dame, "Hellfire" tanto la versión castellanizada como latina, por lo cual algunos fragmentos no concuerdan a la traducción original de ambas versiones, ya que están fusionadas o colocadas de tal manera que me ha parecido coherente.  

Notas del capitulo:

En realidad no sé en que categoría debería estar. 

Gracias por tomarse el tiempo de leer. 

Despierta en medio de la pesadilla. Nunca antes se había sentido tan opresivo.

El pecho le duele al recuperar el aliento.

Su corazón acelerado, amenaza con estallar.

 

¿Qué demonios le está pasando?

Mareado, va hasta la sala. Tropieza algunas veces en medio de la oscuridad.

Guiado por el destello de los carbones, llega a ella; los atiza, acomoda algunos leños y deja que el crepitante sonido de la madera al quemarse crezca.

 

La botella de vino ya está a la mitad y su cabeza es un remolino total.

 

Se remueve en el sillón; las visiones toman forma entre las lenguas rojas de las llamas.

Bufa.

Y como si eso no fuera suficiente, el aroma de ciertos hilos negros le invade.

Le da nauseas de lo fuerte y cercano que lo percibe.

El vientre bajo empieza a quemarle. El pecho baja y sube rápidamente.

Respinga cuando la cruel silueta de su enemigo se materializa, reptando a sus pies.

 

-Como la serpiente que eres…-

 

 

“Beata María…

Yo siempre fui hombre de bien, de mi virtud puedo alardear.

Beata María he demostrado ser también

más puro que esa chusma tan vulgar.”

 

 

Escala a sus rodillas, ondulándose como ola del mar en tiempos de calma.

Suave, acompasado.

Los largos dedos se pasean por el firme músculo de su estómago. La figura simula una felación y se estremece de sólo imaginarlo.

Maldición.

Ese ser, le muestra la clavícula sin pudor; siente que algo en sus entrañas ruge, queriendo emerger.

Hace sus manos puños para resistir.

Espejismo o no, el ente sonríe arrogante.

 

“-… hasta su maldita forma de actuar…-“

 

 

“Entonces, María, di por qué su danza veo y sus ojos como llamas son.

La veo, la siento.

Su pelo negro tiene Sol, me quema y así pierdo la razón.

¡Cual fuego de Infierno me quema el corazón!

Impuro deseo.

Maldita tentación.”

 

 

La figura se sienta encima de él, con las piernas abiertas… dejando poco espacio entre los miembros.

Se atraganta.

La “lamia”* se mueve a ritmo de una canción inaudible para él.

Tan sensual.

Hace que desempuñe las manos para que le “desabotone” la camisa, mostrándole los desnudos hombros.

De nuevo, la bestia en sus vísceras gime.

El otro acaricia el pecho, quemándole por sobre la ropa; le ofrece sumiso el fino cuello.

Puede ver como los largos cabellos que se suponen negros, caen lascivos en los cuencos de los tendones de las clavículas.

Pronto perderá el juicio de seguir así. 

Punzada de dolor que le hace jadear.

Esto debe acabar.

 

 

“Mi culpa no es si me embrujó; fue la gitana quien la llama encendió.

Mi culpa no es si he actuado mal, pues es más fuerte el demonio que el mortal.”

 

 

El visitante se deshace de la ropa, quedando con el torso descubierto.

Observando, los escalofríos le recorren al delinear la estrecha cintura de aquel que tiene enfrente.

En todo este tiempo, “eso” ha mantenido los ojos semi cerrados.

No debe caer.

Como leyéndole la mente, toma uno de los dedos humanos… y lo atrapa con la boca.

Sin aliento, siente como la lengua opuesta danza alrededor de su índice; lo húmeda y ardorosa cavidad.

¡Carajos!

Su cuerpo empieza a reaccionar.

Suda.

Otra vez: el delgado cuello se le es señalado provocativo.

Aúlla.

 

 

“¡Protégeme María, de este hechizo cruel!

Si no, su fuego a matarme va.

¡Destrúyele!

¡Que pruebe el fuego de Luzbel!

O deja que sea mía y mía será.”

 

 

Puede mirarse así mismo.

Como si de una película se tratase y él fuera el único asistente.

El cómo se arranca la bata que lleva de pijama, dejándola en jirones, tumbando al “fantasma” en la alfombra vino cerca de la chimenea.

Se asusta: ese no es él. Ese NO puede ser él.

Tiene el rubio cabello erizado, los ojos vueltos oscuros, los músculos tensos para el ataque… vacía la boca de rabiosa espuma y sendos colmillos afilados, listos para desgarrar al mínimo toque la piel del que se haya tirado bajo él.

El mencionado se remueve lujurioso, enredando sus piernas con la del más alto; se acerca hasta uno de los oídos y exhala deseoso.

Anormalmente, el aliento llega hasta él: dolorosamente excitante.

Ve hacia abajo: la erección comienza a crecer.

 

“-Poseer…-“le dicta una parte de la conciencia.

 

Traga saliva: su reflejo le corta literalmente los pantalones a la visión, recorriendo con las navajas que tiene por uñas, la nívea piel de la presa.

Salvajemente.

Hilos escarlatas bajan de la morena espalda, acrecentando aún más el deseo en la pareja.

De pronto, ve en primera persona la silueta que jadea bajo sí: terciopelo, fragilidad… fatalismo.

Esos labios rojos que le invitan a perderse en ellos.

Los pequeños caninos apenas visibles.

Y esa mirada… de total entrega, de embriaguez… de disposición a su control.

Le abre las piernas y se introduce de golpe en el pelinegro; gimen alto. Los ojos de la presa “sonríen” complacidos; hay destellos rojos… tanto como las puertas del averno.

Brillos de locura contagiosa.

Se mueve sin piedad, destrozando.

Pasa un brazo bajo la espalda del sumiso para levantarlo un poco, haciendo que con ello las embestidas se vuelvan profundas.

Gritos que se esparcen en el convento.

Líquidos vaginales que se unen al coro de los choques. 

Las monjas se han apostado fuera de su habitación, intoxicadas de vulgar deseo.

Unas a otras se lamen el clítoris.

Se maman los senos.

Con dedos sanguinolentos entrando y saliendo de la vulva.

Arañándose desesperadas.

 

 

“Hay fuego de Infierno.

Gitana, escogerás: A mí o a la hoguera.

¡Se mía o arderás!”

 

 

Pelea poseso dentro de la boca del pálido joven sin dejar de penetrarlo; aquel se arquea, y ni tardo, se hace de los pezones erectos; mordiendo, succionando y lamiendo.

Se halla cubierto de cortes, de donde el fluido carmesí baña a ambos.

El espectáculo sangriento le ha cegado.

Jadea por más.

El escozor de la herida le avisa que está siendo mordido en uno de los hombros.

La visión de las irises rojas le ordena servirse de ese elegante cuello que subyuga a placer; levanta a su amante, para quedarse en la posición de sentados.

Los brincos producen obscenos sonidos. Con cada estocada dándose a su persona, el ojirojo se deshace en gemidos roncos, aferrado a los brazos del rubio, a la vez que es sostenido agresivamente por este en la cintura.

“-Mío.-“

Le jala de un brazo, y hace de lado la cabeza.

El asfixiante olor dulzón a hojas corrompidas, a flores pudriéndose, le enloquece: muerde inmisericorde el cuello, apresándolo… marcando lo ya SUYO.

Las paredes del joven empiezan a encerrarse alrededor de su falo y el movimiento de sus caderas se troca exigente; hay algo como que lo “atrapa”, obligándolo a eyacular febrilmente en el interior del chico.

 

Es separado y ha vuelto a su puesto de espectador.

Respira profundamente, extasiado.

Su cuerpo se desploma, con ese ser en su pecho.

Su enemigo abre los ojos hacia donde él lo ve y sonríe ampliamente, con sorna y autosuficiencia.

Lleva la delgada mano hasta su trasero; recoge un poco del blanquecino semen que se irriga al exterior y mancha con ello sus lascivos labios.

 

“-Dios…-“

 

La estruendosa carcajada retumba dentro de sí.

Maniáticamente.

Lacerante.

 

 

… ten piedad de ella… y ten piedad de mí.

Ella mía será… ¡O a arder va!”

 

 

Despierta sobresaltado.

Se toca y ve alrededor: está en su habitación.

Todo en orden.

Todo NORMAL.

Deja escapar suspiros de alivio.

Aprieta con fuerza la cruz plata que cuelga en su pecho, hasta hundir su carne en ella.

 

La oscura figura se relame los labios.

-Una noche alguna vez mío serás...-

Notas finales:

Lamia: Tipo de hada, con la cintura para arriba con cuerpo de mujer, las partes inferiores son de un reptil, específicamente serpientes. Generalmente están hechas de magma y fuego. Aunque no todas tiene esa aleación, depende mucho.

Gracias por leer.

Espero sus comentarios que serán bien recibidos. 

Hasta luego.  :D


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).