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Poisoned por Ellie77

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Todos los derechos de Voltron: Legendary Defender pertenecen a Lauren Montgomery y a Joaquim Dos Santos.

Fanfic de Voltron: Legendary Defender.


Es un fandom algo nuevo y pequeño pero muero por aportar algo para lograr que se haga de un espacio en lo que a hipanohablantes se refiere.

Espero que les guste :3

Notas del capitulo:

Disclaimer: Todos los derechos de Voltron: Legendary Defender pertenecen a Lauren Montgomery y a Joaquim Dos Santos.

Advertencias: AU ǀ Yaoi (Boy’s Love) ǀ Contenido heterosexual ǀ Lime ǀ Short!fic ǀ Lenguaje inapropiado ǀ OoC.

Pairing: Klance.

N/A: Dedicado a mi waifu, Kikicod84; Ya era justo y necesario dedicarte algo en nombre de lo nuestro :3

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ǀ Poisoned ǀ

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El aliento de Lance se sentía cálido contra su oído y su tez canela sabía más dulce de lo que hubiera imaginado.

Keith no se hubiera atrevido a manchar la piel del otro de manera indecente, sin embargo, debido a la osadía de su amigo de dejar chupones a lo largo de su cuello, dejó atrás cualquier duda y succionó cerca de la mandíbula con el único propósito de dejar una marca por la cual lamentarse dentro de unas horas.

—Eso es jugar sucio —susurró Lance contra sus labios.

Ignoró cualquier comentario, bastante concentrado en su faena como para prestar atención a las palabras de su compañero. Ahora, ambos cuerpos estando desnudos, era el momento preciso para llevar la situación al siguiente nivel.

Apenas Lance acercó los dedos a aquella parte tan íntima de su anatomía, Keith dio un respingo. Le miró a los ojos, entre intrigado y asustado.

—No estoy tan ebrio como para no saber lo que viene.

Lance soltó una carcajada.

—Siempre eres tan renuente, viejo. Solo te voy a meter los dedos en el culo y ya.

—No es lo único que vas a meter, sabes.

—Lo sé, lo sé. —Lance hizo un gesto, restándole importancia al asunto —. ¡Pero haré que la pases bien! Te prometo que la próxima vez traeré más vino y algunas flores para crear ambiente.

De no haber estado tan caliente, Keith se habría hecho el digno y se hubiera largado lejos de aquel hotel. No obstante sus ganas de follar eran bastantes y tampoco estaba dispuesto a consolarse con la masturbación.

Keith se retiró del cuerpo de Lance para estirar su brazo y poder alcanzar el objeto que reposaba encima de la cómoda. No se molestó en aclarar que se trataba de lubricante, se limitó a entregárselo a su amigo para que este comenzara a untar el líquido en sus dedos y en su miembro erecto.

—Supongo que es lo mejor que puedes hacer —soltó Keith entre quejidos mientras el otro se encargaba de dilatarlo —. No eres para nada delicado.

—Deja de lloriquear, marica.

—¿Solo yo?

—¿A quién le están metiendo los dedos en el ano?

—Idiota.

—Dejémoslo en maricas ambos, entonces.

Más bien, pensaba Keith, ninguno de los dos estaba canalizando su tristeza de la manera adecuada, al menos él no lo estaba haciendo. Para empezar, si estaba sufriendo por el desamor del que es su mejor amigo, ¿entonces por qué tomar como consuelo el cuerpo de otro hombre que además se trataba de otro amigo cercano? Patético.

Confirmó que se estaba convirtiendo en el tipo de persona que perjuró odiar. Se detestó por un momento antes de que el alcohol y las ganas volvieran a controlar sus sentidos. ¡Qué importaba! Ya podría lamentarse mañana por la estupidez que estaba a punto de cometer. Lástima que también iba a arrastrar a Lance en toda su mierda.

—Creo que ya es suficiente. Estoy listo.

—Listo para mí, dude —bromeó el moreno. Para aligerar cualquier tensión formada en el ambiente, agregó —: no te preocupes: seré gentil.

—Eres un idiota.

—Tú con unas copas de más te vuelves más huraño de lo normal.

—Solo cállate y métela.

Lance obedeció.

Lo recibió de manera cálida; entrada demasiado apretada y uñas arañando la espalda de la peor forma posible, incluso de manera más fuerte que cuando comenzaron con los juegos previos. Por su parte, Lance fue bastante rudo al inició, yendo demasiado rápido cuando todavía no lograba acostumbrarse.

Aun así era la gloria.

Lance estaba siendo la mejor medicina.

Ambos se dejaron llevar por el momento. Keith comprobó que el cliché de que los latinos en verdad eran amantes apasionados era verídico; se hubiera reído de pensar algo tan estúpido si su cerebro, abrumado por el placer, se lo hubiese permitido.

Entre el vaivén de las estocadas, la pasión de las penetraciones, los lameteos, los besos y demás, casi se olvidó de lo que los había llevado hasta ahí.

Casi.

 

1.

Mirage.

 

Keith Kogane se despertó con un mal presentimiento ese día.

La mañana transcurrió con normalidad; atracones de comida chatarra para suplir el desayuno, la universidad consumiéndolo, los dilemas existenciales. Su vida no era perfecta pero tampoco era como si se estuviese quejando a cada segundo de lo miserable que podía llegar a ser.

Terminó clases de la misma manera como lo hacía siempre, todo continuando sin ninguna novedad. Lo más seguro es que aquella sensación se debiera a los nervios que le provocaban los próximos exámenes; iba realmente mal en una materia y no tenía ni la menor idea de cómo iba a sacar a flote su calificación.

Cuando un par de horas después Shiro le invitó al bar que quedaba cerca del edificio en el que residían, se sintió aliviado. Quizá lo único que necesitaba era distraerse un rato con una cerveza y una charla amena; además Shiro era tan inteligente, si le pedía que le ayudase a estudiar un poco estaba seguro que su amigo con gusto lo haría.

Sin embargo nada salió como esperaba y Keith pronto entendió por qué se había levantado con ese mal sabor de boca. Y para hacer todavía más trágico —cómico—  el asunto, una simple frase fue la que lo condenó a esa tortura.

—Nosotros estamos saliendo.

Simples palabras. Palabras que, aunque se muriera por hacerlo, no las había pronunciado él. No estaba involucrado en ese «nosotros».

Shiro se encontraba frente suyo, bebiendo de a poco su vaso y mirándolo, expectante, bastante interesado en lo que sea que fuera a opinar. Después de todo, sabía Keith, eran mejores amigos y el criterio del otro siempre iba a tener peso en cualquier ámbito de su vida, más cuando el tema a tratar era acerca de la chica que se tenía contemplada para iniciar una relación seria.

—¿Cuándo fue? —preguntó tan rápido que esperaba no haber delatado su malestar.

—Hace unas horas. Me encontré con Pidge y todo salió natural. Tenía que contártelo a ti antes que a nadie. Así que dime, ¿qué opinas?

¿Qué podía decir Keith que el propio Shiro no supiera ya? Pidge era una candidata excelente: inteligente, decidida, atractiva a su manera; los cuatro años de diferencia entre su amigo y ella salían sobrando. Serían una excelente pareja porque Shiro también era tan buena opción que, por más egoísta que se escuchara, a Keith le hubiese encantado que fuera para él y no para Pidge.

¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué el destino no le dio más tiempo para juntar valor y declararse? ¿Por qué tuvo que aparecer ella? Keith tenía derecho de antigüedad, conocía a Shiro desde hace tantos años, habían sido cercanos desde que eran apenas unos niños. Y de repente, de la nada, llega una mocosa tomboy y le arrebata la felicidad que aún no era suya.

Maldijo el momento en que Shiro se hizo cercano a Matthew Holt, su compañero de clase; también el momento en que Matt debió invitarlo a su casa o departamento y conoció a Pidge —quien resultaba ser la hermanita menor de este—; también maldijo su estupidez cuando la chica recién ingresó a la universidad y, por cortesía, le hizo espacio en su grupo de amigos cuando Shiro se las presentó a él y al resto.

Antes de que el cerebro de Keith pudiera terminar de procesar la información, Shiro soltó un carraspeo para traerlo de vuelta a la realidad.

—¿Keith? —Le llamó varias veces hasta que lo sacó de su letargo. En respuesta, el aludido balbuceó —. ¿Pasa algo?

—¿Cómo qué?

—Te fuiste. Si tienes algún problema sabes que puedes decirme.

—No es eso, solo me distraje. Pensaba en lo que me dijiste.

—¿Entonces qué opinas? —preguntó Shiro no del todo seguro de las palabras de Kogane.

—¿Qué quieres que diga? Mi opinión sale sobrando, pero si quieres que suelte algo solo puedo decirte que me parece una buena chica y que me alegra que te estés dando la oportunidad.

Keith era un mentiroso de lo peor. Por supuesto que no pensaba nada de eso, aun así, todavía no reunía el suficiente coraje como para decir la verdad en voz alta. Necesitaba hacer tiempo, solo un poco más.

—En verdad eres un muy buen amigo. Mi mejor amigo.

Esa última declaración fue el tiro de gracia.

A Keith solo le quedaba esperar que las cosas entre Shiro y Pidge no funcionaran.

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—¡Un brindis por Shiro!

—¡Salud! —gritaron todos al unísono, siguiéndole el juego a Lance.

Los vasos, ahora medio vacíos, contenían sidra que Keith estaba seguro que Hunk había encontrado en oferta en el centro comercial, mas no hacía falta alcohol de calidad para que Lance y su ingenio en este tipo de situaciones armaran una improvisada fiesta en el departamento.

Los bocadillos fueron hechos por Hunk en tiempo récord y la música corría por parte de Lance; Shiro y él solo habían tenido que hacer acto de presencia. Keith lo agradecía. El motivo de la fiesta no era algo que quisiera festejar.

Los cuatro eran buenos amigos desde hacía un par de años; Keith se consideraba cercano a todos y los estimaba casi como si de sus hermanos se tratasen, aunque era innegable el hecho de que el vínculo más estrecho lo mantenía con Shiro mientras Hunk y Lance tenían el propio.

A Shiro lo conocía desde su infancia debido a que sus padres eran amigos así que por ello lograron formar una amistad a pesar de los dos años de diferencia que había entre ambos, él era su mejor amigo por sobre todo y todos; después estaba Hunk que aunque parecieran tener poco en común mantenían charlas bastante interesantes, además él era el tipo de persona que parecía poder llevarse bien con quien le pusieran enfrente; y por último se encontraba Lance, de ascendencia cubana y dotes fallidos de casanova, irritable, infantil y pareciera de pocas luces pero muy amable y buen tipo en el fondo, muy en el fondo.

—¿Entonces Pidge y tú están en algo? —Hunk pregunta lo evidente, pretexto para saber más del asunto.

Shiro sonrió de manera suave.

—Va más en serio que solo eso. Nunca me tomaría un asunto como este a la ligera.

Keith casi se ahoga con la sidra que bebía en ese instante. Apenas la semana pasada el mismo Shiro le había comentado que solo estaban intentándolo, ¡y ahora resulta que todo se tornaba más serio!

—Es obvio, viejo. —Lance se vuelve el centro de atención —, de no ser así no estaríamos festejando. Lástima que Pidge no haya podido venir.

—Tenía que acompañar a su familia en un compromiso.

—Vaya que eres un novio atento, ¡estás muy al pendiente de ella!

Por su parte, Keith prefirió no hacerse partícipe de la conversación; encerrarse en su propio mundo le salía fenomenal y además eran tan común en él que ninguno de sus amigos lo tomaría a desaire. Ya podría felicitar hipócritamente a Shiro en la soledad que proporciona el que Lance saliera de fiesta arrastrando a Hunk en el proceso.

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Los siguientes días, según palabras de Hunk, el ceño de Keith estaba más fruncido de lo normal.

El amor flotaba en el aire, las cosas marchaban viento en popa para Pidge y Shiro. Los días se convirtieron en meses. Haciendo un pequeño resumen de ese tiempo, el «estamos saliendo» se convirtió en un «somos novios». Pidge pasó a ser «Katie» para Shiro cuando estaban a solas y él se volvió «la persona más importante» para ella. Keith seguía siendo solo «Keith» para ambos.

—En parte te lo debo a ti —le comentó Pidge una tarde en la que se encontraban a solas, los demás perdidos en sus asuntos y ella optimizando la portátil de Keith mientras esperaba a que su caballero de armadura negra llegase.

Ella era la quinta paladín. Aún y cuando haya sido la última en integrarse al equipo, no por ello era menos importante; todos la estimaban demasiado, incluido el mismo Keith.

A pesar de lo sucedido, Keith no podía odiarla. Luego de largas horas de auto reflexión, concluyó que no era culpa de Pidge que las cosas sucedieran de esa manera, la culpa solo era de él mismo y de nadie más, por su cobardía y pasividad. Pidge no pudo haber hecho nada más allá de mostrarse tal cual era, joven y temeraria, para conquistar a Shiro; después de todo una chica como ella —enamorada de la computación— no era como si se la hubiese pasado ideando cómo inmiscuirse en el corazón de su amigo. Lo suyo tal vez no fue amor a primera vista pero sí una atracción que logró consolidarse con el tiempo. Quién sabe. Son cosas que tampoco le incumben.

—Yo no tengo nada que ver. Es más bien Matt, ¿no?

—Oh, no. —Ella soltó entre risas —. Matt hacía todo para que Shiro y yo mantuviéramos, según él, «una distancia prudente» —imitó la voz de su hermano, debido a su aspecto casi pareciera él mismo —, pero en cambió pude conocer más a Shiro a través de ti, bueno, de Lance y Hunk también. Sea como sea, gracias.

Keith se detestó a sí mismo en ese instante. Por haber pensado tan mal acerca de ella en algún punto de su vida; quizá ese leve punzada todavía no desaparecía del todo.

—Entonces de nada, supongo.

—Eres tan emo, Keith, ¡anímate! —Ella seguía riendo, él no le veía la gracia al asunto.

—No me digas así.

—¡Keith!

—Pierdes el tiempo, Pidge. —La voz de Lance resonó en la sala de estar. Keith agradeció su presencia, no quería estar más tiempo a solas con la joven hablando acerca de su relación —. Que no ves que Keith es el rey de las emociones —finalizó con sarcasmo, riendo de su propia broma.

Sí, Keith estimaba a Lance, pero no por ello este dejaba de ser un dolor en el culo cada vez que se lo proponía. Que pelearan no era inusual; su relación estaba basada en la dualidad amor-odio y, por más curioso que fuera, así funcionaban.

—¿No tienes un mejor lugar al cual ir a hacer chistes malos? —Keith se defendió. En lugar de mejorarle la situación, Lance la estaba empeorando.

—¡Por supuesto! Solo necesito ponerme más guapo para ello.

Tanto para Pidge como para él fue imposible disimular la mueca de fastidio. Lance no era feo sin embargo pecaba de narcisista, creyendo tener a todas las chicas a sus pies cuando en realidad estas solían rehuirle la mayor parte del tiempo.

Lance se retiró de su vista apenas se percató de que logró irritar a sus compañeros. Aunque la paciencia de Keith siempre era puesta a prueba ante la presencia del moreno, cuando lo vio salir de su habitación arreglado y perfumado, hubiera deseado que se quedara más tiempo para no estar a solas con la ahora novia de su mejor amigo.

—No me esperen despiertos —declaró apenas tomó el picaporte de la puerta de entrada.

—¿No me digas que tendrás una cita? —preguntó Pidge con picardía, un toque burlón impregnado en su voz.

—Aunque lo digas de esa forma —se vanaglorió Lance —. Shiro y tú no son los únicos con derecho al romance.

Pidge hizo una mueca, avergonzada, desvió la mirada e intentó por todos los medios ocultar su bochorno.

—¿Y es una chica de verdad? ¿Seguro no es una alienígena? —Esta vez fue turno de Keith de intentar mofarse.

—No. Ella es una princesa —declaró Lance con orgullo.

Habiendo sentenciado lo anterior, para mala suerte de Kogane, salió del departamento dejándole solo con Pidge.

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Aun y cuando ya estaban por cumplir los cuatro meses, Shiro y Pidge seguían siendo bastante discretos con respecto a su relación. Eran contadas las ocasiones en las que Keith los había visto compartir un roce de labios o al menos tomarse de las manos. Por esa razón lo que sucedió esa tarde en su departamento lo dejó en shock.

Al abrir la puerta se encontró con la imagen de su amigo y su novia comiéndose a besos en la sala. 

Fue realmente sorprendente la imagen de ellos en una situación así. A Shiro siempre lo había visto como un ser correcto y propio mientras a Pidge la concebía como una chica inocente en esos temas.

Sea como sea, la escena fue demasiado fuerte para Keith. Si por alguna razón conservaba una leve esperanza con respecto a su amor no correspondido, esta murió en ese instante.

Aprovechando que no habían notado su presencia, tan solo dio un par de pasos hacia atrás y volvió a cerrar. Necesitaba aire.

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Era febrero, las diez y algo de la noche y el frío calaba en los huesos. La idea de envolverse en mantas era sumamente tentadora para Keith, no obstante no podía llegar al departamento así como así; Shiro y Pidge podían seguir cariñosos y no quería enfrentarse a una escena similar a la que presenció hacia escasos minutos.

Como no tenía otro lugar a donde ir terminó asistiendo al bar que quedaba a unas cuadras del edificio en el cual residía, no al que solía visitar con Shiro sino a ese que tenía pinta de ser de mala muerte pero que al parecer tenía todos sus permisos en regla.

Como no tenía ganas de compartir con nadie, se sentó en una de las mesas del fondo, una que no llegaba a ser iluminada del todo por las luces artificiales de neón y donde la música electrónica no le taladraba tanto los oídos. Cuando el mesero llegó solo pidió una cerveza y fuego para poder encender un cigarrillo, necesitaba entrar en calor.

No se trataba un fumador compulsivo pero el tabaco se esfumó pronto de entre sus labios. Terminó de apagar la colilla en el cenicero y rápidamente sacó otro de entre la cajetilla que llevaba consigo. Al volver a inhalar humo, sintió como volvía a relajarse velozmente; ni siquiera el ruido de la música a todo volumen podía terminar con su recién creada atmosfera de relajación.

—¿Keith, que se supone qué haces aquí?

Lástima que se vio interrumpido demasiado pronto.

El aludido alzó la vista para encontrarse cara a cara con Lance el cual se vislumbraba visiblemente sorprendido. Keith se encontraba igual; no pensó que nadie lo encontraría y mucho menos que esa persona sería Lance. ¿Qué lo traería por aquí? Ni idea, aunque la botella de vino que el moreno sostenía le daba una pista.

—¿No se supone que tú no tomas alcohol debido a tus mariconadas del cuidado de la piel?

Quizá Lance era un alcohólico a escondidas y siempre iba a ese bar para poder sumirse en su vicio sin remordimientos. Pronto su amigo rebatió esa suposición.

—Para empezar, es vino. Es mejor tomar vino que cerveza —comentó señalando la bebida de Keith —. Te ayuda a la digestión y es más fancy.

—Eres todo un metrosexual.

—Oye, yo me preocupo por mi salud.

—Y por tu cutis.

Lance no pudo replicar. Se sentó en otra silla junto a Keith y abrió la botella como pudo. El corcho hubiese dejado tuerto a alguien de haber estado más cerca. No pasaron ni dos segundos cuando se empinó el vino, dándole un gran trago en el proceso.

—En realidad… —comenzó Lance un tanto inseguro, Kogane sintió curiosidad —. Quiero olvidarme de todo por esta noche, el alcohol sirve para eso, ¿no?

Al terminar de escucharlo, Keith dejó el cigarrillo de lado para poder arrebatarle la botella; ahora fue su turno de echarse trago. A pesar de la mirada de reproche de Lance, este no dijo nada y continuó tal cual cuando Keith le regresó el vino.

—También quiero olvidar un par de cosas —admitió Keith.

—Entonces brindemos por eso.

Del grupo de amigos nunca fueron los más cercanos pero en esa ocasión Keith se sintió verdaderamente unido a Lance de una forma que jamás había sentido. Quizá era compasión o lástima mutua, tal vez los efectos del alcohol que comenzaron a surtir efecto cuando se terminaron la botella de vino entre los dos. Fuera cual fuera la razón, en ese momento se sentían como los mejores amigos que jamás habían sido.

 Ambos fueron honestos el uno con el otro de una manera en la que nunca hubiesen imaginado.

—Las mujeres son todas iguales —soltó Lance, resentido —. Les bajas la luna y las estrellas y te hacen a un lado a la primera oportunidad.

Keith apenas y podía mantener los ojos abiertos; las quejas de Lance ayudaban a que sus sentidos no se durmieran del todo. Cuando el moreno le pasó un brazo por los hombros, no opuso resistencia. En ese momento el calor humano se sentía tan bien que Keith se preguntaba por qué era reacio al mismo.

—Y ella… —continuó su amigo —. Ella es la peor de todas, Keith. Era mi princesa, ¡mi princesa! ¡Y me ha dejado por estúpidas normas sociales! —el agarre de su brazo se sintió más flojo, Kogane se preocupó —. Yo la adoraba, sabes. La adoro. No me veo sin ella. ¿Entiendes ese sentimiento?

—Lo entiendo mejor de lo que crees.

En verdad lo hacía. Aunque su situación a primera instancia parecía ser completamente opuesta a la de Lance, entendía el sentimiento de estar enamorado de una persona y que esta hubiese preferido otra cosa —en su caso Shiro a la todavía adolescente Pidge—. ¿Pero qué podían hacer? Las cosas eran así y él, por más que quisiera a Shiro, se sabía incapaz de arruinar su relación.

Por el momento, debido al alcohol, su situación no dolía tanto. Estando borracho todo era más sencillo de llevar. Mientras superaba esa etapa se embriagaría más seguido, quizá invitaría a Lance a esas salidas y entre los dos superarían sus corazones rotos.

Pidieron al mesero más cercano otra botella de vino y entre los dos juntaron dinero para poder pagarla. Cuando les trajeron un par de copas, las rechazaron, preferían tomar el sorbo directo de la botella y de esa manera perder la consciencia aún más.

—Es como si nos estuviéramos besando, sabes —comentó Keith ya bastante fuera de sí —. Es un beso indirecto —señaló la botella —. ¿Cuántas veces no nos habremos besado ya?

—¡Qué asco, viejo! —La mueca de desagrado en Lance no se hizo esperar —. Eres la última persona en el mundo a la que besaría.

—Pues no es como si yo me muriera por tu saliva.

—¿Por qué no? —Eso pareció ofender al moreno —. ¿No te parezco guapo? ¡Soy bastante guapo, Keith!

—¿Y yo qué voy a saber? Siempre te he concebido como un tipo molesto.

—Es envidia debido a que tú no eres para nada atractivo. Y déjame decirte que ese corte está completamente pasado de moda.

—Esas cosas me las paso por el culo, Lance. No me interesa verme bien y menos para ti.

Curiosamente, la pelea no pasó de ese intercambio de palabras. Lance pareció olvidarse pronto del motivo de la disputa, al menos el enojo se le debió pasar rápido. Se acercó a Keith, invadiendo de manera olímpica su espacio personal, para levantarle el flequillo y poder mirarle a los ojos.

—No eres desagradable, de hecho me gusta su color. Es como azul… o gris… gris azulado o azul grisáceo. —Lace se encontraba verdaderamente ebrio. Keith no lo juzgaba, los dos estaban en las mismas condiciones —. Lástima que tu horrible fleco cubra tus ojos.

—¿Puedes dejar de ofenderme? No es como si tu cabello fuera perfecto.

—¿De qué hablas? Mi cabello es sedoso. Mira, toca por ti mismo.

Keith no perdió tiempo y se acercó a acariciar la melena de Lance que, aunque corta, sí que era bastante suave.

Ambos estaban demasiado cerca el uno del otro, el espacio personal ya no importaba. Continuaban mirándose a los ojos y, casi como si de un acto reflejo se tratara, acercaron sus rostros de manera suave.

Se besaron. Por más increíble que fuera, se besaron.

El mejor beso que Keith había tenido en mucho tiempo. Fue lento, húmedo, apasionado, su nublada mente no encontraba las palabras exactas para describirlo. La lengua de Lance exigía entrar y él no tardó en darle acceso; la manera en que su amigo recorrió su cavidad la recordaría de por vida. De la nada, el invierno había desaparecido, dándole paso a una sensación cálida que se agolpaba en la parte más íntima del cuerpo de Keith.

Cuando se separaron, Lance tenía una boba sonrisa en el rostro; Kogane apenas y podía tolerar sus latidos tan acelerados.

—Debe haber un hotel cerca —informó Lance.

Keith sabía lo que eso significaba.

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Notas finales:

¡Hola!

Esta idea surgió luego de una salida donde el alcohol se vio involucrado jajaja.

No es una historia muy elaborada, advierto que tampoco será demasiado larga, pero me parece adecuada para adentrarme más en el fandom.

Gracias a quienes le dieron la oportunidad d84;

A Kikico


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