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One Last Time por Na Na

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Notas del fanfic:

Décima parte.

Notas del capitulo:

Lamento haber desaparecido por dos meses! 

 

Al inicio, cuando estaba planeando este cap, estaba pensando en hacerlo un songfic usando la canción homónima de Ariana Grande. Sin embargo, la historia fue cambiando con el tiempo (ya que este cap fue planeado mucho antes que Time to move on). Y, aunque me quedé con el título y la parte esencial de la idea, no fue un songfic. Y estoy satisfecha de no haberlo hecho.

Sin más que acotar, lean.

El corazón le latía demasiado rápido hasta el punto en que ya estaba agitado. Y hasta algo acalorado. Tomó la llave electrónica y se empezó a ventilar.

Se miró al espejo. Estaba formal, tal como salía con SiWon a cenar. Y es que esa noche lo haría.

El menor había aceptado su rara idea de la cena.

—En serio, es un gran hombre —murmuró para sí mismo, sin dejar de ventilarse.

Miró el reloj de muñeca en la mesada del baño. Eran las 19:37 de la noche. Veintitrés minutos más y debía estar saliendo a recoger a SiWon.

El camino hasta el departamento del menor desde el de SungMin era casi de media hora. Y desde ahí hasta el restaurante que HeeChul escogió era de diez minutos. Tendría tiempo de sobra hasta la hora de la cena.

—Bien, HeeChul, respira. No es como si no hubieras cenado con él antes —exhaló despacio.

Se arregló el cabello una última vez, se puso el reloj y fue hasta la cama de dónde tomó la leva. Su teléfono se iluminó y vio que era un mensaje. Lo tomó de la cama y lo revisó. Era SoRa, deseándole suerte. Lo bloqueó, se puso la prenda, guardó el celular en ella y fue hasta el buró. Abrió el cajón y sacó una caja fina, lo suficiente para guardarla junto con el celular.

Fue hasta la sala buscando la llave electrónica recordando que la había dejado en el baño y regresó por ella. Buscó su billetera y salió del departamento.

El ascensor se sentía demasiado pequeño y estaba sofocándose. Estuvo a punto de aflojarse la corbata, pero trató de calmarse. Sería una cena como cualquier otra. Había estado desde la tarde convenciéndose de aquello, pero aún no lo conseguía. Temía que sus nervios arruinaran toda esa noche.

Fue hasta el parqueadero mientras pensaba en todo lo que le diría al menor. Llevaba gran parte de la semana pensando en aquello. Y esta noche lo diría todo.

Se subió al auto pensando en cómo saludarlo. No sería con un beso, esa opción estaba totalmente descartada. Mucho menos un abrazo.

—Una incómoda venia —susurró mientras giraba en la esquina para parquear frente al edificio del departamento en el que vivía el menor.

Respiró profundo sintiendo a sus pulmones llenarse de aire. Lo sacó despacio y se bajó del auto. Entró al vestíbulo y subió al octavo piso gracias al ascensor.

Y antes de siquiera salir del aparato vio a SiWon caminar hacia él, quien se detuvo mientras lo miraba. Estaba con un traje, sin corbata, rasurado y peinado.

HeeChul murmuró el nombre del menor mientras éste levantaba una mano para saludarlo, junto con una sonrisa. El mayor también curvó sus labios. El corazón de HeeChul se aceleró al ver a SiWon caminar hasta el ascensor. Y estuvo a punto de detenerse cuando el alto ingresó al elevador y lo miró. Hizo una venia que el bajo correspondió y todo alrededor fue un silencio incómodo.

SiWon presionó el botón para bajar.

—Te ves bien —HeeChul se golpeó mentalmente por haberlo dicho.

Vio al menor sonreír a través de las puertas del ascensor.

—También te ves bien, hyung —fue el turno del mayor de sonreír.

 

 

 

 

Cuando llegaron al restaurante, la chica de la recepción los saludó alegre.

—Hace mucho que no vienen, chicos —sonrió de oreja a oreja—. ¿Todo bien? —los dos hombres se incomodaron. HeeChul respondió que sí y preguntó por la reservación—. Cuando supe que eran ustedes reservé la mesa que siempre han usado. Espero que no les moleste —la chica sonrió apenada.

—Nos halaga que lo hayas hecho —SiWon sonrió y HeeChul reparó en que era fingida.

— ¿Nos llevas o podemos ir solos? —habló el mayor. La chica lo miró y sonrió más.

—Yo los llevo —tomó dos menús de la barra e ingresó con la antigua pareja tras ella—. Es lindo verlos de nuevo. Por favor, disfruten su cena —les entregó sus menús cuando se hubieron sentado y se retiró.

Cada uno lo empezó a leer no sabiendo qué hacer a continuación.

— ¿Qué debo pedir? —dijo SiWon sin despegar su vista del menú.

— ¿Ah?

HeeChul miró al menor.

— ¿Qué hay que pedir? —insistió SiWon.

—Puedes pedir lo quieras —le sonrió y siguió leyendo.

—Buenas noches, esta noche seré su mesero... ¡Hola! —Los dos miraron al recién llegado y vieron a Henry—. Es un gusto verlos esta noche, amigos. ¿Les traigo lo de siempre?

— ¿Lo de siempre? —El mayor miró a SiWon—. ¿Lo de siempre es bistec con ensalada césar y?...

— ¿Patatas con salsa de ajo? —dijo el menor mientras una sonrisa surcaba sus labios contagiando al bajo.

—Lo de siempre será —anunció Henry tomando los dos menús, hizo una venia y se alejó de ellos.

—No creí que aún lo recordaras, hyung —el aludido se encogió de hombros.

—Era nuestro plato preferido aquí —miró en otra dirección tratando de no sonreír demasiado.

SiWon, en cambio, sonreía. Estaba feliz de que el mayor recordara el plato que habían compartido por primera vez.

Pasaron unos minutos en silencio. HeeChul podía sentir la mirada del menor sobre él, pero no quería verlo. No todavía. Aún no se hacía la idea de que sería una cena como cualquier otra. Estaba bastante consciente de que no lo sería.

Respiró profundamente antes de concentrarse en el tenedor a su lado. Brillaba. Se preguntó durante cuánto tiempo lo tendrían que pulir para que alguien fuese capaz de reflejarse en él.

—Hyung —el mayor no tuvo más remedio que mirarlo—, ¿vas a pasar toda la cena mirando a otro lado y sin hablarme? Te recuerdo que esto fue tu idea —HeeChul suspiró.

—Lo lamento. Es extraño estar aquí después de tanto tiempo, mucho más después de todo lo que ha pasado entre nosotros —el menor asintió varias veces.

—Te entiendo —murmuró SiWon. HeeChul sabía que lo hacía—. Acepté venir aquí para saber todo lo que pasó desde tu perspectiva —el bajo miró al hombre frente a él, quien miraba a la servilleta de tela sobre el plato.

El mayor sabía que debía ser duro para SiWon hablar de eso. Suspiró tratando de que no lo escuchara.

—En realidad, nunca entendí por qué lo hiciste —SiWon continuaba balbuceando, pero HeeChul lo escuchaba a la perfección—. ¿Qué fue lo que hice mal? —cuando dijo aquello, HeeChul no fue capaz de entender. SiWon lo dijo más para sí que para el mayor, y al no oírlo suspirar supo que no lo había escuchado.

Pasaron unos minutos en silencio antes de HeeChul tuviera la valentía de hablar.

—En serio, lamento tanto todo lo que te hice, cuanto te lastimé. Yo... —suspiró. Estuvo por continuar hablando, pero sus platos llegaban, junto con una botella de vino.

Ambos tomaron las servilletas y las colocaron sobre sus regazos mientras Henry colocaba los platos. Abrió la botella y empezó a servirles en las copas. HeeChul agradeció que el menor les estuviera haciendo algo de conversación. Vio como SiWon le tomaba atención y le sonreía al chico.

—Disfruten su cena —el mesero los reverenció y se fue a atender otra mesa.

Poco después de que se fuera, la incomodidad que habían evitado regresó. Ninguno dijo nada, sólo tomaron los tenedores sin aun colocarlos en la comida. HeeChul dejó el suyo a un lado y miró al pelinegro.

—No quiero arruinar esta noche, Choi —eso atrajo la mirada del aludido sobre él—. Bueno, al menos no la cena. La comida no es justo arruinarla —el menor volvió a sonreír.

SiWon volvía a tener esa fuente inagotable de sonrisas, y al bajo le gustaba verlas.

—Entonces —continuó el mayor—, no hablemos de lo malo que pasó entre nosotros, sino de lo bueno. Aunque todo… Eh… —la palabra «acabar» estaba atorada en su garganta, sin siquiera ser capaz de pronunciarla—. No quiero que me guardes más rencor del necesario —el menor rio entre dientes.

—No te guardo rencor, hyung —hizo una pausa—. No podría —lo último lo dijo casi en un susurro, pero fue lo suficientemente alto para que el otro lo escuchara.

—Yo... Ah, ya no sé qué decir —Los dos rieron.

— ¿Cómo te va en el trabajo? —SiWon dio el primer bocado a su comida mientras el mayor se decidía a hablar.

—Todo bien. Ahora mismo hay rumores de un ascenso para mí, pero nada está dicho —explicó el mayor dándole un sorbo a su bebida.

—Eso es fantástico —los ojos del alto se agrandaron al igual que su sonrisa.

—Ya te dije que nada está dicho, SiWon.

—Pero que haya rumores implica que puede ser verdad. Y eso es fantástico —tomó la copa frente a él e hizo que Chul hiciera lo mismo—. Hay que brindar por ello —SiWon acercó su copa a la del mayor y la hizo chocar—. Por tu no asegurado futuro ascenso —el mayor rodó los ojos mientras una sonrisa aparecía de nuevo.

Y la noche transcurrió así. Con sonrisas, recuerdos de su relación, los momentos en que estuvieron el uno para el otro.

Hasta que HeeChul supo que era el momento.

—Hay que hablar de lo que pasó, SiWon —habló el mayor después de unos minutos en silencio. El aludido dejó de lado su tenedor mirándolo.

— ¿Acerca de?

—Mi traición con JaeJoong —el menor tragó en grueso.

Siempre le había sorprendido lo directo que podía ser HeeChul en ciertas ocasiones. Y, aunque a veces le gustaba, ahora mismo deseaba que tuviera un poco más de tacto para hablar.

—Está bien —dijo antes de darle un sorbo a su copa.

—Yo, antes que nada, quiero disculparme por todo lo que pasó —SiWon hizo de su mano un puño que descansaba sobre la servilleta.

»No debí, bajo ninguna circunstancia, hacer lo que hice. Y me arrepiento. No tienes idea de cuánto lo hago —HeeChul respiró. Su voz estaba tendiendo a quebrarse y lo que menos quería era hacer un drama innecesario.

»No te estoy pidiendo que me perdones —continuó después de unos segundos sin que algo más que la respiración de ambos se escuchara—. Sé que no me lo merezco, y, por eso, no lo espero de tu parte —HeeChul envolvía el tallo de la copa con sus dedos mientras los miraba. No tenía cara para ver a SiWon.

— ¿Por qué lo hiciste? —ahí estaba la pregunta que todos habían hecho. La preguntaba que ni él sabía cómo responder.

No tenía idea de qué decir. No podía decirle que no sabía. Aunque, muy en el fondo, algo le decía que conocía la respuesta, pero no la quería aceptar.

— ¿Acaso mi amor no fue suficiente? —HeeChul levantó la mirada de sus dedos para ver los ojos de SiWon. Estaban vidriosos, con rastro de dolor en ellos—. ¿Acaso no te di suficiente de mí? —pudo ver como el rostro de SiWon se desfiguraba en una mueca de dolor.

Demonios, odiaba ver a SiWon llorar. Odiaba ver el dolor en sus ojos. Se odiaba por ser quien había causado todo ello. Y, sobre todo, se odiaba por hacerlo sentir culpable de su traición.

—SiWon, no es tu culpa —sintió como las lágrimas caían por sus mejillas, al igual que las del menor—. Jamás podría ser tu culpa.

— ¿Entonces por qué lo hiciste? —El menor dejó la servilleta a un lado, apoyando sus manos en puños sobre la mesa—. Te di todo lo que pude darte, te di todo el amor que pude profesarte. Demonios, creí que te estaba haciendo feliz —el menor sorbió su nariz mientras se enjugaba el rostro.

HeeChul arrugó su cara por el llanto. No había sido del todo consciente de las cosas hasta esa noche. SiWon nunca antes había maldecido.

—En serio lo siento —murmuró.

Ambos ignoraban que todos en el restaurante los miraban.

—Pues tus disculpas no sirven de mucho, HeeChul —el aludido estaba consciente de eso.

—Yo en verdad te amaba, SiWon.

—Pues te amabas más a ti de lo que me amabas a mí —lo dijo mientras lo miraba.

HeeChul apartó la mirada. El dolor en los ojos del menor no era algo con lo que podía lidiar bien y no quería perder la poca valentía que tenía en esos momentos.

—Quiero una respuesta, HeeChul —el mayor enjugó su rostro y miró al hombre frente a él. Respiró profundo y se decidió a decirle la verdad, sin pintársela de rosa.

—Sólo quise a JaeJoong para que me diera placer.

— ¿Acaso yo no te lo daba? —El bajo pudo escuchar la ira en la voz de su antigua pareja, podía ver su mandíbula tensa.

—Quería más —vio a SiWon agachar la cabeza. Sabía que eso lo estaba acabando, pero el menor debía saber la verdad—. Había algo en él que me atraía, algo que me gustaba, algo que no me permitía alejarme. Él no era igual de dulce que tú, pero sus caricias eran…

—Basta —HeeChul calló. Y vio más lágrimas en las mejillas de SiWon—. Basta —murmuró el menor antes de que su cara se descompusiera de nuevo y agachara la cabeza. HeeChul volvió a llorar—. Ya no quiero saber más —dijo antes de ponerse de pie.

Cuando lo hizo, HeeChul pensó que se iría y lo dejaría solo en el restaurante, pero cuando lo vio caminar al lado contrario de la salida, supo que iría al baño. Por su parte, él se quedó en su asiento, dejando que las lágrimas cayeran solas. No le importaba que los demás lo vieran. Sólo quería que la presión es su pecho se fuera, se drenara. No le importaba nada.

Henry se acercó a él y, sin decir nada, le entregó otra servilleta mientras retiraba los platos de la mesa y se iba. HeeChul no podía hablar ni para agradecerle. Sentía la garganta cerrada. Sólo se quedó ahí sentado, esperando por el menor. Cuando se hubo calmado, llamó al mesero.

SiWon regresó diez minutos después. Se sentó frente al mayor, tomó la servilleta a su lado y la colocó de nuevo en su regazo.

—He pedido postre —dijo HeeChul. El alto simplemente asintió. Sabía que el mayor lo pediría. Nunca salían de ahí sin haber comido el postre.

Henry apareció unos minutos después, dejando una porción de tarta Charlotte frente a ellos. Tan pronto dejó los platos se marchó.

Ninguno dijo nada.

HeeChul veía al menor comer. Se lo veía más calmado que cuando se había levantado. Suspiró ligero antes de llevar un poco de la tarta a su boca.

Escuchó un «gracias» por parte de SiWon y levantó la mirada del plato. Pensó que Henry se les había acercado, pero el menor lo estaba mirando.

—No entiendo, ¿qué?

—Gracias por haber tenido la valentía de decirme todo esto —HeeChul sintió sus ojos escocer. La seriedad en la voz de SiWon le hacía saber que, en serio, estaba agradecido.

Mordió sus labios sin saber qué decir. El hombre frente a él era realmente bueno, y lo único que recibía era dolor.

Siguieron comiendo en silencio.

— ¿Hay algo más que quieras decir? —preguntó SiWon mientras se limpiaba los labios con la servilleta. El mayor asintió—. Te escucho.

—Te tengo otro trato —SiWon sonrió ligeramente y asintió, dándole a entender que continuara—. Si no quieres aceptarlo, no habrá problema alguno —el menor continuó en silencio—. Cuando sepas que verme ya no va a dolerte, cuando hablar de mí no duela, házmelo saber. No tienes que decírmelo directamente. Puedes... Decírselo a Sora. Es la única que me habla... —se burló de sí mismo el mayor—. Y, cuando yo lo sepa, prometo sólo entonces regresar a ti, como el amigo que tendrás por siempre.

«No quiero perderte por completo».

—Está bien —contestó el menor tras un largo silencio y un suspiro—. Acepto el trato —esta vez no sonrió.

En cambio, terminaron sus postres en silencio. Luego, HeeChul llevó a SiWon a su departamento sin siquiera intercambiar palabra alguna en el camino.

— ¿No quieres un café? —Habló SiWon cuando el mayor se estacionó frente a su edificio—. El postre estaba bastante dulce, creo que un café nos caería bastante bien.

El mayor lo pensó por un momento, sintiendo un deja vú. Sonrió y asintió. Apagó el auto y bajó junto a SiWon.

HeeChul quería acercarse, tomarlo de la mano y subir así al ascensor. Pero no sería.

Entraron al aparato y fueron en silencio, pero esta vez no había incomodidad. Sólo un silencio conocido e, incluso, extrañado.

Cuando llegaron al piso correcto, y avanzaron por el pasillo, el mayor sentía que su corazón estaba por explotar. Sus manos estaban pegajosas y no podía respirar bien. Y cuando el menor abrió la puerta del departamento, todo dentro de él saltó de alegría. El departamento seguía siendo el mismo. El color, los muebles, el ambiente, todo.

—En seguida pongo la cafetera —SiWon dejó su teléfono, su billetera y la llave en la mesada y fue hasta la cocina.

HeeChul sentía que podía morir en ese mismo instante. Se sentía bajo demasiada presión, y ni siquiera era por el menor. Y, aunque todo lo que estaba pasando era fantástico, no podía seguir ahí. Tanto por SiWon como por él. Había decidido acabar con todo esa noche, y eso haría.

—Agradezco que hayas aceptado hacer esta locura —HeeChul pasó la mano por el sofá. Incluso eso seguía siendo el mismo.

Cuando se fue del lugar pensó que SiWon cambiaría todos los muebles. Cada cosa ahí tenía su razón. Y ese sofá había sido testigo de varias noches en vela mientras hablaban, o veían una película. Incluso de noches de caricias interminables.

—No es nada —le sonrió el menor mientras encendía la cafetera.

HeeChul suspiró mirando el lugar.

—SiWon, no voy a quedarme al café —el aludido detuvo toda actividad y miró a su antigua pareja. El mayor tenía una expresión entre triste y seria.

SiWon quería preguntar por qué. Quería saber qué es lo siguiente que haría HeeChul. Esa noche en específico había sido inesperada. El mayor había hecho y dicho cosas que él no se esperaba, le había hecho recordar cosas que pensaba olvidadas. Aunque le doliera un poco admitirlo, con HeeChul en el departamento había una sensación de sentirse en casa que crecía en su pecho. Si el mayor se iba esa comodidad se iría con él.

No pudo reprimir su deseo de saber y lo preguntó.

—Accediste sólo a la cena, no a esto —hizo un ademán. El menor arrugó el ceño—. No me malinterpretes —el mayor sacudió sus manos—. Es sólo que no quiero causarte más daño ni más incomodidad.

SiWon quería decirle que no estaba incómodo. Quería pedirle que se quedara un poco más. Muy en el fondo quería ir y abrazarlo, besarlo y pedirle que no lo lastimara de nuevo, que no lo hiciera porque su corazón no lo soportaría.

Esta vez no hizo nada de eso. Simplemente asintió.

—Entonces...

—Entonces me voy —informó el mayor.

Se miraron. Y los dos supieron que ahí todo terminaba.

—De acuerdo —susurró regresando a la sala.

HeeChul restregaba sus manos mientras veía a SiWon acercarse. No sabían cómo despedirse.

—Antes de irme quiero darte algo —el mayor rebuscó entre los bolsillos de su chaqueta y sacó una caja algo larga.

— ¿Un regalo de despedida? —dijo SiWon con una ligera sonrisa.

El mayor entendió el tonó divertido que usó y también sonrió. Se encogió de hombros y la estiró en dirección al menor. El alto la tomó e inspeccionó la caja. Era de gamuza, de color negro y se sentía ligera.

—Te la iba a dar en tu cumpleaños —HeeChul llamó su atención.

—No puedo aceptarlo —estiró la caja en su dirección.

—Por favor, acéptalo. Es tuyo. ¿Has escuchado la frase que, si las cosas no son tuyas te traen mala suerte? —SiWon sonrió. Esa frase él la usaba cada vez que HeeChul no quería devolver de algo que no era de él. Asintió viendo a HeeChul sonreír—. Pues, lo que hay dentro lo mandé a hacer para ti, así que es tuyo aunque recién te lo dé.

—Gracias —acarició la caja.

HeeChul lo vio hacerlo. Le gustaba ver la emoción en los ojos del alto. Era una lástima que no lo volvería a ver.

—Ahora sí me voy —inhaló mientras retrocedía un paso.

SiWon lo miró. Dejó la caja en el sofá y siguió al mayor hasta la puerta. HeeChul la abrió y salió mientras sonreía de manera ligera.

—Gracias por cenar conmigo —el alto asintió.

—No tienes nada que agradecer —el mayor asintió un par de veces sabiendo que eso era mentira. Tenía mucho que agradecer. Sin embargo, no refutó.

—Me voy. Ten una buena noche, SiWon.

—Tú igual, hyung —se sonrieron.

La incomodidad se podía sentir. No sabían cómo terminar todo.

HeeChul hizo una venia. SiWon la correspondió. El bajo caminó hasta el ascensor con las manos en los bolsillos del pantalón mientras el menor le veía la espalda, mientras lo veía marchar, mientras su pecho se empezaba a sentir vacío.

Cerró la puerta, se apoyó en ella y vio el departamento vacío. Dejó escapar el aire que guardaba en sus pulmones y se puso de pie yendo por el regalo.

Tomó la caja del sofá, buscó por donde abrirla y al hacerlo vio una cadena con una cruz como dije. La acarició con la yema de los dedos, la elevó un poco y sintió algo irregular en la parte de atrás. La cruz tenía algo grabado. Le dio la vuelta y lo leyó.

Era su nombre.

—En serio me quería —murmuró mientras elevaba la cadena sobre sus ojos—. No puedo —lanzó la caja al sofá y corrió al ascensor aun con la cadena en la mano.

Presionó el botón varias veces pero el aparato no llegaba pronto. Necesitaba llegar hasta donde estaba HeeChul, y el ascensor se demoraba demasiado.  Bufó frustrado y corrió a las escaleras bajándolas a toda prisa.

HeeChul no podía irse.

Empujó la puerta hacia el vestíbulo y vio al mayor caminar a la salida todavía con las manos en los bolsillos.

— ¡Hyung! —se apoyó en sus rodillas mientras recuperaba el aliento. La cadena caía de entre sus dedos.

—SiWon —el bajo se dio la vuelta y vio al menor agitado—. Demonios, ¿bajaste las escaleras corriendo? —El menor asintió mientras jadeaba—. ¿Por qué?

—Yo... —se incorporó aun tomando aire—. Debo decirte... Uf —puso sus manos en su cintura y lo miró—. Esas escaleras son asesinas.

—Así veo —HeeChul rio entre dientes y se acercó a él—. ¿Qué debes decirme? —la voz de HeeChul era suave. De pronto, algo en el pecho del mayor saltó de alegría.

—Yo... —se hizo silencio.

Las gotas de lluvia caían de una a una en la acera y en la calle. El viento corría y movía los cabellos de los transeúntes. El día terminaría dentro de poco, al igual que lo que había en el vestíbulo del edificio.

El menor suspiró, y miró a HeeChul a los ojos.

—Quiero agradecerte por esto —dijo con voz baja, levantando la cadena. La alegría en HeeChul se disipó—. Es algo muy bonito —inhaló. Le faltaba el aire y no estaba seguro si era por la maratón de escaleras o por el nudo en su garganta.

HeeChul asintió varias veces sonriendo.

—No tienes que agradecer, SiWon —lo miró y tragó el nudo que también se formaba en su garganta—. Es para ti —se encogió de hombros.

Se miraron sin gesticular palabra, aun cuando sus ojos gritaban. Pero no harían nada al respecto.

El primero en hablar fue el mayor. Ya había decidido salir de la vida del menor y lo mejor era hacerlo de una vez.

—Que tengas buena vida, Choi SiWon —el menor movió sus labios en algo que pareció una ligera sonrisa.

—Que tengas buena vida, Kim HeeChul —el aludido asintió estirando los labios en una línea recta.

Para entonces, el brillo en los ojos del menor había desaparecido. HeeChul supo que todo había acabado. Y había sido su culpa.

Suspiró ligero, retrocedió un paso mientras dirigía su mirada a la planta de la esquina. Necesitaba ser regada con urgencia. Su mirada regresó a los ojos del menor. No había nada en ellos.

El mayor retrocedió otro paso y, poco a poco, se dio la vuelta.

Todo acabaría ahí.

Todo moriría ahí.

Notas finales:

No es el cap final! xD

 

Pasé poco más de dos horas editándolo, y no pasaba de las 3888 palabras. Pero probablemente tiene menos.

¿Lloraron? Si fue así, por favor háganmelo saber~ Es importante para mí saberlo :3

No es el final. Este es el penúltimo capítulo.

Por favor, sigan esperando con ansias el final.

A continuación, les dejaré un drabble con respecto a este cap. Es lo que SiWon hizo al levantarse de la mesa. link

Espero les haya gustado.

Nos vemos en el final de esta serie :D


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