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El dragon blanco por Rhape

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Notas del fanfic:

Advertencias: Mención de sangre y heridas, fluff, un poco de humor. Época medieval.

Yuuri Katsuki no daba crédito a lo sus ojos veían. Se quitó las gafas un momento y se los talló, pensando en que se encontraba muy cansado por su viaje. Caminaba desde hacía tres días en dirección a otro pueblo donde iniciaría su nuevo trabajo de Escriba, apenas deteniendo sus pasos para descansar, dormir a la intemperie o comer de las pocas raciones que pudo llevar consigo. Pero no, no estaba tan cansado como para alucinar.

Sus ojos no lo estaban engañando... ¡Un dragón!

Un verdadero dragón yacía herido sobre un suelo de césped chamuscado. Su gran cuerpo se encontraba gravemente lastimado debido a cortes hechos por una espada. Incluso la membrana de sus gigantescas alas parecían haber sido perforada por flechas de hierro para inhabilitar su vuelo.

Seguía respirando. Eso sí, de manera dolorosa y entrecortada.

Yuuri contuvo un momento la respiración, entre asustado y excitado por su hallazgo. Estaba consciente de aún existían dragones repartidos por el mundo, sin embargo, ya eran pocos, puesto que los Reyes ordenaban cazarlos para adueñarse de sus tesoros. Y muchos caballeros, por alardear de su hidalguía, los asesinaban y creaban armas a partir de sus valiosas escamas. Así que, más que toparse con un dragón, lo que le sorprendió en realidad fue el hecho de encontrarse con uno todavía vivo.

Mirando a los alrededores, el moreno pudo notar el esparcimiento de sangre. Sangre azul de dragón combinada con sangre roja de humano, lo que le hizo pensar que hubo al menos cuatro o cinco caballeros quienes estuvieron a su asecho, los cuales debieron haber terminado muy heridos como para rematarlo y decidieron retirarse para volver después por sus escamas. No hubo indicios de espadas o armaduras rotas como para pensar que el dragón se los hubiese comido.

Yuuri, además del evidente terror por estar ante tal majestuosa y mítica criatura, sintió pena por él. Intentando no hacer mucho ruido, dio pasos ligeros hacia adelante y verlo mejor. Sabía que estaba cometiendo una estupidez, pero recordaba haber leído en algún libro que los dragones sólo atacaban si se sentían amenazados o intentabas robar sus pertenencias, además de que éste se notaba demasiado herido como para moverse. En teoría no corría peligro. Aquella experiencia seguro que no se repetiría otra vez en su vida y no quería perdérsela.

El dragón era enorme, de quince metros..., o quizás un poco menos; desde el ángulo en que lo miraba se veía demasiado imponente aún con su aspecto fantasmal. Sus escamas eran blancas, mas tenían un hermoso y contrastante resplandecer platinado. La sangre de algunas de sus heridas parecía ya secas, seguro eran poco profundas, pero en otras todavía se recorrían hilillos celestes, y una pequeña porción de uno de sus muslos parecía estar sin escamas. Los caballeros debieron haberlas arrancado para probar su valentía.

Para terminar de saciar su curiosidad, Yuuri se acercó hasta su cabeza, sintiendo como su aliento todavía caliente tenía la fuerza suficiente para empujarlo un poco hacía atrás, y, con suma precaución, alargó una mano temblorosa para tocarlo. Su piel era fría y dura, como una roca, pero tenía un tacto suave, tal cual seda.

Era una verdadera pena que tan hermosa criatura tuviese que morir de esa manera tan agonizante...

El dragón hizo un sonido parecido al de un gruñido y Yuuri retrocedió. Al mirar hacia arriba se dio cuenta de un par de enormes ojos, tan azules como zafiros, miraban directamente a los suyos color ámbar. Una fuerte sacudida le recorrió de la cabeza a los pies. No sólo era pánico, sino que... sintió como si viera hacia una divinidad; una extraña mezcla entre respeto, adoración, y terror se enterró en su pecho. Su cabeza le ordenó que corriera, pero sus piernas no lo obedecieron. Aunque mentiría si dijera que no se había paralizado sólo para poder seguir observando aquellos orbes tan resplandecientes.

Sin embargo, pasaron los segundos y el dragón no hizo nada mas que pestañear. No se movió ni dio indicios de que fuera a hacerlo, era como si su presencia no le molestara en absoluto. Yuuri entonces pudo percatarse de la soledad y amargura que se asomaba en su mirada, y lo entendió.

El dragón se había rendido. Solamente esperaba pacientemente a que llegara la hora de su muerte.

Aquel pensamiento le provocó una terrible aflicción en el corazón. Yuuri no podía dejarlo morir así. Sería inhumano de su parte abandonarlo sin siquiera intentar ayudarlo. Pero tampoco era como si él puede hacer algo para calmar su dolor... A menos que... De entre las cosas que llevaba en su mochila de viaje estaba seguro que tenía una botella rellena de medicina. Era una especie de elixir que se fabricaba en su pueblo natal, pues las hierbas que se usaban en la mezcla crecían allí de manera natural. La poción no era mágica ni milagrosa, pero curaba algunas enfermedades no letales y aliviaba dolores. Él no la necesitaba y seguro podría comprar más en el pueblo al que se dirigía, así que decidió dársela al dragón.

"Ho-hola..." Musitó con miedo, sin haber parado de temblar, pero el dragón siguió sin reaccionar, solamente lo miraba expectante. "Yo... quisiera que tú... te tomaras esto." Le mostró la botella. "Te quitará el dolor...Bu-bueno, eso es lo que espero... En realidad no sé si funcione con dragones..."

Oh, ¿pero qué estaba haciendo? Incluso si el dragón pudiese entender el lenguaje humano seguramente no confiaría en él, puesto que fueron los mismo humanos los que lo dejaron en ese estado tan lamentable. Sin embargo, para su sorpresa, el dragón abrió sus fauces y sacó la lengua. El moreno tardó sólo unos segundos en procesar lo que sucedía, apresurándose después a derramar la mitad el liquido sobre su lengua e instintivamente alejar su mano con prisa. El dragón se tragó la medicina.

Yuuri sonrió complacido y de sus ojos brotaron algunas lágrimas. Pero se las limpió enseguida, avergonzado de sí mismo. Quien estaba sufriendo una muerte dolorosa no era él sino el dragón.

Al ver que la criatura no tenía intenciones de atacarlo, buscó en su equipaje algún trapo, pero solamente encontró una prenda vieja que sabía que no iba a volver a usar nunca, así que la usó para verter medicina en ella.

Yuuri rodeó al dragón para poder llegar a sus heridas, alzando sus manos hasta los hombros en señal de sumisión y darle a entender que no le haría más daño. El dragón dejó caer suavemente su cabeza al césped, girando en dirección hacia el humano, quizás teniendo curiosidad por ver lo que haría a continuación.

"L-lo siento, puede que esto arda un poco." Le advirtió antes de apoyar el trapo sobre una de las heridas y comenzar a mover su mano con la mayor delicadeza que pudo.

Siguió así, con relativa calma con cada uno de los cortes, pues el dragón parecía no darle importancia a que lo tocara. No obstante, algunas de las heridas eran demasiado profundas y a veces soltaba débiles quejidos de dolor, pero que para los pequeños oídos del humano sonaban el doble. Yuuri entonces se detenía un momento, más por temor a hacerlo sufrir que porque éste lo atacara en venganza.

Entonces llegó a donde faltaban las escamas. La sangre aún brotaba fresca y el olor era insoportable. Yuuri no tuvo el estómago para continuar.

Entonces ya no había nada más que pudiera hacer por él. El sol estaba por ocultarse tras los árboles y el viento a enfriarse. Lo mejor sería remontar la marcha antes de que los ladrones comenzaran a llenar las carreteras. Después de todo, debía llegar ese mismo día al pueblo para reportarse a su nuevo puesto de trabajo.

"Debo irme ya..." Anunció mientras recogía sus cosas. Se acercó al dragón de nuevo para acariciar su nariz y apoyar su frente en él. Estaba tan cansado que no se dio cuenta en qué momento dejó de tenerle miedo. "Espero que te mejores. Pero si no... Lo lamento, algunos humanos son muy crueles." Dijo, y sin mirar atrás continuó su camino.

Yuuri logró llegar al pueblo antes de la medianoche, dándole a su superior la excusa de que tuvo que tomar otro camino para evitar a un grupo de ladrones, por lo que pudo evitarse problemas. Consiguió una habitación en la posada, cenó y se dio un baño para quitarse la suciedad y la sangre que pudo esconder usando guantes, mismos que también lavó.

A pesar de que la cama era lo suficientemente cómoda, tardó bastante en conciliar sueño. No podía asimilar aún lo que le había sucedido durante ese día... Un dragón. ¡Tuvo un encuentro con un dragón! Y salió con vida. Claro que eso fue gracia a que el dragón estaba moribundo... Suspiró con cansancio y cerró los ojos.

Hizo todo lo que pudo para evitar que el dragón sufriera. Ahora sólo tocaba esperar a que muriese en paz antes de que los caballeros regresaran para rematarlo. Sería difícil que alguien más lo encontrara en la espesura del bosque, puesto que él mismo llegó a él por accidente cuando perseguía su cantimplora que cayó desde un puente al rió, lo que lo alejó del camino principal.

Al día siguiente Yuuri no podía dejar de pensar en el dragón. Aunque quizás a esas horas ya debería haber muerto..., o todavía agonizando. Gracias a que su trabajo consistía en copiar textos no tuvo problemas cuando su mente comenzaba a divagar, incluso pudo pensar en una excusa para zafarse de sus compañeros de trabajo que pretendían darle una pequeña fiesta de bienvenida.

Cuando terminó su turno de trabajo, corrió a una tienda de pociones a comprar otro elixir. Preparó de nuevo su bolsa de viaje, pero esta vez sin llenarla demasiado; solamente puso trapos dentro que encontró en la posada, la medicina, su cantimplora y algo de comida.

Guiándose solamente por su memoria, buscó el sitio donde había sido su encuentro. Le tomó algo de tiempo reconocer el camino exacto, puesto que por la adrenalina y la oscuridad no recordaba referencias, pero logró encontrar el sendero correcto luego de varios intentos.

Y allí estaba de nuevo. El dragón... Tenía los ojos cerrados... pero respiraba. Y se veía bastante tranquilo. Hubiese creído incluso que se trataba de otro sino fuese por la ubicación de las heridas. Yuuri se acercó de nuevo a él con mucha cautela, no obstante, paró en seco cuando que el dragón alzó la cabeza. Sus ojos zafiros se veían diferentes, con más vida. Entonces volvió a apoyar su cabeza en el suelo, no importunándole su presencia.

El moreno, aún con miedo, reanudó la marcha. No sabía si el día anterior estuvo a salvo debido a que la criatura estaba cansada o no tenía hambre, pero ahora parecía tener la energía para atacar si algo lo molestaba. Necesitaba tener el doble de cuidado si no quería ser él el que acabara muerto. Yuuri sacudió la cabeza, dejando a un lado esos oscuros pensamientos, y sonrió.

El dragón estaba vivo y parecía estable, eso era lo verdaderamente importante.

No sabía si había sido gracias a la medicina, o quizás los dragones tenían la habilidad de regenerarse a sí mismos, pero se sintió feliz.

"Yo... me alegro de que estés bien." Comentó, y el dragón esta vez se dignó a mirarlo. "Te traje más medicina. Pero... no sé si quieras volver a tomarla..." El dragón hizo un sonido parecido al de un suspiro, o eso creyó el moreno, sin embargo, sacó la lengua y repitieron el proceso.

Pero ahora Yuuri usó la cantimplora para mojar un trapo y limpiar la sangre lo mejor que pudo, al menos lo suficiente para que sus escamas brillaran un poco. Cuando el trapo se quedaba completamente azul, lo cambiaba por otro. Y cuando solo le quedaba uno, lo usó para untar el elixir de nuevo. Esta vez sí se atrevió a acercarse a la zona sin escamas, teniendo especial cuidado siendo que su piel estaba expuesta, no obstante, el dragón ahora no parecía sentir dolor.

Antes del anochecer Yuuri volvió al pueblo, prometiéndole al dragón que volvería al día siguiente. Y así lo hizo.

Durante los días posteriores el moreno lo siguió visitándolo, incluso le llevaba carne seca y frutas, pues supuso que el dragón no había comido nada aún. Ni si quiera parecía que se hubiese movido de ese mismo lugar. Según un libro que encontró en la biblioteca donde trabajaba, los dragones podían comer cualquier cosa, hasta basura, aún así, pensó que lo mejor sería darle comida en buen estado.

A pesar de que pasaba gran parte de sus tardes con el dragón, Yuuri no estaba seguro de lo que intentaba lograr. Era evidente que no podría mantener al dragón como mascota, su economía no se lo permitiría; y obviamente la criatura era demasiado grande como para que no fuese notado por la gente del pueblo. Tampoco podía estar seguro de lo que fuese a hacer el dragón una vez recuperado. Lo única opción que tenía era cuidar de él y rezar porque sus alas se mejoraran y se fuera lejos de la civilización humana que tanto lo lastimó.

En una de esas tarde Yuuri leía un libro, apoyado su espalda en una de sus patas delanteras. No estaba seguro, pero creyó sentir por varios minutos la mirada azul curiosa sobre él, quizás el dragón se preguntaba qué era ese objeto entre sus manos.

"Es un libro sobre dragones." Dijo abriendo completamente el libro para mostrarle una página en específico, la cual tenía ilustraciones de otros dragones. "Aquí dice que existen varias razas de dragones, y que se distinguen por sus colores. Además de que sus escamas son tan valiosas como el oro y la plata, pero tú..." Cambió de página y su rostro se volvió serio. "Eres un dragón blanco, un espécimen raro incluso para los estándares de tu especie; tus escamas valen lo mismo o más que un diamante... ¿Es por eso que te atacaron?" Preguntó sin poder evitar sentir tristeza tras recordar su estado días atrás. "Ah...Ni siquiera sé si puedes entenderme del todo." Suspiró rendido, pero el dragón usó su nariz para golpear ligeramente su mejilla, y Yuuri se sobresaltó. "¿Dices que... puedes entenderme?" El dragón agitó la cabeza, como si dijera que sí. "Ya veo. Es bueno saberlo." Sonrió y acarició su cabeza.

El dragón, complacido, restregó su rostro contra su cuerpo, justo como lo haría un perro, y Yuuri rió porque le hacía cosquillas. Al parecer ambos comenzaban a encariñarse uno con el otro.

"Así que eres tú el que ha estado cuidado de Viktor." Escucharon decir a una voz y ambos se volvieron enseguida hacia donde provenía.

La voz era de un muchacho de cabellera dorada que le caía hasta los hombros, y sus ojos eran tan verdes tal cual esmeraldas. El moreno pudo deducir que era un adolescente, quizás de catorce o quince años. A pesar de ser tan joven, en su rostro se notaban facciones duras, sumando su cejo fruncido en desdén.

Luego de pensarlo un momento, Yuuri entró en pánico e instintivamente quiso proteger al dragón intentando esconderlo tras sus brazos extendidos, lo cual resultaba ridículamente inútil debido a su enormidad. Sin embargo, el dragón, al cual se habían referido como a 'Viktor', no hizo nada por intentar defenderse.

Notas finales:

Sugerencias, quejas, mentadas de madre, regalitos, e-mail bombas; dejen reviews.


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