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Envenename el Corazón por Dunklen Geist

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Notas del fanfic:

Si quieres saber un poco más puedes visitar la obra en Wattpad

Fue hace no mucho tiempo, mucho menos del que crees, en un lugar que en tus sueños has visto tal vez. La historia que hoy contaré para ti sucedió en el mundo de las fiestas sin fin, tal vez te has preguntado qué es lo que pasa en el mundo de las fiestas, entonces pon atención pues está historia ahora comienza.


                Faltaban solamente unas cuantas horas para que la gran celebración se llevara a cabo en la Tierra oscura, aquella dónde el color más brillante era el negro y la luz del sol era más gris que amarilla, el país de los sustos, de los gritos y la tortura, Halloween.


                Todos estaban completamente emocionados porque finalmente cada quién podría hacer la demostración de sus mejores sustos, estaría el concurso del grito, el premio a la decapitación perfecta, la exposición del Doctor Jinkinstein y el Árbol del ahorcado impartiría el taller de “Cómo hacer un nudo perfecto”. Sería sin duda una fiesta completamente de terror, pero lo que todos esperaban con ansias era el espectáculo de apertura por parte del nuevo rey calabaza.


                Minho era un vampiro que no tenía más de treinta y cinco décadas que había llegado al país oscuro y se había instalado en una de las casas abandonadas que estaba a solo unas cuadras de la alcaldía, se sentía completamente a gusto entre todos esos monstruos y adefesios que habitaban la ciudad y cada año desde su llegada se hacía cargo juntos con los otros vampiros de las bebidas y bocadillos. A los horrores les gustaban sus arañas envenenadas y su ponche ácido, incluso recibió un diploma por parte del Alcalde de la Ciudad a “Mejor Asesino Silencioso” después de que hace cinco años presentó sus “Ojos Podridos” que luego de cinco minutos de comerlos te daban un infarto. Fueron la sensación del momento por encima del Payaso Tenebroso que te cocía los ojos al instante.


                Desde ese momento los ciudadanos comenzaron a contemplar cada vez más el potencial y creatividad del Vampiro, lo comenzaron a llamar para pedir su opinión y consejo a la hora de montar el escenario para que el hombre lobo le cantara a la Luna llena. Entonces el Alcalde junto con las gárgolas decidieron darle un lugar en las votaciones para “Rey Calabaza” y todos se quedaron completamente sorprendido cuando los otros candidatos el Payaso Tenebroso y el Monstruo de la Fuente incluso votaron por él demostrando su felicidad y fanatismo cuando se anunció al ganador del año.


                No era esperarse poco del vampiro cuando había recibido algunos consejos por parte del mismísimo Jack Skellington para que planeara la apertura de la fiesta, y ya tenía todo bien preparado solo le hacía falta un aparato que esparciera humo y sabía bien a quién acudir.


                —¿Pero quién me está molestando ahora? —decía el científico loco mientras abría la puerta de su castillo.


                —Soy yo Doctor, espero no llegar en mal momento.


                —¡Infierno Ardiendo! ¡Pero si es el Asesino Silencioso! Adelante hijo, pasa, no queremos que te de la luz del sol.


                —Muchas gracias Doctor —Minho entró al castillo del científico y adentro se quitó finalmente sus gafas obscuras y cerró su sombrilla.


                —¿Te puedo ofrecer un poco de Sangre fresca o la prefieres fría? A mí me gusta ya coagulada —el señor de bata blanca sonrió siniestramente y Minho lo siguió por el castillo hasta que ambos se sentaban en los sofás de rosales.


                —Un poco de sangre fresca estaría bien. Doctor, sus muebles son fantásticos, puedo sentir perfectamente cómo las espinas me atraviesan la piel.


                —Eres bienvenido cuando gustes, ¡Kratos, ve a córtale las venas a uno de nuestros lacayos que nuestro invitado se muere de sed! —El vampiro solamente se rió y paseó la vista por todas esas armas que el Doctor tenía colgadas en la pared —Y dime, Minho, ¿Qué es lo que te trae por aquí estando a solo unas horas de que el sol se oculte?


                —Necesito su ayuda Doctor. Usted sabe que este año yo abriré el evento y…


                —¡Por supuesto! El nuevo Rey Calabaza, yo vote por ti.


                —Le agradezco mucho Doctor, quisiera saber si usted podría ayudarme a terminar de montar mi acto. —En ese preciso momento el zombie Kratos llegó empujando un carrito de servicio y le dio a Minho su copa de sangre.


                —¿Qué necesitas exactamente?


                —Quisiera saber si usted tiene algún aparato para esparcir humo.


                —¿Acaso quieres matarnos con algún virus respiratorio?


                —¡No, no, no! ¡Qué va! Eso es bastante sencillo, yo prefiero las muertes dolorosas. —Minho le guiño un ojo al Doctor que se comenzó a carcajear y de inmediato se puso de pie. —Ven conmigo a mi laboratorio, creo tener lo que necesitas.


 Y así fue como Minho se levantó y siguió al Doctor pasando por los pasillos llenos de polvo y telarañas hasta después de subir varias escaleras de caracol para llegar al laboratorio.


                En el lugar había varias partes de cuerpos en diferentes recipientes, una subestación eléctrica sin protección alguna y uno de los lacayos del Doctor siendo torturado por otros con lanzas puntiagudas. Minho sonrió maravillado con tantas armas.


                —Usted sí que no pierde en ningún momento el tiempo, Doctor.


                —Muchas gracias, Minho. Este año sí que me he esforzado demasiado desde que me enteré de tu corona. ¡Me has motivado bastante!


                Las palabras del Doctor Jinkinstein y de cualquier otro habitante hacían que el vampiro se sintiera orgulloso de su trabajo y muy feliz de que la ciudad lo quisiera tanto, verdaderamente quería impresionarlos a todos y ser tan querido como Jack, aunque claro, sin sobrepasarlo.


                —Lo voy a presentar este año, se llama “Viral”—justo entonces el Doctor puso sobre la mesa de experimentos una especie de sierra eléctrica, aunque claro sin la sierra, con cinco tubos largos en diferentes direcciones. —Capaz de cubrir un área de 50 km a la redonda, transformador de solidos a vapores y trae integrado un reproductor de MP3. ¿Has escuchado el nuevo sencillo del Lobo?


                —¿Media Luna?


                —Es un completo éxito.


                —Cómo siempre Doctor, usted no deja de impresionarme. Me llevo su invento —Minho estiró la mano para estrechar la del Doctor, el trato había quedado hecho.


                —Solo cuando termines déjame exponerlo en mi exhibición, al pueblo le encantara ver el artefacto que te ayudó en la presentación.


                El vampiro asintió mostrando su largos colmillos y justo antes de separar sus manos, uno de los lacayos comenzó a gritar de dolor porque había caído dentro de la subestación eléctrica (nuevamente).


                —¡Estúpidos! ¡Siempre debo arreglar sus tonterías! —entonces el Doctor corrió junto con los demás asistentes para sacar a la creatura que interfería con la estabilidad de los experimentos.


Durante ese corto tiempo Minho comenzó  caminar por el laboratorio viendo algunos de los inventos del Doctor, ojos moviéndose dentro de frascos, una cabeza dentro de agua que gritaba por su cuerpo, quimeras comiéndose entre sí y al final del pasillo una puerta con el símbolo de peligro, Minho vio a dos lacayos sacar a un tercero jalándolo de una pierna porque la otra no la tenía, le faltaba una mano, la cabeza, un brazo y ya casi el cuerpo dividido por la mitad si no fuera porque le faltaba un centímetro de carne.


                El suelo medio blanco se dejaba el rastro rojo de la sangre derramada y Minho sintió el deseo de saber qué era lo que el Doctor ocultaba en ese cuarto, que era capaz de lograr todo ese desastre. Tenía que averiguarlo, pero antes de que diera un paso más un cuchillo que pasó enfrente de él y se clavó en la pared lo detuvo.


                —¿A dónde vas, Minho? Recuerda que la curiosidad mató al gato. —Minho sonrió.


                —En efecto, pero a este gato todavía le quedan cuatro vidas.


                —Un muchacho muy simpático, ¿Qué edad tienes?


                —393 décadas, Doctor. En dos años serán 394.


                —Recuerdo cuando tenía tu edad, soñaba con gritos de agonía y un cuchillo que desgarraba vísceras… ¡Y mírame ahora! Con millones de lacayos y mi propio laboratorio. Perseverancia, Minho, perseverancia, ese es el secreto del éxito.


                Los dos se salieron del laboratorio y caminaron escaleras abajo hasta la salida del castillo, donde Minho ya no necesitaba más su sombrilla puesto que ya era de noche. El Doctor lo despidió y él camino en dirección a su casa pero sin antes voltear para ver en una ventana del castillo una sombra que caminaba hacia atrás para desaparecer en la penumbra.      


     


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