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I waited for you por MayCat94

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Notas del capitulo:

Esta obra es del mangaka Matsuri Hino. Todos los derechos sobre los personajes. Yo solo los tomo para propositos delerio por el amor que les tengo Kaname y a Zero.

--------♠--------

"La tierra desolada grita hasta

 las puertas del cielo por la

destrucción de sus hijos". 

 

La noche se cernía con gran majestuosidad en el cielo atrayendo a la oscuridad que reinaba, apenas iluminada por los rayos de la luna cubriendo apenas una porción de tierra, ocultando bajo el manto negro todo lo demás, incluyendo a las criaturas que se ocultaban en ella. 

 

Los pensamientos lo golpeaban con gran locura. Recuerdos que nunca olvidaría, recuerdos que lo perseguirían por la eternidad. Un suspiro salió de sus labios, mientras sus manos buscaban como calentarse dentro de los bolsillos de su chaqueta. Aquella noche era particularmente fría, mucho más que otras que pudiera recordar, pero algo distinto se sentía, lo sabía, pues su corazón empezó a latir desbocado. No había forma de explicar por qué sus sentidos se activaron como si estuviera en peligro y las ganas de correr en cualquiera dirección buscando la causa que lograba hacerlo sentir de esa forma tan irracional.

 

Sólo bastaron algunos segundos, segundos en lo que sus memorias se encargaron de recordarle una sensación parecida en el pasado.  Se negaba a creerlo. Era imposible, no había forma de que fuera real, pero la prueba estaba en que su corazón y mente le decía que era real, que era lo que por tanto tiempo esperó.

 

— ¿Zero? ¿Estás escuchándome?

 

La voz de quien era su mejor amigo lo sacó de su estupor y de los sentimientos de añoranza que sentía, pero es que la concentración voló lejos y no pudo seguir prestando atención a lo que decía.

 

— Kaito… es él… puedo sentirlo. —Balbuceó en un susurro tan tembloroso que apenas y era entendible. 

 

— ¿De qué hablas?  

 

Kaito lo veía con suma preocupación. No entendía a qué se refería Zero. El comportamiento de su amigo cambió de un momento a otro. El rostro se veía marcado por una profunda tristeza, pero a la vez sus ojos reflejaban esperanza; algo que no pensó ver en Zero nunca más.

 

— Es él. Kaito. Puedo sentirlo de nuevo. ¡Es él! — Lagrimas brotaron de sus ojos amatistas y estas bañaban sus mejillas lentamente. Una pequeña sonrisa emergió retirando con las manos temblorosas las lágrimas que seguían bajando.

 

Kaito veía todo eso aún más preocupación, pero esta vez pudo unir los puntos de las frases sin sentido que murmuraba Zero y una expresión desencajada se marcó en las facciones de su rostro. Lo que decía Zero debía ser una jodida mentira. No había forma, porque… él murió, no podía ser cierto. Zero debía estar equivocado o delirando presa de la desesperación.

 

—Zero… debes estar equivocado. Es improbable y lo sabes. — Dijo viéndolo con tristeza. Su amigo debía de olvidar esa absurda promesa que lo ataba a quien en un tiempo fue la persona que representó todo para Zero. Kaito quería a Zero como un hermano, no solo eran amigos, compartían ese lazo y que era respaldado con los años de amistad y confianza. Kaito fue testigo del amor tan intenso que profesaba Zero y como era correspondido de igual forma.

 

El dolor que Zero sintió cuando lo perdió fue tan grande que Kaito también se entristeció como nunca pensó hacerlo al ser solo un observador de un amor tan ferviente. Tan intenso y tan puro.

 

— Kaito. Sé que debes pensar que estoy loco, pero esto — Llevo la mano hecha puño hasta la altura de donde se ubicaba su corazón, queriendo explicarle que era cierto lo que decía. Que no había ninguna maldita forma en que su corazón olvidara como se sentía su aura o como su alma sabía tan exquisita que nunca pudo olvidar su aroma y como este lo golpeaba tan dolorosamente que lo estaba matando. — me dice que es él… que es mi hermoso niño.

 

— Zero, creo que debemos volver. Necesitas…

 

— No. No necesito nada que no sea saber dónde está mi otra mitad. — Interrumpió de tajo viendo a Kaito con el ceño fruncido y una mirada fría. Kaito no tenía una jodida forma de saber cuan real era todo aquello. Tampoco tenía deseos de explicar algo que ni el mismo entendía.

 

— Su alma no puede renacer… lo sabes… solo trato de que no sigas con esto, por favor, Zero.

 

La voz de Kaito bajó dos octavos al saber el dolor que causaba en Zero recordar ese fragmento de una vida injusta que se ensañó con su amigo.

 

— No tienes que repetir algo que grabé a fuego en mi mente, pero también recuerdas las últimas palabras que dijo… ¿lo recuerdas?

 

 Zero sabía que su amigo no podría olvidar ese pasaje tan gris en su vida… las últimas palabras que dijo su precioso niño antes que la luz se extinguiera de sus ojos y que el latir de su corazón se detuviera para siempre. La amargura y odio que nació a quien una vez llamo padre. Tantos sentimientos que nacieron y murieron en ese instante.

----

— No mueras. P-por fa-v-vor. — Un Zero devastado rogaba con desesperación; mientas observaba sin poder hacer nada, como sangre brotaba de un costado de su cuerpo. Quería negarse a aceptar la realidad. Estaba muriendo, podía sentirlo y sabía que no poseía forma de salvarlo y la sonrisa en su rostro se lo confirmaba. Era la tan angustiosa despedida que se negaba a aceptar.

 

— Zero, no llores. Sabíamos que esto tarde o temprano acabaría así y no me arrepiento. Eres lo mejor que pudo haberme pasado. — Su voz apenas se escuchaba y era perceptible como cada palabra que enunciaba era tan dolosa de pronunciar. Como sus lindos ojos se llenaban de lágrimas, pero aun así una pequeña sonrisa adornaba sus comisuras.

 

— No puedo resignarme a perderte. ¡Eres mi todo! Acaso… acaso… ¿no lo entiendes?

 

Gritó con desesperación con tanto dolor que el rostro del joven que hacía su esfuerzo por no caer en la inconsciencia se marcó con tanto dolor que sus facciones se desfiguraron de tristeza e impotencia. Él tampoco quería morir, quería vivir porque con Zero aprendió a sentirse completo. Zero le enseñó lo que era amar y ser amado. No quería dejarlo, el dolor que sentía su corazón ante esa posibilidad era más desgarrador que la herida mortal que tenía a un costado del torso. 

 

— Mi amado Zero… aunque parezca imposible, regresaré… regresaré para estar contigo. Mi alma buscará la tuya y con el último aliento que me queda en esta vida haré sentir mi presencia cuando vuelva a estar entre los vivos… pero, amor. Por favor, por favor espera por mí.

 

Musitó en medio de sollozos y con la voz entrecortada. No le quedaba mucho tiempo y le dolía como el infierno dejar solo a Zero, pero regresaría. Su alma, corazón y cuerpo le pertenecían a Zero y mientras el vagara en la tierra él haría todo lo posible para volver, aunque le fuera negado por los pecados que cometió.

 

— Esperaría toda la eternidad por ti, mi amado niño. — Dejó un beso en sus labios sintiendo como la tibieza que lo envolvía poco a poco se perdía. La desesperación lo recorrió, porque sus ojitos se veían con cada segundo más apagados.

 

— Y yo te buscaría por toda la eternidad hasta encontrarte… te amo… eso jamás lo olvides, mi amor…

 

Esas fueron las últimas palabras que pudo pronunciar antes que sucumbiera ante la muerte que lo acechaba y que al final se lo llevó de forma silenciosa deteniendo el latir de su corazón y apagando la luz de sus ojos para siempre.

 

El corazón de Zero de partió en miles de pedazos y sus ojos se abrieron tanto al sentir como su alma dejaba su cuerpo. Más lagrimas brotaron y gritos desesperados pidiendo al cuerpo sin vida del muchacho que no lo dejara, pero ya era muy tarde.

“Y a los ángeles que no guardaron su dignidad,

sino que abandonaron su propia morada,

los ha guardado bajo oscuridad,

en prisiones eternas”

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Era casi imposible para Kaito no recordarlo al ser testigo de tan desgarrador momento. Zero jamás volvió a ser el mismo desde entonces. Su condena fue vagar por la tierra y con resignación aceptó su castigo. La furia y el odio aún estaban presentes, pero pese a todo Kaito sabía que Zero aún guardaba la esperanza de volver a encontrarlo.

 

—  Es imposible no hacerlo, pero, ¿cómo sabes que es él?

 

— No lo sé, pero cuando aún vivía podía sentir su alma, aunque estuviéramos lejos. Su alma llamaba la mía, su aroma… no sé cómo explicarlo, pero no sentía esto desde que murió… hasta hoy, no sé, pero siento que me llama… que de nuevo está aquí. — Explicó de manera presurosa dejando atrás la faceta fría que siempre mostraba. Su expresión imperturbable se perdía en el mar de sentimientos que reflejaban sus ojos.

 

— ¿Crees que tenga que ver con haya sido un nephilim?

 

—  Quizá, sabes que no era como los demás… era diferente.

 

— Lo sé, sino, no te habrías fijado en él y no hubieras faltado a tu juramento.

 

— Su aroma me está matando, pero por momentos se pierde y aparece muy débil… Trato de ubicar de donde proviene, pero por más que me concentro no puedo localizarlo.

 

Su voz sonaba apagada y lejana. La frustración lo carcomía, pero era más la desesperación de no dar con el paradero de ese seductor aroma era lo que más le enojaba.   

 

— Tenemos que volver con más razón. Debemos investigar y si es así… debemos dar con él antes que los otros se den cuenta.

 

Zero reaccionó ante las palabras de Kaito y su rostro volvió a ser impasible. No podía mostrar sentimientos y menos cuando esta notica pese a la alegría inmensa que le causaba el sentirlo de nuevo, también significaba que las alimañas -como las llamaba- lo sintieron, pero esperaba que la explosión de su alma descender no fuera tan fuerte.  La sola idea de que ellos supieran que volvió le aterraba, era casi preferible que el aroma y la sensación desapareciera por completo. Su niño… -cuanta añoranza y amor en solo esas dos palabras sentía en su marchito corazón- su niño, seguro solo era un bebé recién nacido. Eso recordando el flujo de almas y como se manejaba todo el proceso de reinserción al mundo terrenal de nuevo. Lo más seguro era que esa punzada que sintió solo fue cuando él volvió a la vida en el nacimiento y la señal que le prometió. Ahhh, era testarudo que hasta el final cumplió la promesa que volver y hacérselo saber.

 

Siendo solo un bebé no podría defenderse y menos sin recordar lo que antes era… sin recordar su vida pasada, sin recordarlo.

 

— Es así. No puedo ignorar esta corazonada. Tenemos que dar con él y protegerlo de todos hasta que sea prudente devolverle sus memorias.

 

Kaito temía todas las consecuencias que implicaría tenerlo de vuelta. La alegría era mucha, claro porque eso significaba ver ese brillo en los ojos de Zero y esa sonrisa estúpida que solo él era capaz de inspirar; pero tampoco se podía subyugar solo por el sentimiento de regocijo.

 

Kaito giró el rostro viendo en todos los puntos cardinales algo diferente o si podía sentir algo raro o fuera de orden. El caos en la ciudad era el mismo. Personas muy ocupadas en sus asuntos hablando por teléfono o conversando entre ellas.  El bullicio de la metrópolis y el congestionamiento tan común de los humanos en esa época del año, como lo era la navidad.

 

Kaito asintió y sin esperar una repuesta audible de su parte, Zero emprendió camino a la que podría llamar casa. En un chasquido -literalmente- estuvieron en el departamento de Kaito. Un lugar muy aislado donde podrían tener la privacidad que necesitaban para investigar lo que aconteció solo minutos atrás.

 

— Zero, ¿sientes… sientes su presencia?

 

Kaito no podía sentirlo, por más que quisiera; por eso depositaba la confianza en Zero al ser el único con quien compartía ese lazo tan profundo e irrompible. Sus almas se buscaban y eso nunca cambiaría sin importar el tiempo que pasara.

 

Kaito lo supo desde el momento en que Zero se enamoró a primera vista de un jovencito de quince años. La cara de asombro era mucha, al ser su amigo un ser tan despreciable con los desconocidos, pero con él las cosas fueron distintas. Una sonrisa idiota nacía en los labios de Zero cada que veía al joven… sonrisa que odio, porque, aunque nunca lo hizo saber él sintió una ligera atracción por Zero. 

 

Las cosas entre ellos sugieren de una forma tan pura, pero con un final trágico.

 

— ¡Ahhh! — Suspiró con cansancio y frustración, mientras tomaba asiento en uno de los sofás de la estancia del departamento. — No, ya no puedo. Es como si hubiera desaparecido de la faz de la tierra.

 

Zero estaba muy confundido. Era innegable su presencia, porque no estaba tan mal como para imaginar tal sensación o como para que su ritmo cardiaco casi le hiciera tener un colapso en medio de la calle.

 

— Bueno, sabes que tenía la capacidad de ocultar su presencia. Muchas veces lo hizo contigo... y con ellos. Quizá la oculto. Partamos, lo más probable es que sea un bebé y no sabe cómo controlar su naturaleza, pero supo cómo ocultar la esencia de su alma como un pequeño destello de su vida anterior.

 

La explicación de Kaito era muy lógica y Zero lo sabía. Conocía a su obstinado hombrecito. En sus últimos días de vida pasó reprimiendo esa onda tan atrayente que desprendía su alma para poderse ocultar. Ni Zero podía localizarlo cuando se ocultaba de esa forma y eso muchas veces los llevó al borde del colapso al imaginar lo peor. Tuvo que hacerle prometer que solo ocultaría su presencia si estaba en peligro y estaba completamente solo.

 

— Se escucha a algo que él haría.

 

— Tu lo conoces mejor que nadie. Ahora es preciso encontrarlo, antes que despierte su parte nephilim… seguro sus padres tienen descendencia de sus antepasados, porque es imposible que sean humanos ordinarios.

 

— Tenemos que buscar todos los registros de los hijos de los demás Grigori*   y sus descendientes. Alguno debe concordar con el nacimiento de un niño en este día.

 

— Podríamos tardar años hasta dar con él. Son muchas comunidades y puede estar en cualquier parte del mundo.

 

Zero era consiente que era el equivalente a buscar una aguja en un pajar. Pero podía resistir unos años, era un como un refrescante segundo a comparación con los milenios que tuvo que esperar por él.

 

— No importa. Lo que si nos debe importar y preocupar es el encontrarlo antes que despierte completamente o que ellos den con él. — Pronunció Zero con calma, calma que no poseía, pero debía mantener la cordura. — Contacta a tus amigos y que busquen hasta por debajo de las piedras todas las comunidades con descendientes directos de nephilims.

 

--------♠--------

“Y el Señor dijo a Gabriel: 

Procede contra los bastardos

y haz desaparecer a los hijos

 de los Vigilantes de entre los humanos

y hazlos entrar en una guerra de destrucción,

 pues no habrá para ellos muchos días.”

 

10 años después.

 

Zero se encontraba sentado en un gran sillón individual revisando su teléfono casi con desesperación. Los segundos se volvieron minutos, los minutos, horas, las horas eventualmente en días, días que se convirtieron en semanas y las semanas que conformaban en meses y estos últimos en largos años. No hubo un solo minuto en el que no lo invirtió para buscar entre las comunidades el nephilim alguna familia con un niño que naciera por la fecha en que sintió ese pequeño destello, pero no había rastros. Los registros no ayudaban en nada y por más que le dio vueltas a las cosas no había indicios de su existencia en la tierra.

 

Casi parecía una broma cruel que le fue jugada. Kaito muchas veces le daba ánimos y que no se rindiera que seguro estábamos cerca de encontrarlo. Que lo viéramos como un juego de escondidas donde él era un gran jugador. Zero recordaba vagamente cuando jugaban dicho juego y siempre le ganaba. Kaito y Zero se desesperaban buscándolo porque no podían dar con el muchacho y temían que algo le hubiera pasado, pero todo lo que recibían era una risa burlona por lo pésimos jugadores que eran.

 

El sonido del móvil lo hizo salir de las divagaciones en las que se cernía últimamente. Pero, aunque le gustaría perderse en los recuerdos, le gustaría volver a recrear esos momentos.

 

— ¿Alguna noticia, Kaito?

 

— Buenos días para ti también, Zero. Estoy muy bien, gracias por preguntar y ¿tú? — Espetó con ironía al otro lado de la línea. — Saluda al menos, idiota.

 

— Sí, sí. ¿alguna novedad?

 

— ¿Aún sigues en Japón?

 

— Sí, ¿Por qué?

 

— Según mis fuentes hay un descendente directo de Azazel* que no está en los registros. Y que se casó con una humana y eso explicaría porque no está en alguna comunidad de nephilims. — Explicaba Kaito con tono aburrido recordando cada detalle que le informaron. No le pareció algo tan importante al ser la unión de un nephilim con un humano, pero debían abarcar todas las posibilidades. — Lo de interés de esta particular pareja es que tienen un hijo entre diez y once años. Viven a las afueras de Tokio y ya que tu estas allá podrías investigar un poco.

 

— Entiendo. ¿Cuándo regresas?

 

— Podría hacerlo en este momento, pero sabes cómo funcionan las cosas. No puedo estar apareciendo y desapareciendo. Debo comportarme como un humano y tomar un maldito avión para poder llegar hasta Japón.

 

Una sonrisa divertida apareció en las comisuras de Zero, porque escuchar a Kaito quejarse de cuán difícil era comportarse como humano era hilarante.

 

— Claro, no queremos que Takuma sospeche de ti, ¿cierto?

 

— Sabía que ibas a joderme con eso. — Masculló para sí mismo al notar la burla de quien llamaba mejor amigo. — El niño apenas tiene 18 años difícilmente sabe lo que es el amor o lo que implica. Seguro solo está impactado o le gusto por mi físico.

 

— Sea como sea, quiere ganar tu corazón y un lugar en tu cama. Al menos es sutil con sus intenciones.

 

— Mejor no te hubiera dicho de su existencia.

 

— Era difícil ocultarlo cuando Takuma casi me mataba con la mirada porque pasaba mucho tiempo contigo o los reclamos que te dio cuando se dio cuenta que vivíamos en el mismo departamento. Puedo jurar que vi en sus ojos como planeaba una muerte muy dolorosa para mí en ese preciso momento.

 

— ¡Takuma sería incapaz de hacer eso!

 

— Ahora lo defiendes. Que sigue. Que se besen bajo la luz de la luna… o bueno, si no es que ya lo han hecho.

 

 — Eres intratable. Te llamaré cuando tenga alguna novedad. No olvides lo que dije del nephilim que vive en Tokio. Te mandare toda la información que poseo por correo.

 

Zero quiso agregar que era un cobarde, pero antes que pudiera hacerlo, Kaito colgó dejándolo con la palabra en la boca. Zero quería ver a su amigo feliz y que encontrara a ese alguien que lo hiciera feliz. Y ese alguien parecía ser Takuma Ichijo.

.

 

--------♠--------

“Los espíritus malos proceden de sus cuerpos,

 porque han nacido de humanos

y de los santos Vigilantes es

su comienzo y origen primordial.”

 

Kaito envío los detalles de esa familia, tan pronto que Zero sospechaba que los hubo enviado mucho antes de hablar con él. El cielo nocturno reinaba y Zero tenía una ligera ansiedad de ir hasta la dirección que marcaba el correo electrónico enviado por Kaito. Un suspiro salió de los labios, no quería asechar esa familia, pero sentía que tenía que ir y comprobar que estaban bien. Y eso tenía que ser esa misma noche.

 

Un segundo le bastó a Zero llegar hasta las afueras de la ciudad. Un hermoso bosque lo recibió. La luna se alzaba sin ninguna estrella rondándole, bañando la nieve que se acumulaba en el suelo mientras más los copos de nieve caían gentilmente. El lugar le inspiraba paz, y Zero comprendía porque esa familia escogió un lugar tan lejano para vivir… ese lugar infundía tranquilidad y seguridad.

 

Pero ese sentimiento se disipó de un segundo a otro. La ansiedad tomó su lugar y el lugar antes tranquilo se volvió asfixiante. Ante la imperiosa necesidad que creció dentro de él, Zero tuvo que correr entre los arboles adentrándose cada vez más en el bosque recibiéndole a pocos metros una neblina provocada por el humo, dificultando la vista para un humano normal. Un grito desgarrador resonó hueco y solo en aquel lugar que se volvía cada vez más tenebroso, a ese grito le siguieron otros junto a al sonido de una ensordecedora risa que contenía burla e ironía, causando en Zero un escalofrió que recorrió toda su espina dorsal.

 

La brisa convertida en nieve golpeó su rostro con sutil fuerza y tuvo que agacharse para poder entender porque su corazón latía tan fuertemente, a causa de que las manos temblaban tan violentamente y porque lagrimas escapaban de sus orbes sin poder contenerlo. Exhaló e inhaló profundamente tratando de controlar sus extremidades y obligarse a seguir.

 

Levantó la vista y un jadeó escapo, a unos cuantos metros una casa estaba ardiendo en llamas, estaba siendo consumida poco a poco. Un cuerpo sin vida se hallaba muy cerca de la puerta principal, era un cuerpo femenino y no necesito acercarse para comprobar que en efecto estaba muerta. La escena era muy sangrienta, la mujer tenía tantas heridas que su cuerpo estaba bañado de sangre. Zero se negó a acercarse y camino lentamente rodeando la casa hasta el patio trasero. Y el paisaje no fue mejor al encontrar a un hombre tirado en el suelo con los ojos abiertos sin brillo de vida alguno. Como uno de los actos humanos que adopto al vivir en la tierra, se acercó al hombre y cerró sus ojos. Quien sea que acabó su vida los torturó antes de decidirse a matarlos.

 

La mente de Zero se puso a trabajar a la velocidad de la luz, recordar con tristeza que encontró el cuerpo de una mujer y el de un hombre, pero no había rastro de ningún niño y tampoco podía sentir la presencia de nadie en la casa, aunque siendo sinceros tampoco podría sentir algo al estar calcinándose todo.  Había rastros de pasos y todas con dirección al bosque… si el niño logró escapar lo más probable es que se encontrara escondido en el bosque. Zero podría ser todo lo desalmado y para nada empático con los humanos, pero esto lo había hecho un hermano suyo si antes lo dudó, ahora estaba completamente seguro- y por Dios o Satanás que encontraría y mataría con sus propias manos a esos bastardos. -

 

 El sonido de un crujido provocado por ramas secas lo sacó de su estupor y con la mirada fija en las profundices del oscuro bosque adoptó una posición de ataque agudizando los sentidos al máximo volviendo sus ojos color carmesí en el proceso. No podía ser un animal, pues que estaba familiarizado con las auras que estos desprendían, pero tampoco era humano. Se incorporó lentamente dando pasos lentamente hacía el origen del sonido.

 

Tres metros, luego cinco y no había rastros de lo que sea que causara el crujir de esas ramas. La tensión que sintió se espumo como por arte de magia. El aire se sentía más liviano y la bruma se disipaba con la facilidad de un soplido. Debía averiguar quién estaba detrás de las muertes de esa humana y ese nephilim. Y lo que más le llamaba la atención es que, que buscaban exactamente en un lugar como ese.

 

Cuando Zero estaba dispuesto a marcharse de ese desolado lugar que apestaba a muerte para llamar a Kaito e informarle de los escalofriantes descubrimientos que hizo, pudo escuchar pasos, pasos muy suaves. En los cuales no reparó antes. Con una velocidad impresionante se desplazó hasta llegar a un pequeño lago congelado, quedando estático al ver como el cuerpo de un niño estaba de rodillas con lágrimas cayendo como dos pequeños ríos por sus mejillas.  Contuvo el aliento… esa cabellera castaña y ese agradable olor que se colaba por sus fosas nasales lo estaba desorientando.

 

Esto debía ser una jodida broma, no podía estar tan malditamente mal de la cabeza, pero la prueba estaba en que no podría alucinar un pequeño de no más de diez años que le recordaba tanto a su amor de antaño y para toda su miserable y retorcida existencia.

 

El niño de pronto levantó la vista dejando sin aliento a Zero, que podía jurar que en cualquier momento se desmayaría de la impresión. Las lágrimas por las mejillas del infante aumentaron junto a un sollozo, un lastimero sollozo. Estaba aterrado con el corazón encogiéndose del miedo. Las manos temblorosas reposaban en sus muslos apretándolas tanto que a Zero le dolía ver cuanta fuerza aplicaba en ese agarre.

 

Zero reaccionó estudiando sus facciones, su miedo latente y la profunda tristeza que tan sinceramente transmitían sus pequeños ojos borgoñas. Controló toda ansia de avanzar hasta el pequeño y apresarlo en un fuerte abrazo del cual nunca podría escapar. Las ansias egoístas de tenerlo resurgieron como un ave fénix. Tragó duro y recompuso la expresión de asombro y añoranza por una más estoica. Debía estar alerta ante la presencia de cualquiera de sus hermanos. Si Zero pudo dar con el pequeño ellos también podrían, más siendo el objetivo principal de la cacería que se llevó a cabo es noche.

 

— ¿No piensas seguir huyendo, pequeño?

 

Zero lo veía con cautela y con una mirada más suave, aunque el color carmesí de sus ojos quizá estaba asustando al pequeño castaño que estaba en frente.

 

— ¿Para qué hacerlo? No hay lugar al cual escapar de ti. 

 

No hay lugar al cual escapar de ti. Una sonrisa triste apareció en sus belfos, así que pensaba que él era el asesino de sus padres y quien lo asechaba para terminar el trabajo que empezó con sus fallecidos progenitores. No lo culpaba, quizá el pequeño no sería capaz de reconocer a los agresores en el estado en el que se encontraba y que Zero apareciera tan de repente solo significaba peligro para la mente del niño.

 

— Me temo que estás en lo correcto. — Musitó en un susurro arrollador, mostrando una discreta curva en las comisuras. — No hay lugar al cual escapar, mi pequeño Kaname.

 

Cuanto tiempo añoró volver a decir ese nombre y volverlo a ver. Verlo, sentirlo. Ver sus hermosos ojos y sobre todo esa maravillosa aura que se alzaba. Su pequeño no cambió nada pese a que volvió a reencarnar. Imagino que sería incapaz de reconocerlo físicamente y que tendría que guiarse por el llamado de su alma, pero su pequeño seguía igual. Cabello castaño, hermosos ojos borgoñas, una tez exquisita y ese rostro tan delicado que haría pecar hasta un ángel. Aunque eso ya lo había hecho su pequeña adoración. 

 

— Pero no fui yo quien mató a tus padres o el que te perseguía. — Agregó acercándose con cautela al pequeño cuerpo que se contaría con cada paso que daba. — Esto más bien fue obra del destino… él que yo te encontrara y el volvernos a ver, Kaname.

 

— ¿Cómo sabe mi nombre? — Se atrevió a preguntar con la voz estrangulada por el temor, la tristeza y el dolor. La vista acuosa la posó en el cuerpo del peli plateado que se acercaba cada vez más a él.

 

Kaname no se explicaba cómo ese extraño sabía su nombre y la razón le gritaba que estaba en peligro que huyera con la poca fuerza que tenía, que regresar a su casa con sus padres. Que ellos lo iban a proteger de todo, pero ellos ya no estaban más con él. El solo recuerdo causó que nuevas lagrimas brotaran de sus ojitos.

 

No entendía por esas personas los atacaron, si sus papás eran buenos. Porque sus padres con desespero hicieran que corriera al bosque y porque pidieron que se ocultara. Su pobre mente no podía entender porque personas tan buenas como ellos tuvieron que morir y dejarlo solo. No tenía nadie, casi esa preferible que hubiera muerto con ellos.

 

— Sé muchas cosas de ti, pequeño y presiento o más bien sé que muy pronto tú también sabrás todo de mí. — Musitó Zero con voz aterciopelado esbozando una minúscula sonrisa, mientras tomaba el cuerpo de Kaname en brazos. — Sujétate fuerte, ¿vale?

 

Debían irse cuanto antes de ese lugar. Había sido un golpe de suerte encontrar a su pequeño amor antes que esos bastardos. Y no pensaba seguir en ese lugar con Kaname en el estado en el que se encontraba.  

 

Sin esperar una respuesta por parte del pequeño se desmetalizo hasta aparecer en el departamento que tenía en Tokio. La oscuridad los recibió, pero era más agradable que la fría noche que se cernía en aquel bosque.  Bajó a Kaname con cuidado y lo dejo sobre el gran sofá que estaba en la estancia principal. Sin mediar nada buscó un par de toallas y puso una sobre sus cabellos secando con cuidado sus hebras. Kaname no dijo palabra alguna, pero era consiente de como lagrimas seguían saliendo de sus hermosos ojos y su cuerpo era sacudido por pequeños espasmos. La impotencia le ganó … si hubiera sido más rápido quizá hubiera podido salvar a los padres de su pequeño, pero al igual que en el pasado llegó muy tarde. El hubiera no existía por más que lo desease y lo añorara con desesperación.

 

— ¿Kaname?

 

— Q-quiero… a mis p-papás.

 

Un suspiro cansado Salió de los labios de Zero. Esto sin duda sería más complejo de lo que siquiera pudo imaginar. Entendía el dolor por el que estaba pasando, porque Zero -aunque Kaname no lo recordara- sintió el mismo dolor cuando Kaname dejó la tierra hace tantos milenios atrás.

 

— Lo siento, Kaname, pero eso no va a poder ser.

 

Kaname recogió sus cortas piernas y hundió su cabeza entre sus rodillas sin reprimir en ningún instante el llanto que cada vez se escuchaba más fuerte. Zero no dijo nada más respetando el dolor del infante. La toalla la dejo a un lado del sofá y se incorporó para ir a la cocina.  El pobre niño necesitaba una bebida caliente y un baño… quizá con eso podría conciliar el sueño y escapar unas horas de toda la pesadilla que ocurría.

 

Zero volvió con una taza humeante de chocolate caliente encontrando a Kaname en la misma posición que estaba cuando se fue. Decir que esa imagen no le estrujaba el corazón sería mentir. En el pasado solo vio una vez a Kaname en ese estado y fue cuando perdió a su hermana. Solo en ese instante pudo notar cuanto le afecto aquella perdida y como se quebró tanto que Zero se prometió proteger todo aquello que Kaname amara para no verlo sufrir de esa manera nunca más. Pero al parecer Zero estaba destinado a fallarle a la única criatura por la que dejaría toda inmortalidad (si pudiera).

 

— Kaname, toma esto, ¿sí? — Su tono de voz era conciliador aprovechando la cercanía para dejar algunas caricias sobre sus suaves mechones castaños. — Te juro que no voy a hacerte daño y si pudiera volver en el tiempo trataría hasta con el último aliento de mi vida salvar a tus padres.

 

Seguramente Kaname no entendía la profundidad de esas palabras o por qué Zero le hablaba de tal manera, pero cuando Kaname reaccionara del todo. Del cómo llegaron hasta ese lugar y de cómo Zero sabía tanto de él. Tendría que dar tantas explicaciones que quizá para la joven mente de Kaname fueran difíciles de procesar. Eso si sus papás no le explicaron su origen, porque si aún el niño ignoraba todo sería más confuso aceptar quien es y quien fue.

 

Una punzada de dolor en la cabeza sacudió a Zero. ¿Cómo carajo le explicaría todo? Tendría que ser poco a poco. Primero que superara un poco el dolor de la perdida de sus padres y luego… luego se las apañaría para poder explicarle un poco como manejar su parte no humana. Dios, eso sería tan difícil de explicar.

 

Kaname no enunció respuesta, pero tímidamente salió de su escondite y tomó la taza entre sus manos. Al menos eso aliviaba un poco a Zero. El que Kaname no se asustara de su presencia y que se mantuviera tan dócil.

 

Todo transcurrió con relativa calma. Kaname bebía de su chocolate caliente mientras Zero lo observaba de reojo cada tanto, poniendo especial atención cuando Kaname cerraba sus orbes sucumbiendo ante el cansancio y todas las apabullantes emociones. No necesito otra señal más clara para apartar con sutileza la taza de las manos de Kaname y llevar el pequeño cuerpo hasta la habitación principal para dejarlo sobre la amplia cama y que pudiera descansar.

 

Masajeó su entrecejo con algo de cansancio. No era cansancio físico, sino mental y Zero Sabía que estaba en una encrucijada, porque a pesar de querer con ansias encontrar su niño, ahora debía protegerlo porque aquellos malditos tratarían de matarlo de nuevo. Y aunque Kaname no lo recordara, él lo protegería por siempre, aunque Kaname rechazaba sus memorias o incluso si él se decidía a mostrarle quien fue antes. Zero tenía tantas dudas y necesitaba hablar con alguien y ese alguien era Kaito. Él era su cable a tierra. Necesitaba compartir todos los temores que lo agobiaban y que lo martirizaran.

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— ¿Me estás diciendo que tienes a Kaname durmiendo en tu cama?

 

¿Acaso Kaito no prestó atención a todo lo que dijo antes? Zero estaba hastiado de repetirle y explicarle las circunstancias en las que encontró a Kaname. No quería volver a relatarle nada de nuevo.

 

— Sí. Estaba muy cansado y devastado. No he podido preguntarle cómo sucedieron las cosas y como logro escapar. No quise parecer insensible y atacarlo con preguntas.

 

— Siempre has sido un maldito insensible, pero bueno supongo que hasta una cosa como tu tiene tacto y sentimientos.

 

— Kaito. No estoy para tus estúpidas bromas. — Le cortó con voz fría. —  Tenemos un serio problema y lo sabes. Kaname… su mamá era humana. Su familia vivía alejada de todos y puedo jurar que el área estaba protegida y por eso se sentía una paz enorme en ese lugar, además de ocultar sus presencias. No pude sentir u oler a Kaname, ni siquiera cuando apesta a humano.

 

— Lo sé. También me desconcierta todo lo que me cuentas. Investigaré un poco en los registros y hablare con Azazel  para tratar de obtener más información. — La voz de Kaito cambio de jovial a una más seria. — Por nada del mundo dejes ese departamento y se una sombra para Kaname. Tratare de ir a ver al pequeño… ese cabeza hueca. — Suspiró con una imperceptible sonrisa. Estaba feliz de saber que Kaname estaba vivo y a salvo. — Cuídalo y no le digas la verdad… al menos no de momento.

 

— Kaito, no necesitas decírmelo. Lo protegeré y si es necesario jamás se enterará quien fue… si eso significa que tendrá una vida tranquila y pacífica.  Podré ser egoísta, pero Kaname merece ser feliz, aunque no sea conmigo.

 

Solo Zero supo cuánto le dolió decir esas palabras.

 

— Zero… — La voz de Kaito decayó al notar como su amigo enunció esas palabras con dolor. Quizá Zero pensara que nadie podía leerlo, pero Kaito podía hacerlo. Un privilegio al ser amigos desde siempre. Pero jamás le ganaría Kaname quien podía leer a Zero con una simple mirada. Jamás podría competir contra ese lazo tan fuerte. — No te apresures. Kaname solo es un niño. Dale un voto de confianza, mira que se sentirá muy triste al volver a la tierra por la persona que ama y que ese idiota no luche por él, será lo peor que podrías hacerle.

 

— Yo… sabes… aún no sé qué haré, pero gracias. — Se sinceró a pesar de las pobres palabras que no expresaban ni siquiera una fracción de lo agradecido que estaba con Kaito y lo confundido que se encontraba.    

 

— Cuídalo y apenas tenga información confiable iré a verlos.

 

 Zero quiso agradecerle de nueva cuenta por todo lo que estaba haciendo, pero antes que pudiera hacerlo su amigo finalizó la llamada dejándolo con la palabra en la boca. Resignado a que Kaito siempre lo dejara sin esperar respuesta dejó el teléfono en el sillón y se aproximó al gran ventanal de su departamento, de donde se podía ver la ciudad y todas las hipnóticas luces. La noche llegaba a su fin apareciendo a la lejanía los tímidos rayos del astro sol. Una mirada nostálgica y melancólica se apodero de sus amatistas. No tenía las fuerzas necesarias para poder enfrentar todos esos sentimientos que se arremolinaban en el interior. Las ansias de abrazar ese menudo cuerpo que estaba tendido en la cama eran tantas que sus manos las tenía hechas puños para evitar esos estúpidos impulsos primitivos y egoístas.

 

La frente se pegó al frio vidrio, mientras finas lagrimas descendieron por sus mejillas hasta terminar en el suelo. No ahogo un sollozo que nació desde su agrietado corazón, sacudiendo su cuerpo en minúsculos espasmos. Necesitaba desahogarse o sino sentiría que moriría en el mar de sus propias angustias y demonios.

¿cómo desmenuzar plácidamente el miedo
comprender por fin que no es una excusa

sino un escalofrío parecido al disfrute
sólo que amarguísimo y sin atenuantes?

 

Lloró y derramamos todas las lágrimas que reclamaban sus demonios. Todo el sufrimiento que vivió desde que decidió amar a Kaname (y del cual no se arrepentía), desde que decidió no obedecer a su padre y ser condenado a vagar eternamente por la tierra. Todo el dolor que tuvo que ocultar incluso luego de la muerte de Kaname en aquella fría y horrible noche; toda la culpa que asumió cuando Kaito abandonó todo por él. Todos esos sentimientos se arremolinaban de forma tan violenta que estaban desgarrándolo lentamente.  Las ansias que la muerte se hicieran de él crecieron tanto con el pasar de las décadas y siglos. Era una existencia vacía que ni siquiera se le concedió el deseo de poder morir cuando lo quisiera.

 

Las únicas formas por las que no se precipitó a la perdición al igual que sus demás hermanos fue por la promesa que le hizo a Kaname y por la enorme deuda que tenía con Kaito. Esas dos personas eran sus pilares de la cordura y el raciocinio.

 

— ¿S-señor? — Una vocecita retumbo en toda la estancia desviando la atención de Zero hasta el origen de donde fue enunciado. Era Kaname que estaba tímidamente oculto tras una columna viéndolo a la distancia con ojos somnolientos y con el cabello desarreglado. Una imagen muy tierna la que presenciaba a tan tempranas horas de la mañana.  

 

Con algo de brusquedad limpio con las mangas del suéter cualquier rastro de lágrimas y se dio la vuelta para poder ver a Kaname.

 

— Zero…. Me llamo Zero, Kaname. — Musitó Zero con un intento de sonrisa para su niño.

 

— ¿Usted… usted conocía a mis padres?

 

— No, pequeño. Pero si conozco a tu obstinado abuelo.

 

— ¿Mi abuelo? — De pronto los ojos de Kaname brillaron ante esa revelación. Porque ese significaba que no estaba solo y que su abuelo vivía. No lo conocía, pero su papá siempre se expresaba bien de él.

 

— Sí. Nosotros somos buenos amigos y fue por esa razón que anoche fui a tu casa… — Zero desvió la vista. No le gustaba mentir, pero era eso o decir toda la verdad. Verdad que Kaname no podría manejar a tan temprana edad. — Tu abuelo quería que los conociera, pero creo que llegué muy tarde.

 

— ¿Mi abuelo vendrá por mí? — Kaname estaba muy calmado, quizá con la esperanza de tener un familiar aún vivo, aunque claro eso quitaba todo el dolor de perder sus padres, pero esa notica era como un bálsamo o un oasis en el desierto para un sediento.

 

— Él no puede venir… tiene asuntos que atender, pero por mientras me pidió que cuidara de ti, Kaname.

 

— ¿Por eso se sabía mi nombre?

 

— En parte. Pero no sigamos hablando de ese anciano. Luego tendrás todo el tiempo del mundo para preguntar todo lo que desees. — Cortó con gentileza sin querer escucharse brusco por lo que una voz aterciopelada salió de la boca. — ¿Tienes hambre? — Inquirió Zero dando ligeros pasos hasta la figura del niño mientras resguardaba las manos en los bolsillos del pantalón y ladeaba la cabeza para ver la curiosa forma en la que Kaname se ocultaba, haciendo que una verdadera sonrisa se formara en los belfos de Zero.

 

— Yo… este… ujum — Asintió con algo de torpeza mientras salía de su escondite. Sus mejillas eran adornadas por un tímido sonrojo y pasaba la punta de su lengua con sus resecos labios. Ante esa acción Zero tuvo que desviar la vista a cualquier lado de la habitación. Su niño debía de dejar de hacer ese tipo de cosas.

 

— Entonces, vamos. Te prepare un rico desayuno. — Dijo Zero tomando a Kaname de la cintura para cargarlo como si fuera un bebé. Pero desde luego, para Zero, Kaname era su bebé.

 

Sin importarle si Kaname quisiera ser cargado o no, lo llevó hasta la cocina donde lo dejó sobre un taburete en lo que guiaba los pasos hasta la nevera para buscar algo que pudiera cocinar. De algo de lo que podría estar orgulloso era de haber aprendido todas las bobas costumbres humanas y la cocina ciertamente se le daba… como si fuera un don.

 

— ¿Alguna cosa que quisiera en particular, pequeño?

 

Kaname lo veía con ojos curiosos, pues el joven que estaba enfrente era muy bonito. Sus ojos eran tan lindos que Kaname tenía que reprimirse para no decirlo en voz alta. Él ya era un niño grande y no podía seguir diciendo esas cosas a extraños, pero lo cierto es que Kaname no se sentía asustado por la presencia de Zero. Es más, le agradaba y le hacía sentir cosas raras en el estómago. Eso lo preocupaba porque tal vez eso significaba que estaba enfermo y no quería causar más problemas al amigo de su abuelo.

 

 ¿Hotcakes?

 

— Hotcakes serán entonces. — Musitó Zero con una discreta sonrisa recargando el cuerpo con la diestra en una de las esquinas de la isleta que estaba en el centro de la cocina. — Mientras los preparo puedes darte un baño… creo que tengo ropa que podría quedarte.

 

— Es- esto, eh, sí.

 

— Bien, vamos.

 

Zero era consiente que Kaname recordaba donde era su habitación, pero las ganas de sentir su cuerpo cerca del suyo eran muy grandes, por lo que cargó su pequeño cuerpo.

 

— Sabe… ya no soy un niño chiquito… puedo caminar.

 

— Lo sé, Kaname, pero dame el placer de hacerlo, ¿sí? — A Zero le parecía muy encantadora la personalidad tímida de Kaname y como recargaba su cabeza sobre el hombro de Zero. — Prometo no decírselo a nadie para que no piensen que eres aún un niño chiquito, ¿de acuerdo?

 

— Usted es muy extraño…

 

— Ya me lo han dicho antes, Kaname.

 

— Sabe algo… usted habla bien bonito. ¿Es japonés?

 

Una risita escapó sin contemplación, pero es que como no reír con semejante comentario tan inocente y sincero. Si Kaname algún día recuperaba sus recuerdos, seguro se enrojecería al recordar ese preciso instante.

 

— Gracias por el halago, pequeño, y respondiendo tu pregunta; no, no soy japonés.

 

— Lo imaginé. Su acento no es de la zona.

 

— Tu tampoco pareces japonés y tu acento es muy particular.

 

— Mi papá era de Inglaterra y mamá de Holanda, pero vivíamos en Francia antes de llegar a Japón.

 

Esa era información que Zero necesitaba y Kaname parecía muy cómodo contando aquello. Si los padres de Kaname eran de Europa, ¿qué rayos hacían en Japón? ¿Estarían huyendo desde entonces??

 

— Pues para no ser japonés tu acento es muy lindo y lo hablas con mucha fluidez y claro, tienes un hermoso nombre.

 

— Gracias. Mis papás siempre consideraron este lugar como el más apto para vivir… así que creo que por eso pensaron que era apropiado que aprendiera el idioma.

 

Si le preguntaran a Zero, él diría que Kaname no parecía tener diez años. Se expresaba con mucha facilidad y a pesar de estar cohibido y ser un bonito tomate estaba hablando con mucha fluidez.

 

— Tus papás tenían mucha razón.

 

— ¿Pue-puedo hacerle una pregunta?

 

— Claro que puedes hacerla.

 

El camino hasta el baño llego a su fin y sin más alternativas Zero tuvo que bajar a Kaname. Colocándose en cuclillas para poder verlo a los ojos y darle la confianza para que preguntara lo que sea que rondara por su cabecita.

 

— ¿Usted también es como papá?

 

— ¿Cómo era papá?

 

La pregunta de Kaname desconcertó a Zero, pero trato de camuflarlo y averiguar el trasfondo de su duda.

 

— Él… él era especial.

 

— No estoy comprendiendo, Kaname.

 

—   Él…  bueno, papá dijo que él no era un humano.

 

— ¿Tú papá que te dijo?

 

— Que no éramos como mamá… y usted… sus ojos anoche…

 

— Uhhh. — Zero pensó muy bien cómo responder, pero al menos el papá le explico que no era un humano ordinario. Eso era un avance, un gran avance y quizá por eso el pequeño se estaba comportando con tanta normalidad al convivir con un padre nephilim y sus ciertas peculiaridades. — Soy más como tu abuelo, pero sí, se podría decir que somos diferentes, pequeño.

 

— Pero…

 

— No más preguntas. Al menos no hasta que te des una ducha. — Interrumpió Zero con suavidad revolviendo sus cabellos castaños. — Dejare tu ropa sobre la cama. Si necesitas algo estoy en la cocina.

 

 --------♠--------

— ¿Te gustan tus hotcakes?

 

— Sí, están muy ricos. — Expresaba Kaname con una ligera curva en sus comisuras. No podía negar que tenía mucha hambre y que Zero era muy amable y al parecer buen cocinero.

 

Kaname intuía que estaba intentado hacer que se sintiera cómodo, que no tratara de recordar los sucesos de la noche anterior, pero eso era imposible. Cada que sus orbes se cerraban su cerebro recreaba todo lo sucedido. Desde la cálida cena hasta la cuando unas personas entraron a su casa y empezaron a atacar a su padre.

 

— Bien. Iré a ducharme. Siéntete como en tu casa… solo no salgas del departamento. — Kaname ignoraba donde estaban, pero eso no significaba que la curiosidad característica de un niño no saliera a flote.

 

Zero sabía el peligro que implicaba dejar a Kaname solo, pero también confiaba en la seguridad de su departamento y en sus sentidos.

 

Con un leve asentir con la cabeza Kaname dio a entender que lo escuchaba.

 

[…]

 

El tiempo pasó relativamente rápido, pues Kaname llevaba un mes viviendo con Zero. Al principio fue difícil, pues Kaname a veces se mostraba renuente a querer conversar y otras solo preguntaba cuando su abuelo iría por él. Las noches… las noches eran un martirio, pues Zero escuchaba los sollozos de Kaname llamando a sus padres. Sus recuerdos lo atormentaban volviendo sus sueños (y único lugar de escape) sus pesadillas. En muchas ocasiones Zero tuvo que recurrir a ligeras artimañas para dejar a Kaname zumbido en la inconsciencia sin posibilidad de revivir esa fatídica noche.

 

Kaito estaba tratando de obtener información, pero tal parecía que los padres de Kaname no dejaron rastros o evidencia del nacimiento de Kaname o de los lugares donde estuvieron viviendo. Todo tenía un gran signo de interrogación del cual nadie encontraba una respuesta clara.  Era casi un milagro el que Kaito diera con ellos con tanta escases de información y que Zero fuera de inmediato a investigar sobre su paradero.

 

El sonido del móvil retumbó rompiendo el silencio; Zero se apresuró a contestar para no despertar a Kaname que yacía dormido en el sofá de la sala. Después de una tarde de películas el pequeño terminó tan cansado que sucumbió ante el repentino bajón de energías. 

 

— ¿Diga?

 

— Zero, ¿cómo estás?

 

— Kaito… pensé que ya no recibiría noticias tuyas.

 

— Lo siento. El asunto se complicó más y ante la falta de respuestas tuvimos que recurrir a el lado oscuro para encontrar algo, pero no hay nada. Ni siquiera Azazel sabía que su hijo estaba casado y menos con una humana. Está furioso y escupiendo que es una vergüenza y que merecía un final tan miserable, del cual no entraré en detalles.

 

— ¿Sabe de la existencia de Kaname?

 

— Por supuesto que no. ¿Crees que soy idiota para mencionarlo? Él no sabía nada de su hijo desde hacía como 15 años. Supongo que en ese lapso se apareó con la mujer y tuvieron a Kaname cincos años después.

 

— Kaname cumplirá once años pronto y no sé si estar feliz por compartir una tradición tan humana con él o estar triste porque el solo recuerdo de su cumpleaños es un boleto directo para que recuerde sus cumpleaños anteriores cuando sus padres aún estaban con vida. 

 

— ¿Ustedes cómo se llevan?

 

— Hay días en lo que se comporta como un niño de diez años. Curioso y con muchas ganas de hablar, pero hay días en los que apenas logro que coma algo. Es difícil tener que lidiar con esos cambios tan bruscos.

 

— Es su forma de duelo o eso creo. No tuvo la oportunidad de ver a sus padres una última vez. No tiene donde llorarles o siquiera sabe de la existencia de otro familiar, salvo la de Azazel, pero con él como si no existiera. Esta muy arraigado a las costumbres de la tierra. Habrá que darle tiempo.

 

— ¿Tú cuando vuelves?

 

— En algunas horas estaré por allá. Me niego a viajar en un estúpido avión, así que, que no te sorprenda que aparezca en medio de tu sala.

 

— Serás idiota. Al menos hazlo en el corredor. Kaname está aquí, no puedes hacer eso como lo más normal del mundo. — Susurro Zero con cierta diversión. Kaito a veces era tan gracioso cuando se quejaba de las cosas que los humanos normalmente hacían.

 

— ¿Ah? Dios, Zero. Está bien. Prepara la habitación y prepara una rica cena. Que muero por probar tu comida de nuevo.

 

— A veces pienso que extrañas más lo que cocino que a mí.

 

— Me descubriste. — Contestó Kaito con una risita airada.

 

— Serás idiota. Te espero para la cena.

 

Esta vez fue Zero quien termino la llamada. Debía aprovechar que Kaname dormía para arreglar el cuarto de huéspedes, aunque él durmiera en ella, al cederle su habitación a Kaname. Tendría que sacar alguna colchoneta para Kaito.

 

[…]

 

Todo parecía estar en orden. La mesa puesta para tres personas con una rica y balanceada comida para un niño en crecimiento, con un delicioso postre para después y un relajante té (para los adultos) y un jugo de frutas para Kaname.

 

Zero parecía más el padre de Kaname que lo que le gustaría admitir. Despertaba al niño, lo mandaba a tomar una ducha en lo que él realizaba el desayuno. Comían en completo silencio con alguna que otra premisa por parte de Kaname sobre lo deliciosa que era la comida; después Zero le enseñanza clases de piano durante el resto de la mañana. La hora del almuerzo no era muy diferente que el desayuno. El resto de la tarde pasaban leyendo. Zero cualquier libro y Kaname las lecciones que suponía vería un niño de su edad, a media tarde disfrutaba de algún programa en la televisión y en ese instante Zero aprovechaba para ir al supermercado y abastecer la nevera. Esa rutina se repetía día a día y es cuando Zero se cuestionaba que en efecto parecía más su padre o hermano mayor. Y no quería ser ninguna de las dos cosas.

 

   El sonido del timbre de la puerta lo libero de esos deprimentes pensamientos y con pasos ágiles fue hasta la puerta y una pequeña sonrisa se formó en los labios.

 

— ¡Kaito! — Expresó con alegría, pero siempre en voz baja. Nunca olvidando que Kaname aun dormía.  Se hizo a un lado de la puerta dándole acceso a Kaito.

 

— Zero, cuanta efusividad. Consideraré perderme algunos meses con la esperanza que me recibas con un fuerte abrazo.

 

— Solo estás logrando que nunca más me alegre de verte.

 

— Que aguafiestas eres. Como sea. Donde está tu pequeñín.

 

— No hables tan fuerte que Kaname está durmiendo.

 

— Lo siento. ¿Dónde está?

 

— En el sofá.

 

Kaito se acercó con cautela hasta el pequeño cuerpo que reposaba en el mueble y sus ojos se ampliaron teniendo que llevar ambas manos hasta en la boca para contener el jadeo que escapó de su boca.

 

— Ka… Kaname, ¿Qué es esto, Zero?

 

— Es la misma maldita pregunta que me he estado haciendo. Pensé en reconocerlo por su alma, no por su alma y también su físico.

 

— Siento como si nunca hubiera partido. Mismas facciones suaves y relajadas, mismo color de piel y de cabellos y podría apostar que sus ojos son iguales. Es idéntico a su yo anterior. — Kaito no salía de su asombro teniendo que pestañear innumerables veces para cerciorarse que no era una maldita alucinación. — La única distinta es el olor que desprende. Nunca he visto al hijo de un nephilim y de un humano, pero podía jurar que el aroma tendría que ser más suave y menos apestoso.

 

— También concuerdo, pero creo que fueron sus padres que hicieron algún artilugio para que Kaname tuviera ese olor.

 

— Quizá. Se ve tan pacifico mientras duerme. Recuerdas que antes no podía dormir si no estabas cerca. Se ponía todo caprichoso y se negaba a dormir, aunque sus ojos le pesaran una tonelada, mientras tu no volvieras.

 

— Kaname te puede escuchar. Ve a dejar tu maleta a la habitación. — Le dijo Zero con los brazos curazaos a la altura de su pecho, alzando una ceja ante la mirada escéptica de Kaito.

 

— ¿Qué le hiciste a mi amigo?

 

— Kaito, hazme un favor y deja de decir tantas estupideces juntas.

 

— Vale, vale. Yo voy a dejar mi maleta y tu levantas al bello durmiente. Lo entendí.

 

Zero casi lo incinera con la vista, pero antes que pudiera hacerlo o decir cuan idiota era Kaito se escabullo por el pasillo.

 

— Kaname… Kaname. La cena está lista. — Le habló con suavidad removiendo con gentileza su hombro.

 

— ¿Uhmm? ¿Zero senpai? — A Zero casi le daba un tic nervioso cuando Kaname lo llamaba de esa forma, pero lo ocultaba con una minúscula sonrisa.

 

— Sí, la cena está lista. Ve a lavar tus manos.

 

— Esta bien. Gracias. — Musitó aun adormilado fregando sus ojitos, mientras se incorporaba y llevaba todo su pequeño ser hasta el cuarto del baño para lavarse las manos tal cual le informó el mayor.

 

— Pareces su tutor. Es tierno ver cómo te hace caso sin rechistar. — Kaito se encontraba recordado en la pared observando como Kaname se perdía en el pasillo.

 

—  Tu también ve a lavarte las manos que iré a servir la comida.

 

Zero no estaba de humor para aguantar la parlotea de Kaito por lo cual se vio obligado a marcharse a la cocina terminar de servir la comida para los tres.

 

[…]

 

— Así que usted es amigo de Zero senpai. — Murmuró Kaname pasando la vista de Zero a Kaito. El ultimo viéndolo con una gran sonrisa que lo intimidaba.

 

— Sí, puedes decirme Kaito senpai, Zero no se enoja. — Le dio un codazo a un costado del estómago causando que este lo viera mal. — ¿No es así, Zero?

 

A Zero no le quedo de otra que asentir de mala gana, dedicándole una mirada asesina a Kaito.

 

— Sí, Kaname. Kaito… Kaito es… bueno nos conocemos de toda vida.

 

— Bueno, basta de presentaciones. Zero es mi mejor amigo y tú, eres su tutorado.

 

A Kaname no le supieron nada bien las palabras que profesó Kaito, pero no le dio vueltas al asunto, pues era la verdad. Él no era más que un niño al cual Zero cuidaba en lo que su abuelo iba por él.

 

— Kaito, lo estás agobiando. — Zero estaba cansado de tanta palabrería que decía Kaito y era mejor cortarlo por lo sano. — Kaname, ve a sentarte la comida está servida. — Le dijo al menor con voz más suave y delicada.

 

El menor solo asintió tomando asiento en uno de los extremos de la mesa. Zero le indicó con un ligero movimiento de cabeza a su amigo que hiciera lo mismo y tomara asiento de una buena vez por todas.

 

La cena transcurrió con ‘normalidad’, con un Kaname más reservado que de costumbre y con un Kaito parlanchín que hablaba tanto que lo estaba sofocando con tanta pregunta y relato que tenía sin cuidado a Zero.  ¿A quién le importaba hablar sobre las esponjas de mar? La comida fue todo menos tranquila gracias a los temas tan raros que sacaba Kaito. Hasta agradeció cuando este por fin decidió guardar silencio para continuar con su comida.

 

— ¿Quieres algo de pastel, Kaito? — Preguntó Zero, mientras se levantaba y empezaba a recoger los platos y cubiertos de la mesa.

 

— Claro. Tus postres son deliciosos e imagino que Kaname ya los probó, ¿cierto, Kaname?

 

 Si Kaname o Zero pudieran calificar esa sonrisa que esbozo Kaito, ambos estarían de acuerdo en que era una sonrisa de psicópata o de un asesino serial.

 

— Sí… ¿son muy ricos?

— No le hagas caso, Kaname. — Le dijo Zero con una muy suave sonrisa para tranquilizar al pobre niño que movía nervioso las manos sobre la mesa. — Y tú, deja de molestarlo. — Sentenció dedicándole una mirada muy fría a Kaito.

Kaito refunfuñó algo acerca que no tenían sentido del humor y que eran unos amargados, incluso al sentir la mirada asombrada de Kaname y la mirada molesta de Zero. Eso solo corroboraba que no tenían sentido del humor.

Zero sirvió en completo silencio el postre instando a Kaname que comiera sin sentir vergüenza por el idiota de su amigo.

 

[…]

Los tres se encontraban en el sofá grande viendo una película infantil -ante la petición de Kaito y Kaname, a Zero no le quedó otra que complacerlos- donde Kaname estaba en medio de ellos dos, pero con el cuerpo inclinado sobre el torso de Zero dejando que el mayor dejara caricias sobre sus cabellos. Todo eso ante la atenta mirada de Kaito que apenas podía ocultar la sonrisa, por ver esa escena tan tierna y familiar.

Quizá Zero no se diera cuenta, -y mucho menos Kaname- pero iban tomando confianza muy rápidamente. Una semana le bastó a Kaito para darse cuenta de la singular rutina de esos dos. Él, claro trataba de ‘ayudar’ siendo más empalagoso con Zero, pegándose como lapa, pero solo quería ver las reacciones de Kaname. Reacciones que tuvo de inmediato. La cara de Kaname cuando dos días antes descubrió a ambos en la misma cama, con Zero completamente dormido y Kaito fingiendo también que lo estaba. Tuvo que actuar rápido pues él dormía en el suelo y Zero en la cama, pero esa mañana tuvo que mover su trasero medio dormido hasta la cama y rogar a todos los dioses porque Zero no se despertara ante el movimiento. Como resultado de su experimento tuvo a un Kaname reclamando la atención de Zero todo el día y mandándole miradas frías a Kaito.

Lastimosamente Kaito tenía que regresar a Londres en un par de días, para la alegría de ese par que estaba bien inmerso en la película. Pero al menos Kaname no parecía tan triste y ya no preguntaba por su abuelo, eventualmente se le tendría que decir la verdad a medias y rogar por que el niño entendiera medianamente de que le hablaban.

Kaito todavía recuerda el momento en que Kaname y Zero se encontraron por primera vez. Fue como si se tratase de dos viajas almas que se conocieran desde siempre. Lógicamente Zero no reaccionó para nada bien y se alejaba cada vez que visitaban la tierra.

Kaito no sabía que le pasaba a su amigo, pues era cierto que Zero era bien cortante, pero con Kaname… a Kaname parecía odiarlo. El pobre muchacho siempre iba con una pequeña sonrisa y cuando veía a su amigo peli plata, pero Zero pareciera que veía algo espantoso; tiempo después Kaito se enteró del porque Zero repelía como la peste a Kaname.

 

---

— ¿Por qué estamos aquí, Kaito? — Preguntó con intriga un joven Kaname de 18 años.

— Pues por esto… — Dijo Kaito apartándose para que Kaname viera como a un Zero con expresión relajada, mientras dormía recostado a la sombre de un frondoso árbol.

La expresión de Kaname paso de la sorpresa a un expresión cariñosa; viendo con cariño al joven que se encontraba dormido.  

— Vámonos. Zero se enojará. Sabes que me odia. — Susurró Kaname como si el efecto de esas palabras disminuyera según el tono con el que fue pronunciado.

—  No te odia… solo que el muy idiota no sabe cómo tratar a los nephilim. — Trató de justificarlo Kaito, porque Zero jamás albergaría odio contra Kaname, era más bien lo contrario, pero el chiquillo no debía de saberlo al menos no por boca de él. Ese era un asunto del que Zero se tendría que encargar.

— No mientras. Con Yuuki es muy amable. Hasta te puedo asegurar que a Yuuki le gusta Zero y no me extrañaría que Zero sintiera lo mismo por mi hermana.

— ¿Eso te molesta?

— No… bueno sí. Ah. La verdad no sé.

— Creo que si te molesta. Lo que no sé, es si es porque se trata de tu hermana menor y son celos de hermano mayor… — Se detuvo Kaito evaluando las expresiones de Kaname, porque a pesar de que tanto Zero como Kaname eran como libros abiertos, ambos eran tan idiotas como para no distinguir lo que sentían el uno del otro. — o es porque a Zero le pueda gustar un nephilim y que esa sea tu hermana.

— No digas tonterías. Tendría más sentido que me molestara contigo. — Dijo Kaname sin darse cuenta de la clase de confesión que salió de sus labios. Kaito lo vio con un atisbo de sorpresa antes de curvar una sonrisa ladeada.

— ¿Conmigo? — Preguntó haciéndose el desentendido.

— Sí…— Kaname recién cayó en cuenta de lo que dijo sin pensar, poniéndose muy nervioso mientras un intenso sonrojo se hacía paso en sus mejillas. — Ya-ya s-sabes s-s-son amigos y son más cercanos.

— Supongo que tienes razón. A Zero lo conozco desde siempre. Creo que conozco todo de Zero y él igual. Conoce todo de mí. — Musito Kaito con intensión de medir las reacciones de Kaname ante esa confesión.

Lo vio tragar duro y desviar la mirada con algo de tristeza. Kaname sin duda malinterpreto todo, pero Kaito tenía parte de culpa al decir esas palabras con una connotación dudosa.

— Ustedes… ¿ustedes son pareja?

— ¿Sí somos pareja? — Dijo entonó pensativo — Bueno, no creo que lo seamos, aunque hagamos cosas de pareja.

— ¿A ti te gusta?

— Pues es guapo… digo no soy ciego. — Murmuro, recordando el pequeño detalle que a Kaito siempre le gusto Zero, pero Zero no sentía lo mismo por él. Sin embargo, las cosas con Kaname eran diferentes. Zero atesoraba desde lejos al castaño. — Y, sí, me gusta. — Dijo tan serio al ser una verdad guardada en las profundidades de su interior.

 — ¿Por qué me dices esto?

— Tú lo preguntaste, Kaname.

— Sabes a los que me refiero. — Dijo bajando la vista y haciendo sus manos puños sin considerarse capaz de mantenerle la mirada a Kaito.

— La pregunta aquí es… ¿A ti te gusta Zero?

— No sé a qué viene esa pregunta. — Corto Kaname negándose a contestar aquella pregunta que lo atormentaba.

— Yo fui honesto, Kaname. Me gusta Zero y, ¿a ti?

— Creo que estas malinterpretando. No sería para nada lógico que me guste Zero cuando apenas me dirige la palabra.

— Eso no lo sé yo, por eso lo pregunto. — Le dijo con una voz indiferente. — ¿Te gusta Zero?

Kaname se sentía acorralado sin una vía de escape.

— Sabes la respuesta. — Aceptó finalmente Kaname levantando la vista. — Siempre la has sabido. — Reconoció con una sonrisa triste. — Pero reconozcámoslo tienes más posibilidades tú.

— Ahhh, Kaname. Si supieras quien tiene más ventaja. — Susurró lo suficientemente bajo para no ser escuchado.

 

 ---

Esos recuerdos golpearon a Kaito como una brisa fría contra el rostro. Esa conversación fue el detonante de todo. De que Kaname se llevara más con Kaito hasta el punto de obtener los celos de Zero al estar tan cerca del castaño. Kaito a veces quería pegarles a los dos por idiotas. O tenía a un Zero celoso por ser cercano a Kaname o tenía aun Kaname triste y nostálgico por la cercanía de Kaito con Zero. Maldita la hora en la que se le ocurrió la idea de ser casamentero.

 

Kaname lo veía como su amigo/enemigo y existía la posibilidad que Zero lo viera de igual manera.

 

 

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“Los espíritus del cielo tienen su casa en el cielo y

 los espíritus de la tierra que fueron engendrados

 sobre la tierra tienen su casa en la tierra.”

 

El tiempo pasó volviéndose en semanas, y posteriormente en meses. Kaname ahora contaba con once años y medio. Siete meses pasaron desde la trágica muerte de sus padres. Poco a poco fue aceptando el que sus padres no estuvieran con él, así como también aceptó que su abuelo nunca iría por él, pero tenía a Zero que lo cuidaba y mimaba mucho; también tenía a Kaito que a pesar de no caerle tan bien, lo apreciaba un poquito.

 

— ¡Kaname! — Le gritó Zero desde la cocina despertando los aun adormecidos sentidos del niño. — El desayuno está listo. — Habló esta vez con voz más suave desde el marco de la habitación de Kaname.

 

— Enseguida voy, Zero senpai.

 

Kaname no quería levantarse de la cama. No quería ver a Zero, porque su corazoncito empezaba a latir y eso lo avergonzaba y más cuando Zero le sonreía de esa forma, porque un sonrojo se hacía en las mejillas y no entendía porque le pasaba eso. Con Kaito no le pasaba lo mismo, a él sí solo lo veía como su senpai, pero con Zero las cosas eran tan distintas.

Se revolvió y se ocultó entre las frazadas como si fuera una oruga, pues se negaba a salir de la cama. No quería, porque temía que Zero descubriera que lo ponía nervioso o que sus manitos sudaban cuando le hablaba con esa voz tan suave. Kaname realmente estaba agradecido con Zero por todo lo que hizo por él cuando se quedó solo; porque Kaname descubrió que si bien era cierto que tenía un abuelo, este aborrecía a sus papás y por ende a él. Kaname se sumió en una depresión al no saber a dónde ir o con quien ir, porque no quería causarle más molestias a Zero.  Y fue una tarde en la que Zero le explico que no era una molestia y que si Kaname se marchaba una gran tristeza en su corazón y aunque él quisiera marcharse no lo dejaría, al menos no  hasta que fuera mayor de edad.

Kaname no entendía porque era tan amable, pero a la única conclusión a la que llego es que lo veía como un hermanito menor al cual debía cuidar.

[…]

— Zero senpai… ¿Iré a una escuela como los otros niños? — Preguntó Kaname con el cejo arrugado al tratar de abrir el frasco de mermelada para colocarla sobre la tostada.

— No, aun no, Kaname. Recibirás clases en casa.

— ¿Por qué?

— Necesito arreglar los papeles de adopción antes, ¿recuerdas? — Zero se acostumbró a la rutina de tener esas pláticas con Kaname. Después de dos meses Kaname se acostumbró a su presencia y se llevaban mejor. El pequeño le tenía más confianza.

— ¿Será como mi papá? — Ni bien Zero escucho esa dulce pregunta de sus labios tuvo que controlarse para no mutar su expresión relajada. Lo último que quería ser era un papá para Kaname.

— Seré tu tutor. No seré como un papá o un hermano mayor, seré más como un amigo. — Ese término tampoco le agradaba, pero no podía hacer mayor cosa mientras Kaname ignorara todo.

— Zero senpai... Kaito senpai, ¿vendra?

Esa pregunta tomó por sorpresa a Zero, pues Kaname evitaba nombrar a Kaito cuando éste no estaba. Su amigo trato de ganarse a Kaname con obsequios, pero todo lo que recibía era la indiferencia de Kaname.

— Supongo que sí, sin embargo, aún no hablo con Kaito.

— Entiendo. ¿Puedo pedirle algo?

— Kaname, te he dicho que puedes hablarme informalmente. — Era como la milésima vez que Zero le decía esas palabras a Kaname, pero el pequeño se negaba. — Adelante, pídeme lo que quieras. — Agregó con parsimonia recordando las palabras del menor.

— No comparta la habitación con Kaito senpai.

Zero lo vio extrañado dejando los cubiertos sobre la mesa.

— ¿Por qué? — Kaname dormía en la que antes era su habitación y Zero dormía en la habitación de huéspedes y cuando Kaito los visitaba dormían en la misma habitación.

— Porque solo los esposos duermen juntos.

Si Zero estuviera bebiendo cualquier tipo de líquido seguro la hubiera escupido ante tal respuesta. 

— ¿Qué?

— Es que mis papás me lo dijeron antes…y bueno… pero si ustedes son esposos no hay problema.

La cara de Zero a esas alturas un poema. ¿Kaito y él? Dios, su pequeño se hacía ideas muy locas en la cabeza.

— No somos esposos, sólo amigos. Pero descuida. Cuando venga yo dormiré en el sofá de la sala.

Esperaba que con eso Kaname se olvidara del asunto y quizá con ello le tuviera más cariño a Kaito.

— ¿El sofá no es incómodo?

— Eso dímelo tú. — Respondió Zero con una sonrisita divertida entrelazando las falanges de ambas manos y dejando descansar el mentón. — Tomas largas siestas en ese sofá y tomando en cuenta tu cara de satisfacción puedo asegurar que es muy cómodo, ¿o no es así?

Zero disfrutaba ver los sonrojos que se formaban en la carita de Kaname, se veía tan tierno y mono que le daban ganas de comérselo a besos.

— Lo es, pero para un niño. Usted es un adulto.

— Bueno, será cuestión de acomodarme bien.

— ¿Por qué no duerme conmigo? — Kaname debió notar la expresión de Zero por lo que bajó la vista viendo el plato con el desayuno. — Digo… la cama es muy grande y usted es amable conmigo y no quiero que duerma incómodo en su propia casa.

Zero soltó una risita cerrando los ojos, porque ese niño era en definitiva muy tierno.

— No quiero incomodarte, Kaname.

— No me incomoda. Pero si usted no quiere. — Su carita se afligió alertando a Zero. Los niños eran muy volubles y Kaname no era la excepción.

— Claro que quiero. Cuando venga Kaito pasare algunas prendas a tu habitación, ¿está bien? 

Kaname estaba mucho más feliz ahora, pues cada que venía Kaito él siempre abrazaba a Zero como si fuera de su propiedad cuando dormía y no sabía porque el solo recordarlo le molestaba tanto.

[….]

— ¿Así que el niño te pidió que durmieras con él? — Preguntó Kaito a lo que Zero asintió. — Que egoísta te tiene para él solito todo el tiempo, mínimo, no sé debería dejarme que me quede contigo los días que vengo de visita.

Zero ni se molestaba en enojarse con Kaito, pues sabía que solo estaba bromeando, pero tenía cuidado que su amigo no soltara esos comentarios cuando Kaname estaba cerca. Kaname era un niño muy sensible y lo más probables es que las palabras de Kaito le afectaran mucho.

— Le diré al joven Takuma lo que pretendes cuando vienes a Japón. — Contrarrestó viendo el sutil sonrojo que se apoderaba de las mejillas de Kaito.

— No te atrevas. Sabes que es un poco posesivo… algo así como Kaname. ¿Sera por qué son humanos?

 — Kaname no es humano.

— Si lo es. Tiene sangre de humano corriendo por sus venas.

— Pero predomina su sangre nephilim

— Apesta a humano. Acéptalo. — Dijo con fanfarronería dándole la espalda a Zero viendo el panorama de la ciudad nocturna desde la pequeña terraza del departamento.— Todo tu departamento apesta a humano… creo que hasta tu hueles igual que ellos.

— Mira quien vino a hablar. — Rebatió Zero colocándose al lado de Kaito.— Tu olor ya es irreconocible. Apestas más a humano que Kaname.

— ¡Ahhh! No puedo creer como estamos por un par de crías.— Soltó Kaito con diversión, pero también con amargura y tristeza.

— Somos los más grades pedófilos de la historia. — Musitó Zero contagiándose por la melancolía de Kaito. — Solo que tú y Takuma ya salen…. ¿Qué dirá al enterarse que su tierno Kaito es un ser milenario con cara y cuerpo de un joven de no más de 18 años?

— Por qué no le hacemos esa pregunta a Kaname. Sera interesante escuchar su respuesta también.

— Quod tu non audeas. (Pero no te atreverías.) — Musitó Zero en latín en caso que Kaname se despertara y pudiera escuchar parte de la conversación.

— Patet, mea æstimatum, Semyazza.  (Claro, mi estimado, Semyazza)

— No me digas así. Deje de ser ese sujeto desde que fuimos confinados a vagar por la tierra.

— Hace siglos no te decía así. ¿Recuerdas esos tiempos?

— Est impossibile quod  oblitus, Tamiel (Es imposible que lo olvide, Tamiel)

— Escuchar mi nombre después de tanto es tan reconfortante…

— ¿Extrañas estar allá? — Musitó Zero con algo de culpa.

— No. Era aburrido solo recibir órdenes sin rechistar.

— Solo tu darías ese tipo de respuesta.

— ¿Zero senpai?

Ambos voltearon al escuchar la inconfundible voz de Kaname.

— Creo que te llaman.

— Sí, será mejor que llames a Takuma. — Le recordó Zero antes de marcharse. — La última vez que lo olvidaste me llamo reclamándome el por qué su novio no respondía y tampoco se acordaba de llamarlo. — Eso prácticamente se lo gritó desde la estancia con voz burlesca.

[…]

— ¿Qué pasa Kaname? ¿No puedes dormir? — Lo abordó con preguntas Zero mientras bajaba el libro que estaba leyendo al darse cuenta que Kaname se removía mucho en la cama.

— Si. Me duele la garganta. — Eso sin duda alerto a Zero. Kaname nunca se había enfermado.

Zero procedió con cuidado y toco la frente del menor al darse cuenta que su temperatura estaba un poco más alta.

— Traeré un termómetro y llamare a Kaito para que venga a verte.

Zero estaba a punto de salir de la cama, pero una manito le sujeto el brazo viendo a Kaname con el rostro agachado sin verlo a la cara. Zero no entendía que le pasaba, pero su salud era más importante y Kaito se había especializado en ciencias de la salud estando con tanto tiempo disponible para estudiar…

— No, por favor no se vaya. — Le pidió el menor en un efímero susurro.

— Solo voy a la habitación de al lado y vuelvo en seguida. Prometo no tardar

Eso no confortó para nada al pequeño que se negó a soltarlo y que también expresó su negativa con un movimiento de cabeza en negación.

— Por favor no me deje solo.

 Zero no tuvo argumentos para rebatir tal pedido por lo que volvió a la cama y abrigó bien al niño mientras dejaba caricias sobre sus cabellos y su frente en una vana forma de reconfórtalo, sin embargo, ignoraba si realmente era efectivo.

—  No te dejaré solo nunca, mi pequeño. — Susurro en un apenas un hilo de voz.

Zero cerró los ojos memorizando el rostro calmado de Kaname con traviesos mechones sobre su frente mientras se encontraba sumido en un tranquilo sueño.

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer.

Nos leemos luego


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