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Dimension War por Anotherdim07

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Después de guardar todas las cosas que la gente le había dado anteriormente al tricolor, ambos caminaron por los pasillos en busca de un lugar para comenzar la práctica en tranquilidad. La verdad es que había muy pocos lugares desocupados en los que pudieran hacer y deshacer con magia sin ser molestados, considerando que la torre contaba con las habitaciones necesarias para la cantidad de gente que habitaba en ella y ningún espacio era desperdiciado.

- Recuerdo que hay una biblioteca a unos pasillos de aquí, podemos practicar ahí – mencionó el albino algo pensativo – Es muy poca la gente va a ese lugar, por lo que quizás nos pueda servir para empezar –

- ¿Una biblioteca? ¿Qué clases de libros tiene? – preguntó Yugi a su lado.

- Nosotros le llamamos biblioteca pero sólo cuenta con unos pocos libros para niños y alguna que otra novela, porque los libros de magia fueron quemados una vez el convocador los descubrió en nuestro poder – se lamentó Ryou.

- No puedo entenderlo… - agachó la cabeza – Ustedes son una ayuda para nosotros y no precisamente un estorbo. Es gracias a su apoyo que los chicos no terminan tan agotados como era en un inicio, por lo que no es mala idea que parte de la gente de aquí aprenda magia también – miró al otro.

- Era lo que queríamos lograr esa vez, lástima que resultó en todo lo contrario. Después de eso nadie se atrevió siquiera a mencionar el tema o interesarse por la magia – suspiró – Es aquí a la izquierda, sólo quedan unos minutos – mencionó una vez comenzaron a acercarse a uno de los pasillos más exteriores, donde se encontraban los ventanales que mostraban el árido paisaje de las afueras. Era media tarde, por lo que el sol aún era capaz de iluminar gran parte del área.

Una vez giraron a la izquierda, el tricolor se detuvo en su lugar y regresó unos metros hasta esconderse en el pasillo por el que venían. Se apegó a la pared, casi sosteniéndose en ella y en voz baja le habló a su compañero – Ryou… ¿Este es el único camino para llegar allá? –

El otro se giró a observarlo estático a unos centímetros delante del menos, quien le miraba algo incómodo – Hay otro, pero debemos dar la vuelta completa a la torre por lo que perderíamos mucho tiempo y se haría de noche – se acercó a él - ¿Pasa algo? ¿Hay alguna razón por la que no quieras ir por aquí? -

Yugi lo tomó de la mano y lo acercó hasta el pasillo en el que se encontraba, escondiéndolo de la mirada de todo aquel que transitara por el camino de los ventanales. Estaba algo tembloroso y se tomó algo de tiempo para hablar – Es… por la persona que está ahí, en el pasillo – dijo con un leve sonrojo y en voz muy baja, Ryou alcanzó apenas a escucharlo. Este último se soltó del agarre del otro y se acercó a mirar de forma discreta.

Unos metros más allá se encontraba un chico de unos diecinueve o veinte años, mirando estático a través de los ventanales al exterior y con un semblante que a esa distancia era incapaz de descifrar. Afortunadamente no se había percatado de la presencia de los dos. Ese chico era… - ¿Atem? – Miró al otro, quien no despegaba sus ojos del suelo - ¿lo estás evitando? -

Yugi negó con la cabeza y comenzó a ponerse algo nervioso – No es eso –

- ¿Entonces? – quiso saber, acercándose a él.

El chico tomó una bocanada de aire – A veces siento que él quiere alejarse lo mayor posible de mí, sólo no quiero incomodarlo –

- Él quien te salvó esta noche ¿cierto? – El otro asintió – Te mantuvo a salvo, ¿por qué querría salvar a alguien al que no quiere acercarse? – cuestionó incrédulo.  

– Pero no es como si él tuviera otra opción, por órdenes superiores ellos deben cuidar siempre de mí. Por lo menos hasta que pueda ser sustituido – comentó algo triste.

 - No digas eso, aún cuando no fueras el convocador cuidaríamos de ti y de los otros – trató de reconfortarlo, aunque no estaba seguro de si tenía efecto en el otro – pero… ¿Qué es lo que pasa? Yo no los conozco demasiado, pero no vi aversión en sus ojos cada vez que te miraba – todo lo contrario, pensó.

El otro suspiró - Sólo habla conmigo en las presentaciones oficiales y si se trata de la misión que nos dieron, cuando me atrevo a preguntarle algo para iniciar algún tipo de conversación sólo responde con monosílabos y estoy seguro de que sólo es por cortesía – Ryou vio como el otro comenzó a mostrar un semblante más nostálgico y triste – Cuando nos volvimos a encontrar sentí como si las cosas no hubieran cambiado, como tú lo dijiste, pero desde esa vez no me ha dirigido la palabra –

- ¿Tienes alguna idea del porqué? Quizás son suposiciones tuyas… - el otro negó, interrumpiéndolo.

- Cuando llegué a la escuela de magia por primera vez, nuestra relación era muy distinta a la que tenemos ahora, por lo menos yo lo sentí así. Las cosas cambiaron cuando se supo quién era yo – hizo una pausa, mientras bajaba apoyado en la pared hasta sentarse completamente en el suelo y doblaba las rodillas para apoyar su cabeza y brazos en ellas - Sabía cómo eran las cosas, por lo que en un inicio decidí no decir nada sobre mí o mi familia – continuó.

- ¿Eres alguien importante en Domino? – preguntó asombrado el otro.

- Mi abuelo es el presidente de Domino y además, el director de la escuela de magia a la que asistimos. Todo ahí se guía por apariencias así que no consideré adecuado presentarme por completo. Siempre me he criado en soledad, pero quería tener amigos que me quisieran por mí y no por lo importante que era mi familia –

Ryou se acercó más a él y se sentó en el suelo a su lado, apoyando la cabeza en la pared – Vaya, uno piensa que las cosas son más fáciles en ese lugar, ¿qué pasó entonces? –

- El primer día nadie de la clase excepto Anzu se acercó a mí, pasé completamente desapercibido – rio irónico – Unos días después, comenzamos las prácticas de magia avanzada y fue cuando nos conocimos Atem y yo… –

Eran casi las diez de la mañana y se encontraban en el campo posterior, la zona más alejada de la escuela, unos treinta chicos de diferentes edades. No importaba de la familia o clase que procedieran, todos los que se encontraban ahí poseían un dominio más avanzado de los distintos elementos mágicos.

Yugi miró a su alrededor, chicos desde los quince hasta veinte años que parecían ya conocerse entre sí se encontraban conversando amenamente esperando que la clase comenzara mientras él estaba solo. Era normal, pues él había ingresado a mitad del año y Anzu, quien era la única con la que había podido entablar algún tipo de conversación, no se encontraba allí pues poseía un manejo de magia más básico.

Pronto llegó el guía de la clase, un mago ya entrado en edad vestido con extrañas ropas que a cualquiera parecerían impensables de usar. Se dirigió a todos explicando la dinámica del día y enfrente de todos aparecieron unos quince bloques de mármol de unos dos metros de altura, que debían ser convertidos en alguna criatura que conocieran. Eso no sería tan difícil, sólo debía replicar lo que había hecho hace unos días junto a su compañera pero a una mayor escala y con otra forma. Lástima que el trabajo debía ser realizado por parejas.

Suspiró con pesadez y volvió a observar a su alrededor, la mayoría comenzando su trabajo de inmediato al haber formado parejas. Sólo habían pasado unos minutos desde que el guía dio las instrucciones de la clase y él había perdido toda oportunidad de realizar el trabajo con alguien más.  

Antes de llenar el formulario de ingreso a la escuela no pensó que sería tan difícil sociabilizar con otros chicos de su edad, estaba pensando que quizás debió escuchar esa vez que su abuelo le aconsejó que continuara sus estudios en casa cuando se fijó que alguien con facciones similares a las de él se encontraba alejando de la multitud de chicos unos metros más allá. Le llamó la atención cómo nadie se acercaba a él o siquiera le dirigían la mirada, era un ser invisible ante los ojos de la gran mayoría de chicos en ese lugar. Lo más extraño es que parecía que el chico ya lo tenía asumido pues no se inmutaba con la situación, ni trataba de encontrar un compañero propio para la tarea, simplemente se alejo unos pasos en silencio y se sentó tranquilamente en el suelo bajo la sombra de un árbol cercano.

Yugi se preguntó que podría haber causado tal actitud de parte de los demás. No le extrañaba en demasía puesto que él había pasado por lo mismo, pero lo suyo y esto era en dimensiones distintas. El existía en ese mundo aunque carecía de valor para el resto, pero ese chico era un ser invisible a los ojos de los demás. Entonces, se dijo a sí mismo que ahora no importaban las razones detrás de ello pues entre seres sin valor podrían comprenderse.

Ya descubriría las razones después.

Decidido, se acercó en silencio y ligeramente avergonzado, pues las relaciones sociales no se le daban tan bien. El chico giró la cabeza hacia él una vez lo tuvo cerca.

- ¿Estás solo? – el desconocido lo miró serio por unos segundos y asintió sin decir una palabra - ¿Harías pareja conmigo? –

- No te conviene estar cerca de mí, es mejor que lo hagas solo o formes un trío si no hay nadie más – le habló dirigiendo su mirada a cualquier lugar menos a él, sorprendiendo al chico.

- ¿Por qué lo dices? –

- Eres nuevo ¿no? – Yugi asintió – No te acerques a mí si no quieres ver mermada la posibilidad de acercarte a otras personas o ser alguien aquí – Apoyó su cabeza en el árbol tras él – No tengo muy buena fama, si no te has dado cuenta -

¿Por qué?... Se preguntó otra vez a sí mismo, mientras observaba la soledad que transmitían los ojos del otro. No parecía una mala persona, quizás es por su familia…

Tomo una bocanada de aire, quizás era el momento de cambiar todo eso, él sería su primer amigo.

- Vamos – lo tomó de la muñeca con una brillante sonrisa y prácticamente lo levantó para luego arrastrarlo al único bloque que no había sido alterado aún. Sólo escuchó un intento de negación del otro, pero más sorprendido que nada se dejó guiar por el chico.

A Yugi no le extrañó cuando varios de los chicos que se encontraban más cerca comenzaron a mirarlo de forma extraña y a murmurar entre ellos, sólo unos pocos hacían caso omiso de la situación – Te lo dije – habló el otro soltándose – déjame sólo, ya le pediré al maestro que me de otra tarea… - se sorprendió cuando el otro dirigió un brazo hacia él con mirada decidida.

- Mi nombre es Yugi, tengo dieciocho años, soy estudiante de segundo año y mi especialidad es la magia curativa. Es un gusto – sonrió el chico - ¿Quién eres tú? –

El desconocido no podía creer la terquedad del otro, sabía que en algún momento iba a alejarse como todos los demás. Se tomó un tiempo antes de tomar la mano del otro y estrecharla, resignándose por el momento – Atem, diecinueve años, también de segundo año – habló, observando de reojo las caras que ponían los otros por el encuentro que se llevaba a cabo –

- ¿Segundo año? – comentó sorprendido - ¿Cómo es que no te había visto antes? –

- Soy del curso B –

- Cierto, yo soy del curso A – rio algo avergonzado.

- Mira Yugi, se que… - trató de hablar.

- ¿Crees que un dragón estará bien? – se giró a observar el bloque, interrumpiéndole y de paso, no prestando atención a lo que trataba decirle.

- Espera, antes que eso… -

- Es algo grande pero entre los dos podremos hacerlo, quedará muy bien – comentó animado y se giró al otro, que se encontraba sin palabras – Pero si tienes otra sugerencia podemos hacerlo, es que es la única criatura extraña que he podido ver de cerca – bajó un poco el volumen de la voz.

Con esto último, Atem se olvidó de lo que intentaba decirle antes y sorprendido le preguntó - ¿Has visto dragones? –

Yugi se alegró al ver que había podido lograr un cambio del tema inicial – Solo unos pocos en realidad, pero hay uno que conozco prácticamente desde que nací – recordó con algo de nostalgia.

- ¿Eres capaz de invocarlo? – Yugi asintió con una sonrisa – Eres increíble, poca gente es capaz de hacer un contrato como ese – alabó.

- Lo más importante es el lazo que estableces con uno de ellos, puesto que formar un contrato significa una unión cooperativa entre los dos. Formas una especie de lazo afectivo – habló emocionado.

Se generó un silencio entre ambos que duró por algunos minutos, Atem solo miraba impresionado al otro – No es algo tan fácil, se sabe que no forman lazos con cualquier persona – comentó mientras se acercaba más al bloque de mármol, dimensionándolo.

- Eso es porque la mayoría de la gente ve a los dragones como criaturas que puedes utilizar a tu antojo –

- No es así, los dragones prácticamente pasan a convertirse en uno más de la familia… Ellos no te juzgan por nada más que por ti mismo… - comentó concentrado mientras Yugi lo observaba con interés, pues muy pocas personas pensaban como él respecto a ese tema.

Sonrió, pensando que no podía ser un mal chico y tuvo una extraña sensación de felicidad dentro de sí. Pensó que simplemente era por encontrar a alguien que pensara igual que él.

Pronto, pequeños destellos de luz comenzaron a aparecer en las zonas más cercanas a ellos producto de la magia aplicada sobre los otros bloques – Creo que es hora de comenzar – dijo el menor, observando a su alrededor emocionado.

- Tienes razón… - Entonces Atem le dedicó una sonrisa que descolocó un poco al chico a su lado y que, por alguna razón, le provocó un diminuto sonrojo.

Minutos después de acordar la forma que tendría la escultura, ambos colocaron la palma de sus manos en el bloque y no tardó en aparecer la luz que terminó por dar forma a la imponente figura de un dragón alzando sus grandes alas y dirigiendo su mirada al cielo con toda la nobleza propia de su raza, enseñando su poder a todo aquel que le viera. Más de algún chico a su alrededor quedó impresionado con el resultado, mientras el guía alababa la creación de ambos chicos pues los demás sólo se habían limitado a pequeños animales o personas sin mucho detalle.

Por su parte, los chicos sólo podían admirar y sonreír con orgullo ante su trabajo en conjunto. Demás está decir que esa no fue la última vez que se vieron en la escuela, ya que compartían varias clases avanzadas. En algún momento intentó presentarle el chico a Anzu, pero ella parecía un poco reacia a la compañía del mayor y se alejaba de Atem en cada ocasión que podía o simplemente le ignoraba como los otros. Aunque cuestionó las razones detrás de ello, la chica sólo mencionó que evitara un encuentro entre ambos y, cuando se lo comentó a Atem, extrañamente le dio la razón.

- Te mencioné que no tengo buena fama aquí por la que todos hacen como si no existiera, así que por favor no la presiones ni te enojes con ella por hacerlo – le había dicho el chico sin inmutarse, mientras realizaban la práctica de magia avanzada. Yugi sólo podía lamentarse por ello, no quería que dos personas que eran importantes para él se desconocieran de esa forma – No pongas esa cara, Yugi – llevó una de sus manos a la mejilla del menor -No quisiera que la única persona importante para mí en este lugar esté siempre triste, sólo me haría pensar  que serías más feliz compartiendo tu tiempo con alguien más, lejos de mí – habló preocupado esta vez.

- ¡No digas eso! – contestó alzando la voz y asustando levemente al otro, quien inmediatamente alejó su mano.

- Lo siento… -

Yugi varias veces intentó obtener explicaciones de parte del otro, sobre las razones que tenían los demás para ignorarlo de esa forma. Atem sólo contestaba que su familia era demasiado pobre para un lugar de ricos como ese.

Pero él sabía que había mucho más detrás de eso, pues notaba cuánto le estaba afectando profundamente aunque no lo admitiera. Y por esa razón no lo volvió a mencionar.

Además, sentía que la expresión y el vació en la mirada del otro ante sus cuestionamientos le provocaba un sentimiento de tristeza muy profundo.

En los días que siguieron, comenzó a dividir su tiempo entre Anzu y Atem. Ambos eran preciados amigos, pero la castaña se rehusaba a un encuentro entre los tres y el mayor decía respetar eso, aún  si Yugi no lo entendía. Y una vez olvidado el asunto de la ignorancia de los demás hacia Atem, los momentos compartidos entre ellos se volvieron más alegres. Yugi comenzó a darse cuenta poco a poco de los cambios en él, cómo su corazón parecía azotarse contra su pecho con sólo mirarlo o el aumento de la temperatura en sus mejillas con tan sólo escuchar su nombre.

Es así como pasaron cuatro o cinco meses cuando todo cambió. Cierto día se hizo un evento importante en la escuela, por lo que el actual presidente debía estar presente todo el día. Yugi tuvo que permanecer gran parte de la mañana alejado de la vista de su abuelo o todos sabrían el secreto que tanto ocultado.

Suspiró y se apoyó en la pared posterior del cubículo en el que se encontraba, cansado de huir había terminado por esconderse en el baño del tercer piso. Solo serían unas horas más y podría circular libremente de nuevo, estaba cansado de tanto correr.

Escuchó como golpeaban levemente la puerta, asustándolo – Yugi, ¿Estás bien? –

Esa voz… ¿Atem? - Sólo estoy en el baño, ya sabes… - trató de sonar avergonzado por la situación.

- No me vengas con eso – mencionó incrédulo – te he observado desde el comienzo de la jornada ¿de qué estas huyendo? –

Resignado por haber sido descubierto se acercó a la puerta y quitó el seguro, para abrirla tan sólo unos centímetros y mirar al chico al otro lado – lo siento, me pongo algo nervioso con tanta gente alrededor – mintió, sintiéndose culpable por eso aunque Atem pareció tranquilizarse.

- Ya todos han comenzado a marcharse – le dijo tranquilizadoramente y con una cálida sonrisa que hizo sonrojar al chico frente a él, luego extendió una mano invitándolo a salir – puedes estar tranquilo, yo voy a acompañarte, o podemos ir a un lugar más tranquilo. No puedes pasar toda la mañana en el baño –

Yugi rió por lo dicho y se tranquilizó un poco pensando que si ya todos se retiraban es porque la gente importante ya no estaba ahí – está bien – tomó la mano ofrecida y salió.

Cuando caminaron un par de pasillos y dieron un par de vueltas se dio cuenta cuan equivocado estaba al escuchar una conocida voz que lo llamaba acercándose. Al principio sólo quería salir corriendo y simular que no había escuchado nada, pero sólo causaría un escándalo mayor ante la persistencia del otro para acercarse a él.

Se detuvo repentinamente, causando que Atem lo mirara con curiosidad por ello. Entonces escuchó como nuevamente era llamado y pudo observar con desesperación como algo se rompía en la mirada del otro, después de descubrir cómo le había mentido.

Se giró para encontrarse frente a frente con su abuelo, quien había captado la atención de todo el mundo a su alrededor al llamarlo por su nombre. Tragó saliva nervioso, con el pecho oprimido y apretó los dientes ¿qué iba a pasar ahora que todos sabrían la verdad?

Atem jamás le perdonaría el haber ocultado algo como esto, aun más cuando trataba de hacerle entender que nadie debía juzgarlo por las personas a su alrededor. No cuando Yugi vivía la situación contraria a la de él ¿Dónde quedaría su credibilidad?

- ¿Qué haces aquí? – le preguntó lo más bajo posible al anciano. Observó al chico a su lado, encontrándolo completamente estático y con un semblante sombrío mezclado con algo de tristeza.

¡Diablos!

- ¿No puedo pasar a saludar a mi nieto? – preguntó con una sonrisa el mayor, sorprendiendo a la gran cantidad de estudiantes alrededor de ellos.

Estaba perdido, amaba a su abuelo pero esto era lo peor que podía pasarle. Más aún cuando sintió como Atem hacía una pequeña reverencia a la autoridad, daba media vuelta y se marchaba en la dirección contraria. No dudó ni medio segundo en seguirlo.

- Lo siento abuelo, ya hablaremos después. Nos vemos en casa – mencionó en voz baja y se giró ignorando las protestas del anciano para seguir al otro chico, que había desaparecido en el tumulto de gente. Corrió lo más rápido que pudo hasta alcanzarlo en uno de los pasillos más alejados, donde afortunadamente no había tanta gente. Pero cuando logró tomarlo del brazo el otro inmediatamente se soltó de su agarre y se detuvo sin darse la vuelta - ¿Atem? – el aludido sólo se giro levemente para mirarlo serio e imperturbable, Yugi retrocedió un poco de la impresión.

Pero no dijo absolutamente nada y continuó su camino, dejando al menor estático en el pasillo y con lágrimas acumulándose en los ojos que minutos después y en completa soledad fue capaz de dejar caer.

Sentía el corazón totalmente roto.”

- … después de eso la gente comenzó a acercarse más a mí, pero el continuó aislado de los demás – una lágrima comenzó a deslizarse y cayó al suelo – cuando nos veíamos en los pasillos o en algún otro lugar sólo había un pequeño gesto de respeto hacia mí, siempre que necesité ayuda estaba a mi lado pero luego se marchaba –

Ryou vio como el chico había comenzado a llorar en silencio, por lo que deslizó su brazo derecho sobre los hombros del menor y lo acercó a él, tratando de reconfortarlo – Es una persona importante para ti… - afirmó en voz baja.

El otro asintió con la cabeza y continuó – En un momento, dejó de importarme el que nuestra amistad se haya roto… yo solo quería que no estuviera solo – sollozó – Siempre traté de que alguien más se acercara a él, pero sabía que a cualquiera que se lo pidiera lo haría por las razones equivocadas –

El albino suspiró, entendiendo la situación - ¿Qué tal si intentas acercarte a él ahora? – Yugi abrió los ojos algo sorprendido y con lágrimas aún cayendo por su cara – pasarán todo su tiempo aquí, no hay tiempo para rencores ni malos entendidos, tampoco para esconderse – le sonrió y tomó una pequeña pausa – No puedes simplemente rendirte sin pelear por la persona que amas… -

Yugi solo escondió la cabeza en el regazo del otro, volvió a llorar y asintió una vez… y un par de veces más.

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-  Vaya, la gente es muy animada aquí – habló una sorprendida Mai mientras miraba a su alrededor y a todas las personas que se encontraban ahí, por lo menos unas quince si contaba. Tomó uno de los platos limpios a su lado y comenzó a secarlo con el trapo que antes le habían entregado. Se encontraban los tres en las cocinas, un lugar muy amplio y con algunas pequeñas habitaciones que servían de bodega para los suministros y alimentos.

- Al principio yo también me sorprendí – habló sonriente Marik a su lado, ejecutando la misma acción que ella – Pensé que sería otra su actitud al estar tanto tiempo encerrados en un solo lugar y en un ataque constante de parte de los monstruos allá afuera, pero era lo contrario. Ellos formaron lazos fuertes entre ellos y trabajan en conjunto para llevar una vida lo más amena posible dentro de la torre – llevó el plato que secaba hasta una pequeña repisa de madera para depositarlo junto a los otros.

“Todos nosotros estamos condenados a una vida de monotonía y ellos, por quedarse completamente estáticos ante lo adverso e intentar simplemente continuar con vida, son los culpables de eso… ”

Mai apretó los dientes ante el recuerdo de las palabras dichas por la que alguna vez fue su mejor amiga. “¡Esto no es más que un castigo!” le había dicho Rebecca entre lágrimas poco antes de comenzar una noche más de batallas, en algún momento de sinceridad y con lo último de su lucidez. Ella siempre estuvo en total desacuerdo con ello.

Apretó el vaso que sostenía entre sus manos y cerró los ojos en frustración, pero luego tuvo que abrirlos rápidamente al escuchar la vajilla romperse en pedazos al caer al suelo y un grito.

- ¡Honda! ¡Es el quinto plato que rompes! – gritó Marik al castaño, en modo de regaño.

- Era sólo un plato – respondió en el mismo tono el aludido – No molestes –

El otro completamente enojado lo tomó de la ropa y lo acercó a él - ¿Sabes cuánto le cuesta a la gente de aquí un plato como el que acabas de romper? – habló en voz baja, furioso – los recursos aquí no son fáciles de conseguir, no dentro del radio en el que pueden moverse –

Honda se soltó del agarre de forma brusca y alejó al otro con un golpe algo brusco en el pecho, tanto que el otro tuvo que sostenerse de una mesa para no caer al suelo. Honda se mantuvo en silencio, luego soltó el aire retenido en sus pulmones y trató de serenarse, pues no podía desquitarse con su compañero, menos de esa forma – lo… siento – dijo en voz baja y entredientes.

Mai sólo miraba la escena estática, pero ninguno de los chicos decía o hacía algo ahora - ¿Qué es lo que está pasando? – se atrevió a preguntar, acercándose casi de forma maternal a los otros dos. El pelicenizo suspiró y llevó una mano a su cabeza, el castaño miraba el suelo con los brazos cruzados. Ninguno de los dos era capaz de responder a su pregunta, por lo que se acercó al segundo y apoyó la palma en su hombro, sonriéndole de forma conciliadora- ¿Quieres contarme lo que te sucede? –

- Cuéntale, ella es una chica… – habló más tranquilo Marik – podrá aconsejarte mejor que yo –

- No es nada… - comenzó Honda.

- Por nada no te distraes y se te caen las cosas de las manos – le habló la rubia, levantando una ceja.

- Está celoso porque Anzu salió corriendo tras Atem y lo ignoró completamente cuando intentó preguntarle algo – terminó por confesar el pelicenizo, causando que el otro lo mirara con furia.

- ¡Oye! –

- ¿Te gusta Anzu?– comenzó a reír la chica - Vaya que tienes buen gusto -

- No te burles de mí… - le respondió, con un leve sonrojo.

- Le gusta desde que entramos a la escuela… -

- Cierra la boca, Marik – le regañó el otro – o contaré tus secretos también –

El aludido decidió guardar silencio y miró hacia otro lado, con actitud inocente – no sé de qué hablas… -

- Calma… calma – habló la chica, entre medio de ambos – primero con lo tuyo, luego me cuentas lo de Marik – le comentó en tono cómplice al castaño, causando que comenzara a reír.

- ¡Ustedes dos! -

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Dos horas después el sol comenzó a ponerse en el horizonte y todos comenzaron a prepararse para la noche venidera, excepto dos de ellos. Se encontraban en la azotea rodeados de un ambiente de tensión.

Anzu se mantenía con un semblante de preocupación y culpa por lo ocurrido horas atrás con Atem, pensando en cómo podría remediar las cosas en un futuro. Sólo ver cómo había cambiado la expresión del chico ante lo último que le había dicho esa tarde la mantenía con un poco de angustia.

Por su parte, Yugi se mantenía un poco más tranquilo después de haber soltado lo que sólo conocía su mejor amigo y quien no podía ayudarlo en ese momento. Aún sentía los ojos algo hinchados después de llorar, pero se había asegurado con Ryou de que no se notara más de lo necesario. Aunque había alguien que si lo había notado y que, aunque apenas podía tratar con su propio desasosiego, lo observaba constantemente en busca de la razón que lo podría haber hecho llorar.

- No puede ser que eso esté pasando tan pronto ¿o sí? – pensaba Atem mientras desviaba la mirada del otro. Si seguía observándolo Yugi se daría cuenta y Anzu volvería a reprocharle que lo estaba molestando nuevamente.

Unos metros más allá, los ánimos entre los dos chicos y Mai se habían calmado. Aunque guardándose algunas cosas, Honda le había contado un poco de su historia y ella había podido aconsejarle.

Marik solo se mantenía nervioso ante la amenaza constante del castaño por soltar información.

- Debido a la situación de Jonouchi, Seto se hará cargo de su cuidado mientras estemos aquí – habló Yugi, causando cierta molestia en Honda ante el recuerdo de la noche anterior.

- ¿Por qué ese engreído debe ser el que se quede? – reclamó – solo se está aprovechando e la situación para no hacer su trabajo –

- Calma Honda – trató de tranquilizarlo Mai.

- Como quieres que… -

- Honda… por favor – le habló suavemente Yugi tratando de calmarlo, pues no se sentía con las mejores energías para discutir.

Mucho menos con un amigo.

A Honda le pareció más una súplica que una petición y, a favor de mantener la paz por otro momento, se tranquilizó. Jamás había visto al otro chico con un semblante tan triste. Tomo aire profundamene – Bien… -

- Ryou y Otogi seguirán luchando junto a ustedes en su lugar – volvió a hablar el tricolor.

Todos asintieron ante lo dicho y comenzaron a bajar de la torre ante el inminente comienzo de otra noche.

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Se encontraba en el jardín trasero de la escuela de magia, recostado bajo la sombra de un gran árbol de manzanas y observando cómo los rayos del sol intentaban darse paso para reflejarse en los maduros y brillantes frutos. Apostaba a que tendrían un sabor delicioso, pero estaba tan cómodo en su posición que postergaría la comida. Sólo por esta vez.

Estaba comenzando a cerrar los ojos. Hoy había recibido una buena noticia, por lo que sólo quería disfrutar de eso y de sus últimos momentos en este lugar; hasta que una voz le interrumpió:

- Siempre lo he dicho, eres pésimo en la magia. Me pregunto en qué diablos pensaba el consejo cuando te eligió –

- Sólo lo dices porque tienes envidia – ni siquiera se giró a mirar al otro. Sabía perfectamente quien era.

Pasaron unos segundos en los que aquel que lo había interrumpido no dijo nada, hasta que sintió que lo jalaban de la mitad del pecho hasta dejarlo sentado. Abrió los ojos enojado, desafiando al que se había atrevido a molestarlo.

Se miraron a los ojos por unos minutos, disputando una guerra de miradas sin tregua hasta que el desconocido relajó sus facciones y le habló:

- ¿Debería felicitarte? –

- Ahórratelo. Sé que querías ir tanto como yo –

- Sólo soy del equipo de refuerzo – le dijo el otro con rabia –

El rubio suspiró – Deja ya tus aires de grandeza –

El otro se quedó de pie mirándolo imperturbable a través de sus ojos azules, avergonzando al rubio que sentía cómo intentaba leer su mente y adentrarse en su interior. Intentaba descifrar las intenciones del castaño, pero éste siempre había sido un misterio que muchas veces había tratado descifrar, aunque sin éxito alguno.

Se mantuvieron en esa posición y en silencio por un largo rato, sólo interrumpidos por el canto de las aves y el sonido del choque del agua que circulaba en la fuente ubicada unos metros más allá.

Solo recordaba continuar mirando fijamente sus ojos cuando el espacio alrededor de él comenzó a distorsionarse, cambiando a un lugar más oscuro y con la cara del otro a tan sólo centímetros de él.

¿Qué diablos estaba pasando?

 


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