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Vivo por y para ti por Verdadero98

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Notas del capitulo:

Será un fic corto, de cuatro capítulos, mismos que ya tengo terminados en mi computadora. Subiré uno cada tres días.


La narración es algo rápida y hay timeskip. Sobre aviso no hay engaño(?


La parte en cursiva, en si es como si se narrase un cuento.


Disfruten la lectura.


Los personajes de Mai-Hime no me pertenecen (Sunrise)

CAPÍTULO 1


La princesa Shizuru siempre había sido caprichosa y le bastaba con tronar los dedos para obtener lo que deseaba. Cuando cumplió los 15 años, llegó a su vida el más grande de todos sus caprichos.


-¡NO!-. Gritó indignada. -¡NINGUNO DE ELLOS!-. Toda la guardia real tenía el deber de cuidarle, pero al cumplir esa edad, debían asignarle un caballero que le protegiera día y noche, alguien que viviera únicamente por y para ella.


-Pero hija, ellos son los mejores caballeros del reino, ¿Cuál es el problema?-. El rey conocía las exigentes expectativas de su heredera, por eso había llevado ante ella a la élite de la élite.


La princesa hizo una mueca de disgusto. -¿Qué cuál es el problema?-. Para ella era obvio. -¡Que todos son hombres!-. Sus ojos se mostraban bastante enfadados por tal hecho.


El rey se quedó con la boca abierta. -Por supuesto, son hombres porque son caballeros-. No entendía el problema.


Ella suspiró. -Padre, si voy a tener a alguien pegado a mi todo el día, no quiero que sea un hombre quien me esté siguiendo a todas partes-. Le lanzó una mirada llena de decisión. -Quiero que mi caballero sea una mujer-.


Él le miró con duda. -¿Estas segura?-. Shizuru sonrió al darse cuenta de su victoria.


-Muy segura-.


Así fue como el rey comenzó una exhaustiva búsqueda por todas sus tierras: recorrió pueblo por pueblo y preguntó a todo aquel que fuese capaz de contestarle, hasta que finalmente los cielos premiaron su perseverancia. Allá, en la frontera del Norte, encontró una imponente fortaleza de piedra negra, y dentro de ella, halló la solución a sus problemas.


Regresó cabalgando a su castillo, convocó a su heredera y rezó para que su elección fuese la acertada.


Shizuru ingresó en la habitación con paso soberbio. Dudaba seriamente de que su padre de verdad hubiese encontrado a la mujer ideal para ser su caballero. Claro, la princesa desconocía que la frontera del Norte era muy diferente al resto del reino.


Tomó asiento frente al rey, quien le veía con alegría. -Hija, busqué por todo el reino para cumplir tu deseo y finalmente lo he logrado, encontré a una chica capaz de protegerte y digna de acompañarte-. Le desconcertó la seguridad de su progenitor.


-Ara, no lo creeré hasta no verle-.


-Estoy seguro de que es la indicada-. Le dio una sonrisa confiada. -Natsuki, entra por favor-.


Ante Shizuru se presentó una chica de 14 años. Vestía con pantalón y playera de lino negro; chaleco, guantes y muñequeras de cuero; botas para montar y cinturón del cual solía colgarse su espada. Tenía el cabello de un color cobalto, le llegaba hasta media espalda.


Hizo una respetuosa reverencia. -Kuga Natsuki, del Norte, para servirle si así lo desea princesa-. Poseía una voz ronca, profunda y solemne, pero no perdía su toque femenino.


-Levanta la cabeza Kuga Natsuki-. Así lo hizo, revelando un rostro realmente precioso que prometía adquirir más belleza con el tiempo. Sus ojos de un verde intenso dejaban bien claro que había visto la muerte y sobrevivido a ella. Además, brillaban con una fiereza carente de comparaciones.


A la heredera del trono le intrigó aquella mirada.


Analizó la constitución de Kuga, notándole delgada pero firme, fuerte, imponente.-Dime, ¿Qué sabes hacer?-.


-Cazar, pescar, rastrear, adiestrar fieras. Montar, escalar, nadar, bucear. Defender, comandar, pelear, matar-. Sabía muchas más cosas, sin embargo, era un buen resumen de sus habilidades, al menos de esas que podían decirse en voz alta.


-¿Qué arma dominas?-.


-Espada, cuchillo, puñal, hacha, lanza, maza, arco y ballesta-. Respondió como si no fuese la gran cosa, no obstante, a la princesa le causó sorpresa que con solo 14 años supiese usar ese letal arsenal.


-Ara, ¿Y cuál de todas esas prefieres?-.


-La espada-.


El rey ya sabía de antemano que la joven hablaba sin agregar títulos, con frases cortantes y directas, era lo habitual en la frontera Norte, donde le daban más importancia a las virtudes que a los formalismos. Pero lo que le resultaba sorprendente era que su hija no hubiese armado un alboroto por ello. A cualquier otra persona ya la habría mandado azotar por tal insolencia.


-Dime Natsuki, ¿A cuántos has matado?-.


-Perdí la cuenta después del número 50-. Shizuru entendió que aquellas manos no tenían nada de inocentes. Así como aquellos ojos esmeralda no poseían miedo a nada.


-Tengo una última pregunta. Para ti, ¿Qué es la lealtad?-.


-La mayor virtud-. En todo momento, Natsuki le miró fijamente a los ojos, le sostuvo la mirada como nadie más lo había hecho nunca, y eso, eso le gustó demasiado.


-Padre, ella es la indicada-.


La princesa sonrió satisfecha.


Se les dieron dos meses para conocerse, el rey confiaba en que la oji-verde era la elección correcta, pero quería asegurarse de que Shizuru en verdad se sintiera cómoda con la presencia de Natsuki, porque una vez hecho el juramento, ella sería como su sombra el resto de su vida.


Por lo general, la princesa se aburría de las personas en una o dos semanas, pero antes de que se diera cuenta habían pasado treinta días y seguía encantada con la joven destinada a su servicio. El rey observó satisfecho como se fueron dando las cosas.


Finalmente, se cumplieron los dos meses.


Y se tomó la decisión definitiva.


El salón real estaba lleno, era una ceremonia importante y gran parte del reino quería ver quien estaba tan loco como para ligarse de por vida a su caprichosa princesa. Todos esperaban ver a un hombre fornido, de más de 20 años como mínimo, de alta cuna y aspecto atractivo. Así mismo, todos quedaron sorprendidos cuando vieron entrar a Natsuki. Shizuru reprimió una sonrisa burlona al ver las muecas de confusión que predominaban en el salón.


Kuga caminaba con paso seguro, orgulloso, imponente e incluso un poco altanero. Vestía una armadura completamente negra mientras que por su espalda caía una capa color verde grama, sujetaba la prenda con un broche de plata y de su cintura colgaba una espada.


Llegó hasta Shizuru e hincó la rodilla derecha. -Princesa Shizuru Fujino, heredera al trono de Garderobe-. La castaña le tendió la mano y Natsuki depositó un casto beso en su dorso, después alzó la mirada, viéndole a los ojos como solo ella sabía hacerlo. -Yo, Natsuki Kuga, he venido aquí hoy para jurarle lealtad. Lo haré si desea tenerme a su servicio, de lo contrario, desapareceré y no volveré a molestarle con mi presencia-.


-Sí, es mi deseo tenerte a mi servicio-.


-Será un placer cumplir su deseo-.


-Adelante-.


-Yo, Kuga Natsuki, digo estas palabras frente a los ojos de dios, del reino y del rey. Juro lealtad a la princesa Shizuru Fujino, desde este momento hasta que mi corazón deje de latir. Juro ser su ciervo más fiel, dispuesta a concederle todo lo que me pida y este en mis manos hacer. Juro protegerle tanto de día como de noche. Juro caminar sobre sus pasos o abrirle camino según lo necesite. Juro encontrarle donde sea que se encuentre. Juro ser su acompañante si desea mi presencia y ser su sombra cuando no quiera verme. Juro ser su confidente que se llevara todo a la tumba. Juro jamás mentirle. Juro ser sus ojos allá donde no pueda ver, juro ser sus oídos allá donde no pueda oír, juro ser sus piernas cuando necesite ayuda para mantenerse de pie. Juro ser su espada y su escudo, sin importar cuanta sangre deba derramar para protegerle. Juro no contraer nupcias ni dejar descendencia porque viviré por y para servirle. Juro que siempre antepondré su vida a la mía, pero prolongaré mis días hasta que los suyos culminen, para así nunca dejarle sola. Juro pertenecerle en cuerpo, mente y alma-.


La castaña mostró una enorme sonrisa, el juramento que la oji-verde había hecho era el más grande de los últimos 100 años. A ella solo le correspondía jurar protegerle, sin embargo, juró ser suya.


-Yo, Shizuru Fujino, heredera al trono de Garderobe, acepto tu juramento. Desde hoy, tu vida está completamente ligada a la mía. Ponte de pie, caballero Natsuki Kuga-.


La recién nombrada caballero se levantó con la espalda erguida y mirada fiera. Acababa de renunciar a su vida por la de la mujer parada frente a ella, pero estaba tranquila pese todo lo que ello conllevaba.


-Camina a mi lado y vayamos al banquete que hoy se celebra en tu honor-.


Todo el reino veía a una princesa demasiado caprichosa que en efecto sabría gobernarles, pero con mano de hierro; sabían que ella pasaría por sobre quien fuese necesario para obtener lo que quisiera, sin importar cuanto sudor, llanto y sangre ajena costase. Sin embargo, Natsuki Kuga miraba más allá de esa imagen y contemplaba belleza donde todos veían una tormenta que podía arrasarlo todo.


Ambas sonreían.


Y aunque por la mente de ellas no corría malicia alguna, al menos en ese momento.


El pueblo observó la mirada de Natsuki y comenzó a temer que la princesa hubiese conseguido un verdugo en lugar de un caballero.


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