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Dimension War por Anotherdim07

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- ¡Jonouchi! ¡Jonouchi! – gritaba cada vez más desesperado Honda, mientras agitaba al rubio entre sus brazos. Por suerte la corazonada que había tenido hace unos minutos era correcta y pudo sostenerlo antes de que el chico golpeara el piso, pero ya llevaba minutos llamándolo y éste no reaccionaba.

¡Diablos! Hace tan sólo unos días herían a Yugi y ahora a Jonouchi, aunque fuera indirectamente. No podía evitar sentirse culpable por no ser lo suficientemente fuerte para proteger a un amigo, más cuando se suponía que debía encargarse de la defensa de un grupo mayor de personas. Cerró los ojos con frustración ¿qué más podía hacer?

Sintió los pasos de alguien que se acercaba corriendo hasta él y abrió los ojos para observarlo, notando a Seto agacharse apresurado frente a él y tomar a Jonouchi con inesperada delicadeza, para luego alzarlo en sus brazos sin dirigirle la palabra o siquiera mirarlo. ¿Quién se creía que era ese tipo para ignorarlo por completo?

- ¿Qué crees que haces? ¡¿Dónde lo llevas?! - le preguntó al de ojos azules una vez éste comenzaba a darse la vuelta para marcharse con su amigo.

- No es mi culpa que tu escaso cerebro no procese lo que significa que tu propia invocación sea destruida – le contestó mirándolo con dureza, típico de él – No va a despertar porque todo su poder mágico fue drenado y recibió parte del daño que acabó con el dragón, así que lo llevaré a su habitación porque aquí ya no es útil – comenzó a caminar.

- ¡Oye, tú…! – comenzó a levantarse de su puesto para seguirlo, pero fue detenido por una mano en su hombro. Se giró a observar al dueño, quien negó silenciosamente con la cabeza.

- Él tiene razón – habló tranquilamente Marik, quien lo detenía – lo mejor es que lo lleve dentro. Aún queda trabajo por hacer, deja que se encargue de Jonouchi… –

Honda sólo gruño enojado en respuesta y se levantó para caminar en la dirección contraria, su compañero siguiéndolo, mientras Seto subió los pocos peldaños que lo separaban de la cima de la torre con el chico inconsciente en sus brazos. Los demás sólo se limitaron a observar la escena de lejos, preocupados por el estado de su compañero, pero confiándole su seguridad ya que aún quedaban horas para terminar la noche y había que continuar.

Cuando Seto llegó arriba, Yugi fue el primero en acercarse corriendo a él para corroborar el estado de su amigo.

- Lo llevaré a su habitación – le comentó el más alto al ver el semblante preocupado del convocador.

- Iré contigo e intentaré revertir el daño –

- No, sólo preocúpate de la barrera - ordenó.

- Puedo hacerlo desde ahí, no hay pro… - fue interrumpido por el albino que llegaba a su lado

- No, yo lo haré. Sé que estás preocupado, pero ellos te necesitan más acá – habló, colocando una de sus manos en el hombro del más pequeño en señal de apoyo.

- Estarán bien – continuó Mokuba, posicionándose al lado de su hermano mirándolo sonriente – yo iré con ellos por si necesitaran algo –

El chico no tuvo más opción que resignarse, debía confiar en ellos. Suspiró y asintió con la cabeza para luego ver a los tres marcharse en dirección a la parte interior de la torre.

Caminaron en silencio por unos minutos, uno muy incómodo en perspectiva de Ryou. Una vez en la habitación de Jonouchi, el castaño se acercó a la cama y depositó lentamente al otro, acomodándolo lo mejor posible entre las sábanas. Si lo pensaba bien, nunca había observado al rubio con un semblante tan tranquilo y eso se le hacía extraño, demasiado silencio de su parte lo perturbaba un poco. No era a lo que estaba acostumbrado si a la relación entre los dos se refería.

Entonces se alejó de él para sentarse en el sillón más cercano, posición en la que podía observar como el albino se colocaba al lado izquierdo del chico para tomar una mano entre las suyas y cerrar los ojos, comenzando a transmitirle una parte de su poder para acelerar un poco su recuperación. Todo iluminado por una tenue luz blanca.

Por su parte, Mokuba se acercó a su hermano y lo abrazó con todas sus fuerzas, siendo correspondido por el mayor.

- Regresaste, hermano – susurró, aguantando las ganas de llorar. Recibió sólo un asentimiento del contrario y se separaron un poco. El más pequeño se sentó a su lado, mientras se transmitían en silenciosas palabras lo que no habían podido decirse en años de distancia.

Casi una media hora después, Ryou se detuvo y abrió los ojos lentamente para luego suspirar. Ya no podía hacer más o se cansaría en extremo. Quizás podría volver a intentarlo más tarde cuando durmiera un poco.

Lo demás dependía del rubio.

Observó al otro lado de la habitación, donde el castaño se encontraba sentado acariciando la cabeza del menor que se encontraba recostado en sus piernas, completamente dormido. Sonrió ante la escena, estaba contento por su pequeño amigo.

- Iré con los demás - Susurró al otro, abrió la puerta y se dirigió con los otros. El castaño sólo lo observó marcharse sin decir una palabra.

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Apenas el sol comenzó a salir la calma se dejó sentir en las afueras de la torre, por lo que los chicos comenzaron a caminar a sus habitaciones, completamente agotados. Ryou fue el primero en comenzar a descender por las escaleras a su lugar de descanso, cansado luego de la ayuda prestada. Pero vio su camino interrumpido cuando escuchó a alguien correr hacia él.

- Ryou, ven conmigo – le dijo repentinamente el pelinegro. Al instante sintió que lo tomaba con fuerza por la muñeca y prácticamente lo arrastraba por algunos pasillos, alejándose del grupo principal.

- Espera, Otogi ¿Dónde me llevas? –

- Sólo camina – respondió el chico sin siquiera mirarlo.

- No es necesario que me lleves a rastras –

- Tenemos que apurarnos, no hay tiempo que perder – fue la respuesta del otro, inquietando a Ryou que no se enteraba de nada.

- ¿Podrías explicarme de qué se trata por lo menos? – pidió el otro.

- Cuando nos encontremos con ella creo que lo entenderás por ti mismo – respondió el pelinegro sin disminuir el agarre en la muñeca del albino.

- ¿Ella? - pensó el albino, tratando inútilmente de encontrar respuestas en su propia mente. El chico delante de él se notaba extrañamente intranquilo y, por lo que pudo notar hasta ahora, enojado o más bien furioso, aunque desconocía totalmente las razones de ello. ¿Qué podría haber pasado que lo alteró tanto?

Entonces suspiró resignado, supuso que no lo sabría con certeza hasta que se encontraran con ella frente a frente. Pasaron unos minutos en los que continuaron recorriendo algunos de los pasillos de la torre, el pelinegro sumido en el silencio y el albino tratando de procesar la situación en la que se encontraban y lo que podría pasar.

- Detengámonos aquí un momento – le dijo de repente el otro y soltando al fin a Ryou quien no hacía más que quejarse de dolor en su muñeca derecha, por lo que acercó la otra mano al lugar y comenzó a curarse con algo de magia – Lo siento – mencionó suavemente al ver la zona enrojecida de su compañero por su culpa.

Ryou demoró no más de un minuto en terminar. El color rojizo no había desaparecido, pero por lo menos el dolor si – Descuida, debe ser algo importante si te tiene así. Ten más cuidado la próxima vez – pidió.

Otogi mostró una pequeña mueca de arrepentimiento y asintió – Claro… -

- ¿Ahora me puedes decir qué pasa?... Por cierto, ¿Dónde estamos? – preguntó mientras observaba a su alrededor tratando de ubicarse - aún es el piso superior, ¿son las habitaciones de los chicos? –

- Si. Esta es la zona más alejada, supongo que ella vendrá aquí – habló el otro mientras apoyaba la espalda en la pared más cercana, cruzaba los brazos y cerraba los ojos.

Ryou se volvió a preguntar qué pasaba por la cabeza de su amigo, mientras se colocaba a su lado a esperar. Si hablaba de los chicos y de una ella seguro se refería a Anzu o a la chica recién llegada ¿Mai era su nombre?

Pensándolo bien, él conocía más o menos donde quedaba la habitación de Anzu, por lo que estaba seguro que no era ella a la que esperaban.

- ¿Tiene que ver con Mai? – le preguntó a la vez que lo observaba, notando como el cuerpo del otro se tensó y abrió los ojos para mirarlo de una forma tan extraña que llegó a causarle algo de miedo – así que tiene que ver con ella… - pensó llevándose una mano al mentón – Nunca la hemos visto antes por aquí ¿Podrá ser que le haya gustado apenas la vio y quiere confesarse? – se sonrojó levemente imaginándose la situación, pero algo más le llamó la atención.

¿Era necesario que lo trajera a él también?

Agachó la cabeza y soltó un bufido, quizás su amigo solo necesitara algo de soporte y por eso lo había traído con él. Pero ¿por qué se comportaba en el camino como si estuviera furioso con alguien? ¿Serán celos de alguien más?

No pudo concentrarse más al escuchar el ruido distintivo que hacen los tacones al contactar con el suelo y una silueta asomarse unos metros a su derecha. Otogi dejó el apoyo de la pared y se giró completamente erguido a encararla, con los brazos aún cruzados en su pecho y el ceño fruncido. El albino, por su parte, seguía sin entender la situación.

- Vaya, chicos ¿qué los trae por aquí? – preguntó sonriente y con algo de coquetería la rubia una vez se detuvo junto a la puerta de su habitación. Si mal no recordaba, los dos chicos que ahora le bloqueaban el paso combatieron junto a ella esa noche y, según lo que escuchó por ahí, no eran de Domino. Esto último no le extrañaba puesto que sus ropas eran muy distintas al horrible y poco atractivo traje que ellos ocupaban y que fue dado una vez les asignaron esta misión. Estúpido uniforme, pensó,ya le haría un par de retoques para mejorarlo.

- Mai, ¿no es así? – preguntó el pelinegro frente a ella, mirándola con furia que apenas podía contener.

La chica asintió algo perpleja por la actitud del chico - ¿Por qué me miras de esa forma? – lo cuestionó y comenzó a reír a carcajadas mientras tapaba su boca con la mano derecha – Ya veo… Apenas me viste y ya te has enamorado de mí ¿quieres pedirme una ci… - sintió como el otro la jalaba fuertemente de las solapas de su chaqueta y la estampaba contra la pared a su lado.

- ¡Tú! ¡Cómo te atreves! – gritó, con Ryou tratando de calmarlo para que soltara a la chica a su lado.

- ¡Otogi, suéltala! ¿Qué pasa? –

- ¡¿Es que no recuerdas a esta mujer?! – se dirigió a su compañero sin soltar a la otra, quien apenas y podía moverse del lugar. El albino sólo pudo sorprenderse por su actitud.

- Adiós a la romántica confesión – pensó.

- ¿Quién te crees que eres para tratar así a una dama? ¡Eres un maleducado! – la rubia lo tomó de ambas manos y lo alejó, para luego arreglarse la ropa – No sé qué pasa por tu cabeza, chico, pero más vale que te controles –

- ¿Otogi? – preguntó Ryou nuevamente al ver que el otro no se movía.

- Es por ti… Ustedes y el anterior convocador… - comenzó el otro mirando con rabia el suelo – se atrevieron a hacernos algo como eso –

- ¿De qué estás hablando? – cuestionó la chica – Yo no te he hecho nada, ni siquiera te conozco - A pesar de eso, la extraña sensación de que los había visto en otro lado la embargó. Aquellos chicos, ¿de dónde los conocía?

- ¿Qué está pasando? ¡Otogi! – le preguntó Ryou casi desesperado.

- Estoy seguro que la vi a ella, Ryou – se dirigió a su compañero – ella era uno de los guardianes anteriores a los que están ahora –

- ¿Qué? –

Esto sorprendió a la rubia ¿cómo podía saberlo? Se supone que una vez el equipo completo deja la torre la memoria de todos es alterada. Aunque…

- Ahora lo recuerdo, tu eres un mago y es por eso que me recuerdas. Pero ya te lo dije, jamás te había visto – mencionó la rubia.

- Estúpida mujer, ¿es que no recuerdas el trato que nos dieron a los que alguna vez aprendimos algo de magia? – la otra abrió los ojos – Nosotros éramos una amenaza para ustedes, eso es ¿te gusta el poder no es así? ¡¿Es eso lo que temían perder si nosotros nos quedábamos aquí?! ¡Nos expulsaron de la torre! – la empujó a la pared.

- ¿Tu eres…? – abrió los ojos sorprendida, entonces comenzó a entender la situación.

- ¿Ahora si lo recuerdas? Yo aún me acuerdo de tu cara y la de tus amigos cuando nos dieron su sentencia sin escuchar palabra alguna de lo que tratábamos de decirles. Escúchame bien, jamás quisimos ser mejores que ustedes ¡todo lo que hicimos fue para proteger a nuestra gente! Sólo queríamos aprender magia y ayudar, pero ustedes no lo entendieron y nos expulsaron ¿No estábamos en una guerra contra ustedes! – el chico rio – expulsión… más bien nos condenaban a muerte ¡y ustedes lo sabían! –

La chica ladeó la cabeza ocultando sus ojos con su cabello y se mantuvo en silencio unos minutos, luego susurró algo que ninguno de los dos frente a ella fue capaz de escuchar.

- ¿Qué fue lo que dijiste? – gritó exasperado el pelinegro.

- Lo siento – volvió a susurrar, un poco más alto esta vez.

- Por favor, no vengas con eso ahora ¡¿Crees que con eso las cosas cambiarán?! Después de lo que nos hicieron recorrimos Azahar teniendo que ocultarnos y hacer lo imposible por sobrevivir cada noche, vivimos una vida miserable -

- ¡Cálmate, Otogi! – lo detuvo el albino – escúchala, sé que tiene algo que decir ¿no es así? – se dirigió a la chica, la que asintió.

- Yo no pude evitarlo, tampoco mis compañeros – comenzó a explicar con el ceño fruncido - Por si no lo sabes, desde el momento en el que somos asignados aquí se nos advierte que nuestra máxima prioridad es la torre y el convocador, por lo que instantáneamente se convierte en el líder incuestionable mientras nos encontremos en este lugar – suspiró – El convocador tiene autoridad sobre todos, es el mago más poderoso y por eso tiene la labor que le es asignada, una tan importante que sólo puede ser realizada por una persona. No podemos arriesgarnos a ponerlo en nuestra contra – los miró a ambos - ella fue la que tomó esa decisión, los convocadores tienden a tomar actitudes como esa – fue bajando la voz de a poco, hablando casi para sí misma.

- Incluso si dices eso, el actual no es así –

- No puedes decir eso cuando tan sólo lleva un mes aquí, Rebecca también tenía las mismas buenas intenciones cuando llegamos aquel primer día –

- ¿Rebecca? –

- Es el antiguo convocador, ¿cierto? – preguntó el albino. La rubia asintió.

- Todo cambió poco después de los tres años que llevábamos en esta dimensión, yo no pude hacer que se retractara de su desición. Jamás estuve de acuerdo con lo que hizo y traté de que lo olvidara, pero no pude –

- ¿Es por eso que nos dejaste el mapa mágico? – preguntó Ryou, sorprendiendo al pelinegro.

- Si, era lo único que pude hacer por ustedes –

- ¿Mapa? ¿A qué te refieres? – cuestionó su amigo.

- ¿No lo recuerdas? Unos momentos antes de salir de la torre te lo mencioné, había encontrado un artefacto extraño en la puerta de mi habitación y cuando lo activé me mostró el mapa de las afueras de la torre, el que también nos permitió formar un campo mágico para protegernos los primeros días –

El chico miró sorprendido a la rubia - ¿Tu…? –

Ella suspiró con pesadez – No tengo el mismo poder que un convocador, pero sé conjurar una barrera pequeña capaz de proteger a un grupo de personas así que guardé parte de ese poder en el artefacto para que pudieran protegerse por un tiempo –

El chico se alejó un poco de ella - ¿En verdad hiciste eso? –

- No podía simplemente quedarme observando mientras ella hacía eso y los demás la seguían sin hacer nada, sabía que estaba mal. Era mi mejor amiga, pero no podía permitirlo y ya que no pude evitar su expulsión, quise ayudarlos en la medida que mi poder lo permitiera – dijo algo avergonzada de la situación, no le gustaba mostrarse tan débil ante otros, mucho menos si son hombres.

- Gracias, Mai. Es por ti que estamos vivos ahora – sonrió el albino mientras tomaba una de sus manos.

Otogi no podía creerlo, se quedó en silencio sin saber que decir. La chica delante de él lo miraba con verdadero arrepentimiento - Siento como te traté antes – le dijo apenas.

- Descuida, entiendo que no sabías lo que pasó detrás de todo. Solo debo pedirles algo… -

- ¿Cuál? –

- Los demás no saben que yo ya estuve aquí, prefiero no mencionarlo por ahora –

- ¿Por qué? Ellos no son malas personas, nos ayudaron a volver y merecen saber la verdad. No van a juzgarte ni dirán nada –

- ¿Desconfías de mí? No soy una traidora, tengo una misión personal y para cumplirla es mejor que no sepan aún. Prometo que más adelante se los diré yo misma –

El chico dudó un momento ¿cuál era esa misión personal de la que hablaba? Pensando en interrogarla después, terminó por aceptar guardar el secreto - Esta bien –

Ryou solo asintió con duda.

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Ya por la tarde y después de un buen descanso estaban todos reunidos, a excepción del rubio, en la sala de estar del piso superior. Los cuatro recién llegados frente a los que ya estaban desde hace un tiempo, incluyendo a Mokuba, Ryou y Otogi.

- Por medio del concejo, se nos pidió reunirnos y viajar a esta dimensión para cumplir con la labor de proteger a la gente de Azahar como un apoyo para ustedes – comenzó Atem, de pie frente a los otros – hemos sido informados de lo que ha pasado desde que llegaron aquí –

- No somos sólo nosotros, el concejo solicitó el apoyo de dos magos más que llegarán aquí dentro de poco – continuó Akefia con desinterés, lo que sorprendió a los otros.

- Eso no es posible – susurró Anzu.

- ¡¿Qué tan débiles creen que somos?! – gritó algo alterado Honda levantándose en el momento.

- Calma, no se trata de eso – habló nuevamente Atem – ellos nos comentaron que usualmente son ocho o diez los guardianes que se trasladan a este lugar –

- Él tiene razón – mencionó Yugi – mi abuelo me lo comentó antes de partir. Esta vez tomaron la decisión de enviar menos gente porque las cosas estaban más tranquilas, pero al parecer se equivocaron -

- Eso representa una ventaja para nosotros también – mencionó Marik – gracias a eso podemos permitir que Jonouchi descanse lo suficiente -

- Tienes razón – todos asintieron ante la idea.

- Hablando de los que pasó por la noche – mencionó Mai – hay algo interesante que dijo esa mujer, antes de que fuera devorada por Exodia y que deberían saber–

- ¿Mujer? ¿la demonio que parecía humana? – preguntó Marik.

La rubia asintió con la cabeza y Anzu se decidió a hablar – Ella nos dijo…

Ahora soy un demonio… pero en algún momento fui humana” – recordó la chica.

- ¡¿Humana?! – se escuchó en coro por parte de procedentes de Domino. Todos estaban sorprendidos por ello, nadie jamás había oído que humanos pudieran convertirse en esa especie de criaturas.

- ¿Qué les sorprende? – comenzó Otogi totalmente relajado – se sabe de humanos que están totalmente corrompidos y que, acumulando energía maligna, son capaces de convertirse en demonios – tanto Ryou como Mokuba asintieron por lo dicho.

- Eso es cierto – habló por primera vez Seto – pero estas criaturas son distintas – aclaró, pues siendo procedente de Azahar él también creía eso anteriormente.

- Nosotros les llamamos demonios por la forma tan monstruosa que tienen, pero en realidad son simples criaturas que comparten territorio con nosotros, son así como los dragones – explicó Marik.

- Vaya, entonces eso cambia mucho las cosas… - habló algo desconcertado Ryou.

- Jamás había escuchado de personas transformándose en criaturas como esas, tampoco lo he leído en libros – mencionó pensativo Yugi.

- Eso significa que tendremos que investigar más – habló la rubia del grupo, causando que todos se miraran con cansancio - ¿Cómo un humano puede convertirse en eso? Es casi tan inimaginable como pensar que podemos convertirnos en dragones – continuó algo distraída.

- Pero eso es algo imposible… - dijo Honda desconcertado.

- ¿Lo es…? – planteó Anzu, dejando la pregunta al aire porque nadie era capaz de responderla.

Permanecieron un rato más en el lugar, alimentándose de la abundante comida sobre la mesa hasta que uno por uno fueron dejando el lugar, algunos ayudando a Miho a retirar los platos y restos de alimento. Los últimos en salir fueron Ryou, Honda, Marik y Mai.

- Iré al piso de abajo para ayudar a Miho y los demás en las cocinas ¿Qué harán ustedes? - preguntó Marik con una sonrisa.

- Tengo algunas cosas que hacer, pero me daré una vuelta por ahí si necesitan mi ayuda – ofreció el albino.

- Supongo que yo iré a mi habitación – habló Mai.

- ¿Honda? – habló el primero al notar como el otro no respondía a su pregunta, tuvo que darle un pequeño golpe en el hombro para que le tomara atención.

- ¿Eh?... ¿qué paso? – preguntó.

- Te preguntaba qué harías ahora –

- Supongo que darme alguna vuelta por ahí – mencionó mirando distraídamente al techo.

- Entonces me acompañarás – ordenó a su compañero, tomándolo de la muñeca y guiándolo en dirección a las cocinas - ¡Nos vemos chicos! – se despidió de los otros dos con la mano sobrante alzada y se giraba a ver seriamente a su compañero – Sé que estás celoso, pero ¿podrías ser menos evidente y poner más atención a lo que pasa a tu alrededor? – habló desconcertando al otro.

- No sé de qué hablas… – contestó mirando a un lado.

- No me digas… - respondió, sin creerle una palabra.

Por su parte, Mai y Ryou sólo los vieron marcharse aún sin moverse del lugar.

- Ryou – le habló la rubia una vez quedaron solos – ¿siempre ha sido así? –

- ¿Qué cosa? – preguntó sin saber a lo que se refería la otra.

Ella lo miró con algo de tristeza – Salir a recorrer el lugar, compartir con la gente de aquí… - entonces observó por donde se marcharon los otros dos – No era algo que se hiciéramos antes, siempre permanecíamos en nuestro piso… entre nuestras habitaciones, la sala de estar y el exterior de la torre... -

El otro sonrió en comprensión - Podrías acompañarlos también, la gente de aquí es muy amable – sugirió – Te llevaré allá ¿de acuerdo? -

Lo meditó unos segundos antes de aceptar que sería una buena idea - Claro, gracias -

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Atem comenzó a caminar por los pasillos del lugar sin rumbo determinado, luego de que todos se separaron hace unos minutos. A cada paso que daba, el recuerdo de las últimas palabras dadas por el concejo exclusivamente para él volvía y generaba una sensación de pesar en su pecho.

“Joven Atem, hay una misión que sólo tú debes cumplir y de la que nadie debe saber… “

Una misión especial que, estaba completamente seguro, no sería capaz de cumplir. Tampoco estaba en su voluntad cumplirla y pondría todo de sí para no tener que verse en esa situación o se volvería completamente loco. ¿Por qué escogerlo a él entonces y colocarlo en una situación como esa?

Tomó una bocanada de aire y detuvo su caminata cerca de las ventanas que daban al exterior de la torre para observar el exterior, no encontrando más que arena mirara donde mirara. ¿Es que acaso no había algo de vida en este lugar?

- ¡Atem! – escuchó que lo llamaba alguien a sus espaldas, por lo que se giró un poco alcanzando a ver como Anzu corría hacia él y, si lo analizaba bien, no muy contenta de verlo.

La chica llegó hasta posicionarse unos centímetros frente a él, para apoyarse en sus propias rodillas y tomar algo de aire, al parecer había estado corriendo un buen rato – Anzu, ¿Me estabas buscando? Te ves cansada – preguntó tranquilo el chico y por el contrario la chica lo miró, casi desafiándolo.

- No quise decirlo frente a todos, pero no los necesitamos aquí – comenzó a la chica, sorprendiendo al otro frente a ella – Si hubiese estado en mis manos, no estarías en Azahar junto a nosotros –

- ¿Qué estás diciendo? Nuestra misión es apoyarlos si algo pasa, lo sabías incluso antes de que ustedes llegaran aquí –

- Los refuerzos jamás fueron llamados antes, ¿qué es lo que tuviste que hacer para que el concejo decidiera su transferencia? – preguntó enojada.

- Ninguno de nosotros intervinimos en eso ¿Qué es lo que te molesta tanto? –

- ¡Tú! no eres bienvenido aquí –

Tan sólo esa corta frase le aclaró las cosas al otro, entendiendo que la chica no se refería exactamente a la misión en ese lugar – Me lo han dicho tantas veces, que esa frase ya no causa algún efecto en mí. No conseguirás que me marche tratando de herirme de esa forma, no sé por qué te molesta que esté aquí pero ya no puedo irme  – el chico comenzó a darse la vuelta con claras intenciones de marcharse del lugar.

Anzu apretó los dientes – Detente, ¿crees que no me di cuenta a lo que aspiras? –

- ¿De qué hablas? – preguntó mirándola de soslayo.

- Eres el único hijo de una familia completamente destruida por las acciones de tu padre, no tienes absolutamente nada y por mucho que trabajes, no conseguirás más que eso. Eres parte de lo más bajo de la sociedad, ni siquiera sé qué hacías en una escuela como la nuestra -

- No tienes el derecho a hablar así de mí, mucho menos metas a mi familia en esto – comenzó a enojarse el otro.

- Sólo estás utilizando a las personas a tu alrededor para evitar ese destino y yo no voy a permitir que lo hagas –

- Anzu, no sigas… -

- ¿Entonces qué? ¿Te acercarás a Yugi y lo usarás también? Sabes perfectamente que es el nieto del presidente y, por lo tanto, tiene mucho poder en nuestra dimensión– se acercó más al otro –

- Jamás he tenido esa clase de intenciones -

- Te he visto… como intentas acercarte a él simulando ser un buen chico – comenzó a alzar la voz, completamente irritada.

- ¿Eso es lo que crees? – preguntó en voz baja, mientras dirigía la mirada hacia el ventanal a su lado.

- No lo creo, estoy segura. Y No voy a permitir que sigas haciéndolo –

- Basta… -

- Siempre estas a su alrededor, interviniendo en su vida, pero no eres más que una molestia para él por lo que no deberías… - calló al ver la expresión del otro.

Pasaron unos minutos de silencio hasta que fue interrumpido por el otro - ¿Soy una molestia…? – susurró algo perdido.

La chica se sorprendió al verlo la expresión del chico frente a ella - ¿Atem…? –

El otro miró hacia un lado, con un semblante triste en su rostro - ¿Él te lo dijo? -

La chica se quedó sin palabras al ver el semblante preocupado y triste del otro, gesto que Atem interpretó como afirmativo.

Bajó la cabeza - Yo siempre tuve claro que somos de mundos distintos, que en mis manos no había nada que pudiera ofrecerle. Es por eso que siempre me mantuve al margen de todo, observando de lejos todo a su alrededor y asegurándome de que todo estuviera bien mientras pudiera hacer algo, pero jamás quise causarle molestias o hacerle daño –

- No te creo… - susurró, tratando aún de aferrarse a la molestia que sentía por el otro.

- Siempre he tenido claro de dónde vengo, en la escuela me lo recordaban todos los días –

- Eso fue porque… -

- Como dijiste, la situación en la que estoy yo y mi familia no es la mejor, pero estoy satisfecho con lo que tengo. Sé que no puedo aspirar a más y no necesito más –

- Atem… - trató de continuar, pero estaba cambiando de opinión.

- Lo único que he deseado más allá de mi posición es permanecer cerca, es lo único egoísta que te pido ahora. Si soy sincero, ya había notado lo que pasaba contigo, pero jamás quise interponerme en eso. Jamás podría ser feliz conmigo… -

Se llevó una mano a la cara, contrariada - ¿En qué momento pensé que él era un mal chico? – comenzó a cuestionarse, con la furia en su interior comenzando a disminuir - ¿Furia? ¿Por qué furia? Esos definitivamente eran celos… -

Estaba sin poder creer lo que oía, comenzando a recapacitar y en cierta forma compadecer al chico frente ella ¡Todo lo que había creído sólo era producto de los celos que sentía! ¡Celos!

Recordó cuando el rubio le dijo que no podía ser egoísta en esa situación, no podía pensar solo en ella. Esa era la razón por la que no quería que el equipo de refuerzo llegara, sabía que Atem era uno de ellos y lo peor… es que sabía que no tendría oportunidad alguna con él aquí. Ella recordaba cada vez que su amigo se distraía unos segundos al verle a través de la ventana que daba al patio de prácticas, sólo para observarlo y sonreír como un tonto.

Bajó la cabeza con algunas lágrimas acumulándose en los ojos – Lo siento, haberte juzgado de esa forma… - Se había auto convencido de que no era alguien bueno, sólo dejándose llevar por las apariencias. No era mejor que el resto de la escuela, aquellos que habían ignorado completamente a Yugi cuando aún no sabían quién era.

- Descuida, no eres la primera. Ya estoy acostumbrado, en Domino siempre fue así – habló con como si no le importara – Bien, iré a conocer el lugar. Nos vemos después – y se giró para marcharse a paso lento.

Anzu lo observó irse en silencio. Ya no había más que decir.

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Yugi entró en silencio a la habitación de su durmiente amigo, la cual se encontraba vacía y en completa oscuridad. Se acercó a la cama del otro y tomó una de sus manos, no hubo reacción alguna de parte del otro.

Qué ironía, pensó. Hace días estaban lugares contrarios, el rubio cuidando de él mientras descansaba. “Es lo que hacen los amigos” le había respondido el otro cuando trató de agradecérselo al día después.

Entonces comenzó a transmitirle un poco de su poder, al igual como lo habían hecho Ryou y Seto horas antes, aunque de esto último sólo él se había percatado. Suspiró ante el recuerdo del serio chico y lo que podía llamar la “relación” que mantenía con el rubio frente a él. No es que fueran muy amigos, siempre se habían llevado de la misma forma. Pero él no era tonto, sabía que detrás de tanta palabrería ofensiva y señales de mutuo desprecio había algo oculto, que ninguno de los dos quería admitir. Jonouchi estaría más animado que de costumbre ahora que él estaba aquí, de eso estaba seguro.

Pero debía despertar primero.

Cerró los ojos y escuchó pisadas acercándose, luego el sonido de la puerta que comenzaba a abrirse para dar paso al castaño de ojos azules. Lo miró con una pequeña sonrisa mientras el otro ingresaba y dejó nuevamente en la cama la mano de Jonouchi, alejándose del chico.

- He intentado darle un poco más de mi poder para que despierte – le comentó suavemente el tricolor - ¿Podrías quedarte para cuidarlo? – el otro sólo asintió en silencio – No es necesario que vayas con nosotros por la noche, podremos arreglárnoslas… -

- Claro – habló quedamente el otro.

- Si pasara algo comunícate con nosotros por favor – le dijo antes de abrir la puerta y salir de la habitación.

Comenzó su recorrido a través de los pasillos más externos de la torre, observando el desolado exterior iluminado sólo por el sol y deteniéndose cada vez que se acercaba alguien de Azahar a saludarlo.

Al rato después, no pudo evitar reír al darse cuenta de que en sus manos terminó cargando una cesta de frutas, algunas golosinas, un pastel y un pequeño ramo de flores, cortesía de la gente que se detenía a hablarle amablemente y algunos niños sonrientes a saludarlo. Apenas podía cargarlo todo, así que decidió marcharse a su habitación para dejar sus cosas.

Fue en medio del camino de vuelta que oyó que alguien lo llamaba, por lo que giró para encontrarse con un sonriente Ryou que llegaba a su encuentro - ¿Pasó algo?

El otro negó con la cabeza – en realidad, vengo a pedirte un gran favor –

- ¿Un favor? –

- Bueno… - comenzó el otro levemente avergonzado – sé que los conocimientos sobre magia en Azahar son escasos y yo quiero aprender algo más, así que ¿podrías ser mi maestro y enseñarme? –

- ¿Enseñarte magia? Pero yo sólo sé de barreras de protección y magia de curación, el resto no lo manejo tan bien como quisiera –

- Exacto – sonrió el otro – he aprendido que ese tipo de magia es mi fuerte y quiero reforzar esos conocimientos. Quizás en un futuro puedo serte de más ayuda, para que algunas noches puedas descansar también -

- Ryou, no es necesario que lo hagas por eso… -

- Esa es sólo una de las razones. Lo he pensado bien, pero si es una carga más para ti no lo hagas –

- Por supuesto que no, te enseñaré –

- Gracias – mencionó alegre el albino.

- Podemos comenzar ahora, pero primero debo dejar algunas cosas en mi habitación – dijo señalando las cosas que llevaba – Luego podemos comenzar con ello. Por cierto, ¿Quieres algo de esto? No seré capaz de comerlo todo solo -

- Es demasiado, pero quizás una manzana estaría bien… - rio mientras tomaba la fruta y posteriormente le daba un morisco, sin detenerse.


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