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Dimension War por Anotherdim07

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Abrió los ojos lentamente y se encontró en una habitación en completa oscuridad, con las cortinas cerradas impidiendo que cualquier rastro de luz exterior llegara a molestar a alguno de los que ahí dormían. Dirigió la palma de su mano al rostro tratando de quitarse el sueño de encima y despejarse un poco, se colocó de espaldas a la cama para mirar el techo del lugar. Se quedó un buen rato en esa posición tratando de pensar un poco en todo lo que ha pasado hasta ahora y miró a su lado derecho, dándose cuenta de que el rubio no se había movido un solo centímetro. Estaba en la misma posición en la que lo había dejado hace cinco días.

Jonouchi se mantenía durmiendo en calma, de espaldas a la cama y con las manos cruzadas a la altura de su abdomen fuera del cobijo del edredón. El sedoso cabello rubio disperso sobre la almohada, lo invitaba a tomarlo y pasarlo entre sus dedos cada vez que lo miraba al brillo de la poca luz que ingresaba en algunas ocasiones. Apenas notaba su respiración, no había movimiento alguno de su parte, ni reaccionaba cada vez que tomaba una de sus manos y le entregaba un poco más de su energía con el objetivo de que su recuperación fuera más rápida.

Solo su presencia y el rastro de su poder mágico en el aire le indicaban que seguía con vida, a su lado. Tanta tranquilidad de parte del otro lo estaba matando, y el apenas se estaba dando cuenta de ello. Cerró los ojos, ¿en qué momento comenzó a preocuparse de más por ese rubio bueno para nada que había conocido apenas puso un pie en la escuela de magia? Se fue metiendo de a poco en las barreras que creó a su alrededor y ahora ya no sabía qué hacer con ellos pues jamás se había encontrado en una situación similar.

Cada noche se había quedado cuidando de él mientras los otros seguían en el exterior, hasta el punto que se había hartado de dormir en el sillón y simplemente se había recostado al lado del chico que se negaba a despertar, en la misma cama.

Y curiosamente había descansado mejor que en toda su vida.

Por las tardes salía de la habitación, donde se dedicaba a comer y pasar tiempo de calidad con su hermano menor o enterarse de lo que ocurría en su ausencia, mientras el otro era visitado constantemente por el resto de la tropa. Por las noches era su turno de vigilar su sueño, el cual se había mantenido tranquilo hasta este instante, pues comenzó a notar cómo el ceño del contrario comenzó a fruncirse de manera cada vez más notoria.

Pronto se sumó una queja y, pensando que quizás era algo parecido a una pesadilla, el castaño comenzó a tratar de despertarlo. Tomó uno de sus hombros y comenzó a zarandearlo, luego se posicionó sobre él al ver que no daba resultado. El otro no abría los ojos, pero por sus quejas parecía que discutía con alguien.

- Oye, perro ¡despierta! – trató de llamarlo sin respuesta, el rubio se quejaba en gestos suaves y comenzaba a moverse de a poco, algo desorientado, hasta que sintió como el otro se relajaba en sus brazos, su respiración se normalizaba y entonces, se alejó lo suficiente como para observarlo a la cara, notando que éste abría lentamente los ojos.

Para luego abrirlos completamente en un gesto de sorpresa y posteriormente, enojo.

- ¿Qué diablos? ¡¿Qué crees que estás haciendo?! – Jonouchi trató de empujarlo, pero sentía los brazos tan debilitados que apenas y movía al otro de su lugar.

Seto sonrió para sí, lo que a los ojos del otro no era más que un gesto de burla – Solo pensaba si le bella durmiente despertaría en algún momento, ¿Qué crees que he hecho para que abrieras los ojos de una vez? -

- ¿Qué hizo? - Pensó mientras sentía como la sangre se acumulaba en sus mejillas al darse cuenta. Seto se largó a reír por el semblante sonrojado del otro, mezcla de furia y vergüenza. Se quitó de encima, aliviado internamente de volver a escuchar las quejas del otro y hacerlo enojar - ¿Es que eres idiota, perro? ¿Cómo piensas que haría algo como eso? ¿Por ti? – terminó con una carcajada nada propia de él.

El rubio se sonrojo más, pues lo dicho por el otro era cierto. Si lo pensaba bien, no se imaginaba al castaño en una situación como esa, ni aunque su vida dependiera de ello. Se dio una palmada mental y trató de justificarse pensando que tantas horas de sueño lo tenían en ese estado. - ¿Cuánto dormí? - Se preguntó.

- Estúpido – murmuró entre dientes – No tengo ni las más mínima idea del porqué te gusta tanto burlarte de mí – le habló,  tomando las cobijas con la intención de levantarse y expulsar al otro de su habitación, siendo detenido en el acto.

- Ni pienses que te levantarás de esa cama – le advirtió serio.

- ¿Qué? ¿Quién te crees? No puedes decirme que hacer –

- En verdad eres idiota – comenzó, generando que el otro se enojara aún mas – es común que la gente en tu situación pase de dos semanas a un mes en descanso continuo, aun cuando diariamente se transmita energía a tu cuerpo. Pero tú has despertado en sólo cinco días –

- ¡¿Cinco días?! Eso es demasiado… - murmuró.

El castaño sólo quería golpearse, ¿es que no había escuchado lo que acababa de decir? – En fin, aún estás débil… -

- ¡No soy un debilucho! – le gritó, interrumpiendo al otro.

El otro sólo abrió los ojos, ese chico era un tonto – Tu sólo escuchas la mitad de lo que dice la gente ¿no? No te muevas, iré por tu comida -  

- No quiero nada –

Eso lo irritó aún más - Esperarás aquí, recostado, y comerás lo que te traiga ¡Sin quejas! – advirtió saliendo de la habitación y cortando cualquier queja de parte del rubio.

Después de que el castaño cerró la puerta, Jonouchi soltó un bufido de exasperación ¿quién se creía que era ese idiota? Pensó. Lo peor, es que otra vez habían vuelto a discutir ¿Qué clase de relación era esa?

Miró hacia la ventana, notando como el atardecer daba lentamente inicio a la noche y decidió que no podía simplemente quedarse descansando otra más, por lo que se levantó rápidamente de la cama.

Pero apenas puso un pie en el suelo, cayó de bruces al perder totalmente el equilibrio debido a la debilidad de sus piernas y apenas pudo sujetarse para no golpearse la cara.

Soltó un par de maldiciones al aire pues el castaño tenía razón, cinco días en cama sin moverse tenían sus consecuencias, sumado a que aún no se había recuperado por completo. Pensó en Red Eyes y sintió como las energías volvían a irse de él por la preocupación sobre su estado, quizás estaba pasándolo peor después de recibir ese ataque de lleno. Jonouchi sólo era su invocador, su energía fue drenada por completo, pero fue el oscuro dragón el que recibió el golpe físico. Apretó los dientes algo frustrado por la situación.

Entonces cerró los ojos, concentrado en mandarle aunque sea una señal a su amigo para que el supiera que estaba bien y, si era posible, recibir una respuesta a su llamado. Respuesta que llegó tan solo unos segundos después y, como lo pensó, bastante débil. Red eyes estaba bien, aunque quizás no en la mejores condiciones.

Suspiró más tranquilo y trató de levantarse nuevamente, esta vez más lento y sujetándose de la mesa de noche y la cama hasta lograr ponerse de pie. Una vez firme, comenzó a dar pasos hacia el armario para cambiarse de ropa de una vez y salir de la habitación en dirección a la azotea de la torre. Diez minutos después y con mucho esfuerzo salió de la habitación sintiendo los músculos agarrotados y débiles, lo que lo tenía dando pasos con extrema lentitud.

Había recorrido un par de metros cuando comenzó a tener una extraña sensación de vacío en el estómago y pesadez en la cabeza, los sonidos alrededor comenzaron a desaparecer con la presión que sentía y pequeños destellos se mostraban frente a él de manera aleatoria. En ese tanto recordó las palabras del otro y tuvo que admitir que el idiota tenía razón, estaba demasiado débil y él se había levantado sólo por llevarle la contraria, sin pensar que en ese estado sólo sería un inútil afuera.

Apenas dos minutos después y un par de metros, Jonouchi cayó al suelo completamente inconsciente.

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En las afueras, la batalla de cada noche no cesaba y parecía que la carga iba en aumento. Lo había notado desde la fatídica noche en la que Exodia apareció y desató el caos, aquella extraña mujer fue vencida y la invocación de su rubio compañero fue derrotada por el demonio aquel. Tan sólo bastaba mirar al horizonte para darse cuenta de que las criaturas habían aumentado en número y, si lo pensaba bien, en tamaño.

Como si desde esa noche algo peor fuera desatado.

Ni hablar de lo que había pasado el día después de la ya mencionada noche, cuando esa extraña mujer de blanco y rojo se apareció ante ellos y, como si nada, formó un gran agujero en medio de la barrera mágica, el que utilizó para entrar y llegar directo a la azotea de la torre. El no la había visto jamás, pero tan sólo mirarla bastaba para saber que era el enemigo.

Miró a su alrededor notando que los pocos que se habían dado cuenta de la intrusión no podían dejar su lugar debido al constante ataque de parte del otro bando, por lo que debía proceder rápido. Colocó ambas manos frente a él, una palma frente a la otra, para comenzar el hechizo que le permitió formar una reluciente espada del más precioso metal, única herencia de su familia. La tomó con su mano derecha y tan sólo bastó un pequeño movimiento en el aire para que una gran corriente se formara y terminara por arrastrar a un par de criaturas a su alrededor y hacerlas desaparecer. Un par de movimientos contra ellos y los restantes demonios fueron eliminados de su rango de visión.

- Eso fue increíble – habló Honda a su lado sorprendiendo al tricolor, quien no se había dado cuenta del momento en el que el otro se acercó.

- Debo irme, ¿podrás encargarte de los que vengan? – preguntó preocupado.

- Por supuesto, confía en mí – respondió con confianza, pero cambió su semblante al recordar la situación en la que se encontraban – Protege a los chicos allá y ten cuidado con esa mujer, Atem –

- ¿Es peligrosa? –

- Ella fue la que disparó la flecha aquella vez cuando trasladamos a los demás aquí, Yugi salió muy lastimado de eso aunque gracias a Ryou pudo recuperarse. Pero nos hizo pasar por aprietos – Atem sintió como el enojo comenzaba a ebullir desde el interior – Recuerdo como escapó luego de que Jonouchi invocara a Red Eyes, tenía un rostro de completo pánico. Quizás sea su punto débil – le comentó.

- Gracias – se giró para comenzar a moverse en dirección a la torre – me encargaré de ella… -

Ordenó a sus piernas moverse a la máxima velocidad con intención de detenerla esta vez, pues el semblante entre enloquecido y furioso de la extraña demonio con el que la vio hace unos instantes no auguraba nada bueno. Utilizó un hechizo de transportación que lo llevó más cerca y corrió lo más rápido que pudo hasta llegar a lo más alto, donde pudo ver al albino inconsciente en el suelo completamente dañado y los otros dos  frente a frente, separados por sólo un pequeño espacio.

Yugi se encontraba en el suelo y con marcas de golpes en el rostro y sus brazos, la ropa quemada en alguno de sus bordes pero con una mirada de completa determinación, mientras que a su alrededor el suelo presentaba varios puntos de golpes de magia. Por otro lado, la mujer miraba desde su posición al otro y con el índice de su mano derecha apuntándolo. En la punta de su dedo una pequeña luz indicaba que desde ahí se originaron los hechizos.

- Planeas acabar con la vida de toda la gente en este lugar ¿cómo piensas que puedo permitírtelo? – intentaba saber el menor, gritando enfurecido.

La otra comenzó a reír despacio, para terminar con una estruendosa carcajada que comenzó a asustar a Atem, quien comenzó a dirigirse con cautela a su compañero – No sólo de este lugar, Domino es nuestro objetivo también. Vamos a cambiar el orden de las cosas, eso tenlo por seguro – afirmó.

- No vamos a dejarte hacerlo -

- Ya lo verás, poco a poco esa determinación que tienes por proteger Azahar comenzará a caer. – bajó el brazo que lo apuntaba y tomó el arco en su espalda – aunque yo puedo ayudarte, te mataré antes de que eso pase, eso me facilitará las cosas. Te destruiré a ti y con eso tomaré el control de la puerta que comunica ambas dimensiones. No nos tengas rencor – habló con sarcasmo - Si quieres odiar algo, maldice el destino que se te impuso al enviarte a este lugar– Estaba en camino a tomar una de sus flechas cuando fue detenida por una esfera de fuego, momento en el que se dio cuenta del recién llegado - ¿Quién eres tú? – preguntó.

- No te interesa, solo lárgate – le habló el chico mientras mantenía la palma de su mano en su dirección, formando otra pequeña esfera de fuego en ella – No dejaré que le pongas un dedo encima -

La otra lo observó unos segundos en silencio y abrió los ojos en comprensión, sonriendo  - Ya veo… tu eres el guardián esta vez ¿no? – Atem sólo apretó los dientes entrecerrando los ojos y el chico a su lado abrió los suyos sorprendido ¿Qué tanto sabía esa mujer? – Ya veo… siempre los elijen con cuidado, pareces un chico fuerte y bastante leal. Dime una cosa… - comenzó a acercarse a Atem, bajando cada vez más la voz para que el convocador no escuchara – ¿serás capaz de traicionar lo que ahora tanto proteges? – mostró una sonrisa llena de maldad.

Atem no podía moverse, ¿cómo es que ella sabía algo como eso? Luego miró al tricolor tras ella, quien le devolvía la mirada interrogante tratando de descifrar que es lo que ocurría entre los dos. Ese segundo en el que ambos se conectaron, bastó para que se llenara de determinación – Eso no va a pasar, he jurado con mi vida que ese momento no llegará. Estoy determinado a luchar contra el destino – respondió en el mismo volumen, logrando dejar perpleja por unos instantes a la otra.

La mujer sonrió con ironía y cierto aire de nostalgia – Ya lo veremos. He escuchado eso antes y no se pudo cumplir… - guardó silencio unos segundos - Quieres pensar que esta vez será diferente, pero nadie ha tenido la fuerza para ir contra ello y por generaciones esa regla no ha sido rota. Tú solo no puedes cambiar este mundo y protegerlo requiere de demasiado poder y sacrificio, ya lo sabes. Adelántate a los hechos, esta gente es innecesaria… – añadió con rencor – Cuando ese momento llegue te darás cuenta, todo se volverá en su contra y no tendrás más opciones –

- No… pasará… - repetía Atem entre dientes, tratando de convencerse.

Se concentró nuevamente y lanzó una gran esfera de fuego hacia ella, quien sólo la esquivó para largarse a reír, continuó con otras más pero no logró hacerle mucho daño – Mi trabajo aquí está hecho – habló y se giró al menor – quiero ver como intentan detenerme. Ya te lo dije antes, proteger a esta gente no vale la pena, ríndanse y su destino no será tan malo – luego se dirigió al otro – Piénsalo, guardián. Ya ha pasado antes y volverá a pasar con cada generación, nadie ha podido detenerlo. El sueño que tienes no puede cumplirse si nos eliges a nosotros como el enemigo – le advirtió - Admiro la determinación de ambos pero no durará mucho, ya lo verán… - y desapareció.

Atem aguantó el aire unos segundos, sintiendo como la desesperación comenzaba a crecer en su interior y las palabras de esa mujer se repetían en su cabeza. No podía moverse, aunque ordenara a cada músculo de su cuerpo hacerlo, sentía una profunda presión en su pecho – No… pasará…- se repetía una y otra vez. Pero si no había podido siquiera dañar a esa mujer ¿cómo esperaba cumplir con el objetivo que se había propuesto?

Se había sobreestimado y ahora la realidad se mostraba tal cual era frente a él.

En medio de todo el caos en su cabeza sintió una pequeña calidez en sus manos, algo lo había tomado con fuerza. Levantó la mirada y observó como Yugi se encontraba frente a él y con la mirada baja – No dudes – le dijo en un ruego desesperado – la gente de aquí no tiene la culpa de nada, si ese momento llega debes cumplir la misión que mi abuelo te encomendó –

Eso sólo alteró más al otro. Yugi… él… ¿lo sabía?

Atem cerró los ojos y trató de concentrarse en continuar batallando, destruyó con su espada un demonio a su derecha y luego lanzó un hechizo a otro un poco más lejos hasta que desapareció, la agitó nuevamente y tres más colapsaron frente a él. Su mente era un completo caos ahora, ahogado en la preocupación de lo que podría pasar con ellos como equipo, con él, con Yugi.

- ¡Maldición! – cerró los ojos y cayó al suelo, enterrando su espada a la vez que derramaba un par de lágrimas de frustración.

Mientras, Xian sólo observaba en la lejanía lo que había provocado. No había sido su intención inicial pero se conformaba si con eso lograba dar vuelta las cosas a su favor. Sentía lástima por ambos, lo que no hacía más que fortalecer la decisión de destruirlo todo y tomar venganza.

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Alrededor de 20 minutos le había tomado el llegar a las cocinas, pedir algo de comida para el rubio y volver al piso superior, donde se encontraban las habitaciones. La gente debía querer mucho al otro si apenas había hablado le prepararon un carro completo con distintos platos y postres que lucían deliciosos. Podía comprenderlo, ese chico era de los que se adentraba en la vida de la gente de las formas más inesperadas, él mismo lo había experimentado.

Arrastró el carro un par de metros cuando escuchó algo parecido a un golpe y el grito de una mujer unos segundos después de ello. Aceleró el paso, temiendo que el idiota ese hubiera hecho lo que le prohibió hacer y al dar vuelta el pasillo solo se confirmaba su sospecha. El rubio estaba en el suelo inconsciente y la chica peliazul, originaria de Azahar si mal no recordaba, arrodillada a su lado llamándolo desesperada.

- ¡Joven Jonouchi! – le daba pequeños golpes en el hombro, que no causaban efecto alguno. Seto dejó el carro a medio camino y se acercó corriendo a ambos, la chica lo miró con lágrimas acumulándose en sus ojos – No despierta –

- Lo llevaré a su habitación – se agachó para tomarlo entre sus brazos, uno bajo su espalda y el otro bajo las rodillas - ¿puedes ir por el carro y llevarlo allá? – le habló, sin mirarla pues estaba concentrado en buscar alguna posible herida en el rubio producto de la caída. Afortunadamente no había nada.

- Claro – mencionó ella, levantándose de inmediato. Seto comenzó a caminar apresurado en dirección a la habitación, detrás de él Miho le seguía aprisa hasta que los alcanzó – ¿Estará bien? – preguntó preocupada, y algo temerosa cabe decir. El otro sólo emitió una especie de afirmación en respuesta, luego de eso el silencio se mantuvo hasta que llegaron a destino. La chica se adelantó a abrir la puerta y Seto se apresuró a dejar al otro en su cama.

Miho se quedó unos segundos observando la situación, preocupada por el chico, aunque sabía que no había mucho que ella pudiera hacer. Viendo que no era más útil decidió que lo mejor sería marcharse y dejar descansar al chico, no sin antes pedir que le avisaran si alguno de los dos requería de ayuda.

Cuando la chica cerró la puerta al marcharse, sólo pudo mascullar un perro idiota entre dientes mientras observaba al otro. Estaba enojado ¿Cómo alguien podían ser tan irresponsable con su salud? aún cuando se lo advirtió hace unos minutos y se atrevió a salir cuando se encontraba debilitado.

“Él es increíblemente fuerte, ¿has visto la invocación que es capaz de realizar?” le había dicho una vez su pequeño hermano cuando tocaron el tema, e internamente le agradecía cumplir el sueño que alguna vez tuvieron ambos cuando niños. Mokuba había entablado una relación especial con ese chico, admirado por el hecho de que pudiera tener la habilidad de la invocación.

Admitía que el otro era fuerte, sólo para sí, aunque eso no quitaba el hecho de que el daño que recibió era lo suficientemente grande como para mantenerlo en cama por una buena cantidad de días. Y se iba a encargar de que eso se cumpliera.

Unos treinta minutos después, el chico en la cama abría los ojos algo desorientado y preguntándose qué había pasado, pues lo último que recordaba era estar caminando por los pasillos en busca de los demás.

- Eres un estúpido, perro – habló enojado el castaño, sacando de su confusión al otro – Te advertí que te quedaras en la cama ¿Qué es lo que esperabas al salir así? No eres más que una carga en este momento, no puedes luchar – terminó, ya furioso.

Agachó la cabeza para mirar sus manos. No había necesidad de que se lo dijera de esa forma, se dio cuenta mientras intentaba caminar hace un rato que no sería útil luchando en ese estado. Pero se sentía algo impotente por la situación – No puedo  quedarme aquí, quieto sin hacer nada – gruñó – Tiene que haber algo que pueda hacer – lo miró.

Seto se levantó del sillón y se acercó al pequeño carro en una esquina de la habitación, lo empujó hacia la cama para acercarlo al otro – Come y recupérate rápido, eso es lo único que puedes hacer ahora –

- Pero… -

- ¡Come! – alzó la voz, asustando levemente al otro quien no tuvo más opción que acatar la orden, a regañadientes claro.

Estuvo cinco minutos comiendo en silencio, siendo observado por el castaño que se había vuelto a sentar en el sillón. Pero segundos le bastaron para darse cuenta de que ambos estaban solos en la habitación y eso lo ponía algo nervioso, más con la atenta mirada del otro sobre él.

- ¿Podrías dejar de mirarme? – le pidió.

- Es tu castigo por desobedecer –

- No digas idioteces, ¿qué clase de castigo es ese? – dejó la cuchara en el plato.

- Uno que te molesta lo suficiente como para obedecer la próxima vez que se te ocurra escapar de la cama –

- No eres mi madre – le regañó.

- No pretendo serlo – afirmó – pero a alguien tendrás que escuchar cuando se trata de tu salud – apoyó la cabeza en su palma derecha, mientras continuaba observando al otro.

El rubio desvió la mirada a su comida y guardó silencio, desconocía la razón de la extraña preocupación del otro por él.

Pero quería disfrutar un momento más de ello.

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Estaba amaneciendo y eso sólo significaba que podían volver a la parte interior a descansar. El sol comenzó a aparecer y las criaturas a desaparecer en la lejanía, convertidas en cenizas que se desplazaban a la velocidad del viento apenas eran tocadas por los rayos de luz.

Ryou fue uno de los últimos en el lugar, apoyado en la plataforma sobre la azotea se dejó tomar un pequeño respiro y cerrar los ojos un momento. Desde la última vez que esa mujer apareció quedó en regulares condiciones, con un brazo roto y un corte en la cabeza que debía cubrir con un par de vendas. Así no se sentía más útil que hace unos días.

- ¿Estás bien? – le preguntó una voz, que desde el incidente se dirigía a él más a menudo. Miró las vendas en su antebrazo izquierdo y le sonrió al otro, parado frente a él.

- Si, no te preocupes. Ve a descansar – el chico lo miró en silencio y sólo se movió unos instantes después para sentarse a su lado.

- Si te duele solo dilo, lo mismo si necesitas ayuda o sólo quieres descansar un momento. De lo contrario sólo serás una carga –

Eso sólo hizo sentir peor al albino, quien sólo se disculpó y se levantó para marcharse. Akefia se quedó ahí solo, maldiciendo al haber logrado el efecto contrario en el otro.

Sólo quería animarlo, por alguna extraña razón le nacía hacerlo desde que lo vio en la lejanía. Pero no podía evitar ser algo duro con sus palabras, pues siempre se había expresado así con los demás. Emitió un pequeño bufido y se levantó del lugar, dispuesto a seguir al albino e intentar disculparse.

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Luego de dormir unas horas, Honda dio un par de vueltas por los pasillos en busca de cierta persona que lo tenía preocupado desde hace algunos días. Entró a un par de habitaciones y llegó a la que pensó nunca ingresaría.

La biblioteca.

Abrió la puerta lentamente y observó la habitación en penumbras, pero pudo encontrar a la chica no muy lejos de ahí. Iluminada tenuemente por lo poco que entraba de la luz del sol se hallaba sentada en uno de los rincones más apartados, con la cabeza y la parte superior del cuerpo recostado sobre la mesa, casi como si se hubiera echado a dormir sobre ella. Desde su lugar sólo podía ver su cabello disperso sobre la mesa, considerando que ella se encontraba mirando en la dirección contraria y, probablemente, no lo había sentido llegar.

Se acercó sin hacer mucho ruido y se sentó frente a ella, alertándola de su llegada. La chica se irguió para mirarlo, pero se mantuvo en silencio por unos minutos más y luego desvió la mirada hacia la ventana nuevamente.

- Anzu ¿Qué pasó? – Intentó preguntar, pero la otra no se movió ni dijo algo – Anzu… -

- Guarda silencio – demandó en voz baja.

El otro apretó los puños sobre la mesa y endureció un poco más la mirada – ¿Qué es lo que pasa? – repitió.

La otra suavizó un poco más la mirada, se giró a observarlo y suspiró - ¿Crees que soy una mala persona? – preguntó en voz baja.

Honda abrió más los ojos, sorprendido por la pregunta ¿qué la habría llevado a pensar en algo como eso? – Por supuesto que no, ¿por qué lo dices? –

- Hay algo… que hice… -

- ¿Algo? ¿Puedes contarme? – preguntó con cautela.

Dudó unos momentos, pensando si sería adecuado contarle al otro sobre su situación, pero decidió que era el chico adecuado - Estoy enamorada de Yugi – le confesó, perdida en su mundo, sin darse cuenta de cómo la expresión del otro había cambiado con esas palabras. Honda ya tenía sospechas de que Anzu tenía una relación especial con el otro pero pensaba que su interés radicaba en el otro tricolor, y si ella tenía esa clase de gustos no había mucho que él pudiera hacer pues Yugi y él eran muy diferentes. Sólo pudo agachar la cabeza y cerrar los ojos en derrota, pensando que Anzu sólo lo decía para que se alejara de él. Pero ella continuó – Sé perfectamente que no es correspondido, aún así no podía evitar sentirme celosa cada vez que ellos dos estaban juntos –

- ¿Ellos dos? Te refieres a Yugi y Atem –

Anzu asintió, bajó la mirada a sus manos – Mientras estábamos en Dominó sabía que mis posibilidades eran nulas, pero no podía dejar de tener un poco de esperanza. Cuando se supo quien era Yugi y ellos extrañamente comenzaron a alejarse, esas esperanzas se hicieron más grandes y volví a pensar que tenía alguna posibilidad cuando nos eligieron para venir aquí. Éramos sólo nosotros, no vendría nadie más – cerró los ojos.

- Pero ellos llegaron… -

Abrió lentamente los ojos y algunas lágrimas comenzaron a acumularse – Ese día lo encontré y, viendo como la esperanza que tenía se había deshecho, lo enfrenté con rabia. Siempre creí que las intenciones de Atem no eran buenas –

- ¿Qué te hizo pensar eso? – le cuestionó, ella lo miró culpable.

- Sé que él no había hecho nada pero no tenia buenos antecedentes familiares y Yugi era alguien importante ¿No habrías pensado que se aprovecharía de eso? – El otro se mantuvo en silencio, sin saber que decir. Anzu tomó aire y continuó – Lo juzgué y le eché todo en cara, le dije una mentira mientras sólo quería alejarlo – una lágrima cayó.

- Anzu ¿qué fue lo que dijiste? –

- Que no era más que una molestia para Yugi, pero eso es una mentira. Ellos se alejaron más por mi culpa – comenzó a llorar - ¿qué clase de amor es el que tengo si ignoro por completo los sentimientos de la persona que quiero? – le preguntó.

Honda jamás pensó que alguna vez tendría que convertirse en una especie de consejero amoroso, más si se trataba de la chica que te gusta. Miró a un lado, pensando en que decirle. Lamentablemente él no tenía experiencia en estas cosas, así que sólo frunció el ceño tratando de encontrar las palabras adecuadas para no joder más la situación. – Habla con él de nuevo y dile la verdad, no podrás arreglar la situación de ellos pero puedes arreglar tu intervención en este asunto. No sé qué clase de relación mantengan esos dos ni quiero meterme mucho en ello, pero si te hace sentir mejor a ti, creo que eso es lo que deberías hacer – trató de sonreírle para animarla, aunque dudaba que causara algún efecto en la otra.

Anzu cerró los ojos, algo más aliviada – Quizás… debería hacer eso… - habló suave – Gracias, Honda –

Ella sonrió un poco más tranquila, él sintió que aunque no era correspondido había hecho algo bueno por ella.


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