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Los lenguajes del amor por KaedeTetsu

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Los personajes de Yuri On Ice no me pertenecen, son propiedad del estudio MAPPA y sus creadoras, Sayo Yamamoto y Mitsurou Kubo.

Notas del capitulo:

¡Qué tal!

Vuelvo aquí con una pequeña historia de estos dos, nacida gracias a un post que vi en internet, y salió esto. 

Son capítulos individuales, cada uno tratando un tema diferente. 

Sin más, la dejo y espero sea de su agrado

 

Capítulo I:

 

Palabras de Afirmación

 

.

 

 

 

Los susurros dulces a su oído al iniciar un nuevo día, siempre estaban presentes.

 

Yuuri… despierta, cariño.

 

—Mh… un poco más.

 

Por eso a Yuuri le gustaba fingir un poco más su dormitar, para que así su pareja insistiera más en hacerle despertar escuchando su voz.

 

Vamos… abre los ojos —le musitaba cierto ruso cerca de la oreja, mientras esparcía pequeños besos detrás de ésta y en el cuello del japonés.

 

—Me haces cosquillas…—rió el pelinegro mientras se volteaba boca arriba, viendo de frente el rostro de Viktor—. Ya me desperté, ¿contento?

 

—Mucho —le sonrió—. Buenos días —dijo, acercando su rostro.

 

—Buenos días —le sonrió Yuuri, mientras rodeaba el cuello ajeno con sus brazos terminando de acortar la distancia entre sus labios, dándole un casto beso.  

 

—Tenemos que ir a practicar, hoy tenemos la pista solo para nosotros. Aunque… no me molestaría que nos quedáramos así todo el día —sugirió el peliplata, abrazando al japonés.

 

Originalmente ese día y el siguiente, eran libres para todos, sin embargo, el japonés no tenía intenciones de descansar, ganándose una mirada reprobatoria de parte de su entrenador. Y entre negociaciones que iban del “tienes que descansar” a los “no lo necesito”, Viktor logró que Yuuri accediera a solo unas horas. Claro que, esperaba poder sacarlo de ahí después de esas horas.

 

—No corres con tanta suerte —dijo burlón, mientras se paraba—. Ahora, sal, no tardo en cambiarme

 

—¿No quieres que te ayude?

 

—Afuera —dijo Yuuri, pero solo ganó que el ruso le abrazara por la espalda. El pelinegro rió y sonriendo se dio la vuelta sin separarse del agarre, tomó la barbilla ajena y le proporcionó un beso en los labios—. ¿Por favor?

 

—Mh… de acuerdo, de acuerdo, tú ganas —dijo separándose, haciendo ademan de salir—. Pero antes —dio media vuelta y tomó a su pareja, uniendo sus labios de nuevo—. No tardes, preparé el desayuno —le susurró al oído, separándose para guiñarle un ojo y salir de la habitación.

 

—No tienes remedio —dijo el japonés divertido, mientras comenzaba a cambiarse de ropa.

 

Normalmente Yuuri siempre preparaba el desayuno, debido a esto, Viktor días atrás alegó que era turno de hacerlo él, o bueno, intentar hacerlo. No era que no supiera cocinar bien, o le faltara sazón; simplemente, era tan fácil de distraer que podía dejar agua calentándose y darse cuenta al poco tiempo que se había evaporado.

 

—Bien, aquí estoy —anunció el pelinegro sentándose.

 

Observó como el ruso se acercaba lentamente con un plato en mano, lo colocó en la mesa empujándolo con sus dedos hasta que llegara frente a él. Su experimento del día eran tostadas francesas. El pelinegro tomo una ante la mirada atenta de su pareja y dio un mordisco, no estaban mal, pero, sintió un extraño crujido al morder acompañado de un sabor amargo a su lengua, sacó la punta de esta para poder verla y tenía pequeñas migas negras.

 

—¿Puedes pasarme la miel y el azúcar? —preguntó al peliplata.

 

—¿Tienen algo malo?, se quemaron de un lado, ¿es eso verdad?, sé que es eso —pronunciaba rápidamente, tropezando con sus palabras.

 

—Solo pásame la miel y el azúcar —pidió amable. El ruso obedeció no muy convencido.

 

—Yuuri, no, no lo hagas —dijo acercándose amenazando con quitarle el plato.

 

—Viktor —le miró el japonés alzando una ceja, haciendo que el otro retrocediera y se sentara en la silla de al lado. Coloco miel y roció azúcar en las tres tostadas que tenía en el plato, terminando con cada una de ellas y con la taza de café que les acompañaba, suspirando satisfecho al acabar de comer.

 

—Te dije que no, yo las probé, sé que las quemé. Dios, soy horrible por hacerte comer lo que preparo en la mañana —dramatizaba colocando las manos sobre su rostro. Yuuri le miró con ternura y se levantó para abrazarlo por la espalda, recargando su barbilla en el hombro ajeno.

 

—No exageres, y no eres horrible —empezó a decirle el pelinegro—. Además, soy el único que tiene derecho a probar tus platillos, así seré el primero en degustar algo con lo que estés satisfecho. Porque cuando lo logres, me harás muchas cosas distintas cada mañana… serás mi chef personal —susurraba a su oído, Viktor alzó el rostro y le encaró, sonriendo.

 

—¿Me esclavizarás en la cocina?

 

—Cada oportunidad que tenga —dijo burlón—. ¿Seguirás intentando? —preguntó mientras acunaba la mejilla contraria con su diestra.

 

—Mientras tu sigas probando —respondió tomando la mano que se había posado en su rostro, besando los nudillos.

 

—Es un trato —se acercó, besando la comisura de los labios de su pareja—. Ahora… andando —le dijo y se separaron, yendo a tomar las cosas para ir a entrenar.

 

 

Viktor se limitaba a dar repaso a combinaciones y algunos saltos, siendo primordial para él en esos momentos el no perder de vista a Yuuri.

 

Los primeros días que empezó a entrenar daba atención principal a realizar algunos flips cuádruples, para estar cien por ciento asegurado de tenerlo dominado, y así lo tenía. Sin embargo, ahora estaba enfocado en perfeccionar una combinación; era una secuencia de pasos para después dar un flip cuádruple y al aterrizar, tomar un pequeño impulso para hacer un layback spin.

 

No era un movimiento muy difícil, pero era hecho principalmente por mujeres, siendo los hombres que lo llegaban a ejecutar muy escasos. Lo que le caracterizaba era lo delicado que podía mirarse y la belleza que desprendía al ser realizado, llegar a dominarlo era cuestión de practica; pero para el japonés llevar varias semanas de ésta y seguir con desequilibro al momento de aterrizar para realizar el impulso al igual que mostrarse algo tenso al realizarlo, lo estaban acabando de a poco.

 

El ruso patinaba alrededor del pelinegro, observando cada expresión de frustración y agotamiento que destilaba a cada nuevo intento, seguido de una nueva falla. Que irónico que a veces lo que parece más sencillo nos conlleve a más problemas.

 

—Yuuri —le llamó estando a unos metros de distancia—, llevamos varias horas ya, deberías descansar.

 

—Sí, solo, una vez más

 

—Yuuri…

 

—Una vez más, por favor —le miró suplicante.

 

—Está bien, solo una vez… —accedió. Realmente no estaba convencido de acceder, temía que se arrepintiera de dejarlo. La constancia y esfuerzo que Yuuri siempre ponía al patinar era algo que amaba y admiraba de él, sin embargo, había veces como ésta donde empezaba a sobrecargar su mente de malos pensamientos a cada mala ejecución, llegando también a sobre—exigirse, colocando en su rostro esas muecas de exasperación que odiaba ver opacando su semblante.

 

El pelinegro volvió a ejecutarlo, fallando en su equilibrio, mordió su labio y volvió a la posición para arrancar, alertando al ruso.

 

—Yuu —antes de terminar su llamado observó cómo el contrario realizaba el cuádruple, fallando en el aterrizaje y arremetiendo contra el hielo—. ¡Yuuri! —fue alarmado hacía él, agachándose para tomarlo por el hombro—. ¿Te lastimaste, te duele algo?

 

—No… yo, estoy bien —le decía tomando su agarre, levantándose—. Solo necesito hacerlo de nuevo y

 

—No —le dijo firme el peliplata.

 

—Pero, Viktor, solo necesito una vez

 

—No, Yuuri. No lo harás, acabas de caer ahora por exigirte tanto en estas horas, es suficiente —le regañó.

 

Observó como el japonés bajaba la mirada, siendo opacados sus ojos por mechones de cabello que caían, y mordió su labio inferior mientras su quijada temblaba. Algo dentro de él se estrujó como cada vez que le miraba así, pero si le dejaba seguir no se perdonaría si no llegara a medir sus límites y pasara algo mucho peor que una simple caída. Alzó la mano derecha y tomó su rostro, limpiando con su pulgar la gota que empezaba a mostrar por la punta de su mirada.

 

—Si te llegara a pasar algo por seguir, me moriría —empezó a decirle mientras le miraba fijo—. Solo descansa un poco, y cuando regresemos a practicar oficialmente podrás continuar, ¿está bien? —le dijo, el pelinegro se limitó a asentir con la cabeza—. Tenemos que comer algo, vamos —sugirió sonriéndole, le brindó un beso a su frente y se dispusieron a salir de la pista.

 

 

Después de comer se dirigieron al departamento, una vez allí Yuuri fue a tomar un baño. Viktor al notar todo el tiempo que había pasado decidió ir a la habitación, encontrándose con un dormido Yuuri, se acercó a acariciar su mejilla dejando un beso en ella, saliendo de allí. Y sentándose a mirar un poco de televisión quedó a los brazos de Morfeo un poco después.

 

—Mh… —murmuraba el peliplata despertando—. ¿Qué hora es? —preguntó para sí mismo tomando el celular, dándose cuenta que faltaba poco para las nueve de la noche. 

 

Se estiró un poco antes de ir a ver si su pareja ya estaba levantada. Ya frente al cuarto, tocó la puerta.

 

—¿Yuuri? —llamó del otro lado, sin recibir respuesta. Torció la boca y entró, estaba a oscuras, prendió la luz y lo único que pudo encontrar fue la cama tendida.

 

El peliplata se alarmó al no encontrarlo ahí, buscó por el baño y tampoco estaba, ni en la cocina, ni en ningún rincón del departamento. Llevó las manos a su cabeza y revolvió su cabello, pero antes de salir corriendo a la calle gritando su nombre en cada esquina, una imagen del lugar donde podría estar llegó a su mente, y partió hacia allá.

 

Y voilá. Se encontraba ahí, patinando, puesto que tenían una copia de la llave no era muy difícil escabullirse.

 

El pelinegro no notó su llegada, siguiendo en lo suyo. Viktor le miró de lejos, se veía más calmado y enfocado, observó cómo repetía algunas veces teniendo tan solo unas complicaciones en equilibrio y soltura. Hizo de nuevo la secuencia, aterrizó después del salto y se fue un poco de lado, obligándolo a parar. Se acercó a la orilla de la pista y se recargó de ésta, suspirando.

 

—Yuuri —decidió hacerse notar mientras se acercaba—, que valiente de tu parte al venir aquí desafiando a tu entrenador

 

—¡V-Viktor! —le miró sobresaltado—. Y—yo, es que, yo solo…

 

—¿Puedo hacerte una pregunta? —interrumpió mientras trataba de justificarse.

 

—C-Claro…

 

—¿A caso crees en ti mismo? —interrogó mirándolo de frente, abriendo los ojos el japonés en sorpresa para después bajar la cabeza. El peliplata esperó por una respuesta, la cual no llegó—. Porque yo sí —le dijo tomando su barbilla, alzando su rostro para que le mirara—, yo creo en Katsuki Yuuri.

 

—Viktor...yo… —empezaba el japonés, silenciándolo el contrario posando su índice en los labios ajenos.

 

—¿Recuerdas las veces que empezaste a realizar un flip cuádruple? —preguntó, recibiendo una respuesta afirmativa—. ¿Recuerdas todas las veces caíste? —asintió de nuevo el pelinegro—. ¿Recuerdas la vez en la que te salió mal por presionarte de más?

 

—Sí… —dijo avergonzado, recordando el programa corto del Grand Prix dónde se frustró de más, fallando indiscutiblemente en el salto.

 

—Más importante, ¿recuerdas cuando lo hiciste bien por primera vez?  

 

—Por supuesto

 

—Yuuri, ¿qué pasaba por tu cabeza en ese momento? —le dijo, mirándolo tan fijo que sentía que calaba dentro suyo.

 

Yuuri meditó un poco, desviando la mirada. ¿Qué pensaba en ese momento?, eran tantas cosas… los deseos de superarse a sí mismo, llegar a hacer algo realmente grande gracias a todo lo que le habían enseñado, enorgullecerse él y a sus seres queridos, el llegar a la altura del ruso, el seguir patinando por siempre con él, esas y más cosas pasaron por su cabeza y recordó cómo se sintió aquel día, tan enfocado y relajado, solo pensando, no… no pensando, sabiendo que podría lograrlo.

 

—Puedo imaginar en que estás pensando —le sonrió el otro, causando un leve sonrojo en su rostro —. Yuuri… no conozco a nadie más dedicado, a nadie que ponga tanto esfuerzo, entusiasmo y amor a lo que hace como tú —decía acunando su rostro con las dos manos—. Cada que estás en la pista haces magia, desbordas emociones que conmueven a todo el mundo, haces tantas cosas tan maravillosas, sorprendiéndome una y otra vez, cada una mejor que la otra.

 

El japonés le miraba casi sin parpadear, mordía su labio inferior y sus ojos se encontraban vidriosos, Viktor se acercó y juntó sus frentes sin dejar de mirarlo.

 

—Puedes hacer cualquier cosa que te propongas, solo… no te deprimas, ni te desesperes, no lo hagas, me duele cuando veo esas expresiones de dolor y cansancio en tu rostro al fallar, eso es solo un escalón más para poder lograrlo. Nunca apartes de tu mente lo que acabas de pensar, eso siempre te ayuda a seguir —el pelinegro le miró sonriendo, Viktor devolvió la sonrisa limpiando la silenciosa lágrima que caía por su mejilla—. Nacimos para hacer historia, eso nunca lo debes olvidar.

 

—No lo haré —respondió el otro, colocando sus manos sobre las ajenas, sonriendo.

 

—Y esto, no te lo digo como entrenador, sino, como una persona que sabe que vas a lograrlo, que te quiere ver triunfar como el campeón que eres. Te lo digo como la persona que más te ama en el mundo. Tú eres alguien que aparece solo una vez en la vida, y me alegra que haya sido en la mía —susurró depositando un beso en su frente—. Así que, te lo preguntaré de nuevo, ¿crees en ti mismo?

 

—Creo en mí mismo —le sonrió, separándose del agarré para ir a la pista.

 

Viktor observó cómo miró hacia arriba para después bajar la mirada y empezar su secuencia, llegado el momento del cuádruple, aterrizó de manera impecable, tomó impulso y empezó a girar; se sostenía de la pierna izquierda mientras alzaba un poco la derecha, su brazo izquierdo se encontraba cruzado en su pecho y su mano derecha tocaba su rostro, gradualmente bajó la altitud de la pierna derecha hasta mantener alzado únicamente de la rodilla al pie subiendo al mismo tiempo sus brazos mientras poco a poco empezó a curvar su cuerpo hacía atrás, formando una figura como si se tratase de una bailarina perteneciente a una caja musical, Viktor le miró embelesado, la soltura y belleza que desprendía con sus movimientos era hipnótica y maravillosa, opacando a cualquier mujer u hombre que haya realizado eso antes, su hermosura y preciosidad al ejecutarlo no tenían comparación alguna.

 

Posteriormente, alzó su brazo izquierdo completamente, tomando con el derecho el patín que se encontraba de la pierna del mismo lado, alzando lentamente hasta lograr llevarlo por sobre su cabeza, bajando también la intensidad del giro, hasta devolver la extremidad a su lugar y dar un último giro para parar completamente. Yuuri alzó su rostro para encontrarse con la maravillada mirada de su entrenador.   

 

—¡Viktor, lo logré! —exclamó acercándose a la orilla donde se encontraba—. Lo… lo-logré —musitó, desfigurándose después su rostro por el llanto que empezaba a brotar, escondiendo su rostro en el pecho ajeno.

 

—Por supuesto que lo lograste —murmuró el peliplata envolviéndolo en un abrazo, mientras trataba de calmarlo acariciando su espalda.

 

Después de un rato el pelinegro logró estar más tranquilo, y por supuesto, repitió la ejecución al menos dos veces para reforzarla, teniendo éxito en ambas ocasiones. Guardó todo lo que llevo y emprendieron camino a casa para descansar.

 

Una vez allí tomó nuevamente un baño, sintiendo como el agua caliente relajaba sus músculos y se llevaba todo el sudor y cansancio acumulados. Al salir del baño ya cambiado, terminando de secar su cabello, vio a Viktor con un bote de ungüento, palmeó la orilla de la cama indicándole que se sentara, y así lo hizo.

 

—¿Crees que ibas a fintarme saliendo del baño con calcetas ya puestas? —dijo señalando con la mirada los calcetines grises que llevaba puestos, el otro solo atinó a desviar la mirada avergonzado—. Vamos, fuera esos —indicó, haciendo que el japonés quitara ambas prendas.

 

Al quitarlas, sus pies al descubierto mostraban algunas heridas envolviendo tanto el empeine como la planta, teniendo al menos una ampolla en cada lado. El ruso suspiró al observarlos, se arrodilló y tomo la pierna izquierda contraria para acomodar el pie sobre su rodilla, abriendo el ungüento.

 

—Ni se te ocurra que saldremos mañana, descanso total —advirtió.

 

—Ya lo suponía —contestó, chistando al sentir la frialdad de la pomada, pero a la vez sintiendo alivio ante el gentil trato que brindaba el peliplata ejerciendo un pequeño masaje. Seguido, vio cómo su pareja tomaba con las dos manos el pie, alzándolo a la altura de sus labios, depositando un suave beso al empeine—. ¡V-Viktor! —dijo con un pequeño sonrojo adornándole.

 

—¿Qué?, tú sigues siendo hermoso —contestó, avivando el color rojo de su pareja.

 

Al terminar de colocar el alivio para sus heridas, colocó una banda especial para el pie, repitiendo la misma secuencia para el otro —incluido el beso, claro está—, apagó la luz y ambos fueron a la cama a dormitar, envolviéndose en completo silencio, hasta que el pelinegro lo rompió.

 

—Viktor… —le llamó.

 

—Mh… ¿qué sucede?

 

—Lo siento —musitó. El ojiazul al escucharlo se volteó, quedando frente a él.

 

—¿Sentirlo? ¿Por qué lo sientes?

 

—Por hacerte curar las heridas que me hago yo mismo al desobedecerte, por ser tan obstinado y hacerte pasar malos ratos, yo… perdón —decía, con sus ojos amenazantes de desbordar agua nuevamente.

 

—Cariño… —susurró su pareja tomando su rostro—. Tus heridas son muestra de tu dedicación, las curaré a diario de ser necesario, siempre con esmero. Puedes ser obstinado… pero eso es algo que te hacer levantarte una y otra vez. Las únicas veces que puedes hacerme pasar malos momentos, es cuando observó que empiezas a posar una expresión lastimera en tu rostro, pero cuando eso pase, siempre iré a susurrarte cosas para que vuelvas a sonrojarte y mostrar esa sonrisa que tanto me gusta —sonrió, acariciando su mejilla con el pulgar—. Nunca te disculpes por ser tú, porque fue por eso que me enamoré de ti. Amo todo de ti.

 

El pelinegro le miró enternecido, empezando a derramar las lágrimas contenidas mientras acariciaba el rostro contrario.

 

—Oye… te quedaras seco si sigues llorando —se burló el otro limpiando los rastros del llanto—, yo siempre estaré para ti haciendo y diciendo lo que haga falta, puede que a veces mis palabras no sean muy acertadas… pero lo haré, siempre lo haré.

 

—A veces no puedo creer tenerte, parece un sueño, pero, aquí estás —le sonrió.

 

—Esa es mi línea —el pelinegro bajo sus manos a la espalda contraria, escondiendo el rostro en su pecho cerrando sus ojos, mientras el ruso le envolvía completamente.

 

—¿Qué debería hacer? —susurró—. Cuando estoy contigo siento que soy invencible —Yuuri, al caer en cuenta de lo que había dicho, abrió los ojos y se separó sonrojado, observando la cara emocionada de su pareja.

 

—¡Yuuri! —exclamó el otro apretándolo más a sí.

 

—¡V-Viktor! —decía el otro sobresaltado, el ruso tomó su rostro nuevamente, y acercó sus labios al oído ajeno.

 

—Cuando estás a mi lado… iluminas mi vida —susurró, sintiendo a través de su tacto como el calor corporal del contrario aumentaba, escondiendo su rostro de nuevo, apretando su cuerpo en un abrazo.

 

—Un día de estos vas a matarme a palabras —musitó contra su pecho, causando la risa del peliplata—. Viktor…

 

—¿Sí?

 

—Quédate a mi lado, siempre, quédate a mi lado —susurró apretándolo más fuerte.

 

—Tendrás que resignarte a vivir conmigo toda tu vida —contestó divertido, sintiendo como su pareja se reía. Separó al pelinegro de su pecho, colocándolo frente a su rostro—. Nunca me iré, Yuuri. Nunca —le susurró, uniendo sus labios, para después amarrarlo completamente a su cuerpo, sucumbiendo los dos ante el sueño.

 

 

Desayuno express, inunda tu paladar con mis platillos de nuevo —le sonrió el ruso dejando una bandeja a las piernas de Yuuri, la cual contenía un desayuno sencillo basado en dos waffles, jugo de naranja y fruta picada. Al menos los waffles se veían de buen color, comparados el día anterior, según él.

 

—Gracias — le sonrió el japonés mientras se acomodaba los anteojos. Tomó una rejilla y la llevó a su boca, dándole el primer mordisco mientras Viktor le miraba expectante, Yuuri abrió los ojos y miró la comida—. Delicioso… —susurró.

 

—¿Qué dijiste? —preguntó Viktor ansioso.

 

—Que ésta delicioso, Viktor. Mucho —le sonrió Yuuri mientras seguía degustando de la comida.

 

—Dios… por fin me ha salido algo —decía aliviado de que al pelinegro le hubiesen gustado—. Supongo que seguiré con cosas sencillas, antes de aventurarme a darte platos típicos —le dijo, mientras colocaba su dedo en la barbilla de manera pensativa.

 

Yuuri rió ante el adorable entusiasmo de su pareja por aprender a cocinar más y pensar en expandir tanto sus horizontes. Dejó la bandeja en la mesa de al lado para acercarse más a Viktor.

 

—Avanza tanto como quieras, probare cada cosa que hagas —le dijo mientras posaba una mano sobre su mejilla, Viktor posó la suya sobre la ajena.

 

—Pero, ¿y si sale mal de nuevo?, aún no te he pedido disculpas por haberte hecho comer ayer ese pan —expresaba con un puchero en su rostro, Yuuri lo miró y levantó su rostro.

 

—No tienes por qué hacerlo, además puede que para ti se miraran mal, pero al morderlo siento todo el cariño y esfuerzo que pusiste en ello, y eso es suficiente para mí —le sonrió y tomó su mano, Viktor le devolvió la sonrisa y acarició su dorso.

 

—Hm… mentiroso, te dije que sé que sabían a quemado —le decía mientras hacía que ambos se recostaran de costado en la cama, mirándose de frente.

 

—Tal vez… pero eso no significa que no sienta tu cariño —le miró divertido—, sé que es importante para ti, y te apoyaré, así como tú haces conmigo, en lo más pequeño o lo más grande, siempre lo haré. Así que, gracias por ese rico desayuno —le dijo, mientras entrelazaban sus dedos—.

 

Viktor miró a ese ser que tenía en frente, aquel que le había ayudado a sacar ese lado suyo de hacer cosas nuevas, y aunque le salieran mal al principio; siempre tenía palabras precisas, alentadoras y llenas de cariño por parte de él, aunque a veces bastaba solo con que le regalara una sonrisa. Yuuri había hecho resplandecer su vida, apoyándolo en cada cosa, por lo cual él ponía todo el esfuerzo posible en hacer lo mismo, brindándole toda su paciencia para ayudarlo y ánimos para cuando creía que no podía lograr algo, tratando de hacerlo crecer más y más cada día. Agradecía que el pelinegro hacía lo mismo con él, no importa lo descabellado que podía ser a veces, estaba con él a cada paso, cada día. Agradecía que los dos se hacían subir más alto mutuamente.

 

—Pero —habló Yuuri, sacándolo de sus pensamientos—, también tengo que volver a preparar el desayuno, o alguna comida.

 

—Un día de estos —le dijo Viktor. Acercó su mano a la mejilla ajena, acariciándola, y lo miró fijamente—, Yuuri —le llamó.

 

—¿Sí? —preguntó el japonés, devolviéndole la mirada.

 

I love you… —le dijo, tomando por sorpresa al menor, mientras su cara empezaba a tornarse roja — Je t’aime —prosiguió el peliplata, sintiendo el calor que empezaba a desprender la mejilla del de ojos castaños.

 

—Vi-Viktor —tartamudeaba Yuuri, mientras veía como Viktor se acercaba a un lado de su rostro, sintiendo su respiración cerca del oído.

 

Aishiteru —le susurró finalmente el ruso, haciendo estremecer a Yuuri, mientras su cara se tornaba aún más colorada.

 

Mientras Yuuri permanecía inmóvil el ruso se devolvía a mirarlo de frente, abriendo los ojos cuando al retirarse del oído del japonés, éste pegara sus frentes y lo mirara directamente. Sus ojos se miraban decididos mientras sus labios temblaban, el ojiazul iba a decir algo, pero sus palabras fueron calladas por el pelinegro.

 

Ya lyublyu tebya vsem dusha —le susurró ahora Yuuri, con el semblante más relajado. Mientras el rostro del ruso era tomado con sus dos manos, causándole un leve color carmín.

 

Ambos siguieron con la mirada fija en el otro, hasta que rompieron el silencio con risas por parte ambos. Viktor llevó sus brazos a la cintura de Yuuri, acercándolo más a él, mientras que el japonés rodeaba el cuello ajeno, sin separar sus frentes.

 

—Te amo —le dijo el pelinegro.

 

—¿Ah, sí?, ¿mucho? —le preguntó el ruso.

 

—Demasiado —contestó Yuuri con una risa suave.

 

—Yo te lo repetiré tantas veces hasta hartarte —le dijo Viktor, decidido de alguna manera.

 

—Dudo que eso ocurra —le sonrió Yuuri.

 

—Oh, ¿no me crees capaz de decirlo tantas veces en un solo día y colmarte la paciencia? —le dijo el ruso, haciendo reír a Yuuri.

 

—¿Cómo podrías hartarme?, me encanta escucharte decirlo —le dijo mientras le dedicaba una dulce mirada y acariciaba su nuca con el pulgar—. Tu voz es mi canción favorita —le dijo el japonés, casi susurrando.

 

El ruso mordió su labio mientras sus ojos adquirían brillo y trataba de controlar su emoción interna, aquella emoción que solo la persona que estaba a su lado podía brindarle.

 

—Y tus ojos mi paisaje favorito —decía el peliplata mientras le quitaba sus anteojos y los colocaba a un lado—, y tu sonrisa la luz más hermosa, y tus…

 

—Oh, dios, Viktor, para —le dijo el japonés mientras escondía su rostro en el pecho del ruso, con nuevamente un claro sonrojo—, ¿algún día ganaré en hacerte avergonzar más?

 

—Hm… quién sabe, al menos por ahora, no puedes parar mis palabras, amor —le dijo a Yuuri, rodeándolo con sus brazos mientras éste seguía con el rostro escondido.

 

De un momento a otro, el pelinegro alzó su rostro y besó la mejilla del ruso con suavidad, volviéndose a acomodar en el cuerpo ajeno, abrazándolo cual koala.

 

—Lo haré cuando menos te lo esperes, ya verás, corazón —dijo, y Viktor podría jurar que el sonrojo de su pareja había vuelto.

 

Adjetivos y verbos calificativos podían ir y venir todos los días, caían cual lluvia de ideas. A veces pensaban que tarde o temprano se les acabarían las palabras para describir cada cosa que se hacían sentir, a veces con un roce, a veces con una simple sonrisa.

 

Pero de algo estaban seguros, si alguna vez les pidieran describir con una sola palabra lo que sentían, solo había una existente que podrían decir…

 

—Ya veremos —rió el peliplata, removiéndose en la cama para estar más cómodos. Besó la cabeza de Yuuri, mientras afianzaba su abrazo y ambos, sintiendo el calor ajeno, cayeron en un profundo dormitar.


Inefable.

 

Notas finales:

«»

[Ya lyublyu tebya vsem dusha = Te amo con toda mi alma.]

[Inefable = de tal naturaleza o tan grande que no se puede expresar con palabras.]

 


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