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¿Quieres jugar conmigo? por CrawlingFiction

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Notas del fanfic:

Aunque me inspiro en el síndrome de Asperger para hacer esta historia no pretendo ofender o ser malintencionada contra esta condición. Espero poder reflejar con naturalidad la vida de alguien con Asperger tras una exhaustiva investigación y testimonios, y que la lectura sea amena para todos. 

¿Quieres jugar conmigo?

 

 “Y recuerden, sean amables con TaekWoon, él es como nosotros” recordó vagamente en su mente, aquel primer día de clases había sido un desastre, y el mes que ya cumplía era peor inclusive. Era como no existir y si alguien se le acercaba se escondía bajo la mesa. Todos los días se escondía y ni la maestra o directora podían sacarlo de allí. “Nosotros hemos aceptado a su hijo en la escuela, pero sus conductas son inmanejables” “¿Aceptar? Él es como cualquier otro niño…” “Señora Jung, es autista”, sus recuerdos se acumulaban, no entendía; dos manos, dos pies, dos ojos, un cerebro funcional ¿Qué tenía de diferente? Frustrado se llevó las manos a la cabeza y la golpeó repetidas veces contra el suelo. Escuchó los cuchicheos asustados de sus compañeros y el correr apresurado de la maestra para agarrarle.

 

Al fondo y debajo de la mesa se quedaba todos los días, sólo la maestra le hablaba y notaba una expresión particular, aunque no sabía identificarla. Según el terapeuta, las personas podían lucir felices, tristes o sorprendidas, sólo conocía esas tres expresiones, las demás le confundían. Pero algo era claro: nadie en ese salón lucía feliz con su presencia.

 

“¿Y si vas a una escuela para niños especiales como tú?”, “No quiero ser especial, quiero ser normal” “Podrías empezar a serlo usando el pupitre, TaekWoon” “No quiero”. A la hora del receso se quedaba en el salón. A veces el sándwich se humedecía con la fruta y por eso ya no podía comer. Odiaba que la comida se mezclara, como que le tocaran, los gritos, las expresiones faciales desconocidas y estar solo. Le gustaba la música clásica, los gatos, la leche de frutas y que las cosas estuvieran ordenadas.

 

Una mañana, sentado en el suelo con la lonchera a exactos dos metros de distancia porque el sándwich estaba mojado, vio alguien abrir la puerta. No era la maestra para persuadirle, ni aquel niño tosco para decirle perro amarrado. Era un niño desconocido. Inquieto se escondió al fondo de la mesa. Le vio caminar distraídamente, tropezando con la lonchera y desparramando el desayuno en el piso.

 

—Has desordenado el salón —murmuró una voz. Sorprendido se agachó, descubriendo al niño agazapado bajo la mesa.

 

—¿Qué haces aquí? —HongBin abrió los ojos de impresión. Giró y vio la lonchera volcada sintiéndose culpable.

 

—¡Lo siento, no sabía que había alguien! Buscaba un balón, y me dijeron que había una mascota adentro, ¡Pero no veo ninguna! —parloteó rascando su cabeza. No tenía collar ni ladraba, ¿Era él?

 

—La mascota soy yo —murmuró. HongBin gateó hasta acercarse con una amplia sonrisa.

 

—No pareces una, ¡Pero me gustan las mascotas! ¿No te gustan?

 

—Sí —siseó apenado. Estaban muy cerca, pero no tenía miedo.

 

—¿Quieres jugar conmigo? —propuso alegre estirando la mano. Una expresión como las que le explicaba su terapeuta brilló en su rostro. No era mecánica, era una sonrisa real.

 

Por primera vez, TaekWoon salió de debajo de la mesa.


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