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Siempre contigo por Reiga

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Notas del fanfic:

Espero les guste, esta cortito y algo tristón. U.U 

 

°~°

 

Esas dos puertas parecían la gran muralla china separándolo de lo que era todo para él. La luz roja centellante arriba de ellas  y en frente de él solo lo alteraba y oprimía su corazón. Si es que algo quedaba de él.

Su cuerpo estaba muerto  acomodado en esa silla, seguramente con expresión ausente. Dos de sus mejores amigos se encontraban a su lado, uno abrazándolo mientras lloraba y  diciéndole palabras que no entendía. Solo eran susurros que ya no eran nada para él. Y el otro tomaba su mano para darle la fortaleza que necesitaba en estos momentos.

Quería moverse que lo dejaran, que lo soltaran, que no le hablaran, quería correr. Llorar, cerrar sus ojos con fuerza, apretar sus dientes, gritar. Quería verlo. Comprobar con sus ojos que estaba bien.

Sin embrago no podía. Su cerebro mandaba las órdenes pero su cuerpo no respondía, apenas y sus dedos se lograban mover con una lentitud que casi ni se notaba. Lo habían drogado.

Recordaba que luego de la primera noticia, su cuerpo había sentido un calor que le recorrió  desde la punta de sus pies hasta la punta de sus cabellos. Ahora volvía a reaccionar, y solo podía sentir la pena en su corazón y su cuerpo herido.

La segunda solo había logrado quitarle lo que quedaba de su alma, sintió su cuerpo desplomarse para luego abrir sus apagados ojos  frente a esa gran puerta. Estaba muerto en vida, sus ojos rojos derramaban lágrimas  de profunda tristeza, que gentilmente kuroko secaba a ratos. Sus ojos se irritaban cada vez que recordaba esas últimas palabras.

“El daño es irreparable, nada se puede hacer”

Se había negado a creer algo así, y como resultado lo habían vuelto a dopar.

Los minutos pasaban, y parecían horas, ¿qué tanto hacían?, no lo sabía y no quería saberlo, lo único que deseaba era que lo dejaran verlo. Su cuerpo recuperaba movilidad, vio en la mirada de sus amigos su preocupación por el, y en la presión que ejercía himuro y kuroko en sus brazos.

—Estoy bien no are nada — movió sus brazos en señal para que se alejaran, intento levantarse pero sus fuerzas eran pocas así que tuvo que aceptar la ayuda.

El mismo doctor salía por esas puertas seguido de enfermeras que lo miraban con tanta lastima, que el mismo cerraba sus ojos al sentirla por el mismo. Comprendió que era el momento, dio un paso y ya sentía a su alma queriendo salir de su interior.

Le temblaron las piernas, el escozor de su propias heridas hicieron que casi gritara. Aun así siguió caminando. Olvido el dolor cuando pudo divisarlo y corrió a su lado casi desplomándose encima de él.

Su piel morena estaba llena de rasguños, su frente y parte de su cabeza estaba tapada con vendas que en algún momento fueron pulcramente blancas.

Esas cosas en su nariz entre otras cosas  que ahora poco le importa cómo se  llamaban eran de vital importancia en estos segundos para su esposo y  él nunca los había odiado tanto.  

Quería hablar, tocarlo, gritarle… pero nada salía de su boca. Hasta que esos ojitos azules que amaba se abrieron con lentitud sonriéndole en el acto, instantáneamente también lo hiso y lloro, como nunca lo hiso, de impotencia, de rabia… de pena.

—No… no me hagas esto — sus manos cubrían su cara, mientras su hombros se movían por su acto — no me dejes — susurraba para sí y para el — sus dos amigos tiritaban  un poco más alejados — por favor no lo hagas. — volvió a decir casi con rabia.

Su mano fue tomada entrelazándola con la del moreno sus ojos llenos de lágrimas le miraron y volvió a quebrarse.

—Daiki… —suplico

—¿Cómo esta Naoki? — Su tono de preocupación alerto a kagami, abrió sus ojos secándose las lágrimas, sin poder evitar las nuevas que querían brotar.

—Él está… bien, no te preocupes, nuestro bebe es fuerte  — sonrió. Aun así y a pesar de todo su dolor, no podía decirle.

Daiki volvió a sonreír mientras lagrimas comenzaban a correr por sus ojos.

—Jamás has podido mentirme Taiga…

Kagami se mordió el labio y se apoyó el pecho del moreno, no importándole sus heridas ni las de él, sintió esos débiles brazos rodearle y acompañarle en el llanto y su dolor.  Sus gritos, maldiciones, deseos y  peticiones fueron ahogados por su fuerte pecho, mientras su cuerpo era acunado por ese cálido tacto.

— Perdona… no pude salvarlos a ambos — dijo daiki, levantando su rostro para que lo mirara. Su corazón también se rompía el verlo así. El dolor al saber la situación y que lo dejaba en un momento así le estaba matando por dentro —Los dos vamos a  cuidarte, Siempre estaré conti….

—No hagas esto, no, no, no — decía con desesperación mirándole y sonriendo como un demente que no comprende la situación —no digas eso. Maldición  ¡No te rindas! ¡DAIKI!— le gritó reclamándole. Aomine ya lo había aceptado.

Aomine sintió el momento mismo en que su corazón dio un tirón casi como el último suspiro, y en un acto de desesperación lo abrazo con fuerza —Te…

Sus brazos fueron perdiendo fuerza hasta caer en la cama, kagami se levantó y grito a tono con ese pitido desesperante que se le estaba grabando en el memoria y en el corazón  con la imagen gravada de su amado durmiente.

Luego de eso solo fue dolor, gritos, llanto, alguien lo sujetaba, lo abrazaba y lloraba con él, en su momento había visto a todos sus amigos, pero ahora no veía nada. No quería nada. Su mente volvía a borrarse al sentir un pinchazo ya conocido.

 

 ~*~

 

Los días pasaban,   luego meses.   Ya casi no tenía movilidad de su cuerpo. No lograba que su mente asimilara que había perdido a las dos personas que le habían dado luz a su vida y que eran todo para él. No podía y no quería reponerse para vivir una mentira.

Himuro seguía a su lado cuidándolo, alimentándolo e inyectándole sedantes, junto en este momento estaba con él, listo para sedarlo…  pero esta vez la aguja no rompió su piel.

Su hermano le miraba con dolor y rendición.

—¿Enserio no crees que algún día puedas volver a ser feliz? —Himuro pudo vislumbrar algo de brillo en esos ojos y una media sonrisa, y no de esperanzas para él, si no comprendiendo que aquello era imposible —¿Por ellos? — lo intento otra vez —Aomine hubiera querido que fueras feliz.

Kagami con la poca fuerza que tenía, arrastro su mano y tomo la de himuro.

El pelinegro dejo la jeringa a un lado, se levantó y lo abraso, llorando en silencio conteniéndose. Disfrutando de su aroma y calidez, queriéndose grabar cada parte y cada olor.  Deposito un beso en su mejilla y por primera vez luego de aquel accidente vio a kagami sonreírle sinceramente, tapo su boca para no dejar escapar un gemido ahogado y Se volteo.

Mordió sus labios con impotencia y a la vez con resignación  antes de despedirse de su hermano.

—Nos vemos pronto hermano — lo mencionó con tanta alegría, como si solo fuera una despedida casual. Se estaba convenciendo de eso. De que iría a su trabajo sin miedos y como antes cuando volviera vería a su amigo del alma  estaría esperándolo con una sonrisa. Aquella que nunca debió ser extinguida.

—Gracias Tatsuya — un susurro débil pero sincero.

Himuro apretó sus puños y se obligó a respetar su decisión, alejándose lo más pronto posible.

Kagami cerró sus ojos y luego sonrió… mirando el techo respiro tranquilo.

—Espérenme…  Siempre contigo Daiki —susurro.

 

 

Más tarde Himuro  vería en Taiga una sonrisa apacible y llena de vida…

 En un cuerpo que vida, ya no tenía.

 

Fin

 

Notas finales:

Espero que de alguna manera les haya gustado n.n

Que tengan una muy buena semana.

 

Nota: Para las que leen “Mi Pequeño cachorro”, esta semana estaré contestando sus mensajitos y el fin de semana abra nuevo cap. 


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