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Luna de Verano ; (chanbaek) por Sou-Tan

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Lo que está muerto


está muerto,


y ya.


No hay más.


Deja de ser fantasioso.


 


 


 


 


Chanyeol tenía catorce años cuando, en medio de un examen de historia, realizó por fin que muy pocas cosas en la vida le parecían interesantes objetos de estudios además de los números. Y lo que menos le gustaba, por supuesto, era aprender sobre guerras antiguas. Principalmente porque consideraba absurdo el estudio de los hechos en vez de las causas para erradicarlas; el patrón estaba en el hombre, que desde tiempos antiguos hasta la época actual aún mataba al vecino por nimiedades como el adulterio.


«Enamorate de los números, son lo único en esta vida que te dará problemas pero no te romperán el corazón.» Le aconsejó su padre despreocupadamente un día, el hombre había estado bebiendo un poco para olvidar, o quizá también para menguar el dolor de los recuerdos de su difunta esposa. Chayeol sabía que el consejo no iba mas allá de las palabras de un hombre con cierto grado de alcohol en su sistema como para hacerle ser consciente de su viejo corazón magullado, tanto por sus problemas cardíacos como por lo vivido a lo largo de sesenta años. 


Y la vida siguió su curso. A Chanyeol nunca llegaron a gustarle las clases de historia ni el vino que hace que a uno se le suelte la lengua y se le salgan las lagrimas, y su padre siguió aconsejándole a modo de broma, descargando la amargura que llevaba desde hacia tiempo con un tono casi amoroso, como si le doliese que su hijo también estuviese destinado a vivir y sufrir como todo ser humano lo hace. Su padre le tuvo lastima, y Chanyeol llegó a sentir lo mismo por él. Fue cuando el profesor Park murió que Chanyeol pudo alegrarse por él. Porque aunque él era quien se quedaba huérfano a los diecinueve años, completamente sólo, fue su padre el que se refugió en la muerte, en la nada, para ya no sentir mas esa nostalgia que a menudo le frecuentaba como una vieja amiga que ya no te agrada pero no tienes el valor de echar de casa.


Chanyeol estudió matemáticas en la universidad de Seul, obteniendo un porcentaje perfecto en cada uno de sus exámenes, trabajos y presentaciones. Contrastando con su tendencias solitarias y taciturnas, se destacaba como líder en actividades grupales y era un excelente comunicador. Se graduó con honores, presentando un discurso bastante pulcro y conciso el día de su acto de grado que sus compañeros aplaudieron con animo. Era la persona mas joven en graduarse ese año, pero él no sentía como que debía hacer un gran alboroto por ello. Tenía lo que tenía porque era inteligente y supo aprovechar ese potencial desde temprana edad. 


De no haber tenido dos padres tan amantes del saber, de los libros y las artes, quizá él sólo hubiese sido un estudiante promedio con una vida normal. De haber sido diferente, Chanyeol no seria él mismo, sino otro ser muy distinto, por lo que no le gustaba crea escenarios imaginarios ni soñar despierto que lo llevaran a considerar todas esas posibilidades. Chanyeol se cuestionaba todo, menos a si mismo. 


Ahora su vida no era muy diferente a cuando tenía catorce años y se dio cuenta de que no mucho ademas de los números le parecían interesantes. La única variante es que ahora en vez de aprender, enseñaba, y que además ahora que su padre no estaba, Chayeol vivía sólo en una casa de tres dormitorios y dos pisos, en el vecindario de toda la vida. Luego de la graduación, la universidad decidió contratarlo como profesor dadas sus excelentes notas. Aceptó sin cuestionar mucho, obviando el hecho de que tendría que lidiar con adolescentes y adultos jóvenes que podían llegar a ser muy temperamentales.


Pero no tuvo inconvenientes de ningún tipo para adaptarse a los cambios, aceptándolos con resignación anticipada porque la rutina se mantendría durante largos años. Preparaba su comida, lavaba su ropa, limpiaba su casa y se mantenía saludable. Chanyeol llegó a cumplir los veintisiete años siendo totalmente independiente y autosuficiente como pocas personas de su edad lo eran.


—¡Mierda! —la palabrota hizo eco en todo el salón, capturando su atención.


Chan levantó la mirada, buscando a la dueña de esa voz. Yuri le sonrió torcidamente, excusándose en silencio por la repentina interrupción de su lectura. Se suponía que todos deberían estar completando el cuestionario que les había dado al llegar, pero la muchacha sostenía su celular fuertemente contra su pecho con una expresión decepcionada. Suspiró, olvidándose de suceso con suma facilidad, ya se encargaría mas tarde de restar puntos en la hoja de trabajo de la muchacha que, no contenta con haber gritado una maldición en medio de una actividad, siguió murmurando junto a otra estudiante, lo suficientemente alto como para poder escucharlas.


—¿Has visto ya? ¡Se han agotado todas las entradas en menos de un día! 


—¿Qué? Jo, y yo que iba a comprar la mía luego de clases. Supongo que tendré que ir a verle en Busan.


—Y  yo tendré que esperarme hasta que cierre la gira aquí en Seul, mis padres no me dejan viajar fuera de la ciudad sin ellos. 


—Qué fiasco. Yo en serio quería ver a Chen en el concierto de apertura.


—Señoritas, en menos de diez minutos termina mi clase, espero que el que estén hablando tan alto signifique que ya terminaron.—las interrumpió al fin, alzando su profunda voz—. Por favor, tengan un poco de consideración por sus compañeros, quienes sí están haciendo lo que deben.


Yuri y Hani se sonrojaron avergonzadas por haber sido expuestas, pero el tono de Chanyeol nunca llegaba a ser mordaz a la hora de reñir a sus alumnos, por lo que en vez de sentir rabia, ambas hicieron una sutil reverencia y se disculparon en voz baja. Luego de ese incidente no hubo más interrupciones, la clase siguió hasta luego de diez minutos y entonces los alumnos comenzaron a levantarse para entregar el material, despedirse amablemente de Chanyeol y salir rápidamente del aula.


El día pasó como cualquier otro. Impartió sus clases con la paciencia de siempre, respondiendo las mismas preguntas de los mismos alumnos, y comió su almuerzo junto a Yixing, el estudiante de intercambio al que ayudaba con sus lecciones de escritura coreana. Yixing tenía veintiún años y era un estudiante comprometido, había en él esa pasión que Chanyeol nunca tuvo, y eso le movía a no sólo hacerlas de tutor, sino que se tomaba la libertad de adelantarlo en sus lecciones. 


Pasado el almuerzo, venían más clases, más preguntas, más alumnos a lo que mandar a callar. Por ultimo se encargaba de revisar las tesis de algunos alumnos de ultimo año, como favor a la profesora Kwon, a quien admiraba inmensamente. Una vez aclarado todo con respecto a la nueva fase de las tesis, era hora de partir a casa.


Ese día decidió ir libre de cargas, sólo llevando su bolso. Después de todo, ahora debía caminar a casa porque su bicicleta ya no servía para nada. No era un inconveniente mayor.


Aprovechó que tenía tiempo libre, sin exámenes que corregir, para darse una pasada por el minimercado y comprar comestibles y una que otra chuchería. El bocadillo favorito de Chanyeol eran las galletas de avena y las de canela. Le gustaba sentarse sobre el suelo de la terraza a ver como terminaba de anochecer, comiendo galletas y tomando pequeños sorbos de leche fría mientras leía un libro nuevo. Y ese era el plan que tenía para esa noche.


Pensó en qué le gustaría leer esa noche durante su viaje de vuelta a casa. Tenía un par de libros nuevos que le regaló el viejo Park (su tío) por navidad, pero esos eran demasiado largos porque lo que él buscaba era una lectura ligera. Quizá podría leer uno de la colección Park, libros que habían pasado de generación en generación y que se conservaban en la biblioteca de la casa.


Llegó a casa decidido a tomar una ducha y hacer lo que tenía en mente.


Abrió la puerta y entró, pero no hubo cerrado la puerta muy bien cuando se escucharon unos golpes contra esta. Su casa no tenía instalado un timbre, pues los consideraba molestos e inoportunos al vivir rodeado de casa familiares donde habitaban niños traviesos amantes de tocar timbres ajenos y darse a la fuga. Aun con las llaves en la mano, se dio la vuelta y abrió la puerta.


Las cejas de Chan se alzaron a causa de la impresión cuando sus ojos se posaron sobre la figura delgada del muchacho frente a él. No esperaba a nadie esa tarde, y ese rostro no le era familiar, por lo que sólo se quedó en el umbral, a la espera de que el recién llegado se diese a conocer.


—Buenas tardes, ¿puedo ayudarle en algo?


Esta vez las cejas de Chanyeol se fruncieron al escuchar la risa suave del otro, contrariado.


—¿En serio no te acuerdas de mi? Ja, ja, ja. ¿Cómo es que alguien te arrolla con su auto y tú lo olvidas?


Chanyeol estudió al hombre rápidamente. Si, algo en su rostro se le hacia conocido, y ahora que le veía de cerca notaba que el cabello colorido ahora era negro. Había pasado una semana desde que el chico le arrollara con su auto, al recordar el incidente se llevó una mano a la cadera como acto reflejo. El golpe aún le dolía.


—Ah, eres tú.


Su interlocutor puso los ojos en blanco sin quitar la sonrisa de su rostro. Chanyeol sólo se quedó esperando a escuchar lo que sea que tuviese que decirle para seguir con su tarde con normalidad.


—¿No vas a preguntar qué hago aquí?


—¿Qué haces aquí?


—Ya veo, no tienes muy buena memoria.


Chan dejó las bolsas en el suelo, comenzando a deshacerse de su saco para ganar tiempo. Comenzaba a impacientarse.


—Tu bicicleta nueva, se supone que la traería al día siguiente pero surgió algo en el trabajo.


La mención de su bicicleta dañada hizo que subiera la mirada, ahora más interesado. Guardó las llaves en su bolsillo sin dejar de estudiar al otro, quien ahora si lucía como un tipo normal y no como unos de esos idols que aparecían en gigantescas vallas publicitarias. Vestía una simple camisa celeste y pantalones negros, con unos zapatos de vestir haciendo juego.


Él hizo una seña, indicando que mirara hacia su auto. Al lado del vehículo se encontraba una bicicleta parecida a la que tenía antes, sólo que esta estaba completamente pintada de negro y se notaba a leguas que debió costar mucho dinero.


—Es toda tuya, siento haberte arrollado ese día. No te vi y estaba bastante ebrio.—se disculpó el extraño, sonando realmente arrepentido.


Chanyeol no se movió de su sitio, inseguro sobre si debería aceptar la compensación por su perdida o no. Se dijo que si el chico se había tomado la molestia de llegar hasta su casa con una bicicleta nueva, cumpliendo con lo prometido, lo menos que podía hacer él como la persona urbanizada que era, era aceptar.


—Está bien...


—Byun Baekhyun, un placer.


Tomó la mano que le ofreció, agitándola brevemente antes de retroceder, viendo con sumo interés la sonrisa que parecía tatuada sobre el rostro de Baekhyun.


—Park Chanyeol.


Baekhyun repitió su nombre en un susurro, como asegurándose de recordarlo correctamente. Entonces su semblante se iluminó, recordando algo. Chanyeol observó con curiosidad cómo sacaba algo del bolsillo de su camisa y se lo entregaba.


—¿Qué son? —indagó, tomando los dos papeles brillantes que le extendía.


—Son boletos para el concierto de Chen.


Chanyeol se le quedó viendo con la duda plasmada en su semblante. La única vez que había escuchado ese nombre fue cuando Hani y Yuri habían estado cotilleando en medio de clase.


—¿Kim Jongdae?


Hubo un silencio incomodo.


—Bueno, no importa. Es un cantante excepcional, podría gustarte. Como sea, ya va siendo hora de volver al estudio. ¡Ojala te animes a ir al concierto, Chanyeol!


—Si, me lo pensaré. Gracias.


Baehyun asintió a modo de despido, apresurándose a llegar a su auto para llegar a donde sea que debía ir, dejando atrás a un confundido Chanyeol en el marco de la puerta.


Se encogió de hombros, guardando los boletos en los bolsillos de su pantalón y tomando las bolsas. Dejó las cosas sobre la encimera de la cocina y luego regresó sobre sus pasos para guardar la bicicleta en el garaje.


Mas tarde, cuando salía de la ducha, se encontró con los boletos tirados en el suelo de su habitación. Seguro se cayeron cuando se desvestía. Los tomó y se sentó en el borde de la cama, secándose el cabello con una toalla.


Nunca había ido a un concierto. Leyendo la información impresa en el papel brillante, consideró que quizá no era tan mala idea salir de casa por una noche, podría permitírselo siendo que ese día era su cumpleaños y era el único incentivo que necesitaba para romper la rutina. 


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