"Pero ahora quiero algo distinto. Algo mejor que la historia de las cosas que me sucedieron. Me gustaría escribir la historia de un alma, de ella sola, sin los sucesos en que tuvo que mezclarse, queriendo o no."
—El pozo, Juan Carlos Onetti.
La mañana siguiente a esa noche, los recuerdos de Harry eran todo un remolino de imágenes borrosas y emociones intensas; siendo incapaz de completar el rompecabezas. Al escuchar un tenue ronquido a su lado, la noche anterior se reprodujo como el tráiler de una película que estaba próxima a estrenarse ese año.
Se encontraron en el bosque como siempre. No se dijeron 'hola' al verse, sino que el rubio le abrazó con más fuerza de la usual, como intentando con todas sus fuerzas mantenerlo en ese instante para siempre. Murmuró una felicitación porque era su cumpleaños numero veintiuno y con una sonrisa torcida apareció un sombrero cónico sobre la cabeza de Harry.
Lo primero que hicieron fue armar la carpa cuando todavía se veía el sol, y luego sólo se quedaron sentados a la orilla del lago, sobre las piedritas puntiagudas que se clavaban en en el trasero, con los pies descalzos y las manos entrelazadas.
Se contaron todo lo que no pudieron durante ese tiempo en que no se vieron. Harry le contó de su renaciente amistad con Ginny luego de su rompimiento, de sus fallidos intentos por convertirse en animago y de la torpe pero encantadora proposición de matrimonio que Niville le había hecho a su novia y de cómo Ron estaba consiguiendo que George saliera adelante. A cambio de esto, Draco le regaló toda su atención, riéndose con él de sus chistes, riñendole cuando algo le parecía incorrecto y asintiendo al escuchar sobre los que alguna vez formaron parte de su ya muy lejana vida en Hogwarts.
Al caer la noche Harry se disculpó por haber hablado tanto tiempo, insistiendole animadamente en que era su turno para hablar. Esta vez fue el turno de Draco para explayarse, claro que en un periodo mas corto de tiempo.
Expresó su emocion al estar cerca de encontrar una cura para los episodios postraumaticos, que no era otra cosa que una poción que suprimía los malos recuerdos y los suplantaba con escenarios imaginarios o recuerdos reconfortantes. Un alivio para los sobreviviente del infame suceso que era mejor no nombrar.
Luego le contó sobre Astoria, aunque eso a Harry nunca le ponía contento. Era una muchacha agradable, muy inteligente y a Draco le complacía la forma tan causal con la que podía hablar con ella. Al ver que Harry comenzaba a esquivar su mirada, sonrió, cayandose de repente para no molestarle.
A Potter no terminaba de quedarle claro que Draco sería inquebrantable con respecto a su decisión de manter su relación 'clandestina', pero una relación con todo lo que conllevaba. Incluyendo la fidelidad.
Entonces, para amenizar el ambiente, el blondo sacó su varita y escribió algo en el aire con una chispa color azul. Porque a Harry le gustaba ese color.
«Potter apesta»
Harry rodó los ojos y le dio un empujón. Después pasó su brazo sobre los hombros contrarios y le apretó en un abrazo, sintiendo la calidez que había extrañado.
Más tarde, luego de unas cuantas botellas vacías y golosinas, se metieron al agua; acechandose mutuamente hasta que Draco le robó un beso.
La necesidad era palpable. Se olía en el aire y podía saborearla en la lengua del rubio acariciando la suya de forma tentadora. Invitandolo a tomar algo que le tuvo noches en vela.
Ambos habían estado acumulando deseo tras deseo, con tristeza, frustración y nostalgia. Y el alcohol ayudó un poco a acelerar el proceso, pues pronto se encontraron cayendo sobre el colchón de la cama dentro de la carpa, arrugando las sabanas y deshaciéndose en caricias lentas y siseos.
Se enlazaron en un vaivén que oscilaba entre lo frenético y lo calmo, olvidándose del tacto y la suavidad de hacer el amor porque sentían como que se les acaban el tiempo aun cuando tenian toda la noche.
Toda la vida.
Cayeron uno junto al otro, respirando con dificultad y buscando desesperadamente una mano que apretar para asegurarse que no era otro de esos momentos en los que soñaban despiertos. Había frío pero ninguno se arropó.
Lo ultimo que recordó fue que el Malfoy le tomó una foto mientras soplaba las velas del pequeño pastel. Harry aún llevaba el sombrero de cumpleaños sobre la salvaje mata de pelo negro, y sus anteojos se habían roto en el frenesí del momento.
Nunca dijeron 'adiós' pues durmieron juntos. Espalda con espalda, desnudos y un poco sudados, dándose calor cuando las cobijas no eran suficientes para aplacar frío que no sólo les ponía el cuerpo a temblar, sino que hasta el alma.
Harry suspiró, entre relajado y acongojado por la resolución de no arrepentirse nunca de lo que iba a hacer luego de esa noche; e intentó dormir de nuevo, esta vez buscando cobijo en el cuello ajeno.